Anna Banti.
Artemisia.
Ensayo introductorio de Susan Sontag.
Traducción y prólogo de Carmen Romero.
Ediciones Alfabia. Barcelona, 2008.
Artemisia.
Ensayo introductorio de Susan Sontag.
Traducción y prólogo de Carmen Romero.
Ediciones Alfabia. Barcelona, 2008.
Como uno de los clásicos más extraños e insondables de toda la literatura italiana del siglo XX definió Cesare Garboli esta Artemisia, la novela de Anna Banti que toma como referencia la figura de Artemisia Gentileschi, una pintora romana que vivió entre 1593 y 1652 y perteneció al grupo de seguidores de Caravaggio.
Además de sus autorretratos como alegoría del talento natural y de la Pintura, sus lienzos más conocidos (Judit decapitando a Holofernes o Susana y los viejos) se han interpretado en clave autobiográfica. De esa manera, la pintora proyectaba en su obra algunas circunstancias trágicas que marcaron su vida. Artista y mujer en una profesión dominada por los hombres, víctima de una violación en su juventud, su obra obtuvo por méritos propios el difícil reconocimiento académico y profesional de sus contemporáneos y acabó convirtiéndose en la única mujer que ocupa un papel relevante entre los grandes maestros de la pintura. No es raro que su figura haya suscitado varias aproximaciones que van de la novela al cine y pasan por el estudio biográfico.
Cuando Anna Banti tenía casi terminada en 1944 una primera versión de esta novela, el manuscrito desapareció entre los escombros de su casa, destruida por las bombas alemanas que destruyeron los puentes de Florencia. Por entonces la pintora no tenía el reconocimiento que disfruta hoy, aunque su importancia la estaba reivindicando ya Roberto Longhi, el historiador del arte y marido de Anna Banti, al que está dedicada la obra.
Inevitablemente, al reconstruir la historia de Artemisia en esta novela que reescribió entre 1944 y 1947, Anna Banti proyecta en la artista del Barroco sus propias circunstancias, su personalidad, con lo que la pintora alcanza una nueva dimensión que es el resultado de la suma de dos vidas (la de la autora y la de su personaje), de dos tiempos ( el pasado que se actualiza en el presente) y de dos modelos narrativos ( la novela histórica y la autobiografía):
Bajo los cascotes de mi casa he perdido a Artemisia, mi compañera de hace tres siglos, que respiraba tranquila, acostada por mí en cien páginas de escrito.
Planteado técnicamente como un relato a dos voces, como un diálogo entre la primera y la tercera personas, en el fondo es una reflexión a solas de Anna Banti consigo misma, identificada con Artemisia.
La superposición de las dos voces genera una ambigüedad buscada desde el principio, como destaca Susan Sontag en el agudo ensayo (Un destino doble) que los editores han tenido el acierto de recuperar como introducción a la novela.
Esa fusión de autora y personaje desde la primera frase de la obra ( "Basta de lágrimas") es la que explica la mezcla de emoción y distancia que sirve para narrar con eficacia dos tragedias protagonizadas por dos creadoras que unen a sus condición femenina la expresión artística para combatir la desgracia y aliviar el peso del pasado.
Un pasado del que viene al presente Artemisia para unir el entonces y el ahora, el XVII y el XX, Roma y Florencia, la pintura y la escritura en dos tardes de agosto:
Ya no podré liberarme de Artemisia, esta acreedora es una conciencia puntillosa y obstinada a la que me acostumbro como a dormir en el suelo.
Una historia se cruza con la otra en un mecanismo de intersecciones y ambas mujeres entre sí en los círculos concéntricos unidos por el vínculo de la pesadumbre y por el relato del triunfo sobre el dolor, de manera que el verdadero centro de la obra, con el telón de fondo de la guerra y la destrucción, es Anna Banti, tan identificada con su personaje que este se acaba convirtiendo en alter ego de la autora. Por eso esta novela en la que el lirismo convive con la narración habla más del presente que del pasado:
El momento es delicado. A miguitas me llevo conmigo a Artemisia, poco importa dónde me encuentre. Hoy soy su compañera por los montes de cascotes que basta con haber visto una vez.
La edición se completa con un prólogo en el que la traductora, Carmen Romero, resume los datos esenciales de la trayectoria vital y artística de Artemisia Gentileschi y explica el proceso de composición de la novela, el “forcejeo entre biografía y autobiografía” que es esta espléndida obra, de estilo trabajado y técnica sutil para lograr la confluencia de Artemisia y Anna Banti:
“¿Existe aún?” No es el incorruptible instrumento, la voz helada de inaccesible inmortalidad la que claramente silabeó: “Basta de lágrimas”. Más que voz, es interior movimiento de piedad histórica, sin alarma, sin ilusión ni congoja. Clavada en el espacio y en el tiempo como una semilla infructuosa, escucho un susurro sin frescura, la respiración polvorienta de siglos: la nuestra y la de Artemisia, conjuntas.
Además de sus autorretratos como alegoría del talento natural y de la Pintura, sus lienzos más conocidos (Judit decapitando a Holofernes o Susana y los viejos) se han interpretado en clave autobiográfica. De esa manera, la pintora proyectaba en su obra algunas circunstancias trágicas que marcaron su vida. Artista y mujer en una profesión dominada por los hombres, víctima de una violación en su juventud, su obra obtuvo por méritos propios el difícil reconocimiento académico y profesional de sus contemporáneos y acabó convirtiéndose en la única mujer que ocupa un papel relevante entre los grandes maestros de la pintura. No es raro que su figura haya suscitado varias aproximaciones que van de la novela al cine y pasan por el estudio biográfico.
Cuando Anna Banti tenía casi terminada en 1944 una primera versión de esta novela, el manuscrito desapareció entre los escombros de su casa, destruida por las bombas alemanas que destruyeron los puentes de Florencia. Por entonces la pintora no tenía el reconocimiento que disfruta hoy, aunque su importancia la estaba reivindicando ya Roberto Longhi, el historiador del arte y marido de Anna Banti, al que está dedicada la obra.
Inevitablemente, al reconstruir la historia de Artemisia en esta novela que reescribió entre 1944 y 1947, Anna Banti proyecta en la artista del Barroco sus propias circunstancias, su personalidad, con lo que la pintora alcanza una nueva dimensión que es el resultado de la suma de dos vidas (la de la autora y la de su personaje), de dos tiempos ( el pasado que se actualiza en el presente) y de dos modelos narrativos ( la novela histórica y la autobiografía):
Bajo los cascotes de mi casa he perdido a Artemisia, mi compañera de hace tres siglos, que respiraba tranquila, acostada por mí en cien páginas de escrito.
Planteado técnicamente como un relato a dos voces, como un diálogo entre la primera y la tercera personas, en el fondo es una reflexión a solas de Anna Banti consigo misma, identificada con Artemisia.
La superposición de las dos voces genera una ambigüedad buscada desde el principio, como destaca Susan Sontag en el agudo ensayo (Un destino doble) que los editores han tenido el acierto de recuperar como introducción a la novela.
Esa fusión de autora y personaje desde la primera frase de la obra ( "Basta de lágrimas") es la que explica la mezcla de emoción y distancia que sirve para narrar con eficacia dos tragedias protagonizadas por dos creadoras que unen a sus condición femenina la expresión artística para combatir la desgracia y aliviar el peso del pasado.
Un pasado del que viene al presente Artemisia para unir el entonces y el ahora, el XVII y el XX, Roma y Florencia, la pintura y la escritura en dos tardes de agosto:
Ya no podré liberarme de Artemisia, esta acreedora es una conciencia puntillosa y obstinada a la que me acostumbro como a dormir en el suelo.
Una historia se cruza con la otra en un mecanismo de intersecciones y ambas mujeres entre sí en los círculos concéntricos unidos por el vínculo de la pesadumbre y por el relato del triunfo sobre el dolor, de manera que el verdadero centro de la obra, con el telón de fondo de la guerra y la destrucción, es Anna Banti, tan identificada con su personaje que este se acaba convirtiendo en alter ego de la autora. Por eso esta novela en la que el lirismo convive con la narración habla más del presente que del pasado:
El momento es delicado. A miguitas me llevo conmigo a Artemisia, poco importa dónde me encuentre. Hoy soy su compañera por los montes de cascotes que basta con haber visto una vez.
La edición se completa con un prólogo en el que la traductora, Carmen Romero, resume los datos esenciales de la trayectoria vital y artística de Artemisia Gentileschi y explica el proceso de composición de la novela, el “forcejeo entre biografía y autobiografía” que es esta espléndida obra, de estilo trabajado y técnica sutil para lograr la confluencia de Artemisia y Anna Banti:
“¿Existe aún?” No es el incorruptible instrumento, la voz helada de inaccesible inmortalidad la que claramente silabeó: “Basta de lágrimas”. Más que voz, es interior movimiento de piedad histórica, sin alarma, sin ilusión ni congoja. Clavada en el espacio y en el tiempo como una semilla infructuosa, escucho un susurro sin frescura, la respiración polvorienta de siglos: la nuestra y la de Artemisia, conjuntas.
Santos Domínguez