4/6/18

Anastasia Tsvietáieva. Memorias. Mi vida con Marina


Anastasia Tsvietáieva.
Memorias. 
Mi vida con Marina (1896-1991).
Traducción de Olga Korobenko 
y Marta Sánchez-Nieves
Hermida Editores. Madrid, 2018.

Cuando empiezo a anotar sobre el final de la vida de mi hermana Marina es cuando me doy cuenta de toda la responsabilidad del trabajo de recordar, reunir, exponer todo con la mayor exactitud: qué precedió a la noticia de su muerte, qué me ocultaron durante dos años, con qué cuidado, a poquito, me iba llegando la verdad sobre ella, cómo -en cuanto pude- fui a la ciudad de su desgracia, qué averigüé allí y cómo reuní a cuentagotas los relatos sobre ella...que me contó la gente que había conocido a Marina sin mí.
Visité a todos los que tuve tiempo de encontrar, y todo lo apunté minuciosamente, escribe Anastasia Tsvetáieva (Moscú, 1894-1993) en sus Memorias. Mi vida con Marina, que publica Hermida Editores con traducción de Olga Korobenko y Marta Sánchez-Nieves.

Un libro en el que la hermana de la poeta rusa evoca su infancia, adolescencia y juventud y la relación con Marina, con la que compartió algo que nos acompañó desde los primeros años como una sensación constante: la pasión por la palabra.

Y a Marina le dedica estas voluminosas memorias que contienen abundantes muestras de sus poemas, con explicaciones de las circunstancias en las que surgieron. 

Mi vida con Marina empieza con la descripción de una fotografía en la que figuran las dos hermanas cuando tenían cuatro y dos años -Anastasia era dos años menor que Marina- y revocan los recuerdos infantiles, ls lecturas y las enfermedades, la familia y los juegos en el Moscú que frecuentaban los niños, la casa y el carácter de Marina, las estancias en Italia, los internados en Lausana y Friburgo, la Yalta revolucionaria de 1905, el regreso a Moscú y la muerte de la madre o los primeros poemas de Marina, cuya imagen se asocia a una tristeza que desmiente Anastasia: 

Quienes leen ahora los versos de la Marina Tsvetáieva madura sacan de sus páginas la imagen trágica de una poeta y de una mujer que no encontró felicidad en su vida. Y nadie, excepto yo, su medio gemela, recuerda los años de su vida que lo rebaten. Pero yo los recuerdo. Y digo: Marina fue feliz con su sorprendente marido, con su maravillosa hija pequeña, en esos años de antes de la guerra. Marina fue feliz.

Porque el foco de atención de estas memorias, como es natural, es la figura de Marina, su formación literaria, las lecturas de juventud, sus cambios físicos y su fama precoz. Y, ya cerca de la madurez creativa, París, Mandelstam, la guerra y la revolución de 1917, las separaciones y reencuentros de las dos hermanas, la relación con Gorki o la noticia de la muerte de Marina:

En el verano de 1943, en el apogeo de la guerra, yo estaba en el Extremo Oriente. Intentaba subir a un tren en la estación de Isvestkovi. Pero no lo logré, y regresé. Y entonces me dieron una carta. Hacía mucho que no tenía cartas. Era de Liora, de mi hermana mayor, una carta pequeña desde Tarusa. ¡Qué contenta me puse! Primero de una cosa, luego de otra... Después las palabras: “Musia, la autora de Linterna Mágica no está en este mundo. Su hijo está en algún lugar del Cáucaso con la Unión de Escritores.” 
La leí, la releí... indignada: “¡Qué tontería! Un rumor... ¡Marina no puede estar muerta! 

Una narración ágil y de vivacidad sostenida a lo largo de casi mil doscientas páginas que terminan con estos párrafos en los que se evoca otra fotografía, bien distinta de la del comienzo del libro:

...No puedo apartar los ojos de la fotografía. Sólo ahora me creo que ha muerto...
Diez años después de mi viaje a Yelábuga La Unión de Escritores de la República de Tataristán colocó en el cementerio de Yelábuga un gran monumento de granito en honor a Marina: en el lugar que en 1960 yo había marcado con la inscripción "En este lado del cementerio está enterrada Marina Ivanovna Tsvetáieva..." (a continuación, las fechas de nacimiento y de muerte). La Unión de Escritores de la República de Tataristán, lamentablemente, no repitió la primera línea de esta inscripción. Y es que en el futuro quizá se pueda precisar el verdadero lugar de la tumba de Marina: junto al muro derecho del cementerio. 
Pero, a modo de monumento simbólico de la poeta, hace mucho que la gente ha marcado con sus pisadas un sendero por el pequeño cerro, suben al cementerio que hay arriba, a la inscripción en el granito: "Marina Tsvietáieva". 
Tengo 88 años. En otoño de este año, Marina habría cumplido 90.

Santos Domínguez