Henry James.
Relatos.
Varios traductores.
Selección y prólogo de Luis Magrinyà.
DeBolsillo. Barcelona, 2012.
Relatos.
Varios traductores.
Selección y prólogo de Luis Magrinyà.
DeBolsillo. Barcelona, 2012.
DeBolsillo reedita en su serie Clásica los Relatos de Henry James en un volumen preparado y prologado por Luis Magrinyà. Un volumen que, desde su primera edición –hace poco más de diez años- se ha convertido en un libro de referencia imprescindible, porque ofrece no solo la mejor selección de relatos de Henry James, sino también sus mejores traducciones al español.
Organizados en cuatro ejes temáticos (En sociedad, Entre artistas, Entre muertos y En la desolación), se recogen aquí once relatos de Henry James escritos entre 1883 y 1910.
Aparece en ellos la capacidad analítica de uno de los padres de la narrativa contemporánea, su realismo subjetivo y la variedad de enfoques y matices que recorre su obra: la sutileza introspectiva de El cerco de Londres, protagonizada por una americana en Londres; el ejercicio de virtuosismo sobre el punto de vista y la conjetura perversa de En la jaula; la ambigüedad de las palabras y las actitudes que van del desengaño a la ambición y la crueldad en La lección del maestro; la búsqueda frustrada de una inasible realidad en fuga en Lo real; el misterio opaco que flota sobre Sir Dominick Ferrand; la reflexión sobre el rol social del escritor en La muerte del león; la reivindicación de la memoria y de los muertos de nombres impronunciables en El altar de los muertos, en el que lo cotidiano ahoga los recuerdos; la historia de amor y horror, entre la fantasía y la realidad, entre el misterio y la melancolía de Los amigos de los amigos; Maud-Evelyn, una cima de la literatura fantástica, un relato de fantasmas sin fantasmas; la dimensión terrorífica de lo cotidiano en La tercera persona, quizá el más flojo y previsible de una selección que se cierra con El banco de la desolación, un texto desolado y desolador que transcurre en una inesperada frontera entre la pesadilla y la imaginación mágica, entre la bondad y el odio.
Entre el relato breve y la novela corta, en estos textos está el Henry James más sutil y ambiguo, el autor refinado y magistral que controla todos los mecanismos del relato, juega con los narradores indirectos y bucea en lo más profundo de los personajes y en sus contradicciones, en la patología de la vida cotidiana, en las presencias fantasmales y en el terror que se instala en la existencia; el escritor que ahonda en la soledad y en la tristeza, en las ilusiones y en la fatalidad, en la soledad de los vivos y los muertos, en la melancolía y en el espejismo imaginativo; el Henry James experto en elipsis y dueño de una calculada técnica narrativa; el asombroso Henry James del que habla en su espléndido prólogo Luis Magrinyà.
Entrar en un libro de Henry James es aceptar un reto de sutileza, inteligencia y humor para salir de él con sentimientos encontrados de satisfacción y perplejidad, porque el astuto narrador que aparece en su relatos siempre se guarda un as en la manga, un giro final inesperado para demostrar que es él quien manda.
Ese mundo narrativo lo resumió Borges certeramente, como de costumbre, en estas pocas líneas: Los lectores de James se ven obligados a una continua y lúcida suspicacia que a veces constituye su deleite y otras su desesperación.
Organizados en cuatro ejes temáticos (En sociedad, Entre artistas, Entre muertos y En la desolación), se recogen aquí once relatos de Henry James escritos entre 1883 y 1910.
Aparece en ellos la capacidad analítica de uno de los padres de la narrativa contemporánea, su realismo subjetivo y la variedad de enfoques y matices que recorre su obra: la sutileza introspectiva de El cerco de Londres, protagonizada por una americana en Londres; el ejercicio de virtuosismo sobre el punto de vista y la conjetura perversa de En la jaula; la ambigüedad de las palabras y las actitudes que van del desengaño a la ambición y la crueldad en La lección del maestro; la búsqueda frustrada de una inasible realidad en fuga en Lo real; el misterio opaco que flota sobre Sir Dominick Ferrand; la reflexión sobre el rol social del escritor en La muerte del león; la reivindicación de la memoria y de los muertos de nombres impronunciables en El altar de los muertos, en el que lo cotidiano ahoga los recuerdos; la historia de amor y horror, entre la fantasía y la realidad, entre el misterio y la melancolía de Los amigos de los amigos; Maud-Evelyn, una cima de la literatura fantástica, un relato de fantasmas sin fantasmas; la dimensión terrorífica de lo cotidiano en La tercera persona, quizá el más flojo y previsible de una selección que se cierra con El banco de la desolación, un texto desolado y desolador que transcurre en una inesperada frontera entre la pesadilla y la imaginación mágica, entre la bondad y el odio.
Entre el relato breve y la novela corta, en estos textos está el Henry James más sutil y ambiguo, el autor refinado y magistral que controla todos los mecanismos del relato, juega con los narradores indirectos y bucea en lo más profundo de los personajes y en sus contradicciones, en la patología de la vida cotidiana, en las presencias fantasmales y en el terror que se instala en la existencia; el escritor que ahonda en la soledad y en la tristeza, en las ilusiones y en la fatalidad, en la soledad de los vivos y los muertos, en la melancolía y en el espejismo imaginativo; el Henry James experto en elipsis y dueño de una calculada técnica narrativa; el asombroso Henry James del que habla en su espléndido prólogo Luis Magrinyà.
Entrar en un libro de Henry James es aceptar un reto de sutileza, inteligencia y humor para salir de él con sentimientos encontrados de satisfacción y perplejidad, porque el astuto narrador que aparece en su relatos siempre se guarda un as en la manga, un giro final inesperado para demostrar que es él quien manda.
Ese mundo narrativo lo resumió Borges certeramente, como de costumbre, en estas pocas líneas: Los lectores de James se ven obligados a una continua y lúcida suspicacia que a veces constituye su deleite y otras su desesperación.
Santos Domínguez