Charles Homer Haskins.
El Renacimiento del siglo XII.
Traducción, prólogo y notas
de Claudia Casanova.
Ático de los Libros. Barcelona, 2013.
El gótico como arte de la ciudad, la recuperación de la tradición clásica a través de las traducciones del árabe, el griego y el latín, la fundación de los estudios generales y las escuelas urbanas, la revitalización de la filosofía, la expansión de la literatura escrita, el amor cortés y el nacimiento de la novela, el comercio y el desarrollo de los burgos, el canto gregoriano o la ruptura de los vínculos feudales son fenómenos que por separado hubieran tenido una enorme importancia.
Pero si se tiene en cuenta que se produjeron simultáneamente se entenderá que fueron decisivos en la configuración de una nueva época, la Baja Edad Media, que fue poniendo las bases de la eclosión renacentista.
Y es que aunque es de sentido común, a veces se olvida que la historia es un proceso en el que no hay saltos bruscos, por lo que las etapas culturales son una convención para hacer manejable la historia de la civilización y no surgen de la noche a la mañana como las setas, sino que son el resultado de una larga gestación en la que conviven lo viejo y lo nuevo.
A ese planteamiento responde El Renacimiento del siglo XII, un clásico de la historiografía medieval que Charles Homer Haskins, catedrático en Harvard, escribió en 1927 y que se publica ahora por primera vez en español de la mano de Ático de los Libros con traducción, prólogo y notas de Claudia Casanova.
Una exposición en doce capítulos, tan bien documentados como bien escritos, que ponen en primer plano un conjunto de hechos que dibujan un pujante panorama cultural: los centros intelectuales, el aumento de los manuscritos y las bibliotecas, el rescate del Derecho romano y de los clásicos latinos -Virgilio y Ovidio sobre todo, el interés creciente por la filosofía –Platón y Aristóteles- y la ciencia –Hipócrates y Galeno-, el nacimiento de las primeras universidades que sustituyen a las instituciones monásticas como centros intelectuales, las crónicas históricas y las traducciones del griego y de los árabes Avicena y Averroes desde un Toledo que se convierte por entonces en un eslabón fundamental entre la cristiandad y la civilización árabe.
De Toledo a París, de Chartres a Salerno, de Oxford a Bolonia, arte y sociedad, economía y cultura, literatura y filosofía, enseñanza y derecho, en un espléndido panorama global que ha convertido a este libro en un clásico imprescindible de los estudios medievales que muestra una Edad Media menos oscura y estática y un Renacimiento menos repentino y brillante de lo que una vez supusimos.
Lo más discutible del libro, cuya traducción llena felizmente una laguna inexplicable en la bibliografía en español, es el título, porque hablar del Renacimiento en el siglo XII puede servir para dar una idea de lo que ocurrió entonces, pero es tan inexacto y tan anacrónico como aludir al romanticismo en Shakespeare o al expresionismo en los goliardos.
Santos Domínguez