Octavio Paz.
Primeras letras
(1931-1943)
Edición renovada y aumentada
de Enrico Mario Santí.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2025.
Cada uno escoge, en ese universo que es la novela de Proust, una comarca en donde le hubiera gustado vivir. De todos estos sitios, cabalmente, no me gustaría escoger Un amor de Swann, pero lo amo como se quiere a ese amigo del que se recuerdan vagamente las facciones y los gestos, que luego resulta que es uno mismo -nuestra propia imagen perdida, muerta para la memoria-, como le pasa al mismo Swann, que se reconoce, al escuchar la sonata de Vinteuil, en ese hombre amargado que llora sin llorar en un salón. Mundo envuelto por el vaho caliente del té que prepara Odette, ceremonia ritual en la que se prepara un veneno sutil que nos hace olvidar, mientras ella sonríe, que ya es hora de irnos, que tenemos que regresar a vivir y a morir, a aprender para siempre que no debemos recordarlo más. Odette-Circe pero ¿dónde está Ulises?
Así cierra Octavio Paz “Distancia y cercanía de Marcel Proust”, un brillante texto de 1933 que él consideraba su “verdadero primer ensayo”. Forma parte de la nueva edición revisada y aumentada en Cátedra Letras Hispánicas de sus Primeras letras (1931-1943), que ha preparado Enrico Mario Santí, como la primera edición que apareció en 1987, con una selección de los abundantes escritos juveniles en prosa de Octavio Paz, dispersos hasta entonces en revistas y diarios. A ese material ingente se sumaron entonces seis inéditos para completar el trazado de la prehistoria literaria de Paz.
Como esta edición revisada y aumentada con veintitrés textos más, aquella primera llevaba como pórtico un ‘Descargo’ en el que Octavio Paz calificaba estos textos como “balbuceos”, aunque reconocía que “los años que van de 1931 a 1943 fueron notables por varias razones” y que “estas páginas son el testimonio de los años de aprendizaje de un joven enamorado de la poesía y de la literatura.” Y cerraba aquel texto preguntándose por lo que representaba esta selección en su trayectoria literaria: “¿Búsqueda de la perfección, la belleza, la expresión propia? Tal vez: búsqueda de la comunión. Exploración solitaria y, no obstante, poblada de fantasmas y voces: las de mis admiraciones y mis antipatías, mis fantasmas y mis númenes. La literatura es soliloquio y diálogo, con los otros y con nosotros mismos, con el mundo de aquí y con el de allá.”
Con esa perspectiva hay que afrontar la lectura de esta primera antología de la obra de Octavio Paz, de estas copiosas Primeras letras que ofrecen un panorama misceláneo de su itinerario inicial y su trayectoria incipiente: desde los fragmentos de un diario personal y los ejercicios de prosa poética incluidos en la primera sección del libro (‘Vigilias: Diario de un soñador’) hasta las reflexiones de las columnas periodísticas recogidas en el apartado ‘Novedades’, pasando por la crítica literaria, las reseñas de libros y artículos variados sobre arte y literatura, sobre política, moral y sociedad de ‘Libros y autores’ y por los ensayos sobre poesía agrupados en la sección titulada ‘Testimonios’.
A esta última pertenece el breve ensayo “Poesía de soledad y poesía de comunión”, fechado en México en 1943 y recogido veinte años después, muy revisado, en Las peras del olmo. Así exponía Paz en ese texto su concepción de la poesía:
Entre estos dos polos de inocencia y conciencia, de soledad y comunión, se mueve toda poesía. Los hombres modernos, incapaces de inocencia, nacidos en una sociedad que nos hace naturalmente artificiales y que nos ha despojado de nuestra substancia humana para convertirnos en mercancías, buscamos en vano al hombre perdido, al hombre inocente. Todas las tentativas valiosas de nuestra cultura, desde fines del siglo XVIII, se dirigen a recobrarlo, a soñarlo. Rousseau lo buscó en el pasado, como los románticos; algunos poetas modernos, en el hombre primitivo; Carlos Marx, el más profundo, dedicó su vida a construirlo, a rehacerlo. Nosotros somos incapaces de articular en un poema esta dualidad de conciencia e inocencia (puesto que esa dualidad corresponde a antagonistas irreductibles de la historia y de la vida material) e intentamos evadirnos de la tragedia que supone su enemistad. Como se nos niega su integración superior y hemos dejado de luchar o de soñar con ella, la substituimos por un rigor externo, puramente verbal y geométrico, o por el pobre balbuceo del inconsciente. La sola participación del inconsciente en un poema lo convierte en un documento psicológico; la sola presencia del pensamiento, con frecuencia vacío y especulativo, lo deshabita. Ni discursos académicos ni vómitos sentimentales: el mismo asco nos producen las monótonas demostraciones en verso, tristes refrigeradoras de la palabra, que las revueltas aguas negras del inconsciente. ¿Y qué decir de los discursos políticos, de las arengas de los editoriales de periódico, que se enmascaran con el rostro de la poesía?
El amplio y documentado estudio introductorio de Enrico Mario Santí revela la importancia de estos textos para el conocimiento de la obra germinal y aún en esbozo del escritor en ciernes que era entonces Octavio Paz y concluye que Primeras letras es “un esfuerzo por abrir esa puerta, por esclarecer una parte importante de los orígenes de un gran escritor, y por dar a conocer un volumen de prosa lúcida y valiosa.”
Santos Domínguez