Teresa Langle de Paz.
El vuelo de la tortuga (génesis)
El sastre de Apollinaire. Madrid, 2019.
Coser laberintos es posible. Mejor desmadejar una pradera hasta que su hilo infinito recorra nuestra sonrisa y la haga eterna. Podría seguir y seguir como si un vómito urdiera aquello que lame vuestras pestañas. Podría escribir sin parar a rascarme la nuca. Tengo un lenguaje detenido.
Desde ese comienzo del Exordio hasta el final de la Consumación -(Des)escribir. Volar el fin. De nuevo.- los poemas en prosa de El vuelo de la tortuga (génesis) de Teresa Langle de Paz que publica El sastre de Apollinaire revelan una intensa vivencia de la palabra, alimentada no sólo con la emoción del deseo y el temblor del sueño, sino con una concepción de la escritura como indagación en el fondo de la identidad, como extensión de la mirada hacia un mundo perturbador y compartido en el que "ser uno y estar en todos, existir a través del resto."
Porque en estos textos la creación se convierte en desobediencia frente a la resignación y se pone al servicio de la búsqueda del sentido y de la luz: "Yo pretendo un lenguaje que arranque de cuajo el susurro benévolo de las cosas y las rescate. Un campo magnético que se rinda a la interacción de los átomos. A las partículas del papel."
Con el ímpetu visionario y la indomable voluntad de comprender y nombrar de una voz que no se resigna, los textos de El vuelo de la tortuga surgen de la emergencia posterior a un hondo buceo verbal y emocional en la propia identidad y en la relación con la realidad. La memoria y el olvido, el amor y el tiempo, las huellas y las ausencias, el grito ante la injusticia y la mirada solidaria, el miedo y la esperanza recorren esta poesía contenida y reflexiva, esta inquietante exploración del mundo con un despliegue explosivo de imágenes, con una asombrosa potencia expresiva:
Éramos, somos, seremos todos los verbos porque hemos inventado la palabra. Hablemos ajenos al instrumento, vaciándonos de voz ante la maravilla que contemplamos.
La lengua es un músculo que no cesa, aunque se desvanezca el discurso y se agote la tierra. Su murmullo quiere apoderarse de nosotros. Hay solo un dueño para cada palabra emitida en tiempo inmemorial.
En el prólogo -Crusoe en la isla de las tortugas afortunadas- Luisa Castro habla de Teresa Lange como "esa Crusoe que inasequible al desaliento comienza a construir una cabaña de lenguaje, un refugio inquebrantable, en el corazón del idioma. Y es lo que sentimos nada más llegar aquí. La incombustible fe en el lenguaje."
Descubrimiento es la palabra en la que insiste ese prólogo. Con razón, con mucha razón, porque este libro y esta voz son un descubrimiento, una intensa experiencia lectora en la que no cesa el asombro -aún mayor porque estamos ante el primer libro de creación de su autora- ante las revelaciones de una voz que hace transitiva una intensa vivencia de la palabra, de la mirada y de la emoción:
Se mueren con la navaja de la media luna. Las niñas se mueren. Que nunca llegue a su destino, que desvíe lentamente la cruel oruga su huella sin pie. Que un mordisco seco se lleve el algodón de azúcar a otros dientes de insomnio. Que no tenga más llanto la tierna rama tirada en el suelo de mármol.
Santos Domínguez