Fernando Arrabal.
Carta al General Franco.
Augur Libros. Madrid, 2008.
Carta al General Franco.
Augur Libros. Madrid, 2008.
París, 18 de marzo de 1971
Don Francisco Franco
Palacio de El Pardo
España
Ex c e l e n t í s i m o Señor:
Le escribo esta carta con amor.
Sin el más mínimo odio o rencor, tengo que decirle que es usted el hombre que más daño me ha causado.
Tengo mucho miedo al comenzar a escribirle:
temo que esta modesta carta (que me conmueve de pies a cabeza) sea demasiado frágil para llegar hasta usted;
que no llegue a sus manos.
Creo que usted sufre infinitamente;
sólo un ser que tanto sufre puede imponer tanto dolor en torno suyo;
el dolor preside, no sólo su vida de hombre político y de militar, sino incluso sus distracciones;
usted pinta naufragios y su juego favorito es matar conejos, palomas o atunes.
En su biografía, ¡cuántos cadáveres! en África, en Asturias, en la guerra civil, en la postguerra...
Toda su vida cubierta por el moho del luto. Le imagino rodeado de palomas sin patas, de guirnaldas negras, de sueños que rechinan la sangre y la muerte.
Deseo que usted se transforme, cambie,
que se salve, sí,
es decir, que sea feliz por fin,
que abandone el mundo de represión, odio, cárcel, buenos y malos que hoy le rodea.
Quizás haya una remota esperanza de que me oiga: siendo niño me llevaron a un acto oficial que usted presidía.
Al llegar usted, entre ovaciones, las autoridades le agasajaron.
Entonces una niña, preparada para ello, se acercó a usted y le tendió un ramo de flores. Luego comenzó a recitar un poema (mil veces ensayado)... Pero, de pronto, presa de emoción, se puso a llorar. Usted le dijo, acariciándole la mejilla:
–No llores, yo soy un hombre como los demás.
¿Es posible que hubiera en sus palabras algo más que el cinismo?
Don Francisco Franco
Palacio de El Pardo
España
Ex c e l e n t í s i m o Señor:
Le escribo esta carta con amor.
Sin el más mínimo odio o rencor, tengo que decirle que es usted el hombre que más daño me ha causado.
Tengo mucho miedo al comenzar a escribirle:
temo que esta modesta carta (que me conmueve de pies a cabeza) sea demasiado frágil para llegar hasta usted;
que no llegue a sus manos.
Creo que usted sufre infinitamente;
sólo un ser que tanto sufre puede imponer tanto dolor en torno suyo;
el dolor preside, no sólo su vida de hombre político y de militar, sino incluso sus distracciones;
usted pinta naufragios y su juego favorito es matar conejos, palomas o atunes.
En su biografía, ¡cuántos cadáveres! en África, en Asturias, en la guerra civil, en la postguerra...
Toda su vida cubierta por el moho del luto. Le imagino rodeado de palomas sin patas, de guirnaldas negras, de sueños que rechinan la sangre y la muerte.
Deseo que usted se transforme, cambie,
que se salve, sí,
es decir, que sea feliz por fin,
que abandone el mundo de represión, odio, cárcel, buenos y malos que hoy le rodea.
Quizás haya una remota esperanza de que me oiga: siendo niño me llevaron a un acto oficial que usted presidía.
Al llegar usted, entre ovaciones, las autoridades le agasajaron.
Entonces una niña, preparada para ello, se acercó a usted y le tendió un ramo de flores. Luego comenzó a recitar un poema (mil veces ensayado)... Pero, de pronto, presa de emoción, se puso a llorar. Usted le dijo, acariciándole la mejilla:
–No llores, yo soy un hombre como los demás.
¿Es posible que hubiera en sus palabras algo más que el cinismo?
Sin odio y sin soberbia, Fernando Arrabal comenzaba así su Carta al General Franco, un texto obsesivo y circular en el que se unen la historia y la tragedia, el esperpento y la denuncia, el distanciamiento que proporciona la ironía y los recuerdos autobiográficos de un niño de la guerra y la posguerra, de un español del éxodo:
Fuimos niños manipulados y hombres buscando la palabra.
¡Cuánto silencio bajo el tejado!
Arrabal se presentaba como una víctima más de la intolerancia que recorre la historia de España desde los Reyes Católicos:
Su régimen es un eslabón más dentro de una cadena de intolerancias que comenzaron en España hace siglos.
Publicado inicialmente en París en edición bilingüe en 1972, esta Carta al General Franco estuvo prohibida en España casi siete años hasta que se editó en 1978. Arrabal era una de las bestias pardas del tardofranquismo y había vivido durante tres semanas la experiencia de las cárceles franquistas en el verano de 1967, acusado de blasfemias e injurias a la nación.
Treinta años después, Augur Libros recupera aquel texto con una introducción de José Luis Gómez Toré y un epílogo (No celebraré la muerte de Franco) que apareció en Le Monde cuando murió el destinatario de la carta.
La Carta al General Franco es una carta abierta de tono contenido y respetuoso que a su evidente carácter político y existencial añade una importante dimensión estética, porque este es uno de los libros más sólidos de Arrabal desde el punto de vista estilístico, un ejercicio de libertad de expresión que afecta por igual a la ética y a la estética. Es, claro, un texto de naturaleza epistolar, pero también un monólogo dramático con intercalaciones narrativas y estructuras versiculares, una muestra de la calidad literaria del autor y de una ironía que a veces da un paso más y acaba en sarcasmo:
Era la época en que usted publicaba “la mejor novela del Occidente cristiano”: Raza, que dio origen a una película del mismo título “que iba a marcar una fecha en la historia del cine”. Y en que, paralelamente, Picasso, Buñuel, Alberti, etc. eran considerados como farsantes criminales.
El desajuste irónico entre el tono ingenuo y compasivo, entre el enfoque naïf y la realidad que denuncia le da a esta carta una de sus peculiaridades estilísticas más llamativas, además de una intensidad inusual por la que no ha pasado el tiempo, una técnica de claroscuro que enlaza con el esperpentismo y con Goya.
Augur Libros basa su línea editorial en la elección de títulos de calidad y en la atención que presta al diseño de los volúmenes. Este no es una excepción: al cuidado tipográfico, a la tapa dura y las guardas, se añade siempre una portada imaginativa, un pastiche que –como aquí- mezcla las imágenes de Franco y Arrabal con el fondo de un matasellos de Nuestra Sra de la Misericordia con fecha del 20 de noviembre de 1975.
Fuimos niños manipulados y hombres buscando la palabra.
¡Cuánto silencio bajo el tejado!
Arrabal se presentaba como una víctima más de la intolerancia que recorre la historia de España desde los Reyes Católicos:
Su régimen es un eslabón más dentro de una cadena de intolerancias que comenzaron en España hace siglos.
Publicado inicialmente en París en edición bilingüe en 1972, esta Carta al General Franco estuvo prohibida en España casi siete años hasta que se editó en 1978. Arrabal era una de las bestias pardas del tardofranquismo y había vivido durante tres semanas la experiencia de las cárceles franquistas en el verano de 1967, acusado de blasfemias e injurias a la nación.
Treinta años después, Augur Libros recupera aquel texto con una introducción de José Luis Gómez Toré y un epílogo (No celebraré la muerte de Franco) que apareció en Le Monde cuando murió el destinatario de la carta.
La Carta al General Franco es una carta abierta de tono contenido y respetuoso que a su evidente carácter político y existencial añade una importante dimensión estética, porque este es uno de los libros más sólidos de Arrabal desde el punto de vista estilístico, un ejercicio de libertad de expresión que afecta por igual a la ética y a la estética. Es, claro, un texto de naturaleza epistolar, pero también un monólogo dramático con intercalaciones narrativas y estructuras versiculares, una muestra de la calidad literaria del autor y de una ironía que a veces da un paso más y acaba en sarcasmo:
Era la época en que usted publicaba “la mejor novela del Occidente cristiano”: Raza, que dio origen a una película del mismo título “que iba a marcar una fecha en la historia del cine”. Y en que, paralelamente, Picasso, Buñuel, Alberti, etc. eran considerados como farsantes criminales.
El desajuste irónico entre el tono ingenuo y compasivo, entre el enfoque naïf y la realidad que denuncia le da a esta carta una de sus peculiaridades estilísticas más llamativas, además de una intensidad inusual por la que no ha pasado el tiempo, una técnica de claroscuro que enlaza con el esperpentismo y con Goya.
Augur Libros basa su línea editorial en la elección de títulos de calidad y en la atención que presta al diseño de los volúmenes. Este no es una excepción: al cuidado tipográfico, a la tapa dura y las guardas, se añade siempre una portada imaginativa, un pastiche que –como aquí- mezcla las imágenes de Franco y Arrabal con el fondo de un matasellos de Nuestra Sra de la Misericordia con fecha del 20 de noviembre de 1975.
Santos Domínguez