2/10/15

Narcís Comadira. El arte de la fuga


Narcís Comadira.
El arte de la fuga.
Antología del autor.
Edición bilingüe de Jaume Subirana.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2015.



Todo yo era de plomo, la estancia se encogía,
Yo, de plomo, corría; tú, Muerte, te acercabas,
de plomo, aterradora, para aplastarlo todo.
Pero yo de pronto te decía: tú no vencerás nunca:
te venceré con palabras.

Así termina El sueño, uno de los poemas que Narcís Comadira (Gerona, 1942) ha seleccionado para El arte de la fuga, la antología bilingüe que publica Cátedra Letras Hispánicas con edición de Jaume Subirana, que define a Comadira como “un poeta transcendido. Le transciende la lengua /.../, le trasciende el sentido, o la búsqueda del sentido. Le trasciende el inmortal resplandor de las cosas que viven en su poesía. Le trasciende, en fin, por mediación de sus versos, la vida.”

Organizada por el propio autor con un criterio temático, no cronológico, esta antología que toma su título de uno de los libros más significativos de su autor, resume el mundo poético de Comadira a través de sus motivos centrales: lugares, hechos, emblemas o poéticas.

Traducidos la mayor parte de ellos por José María Micó, el volumen contiene también versiones de sus poemas firmadas por José Agustín Goytisolo, Corredor-Matheos, Jordi Virallonga o Vicente Molina Fox, autor de un breve prólogo -Clara sombra- en el que resalta la mezcla que hay en esta poesía entre la predominante línea clara y otra más sombría que asoma en ciertas zonas.

Pintor además de poeta, la poesía de Comadira tiene un alto componente figurativo. Poesía del lenguaje y de la mirada que se resume en un texto como Misterio, que en dos únicos versos define toda una concepción poética:

El Lenguaje se ha hecho carne:
y se le han hecho ojos las metáforas.

Expresada con variedad de ritmos, de registros lingüísticos, de tonos y de temas -el arte y la ciudad, el mar y la memoria, el paisaje y la escritura- la de Comadira es una poesía de la forma más que de la idea, poesía de la mirada hacia fuera -la contemplación- y de la mirada hacia dentro -la reflexión-, poesía del presente y poesía elegíaca.

Mirada y memoria, contemplación y reflexión, experiencia y conciencia atraviesan estos textos y articulan, con una difícil suma de sutileza y densidad, una poesía interrogativa en busca de respuestas entre la duda y la ironía, la experiencia y el sentimiento del tiempo, entre la libertad y el terror como tituló significativamente uno de sus libros.

Una poesía que tiene sus señas de identidad, como explica Dolors Oller en su epílogo sobre la poética de Comadira, en “la pertinaz dedicación a una lengua y a la escritura como reserva de memoria.”

“Desde la luz solar mediterránea –añade-, la poesía de Comadira, clásica en sus figuraciones corpóreas y posmoderna en la recuperación de temas y motivos vigentes en su tópica, llega a una intersección expresionista de la emoción y de la forma, de la forma con la idea, y de la idea con el pensamiento poético que acompaña todo el ámbito de su escritura: el deseo, la memoria, la naturaleza y la forma.”

Así ocurre en Lastre, uno de los textos de esta antología:

Soy uno que nació
en el invierno de 1942,
en pleno corazón de una ciudad de pórticos.
De la lluvia y del sol eran refugio
y de nuestra timidez adolescente.
Había un río fangoso
lleno de carpas negruzcas
y un ritmo de campanas
inexorable y lento.
La lluvia del otoño resbalaba
por el adoquinado
de los enfermos callejones;
se helaban los charcos en invierno,
pues los inviernos eran fríos. Y oscuros.
Éramos un rebaño de niños friolentos
junto a humosas estufas de agrios aserrines.
Temblábamos de miedo tras los cristales sucios
mientras nos educaban en una lengua extraña.

(...)

Después, ya todo fue convencional,
hogar y patria. Nunca jamás volvió
la ilusión perdida. Ya todos para siempre
fantasmas errabundos por la vida,
emasculados de Dios, aferrados al secreto.

Santos Domínguez