Alfred Lord Tennyson.
In memoriam y otros poemas.
Edición bilingüe de José Luis Rey.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2022.
“Es cierto que el siglo de Pound y Eliot reduciría a la condición de poeta menor a Alfred Tennyson”, escribe José Luis Rey en la Introducción de In memoriam y otros poemas, la antología bilingüe que publica Cátedra Letras Universales del poeta inglés más popular y leído de su tiempo: “Tennyson fue el estilo poético de su época”, afirmaba Harold Bloom.
Pero el editor y traductor destaca también “la hondura y la hermosura de la poesía de nuestro autor, que alcanza su cima en la magna elegía In memoriam, dedicada a la muerte de su amigo Arthur Henry Hallam. Solo por In memoriam Tennyson ya ocupa un primerísimo lugar en la poesía de la lengua inglesa.”
Enterrado en Westminster, como Dickens o Blake, Tennyson (1809-1892) tenía “el mejor oído de todos los poetas ingleses”, según dijo T. S. Eliot, que señaló también que In memoriam era importante “no por la calidad de su fe, sino por la calidad de su duda.”
Esa amplia obra, organizada en ciento treinta y una secciones que enmarcan un prólogo y un epílogo, es “la mayor elegía escrita en lengua inglesa y una de las piezas mayores de la poesía universal”, según afirma José Luis Rey en el estudio introductorio que sitúa la vida y la obra de Tennyson en su contexto histórico y cultural antes de destacar la conciencia de la temporalidad, el sentimiento de la naturaleza, la imaginación y la profunda espiritualidad como claves de una obra poética consistente formada por “sólidos edificios verbales” que a veces se envuelven en el artificio del monólogo dramático, como en este Ulises:
Ya las luces comienzan a brillar entre rocas;
el día largo mengua; sube la lenta nube;
muchas voces emiten sus gemidos.
Venid, amigos míos,
no es tarde para hallar un nuevo mundo.
Zarpemos, y sentados golpeemos las aguas,
esos sonoros surcos; pues tengo la intención
de llegar navegando más allá del crepúsculo,
allí donde se bañan los astros del poniente.
Allí ya me dirijo hasta que muera.
[…] Aunque
mucho se haya perdido, mucho queda;
y aunque no exista hoy la fuerza de ayer,
la fuerza que movía cielo y tierra;
pues somos quienes somos, nada menos;
corazones heroicos templados por igual,
debilitados por el tiempo y el destino,
mas de una fuerte voluntad de lucha,
de búsqueda y hallazgo, para jamás rendirse.
Esta es la primera traducción íntegra al castellano de In memoriam, ese memorable texto que Tennyson, heredero de Shelley y de Keats y “el más virgiliano de los poetas de lengua inglesa” según Bloom, publicó de manera anónima en 1850, el mismo año que la reina Victoria lo reconoció con el título de poeta laureado. Habían pasado diecisiete años de la muerte de Arthur Henry Hallam en Viena en septiembre de 1833 y Tennyson lo había ido escribiendo en un duelo demorado que dio lugar a versos que en la magnífica traducción de José Luis Rey suenan así:
Tuve fe en la promesa, con el que ahora canta
ante una clara arpa en tonos muy diversos,
de que los hombres se alzarán un día
y saltarán desde la muerte hacia
estados de conciencia ya más altos.
¿Mas quién podrá pronosticar los años
y encontrar en la pérdida ganancia?
¿O tender una mano para, a través del tiempo,
captar ese lejano objeto de las lágrimas?
El resultado fue una catedral de la solemnidad, la armonía y la elocuencia, un “monumento de la literatura universal”, en palabras de José Luis Rey, que ha optado por una traducción literaria, no literal de los poemas, “para lo cual uso la métrica y los ritmos del oído español.”
He aquí otros dos ejemplos:
Juntos al recorrer este tramo más bajo,
seguimos el camino de la espina y la flor,
que ya oscurece, pues la tarde avanza,
para que así la vida no fracase
al mirar hacia atrás.
Que así sea: la sombra no perdura
en la profunda aurora que asoma tras la tumba,
sino que claro nace, de lado a lado extiéndese
el eterno paisaje del pasado.
***
Cuando plumas rosadas coronen el alerce,
cuando emita su música en una cumbre el tordo,
o cuando se deslice bajo el matorral yermo
y vuele, con azul del mar, en marzo el pájaro;
ven y cobra esa forma por la cual yo conozco
tu espíritu en el tiempo de estar entre sus pares,
y la esperanza de años no cumplidos
sea grande y brille en ti.
Cuando vaya cambiando, de hora en hora, el verano,
y aliente, entre las rosas siempre dulces,
sobre la ondulación de un campo de trigo
que murmuran en torno a la sola alquería;
ven entonces, no cuando velamos en la noche,
sino en rayos de sol que cálidos se ciernen,
ven entonces, hermoso en esa forma nueva,
como una luz más fina ya dentro de la luz.
Santos Domínguez