Gottfried Benn.
Morgue.
Traducción de Jesús Munárriz.
Zut Ediciones. Málaga, 2008.
Morgue.
Traducción de Jesús Munárriz.
Zut Ediciones. Málaga, 2008.
Este año cumple un siglo uno de los libros más extraños y decisivos en el panorama poético de comienzos del siglo XX. En 1912, un joven médico alemán llamado Gottfried Benn publicaba un folleto con nueve poemas agrupados bajo el título Morgue y otros poemas.
Eran el resultado del talento literario de su autor y de su experiencia forense en un hospital. Y por eso su mirada era la misma mirada del médico que observa los cadáveres, realiza autopsias o contempla el dolor del moribundo con frialdad compasiva, con ojo clínico y humano.
Estremecedores y distantes, estos poemas participan por igual del formol y de la piedad, de minuciosos detalles macabros y de la solidaridad con el que sufre o con el que ha sufrido antes de morir.
Poemas del cuerpo, tan templo de dios como cuadra del diablo, presentan al hombre como un trozo de carne, en la sala de las parturientas o en la mesa de disecciones, evocan a las enfermeras que lavan los cuerpos moribundos de los cancerosos como quien lava bancos o describe el sexo femenino como ranura de la carne.
Con una radical y antirromántica separación entre el sujeto y el objeto, conviven en estos poemas el éter y las hemorragias, las prostitutas y las vírgenes, las vísceras y los fetos, el cáncer y una operación de apendicitis.
La palabra de Benn, cortante como un escalpelo, y su mirada aséptica, fría como un cadáver, es la de quien declara en El médico, uno de los mejores poemas del libro, que vive frente al cuerpo y su vergüenza o presenta irónicamente a sus congéneres como corona de la creación, el cerdo, el hombre.
De él se podría decir lo que decía Canetti de Musil: evitaba las palabras sentimentales, todo lo que fuera complaciente le resultaba sospechoso.
Junto con los nueve textos que aparecían en aquel volumen, la edición que Jesús Munárriz ha preparado para Zut ediciones recoge otra serie de poemas de parecido tono y tema que Benn fue publicando en los diez años siguientes.
Un conjunto que, como señala Munárriz, pese a su violencia, nos incita a la piedad, a la compasión.
Eran el resultado del talento literario de su autor y de su experiencia forense en un hospital. Y por eso su mirada era la misma mirada del médico que observa los cadáveres, realiza autopsias o contempla el dolor del moribundo con frialdad compasiva, con ojo clínico y humano.
Estremecedores y distantes, estos poemas participan por igual del formol y de la piedad, de minuciosos detalles macabros y de la solidaridad con el que sufre o con el que ha sufrido antes de morir.
Poemas del cuerpo, tan templo de dios como cuadra del diablo, presentan al hombre como un trozo de carne, en la sala de las parturientas o en la mesa de disecciones, evocan a las enfermeras que lavan los cuerpos moribundos de los cancerosos como quien lava bancos o describe el sexo femenino como ranura de la carne.
Con una radical y antirromántica separación entre el sujeto y el objeto, conviven en estos poemas el éter y las hemorragias, las prostitutas y las vírgenes, las vísceras y los fetos, el cáncer y una operación de apendicitis.
La palabra de Benn, cortante como un escalpelo, y su mirada aséptica, fría como un cadáver, es la de quien declara en El médico, uno de los mejores poemas del libro, que vive frente al cuerpo y su vergüenza o presenta irónicamente a sus congéneres como corona de la creación, el cerdo, el hombre.
De él se podría decir lo que decía Canetti de Musil: evitaba las palabras sentimentales, todo lo que fuera complaciente le resultaba sospechoso.
Junto con los nueve textos que aparecían en aquel volumen, la edición que Jesús Munárriz ha preparado para Zut ediciones recoge otra serie de poemas de parecido tono y tema que Benn fue publicando en los diez años siguientes.
Un conjunto que, como señala Munárriz, pese a su violencia, nos incita a la piedad, a la compasión.
Santos Domínguez