9/3/15

Para cada tiempo hay un libro


Para cada tiempo hay un libro.
Fotografías de Álvaro Alejandro.
Textos de Alberto Manguel.
Sexto Piso. Madrid, 2014.

La lista de libros que Oscar Wilde pidió para acompañarlo en la cárcel de Reading incluyeron La isla del tesoro y un manual de conversación franco-italiano. Alejandro Magno partía a sus campañas con un ejemplar de la Ilíada de Homero. El asesino de John Lennon consideró que un buen libro para tener en el bolsillo al cometer un crimen es El guardián entre el centeno de J. D. Salinger. No sé si los astronautas se llevan a bordo las Crónicas marcianas de Ray Bradbury o si, por el contrario, prefieren Los alimentos terrestres de André Gide. El risueño Bernard Madoff, condenado a la prisión, ¿pedirá acaso La pequeña Dorrit de Dickens para enterarse de cómo el señor Merdle, ese sutil estafador, incapaz de soportar la vergüenza al ser descubierto, acaba cortándose el cuello con una navaja prestada? El papa Benedicto XIII ¿se retirará a su studiolo en el Castel Sant'Angelo con Bubu de Montparnasse de Charles-Louis Philippe, para estudiar cómo la falta de preservativos ocasiona una epidemia de sífilis en el París fin-de-siècle? Prosaico, G. K. Chesterton imaginó que, si estuviese naufragado en una isla desierta, desearía tener consigo un Manual de construcción de embarcaciones. No sé cuáles libros me serán permitidos en mi último viaje, escribe Alberto Manguel en el primero de los doce textos que publica Sexto Piso en el volumen Para cada tiempo hay un libro. con fotografías de Álvaro Alejandro.

Doce capítulos rematados cada uno de ellos con cinco fotografías que son su contrapunto plástico y que generan un diálogo entre la imagen y la palabra a través de una confluencia que tradicionalmente ha vinculado la pintura o la fotografía con la literatura.

Palabras e imágenes que sirven de homenaje al libro como objeto, de reflexión sobre la lectura y de celebración del hecho literario y de su diversidad:

Quienes descubrimos que somos lectores, descubrimos que lo somos cada uno de manera individual y distinta. No hay una unánime historia de la lectura, sino tantas historias como lectores. Compartimos ciertos rasgos, ciertas costumbres y formalidades, pero la lectura es un acto singular. No soñamos todos de la misma manera, no hacemos el amor de la misma manera, tampoco leemos de la misma manera. Los libros que atraviesan nuestras vidas son, para cada uno de nosotros, maravillosamente diversos.

De esa diversidad dan cuenta los textos de Manguel y las fotografías de Álvaro Alejandro, de enorme potencia narrativa y de una capacidad expresiva casi lírica. Entre esos dos polos, el relato y la sugerencia, se mueven estas páginas que abordan las situaciones variables de la recepción del libro:

Sabemos que cada ocasión tiene su libro –apunta Manguel-. Pero no todo libro, por supuesto, conviene a cualquier momento de nuestra vida.” Y es que –añade- “hay libros para leer después de hacer el amor y libros para armarse de paciencia en el aeropuerto, libros para la mesa del desayuno y libros para el cuarto de baño, libros para las noches de insomnio en casa y para los días de insomnio en el hospital, y no pueden ser intercambiados.

La sombra de los libros, una ratonera, una máquina de escribir, un piano, un libro con raíces o un pubis femenino junto a un libro y una cinta de lectura como un cordón umbilical se convierten en metáforas del libro, de la lectura y sus variantes, aunque sabemos que en un rincón secreto de la biblioteca nos espera el libro verdadero, escrito sólo para cada uno de nosotros.

Santos Domínguez