Marcos Canteli.
Catálogo de incesantes.
Bartleby. Madrid, 2008.
Catálogo de incesantes.
Bartleby. Madrid, 2008.
Marcos Canteli (Bimenes, Asturias, 1974) acaba de publicar en Bartleby Catálogo de incesantes, su cuarto libro de poesía, que se añade a su labor de traducción de poetas norteamericanos como Robert Creely, Oppen, Kerouac o Ashbery, que han dejado en su propia labor creativa una huella tan inevitable como fecunda.
Catálogo de incesantes es el resultado inquietante de una labor singularísima y exigente que se mueve entre el decir y el no decir, en un “estar ineludible en la palabra de la lengua y en el silencio de la lengua” con que ha caracterizado Eduardo Milán esta poesía.
La escritura de Marcos Canteli es teoría y práctica del hueco, collage expresivo que ignora las fronteras porque está instalado en ellas. Y es que vivir la literatura como una experiencia en el margen, escribir en ese límite en que se cruzan lo determinado y lo indeterminado, en lo que hay de demarcaciones inestables en el tanteo en la oscuridad, aquel ya clásico no saber sabiendo, es la mejor manera de ser un escritor fronterizo.
Poesía no figurativa que se replantea a sí misma y se cuestiona sin concesiones en cada acto creativo en el que se convocan el conocimiento y la escritura con palabras opacas y resistentes que por muy herméticas que sean constituyen siempre una revelación, apertura a otra realidad, generación de mundos. A eso aspira Marcos Canteli, a que el poema sea
convocatoria de lo disperso: reunión, enjambre, y ahora catálogo de incesantes.
Eso incesante, lo que incesantemente aparece y desaparece: roturas del agua, nidos del ojo, astillas musicales de un (otro) sentido.
Y así estos poemas viven en el ámbito impreciso de la intuición y el tanteo, en la sugerencia de la imagen y en el rastreo ciego de una realidad que –como indicó una vez Paul Celan- no antecede a la escritura, sino que es su resultado. En una fragilidad huidiza cuya caza es el objetivo último del poema, como en algunas de sus fuentes declaradas: José-Miguel Ullán y José Kózer, Olvido García Valdés y Eduardo Milán, Lezama o Westphalen.
Porque en Marcos Canteli y en la tradición poética que lo alimenta, un poema es siempre una pregunta:
¿cómo levantarse cuando no haya árboles?
del letargo del día boscoso mi niño prende memoria de aquel boj, tanta claridad oscura, arteria [x] y es vereda umbilical, dulce de agua (sorbo de líquenes humo arcillas de cazadores-recolectores, etc.) [x] pasaje (en cualquier caso) más que pasadizo
Catálogo de incesantes es el resultado inquietante de una labor singularísima y exigente que se mueve entre el decir y el no decir, en un “estar ineludible en la palabra de la lengua y en el silencio de la lengua” con que ha caracterizado Eduardo Milán esta poesía.
La escritura de Marcos Canteli es teoría y práctica del hueco, collage expresivo que ignora las fronteras porque está instalado en ellas. Y es que vivir la literatura como una experiencia en el margen, escribir en ese límite en que se cruzan lo determinado y lo indeterminado, en lo que hay de demarcaciones inestables en el tanteo en la oscuridad, aquel ya clásico no saber sabiendo, es la mejor manera de ser un escritor fronterizo.
Poesía no figurativa que se replantea a sí misma y se cuestiona sin concesiones en cada acto creativo en el que se convocan el conocimiento y la escritura con palabras opacas y resistentes que por muy herméticas que sean constituyen siempre una revelación, apertura a otra realidad, generación de mundos. A eso aspira Marcos Canteli, a que el poema sea
convocatoria de lo disperso: reunión, enjambre, y ahora catálogo de incesantes.
Eso incesante, lo que incesantemente aparece y desaparece: roturas del agua, nidos del ojo, astillas musicales de un (otro) sentido.
Y así estos poemas viven en el ámbito impreciso de la intuición y el tanteo, en la sugerencia de la imagen y en el rastreo ciego de una realidad que –como indicó una vez Paul Celan- no antecede a la escritura, sino que es su resultado. En una fragilidad huidiza cuya caza es el objetivo último del poema, como en algunas de sus fuentes declaradas: José-Miguel Ullán y José Kózer, Olvido García Valdés y Eduardo Milán, Lezama o Westphalen.
Porque en Marcos Canteli y en la tradición poética que lo alimenta, un poema es siempre una pregunta:
¿cómo levantarse cuando no haya árboles?
del letargo del día boscoso mi niño prende memoria de aquel boj, tanta claridad oscura, arteria [x] y es vereda umbilical, dulce de agua (sorbo de líquenes humo arcillas de cazadores-recolectores, etc.) [x] pasaje (en cualquier caso) más que pasadizo
Santos Domínguez