“El
matrimonio es precioso si todo va bien, pero ¿qué pasa si te toca una
mujer pesada, o indecente, o si te salen los hijos maleducados? Seguro
que te vienen a la mente unos cuantos ejemplos de hombres a los que el
matrimonio les arruinó la vida. Los tienes a montones, pero ellos
también cometieron errores, no fue todo culpa del matrimonio. Hazme
caso, solo les tocan malas mujeres a los malos maridos. Además, la
elección solo depende de ti. ¿Y qué pasa si va a peor? Un mal marido
puede hacer mala a una buena mujer y uno bueno puede corregir a una
mala. Les echamos la culpa siempre a las mujeres, pero no es verdad. No
hay mujer mala, fíate de mí, sino malos maridos”, escribía Erasmo de
Rotterdam en el Elogio del matrimonio, el texto que, junto con tres coloquios sobre el matrimonio y el papel de la mujer, forma parte del volumen Sobre el matrimonio que aparece en la colección El secreto de Diotima que publica Guillermo Escolar Editor con traducciones de José Manuel Ruiz Vila.
Es
uno de los cinco títulos nuevos que incorpora esa espléndida colección
de clásicos en pequeño formato que sigue publicando con regularidad
Guillermo Escolar Editor.
Otros dos tomos -Camino de conversión y Sobre la memoria- reproducen los capítulos VII al X de las Confesiones de
San Agustín. El proceso de conversión desde una juventud disipada
(“Andaba yo entonces con la mente embotada y no me enteraba ni de lo que
me pasaba a mí mismo”) y la defensa de la memoria como arquitectura de
la identidad personal son los ejes de estas nuevas entregas de la obra
agustiniana, continuaciones de un intenso texto confesional, de la
indagación en la autobiografía y la conciencia que se inició en las
anteriores Errores de juventud y La búsqueda de la verdad.
Los otros dos volúmenes tienen como tema de referencia la vejez, a la que dedicó Cicerón uno de sus tratados más conocidos, De senectute, que aparece en esta serie con traducción de Antonio López Fonseca. Con una visión optimista y alejada de toda melancolía, Cicerón ensalza con su prosa elegante y serena las virtudes de la vejez frente a las carencias de la juventud.
Porque
-afirma por boca de Catón El Viejo, que dialoga a sus 84 años con dos
jóvenes, Lelio y Escipión- “ los necios atribuyen a la vejez sus
achaques y sus defectos” y “la vejez no solo no es débil e incapaz, sino
antes bien laboriosa y siempre está haciendo o planeando algo
naturalmente relacionado con las mismas cosas que le interesaron en las
etapas anteriores de su vida.”
Muchos
siglos después, la marquesa de Lambert se inspiró en el diálogo de
Cicerón para escribir a finales del XVII o comienzos del XVIII, con
parecido optimismo y una elegancia expresiva aprendida en los modelos de
la prosa clásica, su Tratado de la vejez, dirigido a las mujeres
desde un feminismo incipiente. Aun reconociendo en él que las
limitaciones y pérdidas provocadas por el paso del tiempo afectan más a
las mujeres que a los hombres, defiende la tranquilidad de una vejez
“dulce y tranquila”, liberada de la tiranía de la opinión ajena y los
compromisos, y dotada de la paz interior que aporta la experiencia,
porque “lo que causa las desgracias es querer conservar y tener
pensamientos de una edad en la cual no deben estar” y porque “toda edad
es una carga para quien no tiene en sí mismo recursos con que hacer la
vida feliz.” Y a lo que hay que aspirar en la vejez es justamente al
conocimiento de sí mismo. Completa el volumen el Tratado sobre la amistad, marcado por la lectura de Montaigne y de Séneca: un elogio de las relaciones que no excluye la advertencia sobre sus peligros y desviaciones.
Son
los cinco nuevos peldaños de la escalera en la que Diotima metaforizó
el camino ascendente hacia la sabiduría, la belleza o el conocimiento,
hacia el equilibrio y la serenidad, la perfección y la felicidad. Para subirlos guiados por quienes los ascendieron con la firme determinación de entender el sentido de la vida.
Santos Domínguez