8/11/23

Perro con poeta en la taberna. Los ermitaños




Antonio Gálvez Ronceros.
Perro con poeta en la taberna.
Los ermitaños.
 Drácena. Madrid, 2023. 

De la misma generación de Vargas Llosa y Julio Ramón Ribeyro, el narrador peruano Antonio Gálvez Ronceros (1932-2023) es uno de los mejores autores de cuentos de su país.

Poco conocido en España, donde sus libros estaban inéditos hasta ahora, Drácena acaba de publicar Perro con poeta en la taberna (2018), su única novela corta y su última obra, y su primer libro, la colección de cuentos Los ermitaños (1962).

Perro con poeta en la taberna, publicada a los 86 años, es una divertida narración sobre la vanidad del mundillo literario y una burla de las imposturas poéticas. Humor, ironía y sarcasmo se van graduando en este relato hilarante sobre un poeta sin talento que se siente víctima de los críticos y los editores. 

Escrita con la precisión expresiva de su espléndida prosa y con admirable eficacia narrativa, es una novela corta que asume la tradición lucianesca y cervantina en el perro de Huancayo que habla: “Dijo que sí -reconoce el perro-, que él era el mismo con quien hacía un año un poeta llegado de Lima se había encontrado con él en la madrugada y que juntos habían acabado la noche en una taberna de las afueras.”

Ese poeta mediocre y sin nombre que llega desde Lima, en un exceso de confianza ególatra, desconoce el lugar donde debía recitar y finalmente se suspende el recital por incomparecencia del poeta, al que el perro le reprocha “que hacía muy mal al dedicarse a poeta y no a la poesía.” Y añade:

Entonces le dije que según mi entender y sentir, la relación entre el poeta y la poesía debería ser de desigualdad, pero una desigualdad en la que el poeta quedara sepultado, hasta la anulación, por su propia poesía. Agregué que en su caso yo veía una desigualdad a la inversa y que esta inversión era fuente de sus problemas.

Y a partir de ese momento el perro se convierte en eje de un monólogo narrativo para evocar desde su mirada crítica distante y lúcida un rosario de historias que resumen las vanidades literarias y la pequeñez de sus protagonistas.

Esta edición recupera también su primer libro de cuentos, Los ermitaños (1962), de tono muy distinto. Anclados en el realismo social y con enfoques irónicos, sus siete cuentos breves están ambientados en la campiña costera de Chincha, la provincia peruana en la que nació Gálvez Ronceros. 

Escritos con un eficiente manejo del diálogo que refleja el habla popular, los protagonizan personajes solitarios y marginales, aislados por la sociedad, actores de turbias historias rurales de miseria y codicia, de gula y avaricia: un borracho al que le roban repetidamente los sombreros, la frustrada sustitución de un burro por un automóvil, los dos ladrones que aguardan bajo la noche para robar un cochino en una pequeña hacienda rural, la venganza de una cena de carne desconocida, un tesoro escondido en una tinaja y un encuentro con el diablo en un sendero o la muerte de un perro loco. El más triste y el más celebrado, Joche, se centra en la muerte del niño de doce años que lo protagoniza.

Ese cuento, “el más extenso y el que considero el más ambicioso, me ocupó cuatro años para acabarlo, en un trabajo  más  mental  que  de  escritura.  Tenía que  construir  la  historia  a  partir  de  ciertos hechos  motivadores  que  en  mi  caso  son  el estilete que me incita a crear una historia”, como señala el propio Antonio Gálvez Ronceros en la larga entrevista -“El bendito gozo de contar”- que le hizo Jorge Eslava en 2013, con la que se cierra el volumen. 

Así resume el autor en esa entrevista su Perro con poeta en la taberna, que estaba entonces en proceso de composición y se editaría cinco años después:

Efectivamente, Perro con poeta en la taberna es un diálogo que tiene mucho de monólogo. Sucede en un bar de provincia de la sierra, adonde el poeta ha llegado invitado a través de una carta —después se va a saber que es una carta misteriosa—, a dar un recital en un local cultural. Nunca llega a dar el recital, porque nunca encuentra el local. Y en esa conversación, debido a la vanidad que revela el poeta, en realidad un poetastro, el interlocutor  decide  referirse  a  su  vanidad  y para ello ilustra el caso de la vanidad del artista. La historia va desenvolviendo una serie de casos de personajes vanidosos, incluso se extiende hasta a un filósofo.

Santos Domínguez