11/9/23

Poe. Ensayos completos III


 Edgar Allan Poe.
Ensayos completos III.
Traducción de Antonio Jiménez Morato.
Páginas de Espuma. Madrid, 2023.

Pero es suficiente, creo que hemos dado una muestra justa de su versificación en general. Podría haber sido mejor, pero estamos seguros de que no podría haber sido peor. Esto en cuanto al ‘sentido común’, en la forma en que el señor Lowell entiende el término. El señor Lowell no debería haberse entrometido en el ritmo anapéstico, es sumamente incómodo en manos de alguien que no sabe nada de él y que se empeña en pensar que puede escribirlo de oído. Con mayor razón aún debería haber evitado este ritmo en la sátira que, más aún que cualquier otra rama de las letras, depende de aparentes nimiedades para su efecto. […] Tal como ha quedado finalmente resuelta, nunca ningún fracaso fue más completo ni más lamentable. Con la publicación de un libro tan ambicioso y tan débil a la vez, tan malévolo en su diseño y tan inofensivo en su ejecución, una obra tan tosca y torpe, y además tan débilmente construida, tan diferente, en cuerpo y espíritu, de todo lo que había escrito antes, el señor Lowell ha cometido un paso en falso irrevocable y ha rebajado al menos en un cincuenta por ciento su valor dentro de la opinión pública literaria.

Esas líneas demoledoras las firmaba Edgar Allan Poe en el Southern Literary Messenger en marzo de 1849. Era una reseña de Fábula para los críticos, de James Rosell Lowell, y se recoge en el tercer tomo  de los Ensayos completos de Poe que publica Páginas de Espuma con traducción de Antonio Jiménez Morato, que reúne en este volumen un conjunto amplio de reseñas sobre autores y literatura estadounidense.

Llaman mucho la atención en el volumen las casi ciento cincuenta páginas que Poe dedicó a Longfellow, el poeta estadounidense más famoso de su época, al que atacó sin contemplaciones en abundantes reseñas de tono muy crítico en las que dice cosas como estas: “Obras como esta del profesor Longfellow, son un triunfo para Tom O’Bedlam, y un sufrimiento para toda crítica verdadera. Demuestran su capacidad para desestabilizar la fe popular en el Arte, una fe que, en ningún momento más que en el presente, ha necesitado del apoyo de los hombres de letras. Que engendros tales tengan éxito es atribuible al triste hecho de que existan hombres de genio que, de vez en cuando, sin tener en cuenta su auténtico deber, las escriben. El hecho mismo de que incluso los hombres de genio las escriban es atribuible al hecho de que estos son a menudo los más indolentes de los seres humanos.” Pero también escribe este elogio del ‘Himno a la noche’: “Ningún poema se abrió con una belleza más augusta.”

Porque Poe escribe sus reseñas con una insobornable independencia de criterio que no elude la polémica sobre acusaciones cruzadas de plagio con un autor que se sintió agraviado por las críticas de Poe: “No he discutido el derecho del señor Longfellow a construir su libro como le pareciera oportuno. Me reservo el derecho de pensar lo que quiera acerca de dicha construcción.” 

En lo más enconado de esa controversia, Poe dedicó una serie de artículos que tituló con ironía Voluminosa Historia de la pequeña guerra de Longfellow. Escribía en uno de ellos:

No puede haber ninguna duda en el mundo, por ejemplo, de que Outis me considera un tonto: la cosa está lo suficientemente clara; y esta opinión de Outis es lo que la humanidad ha convenido en denominar una idea, y esta idea también la tienen el señor Aldrich, y el señor Longfellow, y la señora Outis y sus siete hijos, y la señora Aldrich y los suyos, y la señora Longfellow y los suyos, incluyendo los nietos y bisnietos, si los hubiera, que serán instruidos para transmitir la idea en una pureza no adulterada a través de un panorama infinito de generaciones aún por venir.

En el prólogo al tomo anterior, Jiménez Morato señalaba que la obra crítica de Poe “ha sido despreciada, leída de modo apresurado o ignorada. Y eso pese a que, con los doscientos años de distancia como juez, podemos apreciar que Poe parece no equivocarse nunca. Elogia lo que ha atravesado mejor el tiempo, y denuesta lo que ha ido olvidándose con el paso de los años. Hay en la capacidad de prospección de Poe algo más que mera perspicacia, hay una auténtica voluntad de cimentar y encauzar una literatura. Más aún, no solo voluntad, sino la tenacidad necesaria para lograrlo. Poe no solo es el padre del cuento moderno, lo es también de la crítica moderna, hecha desde la prensa de modo militante y combatiente.”

El corazón de este tercer tomo de ensayos es la reseña que Poe hizo de sus propios cuentos. Apareció en la revista Aristidean firmada con las iniciales de su editor, T.D.E. (Thomas Dunn English). De ella dice Jiménez Morato que “se ha atribuido a menudo al propio Poe.[…] Es seguro que Poe contribuyó de alguna manera, ya que, como se ha señalado anteriormente, contiene detalles que solo él conocía. Es posible que Poe se limitara a proporcionar información básica para la redacción del texto. Por otro lado, también es posible que Poe escribiera el artículo pero se lo asignara al inglés para que no pareciera que estaba elogiando su propio trabajo. Incluso podría tratarse de un texto realizado en conjunto.”

Incorpora un magnífico análisis de cuentos como El escarabajo de oro, ( “Su propósito es seducir al lector con la idea de una maquinaria sobrenatural, y mantenerlo así desconcertado hasta el último momento “), Los crímenes de la calle Morgue, El misterio de Marie Rouget o La carta robada, que “son cuentos inductivos, de raciocinio, de análisis profundo y de búsqueda.”  Lo cierran estas líneas:

La mayoría de los escritores obtienen primero sus temas y escriben para desarrollarlos. La primera búsqueda del señor Poe es la de un efecto novedoso, y luego es cuando escoge el tema; es decir, una nueva disposición de las circunstancias, o una nueva aplicación del tono, mediante la cual se desarrolle el efecto. Y, evidentemente, considera material legítimo todo aquello que contribuya a fomentar dicho efecto. Así es como ha producido obras del carácter más notable, y ha elevado el mero «cuento», en este país, por encima de la más extensa «novela», convencionalmente denominada de este modo.

Al fondo de estas reseñas hay siempre una lúcida reflexión de Poe sobre la literatura, la técnica narrativa o la escritura de poesía. No sólo brillan aquí la capacidad analítica de Poe, su ironía aguda, sus sarcasmos hirientes y su lucidez como crítico. En estos ensayos inevitablemente proyecta su teoría y su práctica de la escritura quien simultaneaba la crítica con la creación poética y con la narración. 

 Por eso -concluía Jiménez Morato en su introducción- “estas páginas dejan claro hasta qué punto arriesgó y se permitió ser libre como lector, en qué medida se proyectó como autor, hasta qué punto se atrevió a construir otro mito de Poe, bastante desconocido a día de hoy pero que existió y acaso fue lo más llamativo de él mientras vivió, de su figura literaria, como vehemente crítico, modelado por sí mismo dentro de los círculos literarios. Y resulta fascinante adentrarse en ellas.”

Santos Domínguez