NARRATIVA
Miguel Ángel Asturias.
Trilogía bananera.
Drácena. Madrid, 2016.
Con su cuidado habitual, Drácena publica los tres tomos de la monumental Trilogía bananera de Miguel Ángel Asturias con un prólogo de Ramón Chao y Gastón Segura.
Perteneciente al grupo senior de la nueva novela latinoamericana, Miguel Ángel Asturias es el fundador del realismo mágico, que fue “no un movimiento, sino un estilo”, como señalan Chao y Segura en su introducción.
Ese realismo mágico, una de las señas de identidad de la narrativa hispanoamericana, hunde sus raíces no sólo en las tradiciones afroamericanas del Caribe, sino en el fondo precolombino de la Guatemala en la que está ambientada toda la producción novelística de Asturias, que tiene su punto culminante en otra obra fundacional, El señor presidente, que inaugura esa otra tendencia fundamental que es la novela de dictador.
La Trilogía bananera tiene, desde su primera entrega, Viento fuerte (1950), hasta la última, Los ojos de los enterrados (1960), pasando por El Papa Verde (1954), su eje temático en el poder de la United Fruit Company, que construyó un modelo político-colonial que se conoce por eso con el nombre de república bananera y cuya poderosa presencia multinacional se convierte en el centro de los violentos episodios que García Márquez reconstruyó en Cien años de soledad.
Si Viento fuerte es la que tiene la estructura más clásica y Los ojos de los enterrados es una novela coral, la que contiene más personajes y más situaciones narrativas de todo el ciclo, la obra central de la trilogía es una indagación en la figura de Geo Maker Thompson, el Papa Verde, con una intersección constante del pasado y el presente para configurar al personaje fundamental de la trilogía.
Entrar en la prosa equinoccial de Asturias, “dotada de cuantas sonoridades quepan en una página en blanco” –escriben los prologuistas- es participar en una fiesta de la lengua, que tuvo en él uno de sus creadores más admirables, autor de este monumental conjunto narrativo que ha soportado el paso del tiempo con la solvencia de un clásico.
De uno de esos juegos de palabras –“Habanidad de habanidades, todo es habanidad”- a los que era tan aficionado Cabrera Infante toma su título el tercer volumen de sus obras completas en Galaxia Gutenberg, que recoge las dos novelas que publicó en vida.
Aunque dejó varias inéditas que han ido publicándose después de su muerte, son estas dos -Tres tristes tigres y La Habana para un infante difunto- las que constituyen el centro de la escritura de Cabrera Infante.
Las dos tienen como eje de referencia aquella Habana a la que el autor llegó de muchacho–infante difunto- desde un pueblo tropical y costero de la provincia de Oriente. En La Habana inauguraba su adolescencia deslumbrado por la capital, sus coches y sus luces, sus avenidas y sus multitudes, pero sobre todo por una peculiar forma de hablar –él solía decir que estas obras no las había escrito en castellano, sino en cubano- y por esa forma de mirar al mundo tan peculiarmente cruzada de distancia y apasionamiento que allí llaman “choteo”.
Si la primera es, en palabras del propio Cabrera Infante, “una galería de voces, casi un museo del habla cubana, en la que generaciones por venir podrían oír hablar a sus ancestros”, y la segunda un museo de mujeres, ambas constituyen un díptico imprescindible en el panorama de la novela latinoamericana.
Dos recreaciones de La Habana anterior a la revolución, dos reconstrucciones desde la memoria de la educación erótica y sentimental del protagonista en dos novelas que –señala Vicente Molina Foix en su prólogo- “muestran dos caras de un autor, dos ritmos, dos comicidades, aunque un solo paisaje, la ciudad real de La Habana, soñada, en la primera de las novelas como una radiante ecuación de acertijos y travesuras mentales, y en la segunda hecha carne: la felicidad de los placeres vulgares allí vividos.”
Y, sobre todo, desde sus títulos, una fiesta del lenguaje, una celebración lúdica del estilo. Dos libros en los que la nostalgia de los cuerpos y la carnalidad de las palabras levantan una explosiva construcción verbal con la que Cabrera Infante propone una experiencia de lectura inolvidable.
Guillermo Cabrera Infante.
Habanidades.
Tres tristes tigres.
La Habana para un infante difunto.
Edición de Antoni Munné.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2016.
Aunque dejó varias inéditas que han ido publicándose después de su muerte, son estas dos -Tres tristes tigres y La Habana para un infante difunto- las que constituyen el centro de la escritura de Cabrera Infante.
Las dos tienen como eje de referencia aquella Habana a la que el autor llegó de muchacho–infante difunto- desde un pueblo tropical y costero de la provincia de Oriente. En La Habana inauguraba su adolescencia deslumbrado por la capital, sus coches y sus luces, sus avenidas y sus multitudes, pero sobre todo por una peculiar forma de hablar –él solía decir que estas obras no las había escrito en castellano, sino en cubano- y por esa forma de mirar al mundo tan peculiarmente cruzada de distancia y apasionamiento que allí llaman “choteo”.
Si la primera es, en palabras del propio Cabrera Infante, “una galería de voces, casi un museo del habla cubana, en la que generaciones por venir podrían oír hablar a sus ancestros”, y la segunda un museo de mujeres, ambas constituyen un díptico imprescindible en el panorama de la novela latinoamericana.
Dos recreaciones de La Habana anterior a la revolución, dos reconstrucciones desde la memoria de la educación erótica y sentimental del protagonista en dos novelas que –señala Vicente Molina Foix en su prólogo- “muestran dos caras de un autor, dos ritmos, dos comicidades, aunque un solo paisaje, la ciudad real de La Habana, soñada, en la primera de las novelas como una radiante ecuación de acertijos y travesuras mentales, y en la segunda hecha carne: la felicidad de los placeres vulgares allí vividos.”
Y, sobre todo, desde sus títulos, una fiesta del lenguaje, una celebración lúdica del estilo. Dos libros en los que la nostalgia de los cuerpos y la carnalidad de las palabras levantan una explosiva construcción verbal con la que Cabrera Infante propone una experiencia de lectura inolvidable.
Antonio Hernández.
El tesoro de Juan Morales.
Carpe Noctem. Madrid, 2016.
Ambientada en un pueblo de la sierra gaditana en los años sesenta y setenta, es una novela que responde a distintas influencias: es cervantina su oralidad tonal, la articulación de las historias intercaladas, la ironía que recorre el relato y hasta ese espacio de confluencias narrativas de tramas y personajes que es la fonda, en la que no es difícil recordar -con su reunión de personajes y el cruce de sus historias- la venta del Quijote.
Pero desde ahí también podemos entrar en el terreno de otro homenaje: el que se rinde a Stevenson y a La isla del tesoro, que también comenzaba en una posada. Y es que además hay aquí no sólo un tesoro escondido, sino un “capitán pirata con pata cortada y parche en el ojo” que sabe dónde está enterrado el tesoro.
Y hay una tercera tradición en la que hunde sus raíces esta novela de formación: la narrativa picaresca, construida desde una doble superposición: la de la primera persona del narrador y protagonista y la del pasado y el presente en el tiempo narrativo del relato.
Dotada de una admirable agilidad narrativa, El tesoro de Juan Morales es una novela absorbente con la que Antonio Hernández obtuvo recientemente el primer Premio Internacional de Novela Ciudad de Torremolinos, que publica en una cuidada edición la editorial Carpe Noctem.
Emmanuel Bove.
El presentimiento.
Traducción de Mercedes Noriega Bosch.
Pasos Perdidos. Madrid, 2016.
Pasos Perdidos recupera, con una estupenda traducción de Mercedes Noriega, El presentimiento, una novela de 1935 en la que Emmanuel Bove (1898-1945) cuenta la amarga historia de Charles Benesteau, un prestigioso abogado que un día de 1930, con cincuenta años, rompe con su entorno familiar y profesional y con su vida acomodada, cansado de un mundo que “le parecía un lugar cruel en el que nadie era capaz de tener un gesto de generosidad.”
A medio camino entre los nietos de Don Quijote y los de Bartleby, alejado de todo, en busca de libertad y soledad, el protagonista de El presentimiento, instalado en un inhóspito habitáculo de la zona más miserable de Montparnasse, no tardará en comprobar que su idealismo y sus buenas intenciones siguen chocando con una condición humana que no es mejor en las zonas menos favorecidas de la sociedad, que desconfían de su desinteresada filantropía y de su generosidad.
Escrita con el potente estilo narrativo de Bove, más eficaz y directo que nunca, y adaptada al cine en 2006, El presentimiento es, con su imagen sombría de la sociedad, con su pesimismo existencial y su oscura constatación del fracaso de los proyectos más nobles, una de las mejores novelas de Bove y su edición en español una de las mejores noticias de la temporada editorial.
Honoré de Balzac.
La Comedia humana.
Volumen IV.
Traducción de Aurelio Garzón del Camino
y María Teresa Gallego Urrutia.
Hermida Editores. Madrid, 2016.
De entre los muertos. Convertido en héroe a título póstumo y decretada su muerte civil, Chabert, el coronel napoleónico, es una de las grandes creaciones de Balzac. El coronel Chabert, dado por muerto en una batalla, desenterrado de la nieve y de una fosa de cadáveres, reaparece después de diez años en París en un despacho de procuradores para decir que está vivo. Rechazado por todos, incluso por su mujer, casada ya con otro y heredera única de su marido, lo ha perdido todo, incluso su condición de héroe público, aunque es precisamente en su situación desgraciada cuando alcanza su verdadera altura de héroe.
El coronel Chabert es una crítica demoledora de las instituciones y de los valores sociales. El matrimonio, la amistad, el egoísmo, el dinero, la verdad, la ambición, la justicia, el honor, el prestigio, la corrupción, la burocracia, la hipocresía son algunos de los ingredientes de una crítica despiadada de la condición humana. Bastaría esta novela corta que Javier Marías incorporó a la trama de Los enamoramientos para asegurar a Balzac un lugar importante en la historia literaria.
Ese clásico mayúsculo es una de las cinco novelas que publica Hermida Editores en el penúltimo volumen de las Escenas de la vida privada, una de las series en las que Balzac organizó La Comedia humana.
Están en este cuarto tomo otros títulos imprescindibles de la narrativa balzaquiana, como Beatriz, una novela construida sobre un tríángulo amoroso a través de la figura de dos mujeres, la mujer fatal representada por Beatriz, y la mujer libre, inteligente y culta inspirada en la personalidad de George Sand. Como en Honorina o Una hija de Eva, otras de las novelas de este volumen, un estudio de la condición de la mujer en la alta sociedad francesa del primer tercio del siglo XIX a partir de personajes femeninos inolvidables.
Nell Leyshon.
El show de Gary.
Traducción de Inga Pellisa.
Sexto Piso. Madrid, 2016.
Con un tono muy distinto al de su anterior novela, Del color de la leche, Nell Leyshon publica en Sexto Piso El show de Gary, con traducción de Inga Pellisa.
Es un tono coloquial, directo y adecuado a la personalidad del protagonista-narrador -un carterista que cuenta su trayectoria vital- y un planteamiento que entronca con la novela picaresca, no sólo por la condición de antihéroe del narrador que cuenta su vida, sus hazañas y su proceso de degeneración y regeneración personal, sino también por las alusiones al mal ejemplo determinante de los padres, un delincuente que –como el ciego a Lázaro- le maltrata y le adiestra en robos y asaltos nocturnos a cajas fuertes, y una madre alcohólica y adicta a la televisión.
Y, como el pícaro del Siglo de Oro español, el protagonista provoca en el lector sentimientos encontrados de rechazo y de compasión. Porque estas son las memorias de un antihéroe contemporáneo, desvalido en el fondo, marcado por esa herencia familiar negativa y por la mala influencia del ambiente social.
Un personaje –y ese es el mérito fundamental de la novela- que se hace creíble cuando levanta su imagen con la fuerza de su estilo directo cuando se dirige al lector -“prefiero no empezar por el principio porque llevaría mucho tiempo conocerme. Vayamos con una escena de los años chungos, así podrás hacerte una idea de cómo fui en otros tiempos”- o cuando habla con sus colegas en unos diálogos de enorme vivacidad.
Se construye y se reconstruye así, desde el interior de su propio lenguaje vivo y fluido, un protagonista complejo, con una bipolaridad moral que le hace admirable y despreciable, simpático y criminal, bueno y malo, noble y camorrista, maleante y víctima social. Un hombre sentimental y desgraciado que está tan orgulloso de su actividad delincuente que la considera casi una disciplina artística. De ahí ese carácter casi exhibicionista con el que cuenta su historia, lo que justifica el título que se ha elegido para la traducción española.
Con un juego constante entre el pasado y el presente, la historia empieza en 1988 en un pub de Candem, al norte de Londres, muchos años antes del presente del narrador, que ya es otro: ha cambiado, ahora es un camionero que vive en lo alto de un acantilado en la costa de Inglaterra. Y aunque sea el bajo de un bloque de pisos, ese lugar es un símbolo irónico de su ascensión social. De esa cumbre de toda buena fortuna desde la que escribía también Lázaro su vergonzante confesión de cornudo en Toledo.
Manuel Longares.
El oído absoluto.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2016.
Tan brillante como el resto de su obra y protagonizada por Max Bru, el maestro aspirante a poeta, la última novela de Manuel Longares, El oído absoluto, que publica Galaxia Gutenberg, es una divertida narración sobre literatura y literatos extravagantes y algo patéticos.
El contraste grotesco, de raíz esperpéntica, entre lo serio y lo cómico, entre el género chico y las tragedias isabelinas, entre Ricardo III y la Virgen de la Cueva, entre los versos de los clásicos y las aleluyas de poetas zarrapastrosos, entre Garcilaso y Amadeo Vives, entre lo grave y lo ligero orienta la mirada de Longares, más sarcástica que irónica.
Y pululando por la novela, un elenco de personajes excéntricos y memorables: Otilia Risco, desterrada en Francia por sus orgasmos tronitronantes; el padre Abades, un censor eclesiástico de la posguerra que se jacta en la tertulia del Comercial de ejercer la censura “como me sale del miembro”; el padre Lachaise, cura francés y ciclista inepto y prostibulario; Conrado Santa Fe, autor de las revistas musicales Diosas de Oriente y Mus de sotas, textos de doble sentido por los que los falangistas piadosos, al saber que no tiene brasero, le hacen la caridad de calentarle.
Ambientada entre los años veinte, la guerra y la posguerra, es la octava novela de un narrador imprescindible, autor de títulos tan memorables como Romanticismo, Nuestra epopeya, Las cuatro esquinas, Las ingenuas o la trilogía que agrupó en La vida de la letra.
José Manuel de la Huerga.
Pasos en la piedra.
Menoscuarto. Palencia, 2016.
Dos planos de Barrio de piedra, una ciudad pequeña, con río y amurallada en el poniente de la meseta castellana, abren la última novela de José Manuel de la Huerga, que publica Menoscuarto en su colección Cuadrante nueve.
Vuelve en ella a ese territorio narrativo imaginario que fundó en las dos novelas cortas reunidas en SolitarioS. Ambientada entre el miércoles santo y el domingo de resurrección de 1977, Pasos en la piedra transcurre en esa levítica ciudad de la meseta castellana cuya rutina se ve alterada el el 9 de abril, sábado santo rojo, por la legalización del Partido Comunista de España.
Con una sólida construcción narrativa y con una prosa tan cuidada como eficaz, la novela aborda la búsqueda del paraíso individual a través de las miradas y los impulsos de personajes muy distintos: el cofrade penitencial y sincero, el revolucionario que forma parte de una célula clandestina, los adolescentes que despiertan a la experiencia amorosa en esos días de pasión y gloria o el pajarero que busca oír el canto del ave en el plenilunio cuaresmal.
Ese cruce de personajes y de miradas sobre una realidad compleja acaba componiendo una novela coral, un mosaico que es el resultado de la compenetración de diversas piezas y de distintos enfoques sobre un mundo plural y cambiante como un caleidoscopio, un fresco habitado por personajes bien trazados y creíbles como figuras vivas de la pasión, de las pasiones.
Juan Marsé.
Últimas tardes con Teresa.
Edición conmemorativa.
Seix Barral. Barcelona, 2016.
Hace ahora cincuenta años aparecía en Seix Barral Últimas tardes con Teresa, la novela con la que Juan Marsé había obtenido el año anterior el Premio Biblioteca Breve.
Con prólogos de Pere Gimferrer, Manuel Vázquez Montalbán y el propio Juan Marsé, la misma editorial publica una espléndida edición conmemorativa que incluye en un apartado final la documentación relativa a los problemas que tuvo la novela con la censura, que desautorizó su publicación en un primer momento con un informe de lectura desfavorable del lector-censor.
Pero por encima de esos avatares, Últimas tardes con Teresa es uno de los títulos imprescindibles de Juan Marsé y de la novela española del último medio siglo. Equidistante de la decadente novela social y de la emergente novela experimental, la historia del charnego Manolo Reyes, Pijoaparte, y su incursión en el mundo de progres pijos de la alta burguesía catalana, está ambientada en lo que Vázque Montalbán define de forma demoledora como “los años épicos de los señoritos de izquierda”, aquella gauche divine que se escandalizó ante el espejo de su propia superficialidad.
En la relectura que ha hecho para esta reedición, Pere Gimferrer destaca de Últimas tardes con Teresa “su calidad o condición de novela poética o poemática” que “se nos impone, ante todo, no por su justeza satírica y su precisión social y moral, sino por el valor transfigurador de las imágenes, el léxico y la cadencia sonora.”
Xavier Seoane.
La dama de las sombras.
Reino de Cordelia. Madrid, 2016.
“La sombra, siempre la sombra”, dice Rosalía de Castro en La dama de las sombras, una reconstrucción novelada en cincuenta capítulos breves de los últimos días de la poeta seriamente enferma que publicó Xavier Seoane en gallego y que ha traducido él mismo para esta edición en Reino de Cordelia.
Desde esos tiempos terminales, Rosalía de Castro evoca en el lecho de muerte su vida entre las brumas de un recuerdo que surge caprichoso desde un lugar intermedio entre la vida y la muerte.
Desde ese territorio de incertidumbre que comparten ya los fantasmas y la dama de las sombras, el dolor y la memoria, la niñez y el amor, el deseo y el remordimiento, la vida y la poesía, los libros y el paisaje, Compostela y Madrid desfilan por la mente de un personaje en retirada del mundo con una sostenida intensidad emocional: “No sé si es la fiebre o el dolor, o si ya estoy donde ni sé, pues desvarío con los recuerdos y pierdo el sentido de las cosas, que me van y vienen los sueños y los pensamientos… Y hasta las fechas se me desvanecen, igual que los rostros y la apariencia de las cosas que me calaron más hondo.”
Y también de un territorio intermedio en el que se equilibran la ficción y los hechos, la imaginación y la realidad, surge esta espléndida novela con la que a Xavier Seoane confirma la potencia narrativa de la que dio muestra en Espiral de sombras.
“Exotismo y malicia” titula Vicente Molina Foix el prólogo escrito para Lluvia y otros cuentos, la recopilación de relatos de W. Somerset Maugham que publica Atalanta en su colección Ars brevis con traducción de Concha Cardeñoso.
Doce relatos de un escritor extraterritorial, como define el prologuista a este narrador eficaz, aunque muy alejado del canon del cuento contemporáneo. Opositor militante de los relatos de Chéjov y los efectos suspensivos de sus finales abiertos, Somerset Maugham se empeñó en construir relatos cerrados, con giros inesperados en sus desenlaces sorprendentes y efectistas,
Armados sobre un argumento consistente, apoyados en un uso ágil del diálogo y en la soltura en el manejo de registros ligeros o graves, los relatos de Lluvia y otros cuentos reflejan la eficiencia de un narrador con oficio y la solvencia de un escritor marcado por la influencia de Maupassant y más cercano al cuento decimonónico que al del primer tercio del siglo XX
Con una oralidad teatral que ha favorecido y facilitado su adaptación al cine, en los cuentos de Somerset Maugham a menudo se produce el choque entre la libertad sexual y la represión, entre la sensualidad y la hipocresía, entre la mirada occidental y las costumbres asiáticas sobre el telón de fondo de las localizaciones exóticas de estas narraciones, entre las que Lluvia, el título más conocido del autor, casi una novela corta, es la más representativa.
William Somerset Maugham.
Lluvia y otros cuentos.
Prólogo de Vicente Molina Foix.
Traducción de Concha Cardeñoso.
Atalanta. Ars brevis. Gerona, 2016.
“Exotismo y malicia” titula Vicente Molina Foix el prólogo escrito para Lluvia y otros cuentos, la recopilación de relatos de W. Somerset Maugham que publica Atalanta en su colección Ars brevis con traducción de Concha Cardeñoso.
Doce relatos de un escritor extraterritorial, como define el prologuista a este narrador eficaz, aunque muy alejado del canon del cuento contemporáneo. Opositor militante de los relatos de Chéjov y los efectos suspensivos de sus finales abiertos, Somerset Maugham se empeñó en construir relatos cerrados, con giros inesperados en sus desenlaces sorprendentes y efectistas,
Armados sobre un argumento consistente, apoyados en un uso ágil del diálogo y en la soltura en el manejo de registros ligeros o graves, los relatos de Lluvia y otros cuentos reflejan la eficiencia de un narrador con oficio y la solvencia de un escritor marcado por la influencia de Maupassant y más cercano al cuento decimonónico que al del primer tercio del siglo XX
Con una oralidad teatral que ha favorecido y facilitado su adaptación al cine, en los cuentos de Somerset Maugham a menudo se produce el choque entre la libertad sexual y la represión, entre la sensualidad y la hipocresía, entre la mirada occidental y las costumbres asiáticas sobre el telón de fondo de las localizaciones exóticas de estas narraciones, entre las que Lluvia, el título más conocido del autor, casi una novela corta, es la más representativa.
Santos Domínguez