Salamandra. Madrid, 2006.
En otoño de 2004, un año antes de los incidentes en los barrios periféricos de París, la aparición de Mañana será otro día, de Faïza Guène, provocó una enorme sorpresa y la convirtió en un fenómeno de ventas y en uno de los éxitos de aquella temporada.
La extremada juventud de su autora, que no había cumplido aún los veinte años y se había formado en un taller de escritura de guiones; su estilo, cuidadamente oral, fluido y directo, y sobre todo el hecho de que se tratara de una hija de argelinos que proyectaba una mirada nueva e irónica sobre los guetos de inmigrantes, son algunas de las claves del éxito de Mañana será otro día, que ahora publica Salamandra con traducción de Jordi Martín Lloret.
No es raro que a una adolescente se le ocurra escribir de ella misma y de su mundo en crisis. Más en un caso como este en el que a la crisis de crecimiento se suma una crisis de identidad social, racial y cultural. Lo excepcional es que ese eje autobiográfico de la novela vertebre un enfoque original en el que su protagonista Doria, una muchacha despierta y rebelde,que tiene mucho que ver con su autora, contempla el mundo con desolada inteligencia, con humor distante, con valiente determinación.
Desde el degradado complejo de viviendas sociales en el que vive con su madre, un lugar que solo nominalmente es el Paraíso, observa un mundo lamentable habitado por asistentes sociales, amigos, burócratas, psicólogos de apoyo..., con un sentido del humor ácido y maduro, con una lucidez que es la única puerta abierta a la esperanza.
Es una mirada nueva y fresca sobre el mundo de la inmigración visto desde dentro, una perspectiva que se alimenta de lo vivido. Sus pocas páginas tienen una fuerza documental que vale más como información que cualquier tratado sesudo y voluminoso de sociólogos que ven esa realidad desde fuera, que es una manera de no verla.
Esta novela corta de enfoque cinematográfico y valor testimonial, no es evidentemente una obra maestra de la narrativa contemporánea. Su valor es otro, su lugar en la literatura y en el corazón del lector, también.
Porque la autora de Mañana será otro día – que ha tenido que retrasar su ingreso en la universidad por falta de medios- sabe que el de la integración de los inmigrantes es menos un problema cultural de choque de civilizaciones o de costumbres que una cuestión social.
Y pese a todo, Faïza Guène es optimista. Quizá ese sea el único e inmaduro rasgo adolescente de la novela. Ya se sabe que la madurez es la edad del desengaño.
Santos Domínguez