1/5/20

En la Calzada de Jesús del Monte


Eliseo Diego.
En la Calzada de Jesús del Monte.
Edición e introducción de 
Milena Rodríguez Gutiérrez.
Palabras preliminares de Josefina Diego.
Pre-Textos. Valencia, 2020. 

En la calzada más bien enorme de Jesús del Monte
donde la demasiada luz forma otras paredes con el polvo
cansa mi principal costumbre de recordar un nombre,

y ya voy figurándome que soy algún portón insomne
que fijamente mira el ruido suave de las sombras
alrededor de las columnas distraídas y grandes en su calma.

Con esas dos estrofas comienza la primera de las diez secciones de En la Calzada de Jesús del Monte, el sorprendente libro inicial de Eliseo Diego (1920-1994) que publica Pre-Textos por primera vez en España con edición de Milena Rodríguez Gutiérrez, autora de un magnífico y extenso estudio introductorio -'El sitio en que tan bien se está: Caminando con Eliseo Diego por su Calzada de Jesús del Monte'- en el que señala que Eliseo Diego es “un poeta fundamental e indispensable de la literatura cubana contemporánea y de la lengua española, y uno de los que mayor influencia ejerció, y sigue ejerciendo, entre los poetas de la isla.”

Abren el volumen unas palabras preliminares -'A setenta años de una Calzada'- de su hija Josefina Diego, que recuerda que este es “el libro que han preferido varias generaciones de jóvenes poetas, en Cuba y en otros países. Quizás, decía mi padre, porque fue escrito por alguien como ellos y en él encuentran y reconocen los mismos miedos, angustias, asombros y alegrías que ellos sienten. Su Calzada se conservará siempre nueva, amanecida y espléndida, porque fue nombrada y rescatada a través de los ojos de un joven poeta enamorado.”

Además del centenario del autor, se cumplen ahora algo más de setenta años desde la aparición en 1949 de esta asombrosa obra que se convirtió muy pronto en un libro canónico, en un clásico de la poesía cubana.

Se perciben en él ya una serie de constantes que articularían temática y formalmente toda la poesía del cubano: la conjunción del tiempo, el espacio y la memoria evocativa, la transfiguración verbal de la realidad cotidiana, la concepción de la infancia como paraíso perdido, la depuración de una palabra poética que nombra la realidad próxima desde una mirada nueva y un tono cercano y amable. 

Está prefigurada en él como en una obertura toda la poesía posterior de Eliseo Diego, que desarrollaría y ahondaría los caminos temáticos y estilísticos que se abrían en este libro.

Se abre con una cita de Calderón -“Que toda la vida es sueño”- y se sostiene sobre una mirada elegíaca a la infancia como la que cierra La quinta, uno de sus poemas centrales, en el que evoca 

el jardín de la quinta donde termina la Calzada 
                                y comienza el nacimiento silencioso del campo y de la noche,  
raído por el sol lo miro, melancólicamente desolado 
                              como el feo pensamiento de un idiota. 
Digo estas cosas con la tristeza de quien a solas 
                                                dice cuántos años 
y deja caer la inútil mano sobre la frescura del 
                      mimbre y en su comodidad encuentra algún consuelo.

Esa calle habanera que es el eje espacial del libro se convierte en imagen de la memoria y en un símbolo de la ciudad y de la vida. Y la piedra, la penumbra y el polvo, en metáforas del espacio urbano, del sueño y de la muerte:

Y la Calzada de Jesús del Monte [...] estaba hecha de tres materias diferentes: la piedra de sus columnas, la penumbra del Paso de Agua Dulce y el polvo que acumulaban sus portales.

Y así el libro reconstruye el recuerdo para proponer una realidad transfigurada que representa la totalidad de la vida en la conciliación del tiempo y del espacio, del campo y la ciudad, de lo interior y lo exterior, de lo cotidiano y lo sagrado, lo íntimo y lo público, las cosas y el ser, la mirada y la palabra, la búsqueda y la huida, la luz y la penumbra, el sueño y la realidad:

No podría decirles nunca: esto fue un sueño, y esto fue mi vida. Pero en un principio no fue así.  En un principio la mesa estuvo realmente puesta, y mi padre cruzó las manos sobre el mantel realmente, y el agua santificó mi garganta. 

Porque en las superposiciones temporales que recorren estos poemas, la esencial memoria de la infancia se confunde con el sueño:

Por la Calzada de Jesús del Monte transcurrió mi infancia, de la tiniebla húmeda que era el vientre de mi campo al gran cráneo ahumado de alucinaciones que es la ciudad.  

Hoy esa calzada habanera ha desaparecido casi por completo, pero persiste para siempre en los versos de Eliseo Diego: 

y en la pared opuesta, por el azogue nocturno de la sangre 
aquel fervor oscuro, aquella música 
de mis huesos se pierde irrestañable,
cuando todo es uno, 
el día y el recuerdo 
en el oficio de la lluvia que pulsa las persianas, 
la mirada segura nos deshace 
su deleitoso paño entreverado de sierpes 
y en la pobreza intacta del polvo se resume.

Santos Domínguez