ENSAYO
Juan Pablo Fusi.
Breve historia del mundo.
De la Edad Media hasta hoy.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2016.
En Breve historia del mundo Juan Pablo Fusi reúne setenta capítulos breves y no exentos de profundidad que abordan la historia del mundo desde la Edad Media hasta hoy a través de los acontecimientos políticos, culturales, ideológicos y sociales que por su relevancia permiten reflejar la realidad de cada uno de los momentos históricos que representan.
Desde el triunfo del cristianismo y el primer Renacimiento del siglo XII a la crisis de la modernidad, el Renacimiento y la Reforma, el Barroco y la Contrarreforma, la Ilustración y la Revolución francesa, la revolución industrial y el mundo contemporáneo, Fusi adopta un enfoque plural que responde a la multiplicidad y al pluralismo propios de una realidad poliédrica en la que confluyen lo individual y lo social, lo material y lo espiritual, la economía y las creencias, las construcciones culturales y los datos estadísticos para completar una imagen global de la historia del mundo y de su complejidad.
Emilio Calderón.
La memoria de un hombre está en sus besos.
Biografía de Vicente Aleixandre.
Stella Maris. Barcelona, 2016.
Con esta biografía de Vicente Aleixandre obtuvo Emilio Calderón el Premio de Biografías y Memorias que convoca la editorial Stella Maris. Es la biografía de un poeta que se esforzó por llevar una existencia discreta, por construir una existencia casi invisible: “Mi vida es mía y no tengo por qué ponerme a contársela a nadie”, le explicaba tempranamente Vicente Alexandre a Gerardo Diego cuando le solicitó una nota biográfica para la antología Poesía Española.
Aleixandre se preocupó de ocultar su condición homosexual -bisexual para ser más precisos-, que disimuló en su poesía para disgusto de Cernuda, y que es la clave de bóveda de una parte fundamental de su obra y de su visión panteísta del mundo en Espadas como labios, La destrucción o el amor, Sombra del paraíso o Historia del corazón.
Sobre esa zona invisible y oscura, en la que radica justamente el centro temático de su poesía, arroja una luz fundamental la biografía de Emilio Calderón a través del testimonio de personas cercanas al poeta y de su abundante correspondencia, que en gran parte sigue siendo inédita.
Desde su nacimiento en la primavera del 98 hasta aquella frase “La vida es un dolor”, que fue una de las últimas que pronunció antes de morir el 13 de diciembre de 1984, este es un completísimo estudio que ilumina muchas zonas de sombra de la biografía del poeta y que más allá de revelar su intimidad amorosa sirve para entender el origen, el sentido y el alcance de lo que escribió Vicente Aleixandre.
Jordi Gracia.
Miguel de Cervantes.
La conquista de la ironía.
Taurus, Barcelona, 2016.
La conquista de la ironía es el subtítulo de la espléndida biografía de Cervantes que Jordi Gracia publica en Taurus. Una más que notable aportación a la bibliografía cervantina, una biografía escrita con tono cercano y buen pulso narrativo, rigurosa aunque alejada de eruditos aparatos académicos, con la que Jordi Gracia consigue su propósito declarado de “inyectar el ritmo del relato en la biografía de un iluso escarmentado por la experiencia pero libre del rencor del desengaño”, del “escritor que conquista una mirada compleja e irónica sobre el mundo a partir del hombre que aprendió escribiendo a ser él mismo, siendo varios a la vez, sin miedo a ninguno de ellos ni excesiva reverencia al más desaforado ni al más cuerdo.”
Desde las penurias económicas y los primeros sustos con la justicia que conoció en su infancia en el ámbito familiar, pasando por los años formativos en el Estudio de la Villa con Juan López de Hoyos, la huida a Italia, los tercios españoles, de Nápoles a Lepanto, los baños de Argel o los reiterados intentos de fuga frustrada, se suceden en esta biografía de un vitalista con mala suerte los laberintos domésticos y los conflictos administrativos y económicos, las rivalidades literarias y las peripecias editoriales, las adversidades personales y las infamias de Avellaneda y Lope o las prisas por rematar el Persiles.
Gracia propone de esa manera al lector un recorrido por la biografía externa de Cervantes, pero también por su obra y sus contextos -vitales, históricos, sociales, culturales, estéticos, morales- y sobre todo por su mirada al mundo, que se perfila definitivamente en la escritura del Quijote. Una mirada cervantina –tolerante, sí, pero aguda siempre- a un mundo al revés en el que nada es lo que parece. Así lo resume el biógrafo: “La conquista de la ironía como núcleo estructural de la novela está poniéndose en marcha porque en Cervantes ha cuajado ya lo que lleva dentro Don Quijote”
J. M. Coetzee.
Las manos de los maestros.
Ensayos selectos I y II.
Traducción de Javier Calvo Perales.
Literatura Random House. Madrid, 2016.
“La función de la crítica viene definida por el clásico: la crítica es aquella que tiene la obligación de interrogar al clásico”, escribe J. M. Coetzee en uno de los veintisiete ensayos que reúnen los dos tomos de Las manos de los maestros, la colección de ensayos selectos que publica Literatura Random House con traducción de Javier Calvo Perales.
Y eso justamente, una interrogación con los clásicos y los modernos, es lo que ofrecen estos textos, extraídos de prólogos o de las colaboraciones críticas de Coetzee en New York Review, algunos de ellos recogidos ya en versión española en las recopilaciones Costas extrañas y Mecanismos internos.
Un diálogo múltiple con distintas voces y con distintas tradiciones, no sólo con la literatura inglesa o norteamericana, también con la de una Europa marcada por dos guerras mundiales -Joseph Roth, Italo Svevo o Robert Musil por la Primera; Sándor Márai, Irène Némirovsky, Samuel Beckett o Zbigniew Herbert por la Segunda- o con la literatura en español, representada aquí por el Juan Ramón Jiménez de Platero y el García Márquez de Memoria de mis putas tristes.
Y esa conversación no sólo la establece Coetzee con la novela o el relato, que son los géneros en los que se proyecta su actividad crítica de manera prioritaria. Hay también ensayos sobre poetas como Hölderlin, Whitman, Eliot, Herbert o Les Murray.
En ellos, la mirada aguda y el análisis incisivo de un Coetzee que habla desde el interior de la literatura proyectan una nueva luz sobre las obras que comenta: La noción de clásico a través de Eliot, Virgilio como constructor de la identidad europea, un recorrido por la vida y la obra de Whitman, los biógrafos de Faulkner, ocho maneras de mirar a Beckett, Musil o el enfrentamiento entre el escritor y su época, Svevo y la insatisfacción, los cuentos de Joseph Roth, Hölderlin y el papel del poeta en tiempos de ignorancia o la relación con los traductores de sus novelas.
Esas son algunas de las etapas de un itinerario crítico riguroso en el que Coetzee indaga con frecuencia en las relaciones entre la biografía y la escritura o traza un mapa moral, no sólo estético, de la literatura y del compromiso del escritor con su tiempo y de su valor testimonial frente a la barbarie. Porque –escribe Coetzee- “lo clásico es aquello que sobrevive a la peor barbarir, aquello que sobrevive porque hay generaciones de personas que no pueden permitirse ignorarlo.”
Javier Cercas.
El punto ciego.
Las conferencias Weidenfeld 2015.
Literatura Random House. Barcelona, 2016
En El punto ciego, que publica Literatura Random House, Javier Cercas reelabora las conferencias que impartió en la primavera de 2015 en la Universidad de Oxford, en la Cátedra Weidenfeld de Literatura Europea Comparada, por la que habían pasado ya figuras como Steiner, Vargas Llosa o Umberto Eco.
Javier Cercas se sitúa así en la tradición del creador reflexivo, del escritor-crítico, del narrador consciente. Una tradición que inaugura en España Cervantes, que por cierto es una de las referencias constantes, una de las columnas vertebrales de este libro que aborda la novela del siglo XXI y reflexiona sobre el papel del novelista a partir –explica Cercas- “del diálogo que he mantenido en público conmigo mismo durante los últimos años.”
De esa reflexión continuada surge una teoría de la novela, la teoría del punto ciego, cuya naturaleza resume con estas palabras: “En cierto modo el mecanismo que rige las novelas del punto ciego es muy similar, si no idéntico: al principio de todas ellas, o en su corazón, hay siempre una pregunta, y toda la novela consiste en una búsqueda de respuesta a esa pregunta central; al terminar esa búsqueda, sin embargo, la respuesta es que no hay respuesta, es decir, la respuesta es la propia búsqueda de una respuesta, la propia pregunta, el propio libro. En otras palabras: al final no hay una respuesta clara, unívoca, taxativa; sólo una respuesta ambigua, equívoca, contradictoria, esencialmente irónica, que ni siquiera parece una respuesta y que sólo el lector puede dar.”
Como se ve, esa teoría de la novela replantea la función del autor y otorga un papel decisivo al lector, aquel “lector atento” al que invocaba Cervantes como quien no quiere la cosa. Así pues, en las novelas del punto ciego la pregunta se convierte en motor de la búsqueda de respuestas que no existen. La respuesta es la búsqueda, la pregunta misma, que delimita su territorio como el de la conjetura.
Por eso decía Ortega, pensando en el Quijote, que clásico es aquel libro que a lo largo de los siglos sigue planteándonos preguntas.
Giorgio Agamben.
El fuego y el relato.
Traducción de Ernesto Kavi.
Sexto Piso. Madrid, 2016.
“Todo relato –toda la literatura– es memoria de la pérdida del fuego /…/El fuego y el relato, el misterio y la historia, son los dos elementos indispensables de la literatura”, porque “donde hay relato, el fuego se ha apagado, donde hay misterio, no puede haber historia,” escribe Giorgio Agamben en El fuego y el relato, que publica Sexto Piso.
Es el primero de los diez ensayos que recuperan textos de conferencias y artículos dispersos sobre el misterio de la creación literaria, sobre los procesos creativos, sobre la escritura como forma de resistencia, sobre la evolución de la lectura y el libro o sobre el papel de la cultura en el mundo actual cuando “arte, filosofía, poesía y religión han sido transformados en espectáculos culturales y han perdido todo eficacia histórica.”
Una espléndida recopilaciión de páginas llenas de sugerencias y de iluminaciones sobre la lengua, la única respuesta ante la pérdida del fuego –“Escribir significa contemplar la lengua”-, sobre la palabra como memoria de la ceniza, sobre la creación de la obra y la recreación del autor, sobre el arte como búsqueda o sobre la relación entre la poesía y la filosofía, porque “el poeta y el filósofo hablan en el nombre de la lengua.”
Y esta reflexión sobre la creación como proceso alquímico y sobre la poética de la inoperancia: “¿Qué es la poesía, sino una operación en el lenguaje que desactiva y vuelve inoperosas las funciones comunicativas e informativas para abrirlas a un nuevo, posible uso?”
Juan Arnau.
La invención de la libertad.
Atalanta. Gerona, 2016
“El mundo es una invención de la libertad. Eso mantuvieron, cada uno a su manera, los protagonistas de este volumen,” escribe Juan Arnau en el prólogo de La invención de la libertad, que publica Atalanta.
Tras su reconocido Manual de filosofía portátil, este libro propone la idea de una filosofía comprometida con la vida, una filosofía de la percepción y la sensibilidad que entronca con la idea de Berkeley de que ser es percibir para defender la idea de que el mundo está hecho de impresiones y sensaciones y los sentidos son por tanto una vía de fundamental de conocimiento y de participación del hombre en el mundo.
Un homenaje que recorre el pensamiento de tres autores -William James, Henri Bergson y Alfred North Whitehead- que huyeron de la abstracción para profundizar en lo particular y proyectaron su método filosófico en lo concreto y que, frente al mecanicismo y la intimidación de la ciencia y la tecnología, exploraron la conciencia, las emociones y los sentimientos, esas “tecnologías del yo” que, como intuyó la antigua filosofía india, es a la vez origen y presente.
Tres antropologías, tres filosofías de la vida a través de estos tres pensadores que conciben la filosofía como una forma de estar en el mundo, como construcción de un relato en busca de sentido y de significado para la vida. Tres autores que frente a la imagen del mundo como fuerza ciega destacan la importancia del paisaje como circunstancia vital asociada el presente de la contemplación y al pasado de la memoria que nos construye con su evocación de lugares y espacios.
James Shapiro.
El año de Lear.
Shakespeare en 1606.
Cátedra. Crítica y Estudios Literarios. Madrid, 2016.
El 5 de enero de 1606 comienza el prólogo de James Shapiro a El año de Lear. Shakespeare en 1606, que publica Cátedra con traducción de Vicente Forés. Era el comienzo del año sobre el que Shapiro centra su atención, un año prodigioso en el que Shakespeare mantuvo un perfil bajo, permaneció en la sombra, actuó menos y, por primera vez desde 1593, no publicó nada.
Pero fue un año prodigioso, porque en él escribió El rey Lear, Macbeth y Antonio y Cleopatra. Fue, como dice Shapiro, “un buen año para Shakespeare y un año terrible para Inglaterra”, un año marcado por el regreso de la peste y por una importante crisis de identidad nacional provocada por el reinado de Jacobo I, el rey de los escoceses, heredero del trono inglés.
Poco después de aquella mascarada de la noche de Epifanía Shakespeare completaría El rey Lear, en que había estado trabajando desde el otoño de 1605, y antes de que acabara el año 1606 terminaría esas otras dos obras.
Aquel otoño de 1605 se había frustrado un ataque terrorista católico organizado por los aristócratas que pretendían volar el Parlamento, matar al rey y a la cúpula política y provocar una carnicería de miles de muertos en Londres el 5 de noviembre de 1605.
Generosamente ilustrado, este es “un libro que trata sobre lo que Shakespeare escribió en 1606 y sobre lo que estaba teniendo lugar en ese tenso periodo, porque los dos están tan íntimamente entrelazados que es difícil comprender el uno sin el otro.”
Un libro que se cierra con un epílogo ambientado el 26 de diciembre de 1606, cuando la compañía de Shakespeare volvió al Palacio de Whitehall para representar El rey Lear, “la más enigmática de las obras sobre un reino dividido.”
Manuel Azaña.
A la altura de las circunstancias.
Escritos sobre la guerra civil.
Selección, edición y prólogo de Isabelo Herreros.
Coordinación de José Esteban.
Reino de Cordelia. Madrid, 2016.
La lucidez y la desolación caracterizan la voz de Manuel Azaña en A la altura de las circunstancias, la segunda antología de sus escritos sobre la guerra civil que publica Reino de Cordelia coordinada por José Esteban y preparada y prologada por Isabelo Herreros, que señala en la introducción que “al cumplirse ochenta años de aquella tragedia colectiva, de cuyos efectos aún permanecen heridas abiertas y páginas a la espera de ser leídas, las palabras de Manuel Azaña nos llegan desde la soledad de su escritorio, a la busca de un lector que entienda y participe del drama interior de un intelectual, presidente de un país en guerra, convencido de que sea cual sea el desenlace del drama, las secuelas en el cuerpo social de la nación permanecerán varias décadas, además de la ruina y la destrucción que ha asolado el país.”
Los partidos políticos y los sindicatos, los militares leales a la República, los desastres de la guerra, Franco y la ‘cruzada’, además de sus cuatro discursos a los españoles en guerra y una carta desde el exilio a su amigo Angel Ossorio son los apartados que vertebran esta antología que recoge fundamentalmente los textos del diario conocido como Cuaderno de La Pobleta, que redactó en una masía de la sierra de Valencia desde mayo hasta diciembre de 1937, cuando Valencia era la capital de la República que presidía y que cada vez estaba más claro que iba a perder la guerra.
Y a menudo, entre el análisis del político y la reflexión del intelectual, el desahogo literario de quien fue además un espléndido prosista, como demostró en El jardín de los frailes o en los textos que escribió en La Pobleta.
Thomas Mann.
Relato de mi vida.
Traducción de Andrés Sánchez Pascual.
Hermida Editores. Madrid, 2016.
Con traducción de Andrés Sánchez Pascual, Hermida Editores publica Relato de mi vida, una obra en la que Thomas Mann va más allá de la autobiografía para fijar las claves de su escritura.
Escrito en 1930 con la fluidez narrativa del mejor Mann, el Mago recuerda hace un recorrido por su formación, por el proceso de elaboración y publicación de sus novelas y relatos, por las influencias reales y literarias que estuvieron en el origen de sus obras.
“Yo supongo que moriré en 1945, a la misma edad de mi madre”, escribía Mann al final de este Relato de mi vida. No fue así, murió diez años después y eso le permitió terminar Doctor Faustus, su novela más sombría, y las Confesiones del estafador Felix Krull.
A su muerte, su hija Erika escribió el texto que completa este volumen, El último año de mi padre, para “contar cosas de él, de sus proyectos, de su último año, de los últimos días y las últimas horas.” Tampoco la angustia ni la melancolía que había previsto para sus últimos días se cumplieron, como explica su hija en estas páginas que evocan un último año -de agosto de 1954 a agosto de 1955- de viajes, reconocimientos y proyectos. Un año en que escribió un conmovedor ensayo sobre Chéjov y otro sobre Schiller.
Un epílogo de Andrés-Pedro Sánchez Pascual con la Cronología y bibliografía de Thomas Mann cierra este espléndido volumen, una lectura imprescindible para entender en toda su dimensión una de las obras narrativas más imperecederas del siglo XX.
Linteo recupera, con traducción de Millán Picouto, El verdadero Shakespeare, una monumental construcción de John Thomas Looney que identifica a Edward de Vere, decimoséptimo conde de Oxford, como el verdadero autor de las obras de Shakespeare.
Publicada originalmente en Londres en 1920, El verdadero Shakespeare es eso: un admirable montaje intelectual en el que probablemente falla lo fundamental, los cimientos. ¿Por qué? Porque el punto de partida es muy discutible y se basa en la idea, evidentemente falsa, de que toda literatura es esencialmente autobiográfica.
Se abría así una brecha entre las teorías stratfordianas y las oxfordianas para resolver un misterio un poco artificial: el de la autoría de las obras de Shakespeare.
Y tampoco las conclusiones están fundamentadas, más allá de la necesidad de hacer que los datos dirijan –a veces de forma tan laberíntica como en los Sonetos- al lector a una deducción que estaba fijada de antemano. Porque se tiene la impresión de que se fuerzan deliberadamente los detalles y las fechas para que conduzcan a la conclusión prevista.
Hay en todo su entramado una incongruencia inexplicable: el hecho cierto de que De Vere protegiera a una compañía de actores -Los Hombres de Oxford- que nunca representó obras de Shakespeare.
Y en el fondo la discusión no pasa de ser trivial, porque conviene no olvidar lo más importante de todo este asunto: llamemos como llamemos a Shakespeare o a Homero, lo que importa no es eso, sino la Odisea y Hamlet, Macbeth y la Ilíada.
Eso sí, aunque seguramente no era su objetivo central, este libro es una documentada reconstrucción biográfica de la figura de De Vere y un notable estudio de la Inglaterra isabelina.
John Thomas Looney.
El verdadero Shakespeare.
Traducción de Millán Picouto.
Linteo. Orense, 2016.
Linteo recupera, con traducción de Millán Picouto, El verdadero Shakespeare, una monumental construcción de John Thomas Looney que identifica a Edward de Vere, decimoséptimo conde de Oxford, como el verdadero autor de las obras de Shakespeare.
Publicada originalmente en Londres en 1920, El verdadero Shakespeare es eso: un admirable montaje intelectual en el que probablemente falla lo fundamental, los cimientos. ¿Por qué? Porque el punto de partida es muy discutible y se basa en la idea, evidentemente falsa, de que toda literatura es esencialmente autobiográfica.
Se abría así una brecha entre las teorías stratfordianas y las oxfordianas para resolver un misterio un poco artificial: el de la autoría de las obras de Shakespeare.
Y tampoco las conclusiones están fundamentadas, más allá de la necesidad de hacer que los datos dirijan –a veces de forma tan laberíntica como en los Sonetos- al lector a una deducción que estaba fijada de antemano. Porque se tiene la impresión de que se fuerzan deliberadamente los detalles y las fechas para que conduzcan a la conclusión prevista.
Hay en todo su entramado una incongruencia inexplicable: el hecho cierto de que De Vere protegiera a una compañía de actores -Los Hombres de Oxford- que nunca representó obras de Shakespeare.
Y en el fondo la discusión no pasa de ser trivial, porque conviene no olvidar lo más importante de todo este asunto: llamemos como llamemos a Shakespeare o a Homero, lo que importa no es eso, sino la Odisea y Hamlet, Macbeth y la Ilíada.
Eso sí, aunque seguramente no era su objetivo central, este libro es una documentada reconstrucción biográfica de la figura de De Vere y un notable estudio de la Inglaterra isabelina.
Santos Domínguez