10/10/12

Bobby Logan


Miguel Ángel Oeste.
Bobby Logan.
Zut Ediciones. Málaga, 2011.

Cuando empecé a leer Bobby Logan, la primera novela de Miguel Ángel Oeste, que publica Zut Ediciones, y a tomar notas para esta reseña, tenía muy reciente otra reseña que acababa de escribir sobre la relectura de El gran Gatsby.

Por eso comprobé con cierta alarma que podía estar repitiéndome cuando anotaba, a propósito de Bobby Logan, impresiones como “épica de la derrota”, "elegía por los sueños perdidos”, “el exceso de las fiestas descontroladas” o “paraísos artificiales”.

No era sin embargo ni una casualidad ni una alarmante tendencia a la repetición de fórmulas críticas. No tardé en reparar en que la novela de Scott Fitzgerald era una referencia que Miguel Ángel Oeste había tenido muy presente mientras escribía Bobby Logan, que plantea en el fondo algo muy parecido, lo que se resume en la cita de El gran Gatsby que abre este libro:

Y así vamos adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado.

Con la diferencia de que aquí no hay botes, sino tablas de surf, ese peso creciente del pasado es el eje de una novela amarga ambientada en Málaga. Una novela que toma su título de una discoteca frecuentada por un grupo de jóvenes, los chicos de la playa, en busca de la ola grande en veranos sin olas en la Arena Blanca, en un Mediterráneo en calma en la Playa del Chanquete.

Entre la búsqueda de esa ola durante el día y el cielo de Bobby Logan en las noches de los fines de semana, transcurre la vida de esos muchachos cuya existencia oscila entre el exceso y el aburrimiento, en una huida de la sórdida realidad cotidiana hacia paraísos artificiales, cada vez más artificiales y menos paraísos.

Bobby Logan es la primera novela de Miguel Ángel Oeste, pero no es la obra de un principiante. Crítico cinematográfico y guionista, ha publicado varios libros y abundantes artículos sobre cine y eso le permite tener ya una prosa ágil y madura, sin titubeos ni caídas de tono.

Una prosa con la que aborda una novela coral que traza la crónica generacional de un grupo de jóvenes de una barriada malagueña que empiezan a entrar en la madurez en la que se frustran los sueños perdidos en un mar en calma o en el cielo ficticio en el que vuela Bobby Logan:

Entrar en Bobby Logan significaba ascender al Cielo. Bastaba con subir al avión pilotado por Bobby, el aviador de eterna sonrisa y ojos azules, que te llevaba más allá de las nubes en un vuelo sencillo o en una amplia gama de vuelos opcionales con piruetas inverosímiles.


Por encima de las circunstancias concretas del espacio –el barrio malagueño del Pedregalejo- y el tiempo –finales de los ochenta y comienzos de los noventa-, por debajo de las canciones que resumen las historias personales y emocionales de esos muchachos, más allá de las experiencias y los recuerdos del autor, lo que explora la novela es un territorio moral de alcance más amplio: un territorio en el que el futuro se va adelgazando, el presente empieza a ser sombrío y el pasado crece en tamaño y en importancia de día en día, y la memoria empieza a suplantar a la realidad:

El sitio conserva el nombre pero ya no es el mismo. Las personas responden a los mismos nombres aunque ya no son las mismas. Tampoco los objetos ni las cosas ni los recuerdos que pretenden ser igual a lo que fue y ya no será.

Más allá del fin del sueño americano, de eso mismo hablaba también El gran Gatsby: de los paraísos perdidos, de la derrota de las ilusiones, del vacío y del final de la juventud.

Santos Domínguez