1/11/23

El orden del azar. Guillermo de Torre entre los Borges


 Domingo Ródenas de Moya.
 El orden del azar.
Guillermo de Torre entre los Borges.
Anagrama. Barcelona, 2023.

Cuando el foco cae hoy, raramente, sobre Guillermo de Torre suele ser por razones familiares o de arqueología cultural: adalid vanguardista, cuñado de Borges. Entonces queda iluminado su entorno más próximo, los hermanos Norah y Jorge Luis Borges en primer lugar y, con ellos, los círculos que se expanden a su alrededor, con escritores y artistas que van desde Lorca, Picasso, Ortega y Gasset, Huidobro, Victoria Ocampo, Eduardo Mallea o Ernesto Sabato hasta Tristan Tzara, F. T. Marinetti, Francis Picabia, André Breton, Valery Larbaud o André Malraux; desde Américo Castro, José Ferrater Mora, María Zambrano, Max Aub, Rosa Chacel o Francisco Ayala hasta Camilo José Cela, Dionisio Ridruejo, José Luis Cano o Josep Maria Castellet. Es difícil sustraerse a la sugestión de que toda la cultura literaria del siglo XX pasa por Torre como, de otro modo, pasa por Borges, y de que ambos, con grados diversos de visibilidad, fueron hacedores y cronistas de la misma.
Torre y Borges, Borges y Torre, cómplices juveniles y hermanos políticos, encarnaron la vocación literaria en su forma más temprana e incoercible, una pasión por la palabra que los condujo a transitar, en paralelo, de la poesía a la crítica y el ensayo, en diarios y en revistas, y que solo a los cuarenta años cristalizó en una obra por la que se sintieran justificados. En el moroso cumplirse de esa vocación, Torre fue dejando un reguero de iniciativas extraordinarias que van de la gestación de La Gaceta Literaria o la revista Sur a la colección Austral o la revolucionaria editorial Losada, y su ubicuidad en el campo cultural español y latinoamericano sigue causando asombro. Cuando, en 1964, The Times Literary Supplement lo consideró el gran crítico del exilio español, su cuñado, Borges, era ya un ídolo literario internacional. Cada uno de ellos se había alcanzado a sí mismo.

Así comienza el texto preliminar, “Las dos vidas de Guillermo de Torre (Unas palabras previas)”, con el que Domingo Ródenas de Moya presenta El orden del azar, la biografía de Guillermo de Torre (Madrid, 1900- Buenos Aires, 1971), poeta ultraísta, crítico, teórico y cronista de la vanguardia, ensayista prolífico y bibliógrafo, activista cultural y editor en el exilio bonaerense, creador de la benemérita colección Austral y cofundador de la editorial Losada, primer recopilador de la obra completa de García Lorca entre 1938 y 1946, cuñado de Borges y constructor de puentes culturales entre la España del interior y la del exilio.

El libro se estructura con arreglo a dos ejes organizativos: uno, retrospectivo, que en sus breves capítulos se va remontando desde 1971, al final de la vida de Guillermo de Torre, hacia atrás. Así lo explica Domingo Ródenas en esas palabras previas: “Esta dirección retrospectiva de la flecha del tiempo, desde las exequias de Torre o sus últimos meses en 1970 hacia atrás, es la que orienta los capítulos más breves.”

Y otro, más amplio y extenso, más nuclear, lleva siguiendo linealmente el desarrollo de su proyecto vital y literario: “La otra vida, que ocupa la mayor parte del libro, es la del hacerse progresivo, la del día a día guiado por una voluntad de ser, por un designio o proyecto vital hacia cuyo logro organiza el individuo su desempeño cotidiano. Aquí el tiempo lineal y acumulativo es el del querer ser haciendo y no el de haber sido en función de lo hecho. Entre uno y otro se va trazando la secreta filigrana de lo contingente, la causalidad invisible que trunca o auxilia; en definitiva, el orden informulable del azar.”

Diferenciados no sólo por la distinta dimensión de los capítulos sino también por su diferente tipografía, esos dos ejes temporales, esas dos líneas convergentes desde el presente de sus últimos meses de vida al pasado y desde el pasado al presente, dibujan entre 1916 y 1971 un retrato continuo del personaje biografiado y un panorama del complejo contexto en que se desarrolla su actividad intelectual: desde su formación universitaria en la Facultad de Derecho de Madrid, “entre incapaces y dementes”, como decía Ortega; las lecturas formativas la tertulia ramoniana de Pombo; Cansinos y Gómez de la Serna; el ultraísmo y el creacionismo de Huidobro; la ansiedad de la fama y el autobombo; los encuentros y desencuentros con Juan Ramón Jiménez, que le llamó en una carta de desahogo “estrella de la tarde del ultraísmo; mariposa blanca de los prados del esdrújulo; niño terrible del Manzanares; desgracia de la familia […] ¡Qué lástima me da su padre!”; la mala acogida crítica de su primer y último libro de poesía, Hélices, libro “verdaderamente grotesco” para Gerardo Diego, cuyo “vocabulario enojoso” lamentó Fernandez Almagro y que su amigo Borges redujo a “una bella calaverada retórica.”

En contraste con la mala recepción de aquel desastre poético, su Literaturas europeas de vanguardia tuvo una buena consideración crítica, aunque Borges de nuevo le reprochó su “progresismo, ese ademán molesto de sacar el reloj a cada rato.” Es lo que el argentino llama “el despuesismo”, la supuesta superioridad de los viernes sobre los jueves y del futuro sobre el pasado.

Esa relación cambiante y difícil con Borges es uno de los hilos conductores de El orden del azar, que aborda también la relación de Torre con Lorca, su temprana instalación en Buenos Aires, sus vínculos porteños con los Borges, Victoria Ocampo y la revista Sur, en la que se colocó como secretario de redacción antes de que, como la Revista  de Occidente, se convirtiera también en editorial; la fundación de la colección Austral, inspirada en la vieja Colección Universal de Calpe, en la alemana Albatross Books y en la inglesa Penguin Books o su incorporación al año siguiente a la nueva editorial Losada como director literario.

La biografía comienza con esta frase: “La noticia saltó con el calor de la mañana: Guillermo había muerto.” Veinticuatro horas después, “en la mañana sofocante del 14 de enero de 1971”, ante el panteón familiar de los Borges en el cementerio de La Recoleta donde se enterraba a Guillermo de Torre, se evoca el destino cruzado de la relación de más de medio siglo con Jorge Luis Borges que vertebra la obra: el vínculo familiar y literario entre “el hombre ciego de pie y el hombre horizontal dentro del féretro.”

Las circunstancias y la edad bifurcaron la obra y la vida de Guillermo de Torre, que el destino cruzó con los Borges por la vía del matrimonio en 1928 con Norah, la hermana de Jorge Luis. Dos continentes y dos épocas culturales e históricas, de España a Argentina y de la modernidad insurrecta a la tradición de la vanguardia, marcaron la trayectoria de un testigo excepcional de la literatura del siglo XX entre 1915 y 1965, cuando su imprescindible y temprano Literaturas europeas de vanguardia (1925) tiene su edición ampliada y definitiva con un nuevo título, Historia de las literaturas europeas de vanguardia.

La abundantísima correspondencia que intercambió durante décadas con García Lorca, Salinas, Cansinos, Alfonso Reyes, Juan Ramón Jiménez, Gómez de la Serna o Giménez-Caballero, con quien fundó La Gaceta Literaria, es un testimonio plural que aporta mucha información de primera mano del momento cultural y literario de España e Hispanoamérica en unos años decisivos para la configuración de la modernidad en el ámbito de la lengua española.  

Porque, tras su etapa subversiva, iconoclasta y vanguardista, en la que Guillermo de Torre “se había convertido en la imagen espantable del hereje indócil, del bárbaro que viene a hacer tabula rasa de los valores bendecidos y que multiplica su presencia en España y Europa”, sobreviene la guerra civil y la derrota, tras la que  “Torre también perteneció al mundo desesperanzado de la posguerra y el exilio. Desde Buenos Aires trabajó para hacer audible la voz de los náufragos (de León Felipe, de Juan Ramón, de Guillén y Salinas, de Arturo Barea o Corpus Barga), al tiempo que se empeñaba en difundir en español la gran literatura moderna, la de Kafka, D. H. Lawrence, Rilke, Paul Valéry o Virginia Woolf. Y, desde ese mundo lúgubre, combatió con sus medios contra la España jactanciosa e ignara de la dictadura, contra el fascismo acomodaticio que había instaurado el terror y la desmemoria de Estado. Todo ello mientras su viejo camarada Jorge Luis Borges iba acotando su propia vocación literaria un tanto errabunda hacia la ficción, y él mismo se avenía (o se resignaba) a que la suya cuajara en forma de pensamiento crítico al servicio de los otros, de su lectura y elucidación. En ambos casos, el azar había decretado su orden, separando a quienes durante décadas habían seguido trayectorias similares e incluso, entre 1937 y 1942, habían convivido bajo el mismo techo.”

De su trayectoria vital e intelectual, de sus dos vidas sucesivas y de su constante impulso modernizador habla en profundidad Domingo Ródenas en este seguimiento minucioso de ese “misterioso orden que impone el azar al ir viviendo.”

Un sólido estudio, publicado por Anagrama y subtitulado Guillermo de Torre entre los Borges, que rebasa los límites de la biografía y, con una equilibrada combinación de materia documental y reconstrucción ficcional, traza en sus seis capítulos dobles un amplio panorama de la literatura y la cultura del siglo XX en España y en Argentina en el “tiempo convulso que le tocó vivir: el siglo XX, el de la modernidad y la destrucción.”


Santos Domínguez