30 junio 2010

Equipaje de vacaciones 2. Memoria y viajes


Ramón Gaya.
Obra completa.
Edición de Nigel Dennis
e Isabel Verdejo.
Prólogo de Tomás Segovia.
Pre-Textos. Valencia, 2010.

En su Biblioteca de Clásicos Contemporáneos, Pre-Textos reúne en un amplio y cuidado volumen la totalidad de los escritos de Ramón Gaya, salvo su correspondencia, a la que se dedicará un segundo tomo. Están aquí la memoria personal de Ramón Gaya, que se definía a sí mismo como un pintor que escribe, la memoria colectiva del 27, el 36 y el exilio en unas páginas que ofrecen una suma de experiencias e ideas sobre la pintura, la literatura y la creación. Títulos como El sentimiento de la pintura, Velázquez, pájaro solitario, Cuaderno de viaje, Diario de un pintor, además de sus poemas y las reflexiones sobre la República y la Guerra civil reflejan una vinculación ejemplar entre vida y obra, entre ética y estética en la prosa de un artista que se entendió siempre mejor con los escritores que con los pintores y que deja aquí su ideario artístico y vital, su concepto del arte y su visión del mundo. Una escritura que, como señala Tomás Segovia en su prólogo, no es un complemento de su creación plástica, sino otra de sus caras.



Blas Matamoro.
Novela familiar.
El universo privado del escritor.

Páginas de Espuma. Madrid, 2010.

Más de trescientos escritores son objeto de otros tantos acercamientos microbiográficos a su intrahistoria personal y familiar. Más de trescientos microensayos que describen la antropología del escritor y se leen casi como un libro de microrrelatos, como capítulos de esta Novela familiar, con la que Blas Matamoro obtuvo el III Premio de Ensayo Ciudad de Málaga. Sus relatos biográficos se acercan al universo privado del escritor y trazan un panorama general que abarca diversas épocas y varias literaturas y explora la complicada relación entre obra y biografía, entre escritura y carácter, entre ética y estética, entre lo público y lo privado.


Javier Marías.
Salvajes y sentimentales.
Alfaguara. Madrid, 2010.

La edición ampliada de Salvajes y sentimentales incorpora treinta artículos nuevos respecto de la anterior, del año 2000. Con selección y prólogo de Paul Ingendaay, corresponsal de cultura del Frankfurter Allgemeine Zeitung, se reúnen en este volumen los artículos de Javier Marías sobre el fútbol, una recuperación semanal de la infancia, como explica el artículo inicial, una escenificación de la épica o una metáfora de la sociedad que se analiza en el artículo final, Los matones protegidos, de este mismo año. En sus páginas, rápidas y vistosas como un regate, brilla el articulista incisivo como un delantero centro, demoledor como un central de los de antes, inteligente como un centrocampista cerebral. Y el latido de un corazón tan blanco, que ve como síntoma alarmante que ya no odien a su equipo, escribe sobre el estrabismo de los semidioses o evoca ese álbum de los cabezudos que se reproduce en la portada del libro.



Paul Theroux.
Las columnas de Hércules.
Traducción de Alejandra Devoto.
Punto de Lectura. Madrid, 2010.


De una columna de Hércules a otra por el camino más largo. Casi un viaje circular que comienza en Gibraltar, bordea el Mediterráneo hasta Siria y regresa por el Norte de África hasta Tánger, enfrente de donde había comenzado el viaje. Un viaje que Theroux hace con más de cincuenta años, con mucha prevención y demasiados prejuicios en la mochila. Porque es necesario alcanzar cierta edad para apreciar las sutilezas del Mediterráneo, un mar interior cuya línea costera determina el itinerario. En las dos orillas del estrecho, entre dos mares, estaban Las Columnas de Hércules que evoca Paul Theroux para titular este espléndido libro que es más que un recorrido por España, la Costa Azul, las islas griegas, Italia, Croacia, Albania, Estambul, Alejandría y El Cairo. Es también un recorrido por la cultura hecha vida, el relato de los encuentros con Naguib Mahfuz y Paul Bowles, y una reflexión sobre escritores como Nabokov, Joyce, Hemingway o D.H. Lawrence, que alguna vez llegaron a las orillas de un mar que define toda una civilización y una forma de entender la vida.




George W. Williams, Roger Casement,
A. Conan Doyle y Mark Twain.
La tragedia del Congo.
Ediciones del Viento. La Coruña, 2010.

Un viaje al corazón de las tinieblas, al horror de aquel Congo Belga en el que Leopoldo II instauró un régimen de terror que exterminó a diez millones de personas. Antes y después de que Conrad publicara su memorable novela en 1902, estas cuatro voces denunciaron con energía los crímenes de aquel sistema colonial. Ediciones del Viento pone por vez primera en castellano cuatro denuncias del exterminio. Una carta abierta que G. W. Williams dirigió en 1890 al rey Leopoldo, el Informe general de Roger Casement, acompañado de espeluznantes testimonios gráficos, un texto de Conan Doyle que define el crimen del Congo como el más grande de la historia de la humanidad y El Soliloquio del Rey Leopoldo, una demoledora caricatura escrita por Mark Twain. Cuatro testimonios que reflejan la enorme crueldad de un episodio vergonzoso de la historia contemporánea cuyas consecuencias son visibles aún hoy en aquel continente.



Vita Sackville-West.
Pasajera a Teherán.

Traducción de Carlos Mayor.
Minúscula. Barcelona, 2010.

La figura de Vita Sackville-West inspiró el personaje de Orlando, de Virginia Woolf. Más que amiga, fue la primera que leyó el manuscrito de este Pasajera a Teherán, que Minúscula publica en su colección Paisajes narrados. Vita relata en sus nueve capítulos su viaje a Teherán, donde su marido tenía una cargo diplomático en la legación británica. No había querido instalarse allí con él, pero lo visitó dos veces. Y este libro contiene la narración de esos dos viajes. Pasajera a Teherán, que da título al volumen, se centra en un viaje de 1926, y Doce días es el relato del viaje que hizo por Persia. Por el Nilo hasta el Valle de los Reyes y Luxor, de la India al Golfo Pérsico hasta Bagdad, y de ahí a Teherán. Lo mejor de todo, el sexto capítulo, hacia Isfahán, donde el descubrimiento de otra luz, de otra dimensión del espacio y del tiempo, de otra forma de entender la vida, permiten que brille la capacidad descriptiva de Vita Sackville-West.




Guía literaria de Roma.
Prólogo y selección de Iria Rebolo.
Ático de los Libros. Barcelona, 2010.

Una guía de Roma de la mano de dieciséis escritores de todas las épocas que viajaron a la ciudad para fundir en sus textos la vida, el arte y la literatura. Desde la descripción que hace Estrabón de la grandeza de Roma en la época de Augusto hasta las impresiones de Rilke en 1903. En medio, las reflexiones de Montaigne ante las ruinas de la ciudad abierta, Goethe y la espectacularidad de lo grandioso, un paseo de Chateaubriand bajo la luna, el síndrome de Stendhal, un Shelley conmovido por la belleza y el misterio, el desierto desolado de la decadencia que ve Dickens o la admiración de Henry James en sus horas italianas. La edición de Iria Rebolo se enriquece con los excelentes grabados de tres artistas italianos del XVIII (Vasi, Piranesi y Rossini) que entre la melancolía y el claroscuro ofrecen una visión complementaria de la que transmiten con sus palabras aquellos escritores viajeros. Un bellísimo cuaderno de viajes escrito por unos guías irrepetibles.



Gustave Flaubert.
Egipto.Viaje a Oriente.
Traducción e introducción
de Lola Bermúdez Medina.
Cabaret Voltaire. Barcelona, 2010.

Con 71 espléndidas fotografías de Maxime Du Camp y un esclarecedor prólogo de la traductora, Cabaret Voltaire publica Egipto, la primera parte del diario que Gustave Flaubert escribió en su viaje a Oriente. Ver y escribir titula significativamente su introducción Lola Bermúdez Medina. Porque a través de la palabra del novelista y de la mirada del amigo fotógrafo que le acompañaba en ese viaje, el lector entra en Alejandría y El Cairo, recorre el Nilo hasta la segunda catarata y visita los ruinosos templos, en una travesía que durará cuatro meses y medio y que terminó el 2 de julio de 1860, hace ahora un siglo y medio justo.




Santos Domínguez

29 junio 2010

Equipaje de vacaciones 1. Narrativa y poesía


William Butler Yeats.
Poesías reunidas.
Traducción de Antonio Rivero Taravillo.
Pre-Textos. Valencia, 2010.

El irlandés W. B. Yeats (1865-1939) es uno de los poetas imprescindibles del siglo XX y sin embargo su obra no se había traducido íntegramente al castellano hasta ahora. Existían traducciones de libros sueltos y antologías, versiones parciales de textos aislados que propusieron Juan Ramón, Cernuda, Jorge Guillén o Marià Manent, pero no una edición de su poesía completa. La traducción que Antonio Rivero Taravillo ha preparado para Pre-Textos consigue preservar la musicalidad del original y reflejar la variedad de metros y sones en la poesía de Yeats. Es uno de los grandes esfuerzos editoriales del año y una aportación que pone al alcance del lector en español una obra fundamental, una poesía que plantea un peculiar diálogo entre el poeta y el mundo. Conviven en ella lo autobiográfico y lo visionario, la expansión y la contención, lo local y lo universal, y el tono confesional cohabita con la alucinada voz del bardo o del oráculo. Probablemente la poesía contemporánea sería distinta, y peor, si W.B. Yeats no hubiera escrito algunos poemas esenciales como Bizancio o Un aviador irlandés prevé su muerte, que fundan una nueva manera de entender la poesía.


Manuel Altolaguirre.
Versos originales.
(Antología poética).
Estudio introductorio y selección
de Rosa Romojaro.
Renacimiento. Sevilla, 2010.

Un extenso y profundo estudio (Poética de la vida y poética de la poesía) abre la antología poética de Manuel Altolaguirre que ha preparado Rosa Romojaro para Renacimiento. Versos originales propone un amplio recorrido por la obra del malagueño a través de una selección representativa de su mundo poético. Entre la primera edición de Las islas invitadas (1926) y los Poemas en América (1955), diez libros que reflejan una trayectoria que integró poesía y vida a lo largo de más de tres décadas en las que Altolaguirre pasó de una mirada exterior integrada en la naturaleza a la interiorización conceptual. El agua y el espejo, la soledad y el tiempo, la naturaleza y la metáfora, la memoria y el árbol son los ejes de un poesía marcada por la dualidad entre lo objetivo y lo subjetivo, entre lo culto y lo popular, entre el cielo y el mar.



Guadalupe Grande.
Hotel para erizos.
Calambur Poesía. Madrid, 2010.

Como en las viejas mitologías y en los relatos orales, siete años ha empleado Guadalupe Grande en construir este Hotel para erizos que lleva dentro las variaciones de Mapas de cera. En sus versos libres laten palabras desveladas, insistentes como un recitativo o una pesadilla, reveladoras como una alucinación, implacables como la conciencia. Son las palabras de una poeta que mira desde sus páginas más acá de la memoria y más allá de los límites de lo visible para deletrear el mapa de la otra orilla, esa que sólo exploran quienes practican la ambición de la escritura como salvación y penitencia, como conocimiento y perplejidad: la brújula imantada por la tinta invisible con que se escribe este poema borrado.




Henry James.
La protesta.
Traducción de Pablo Sauras
Narrativas del Olivo Azul. Córdoba, 2010.


Fue la última novela que publicó Henry James. Su origen está en un texto teatral, lo que explica la agilidad de los diálogos y la fluidez de la acción. Pero está aquí también el narrador minucioso en las descripciones y sutil en el análisis sicológico de los personajes. La protesta es una refinada novela de interiores que aunque apareció hace casi un siglo, en 1911, y muestra a un James en estado puro, no se había traducido hasta ahora al castellano. La traducción que ha hecho Pablo Sauras para Narrativas del Olivo Azul ha sabido mantener la atractiva elegancia de la prosa de Henry James.


Varlam Shalámov.
Relatos de Kolimá.
III. El artista de la pala.
Traducción de Ricardo San Vicente.
Minúscula. Barcelona, 2010.

La pared se balanceó, y una conocida y dulzona sensación de náusea inundó mi garganta. La cerilla quemada en el suelo pasó flotando por milésima vez ante mis ojos. Alargué la mano para agarrar aquella inoportuna cerilla, pero desapareció; dejé de ver. Con esas frases comienza El artista de la pala. Es el tercero de los seis volúmenes que constituyen los Relatos de Kolimá de Varlam Shalámov, que Minúscula está editando en su totalidad. El infierno blanco de Kolimá, en Siberia, el paisaje de la taiga, los sufrimientos en los campos de trabajo, la injusticia, el dolor y la aniquilación a través de una sobrecogedora mirada en primera persona a la experiencia destructiva de los campos de concentración estalinistas.

Stanislaw Lem.
Magnitud imaginaria.
Traducción de Jadwiga Maurizio.
Introducción de Roberto Valencia.
Impedimenta. Madrid , 2010.

Impedimenta publica el segundo tomo de la trilogía fantástica que Stanislaw Lem tituló Biblioteca del siglo XXI. Tras las reseñas de libros imaginarios de Vacío perfecto, el primer volumen, Lem escribe en Magnitud imaginaria cuatro prólogos a cuatro obras que no existen. Entre la ironía y la reflexión, las portadas y los cuatro textos introductorios de Necrobias, del pornógrafo Cezary Strzbisz; La Erúntica, de Reginald Gulliver, que enseñó a las bacterias la lengua inglesa; una Historia de la literatura bítica, del profesor Rambellais, en cinco volúmenes que recogen la creación literaria de las computadoras, y la Extelopedia Vestrand en 44 Magnetomos, con un espectacular y divertido pliego de muestra gratis. La imaginación rigurosa con la que Lem explora, como recuerda Roberto Valencia en su introducción, “la terrible vastedad de todas las cosas”.



Vampiros.
Edición y prólogos de Jacobo Siruela.
Atalanta Ars Brevis. Gerona, 2010.

En Vampiros, Jacobo Siruela propone y prologa una selección de dieciocho textos sobre la tempestuosa belleza del terror que exaltó Shelley y que encarnan estas criaturas híbridas de imaginación y zoología que están a medio camino entre el relato folclórico y el inconsciente colectivo. Tras un prólogo sobre la genealogía del vampiro y su morfología literaria, sobre el deseo de inmortalidad en la historia y su tratamiento literario, esta antología abarca los siglos XIX y XX. Se inicia con un relato de Tieck (No despertéis a los muertos, 1800) y se cierra con las Páginas del diario de una joven (1975), de Robert Aickman. En medio, de Polidori a Stoker, de Poe a Gautier, un espléndido conjunto de textos e ilustraciones que completan, con el enfoque plástico de la pintura, el grabado o el cine, esta inquietante mirada sobre una pesadilla constantemente actualizada.



Patricia Esteban Erlés.
Azul ruso.
Páginas de Espuma. Madrid, 2010.

La metaliteratura y la experiencia, la imaginación y la mirada, el sueño y la realidad conviven en los trece cuentos de Azul ruso, de Patricia Esteban Erlés. Trece historias intensas, breves y tristes que se desarrollan en un edificio de Praga habitado por personajes marcados por la limitación física o el desorden emocional. En los doce pisos del número doce de la calle Klementina, la atmósfera azul del frío y la tristeza, con doce gatos y el inquietante animal de raza azul ruso que mira desde el cuento central que da título al libro. En él, la borgiana Emma Zunz transforma en gatos a los hombres que cruzan la puerta del edificio.



John Irving.
La última noche en Twisted River.
Traducción de Carlos Milla Soler.
Círculo de Lectores. Barcelona, 2010

La última novela de John Irving (New Hampshire, 1942) vuelve a revelar la destreza narrativa de uno de los autores más leídos de la literatura norteamericana actual. Entre 1954 y 2005 transcurre esta obra, una narración itinerante que se articula en seis partes y se desarrolla en diversos lugares y paisajes. Desde el New Hampshire familiar de las novelas de Irving hasta Ontario, una historia con secretos y persecuciones. Y unos personajes que huyen del pasado y de sí mismos y establecen una oscura red de relaciones en las que el azar, el destino y la sorpresa cumplen un papel determinante en la peripecia de la novela, que es también un recorrido por la historia de los Estados Unidos en este último medio siglo. Quienes conozcan El mundo según Garp, Una mujer difícil o La cuarta mano tienen en La última noche en Twisted River una nueva oportunidad de renovar su admiración por John Irving.




Guillermo Cabrera Infante.
Tres tristes tigres.
Edición de Nivia Montenegro
y Enrico Mario Santí.

Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2010.

Es una de las obras imprescindibles del boom de la novela latinoamericana. Tres tristes tigres se publicó en 1967, el mismo año que Cien años de soledad, es una recreación de La Habana nocturna de 1958, el último año de Batista. Pero es sobre todo, desde el título, una fiesta del lenguaje, una celebración lúdica de la palabra, una explosiva construcción verbal, que Cabrera Infante define como “una galería de voces, casi un museo del habla cubana, en la que generaciones por venir podrían oír hablar a sus ancestros.” La espléndida edición de Cátedra Letras Hispánicas restituye los veintidós cortes de la censura franquista y explica a pie de página las peculiaridades léxicas de esta novela que Cabrera Infante escribió en cubano. Una experiencia de lectura inolvidable.

Joseph Roth.
Izquierda y derecha.
Traducción de
Sandra Chaparro Martínez.
Barataria. Sevilla, 2010.

Un escritor -Joseph Roth- y un pintor -Georges Grosz- nos han dejado la mejor crónica del fin de una época: el desplome de la república de Weimar y la Mitteleuropa de entreguerras. Ellos firman desde la pintura y desde la literatura el testimonio de la degradación moral de la sociedad centroeuropea. Ambos abandonaron el expresionismo para integrarse en la nueva objetividad, una actitud con la que se daba respuesta a la disolución de un mundo arrasado por las consecuencias de la Gran Guerra y con el horizonte amenazador del nazismo como salida. Izquierda y derecha, una novela de 1929 que publica Barataria en una nueva traducción, es uno de los mejores cuadros de aquella Alemania convulsa y explosiva. Como en la pintura de Grosz, los personajes de Roth (los hermanos Berheim y el lúcido Nikolai Brandeis) son la reveladora representación social y ética de un mundo en crisis. Publicada un año antes que Job, una de sus obras más celebradas, en Izquierda y derecha está ya el Joseph Roth consciente de lo que le rodeaba y más brillante a la hora de expresarlo, con inteligencia y sin esperanza.


Santos Domínguez

28 junio 2010

Memorias de ultratumba

François René de Chateaubriand. 
Memorias de ultratumba. 
Traducción, introducción y notas 
de José Antonio Millán Alba. 
Cátedra. Bibliotheca AVREA. Madrid, 2010.


Desde un castillo en la Bretaña francesa hasta Praga pasando por el exilio en Londres, desde el Antiguo régimen hasta la restauración de la monarquía pasando por la revolución francesa, el Terror de 1793 y el bonapartismo, las Memorias de ultratumba son la crónica de un cambio de siglo crucial en la historia de Europa. 

 Chateaubriand (1768-1848), padre del Romanticismo francés y apóstol de la antimodernidad, reflejó en ellas no sólo esas transformaciones, sino su propia perplejidad ante el final de un mundo y el inicio de otra época. Se movió entre dos aguas, la del pasado feudal y aristocrático y la modernidad burguesa. Y lo hizo asumiendo las contradicciones entre sus ideales rousseaunianos y su actividad contrarrevolucionaria, llena de resabios feudales y prejuicios de clase. 

 Intentó superar esa contradicción situándose en la distancia de la otra orilla, la de estas Memorias de ultratumba que publica en su integridad Cátedra Aurea con traducción, introducción y notas de José Antonio Millán Alba. Con ellas, Chateaubriand, sobrepasado antes por el cambio histórico que por el tiempo biológico, escribió la elegía por el fin de una sociedad, una cultura y una política y se convirtió en el profeta de la secta de los antimodernos. 

 Redactó sus 44 libros a lo largo de treinta años, entre 1811 y 1841, entre la poesía y el terror, como tituló Marc Fumaroli un estudio sobre Chateaubriand. Y en ellas la perspectiva histórica se superpone al testimonio autobiográfico, de manera que hay una constante interrelación de su historia personal y de la historia de Francia, de memoria y presente, de lo individual y lo universal. 

Por eso, las Memorias de ultratumba exceden el límite temporal de la autobiografía y abarcan un siglo de historia y completan una epopeya de la modernidad escrita por un antimoderno, de la que, con menos talento literario, formaron parte escritores como De Maistre y Bonald. 

 Así se van sucediendo las referencias a la infancia y la adolescencia en Bretaña y el recuerdo de la Revolución de 1789, la experiencia del soldado contrarrevolucionario, el exiliado en Londres y el viajero por Oriente, el escritor y el político, la vida de Napoleón y la caída de la restaurada monarquía borbónica hasta completar un resumen de su pensamiento y un análisis de la nueva Europa que se estaba diseñando vista desde la perspectiva de quien se sentía fuera de lugar en el nuevo tiempo histórico. 

 Por encima de la diversidad de tiempos, espacios y temas, las Memorias de ultratumba reflejan una intensa unidad narrativa y se someten a un diseño general revisado y reelaborado en varias ocasiones como una febril obra en marcha, con una tensión entre historia e individuo, entre presente y pasado semejante a la que se produce en ellas de cruce de novela y ensayo. 

 Con la actitud victimista y desorientada que caracteriza a la melancolía romántica, fiel al modelo del héroe maltratado por el destino adverso, Chateaubriand hace desfilar por el mundo y por su mundo las jornadas revolucionarias y la figura de Dante, Dios y la muerte, el exilio y las traiciones, la imaginación y las conspiraciones, las cataratas del Niágara y Napoleón, los Borbones y los canónigos de Würzburg, Praga y Cádiz, el cólera y la vida en París. 

  El Louvre de la literatura llamó Francis Ponge a estas Memorias que sirvieron de ejemplo a Proust en su recuperación del tiempo perdido y que llevaba inverosímilmente Maqroll el Gaviero en sus viajes, más por la simpatía de Mutis que por el escaso gusto lector del personaje.
Santos Domínguez

25 junio 2010

El siglo del arte nuevo


Historia de la literatura española.
Volumen 3.
El siglo del arte nuevo (1598-1691)
.
Pedro Ruiz Pérez.
Editorial Crítica. Madrid, 2010.

Entre un primer 98 -marcado por la muerte de Felipe II y la Arcadia de Lope de Vega, que clausuraba la narrativa renacentista pastoril- y la muerte de sor Juana Inés de la Cruz, que en 1691 escribe en su Respuesta a Sor Filotea su autobiografía literaria, centra Pedro Ruiz Pérez El siglo del arte nuevo, tercer tomo de la Historia de la literatura española dirigida por José-Carlos Mainer y publicada por la Editorial Crítica.

Como el resto de los volúmenes que forman parte del proyecto, El siglo del arte nuevo no se limita a escribir una historia literaria actualizada que habla de períodos, corrientes y obras, sino que se fija también en cuestiones fundamentales como el papel del escritor, las formas de transmisión de la obra literaria o las siempre problemáticas relaciones entre la literatura y el poder.

En un bloque inicial (Teatro de novedades) se aborda el contexto histórico en el que surge el Barroco, una edad conflictiva en un mundo de apariencias y desengaños, los escenarios ideológicos o el carácter urbano de la cultura contrarreformista, el papel de la imprenta, la novedad del arte como recreación ingeniosa o el papel del público lector, oyente o espectador.

Un segundo apartado se acerca a la república literaria, al mundo del creador, analiza el papel de la censura, el control de la autoridad y la autoría, las competencias y las rivalidades entre los escritores.

Los viajes del Parnaso, la tercera sección del libro, es la más parecida a una historia literaria. A través de los autores, las obras y los géneros se describe en ella la evolución de la literatura barroca, desde la innovación inicial a la deriva final pasando por el esplendor que vivieron sus diversas manifestaciones genéricas.

Finalmente, una amplia selección de textos de apoyo recoge, además de significativos fragmentos literarios, documentos de carácter historiográfico, sociológico, ideológico o estético que iluminan el contexto del que surge la literatura del XVII y manifiestan la importancia de la religión, las ideas literarias y las claves temáticas de la época, las diversiones, fiestas y espectáculos, la poética y la metapoética, los intereses ideológicos y las preocupaciones morales de los intelectuales, los juicios críticos o las polémicas entre escritores.

En conjunto, El siglo del arte nuevo propone un análisis más propio de la monografía que del manual a través de una mirada renovadora y actualizada sobre aquella época de retraimiento y desintegración del imperio español, sobre una cultura que pierde en el aislamiento tridentino su dimensión europea y se somete a un poder religioso que acabó contaminando de doctrina y envenenando de moral católica todas las manifestaciones culturales y enlutando la vida social con los negros ropones clericales.

La manipulación ideológica que destilan las obras teatrales de Lope y de Calderón, el concepto de la honra como cimiento de la estructura social, el engaño a los ojos y la vida como espectáculo y como apariencia, como teatro de comportamientos, el desengaño del discreto, la máquina teatral y la pirotecnica verbal, los juegos caligramáticos y los jeroglíficos son algunas de las claves que se dilucidan en las abundantes páginas de este volumen, que incorpora, como todos los de la serie, un cuadernillo central con esclarecedoras ilustraciones.

Santos Domínguez

23 junio 2010

Harold Bloom. El canon del ensayo

Harold Bloom.
Ensayistas y profetas.
El canon del ensayo.
Traducción de Amelia Pérez de Villar.
Páginas de Espuma. Madrid, 2010.

Un ensayo sobre el ensayo. Lúcido y polémico, Harold Bloom traza en Ensayistas y profetas (Páginas de Espuma) un canon del ensayo en veinte capítulos. Veinte meditaciones sobre quienes hicieron de la meditación y el pensamiento el objeto de su literatura. Con precedentes en los profetas bíblicos, el género del ensayo, fundado y bautizado por Montaigne, tiene un componente sapiencial y visionario que Bloom rastrea en Pascal, Rousseau, Samuel Johnson, Kierkegaard, Emerson, Hazlitt, Nietzsche, Freud o Huxley. Hasta llegar a la problemática contemporaneidad del existencialismo de Sartre y Camus, el autor de El canon occidental dialoga con sus maestros en la crítica a través de veinte retratos en unas páginas por las que pasean otros nombres esenciales como Boswell, Carlyle o Thoreau.

Veinte retratos que son a la vez veinte análisis de un pensamiento múltiple que construye la modernidad: un Montaigne precursor de Hamlet, porque como él, cambia porque lee lo que escribe; un Pascal que simultaneaba su doble capacidad de ofender y edificar; Samuel Johnson, el mayor crítico de la historia cultural de Occidente, el prototipo del sabio; Rousseau y su sensibilidad atormentada en las Confesiones, eslabón entre Montaigne y Freud; Boswell, creador del modelo de biografía total con su Vida de Samuel Johnson; Hazlitt y su poética del poder a través del análisis de Shakespeare; Carlyle, que con sombrío optimismo dejó escrito que la historia es un texto ilegible; Emerson, un profeta literario que hizo de sí mismo el tema esencial de su obra; Kierkegaard, padre legítimo de Kafka; Thoreau, un Montaigne de todo lo que está fuera, un profeta del ecologismo; Ruskin, un crítico trágico e innovador a partes iguales; Walter Pater, solipsista y cándido defensor de la dignidad del arte; Nietzsche, que se dio cuenta de las implicaciones de la poesía en el conocimiento; Freud y su simplificación reduccionista en la interpretación de los sueños; un Huxley visionario, mejor ensayista que narrador; Sartre y su obsesión con la conciencia o el admirable moralista que fue Camus, heredero de una larga tradición racionalista.

Con esos nombres y su polémica lucidez crítica, Bloom compone un panorama significativo de la evolución del ensayo, de la variedad de enfoques que admite el género y de su determinante aportación para construir la mentalidad moderna y el análisis contemporáneo de la realidad.

Santos Domínguez


21 junio 2010

Josep Pla. Notas y dietarios



Josep Pla.
Notas y dietarios.
Prólogo de Carles Casajuana.
Traducción de Dionisio Ridruejo,
Gloria de Ros y Xavier Pericay.
BackList Selectos. Barcelona, 2008.

¿Por qué continuamos leyendo a Josep Pla?, se pregunta Carles Casajuana en el prólogo que abre este tomo en el que BackList reúne todas las notas personales de Pla. La respuesta está en el viento, en esa tramontana que sopla en el Ampurdán y en las páginas certeras de estas Notas y dietarios en las que brilla la espléndida prosa de Pla, su astucia estilística y su sabiduría en el uso del adjetivo. Pla, uno de los escritores más notables de la literatura del siglo pasado, encontró su voz más personal y su mejor prosa en estas cimas del género del diario y la miscelánea: El cuaderno gris, Notas dispersas, Notas para Silvia y Notas del crepúsculo, que Pla quería ver reunidos en un volumen como este, con las insuperables traducciones de Dionisio Ridruejo, Gloria de Ros y Xavier Pericay.

El cuaderno gris es un diario inusual, porque no nace del día a día, del presente momentáneo, sino de la evocación posterior, de la memoria que reconstruye y de la invención que reescribe el diario de aprendizaje del escritor en ciernes (1918-1919) casi cincuenta años después, porque la versión original en catalán es de 1966.

Las Notas dispersas, escritas al paso de los días y los años, sin referencias cronológicas, lo que aporta una mayor libertad a la divagación, recogen sus recuerdos y lecturas y constituyen un complemento de El cuaderno gris, que Pla reelaboraba a la vez que escribía estas notas.

Las Notas para Silvia son su continuación natural. Las redactó entre los años cincuenta y los setenta, antes de las Notas del crepúsculo, en las que se proyecta el último Pla, el más radicalmente desengañado.

Cualquiera de los libros incluidos en el volumen, escritos sin un plan premeditado, permite -casi exige- una lectura similar. Son obras para abrir al azar por cualquier página con la seguridad de encontrar en ellas la prosa excelente de Pla y con la agudeza de su mirada analítica.

Contradictorio y antidogmático, imprevisible y subjetivo, irónico y socarrón, reflejó en estos libros que abarcan toda su vida y casi mil quinientas páginas sus deambulaciones por ciudades y campos, sus divagaciones literarias, sus notas de lectura.

Y lo hizo con lo que podríamos llamar en términos cortazarianos una prosa del observatorio, inteligible y antirretórica. Educó su pluma y su mirada en el periodismo, practicó la lentitud contemplativa y como Stendhal fijó su interés en los detalles y reflexionó constantemente sobre el estilo y el oficio de escribir.

Viajero por Europa y América, sedentario en el Mas Pla de Llofriu, Pla es localista y cosmopolita a un tiempo. Y así son también estas páginas en las que se pasa con naturalidad de la pequeñez de la anécdota o la maledicencia de la tertulia a la hondura reflexiva del pesimista y al análisis político y cultural.

Lector y heredero de Montaigne y de los moralistas franceses, Pla fue un paseante solitario como Rousseau, escribió desde París y Berlín o desde una sombría pensión de la calle Aribau de Barcelona, deambuló por Moscú y por Buenos Aires y acabó retirado -como Montaigne en su castillo- en el Mas Pla de Llofriu.

Desde Roma o desde Cadaqués, desde Playa Fornells o desde Nueva York, Pla deja anotados recuerdos y lecturas, aforismos y retratos, descripciones de paisajes y calles o reflexiones morales que se suceden sin transición en este volumen que Carles Casajuana define en su prólogo como un “singular mosaico autobiográfico.”

Pero hay algunas líneas maestras que recorren los cuatro títulos: el paso del tiempo como tema esencial, el desengaño y la memoria como actitud, la invención autobiográfica y la lenta contemplación como estrategia, la libertad de escritura y el cuidado de la prosa como método.

Todo eso se resume en este párrafo ejemplar, una de las últimas de sus Notas del crepúsculo, en donde Pla deja con su mejor prosa su testamento literario y su visión de la vida:

En estos momentos, en esta casa, hay un gato muy pequeño, un gatito que sigue sistemáticamente a su madre y que, sin embargo, es tan esmirriado, tan fosforescente, tan esquivo, que es una auténtica maravilla. Como a todos los gatos de su edad, lo que más le gusta es jugar. Si estuviera alimentado, sería de un negro absoluto; ahora es de un negro tirando a dorado, con manchas de gris, de una delgadez total. Tiene unos ojos cambiantes y prodigiosos: a veces de un color oro intensivo; a veces de un color blanquecino embobado; a veces absolutamente indiferentes. Ahora este gato quiere jugar. Y, habiéndose entablado la tramontana, este viento mueve las hojas caídas, con el otoño, de los castaños de Indias de la era. A veces las hace rodar vertiginosamente sobre un punto determinado; a veces se las lleva por el aire como si fueran pájaros sin peso. El gato se encuentra en medio de todo este pequeño mundo de hojas que el viento mueve o se lleva como si nada. Lo miro desde una ventana de la casa. El gato está como loco. Mira el movimiento de las hojas, obsesionado. A veces quiere atrapar alguna hoja con la boca o con las patas, que se mueven, frenéticas, a su alrededor. Otras veces mira, como asustado, las hojas que el viento se lleva por el espacio. No puede atrapar ni una. Se abalanza sobre ellas, salta, da todo tipo de vueltas, entra en una especie de demencia. A veces se detiene y mira qué tiene que hacer. Retoma el movimiento frené-tico. Las hojas, secas, hacen un ruido como de cristal. El viento se lo lleva todo: el gato no tiene fuerza para morder una hoja ni para atrapar una con las uñas. El gato ha perdido. Su enorme vivacidad de juego no le ha servido de nada. El viento ha ganado. Al cabo de poco, veo que el animalito se echa en la tierra de la era, más muerto que vivo, esmirriado, famélico, acabado... A veces me pregunto si la vida humana no es algo semejante.

Santos Domínguez


18 junio 2010

París y otras ciudades encontradas


Antonio Ferres.
París y otras ciudades encontradas.
Gadir. Madrid, 2010.

En su colección La voz de las cosas, donde ya publicó La desolada llanura, Gadir edita el último libro de poesía de Antonio Ferres (Madrid, 1924).

París y otras ciudades encontradas es un libro que celebra la vida y lamenta el paso del tiempo, suma lo personal y lo colectivo, lo existencial y la conciencia crítica y compagina el dolor de las derrotas y la esperanza en que la Historia supere sus errores.

En sus versos cortos y sus poemas directos conviven la mirada y el recuerdo, el sueño y la contemplación de un París de tormentas y bulevares hacia el Sena o de una ciudad oceánica en la que emerge nocturna la Atlántida.

Evocados, soñados o contemplados, en la contención verbal y emocional de estos poemas viven el amor y los bosques, la ciudad como metáfora del pequeño mundo del hombre, las muchachas y los pájaros, las islas y las montañas, el recuerdo y la esperanza de una ciudad invisible hecha de signos y de rostros, el sueño de una nueva realidad desde la noche oscura, en un incendio de palabras en el que se consume el mundo y se consuma el tiempo, porque

Morir es como estar
es como vivir siempre

En esa esperanzada construcción de otra realidad que es este libro, el último poema, Eternidad, dedicado a su hija, pone la última piedra con estos versos que son su cima y su resumen:

Es tan fácil volver
desde la muerte
desde las tumbas enrojecidas
tan fija la luz
bajo el disco glorioso del sol
desde las tierras altas
volver de la mano del Nilo
volver otra vez
como dioses de carne
-Nefertiti-.


Santos Domínguez

16 junio 2010

La orilla de las mujeres fértiles


Marifé Santiago Bolaños.
La orilla de las mujeres fértiles.
Calambur. Madrid, 2010.

Quien escribe ama los templos de arena, dice Marifé Santiago Bolaños (Madrid, 1962) en uno de los poemas de su último libro, La orilla de las mujeres fértiles, que acaba de publicar Calambur en una edición que incluye un CD con música original y poemas recitados por la autora, un CD impregnado de olores de especias africanas.

Organizado en dos partes, los catorce poemas de la primera sección y el cruce de ensayo y poesía de los diez textos que forman la Coda tienden una mano solidaria y femenina a las niñas/mujeres de África, proyectan una mirada de rabia compasiva hacia las niñas del Níger sobre las que atardece el mundo, dan voz y palabras a las novias de ocho años ofrecidas en los mercados.

En la línea de Jabès y de Valente, para Marifé Santiago el desierto es el lugar natural del poeta. Esa formulación metafórica se convierte en una realidad literal en este libro en el que conviven la emoción y la denuncia, la ética y la poesía, la memoria y el testimonio.

La experiencia literaria es un encuentro con el otro, una mirada que provoca el diálogo y el conocimiento de una realidad centrada en estas mujeres resistentes, supervivientes del dolor y de la dignidad desde su múltiple condición de víctimas, por niñas, por pobres, por africanas a las que nadie va a dedicar el Cantar de los Cantares:

la pobreza pesa tan poco como la sombra de una araña, y la memoria de la pobreza pesa tan poco como el sueño de aquella viuda que habría cumplido nueve años en diciembre.

Pero La orilla de las mujeres fértiles es también una exploración en la memoria personal y universal, en lo cósmico y en la mitología a través de lo cotidiano y, sobre todo, una puerta abierta a la esperanza:

A veces, la escritura es el manto que regresa a la vida a quien estaba muriéndose de frío...

A veces, las mujeres que tienen miedo o están tristes cantan; el canto otorga el don de la esperanza, de la voz, del agua del alba sobre las rosas...

Santos Domínguez

14 junio 2010

La palabra del mudo

Julio Ramón Ribeyro.
La palabra del mudo.
Seix Barral. Barcelona, 2010.

Bajo el título La palabra del mudo, Julio Ramón Ribeyro (1929-1994), uno de los maestros hispanoamericanos del género, fue reuniendo desde 1973 su narrativa breve en sucesivos volúmenes.

Casi un centenar de cuentos integran esta edición definitiva en Seix Barral, que incorpora un relato inédito (Surf) que Ribeyro terminó el 26 de julio de 1994, poco antes de morir. De ese mismo año funesto son las reflexiones sobre el género del cuento que sirven como prólogo de un volumen en el que el peruano da voz al mudo, al marginado, al olvidado.

Y es que a través de la mayoría de sus cuentos se expresan los que en sus vidas están privados de la palabra: Yo les he restituido este hálito negado y les he permitido modular sus anhelos, sus arrebatos y sus angustias.

Heredero de Kafka y discípulo de Borges, Ribeyro creó uno de los mundos literarios más personales e interesantes de la narrativa hispanoamericana contemporánea. Sus relatos urbanos proyectan un inesperado destello de fantasía y de irrealidad sobre lo cotidiano y configuran un universo narrativo poblado por personajes que se mueven por los barrios populares de Lima entre el desconcierto y el asombro. Como sus personajes, Ribeyro se siente parte de ese mundo acallado y por eso sus relatos combinan lo autobiográfico y la mirada crítica o escéptica, el recuerdo de la infancia con la denuncia de la miseria.

Son relatos apoyados en una sólida técnica y en una reflexión constante que se plantea los límites y las características técnicas de un género más mostrativo que didáctico. De esa reflexión surgió el decálogo que abre el volumen con una reivindicación del interés por la historia y del papel del lector en afirmaciones como estas:

El cuento se ha hecho para que el lector pueda a su vez contarlo.

La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada y si es inventada, real.

Entretener, conmover, intrigar o sorprender son algunos de los objetivos que Ribeyro propuso en el decálogo. Y estos cuentos, a menudo abiertos y siempre brillantes, son su demostración eficiente. Desde Los gallinazos sin plumas, que escribió en 1954, hasta el inédito Surf, pasando por el maduro Sólo para fumadores, La palabra del mudo refleja más de cuarenta años de dedicación insistente y brillante a la narrativa breve.

Y de una creciente pericia marcada por una evolución que pasa por dos momentos, por dos modalidades sucesivas: la modalidad inventiva que domina en sus primeros libros y la modalidad evocativa que se va imponiendo a partir de los años ochenta en sus relatos.

No leer a Ribeyro, y especialmente su narrativa breve, es desconocer gran parte de la riqueza de la literatura hispanoamericana, que sin él sería mucho más plana, mucho más pobre, mucho más muda.

Santos Domínguez

12 junio 2010

Hojas de Madrid con La galerna



Blas de Otero.
Hojas de Madrid con La Galerna.
Edición de Sabina de la Cruz.
Prólogo de Mario Hernández.
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.
Barcelona, 2010.

Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores publica la edición completa de Hojas de Madrid con La galerna, un amplio conjunto de poemas que Blas de Otero dejó inéditos cuando murió el 29 de junio de 1979.

Sus 306 poemas, de los que 161 habían permanecido rigurosamente inéditos, rectifican sustancialmente la imagen de un poeta que escribió estos textos durante los últimos años de su vida, entre 1968 y 1977.

En estos poemas está el Blas de Otero comprometido con su entorno y atento a lo que le rodea, persiste el existencialista (el coexistencialista, prefería decir él) que reflexiona visceralmente sobre el sentido de la vida y la escritura, pero además aparece el poeta más arriesgado con la experimentación verbal, el de expresión más libre, el que reescribe un famoso verso de Neruda para hacerle decir esto:

Puedo escribir los tristes más versos esta noche.

Porque Blas de Otero se sentía depositario de un legado poético que viene de Manrique y llega a Cernuda pasando por los místicos y por Withman, por Rubén Darío y Aldana, por Bécquer y Vallejo, por Quevedo y Machado. Pero Otero sabía que ese legado es algo vivo, sometido a nuevas asimilaciones, a relecturas que generan la reescritura actualizada de la tradición, revitalizada en su voz personal, tamizada por su experiencia y su mirada contemporánea en estos poemas urbanos con Madrid, Bilbao, La Habana y la muerte al fondo:

Y yo que hice tantos viajes, dentro de poco haré un viaje desconocido.
Lo que siento es dejar aquí tantas tiendas, tantas calles, tantos hombres.

Por eso, el Blas de Otero de su última madurez es también el más joven como poeta. Por los textos de Hojas de Madrid con La galerna ha pasado el tiempo sin hacer estragos como los que el poeta evocaba en Túmulo de gasoil, uno de los mejores poemas de toda su trayectoria:

Hojas sueltas, decidme, qué se hicieron
los Infantes de Aragón, Manuel Granero, la pavana para una infanta,
si está Madrid iluminado como una diapositiva
y sólo en este barrio saltan, ríen, berrean sesenta o setenta y cinco niños
y sus mamás ostentan senos de Honolulu, y pasan muchachas con sus ropas chapadas,
faldas en microscuro, y manillas brillantes y sandalias de purpurina,
hojas sueltas, caídas
como cristo contra el empedrado, decidme,
quién empezó eso de cesar, pasar, morir,
quien inventó tal juego, ese espantoso solitario
sin trampa, que le deja a uno acartonado,
si la plaza de Oriente es una rosa de Alejandría,
ah Madrid de Mesonero, de Lope, de Galdós y de Quevedo,
inefable Madrid infestado por el gasoil, los yanquis y la sociedad de consumo,
ciudad donde Jorge Manrique acabaría por jodernos a todos,
a no ser porque la vida está cosida con grapas de plástico
y sus hojas perduran inarrancablemente bajo el rocío de los prados
y los graves estrofas que nos quiebran los huesos y los esparcen
bajo este cielo de Madrid ahumado por cuántos años de quietismo,
tan parecidos a don Rodrigo en su túmulo de terciopelo y rimas cuadriculadas.

Como en este, en la mayoría de los textos de Hojas de Madrid con La galerna se refleja la vitalidad poética de un hombre que no se rindió nunca, de un poeta de creciente profundidad y en constante búsqueda, una actitud rejuvenecedora que alcanza en estos poemas algunas de la cimas creativas de Blas de Otero.

Santos Domínguez

11 junio 2010

Ramaiana


Vālmīki.
Ramaiana.
Traducción de Roberto Frías.
Atalanta. Memoria mundi. Gerona, 2010.

Con quince delicadas ilustraciones de un manuscrito mogol del siglo XVI, Atalanta publica una espléndida edición del Ramaiana, la epopeya india atribuida a Valmiki, el sabio que recopiló una larga serie de tradiciones orales y las fijó en la versión escrita que nos ha llegado desde el fondo de sus dos mil quinientos años de antigüedad.

Más antiguo y breve que el Mahabarata, que trata de las dinastías lunares, el Ramaiana es el relato complementario que se centra en las dinastías solares. Protagonizada por el príncipe Rama, forma parte de la tradición más ancestral y más viva de esa cultura oriental, que se reconoce en la historia y en el mito fundacional de un héroe en el que se reencarna la divinidad de Visnú y que representa una referencia del buen gobierno y del príncipe perfecto en ese dios hecho hombre que habita la mayor parte de las mitologías y las religiones.

Una de las características que definen a los clásicos es que el lector nunca tiene la sensación de leerlos por primera vez. Están tan asimilados a la memoria colectiva de cada cultura que parecen haber estado siempre en ese fondo común que es la tradición.

Como en otras narraciones mitológicas, se cruzan en el Ramaiana lo cotidiano y lo sobrenatural, en una especie de realismo mágico que afecta a la descripción de una naturaleza maravillosa y compasiva con el héroe, que sufre las pruebas físicas y los avatares morales propios de su condición mítica: el destierro, la travesía del bosque peligroso -una metáfora espacial del aprendizaje de la vida-, el dominio de las aguas del mar y de la naturaleza a través de la caza, las tentaciones de la carne o las pociones mágicas.

Con traducción de Roberto Frías, se ha tomado como base de esta versión la edición inglesa de Arshia Sattar, catedrática de lenguas y culturas asiáticas de la Universidad de Chicago, que firma un excelente prólogo sobre la construcción y el sentido del libro. Lo cierra con estas palabras, que son también una invitación a la lectura:

El significado del Rāmāiana no se deriva de una geografía o una historia sagrada; más bien extrae su significado de lo que puede decirnos sobre nosotros mismos, sobre nuestras decisiones y sobre la manera en que elegimos vivir.



Santos Domínguez

09 junio 2010

Libro del desasosiego


Fernando Pessoa.

Libro del desasosiego.

Edición de Manuel Moya.

Baile del Sol. Madrid, 2010.

Es uno de los clásicos imprescindibles que nos ha dejado el siglo XX. Y como todos los clásicos, es por definición inagotable. Un cuarto de siglo después de que apareciera la primera versión española de Ángel Crespo, Baile del sol publica una nueva traducción del Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa. La ha preparado Manuel Moya, que escribe en el prólogo:

Pocos autores del siglo XX se han sentido tan visceralmente refractarios a los movimientos sociales como este lisboeta solitario y anónimo que, si bien trató en su juventud de tener su propio papel en el reparto social, acabó convirtiéndose en una sombra, desligado del afecto y apenas acompañado por la admiración de algunos pocos contemporáneos. Ni la violencia radical de Celine, ni los nihilismos de Beckett o Cioran, llegan más lejos en cuanto a desgarro y escepticismo que los de este casi invisible traductor de cartas comerciales, este paseante ensimismado, este contemplador convulso de un microcosmos hermoso y decadente como Lisboa. Los personajes que jalonan Libro del desasosiego, convictos de su vacío radical, afirmados en su anónima dignidad, conscientes de su desmesurada intrascendencia, habitan un mundo en descomposición, zozobrante, crepuscular, anclado en el vacío y en la desesperanza. Visto así, el libro es «un breviario del decadentismo», como lo definiera su traductor y crítico alemán Georg Rudolf Lind.

Escrito a lo largo de más de veinte años, con interrupciones, abandonos y replanteamientos, Fernando Pessoa firmó en 1913 su primera entrega en una revista y siguió trabajando en él hasta su muerte. Publicó fragmentos con su nombre, la consideró durante mucho tiempo obra ortónima, reflejo diarístico de su propia vida, y sólo al final la transfirió a Bernardo Soares, un alter ego más que un heterónimo, al que atribuyó estos textos autobiográficos y confesionales, fragmentarios y desorganizados. Soy yo, menos el raciocinio y la afectividad, escribía Pessoa en una carta de 1935.

Murió ese mismo año sin haberlos publicado y dejó ese desorden en las carpetas que contenían centenares de fragmentos que después de la primera edición de 1982 aún siguen planteando problemas de organización.

Entre la secuencia temática y la cronológica, quizá la esencia de estos textos sea su fragmentarismo, su carácter abierto, su desarrollo caleidoscópico y azaroso, la radical libertad de su escritura.

Esta cuidada edición es una buena ocasión de volver a la Lisboa de Pessoa / Soares y a su mundo visto por un personaje que es del tamaño de lo que veo y no del tamaño de mi estatura.

En el Prefacio del presentador del libro, Fernando Pessoa describe a Soares como un hombre de unos treinta años, delgado, más bien alto que bajo, encorvado exageradamente mientras permanecía sentado, pero no tanto cuando se hallaba de pie, vestido con un cierto desaliño no del todo desaliñado.

En su primera presentación, el personaje se describe como perteneciente a esa clase de hombres que están siempre al margen de aquello a lo que pertenecen.

Desde la oficina de Vasques y Cía, en la Rua dos Douradores, hasta el mar, cercano al Terreiro do Paço donde pasa tardes enteras a la orilla del Tajo, Soares vaga por las calles de la Baixa, por las plazuelas solitarias bajo la niebla o la lluvia en un ejercicio contemplativo de renuncia y distancia frente a la vida trivial simbolizada por el patrón Vasques.

Es la estética de la indiferencia y el desaliento que caracteriza a Soares, que la resume en esta frase: El mayor dominio de sí mismo es la indiferencia ante uno mismo.

Santos Domínguez