Javier Marías.
Demasiada nieve alrededor.
Alfaguara. Madrid, 2007.
Alfaguara reúne en Demasiada nieve alrededor los noventa y seis artículos que Javier Marías publicó entre febrero de 2005 y febrero de 2007 en El País Semanal. Noventa y seis textos de variada temática, con algunas preocupaciones recurrentes, con algunas insistencias que responden a la reiteración de situaciones reales.
Desde el berrinche eterno de la Conferencia episcopal y sus amanerados representantes hasta la revisión de una película vista en la infancia, pasando por el homenaje al padre muerto, desfilan por estas páginas, entre lo público y lo privado, un Rajoy ya bastante trastornado, unos obispos que amenazan con un otoño caliente, una feria del libro con escritores puros y otros afincados en la provincia de la envidia, el victimismo interesado y manipulador, las malas traducciones. En fin, y como se ve, lo de todos los años, lo de todos los sitios.
No es que Javier Marías se repita, es la realidad la que insiste en sus circularidades: los ladrones de cadáveres -¿quién no conoce a alguno?- que aprovechan que el muerto está muerto para declararse amigos íntimos de quien apenas cambió una palabra con ellos. La guerra de Irak y la desvergüenza del trío de las Azores, la lenta desaparición del mundo, la literatura de Conrad o Juan Benet, los sablistas eclesiásticos y el préstamo de un sueño, un botellón de encapuchados penitentes y los viejos amigos perdidos...
Y con frecuencia la indignación ante un país anómalo y grotesco. La inteligencia, la mordacidad y la excelencia de la prosa de quien, pese a todo, ha decidido no callarse en una España en la que la cerrazón mental y los oídos sordos son la actitud normal en muchos ámbitos. Un Marías siempre al borde del silencio, porque, como señala en la nota previa, en España, país caluroso donde los haya, es inevitable tener la sensación de que hay Demasiada nieve alrededor. De que no hay disposición a escuchar ni por tanto mucha posibilidad de diálogo.
Desde el berrinche eterno de la Conferencia episcopal y sus amanerados representantes hasta la revisión de una película vista en la infancia, pasando por el homenaje al padre muerto, desfilan por estas páginas, entre lo público y lo privado, un Rajoy ya bastante trastornado, unos obispos que amenazan con un otoño caliente, una feria del libro con escritores puros y otros afincados en la provincia de la envidia, el victimismo interesado y manipulador, las malas traducciones. En fin, y como se ve, lo de todos los años, lo de todos los sitios.
No es que Javier Marías se repita, es la realidad la que insiste en sus circularidades: los ladrones de cadáveres -¿quién no conoce a alguno?- que aprovechan que el muerto está muerto para declararse amigos íntimos de quien apenas cambió una palabra con ellos. La guerra de Irak y la desvergüenza del trío de las Azores, la lenta desaparición del mundo, la literatura de Conrad o Juan Benet, los sablistas eclesiásticos y el préstamo de un sueño, un botellón de encapuchados penitentes y los viejos amigos perdidos...
Y con frecuencia la indignación ante un país anómalo y grotesco. La inteligencia, la mordacidad y la excelencia de la prosa de quien, pese a todo, ha decidido no callarse en una España en la que la cerrazón mental y los oídos sordos son la actitud normal en muchos ámbitos. Un Marías siempre al borde del silencio, porque, como señala en la nota previa, en España, país caluroso donde los haya, es inevitable tener la sensación de que hay Demasiada nieve alrededor. De que no hay disposición a escuchar ni por tanto mucha posibilidad de diálogo.
Santos Domínguez