16/6/10

La orilla de las mujeres fértiles


Marifé Santiago Bolaños.
La orilla de las mujeres fértiles.
Calambur. Madrid, 2010.

Quien escribe ama los templos de arena, dice Marifé Santiago Bolaños (Madrid, 1962) en uno de los poemas de su último libro, La orilla de las mujeres fértiles, que acaba de publicar Calambur en una edición que incluye un CD con música original y poemas recitados por la autora, un CD impregnado de olores de especias africanas.

Organizado en dos partes, los catorce poemas de la primera sección y el cruce de ensayo y poesía de los diez textos que forman la Coda tienden una mano solidaria y femenina a las niñas/mujeres de África, proyectan una mirada de rabia compasiva hacia las niñas del Níger sobre las que atardece el mundo, dan voz y palabras a las novias de ocho años ofrecidas en los mercados.

En la línea de Jabès y de Valente, para Marifé Santiago el desierto es el lugar natural del poeta. Esa formulación metafórica se convierte en una realidad literal en este libro en el que conviven la emoción y la denuncia, la ética y la poesía, la memoria y el testimonio.

La experiencia literaria es un encuentro con el otro, una mirada que provoca el diálogo y el conocimiento de una realidad centrada en estas mujeres resistentes, supervivientes del dolor y de la dignidad desde su múltiple condición de víctimas, por niñas, por pobres, por africanas a las que nadie va a dedicar el Cantar de los Cantares:

la pobreza pesa tan poco como la sombra de una araña, y la memoria de la pobreza pesa tan poco como el sueño de aquella viuda que habría cumplido nueve años en diciembre.

Pero La orilla de las mujeres fértiles es también una exploración en la memoria personal y universal, en lo cósmico y en la mitología a través de lo cotidiano y, sobre todo, una puerta abierta a la esperanza:

A veces, la escritura es el manto que regresa a la vida a quien estaba muriéndose de frío...

A veces, las mujeres que tienen miedo o están tristes cantan; el canto otorga el don de la esperanza, de la voz, del agua del alba sobre las rosas...

Santos Domínguez