Henry James.
Cuentos completos (1895-1910)
Edición de Eduardo Berti.
Páginas de Espuma. Madrid, 2019.
Con El altar de los muertos se abre el tercer y último volumen de la edición en Páginas de Espuma de los Cuentos completos de Henry James, uno de los padres de la literatura contemporánea, un escritor que cumple el papel de bisagra entre la narrativa del siglo XIX y la del XX.
Se ha encargado de la edición Eduardo Berti, que enmarca este ambicioso proyecto en la necesidad “de ofrecer en castellano una versión cronológica y global de los numerosos relatos de James, que muchos consideran una de las cumbres de su producción personal e incluso una de las cumbres de la ficción escrita en Estados Unidos.”
La fase mayor titula Eduardo Berti el prólogo de este tercer tomo, que recoge los relatos publicados entre 1895 y 1910, en los años de gran fecundidad creativa de la etapa de madurez de James. Porque conviene señalar que los tres volúmenes se ajustan a las tres etapas que se suelen distinguir en el desarrollo de su obra, con casi cien cuentos -algunos inéditos en español- ordenados cronológicamente, lo que permite seguir la evolución de una narrativa en la que superficialmente no pasa nada, aunque bajo su superficie corre una caudalosa corriente subterránea.
En estos años finales alcanzó su perfección la mirada oblicua de James en sus narraciones indirectas, cimentadas en la falta de fiabilidad del narrador subjetivo, en la importancia de la elipsis, la ocultación de datos y la incertidumbre derivada del punto de vista.
El lector de estos relatos recorrerá la reivindicación de la memoria y de los muertos de nombres impronunciables en El altar de los muertos, en el que lo cotidiano ahoga los recuerdos. Ese es uno de los cuentos más memorables y característicos de Henry James, que lo resumió como “el caso de alguien que cultiva el hábito de pensar en los muertos con regularidad”, aunque es mucho más que esa síntesis de su superficie: una parábola interior sobre la soledad, la muerte y la tristeza, sobre la fantasía del visionario, la imaginación y el deseo.
Sabrá del control de la historia por parte de la narradora de Los amigos de los amigos, una historia de amor y horror, entre la fantasía y la realidad, entre el misterio y la melancolía; escalará una cima de la literatura fantástica en Maud-Evelyn, un relato de fantasmas sin fantasmas sobre la invención de un ser imaginario; medirá la dimensión terrorífica de lo cotidiano en La tercera persona, con un trío amoroso con fantasma.
Asistirá al despliegue de inteligencia y sutileza de La figura en la alfombra, una alegoría de la función creadora de la lectura y del papel activo del lector; en El banco de la desolación, un texto desolado y desolador, se situará en una inesperada frontera entre la pesadilla y la imaginación mágica, entre la bondad que se convierte en un instrumento de la perversidad y el odio transformado en un motor de salvación.
Percibirá en el metafórico y filosófico La bestia en la jungla la atmósfera de un relato prekafkiano o verá cómo el espectro de un personaje en busca de sí mismo le sirve a Henry James para abordar el problema de la identidad y el desdoblamiento en el fantasma de otra posible existencia incumplida en La feliz esquina.
Escritos con la prosa hipnótica y envolvente del mejor James, uno de los padres de la narrativa contemporánea, del escritor magistral que superó el realismo y se adentró en los abismos psicológicos de lo subjetivo, preside estos relatos su capacidad analítica, proyectada en la asombrosa variedad de enfoques y matices que recorre su obra.
Inquietantes o lúdicos, entre lo maligno y lo benéfico, conviven en ellos lo cotidiano y lo fantástico, la introspección y la fantasía, la sutileza en el análisis de los comportamientos y los personajes, el humor y la inteligencia. En los mejores, esos rasgos coexisten con el ejercicio de virtuosismo sobre el punto de vista; con la ambigüedad de las situaciones en medio del carácter opaco de la realidad, siempre entre la fantasía y la realidad, entre el misterio y la melancolía.
En estos textos está el Henry James más sutil y ambiguo, el autor refinado y magistral que controla todos los mecanismos del relato, juega con los narradores indirectos y bucea en lo más profundo de los personajes y en sus contradicciones, en la patología de la vida cotidiana, en las presencias fantasmales, más interiores que exteriores, y en el terror que se instala en la existencia.
Está el escritor que explora desde la observación, la sensibilidad y la sutileza el complejo entramado de relaciones ocultas entre las situaciones, los hechos y los personajes en la soledad y en la tristeza, en las ilusiones y en la fatalidad, en la culpa y el remordimiento, la venganza y la pesadilla, el peso del pasado, la angustia y la obsesión, en la soledad de los vivos y los muertos, en la melancolía y en el espejismo imaginativo; el Henry James experto en elipsis y dueño de una calculada técnica narrativa para presentar las versiones dudosas de una realidad ambigua y unas vidas inciertas.
Entrar en un libro de Henry James es aceptar un reto de sutileza, inteligencia y humor para salir de él con sentimientos encontrados de satisfacción y perplejidad, porque el astuto narrador que aparece en su relatos siempre se guarda un as en la manga, un giro final inesperado para demostrar que es él quien manda.
Ese mundo narrativo lo resumió Borges certeramente en estas pocas líneas:
Los lectores de James se ven obligados a una continua y lúcida suspicacia que a veces constituye su deleite y otras su desesperación.
Santos Domínguez