27 mayo 2013

Feria del libro. Regalo




Joseph Le Gras y Raoul Vèze.
Los últimos años de Casanova.
Edición de Jaime Rosal.
Memoria mundi. Atalanta. Vilaür, 2013.

Cuando Giacomo Casanova escribe la Historia de mi vida, interrumpe el relato en 1773, en el momento en que regresa a Venecia. Para paliar ese silencio, en 1929 Joseph Le Gras y Raoul Vèze, dos especialistas en su figura publicaron Los últimos años de Casanova, una reconstrucción de ese último tramo de su vida en el que Casanova fue un superviviente de sí mismo.

En una edición cuidada por Jaime Rosal, generosamente ilustrada, acaba de aparecer en la Bibliotheca Casanovensis de Atalanta este complemento imprescindible de la monumental Historia de mi vida que publicó en dos tomos hace cuatro años.

No es igual que un Casanova en primera persona, pero llena el vacío sobre “lo que Casanova no nos contó”, como titula su prólogo Jaime Rosal, y en uno de los apéndices del libro recupera el Compendio de mi vida, que envió a su amiga Cecilia de Roggendorf. Fechada el 17 de noviembre de 1797, es seguramente la última carta que escribió un Casanova al que le quedaban poco más de seis meses de vida. Antes de firmarla como Jacques Casanova, porque la escribió en francés, como su obra mayor, la cerraba declarando: No me avergüenzo de lo dicho.  Y ese colofón sirve no solo para cerrar la carta, sino para resumir su vida y su literatura en este libro imprescindible para los casanovistas.



                                                    
Bhimayana.
Experiencias de un intocable.
Prólogo de John Berger.
Traducción de Paula Cifuentes.
Sexto Piso Ilustrado. Madrid, 2013.

En todo el mundo se cuentan historias. A veces estas se imprimen y se publican. Este libro es un ejemplo de ello, escribe John Berger en el prólogo que abre Bhimayana, el libro gráfico que publica Sexto Piso Ilustrado. 

Una recreación en tono épico de la vida del abogado y político indio Bhimrao Ramji Ambedkar (1891–1956), padre de la Constitución india y uno de los primeros parias que entraron en la Universidad. De formación occidental, crítico con la intolerancia hinduista e islamista, acabó convirtiéndose al budismo, luchó contra el sistema de castas y la marginación de los parias y defendió el reconocimiento de los derechos políticos y sociales de los intocables en la constitución india.





Paco Ignacio Taibo II. Eko.
Pancho Villa toma Zacatecas.
Sexto Piso Ilustrado. Madrid, 2013.

En Pancho Villa toma Zacatecas, un espectacular álbum que publica Sexto Piso Ilustrado, los textos de Paco Ignacio Taibo II y los grabados –a cuchillo sobre madera- de Eko evocan la toma de Zacatecas por las tropas de Pancho Villa en junio de 1914, en una victoria decisiva para el triunfo de la Revolución mexicana.

Un guión agilísimo narrado por el fusilado coronel Montejo, que por eso no puede acabar de contar la historia, y los dibujos de Eko –"inspirados en el expresionismo alemán, la gráfica socialista de New Masses, el populismo mexicano del Taller de la Gráfica Popular y los dibujos de calaveritas"– se funden en una espléndida novela gráfica en la que a la solidez del relato se une la potencia del dibujo.

Desde el comienzo con la enorme nube de humo de más de sesenta trenes que avanzaban hacia Zacatecas tras una vanguardia de cuatro mil jinetes, hasta el final de la batalla, un relato trepidante subrayado por la fuerza expresiva de los rostros y el dinamismo fogoso de los combates entre los rebeldes y los federales.


Madrigal.
Cada vez hay más gente paseando
bolsas de basura llenas de euros.
Prólogo de Peridis.
Barataria. Sevilla, 2013.

Ante las fechorías que traen de cabeza a un ejército de jueces, fiscales y policías, y que hacen trabajar a destajo a los periodistas que todavía sobreviven a los ERES de sus empresas, a pesar de que podría quedarse tranquilamente en la cama toda la mañana, Madrigal, en cuanto recibe en su rostro los aguijones del alba, salta como un tigre de la cama, y sin tomarse la molestia de servirse un frugal desayuno segoviano, se abalanza sobre su tablero de dibujo para denunciar de inmediato estafas y fechorías. Temeroso de que la carga explosiva de su dibujo mañanero no contenga munición suficiente contra los expoliadores, vuelve a la carga desenvainando la pluma y acomete furibundo con su sarcástico y acerado verbo las bolsas de basura que llevan a cuestas los innumerables malandrines que nos desvalijan. Así de agitado vive y trabaja nuestro hombre pasando los días de claro en claro entre dibujos feroces como jabalíes y noches de turbio en turbio, soñando madrigales entre jilgueros y ruiseñores, escribe Peridis en el prólogo de Cada vez hay más gente paseando bolsas de basura llenas de euros, el volumen en el que Barataria reúne artículos y viñetas de Madrigal.

Un diálogo entre el Mudo y el presunto Bárcenas, la historia de Frescobaldi y Paganini o la descripción de una hijoputeca centran algunos de los treinta y tres capítulos en que se organiza un libro en el que el sarcasmo parece la única alternativa a una realidad cada vez más turbia.






Jeanne-Marie Leprince de Beaumont.
La Bella y la Bestia.
Ilustraciones de Walter Crane.
Traducción y prólogo de Luis Alberto de Cuenca.
Reino de Cordelia. Madrid, 2013.

Basándose en un cuento de hadas tradicional europeo, madame Leprince de Beaumont publicó 1756 La Bella y la Bestia, un relato cuya vigencia se sigue manifestando en las constantes adaptaciones cinematográficas o en el musical de Broadway de gira por España. La bellísima edición de Reino de Cordelia, con traducción y prólogo de Luis Alberto de Cuenca, incorpora las ilustraciones que Walter Crane, el mejor ilustrador inglés de libros infantiles de la época victoriana.

Con un probable origen en la historia de Eros y Psique, que Apuleyo incluyó en El asno de oroLa Bella y la Bestia circuló desde la antigüedad por toda Europa en versiones orales y escritas y ha suscitado gran cantidad de interpretaciones: desde las sociológicas, que lo interpretan como una crítica de los matrimonios de conveniencia, a las lecturas antropológicas, que ven en esta historia una alegoría de los ritos de paso de la niña que deja atrás la infancia para entrar en la edad adulta, o a las psicoanalíticas, que ven en este relato un símbolo del despertar de la sexualidad desde la superación de las relaciones edípicas: “Bella –escribe Bruno Betelheim- se une a la Bestia únicamente por amor a su padre, pero, cuando este amor madura, cambia su objeto principal, cosa que, como la historia nos narra, no deja de comportar las consiguientes dificultades. Al final, tanto el padre como el marido recobran la vida gracias al amor que ella les profesa.




Carlos Giménez.
España: una, grande y libre.
DeBolsillo. Barcelona, 2013.

1976: Memoria de los tiempos futuros titula Felipe Hernández Cava el prólogo de España, una, grande y libre, el volumen en el que DeBolsillo reúne en casi trescientas páginas las tiras que Carlos Giménez (Paracuellos, Barrio, Los profesionales) publicó en la revista El Papus entre 1976 y 1977, dos años cruciales en la transición.

Cruciales y conflictivos, con la violencia latente y a menudo patente de un sistema que en lo fundamental – el poder económico, la Universidad, el poder judicial, la policía, el ejército- seguiría siendo el mismo del franquismo. Esa conflictividad, a menudo dulcificada por cierta historiografía y por series de televisión que idealizan la dureza de esos años en los que la represión se seguía ejerciendo sin contemplaciones por los herederos del franquismo. Por eso hacían falta otras miradas sobre aquellos hechos. Y eso es en gran medida España: una, grande y libre, “el espejo de unos acontecimientos que, a mi entender, todavía hablan a los que no están instalados en la indiferencia.”




Manuel Ríos Ruiz.
El gran libro del flamenco.
Volumen I. Historia. Estilos.
Volumen II. Intérpretes.
Calambur. Madrid, 2002.

Desde que se publicó, hace poco más de diez años, El gran libro del flamenco, de Manuel Ríos Ruiz, se ha convertido en un clásico indispensable de la flamencología, junto con otras obras de referencia de Félix Grande, Caballero Bonald, José Manuel Gamboa, Ortiz Nuevo o Alfredo Grimaldos. Editado por Calambur en un cuidado estuche con dos tomos, no es una enciclopedia aséptica, sino un tratado meticuloso en el que es fundamental  el enfoque valorativo y el juicio del experto prestigioso que es Manuel Ríos Ruiz.

La historia y los estilos flamencos son la base del primer volumen, completado con una bibliografía completa y una discografía selecta y suficiente. Si en el primer volumen Ríos Ruiz evoca la evolución del flamenco hasta la actualidad, el eje del segundo volumen son las semblanzas valorativas de las grandes figuras del cante, el baile y el toque flamencos, subrayadas con abundantes documentos gráficos.

Unos utilísimos índices onomástico y topográfico completan la obra y permiten la precisión de una consulta rápida sobre esa música abismal que viene del tronco mineral y negro de la fragua y emerge en los cantes oscuros de fragua, de mina o de celda  o en la claridad salinera del camino estrecho y jalonado de ventas entre San Fernando y Cádiz, con la prosodia rítmica del lamento y del duende o con la sintaxis amarga de la rebeldía y el dibujo secreto de sus sonidos negros.




Virginia Woolf.
Un cuarto propio.
Traducción de Jorge Luis Borges.
Prólogo de Kirmen Uribe.
Ilustraciones de Becca Stadtlander.
Lumen. Barcelona, 2013.

Para escribir novelas, una mujer debe tener dinero y un cuarto propio.

Esa es la conocida frase que Virginia Woolf usó como línea argumental de las dos conferencias que pronunció en Cambridge en octubre de 1928. Se le había propuesto que hablase en ellas de las mujeres y la novela ante un público femenino y un año después, en octubre de 1929, tras una intensa revisión, fundió aquellas dos conferencias en Un cuarto propio, que acaba de publicar Lumen en una bellísima edición ilustrada por Becca Stadtlander y prologada por Kirmen Uribe.

Tanto ese origen oral como ese auditorio femenino explican la complicidad del tono cercano de Virginia Woolf en los seis capítulos del libro. Con la a veces chocante traducción de Borges –que hace decir a Virginia Woolf  yuyos o la comida era recién a las siete y media-, aquí, como señalaba su sobrino Quentin Bell, se oye hablar a Virginia Woolf en un registro casi familiar, mientras que en las novelas se la oía pensar.

La desventaja social y económica de mujeres escritoras como Jane Austen, que tuvo que escribir sus novelas en un salón con gente alrededor, da lugar a un ensayo en el que la aspiración feminista a la independencia económica y creativa se metaforiza en la reivindicación de ese cuarto propio del título.




Juan de Mal Lara.
La Philosophía vulgar
Edición de Inoria Pepe Sarno
y José-María Reyes Cano.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2013

Cuando se cumplen los cuarenta años de su imprescindible colección de clásicos hispánicos, Cátedra publica La Philosophía vulgar,  que el sevillano Juan de Mal Lara publicó en 1568, tres años antes de su muerte prematura. Es uno de los grandes monumentos del Renacimiento español, lo que en la segunda mitad del XVI es tanto como decir una obra esencial del humanismo europeo. En la línea de Erasmo y sus Adagia, Mal Lara reunió en él una colección de 1001 refranes glosados, a los que habría que sumar otros trescientos que cita en sus comentarios.

Ya en su título funde esta Philosophía vulgar lo culto y lo popular, la tradición escrita y la oral, la erudición y la sabiduría tradicional para construir un libro en el que, como en la Anatomía de la melancolía de Burton, cabe el mundo entero. Porque en las glosas de los refranes Mal Lara habla de la religión y de los cornudos, de la familia y la mujer, de la sociedad y la pobreza, de los ambientes estudiantiles y de la vida urbana en aquella Sevilla que era puerto de Indias y moderna Babilonia, ciudad del comercio, patio de Monipodio y capital del crimen.

Y un libro tan monumental como este solo admite una edición como la que acaba de publicar Cátedra Letras Hispánicas, que es el brillante resultado de cuatro años de trabajo exclusivo de Inoria Pepe Sarno y José-María Reyes Cano. Con más de mil quinientas páginas y un aparato crítico de más de cuatro mil quinientas notas a pie de página, este es un libro imprescindible para quien quiera adentrarse en la literatura y la visión del mundo del Siglo de Oro español.


Oscar Wilde.
El crimen de Lord Arthur Savile.
Ilustraciones de Emilio Urberuaga.
Traducción de Susana Carral.
Rey Lear. Madrid, 2013.

Rey Lear publica una espectacular edición ilustrada por Emilio Urberuaga de uno de los mejores relatos de Oscar Wilde con una nueva traducción de Susana Carral.

El crimen de Lord Arthur Savile, junto con El fantasma de Canterville y El retrato de Dorian Gray, completa el tríptico narrativo fundamental de la obra de Wilde. Las tres se publicaron el mismo año (1891) y son el exponente de un Wilde que en ese momento estaba en su mejor momento, dueño de un mundo literario propio y capaz de las más sorprendentes piruetas narrativas.

Un planteamiento sorprendente, una boda aplazada ante el pronóstico de un asesinato y una ardua peregrinación en busca del cumplimiento del deber a orillas del Támesis, donde el quiromante cumple bien a su pesar el destino previsto.  Oxford Street, Picadilly Circus, Covent Garden son los espacios por los que discurre un relato ambientado en un Londres asociado en la memoria del lector al recuerdo de Wilde, a su retrato de la sociedad victoriana, a su ingenio y a su humor inimitable.



Hugo Pratt.
A la sombra de Corto.
Conversaciones sobre su obra
con Dominique Petitfaux.
Confluencias Editorial. Almería, 2013.

A finales de los ochenta, Dominique Petitfaux, quizá el mejor especialista en la obra de Hugo Pratt, mantuvo una serie de entrevistas con el autor que ha pasado a la historia como creador de Corto Maltés. Si en El deseo de ser inútil, que publicó también Confluencias el año pasado, el eje era la biografía de Pratt, en este volumen el centro de interés se desplaza a su trayectoria creativa, a sus reflexiones estéticas y sobre todo a la creación de una figura imprescindible en la literatura gráfica del siglo pasado.

De las vidas de Hugo Pratt, una de ellas es la de Corto Maltés, porque la biografía del autor no estaría completa si no incluyese la de su personaje, que nació en La Valetta el 10 de julio de 1887. Se le dio por desaparecido en la guerra de España, aunque su muerte se produjo en un naufragio en 1955.

Literatura dibujada. Esa es la expresión que Hugo Pratt prefería para definir sus creaciones, entre las que las 29 historias de Corto Maltés ocupan un lugar central.  Y sus reflexiones a lo largo de estas entrevistas se subrayan con las abundantes viñetas que reproduce este cuidado volumen, que es también un recorrido ilustrado por los distintos libros de Corto Maltés.




Dante.
Infierno.
Edición bilingüe.
Traducción, prólogo y notas de Ángel Crespo.
Seix Barral. Barcelona, 2013.


Nel mezzo del cammin di nostra vita...

Desde la selva oscura del leopardo, guiado por Virgilio a través del Aqueronte, Dante iniciaba con ese endecasílabo uno de los viajes más memorables de la literatura.

En el Infierno, la primera y fundamental etapa de su Commedia, estuvo Dante con otros narradores de viajes como Homero, Ovidio o el propio Virgilio, que contaron las bajadas a los infiernos de Ulises, Orfeo o Eneas. La novedad es que Dante es a la vez el narrador y el personaje que recorre conmovido los nueve círculos infernales que desde el limbo hasta el infierno de los traidores –el lago helado donde Dante sitúa a sus enemigos políticos- para subir a cielo abierto, donde otra vez contemplamos las estrellas.

Con prevención lo miraban sus contemporáneos florentinos, como quien mira a un hombre recién llegado del lugar sin regreso, del reino de los muertos. En la cadencia de sus tercetos se han inspirado no solo los escritores que vinieron después, sino una legión de artistas que pintaron el Infierno.

Seix Barral recupera en una edición conmemorativa el Infierno dantesco en edición bilingüe con la que es sin duda la mejor traducción del texto de Dante al español: la que hizo Ángel Crespo a comienzos de los setenta, con la que hizo compatibles el rigor filológico con la altura artística de la traducción en tercetos irreprochables en los que suena un tono de voz casi idéntico al del original toscano de comienzos del Trecento.

Andrés Trapiello.
Miseria y compañía.
Pre-Textos. Valencia, 2013.

Pre-Textos publica Miseria y compañía, la decimoctava entrega de Salón de pasos perdidos, los diarios diferidos de Andrés Trapiello. Desde aquel ya lejano El gato encerrado, los diarios del leonés llegan ahora al año 2004. A debida distancia, las notas de aquel año, en las que ya importa menos el tiempo que el recuerdo, se reelaboran con creciente ironía, en la lengua de los melancólicos, como la define Trapiello.

Entre un estremecedor episodio inicial con una liebre nocturna en el invierno y un acoso cibernético para acabar el año, Las Viñas, el Rastro, las exposiciones, la vida literaria... Miseria y compañía trata de lo de siempre en esta novela en marcha que es, como la vida, siempre igual y siempre distinta.

Con Cervantes, Galdós, Baroja, Gómez de la Serna o Gaya al fondo, situaciones absurdas -como la insufrible conferencia del filósofo italiano Giorgio Agamben en el Círculo de Bellas artes- o dramáticas, como los atentados de Atocha, privadas o públicas, significativas o intranscendentes por las que discurre el  merodeo deambulatorio del personaje; la literatura, la pintura, los amigos o los enemigos, la vida familiar o los libros, sus referentes temáticos; el subgénero de la vida literaria, las fobias indisimuladas y tenaces, el campo de visión sobre el que se proyecta la mirada solanesca y la afilada prosa barojiana de Trapiello. El morbo añadido del cotilleo cultural, las claves identificadoras del personaje que se esconde detrás de una inicial, añaden una propuesta cómplice al lector, una invitación a mirar por la cerradura un baile de máscaras en que cada uno –incluido el narrador distante y autocompasivo - desempeña su papel de convidado del autor que desde hace más de veinte años escribe estos libros adictivos para sus lectores.




Michel de Montaigne. 
Ensayos completos. 
Traducción de Almudena Montojo.
Introducción y notas de Álvaro Muñoz Robledano.
Cátedra. Biblioteca Avrea. Madrid, 2013

Hablar del ensayo sin mentar al padre es algo parecido a un parricidio freudiano e imperdonable.

Esta espléndida edición en Cátedra Avrea de los Ensayos completos de Montaigne, traducidos por Almudena Montojo, anotados y prologados por Álvaro Muñoz Robledano, reúne en un cuidado tomo los ensayos de aquel Miguel de la Montaña que admiraba un castizo Quevedo.

Este es un libro de buena fe, lector, decía Montaigne en la presentación al lector de sus Ensayos. Cuando los publicó en 1580, adelantándose en un cuarto de siglo al Quijote y en dos décadas a Hamlet, no sólo se convertía en uno de los padres de la modernidad. Estaba fundando un género que ahonda en el conocimiento de sí mismo -yo mismo soy la materia de mi libro- y que indaga subjetivamente en la realidad, porque, explicaba, esto que aquí escribo son mis opiniones e ideas; yo las expongo según las creo atinadas, no para que se las crea. No busco otro fin que descubrirme a mí mismo.

Todo eso empezó con estos Ensayos, con un Montaigne en estado puro: intelectual lúcido, humanista comprensivo y escritor irónico que, a la vez que creaba el nuevo género del ensayo, usaba en su prosa el estilo de la libertad, un estilo intermedio entre la altura literaria y el uso corriente.

Así empezó a consolidarse un modelo estilístico capaz de combinar la elegancia y la transparencia. Pero no se trataba de una mera cuestión de estilo, sino de algo más hondo y más transcendente: de la construcción de un modelo cultural y social que sería durante décadas el más representativo de la modernidad literaria en Europa.

Santos Domínguez


25 mayo 2013

Shakespeare. Sonetos



William Shakespeare.
Sonetos.
Edición, traducción y notas 
de Bernardo Santano.
Acantilado. Barcelona, 2013.


Los Sonetos, que se publicaron en 1609 y que entonces pasaron casi desapercibidos, son hoy, tras cuatro siglos de controversias y enigmas, la parte más viva y conocida de la poesía de Shakespeare. Ciento cincuenta y cuatro textos de una belleza turbulenta que siguen, después de tanto tiempo, tan desafiantes y tan resistentes al asedio crítico como el primer día.

Como todos los clásicos verdaderos, los sonetos son el mapa de un terreno minado, de un territorio propicio a la conjetura. Todo es aquí indicio e incertidumbre: desde la dedicatoria de la primera edición a un misterioso Mr. W. H. a la ambigüedad sexual a la que alude la voz lírica que habla en ellos, alusiva y elusiva, de secretas complicidades y connotaciones.

Amor y temporalidad, espiritualidad y grosería, y una variedad de tonos que van de lo retórico a lo coloquial conviven en estos textos que provocan constantes perplejidades en torno a un triángulo amoroso rodeado de misterio.

Los 126 primeros sonetos se dirigen a un desconocido y opaco Fair Youth, un amor platónico del que no sabemos nada, salvo que ese muchacho responde al ideal de belleza femenina inaccesible del petrarquismo, al que compara en el delicado soneto 18 con un día de verano:

Shall I compare thee to a summer's day?
Thou art more lovely and more temperate:
Rough winds do shake the darling buds of May,
And summer's lease hath all too short a date.

Como ignoramos todo acerca de la Dark Lady, la dama oscura que inspira los textos numerados entre el 127 y el 152 -los que describen una sexualidad explícita- o los que aluden al Rival Poet (¿Marlowe?, ¿Chapman?, ¿ninguno de los dos?).

No es raro, pues, que estos sonetos hayan provocado una diversidad de enfoques que van desde el estructuralismo a la crítica biográfica o psicoanalítica, pasando por la social o la feminista, sin que ninguna de esas direcciones los explique en todos sus matices inabarcables y elípticos.

Rodeados de misterio desde su misma composición, los sonetos son probablemente, como nos recordaba Wordsworth, la llave con la que Shakespeare nos abre su corazón. Pero la enigmática dedicatoria, la ambigüedad sexual o el pansexualismo declarado de muchos de los dedicados a un hermoso joven, la dama oscura y secreta a la que se dirigen otros, su tono a veces intimista y a menudo escabroso, han contribuido a aumentar el misterio que rodea la vida de Shakespeare y sus relaciones amorosas.

O han sido la base de las lecturas más mojigatas que defienden la impersonalidad de estos textos, la ausencia de alusiones biográficas, la idea en definitiva del personaje poético, del Speaker Poet.

A las recientes e irreprochables traducciones de Carmen Pérez Romero, Antonio Rivero Taravillo, Andrés Ehrenhaus o Christian Law Palacín se suma la edición bilingüe que Bernardo Santano publica en Acantilado a partir de la edición Thorpe de 1609, con una traducción literal en prosa y otra en verso que respeta la estructura del soneto isabelino, que no tiene dos cuartetos y dos tercetos como el italiano, ni tres cuartetos y un pareado, como equivocadamente señala el traductor, sino tres serventesios y un pareado cuya autonomía formal sirve para introducir un comentario, para resaltar una variación, un contraste de tono, un contrapunto o un anticlímax.

Un ejemplo, el soneto I:

From fairest creatures we desire increase,
That thereby beauty’s Rose might never die,
But as the riper should by time decease,
His tender heir might bear his memory.
 
But thou, contracted to thine own bright eyes,
Feed’st thy light’s flame with self-substantial fuel,
Making a famine where abundance lies,
Thyself thy foe, to thy sweet self too cruel.
 
Thou that art now the world’s fresh ornament
And only herald to the gaudy spring,
Within thine own bud buriest thy content
And, tender churl, mak’st waste in niggarding.
 
Pity the world, or else this glutton be,
To eat the world’s due, by the grave and thee.
La traducción literal en prosa dice:

Deseamos que proliferen las más bellas criaturas, | que la rosa de la belleza por tanto nunca muera, | pero aunque a su tiempo el más maduro sucumba, | su tierno heredero habrá de llevar su memoria. || P ero tú, presa del brillo de tus propios ojos, | alimentas la llama de tu luz con el combustible de tu propia esencia, | causando hambruna donde hay abundancia, | enemigo de ti mismo, muy cruel para tu dulce ser. || Tú, que eres ahora el fresco adorno del mundo, | y el único heraldo de la vistosa primavera,  en tu propio capullo entierras tu sustancia | y despilfarras, infeliz, siendo tacaño. || Apiádate del mundo o sé como ese glotón | que devora, como la tumba, lo que pertenece al mundo.

Y esta es la traducción en verso:

Lo hermoso deseamos que prospere,
que no expire la rosa de lo bello,
mas aunque todo en su sazón se muere,
su brote ha de portar memoria de ello.

Mas presa tú del brillo de tus ojos,
tu propia luz avivas con tu esencia,
dejando de abundancia los despojos,
tu dulce ser malogras sin clemencia.
 
Ahora eres del mundo fresco orgullo,
solo heraldo de alegre primavera,
enterrando tu esencia en tu capullo,
te gastas, infeliz, de forma austera.
 
Apiádate del mundo o, devorado,
se acabará en la tumba tu legado.

¿Dónde encontrar a Shakespeare en Shakespeare?, se preguntaba Bloom antes de descartar en los sonetos el material autobiográfico, antes de decirnos que habría que ser el mismísimo diablo para encontrarlo ahí.

Se enfoquen de una manera o de otra, los sonetos son la narración de dos fracasos tras dos historias amorosas (el amigo y la mujer morena) que se abordan en su proceso y en su desarrollo. Hay más cosas en los sonetos, claro: las rivalidades amorosas se confunden con las poéticas y hay un refinamiento amoroso que va más allá del petrarquismo, además de un envidiable equilibrio, tan inglés, entre sentimiento y pensamiento.

Nunca acabaremos de descifrar estos textos, escribió Borges. Los sonetos de Shakespeare siguen habitando el territorio secreto de la conjetura: desde el significado de las siglas W. H. de la dedicatoria hasta la identidad del hermoso joven (el ambiguo master-mistress), de la dama oscura o el poeta rival que aparecen en ellos, pasando por los dobles sentidos y los juegos de palabras, por la mezcla de platonismo y sexualidad, de refinamiento y crudeza que los recorre.

Santos Domínguez

24 mayo 2013

Nooteboom. Autorretrato de otro



Cees Nooteboom.
Autorretrato de otro.
Sueños de la isla y la ciudad de antaño.
Dibujos de Max Neumann.
Traducción de Fernando García de la Banda.
Calambur. Madrid, 2013.

Esto es lo que deseaba ser: el prisionero libre que ha estudiado el mar en su memoria, la resaca del agua, movimiento.

Autorretrato de otro, que publica Calambur con textos de Cees Nooteboom y dibujos de Max Neumann, es uno de esos pocos libros que surgen del encuentro milagroso de la mirada y la palabra. Los textos, escritos en un estado de inspiración que va más allá de la superficie de las cosas y de la percepción racional de la vigilia, nos devuelven un mundo transformado para transformarnos en otros. Por eso exige del lector vencer la resistencia inicial de sus páginas con una disposición espiritual adecuada, para entrar en él con la actitud receptiva de quien entra en otra dimensión de la realidad.

La colaboración del escritor y el pintor no es la de quien ilustra unos textos o escribe sobre unos dibujos. Los treinta y tres dibujos de Max Neumann, previos a los textos, acabaron infiltrando la mirada y la expresión de Nooteboom con sus tonos ocres y negros sobre fondo rojo bermellón. Y algo en la violenta lógica descoyuntada de las imágenes puso en marcha el recuerdo y la experiencia onírica hasta que los textos acabaron evocando los sueños de la isla y la ciudad de antaño y trazando ese autorretrato de otro que es el poeta y no es el poeta, que es el pintor y no es el pintor.

Autor de un libro memorable sobre el silencio de Zurbarán, en el que también fundía ejemplarmente mirada y palabra, Nooteboom ha escrito treinta y tres textos literalmente irrepetibles, porque son el resultado de una experiencia incontrolable en la que la identidad se sale de cauce, la persona se pone en el límite del reconocimiento y quien habla también es otro que le habla a otro –el lector- con la potencia transformadora de la palabra.

Una palabra levantada sobre la soledad isleña de la playa, sobre las pesadillas y los recuerdos, sobre los perros y las hormigas, sobre los vivos y los muertos, sobre los pedregales con cardos, los caminos y la ciudad de las preguntas, la noche y la guerra, los rostros y la ausencia, sobre  o contra o frente a los naufragios:   

Se apoya en la borda ausente y se ve desaparecer entre aquello que ha de permanecer, entre todo lo que ya estaba allí.”

Enorme mérito el de Fernando García de la Banda al traducir estos textos tan intransitivos, de tono tan intransferible, de imágenes tan incomunicables.

A la vista del brillante resultado, me imagino el esfuerzo que ha supuesto comunicar el clima irracional, la atmósfera moral y la tensión verbal de estos textos deslumbrantes.

Santos Domínguez

22 mayo 2013

Libre de la tormenta

 Javier Sánchez Menéndez.
Libre de la tormenta.
Isla de Siltolá. Sevilla, 2013.

Viene la claridad por la ventana.

Esa frase, un endecasílabo perfecto en el que resuena la voz de Claudio Rodrìguez, es la primera de Libre de la tormenta, tercera entrega de Fábula, una obra en marcha de Javier Sánchez Menéndez que se organiza en diez libros y publica Isla de Siltolá.

Libre de la tormenta toma su título del comienzo de un verso de Garcilaso y reúne textos y anotaciones recogidos durante más de un cuarto de siglo. Sometidos a un proceso de selección por su unidad de tono o de temas, decantados por el tiempo, son un conjunto de reflexiones sobre la poesía, su lugar en el mundo y su sentido:

Busco en la poesía lo que roba la vida mientras sueño.

Los fragmentos, ordenados entre el Diecinueve y el Diez mil, porque el orden de la vida es impropio del orden de la creación. El caos nos organiza, se suceden en un caos organizado por la palabra y la memoria.

Y en estas páginas se oye la palabra de María Zambrano iluminando los claros del bosque, se ve a Rosales en su casa encendida, a María Kodama en Cádiz o a Guadalupe Grande en La Rábida. Y asistimos a una sucesión de días y estados de ánimo, de estaciones y lugares, de nombres como Sábato y ciudades como Sevilla, del indiscreto crítico rabilargo en un jardín y de JRJ en Fuentepiña.

Y frente al rechazo de los nocilla, los post-post, los cosmo y demás fauna extrapoética, dos presencias constantes, dos nombres que orientan el norte y el sur del mapa poético del autor: Claudio Rodríguez y su búsqueda de la luz en las tinieblas y los poemas nocturnos de un Nicanor Parra intenso y verdadero hacia un amanecer.

Amanece en el parque. Libre de la tormenta, que dijo Garcilaso. Libre de todo rostro que recuerde un poema.

Santos Domínguez

21 mayo 2013

Javier Marías. Tu rostro mañana



Javier Marías.
Tu rostro mañana.
Prólogo de Elide Pittarello.
Apéndice de Javier Marías y Francisco Rico.
Debolsillo. Barcelona, 2013.

Con un excelente prólogo de Elide Pittarello, que analiza con lucidez la obra, y un oportuno apéndice que reproduce el discurso de ingreso en la Academia de la Lengua de Javier Marías –Sobre la dificultad de contar- y la contestación de Francisco Rico, Debolsillo publica en un volumen Tu rostro mañana, un formidable monumento narrativo que seguramente es la novela más completa y ambiciosa del mejor novelista español vivo. 

Jacques o Jaime o Jacobo Deza, el narrador y protagonista que viene de Todas las almas y vertebra el diseño de Tu rostro mañana, es un intérprete de rostros, un personaje que se convierte cada vez más en un traductor de vidas. Ese es su trabajo prospectivo en el grupo dependiente del MI6 británico: prever lo que la gente hará en el futuro, conocer hoy cómo serán sus rostros mañana; saber cómo somos pero, sobre todo, cómo seremos. 

Con la benéfica sombra de Shakespeare planeando sobre el conjunto de la obra (Tu rostro mañana es la traducción de una cita literal de la Segunda parte del Enrique IV), la traición, la doblez, la ambigüedad y la violencia se acaban revelando como el verdadero rostro de los demás. 

No debería uno contar nunca nada -decía el narrador al comienzo de Fiebre, la primera parte de las siete de que consta el ciclo-, ni dar datos ni aportar historias ni hacer que la gente recuerde a seres que jamás han existido ni pisado la tierra o cruzado el mundo, o que sí pasaron pero estaban ya medio a salvo en el tuerto e inseguro olvido.

Hay en ese final de la novela una conversación con Peter Wheeler que va a modificar la frase con la que comenzaba Tu rostro mañana. Aquellas palabras (No debería uno contar nunca nada) se matizan ahora: Uno no debería contar nunca nada… hasta que uno mismo es pasado, hasta su final.

Y en medio, entre una frase y otra, Fiebre, Lanza, Baile, Sueño, Veneno, Sombra y Adiós, las siete partes de una novela en la que el narrador nos ha ido contando todo a lo largo de un proyecto al que Marías dedicó casi nueve años en los que llevó a cabo la idea de que contar es casi siempre un regalo, incluso cuando lleva e inyecta veneno el cuento.

Santos Domínguez

20 mayo 2013

Los últimos años de Casanova

 
Joseph Le Gras y Raoul Vèze.
Los últimos años de Casanova.
Edición de Jaime Rosal.
Memoria mundi. Atalanta. Vilaür, 2013.


En 1773 vuelve a la Serenísima Giacomo Casanova, aquel veneciano que ya se había convertido en la imagen tópica del libertino. Tenía casi cincuenta años y la saturación de experiencias de una vida vertiginosa. Había entrado en una edad en la que la Fortuna desprecia a los hombres. Llevaba a sus espaldas la tristeza por la muerte de algunos amigos y protectores, la muerte reciente de su bella amiga Charlotte, la fatiga del perseguido y la nostalgia del exiliado.

Sobreviviría casi un cuarto de siglo más a los escándalos, las pérdidas y las esperanzas frustradas, entre una sucesión de humillaciones, caídas en desgracia y peticiones lamentables de favores. A una temprana decadencia física se unía la irrelevancia social, el ridículo ante unos jóvenes que empiezan a no tomarle en serio y se ríen de él.

No tardaría en tener que salir de nuevo de Venecia para cumplir un periplo desorientado por Bruselas, París o Viena, hasta instalarse definitivamente en el castillo de Dux como bibliotecario del conde de Waldstein desde 1785. Y allí, lejos ya del mundo, escribió desde 1790 la historia de su vida, uno de los libros centrales del siglo XVIII y el que mejor resume lo que fue la Europa anterior a la Revolución Francesa.

Quien ya no quería ser nada ni nadie escribió aquellas memorias desde el fondo mismo de la desolación, pero sin renunciar a la provocación ni al descaro como última venganza ante un mundo que ya no era el suyo. Y se recordó como el modelo de libertino ilustrado, como el intelectual vitalista y masón encarcelado por el Santo Oficio veneciano, como el aventurero que escapó de la cárcel de Los Plomos en 1755 y recorrió las principales ciudades de Europa. De Venecia a París, de Praga a Dresde o Viena, introdujo la lotería en Francia, se relacionó con Rousseau, discutió con Voltaire y colaboró con Mozart.

Pero la evocación de su vida llega hasta ese momento en que regresa a Venecia. Tal vez porque no sabía o no creía que el relato de la decadencia es tan interesante como la descripción del esplendor, Casanova evita hablar de esos casi veinticinco años en los que mendigó sinecuras ante los poderosos de Venecia y se puso al servicio de la Inquisición veneciana como agente secreto y confidente.

Para paliar ese silencio, en 1929 Joseph Le Gras y Raoul Vèze, dos especialistas en su figura, publicaron Los últimos años de Casanova, una reconstrucción de ese último tramo de su vida en el que Casanova fue un superviviente de sí mismo y escribió el Icosameron, una novela de ciencia ficción sobre una raza subterránea o una carta a Robespierre en ciento veinte folios que han desaparecido.

En una edición cuidada por Jaime Rosal, generosamente ilustrado, acaba de aparecer en la Bibliotheca Casanovensis de Atalanta este complemento imprescindible de la monumental Historia de mi vida que publicó en dos tomos hace cuatro años.

No es igual que un Casanova en primera persona, pero llena el vacío sobre “lo que Casanova no nos contó”, como titula su prólogo Jaime Rosal, y en uno de los apéndices del libro recupera el Compendio de mi vida, que envió a su amiga Cecilia de Roggendorf. Fechada el 17 de noviembre de 1797, es seguramente la última carta que escribió un Casanova al que le quedaban poco más de seis meses de vida. Antes de firmarla como Jacques Casanova, porque la escribió en francés, como su obra mayor, la cerraba con esta orgullosa declaración en latín:

Non erubesco evangelium. (No me avergüenzo de lo dicho.)

Y ese colofón sirve no solo para cerrar la carta, sino para resumir su vida y su literatura en este libro imprescindible para los casanovistas. 

Santos Domínguez


18 mayo 2013

La Transición para adultos




Alfredo Grimaldos.
Claves de la Transición 1973-1986 
(Para adultos).
Península. Barcelona, 2013.

Autor de una imprescindible Historia social del flamenco que también apareció en Península y que ha llegado ya a su tercera edición, y del valiente y silenciado Zaplana, el brazo incorrupto del PP, Alfredo Grimaldos acaba de publicar un análisis crítico y desmitificador de la Transición española con la oportuna e irónica matización Para adultos. 

Y es que nos han contado ese proceso histórico que comienza con el magnicidio de Carrero Blanco y se cierra con el referéndum de la OTAN como si fuéramos prepúberes. 

Lo que pretende un libro como este es contrarrestar el silencio, la ocultación, el olvido y la falsificación del pasado sobre los que se ha construido la imagen oficial de la Transición.

Una imagen que evita hablar de la realidad en su crudeza: desde la ilegimitidad democrática de origen de una monarquía sucesora del franquismo a la configuración del estado criptoconfesional que sigue siendo España, pasando por los últimos crímenes del franquismo, por la represión policial, la persistencia de las togas neofranquistas, la rendición ante una conferencia episcopal que cobra hoy  mucho más dinero que con Franco o con Aznar, la tutela militar o la vigilancia de Estados Unidos para mantener unas estructuras de poder que la Transición maquilla pero no rompe.

Una Transición que no solo evitó la limpieza de las estructuras franquistas, sino que fue controlada y dirigida por políticos como Suárez, Martín Villa, Pío Cabanillas o Gabriel Cisneros que venían directamente de las camisas azules de la dictadura. 

Todo eso se ha disimulado y se ha hecho una mitificación de la mentira a través de una abundante bibliografía que ha tergiversado la realidad y de series televisivas que han reescrito la historia como un cuento para niños.

Casi a la vez que se reedita en un espléndido volumen en Debolsillo Una, grande y libre, con las tiras que Carlos Giménez publicó en El Papus en los años setenta, este libro de Alfredo Grimaldos es un intento de desmentir tanta falsificación edulcorada de unos años en los que el terrorismo de estado produjo más de un centenar de víctimas -de Almería a Vitoria, de Montejurra a Tenerife- entre los militantes de la izquierda y los aparatos represivos franquistas ejercieron su actividad siniestra desde las mismas cloacas del poder y al amparo protector de los magistrados afines a la extrema derecha, que entonces eran casi todos.

La conocida táctica del policía bueno- policía malo, llevada a la política, logró imponer las reglas del juego -reforma frente a ruptura, sistema electoral, redacción de la Constitución- a base del chantaje y la amenaza permanente del golpe militar. El resultado fue esa desvergüenza posibilista que llamó consenso a lo que era una claudicación y pacto a lo que fue una humillante traición.

Y así la Transición acabó engendrando un monstruo en el que se fundían –las palabras son de García Trevijano- el rostro atroz de la tiranía y la cara dura de la ambición clandestina. A ese monstruo se le llamó consenso.

Un antídoto contra la mentira y contra los cuentos para niños.
Luis E. Aldave

17 mayo 2013

Borges. Poesía completa



Jorge Luis Borges.
Poesía completa.
Debolsillo. Barcelona, 2013.


Ser en la vana noche /el que cuenta las sílabas, dejó escrito en uno de los tankas de El oro de los tigres Jorge Luis Borges, cuya Poesía completa acaba de publicar en una asequible edición Debolsillo.

Mi destino es la lengua castellana, decía en uno de sus poemas. Un destino feliz para la lengua y la literatura en español el de esta poesía mayor en la que conviven el pensamiento y la revelación, los espejos y los tigres, los laberintos y las pesadillas, las mitologías escandinavas y la lluvia vespertina en el arrabal de Palermo.

Una poesía poblada por las sombras de la ceguera y las imágenes potentes, por el flujo narrativo del alejandrino o el estremecimiento contenido del soneto. Desde Fervor de Buenos Aires (1923), que contiene entre líneas el germen de su poesía posterior, hasta Los conjurados (1985), con que la culminó asombrosamente, El hacedor, Elogio de la sombra, La moneda de hierro o El oro de los tigres recogen sucesivamente “los diversos o monótonos Borges”- las palabras son del Prólogo que escribió para esta Poesía completa quien murió hace ahora veinticinco años.

Un largo paréntesis de silencio que duró más de treinta años separa sus tres primeros libros de El hacedor, que ya en los años sesenta suponía, más que la recuperación de su poesía, el hallazgo de una voz propia y de un tono personal con el que construye un universo poético irrepetible. Una voz poética que en El otro, el mismo siguió creciendo entre la sombra a la que dedicó su siguiente Elogio de la sombra.

Esos libros marcaron en los años sesenta un antes y un después en la poesía en español, no sólo en la trayectoria poética de Borges, que volvió a brillar en El oro de los tigres, en la plenitud de La rosa profunda y en la prodigiosa madurez de La moneda de hierro, Historia de la noche, La cifra y en esa cima absoluta que es Los conjurados, que muchos de los lectores de Borges celebran como su mejor libro.

Un Borges que, por cierto, no hablaba de sus libros, sino de los poemas que lo componían:

Tres suertes puede correr un libro de versos –escribe en el prólogo-: puede ser adjudicado al olvido, puede no dejar una sola línea pero sí una imagen total del hombre que lo hizo, puede legar a las antologías unos pocos poemas.

Si el tercero fuera mi caso, yo querría sobrevivir en el Poema conjetural, en el Poema de los dones, en Everness, en El Golem y en Límites, uno de sus textos memorables:

De estas calles que ahondan el poniente,
una habrá (no sé cuál) que he recorrido
ya por última vez, indiferente
y sin adivinarlo, sometido

a quien prefija omnipotentes normas
y una secreta y rígida medida
a las sombras, los sueños y las formas
que destejen y tejen esta vida.

Si para todo hay término y hay tasa
y última vez y nunca más y olvido
¿Quién nos dirá de quién, en esta casa,
sin saberlo, nos hemos despedido?

Tras el cristal ya gris la noche cesa
y del alto de libros que una trunca
sombra dilata por la vaga mesa,
alguno habrá que no leeremos nunca.

Hay en el Sur más de un portón gastado
con sus jarrones de mampostería
y tunas, que a mi paso está vedado
como si fuera una litografía.

Para siempre cerraste alguna puerta
y hay un espejo que te aguarda en vano;
la encrucijada te parece abierta
y la vigila, cuadrifonte, Jano.

Hay, entre todas tus memorias, una
que se ha perdido irreparablemente;
no te verán bajar a aquella fuente
ni el blanco sol ni la amarilla luna.

No volverá tu voz a lo que el persa
dijo en su lengua de aves y de rosas,
cuando al ocaso, ante la luz dispersa,
quieras decir inolvidables cosas.

¿Y el incesante Ródano y el lago,
todo ese ayer sobre el cual hoy me inclino?
Tan perdido estará como Cartago
que con fuego y con sal borró el latino.

Creo en el alba oír un atareado
rumor de multitudes que se alejan;
son lo que me ha querido y olvidado;
espacio y tiempo y Borges ya me dejan.

Santos Domínguez

16 mayo 2013

Víctor Botas. Poesía completa


Víctor Botas.
Poesía completa.
Edición y prólogo
de José Luis García Martín.
La Isla de Siltolá. Sevilla, 2012.


Un espléndido volumen, cuidado hasta el mínimo detalle tipográfico, reúne la Poesía completa de Víctor Botas (Oviedo, 1946-1994). Publicado por La Isla de Siltolá como primera entrega de la colección Poesías Completas, con edición y prólogo de José Luis García Martín, el libro recoge quince años de actividad literaria que truncó la muerte prematura del poeta ovetense.

La influencia de los clásicos grecolatinos, junto con el tono, los encabalgamientos y algunos resabios de Borges se conjugan en una poesía singular que desde los titubeos iniciales –esa indecisa pluma que nombra en su primer poema- y los mimetismos borgianos de Las cosas que me acechan, donde brilla el fulgor de algunos versos de cierre (esa tarde, tu ausencia, plata, lodo..., o un rumor crece en mí. Me justifica), deja planteado ya un repertorio de temas que se irán desarrollando con una voz más personal hasta su último libro, el póstumo Las rosas de Babilonia.

El amor, la muerte, la historia personal, la realidad mirada satíricamente son los temas con los que Víctor Botas construye una poesía singular. Breve, intensa, variada o inagotable son algunos de los epítetos con los que José Luis García Martín, responsable de la edición del volumen, caracteriza una obra cuya singularidad reside sobre todo en el tono de voz del poeta.

Un tono de voz que empieza a tener un perfil personal a partir de Prosopon y sobre todo –paradójicamente-a partir de la peculiar reescritura de textos ajenos en Segunda mano. Porque esa es una obra crucial en la trayectoria de Víctor Botas, un libro que va mucho más allá del mero ejercicio de la traducción o la versión, el producto de un filtrado a veces paródico en el que el poeta-traductor presta su voz a los clásicos y los revitaliza en un lenguaje actual. Es un proceso de ósmosis en el que Botas se alimenta de la tradición y devuelve esos textos en su propia voz, cada vez más inconfundible.

Además de la introducción de García Martín -Dejar constancia-, la edición reproduce el prólogo que el propio Víctor Botas escribió en octubre de 1993 para que encabezase la edición de su poesía y el epílogo a Prosopon de Bernardo Delgado, heterónimo de García Martín, que explica el enfoque culturalista de esa poesía como una proyección confesional que incorpora otras voces y otras miradas a la suya a través de esas máscaras griegas a las que alude el título.

A partir de ahí, desde el humor incorporado al culturalismo confesional e intimista de Historia Antigua a la distancia y la ironía autocrítica de Retórica, la potencia de sus giros coloquiales y su tono humorístico se integran con naturalidad en una expresión que debe mucho a la poesía clásica y se mueve entre la sátira y la elegía, entre el epigrama burlón y la tristeza, con los correspondientes cambios de registro y convivencia de niveles lingüísticos.

Una tristeza que traza una línea continua explícita para unir los poemas de distintos libros: así la tarde de la esperanza (“Me dedico / a esperar otra tarde: será nuestra.”) del primer libro es en el poema que abre Prosopon la tarde frustrada de la decepción (vivirás en las páginas que dicen / algo sobre una tarde. (No fue nuestra). Es el amor imposible de Dafne, de la futura amiga inconcebible:  Y no sospecharás que hubo una tarde / en la que fue dictándome un poema.

Entre dos extremos, la hondura elegiaca que alcanza uno de sus momentos más altos en la evocación de su abuelo (G.L.) en Interior con figuras, tercera sección de Prosopon, y la sátira despiadada de algunos textos de Aguas mayores y menores o de Comida de trabajo, hay en la poesía de Vïctor Botas un desgarrón afectivo semejante al que manifiesta la poesía de Quevedo, con quien podría haber escrito a medias este Padre Apolo de Historia Antigua:

 Para ti, pobre imbécil,
tan délfico y profético y tan
vástago de Zeus y qué
sé yo qué
otras cosas; para ti, pobre imbécil,
(insisto: pobre imbécil)
el abrazo de Dafne nunca fue
más que un temblor sombrío de laureles.

Es la cultura vivida y asimilada, alejada del adorno de bisutería del culturalismo más superficial. Con una mezcla de vehemencia y distanciamiento que se sirve por igual de la ironía y del mundo antiguo, la vida y la literatura, la experiencia personal y el simbolismo culturalista, el humor y la amargura vertebran una obra poética que construye un universo literario tan singular y tan auténtico que el tiempo no ha sido capaz de dañarlo.

Un ejemplo, estas Palabras para una despedida que cierran Retórica, el último libro propio que vio publicado Víctor Botas:

El ciego Amor se me posó en los ojos
y te vi como sólo puede él ver a sus hijos:
coronada en la noche de fragantes guirnaldas
y danzando en silencio a la luz de la luna,
en un temblor de sistros que agitaban tus manos.
Tú misma te encargaste de romper el hechizo;
tú misma, tú, esa magia, ese encanto, los dones
que el azar impasible así nos ofrecía,
como quien te regala sin motivo una rosa.
Y el dios loco escapó: huyó espantado y solo,
hacia alguna otra parte, los párpados sellados.
He aquí tu grandeza, tu miseria, tu sino.
Tu victoria también sobre un dios inocente:
durante un breve tiempo las divinas miradas
se fijaron en ti y me fueron dictando
cosas que están aquí, que aquí se quedan —quietas—
y me salvan de ser tan sólo un pobre imbécil,
y a ti (no, no es necesario que me agradezcas nada)
de ser sombra y ser polvo y ser nadie y olvido.

Santos Domínguez

15 mayo 2013

Consolo. La herida de abril



Vincenzo Consolo.
La herida de abril.
Introducción, traducción y notas 
de Miguel Ángel Cuevas.
Ediciones Traspiés. Granada, 2013.

De los primeros dos años que pasé viajando me queda la carretera enroscada como una cinta, que puedo desenrollar: ver otra vez las revueltas, las zanjas, los montones de grava alquitranada, la cruz de hierro pasionista; notar de nuevo el sol en el muslo, el olor a chotuno, la rueda que se desinfla, la naftalina que emana de las ropas. La escuela apenas la recuerdo. Pero sí la camioneta, la preñavieja, como decía Bitto, ya que, tan machacada, era un milagro que llevara gente. Además que los mejores ratos los pasé con ella: al amanecer, en la plaza del pueblo, esperando a los pasajeros —enfermos con la almohada y la manta de la cama, diligencieros, propietarios que tenían asuntos en el Registro o en el Catastro, gente que se quedaba en la marina o que tomaba el directo para Messina-, y luego, en la estación, donde enlazaba con el rápido de las dos y media.

Así comienza La herida de abril de Vincenzo Consolo, en la traducción de Miguel Ángel Cuevas que publican las granadinas Ediciones Traspiés.

Fue la primera novela de un autor fundamental en la narrativa italiana de la segunda mitad del XX y desde su aparición en 1963 no se había traducido al español hasta ahora.

Significativamente, su título está emparentado con un conocido verso de Eliot –abril es el mes más cruel- recreado por el poeta Basilio Reale, amigo de Consolo –tras el alto muro del patio / siento la herida de abril.

Y es que, como en otros relatos de Consolo, en muchos momentos de esta espléndida novela el tono poético convive con una narratividad intensa y con el registro dialectal de la Sicilia que constituye el paisaje vital y literario del autor.

Esa cadencia poética se suma en La herida de abril a un atento oído neorrealista que le sirve a Consolo para reconstruir los diálogos con verosimilitud creíble, de manera que en la novela coexisten con naturalidad la altura literaria de las descripciones y el registro conversacional de los coloquios vivísimos que articulan el esqueleto narrativo del texto.

Entre la crónica sentimental y el poema en prosa, entre una ironía sentimental que recuerda al mejor Fellini y una mirada crítica que evoca al Pasolini más descarnado, La herida de abril -ambientada en 1948 en la Sicilia de la inmediata posguerra- ordena con la lógica fragmentaria de los recuerdos adolescentes y autobiográficos una secuencia torrencial en la que el campo, las clases del Instituto, el despertar de la sexualidad, el recuerdo de un tornado, la masacre de Portella en una manifestación obrera el uno de mayo, la playa, las veredas solitarias o un río desbocado construyen un relato de formación, de descubrimiento del mundo, de aprendizaje de sus reglas y de experiencia de sus heridas emocionales.

Con esta edición se repara la lamentable carencia de que no se hubiera editado hasta ahora en castellano. Nada raro, por otro lado, porque traducir a Consolo es una tarea exigente, aunque gratificante, porque La herida de abril es una de esas novelas que se leen dos veces seguidas, porque el lector sabe casi desde el principio que la segunda lectura va a ser aún más placentera.

Santos Domínguez

13 mayo 2013

Elisa Martín Ortega. El lugar de la palabra

Elisa Martín Ortega.
El lugar de la palabra.
Ensayo sobre Cábala y poesía contemporánea.
Cálamo. Palencia, 2013.

Lo que deriva del pórtico es la tradición hebrea que pone en relación dos cosas, escribe Juan Carlos Mestre en Cábala, uno de los poemas que forman parte de La bicicleta del panadero, que acaba de recibir el Premio de la Crítica al mejor libro de poesía de 2012.

A esa tradición cabalística responde la misma esencia simbólica de la imagen y la metáfora, una clave fundamental de la poesía de Mestre y de otros autores como Jorge Luis Borges, Juan Eduardo Cirlot, Juan Gelman, Clarisse Nicoïdski y José Ángel Valente, a los que Elisa Martín Ortega se acercó en una tesis doctoral con la que exploró la relación entre Cábala y poesía.

Con la excepción de lo referente a Cirlot, El lugar de la palabra. Ensayo sobre Cábala y poesía contemporánea, que acaba de aparecer en Cálamo, reproduce ese estudio, del que Elisa Martín Ortega dice en la introducción:

La Cábala y la poesía constituyen, en un sentido estricto, universos paralelos. No se enfrentan ni compiten en saber o en belleza porquesu razón de existir y sus  propios fines son distantes, diversos. La historia de ambas tradiciones se ha desarrollado de forma independiente, casi sin mirarse la una a la otra: sin controversias ni confesiones conjuntas.

Con ese planteamiento inicial, este libro es una incursión en la que la autora reúne inteligencia crítica y sensibilidad literaria para explorar los lugares de encuentro del discurso cabalístico y la  expresión poética a través del análisis de la creación poética contemporánea a la luz del pensamiento cabalístico.

Imaginación, creación metafórica, entrada en lo oscuro, esfuerzo de expresión de lo inefable, penetración en lo secreto... Esos son algunos de los vínculos entre la poesía y la Cábala en la obra poética de Borges y Gelman y en la obra total de Valente para aventurar una teoría del lenguaje poético que Elisa Martín Ortega resume en estos términos:

La hipótesis principal es que la Cábala comparte con la poesía una determinada visión del lenguaje, de la escritura y de la creación en su sentido amplio; y que ofrece una forma de acercarse a los textos (unos procedimientos hermenéuticos) de gran utilidad en la reflexión poética.

Porque, como explica Elisa Martín Ortega, hay una evidente confluencia de los universos paralelos de la mística judía y la poesía contemporánea en su aspiración común a construir un sistema expresivo que tiene como objetivo central la manifestación de lo inefable, aunque también hay tendencias centrípetas que separan finalmente la trascendencia religiosa del abismo poético.

A través de tres niveles interpretativos –el análisis de la Cábala, la generación de una teoría del lenguaje poético a partir del pensamiento cabalístico y la recepción  de estos métodos de conocimiento en esos poetas principales y en Clarisse Nicoïdski -novelista en francés, poeta en castellano- se explora en la obra fundamental de tres poetas relevantes del dominio hispánico la importancia del método simbólico, la nada como espacio de encuentro o la lengua como origen –en el principio, el verbo- y como lugar de exilio.

Un hondo estudio que permite delimitar el lugar de la palabra, la influencia del método cabalístico en el proceso poético como fuente de inspiración y de reflexión sobre la creación literaria, sobre el misterio de lo insondable, sobre la pérdida y la muerte, para concluir con este espléndido párrafo, con el que Elisa Martín Ortega cierra El lugar de la palabra:

Los poetas estudiados vagan en busca de esa plenitud de lo incompleto. ¿Pues cuál es el destino de las palabras, sino el ser bañadas en el agua tibia, esperar a que se abran como flores y derramen su gusto en el jardín que compartimos? Las palabras callan memoria y porvenir. El poeta las palpa, las escucha: sus ojos las guardan con cuidado. Y es en este mirar donde surge lo no dicho: donde una lengua titubeante, envuelta entre la niebla, canta a la belleza esperando que así aflore algo de lo que ella esconde. El paraíso no es ya un lugar remoto, ni una promesa inexistente, sino la puerta siempre a la vista de un jardín encantado, ciertamente perdido, pero no por ello menos verdadero.

Santos Domínguez