18/9/23

Bataille. Las lágrimas de Eros


 Georges Bataille.
Las lágrimas de Eros.
Traducción de David Fernández.
Tusquets Editores. Barcelona, 2023.

“El sentido de este libro es, como primer paso, el de abrir la conciencia a la identidad del orgasmo (o «pequeña muerte») y de la muerte definitiva: o de la voluptuosidad y del delirio al horror sin límites”, escribía Georges Bataille en el Prefacio de Las lágrimas de Eros, que reedita Tusquets en la Biblioteca Georges Bataille con traducción de David Fernández.

Eros y Tánatos, las pulsiones contrapuestas del deseo y de la muerte sobre las que escribió Freud, son los hilos conductores con los que Bataille explora las pasiones del hombre y las experiencias mezcladas de la voluptuosidad y el horror, el erotismo vinculado al conocimiento de la muerte que parece estar flotando sobre el éxtasis erótico de la Santa Teresa de Bernini.

Bataille no los cita en su libro, pero sobre esa duplicidad de sexo y muerte Baudelaire dejó estos versos en Las flores del mal:

La lujuria y la muerte son dos amables muchachas
[…]
Y el ataúd y la alcoba, fecundas en blasfemias,
por turnos nos ofrecen, como buenas hermanas,
los terribles placeres, la espantosa dulzura.

Este fue el último libro de Bataille, que le dio como título el de un cuadro de la Escuela de Fontainebleau: Las Lágrimas de Eros, atribuido durante mucho tiempo a Rosso Fiorentino, y conocido también como «Venus llorando la muerte de Adonis». Lo publicó en 1961, poco antes de su muerte, y fue prohibido durante diez años por la censura del ministro de Cultura André Malraux.

A través de una historia personal e intuitiva de la pintura, desde la Prehistoria hasta el Surrealismo, pasando por el Manierismo, rastrea la relación enigmática entre el erotismo y la muerte y reúne, con la ayuda del especialista J.M. Lo Duca, la extensa iconografía que reproduce el libro, repleto de imágenes que oscilan entre la delicadeza y la transgresión, entre lo perturbador y lo sugerente.

De La muerte de Orfeo, de Durero, a La ciudad lunar, de Paul Delvaux; de Lucas Cranach y su Judith y Holofernes a La lección de guitarra, de Balthus, de Hans Baldung Grien y la Muerte que toquetea a una muchacha a La habitación, de Francis Bacon, decenas de imágenes convocan en estas páginas los fantasmas de la sexualidad y reflejan la presencia constante del erotismo, una experiencia en la que se mezclan la búsqueda del orgasmo y su relación con la muerte, con lo sagrado, la violencia y el deseo de aniquilación. 

Entre la fascinación y el espanto, entre la teoría y la práctica del sacrificio en los ritos religiosos y las relaciones sadomasoquistas, Bataille indaga en la conexión entre el erotismo y la conciencia de la muerte a través de las expresiones artísticas que han reflejado esa vinculación de lo sensual y lo macabro, especialmente desde el Manierismo y el Barroco. Y antes y después: del monumento fálico del Santuario de Dionisos en Delos al Triunfo de Príapo reinterpretado por Francesco Salviati en el siglo XVI, o de la tristeza solitaria del marqués de Sade a la violencia convulsa de los cuadros de Goya.

Por eso es tan pertinente el texto introductorio de J.M. Lo Luca, que colaboró activamente con Bataille para la selección de las obras de arte que ilustran el libro. Así recuerda aquella colaboración: “Nunca abandonó la idea de Las lágrimas de Eros, y concibió la obra hasta el más ínfimo detalle, desde la distribución y organización de los capítulos hasta el corte de los clichés (incluso me hizo el croquis de un tapiz de Rosso en el que yo debía buscar un detalle que a él le interesaba), pasando por una elaborada selección de imágenes procedentes de la prehistoria, de la Escuela de Fontainebleau y de los surrealistas, fueran reconocidos o clandestinos.
Durante dos años, desde julio de 1959 hasta abril de 1961, Bataille elabora el plan de la obra, que adopta cada vez más el cariz de ser una conclusión de todos los temas que le fueron caros.”

Las cartas que le envió Bataille durante el proceso de elaboración del libro iluminan su plan de trabajo y las dificultades personales para llevarlo a cabo. En una de ellas, Bataille confiesa: “He hecho, y sigo haciendo, un esfuerzo desesperado para terminar el libro. Por desgracia, el tratamiento que he seguido para recuperarme, siguiendo los consejos del médico, más bien ha producido el efecto contrario. Estoy agotado. A pesar de todo, sigo trabajando, pero avanzo muy lentamente, muy, muy lentamente.”

Santos Domínguez