28/2/18

Muñoz Molina. Un andar solitario entre la gente

Antonio Muñoz Molina.
Un andar solitario entre la gente.
Seix Barral. Barcelona, 2018.

“Llevo conmigo mi oficina ambulante, mi oficina de los instantes perdidos, de los titulares y los anuncios recortados o copiados, de los cuadernos escritos a lápiz de la primera a la última página, intercalados con recortes de periódicos diarios, de folletos de publicidad de revistas de modas, ilustrados por siluetas, eslóganes y palabras sueltas que pego en las páginas interiores, en la cubierta, en cualquier espacio libre”, dice el  narrador de Un andar solitario entre la gente, la última novela de Antonio Muñoz Molina que publica Seix Barral.

Organizada en dos partes -Oficina de Instantes Perdidos y Don nadie- Un andar solitario entre la gente es un mosaico del presente construido con escenas de la vida moderna, una novela itinerante y aluvional que, entre Madrid y Nueva York, entre la memoria y la invención, entre la crónica y la ficción, construye la imagen del mundo a través de una “arqueología del presente” que resume el sentido global de una obra cuyo método se explica desde el fragmento que abre la novela:

Escucha los Sonidos de la Vida. Soy todo oídos. Escucho con mis ojos. Escucho lo que veo en los anuncios y en los titulares de los periódicos y en los carteles y letreros de la ciudad. Voy viajando a través de una ciudad de palabras y voces. Las voces hacen vibrar el aire y llegan por mi oído interno al cerebro convertidas en impulsos nerviosos. Las palabras las oigo al pasar o cuando alguien se queda un rato a mi lado hablando por un teléfono móvil o las leo en cualquier lugar o en cualquier superficie hacia la que mire, cada pantalla. Las palabras escritas me llegan como sonidos de voces, notas que leo en una partitura, a veces queriendo distinguir varias palabras simultáneas, deducir las que no oigo porque se han alejado muy rápido de mí o porque las borra un ruido más fuerte. Las diferencias en las tipografías forman una incesante polifonía visual. Soy una grabadora en marcha, oculta en el teléfono futurista de un espía de los años sesenta, en el iPhone que llevo en el bolsillo. Soy la cámara que quería ser Christopher Isherwood en Berlín. Soy una mirada que no quiere distraerse ni para un parpadeo. El bosque tiene oídos, dice al pie de un dibujo del Bosco. Los campos tienen ojos. En el interior del tronco hueco de un árbol fosforecen en la oscuridad los ojos amarillos de una lechuza. Un árbol corpulento tiene dos orejas grandes como de elefante que casi rozan el suelo. Una escultura de Carmen Calvo es un gran portalón viejo de madera tachonado de ojos de cristal. Las puertas tienen ojos. Las paredes oyen. Los enchufes oyen, dice Gómez de la Serna.”

Registro de lo visto y los oídos con cuaderno y lápiz, con la cámara y la grabadora del móvil, para reunir un cajón de sastre, un mosaico construido con fragmentos breves que se abren con títulos procedentes de una frase tomada de un anuncio o del titular de un periódico.

Entre Madrid y Nueva York, entre el espacio público que ocupan los medios de comunicación o la publicidad y el ámbito íntimo de la crónica personal, conviven en el andar solitario del narrador el arte y la literatura, lo trivial y lo trascendente a través  de los diversos materiales que reflejan la vida individual en el mundo contemporáneo en un espacio de encuentro entre el deseo y la soledad.

Si la primera parte, ambientada en Madrid la primera noche de verano, es una despedida del barrio donde el narrador ha vivido sus últimos años, la segunda es otra despedida que se desarrolla durante un día de invierno en Nueva York y tiene como eje un recorrido por la isla, una larga caminata desde Broadway hasta el Bronx.

Y en las dos partes, el mismo narrador errante, el Robinsón urbano que pertenece a la misma estirpe deambulatoria que escritores como De Quincey, Poe, Baudelaire o Benjamin. Un narrador que pasea solitario y es todo oídos y escucha con los ojos, como Quevedo a los muertos, los anuncios y los titulares de prensa, los fragmentos de conversaciones captadas al azar, porque ese narrador sólo registra lo que llega a sus oídos y lo que ven sus ojos. 

Y de ese torrente de información agresiva y fugaz se alimenta esta escritura de lo inmediato, del collage y el apunte, matizado todo ello por una memoria visual y lectora que evoca el cómic y el cine, la literatura y el arte. Una memoria que entre la celebración y la denuncia, funde lo vivido y lo imaginado, lo leído y lo soñado -porque “en la soledad se confunden los mundos reales y los mundos inventados”- para crear un archivo de lo fugaz que registra el imperativo tentador, el consumismo y los materiales de desecho con los que se construye una realidad contemporánea en la que coexisten lo sórdido y lo admirable, lo trivial y lo importante.

Así resume el narrador su itinerario en la zona final de la obra, cuando está a punto de culminarla:

Mi Oficina Siempre Viaja Conmigo. He trabajado tanto en los últimos dos meses que ahora siento la necesidad de descansar, de regresar. Me he purgado y limpiado por dentro pasando tanto tiempo solo, dedicado a una sola tarea. Este lugar ha sido mi oficina y mi taller y la celda y el monasterio de mi retiro. No puedo calcular cuántos kilómetros he caminado ni cuántas páginas he escrito a mano y a lápiz en estos últimos meses. En el portátil está el número exacto de palabras que se han ido acumulando al pasar a limpio y a menos azaroso lo escrito. Las páginas en blanco se han ido presentando ante mí como las planchas lisas de cemento de las aceras de la ciudad, como las fachadas y los escaparates en los que se despliegan los letreros de los anuncios. He recortado y almacenado y grabado tantos fragmentos de conversaciones y titulares de periódico y eslóganes publicitarios que ahora tengo una gran necesidad de silencio. La mezcla de la extrema soledad y la sobreabundancia de voces escuchadas o imaginadas o leídas induce a un principio de delirio. Hay que cerrar antes de marcharse, y luego hay que no hacer nada: cerrar el último cuaderno, cerrar el portátil, cerrar la maleta, salir y cerrar con llave la puerta del apartamento, del monasterio abolido, como cierra luego el conductor el maletero del taxi.”

Santos Domínguez


26/2/18

Rüdiger Safranski. Romanticismo


Rüdiger Safranski.
Romanticismo. 
Una odisea del espíritu alemán.
Traducción de Raúl Gabás.
Tusquets. Barcelona, 2018.

Una odisea del espíritu alemán es el elocuente subtítulo de Romanticismo, el magnífico estudio de Rüdiger Safranski que se ha convertido ya en un ensayo imprescindible y que reedita Tusquets en su colección Tiempo de Memoria con traducción de Raúl Gabás.

Suma de historia de las ideas, análisis filosófico y narración intrahistórica, Rüdiger Safranski ha organizado sus dieciocho capítulos en dos partes: El Romanticismo es una aproximación al movimiento romántico alemán de principios del siglo XIX, a las circunstancias históricas en las que surge y a sus claves estéticas, filosóficas o literarias. La segunda sección – Lo romántico- se centra en sus repercusiones ideológicas, en sus persistentes efectos en la configuración de lo contemporáneo.

Lo explica su autor en estos términos: “Este libro trata del Romanticismo y de lo romántico. El Romanticismo es una época. Lo romántico es una actitud del espíritu que no se circunscribe a una época. Ciertamente halló su perfecta expresión en el periodo del Romanticismo, pero no se limita a él.”

Poliédrico y contradictorio, pero fundamental en la formación de la mentalidad y la sensibilidad contemporáneas, el Romanticismo fue la consecuencia cultural de la Revolución Francesa y promovió su propia revolución en el terreno estético e ideológico. La ruptura de lo clásico, el triunfo de lo individual sobre lo colectivo, la exuberancia del corazón en el sentimiento desbordado, el exceso del yo frente al fracaso de la sobria razón ilustrada son algunas de las claves de un movimiento que, más allá de las modas fugaces, contempla el mundo como obra de arte, reivindica el misterio nocturno y la rebeldía y expresa el malestar del artista que ha sido desplazado a los márgenes de la actividad social.

En último extremo, el Romanticismo en sus planteamientos ideológicos y artísticos es no sólo una reacción irracionalista dentro de los movimientos pendulares de la historia de la cultura, sino la extremada protesta de quienes renegaban del Antiguo Régimen, pero no encontraban su lugar en la nueva organización de la sociedad industrial que los relegaba a una situación irrelevante.

De ese cambio de posición del artista, el escritor y el intelectual en la nueva situación social surge la emancipación del pensamiento filosófico, la subjetividad vitalista y antinormativa de la creación literaria, musical o pictórica, pero también el desasosiego que está en la raíz de muchas actitudes románticas.

La persistencia de esas actitudes en todo el siglo XIX, en los movimientos de vanguardia del siglo XX, su repercusión en el nacionalsocialismo (la pesadilla febril del sueño romántico, que engendra sus propios monstruos) o su reaparición en el espíritu juvenil del 68 son el objeto de la segunda parte del volumen. Porque la crisis que empezó a manifestarse en el concreto periodo cultural que llamamos Romanticismo en autores como Herder, Fichte, Schelling, Hoffmann, Hölderlin o Schiller se agudizó con Niezstche o con Hofmannsthal, se prolongó en la poesía de Rilke o en la filosofía de Heidegger y manifestó su vigencia en Thomas Mann o en las teorías de Jung.

Como en otros libros de Safranski, el rigor se compagina en Romanticismo con la capacidad narrativa y la solidez intelectual nunca es un obstáculo para la amenidad en la descripción de un movimiento que estrictamente duró tres décadas, pero tuvo consecuencias que se prolongan en la actualidad a través de una serie de cruciales estaciones de paso que se llamaron Wagner, Nietzsche o Rilke, tan intermedios como determinantes de todo lo que vino después de ellos y llega hasta hoy.

Santos Domínguez

23/2/18

Pessoa. Diarios completos


Fernando Pessoa.
Diarios completos.
Selección, traducción y prólogo de Gonzalo Torné.
Hermida Editores. Madrid, 2017.

“Una biografía in maschera” titula Gonzalo Torné el prólogo de la selección de textos autobiograficos que ha traducido para su edición de los Diarios completos de Fernando Pessoa en Hermida Editores.

Se reúne en este volumen una amplia selección de textos organizados en cuatro apartados: en primer lugar, los escritos explícitamente autobiográficos, desde una nota biográfica hasta un esbozo de poética pasando por un plan de vida y unas notas de lector en la que confiesa: He abandonado el hábito de leer, me he desentendido casi por completo de cualquier libro con ambición literaria, apenas soy capaz de leer por placer o para aprender algo. Hay en esa primera parte un Cuadro bibliográfico de Fernando Pessoa que redactó él mismo y que se cierra con este párrafo que es toda una declaración de intenciones:

Fernando Pessoa no tiene intención de publicar más, por lo menos en un periodo de tiempo prolongado, ni libros ni artículos. En la medida en que carece de público, se considera liberado de gastar su energía en un fin sin propósito y de invertir un dinero del que carece.

Y en las Notas que cierran esa primera sección escribía: Jugar con las ideas y con los sentimientos me parece la belleza suprema.

En los discontinuos diarios personales que Pessoa mantuvo desde 1906 -año en que repite insistentemente no hice nada de provecho-  hasta 1935, la memoria y la conciencia, la vida y el tiempo, la infelicidad y los proyectos fallidos, la incomprensión, las dudas, el trabajo en una oficina de la Baixa y el cansancio de sí mismo son una constante temática y sentimental.

El 13 de junio de 1916 anotaba en su diario: He alcanzado mi vigésimo octavo cumpleaños sin haber logrado nada en la vida: nada en la vida, nada en la literatura, nada en lo personal. Desde mi nacimiento hasta hoy he saboreado el fracaso hasta las heces.

Esa materia en la que se mezclan la identidad problemática, la desesperación y la infelicidad es la que servirá de soporte a sus heterónimos. En 1914, un año crucial para la construcción de esas máscaras, Pessoa anota en su diario esta frase definitiva: Ni sé quién soy ni cómo es mi alma. Hablo con sinceridad y reconozco con sinceridad que no sé de qué hablo cuando hablo de mí. /.../ Me siento múltiple.

A esas alturas Pessoa había encontrado ya el tono para componer el Libro del desasosiego de Bernardo Soares. Los textos más claramente autobiográficos de ese heterónimo en prosa que apareció por primera vez en una revista de 1913 son los que integran la tercera parte del volumen. Soy yo, menos el raciocinio y la afectividad, escribía Pessoa de Bernardo Soares en una carta de 1935.

Desde la oficina de Vasques y Cía, en la Rua dos Douradores, hasta el mar, cercano al Terreiro do Paço donde pasa tardes enteras a la orilla del Tajo, Soares vaga por las calles de la Baixa, por las plazuelas solitarias bajo la niebla o la lluvia en un ejercicio contemplativo de renuncia y distancia frente a la vida trivial simbolizada por el patrón Vasques. Es el Pessoa indiferente y desalentado que mira con los ojos de Bernardo Soares el vacío inmenso de las cosas, el enorme olvido que domina tanto el cielo como la tierra.

Cierra la selección un cuarto apartado con los textos más significativos de los tres poetas heterónimos fundamentales, Caeiro, Reis y Campos, en los que desde 1914 proyecta el drama em gente que vertebra su obra: varios poemas de El guardador de rebaños del bucólico Alberto Caeiro -mi tristeza es mi sosiego-, algunas de las Odas del estoico Ricardo Reis (Para ser grande, sé entero) y las composiciones más representativas del nihilista complejo y vanguardista Álvaro Campos, entre ellas Lisbon revisited y Tabaquería (No soy nada. / Nunca seré nada.)

Están en este libro muchas de las claves de la proyección de Pessoa en esas máscaras literarias. Por ejemplo esta nota:  ¿Tengo que sufrir para siempre este infierno de ser Yo? /.../ Tengo que vivir todo el tiempo en el deseo inerte de ser yo /.../ Estoy vacío de contenido.
Santos Domínguez


21/2/18

Neruda. Confieso que he vivido




Pablo Neruda.
Confieso que he vivido.
Edición, prólogo y notas de Darío Osés.
Seix Barral. Barcelona, 2017.

“Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta”, escribía Pablo Neruda en el texto introductorio a Confieso que he vivido, las memorias que publica Seix Barral en una edición ampliada con diecinueve textos inéditos que estaban depositados en la Fundación Pablo Neruda, 

 La edición incorpora además tres conferencias inéditas, un álbum fotográfico de casi cincuenta fotografías y varias reproducciones facsimilares de mecanoscritos y apuntes manuscritos relacionados con la elaboración de estas memorias, que Neruda pensaba publicar en 1974 para celebrar los 70 años que no llegó a cumplir.

Su muerte el 23 de septiembre de 1973 frustró la redacción final de las memorias, definitivamente interrumpidas. Fueron su viuda, Matilde Urrutia, y Miguel Otero Silva quienes ordenaron el material para la primera edición, que apareció en 1974. 

Entre los textos agregados, que se han editado con un tipo de letra distinto al del resto del libro para que el lector pueda identificarlos fácilmente, se incorpora un capítulo sobre la homosexualidad de García Lorca que Neruda prefirió no incluir en su plan de edición de las memorias porque podía perjudicar el prestigio de su amigo poeta.

El origen de Confieso que he vivido está en las cinco conferencias que Neruda pronunció en 1954 en la Escuela de verano de la Universidad de Chile para celebrar sus 50 años. De ellas forman parte las tres que permanecían inéditas y aparecen ahora en el apéndice de esta edición preparada y anotada por Darío Osés, que en su prólogo –‘La persistencia autobiográfica’- destaca su elaboración prolongada en el tiempo y su carácter singular y explica que “la obra poética de Neruda alimenta también a sus memorias.”

Por eso se puede seguir en Confieso que he vivido no sólo la peripecia biográfica del poeta, sino también la intrahistoria circunstancial de la que surgieron algunos de los libros  de Neruda. 

Con el amor y el paisaje, el compromiso político y la amistad como ejes vertebrales de las memorias, “los nuevos materiales de valioso contenido autobiográfico agregados a esta edición permiten hoy –explica Darío Osés en el prólogo- proponer nuevas lecturas de sus memorias, y de esa forma prolongar y enriquecer el persistente relato de las vidas del poeta.”

Santos Domínguez

19/2/18

Atlas de literatura universal


Atlas de literatura universal.
Ilustración y diseño 
de Agustín Comotto y Tono Cristòfol.
Coordinación de Pedro García Martín.
Nórdica. Madrid, 2017.

“Tras recorrer una treintena larga de títulos, dibujamos una suerte de Imago Mundi de la literatura universal. Un fresco histórico en cuyo espacio podemos leer el tiempo. Un mosaico donde las teselas librescas son hijas de su época. Aun a riesgo de la sentencia bíblica sobre el daño para la salud que produce escribir y estudiar. A sabiendas de que elegir un manojo de títulos es cosa de nunca acabar”, escribe Pedro García Martín en el prólogo del Atlas de literatura universal, el volumen que ha coordinado para su edición en Nórdica con ilustración y diseño de Agustín Comotto y Tono Cristòfol.

Una vuelta al mundo en 35 obras abordadas por 35 escritores, traductores, críticos o profesores que proyectan su mirada sobre las obras en textos breves de una o dos páginas: Julio Llamazares sobre el Quijote, Carlos García Gual sobreLa Odisea, Luis Alberto de Cuenca sobre La Eneida y Sherlock Holmes, José María Conget sobre Hamlet o Alberto Manguel, que escribe sobre Las mil y una noches, La metamorfosis de Kafka o El Aleph de Borges.

Son algunos de los colaboradores de un libro que no propone una panorámica, sino una representación significativa de la literatura universal, una cartografía que abarca desde el Poema de Gilgamesh y La Biblia hasta Ladera Este, de Octavio Paz, y La hija de Burger, de Nadine Gordimer, a través de dos tipos de mapas: los mapas simples, que sitúan las obras en su contexto espaciotemporal, y los mapas conceptuales, que presentan en infografías el mundo propio de cada obra: desde la ruta de Ulises en La Odisea a los libros analizados en el donoso escrutinio del comienzo del Quijote, los espacios parisinos de 1913 en A la busca del tiempo perdido, el Dublín del Ulysses en 1922 o las siete generaciones de los Buendía en Macondo.

Como los atlas tradicionales, este Atlas de literatura universal puede hojearse al azar para merodear por sus páginas con la seguridad de que en cualquiera de ellas hay una ventana abierta al mundo y a la imaginación. 

Santos Domínguez

16/2/18

Palabra de Lorca



Palabra de Lorca. 
Declaraciones y entrevistas completas.
Edición de Rafael Inglada 
con la colaboración de Víctor Fernández. 
Prólogo de Christopher Maurer.
Malpaso. Barcelona, 2017.

‘Lorca de viva voz’ titula Christopher Maurer el prólogo que ha escrito para presentar el espléndido volumen Palabra de Lorca. Declaraciones y entrevistas completas, que publica Malpaso con edición de Rafael Inglada, que ha contado con la colaboración de Víctor Fernández.

Entre la cuartilla que recoge su intervención en el homenaje colectivo a Granada en 1922 y el prólogo a la edición de El público en el que Rafael Martínez Nadal evocaba en 1978 el último día de García Lorca en Madrid, ciento treinta y tres textos organizados en cuatro secciones cronólogicas que incluyen también las entrevistas y declaraciones publicadas póstumamente, entre 1937 y 1978.

Una colección que, como señalan Rafael Inglada y Víctor Fernández en ‘El poeta al que no le gustaban las entrevistas’, el texto preliminar en el que explican el contenido del libro y el sentido de esta edición, contiene “salvo sorpresas de última hora, la totalidad de las entrevistas concedidas por Federico García Lorca a la prensa de la época, desde 1922 (...) hasta la que concedió a Otero Seco pocas semanas antes de ser asesinado en agosto de 1936.”

O como la que le hizo Luis Bagaría para El Sol del 10 de junio de 1936, en donde decía:
- Yo soy español integral, y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más. Yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula; pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política.

Traducidas algunas del catalán, inglés, italiano y francés, “las abundantes entrevistas, declaraciones y documentos inéditos que recogen ahora Rafael Inglada y Víctor Fernández incitan a nuevas lecturas y abren nuevos caminos en la investigación. Las espléndidas fotos, muchas de ellas desconocidas hasta ahora, ofrecidas en su momento como garantía de autenticidad de la entrevista, nos deslumbran como en aquel entonces: con el “estallido súbito del magnesio”. Junto con el epistolario y con las ya mencionadas declaraciones políticas ofrecen una valiosísima serie de retratos, autorretratos y caricaturas verbales.”

Hay una serie de líneas temáticas que recorren estas declaraciones recogidas durante los quince años de mayor creatividad de Lorca: las noticias y reflexiones sobre sus libros de poesía y sus estrenos teatrales, la dirección de La Barraca, sus viajes a América del Norte y Cuba, su gira por Argentina y Uruguay como dramaturgo y conferenciante, sus opiniones sobre la poesía de su tiempo, sus dudas y sus exageraciones, su evolución como persona y como escritor, la configuración progresiva de su mundo literario y sus proyectos, su compromiso social y cultural, su fama creciente, favorecida por el desarrollo del formato periodístico de la entrevista literaria que le sirvió de escaparate, como recuerda Christopher Maurer en su prólogo.

Y en todas estas entrevistas y declaraciones, una expresividad torrencial que suele reflejar una mezcla de simpleza inocente y de intuiciones profundas, como en la entrevista que apareció en Buenos Aires el 15 de octubre de 1933, en la que declaraba:

-En arte no hay que quedarse nunca quieto ni satisfecho... Hay que tener el coraje de romperse la cabeza contra las cosas y contra la vida... El cabezazo... Después veremos qué pasa... Ya veremos dónde está el camino... Algo que también es primordial es respetar los propios instintos... El día en que deja uno de luchar contra sus instintos, ese día se ha aprendido a vivir...

Además de las abundantes ilustraciones que reproducen imágenes del poeta y páginas de las publicaciones donde aparecieron las entrevistas, un útil índice onomástico permite la consulta rápida de personas, personajes y lugares aludidos en ellas.

Santos Domínguez

14/2/18

J. G. Hamann. Recuerdos socráticos. Aesthetica in nuce


J. G. Hamann.
Recuerdos socráticos.
Aesthetica in nuce.
Traducción, introducción y notas 
de J. Rafael Hernández Arias.
Hermida Editores. Madrid, 2018.

Hermida Editores publica por primera vez en español dos obras de J. G. Hamann (Könisberg, 1730- Münster, 1788), un heterodoxo de la Ilustración, un raro que matiza con su sombra el espíritu del Siglo de las Luces, como señala en su Introducción el responsable de esta edición, J. Rafael Hernández Arias, que destaca “su peculiar sabiduría, su peregrino estilo y su ‘carácter’ filosófico.” 

Opositor a las teorías de la Ilustración, reaccionario y crítico con el dominio absoluto de la razón ilustrada, su irracionalismo lo valoraron especialmente románticos como Jean Paul, que escribió: “El gran Hamann es un cielo profundo lleno de estrellas telescópicas y muchas brumas que no hay ojo humano que pueda penetrar.”

Nació y estudió en Könisberg, la ciudad donde vivió Kant, con quien mantuvo una relación de amistad y discrepancia. Para Goethe, fue “la cabeza más brillante de su tiempo.” Lo elogiaron Hegel y Kierkegaard, Nietzsche y Jünger, pese a su estilo difícil y a veces críptico, alejado voluntariamente de la claridad racionalista. Isaiah Berlin le dedicó un ensayo en el que lo situaba en los orígenes del irracionalismo moderno. Sin fe en el hombre, ni en la razón ni en el progreso, Hamann defendió la revelación frente a la razón, la intuición frente al análisis. Quizá por eso fue conocido como El Mago del Norte.

Este volumen breve recoge, en edición anotada, dos de sus obras más significativas: Recuerdos socráticos (“He escrito sobre Sócrates de una manera socrática”), que propone una interpretación cristiana de Sócrates frente a la reivindicación ilustrada de su figura, y Aesthetica in nuce, un escrito polémico (“¡En esta nuez estética todo sabe a vanidad!”) en el que Hamann defiende la intuición, el sentimiento y la emoción como instrumentos de conocimiento del mundo frente a las limitaciones de la razón. 

Escritos con un tono profético y sapiencial, con un estilo difícil, cabalístico y a veces críptico, bastan estos dos opúsculos para acercarse a su actitud disidente y para tener una visión más matizada de lo que fue el panorama de la Ilustración, menos plano y homogéneo de lo que se cree.

Santos Domínguez

12/2/18

Breve antología de la Enciclopedia





Breve antología de la Enciclopedia.
Selección y traducción de Gonzalo Torné.
Prólogo de Fernando Savater.
Debate. Barcelona, 2017.

“Un autor que resulta frío porque se expresa con un exceso de viveza puede llegar a corregirse atemperando la imaginación. En cambio, un autor que es frío porque no tiene alma no puede corregirse a sí mismo. Podemos moderar el uso del fuego, pero quien no sabe cómo encenderlo nunca podrá usarlo”, escribía Voltaire al final del artículo Frío, una de sus contribuciones a la Enciclopedia que dirigieron en circunstancias muy adversas Diderot y D'Alembert, que abandonó el proyecto a la mitad, asustado por la reacción del poder

Es uno de los artículos de la Breve antología de las entradas más significativas de la Enciclopedia que ha seleccionado y traducido Gonzalo Torné para un espléndido volumen que publica Debate con prólogo de Fernando Savater, que destaca que “la Enciclopedia fue un símbolo, el estandarte de una forma de pensar distinta a la tradicional, la leva de la veda para desacreditar los dogmas más acrisolados, el final del respeto. Su simple presencia transmitía un mensaje intelectual y también político.”

Al cabo de veinte años de trabajo, fueron 72000 los artículos que tuvo laEnciclopedia. De ahí la necesidad de una antología como esta, que reúne en trescientas páginas una selección de los artículos más representativos y como señala Gonzalo Torné responde al criterio de “seleccionar las mejores entradas escritas por los nombres más relevantes que aparecen de las cuatro decenas de autores acreditados.”

Voltaire (Elegancia, Fantasía, Felicidad o Historia), Diderot (Adulterio, Cerveza, Chocolate, Melancolía) D'Alembert (Astrología, Corrupción, Optimismo) o Rousseau (Economía política, Música o Temperamento) son algunos de los nombres y los variados temas que recoge esta antología que se abre con el amplio Discurso preliminar de D'Alembert sobre la doble condición de la obra: como Enciclopedia debe hacer una exposición de los diversos conocimientos humanos y como Diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios,debe establecer los principios en los que se basan esas actividades.

Desde esa doble perspectiva de la mirada ilustrada se desarrolló la Enciclopedia, de cuyos autores dice Fernando Savater en el prólogo: “los enciclopedistas no se proponen derrocar el orden vigente ni deponer la monarquía, sino refundarlo todo basándose en principios racionales, no de linaje o de fortuna familiar. La tradición, él ‘siempre se ha hecho así’ y las leyendas fundacionales deben dejar paso al ‘espíritu geométrico’, a los méritos del estudio y a la competencia profesional.” 

Cierra el volumen el prefacio de Diderot al último tomo de la Enciclopedia. “El mundo madura pero no cambia, escribe cuando ve culminada ya la realización del proyecto, “quizá -añade- el más ambicioso que nunca se ha emprendido en el marco de la literatura.”

Santos Domínguez

9/2/18

Goethe. Elegía de Marienbad


J. W. von Goethe.
Elegía de Marienbad.
Traducción e introducción 
de Helena Cortés.
Linteo Poesía. Orense, 2017.

Y ahora, ya lejos, ¿qué hacer con el minuto?

Ese espléndido verso forma parte de la Elegía de Marienbad en la edición bilingüe que publica Linteo Poesía con traducción e introducción de Helena Cortés.

Termina con esta estrofa:

Que yo a mí me perdí, y al universo,
yo que antes era el amado de los dioses:
me han puesto a prueba y a Pandora me dieron, 
más rica en peligros de lo que es en dones. 
Junto a sus pródigos labios me empujaron: 
pues me apartaron, al abismo me arrojaron.

Goethe, que tenía ya 74 años, se había enamorado de Ulrike von Levetzow, una adolescente de 19 años que como es natural rechazó su petición de matrimonio. Habían compartido veraneos en la ciudad balneario de Marienbad desde 1821, porque el poeta conocía a su madre y frecuentaba a la familia, pero fue en 1823 cuando, recuperado ya del infarto que había sufrido en febrero, aumenta la atracción que ejerce sobre él aquella joven que lo veía más como un padre o como un abuelo que como un posible amante. 

En julio y agosto de 1823 compartieron paseos para coleccionar piedras y nubes. Y al final del verano, tras la mediación fallida de su amigo, el duque de Weimar, llega la decepción y el viejo Goethe se refugia en el poder consolador de la escritura y escribe la Elegía en el viaje de vuelta a Weimar: 

“Escribí el poema inmediatamente después de partir de Marienbad –le comentaba a su secretario Eckermann-, cuando aún estaba sumido en la plenitud y frescura del sentimiento de lo que había vivido. A las ocho de la mañana, en la primera parada, escribí la estrofa inicial, y así seguí componiendo el poema en el coche, escribiendo a cada parada lo que había retenido en la memoria durante el trayecto, de manera que por la noche ya lo tenía listo sobre el papel. Por eso tiene cierto carácter de inmediatez y está hecho de una sola pieza, lo que probablemente favorezca al conjunto.”

Lo mantuvo secreto y aunque lo tenía por su poema más querido sólo se lo mostró a su círculo más cercano. Lo consideraba “producto de un estado de pasión extrema”, según le confesaba a su confidente Eckermann, que en sus Conversaciones con Goethe escribía: “los sentimientos expresados en él eran más intensos de lo que estamos acostumbrados a encontrar en otros poemas de Goethe.” 

La escritura del poema, en cuyas estancias de seis versos se conjugan la intensidad sentimental y la perfección formal, tuvo una función sanadora, le sirvió para aliviar el dolor, para sublimar en su tono elegíaco la pérdida del amor, la decepción por el rechazo:

“Goethe se salva -explicaba Zweig en Momentos estelares de la humanidad- por medio de ese poema”, que suponía “la despedida del amor, transformada en eternidad a través del conmovedor lamento. (...) La poesía alemana no ha conocido un momento más grandioso que aquel en el que el más primigenio sentimiento se vertió en este imponente poema.”

Un poema en el que el amor y la vejez se dan cita bajo la mirada elegiaca del poeta, como explica Helena Cortés en su introducción –Marienbad o la caducidad de la vida: 

“Para Goethe, la caducidad del amor y la caducidad de la vida son heridas existencialmente indistinguibles que causan la misma nostalgia y amargura, aunque también obligación de renuncia y de sabia, aunque no por eso menos dolorosa, aceptación de que, llegado a un punto, el hombre ya sólo puede aspirar a fundirse, calladamente en esa calma que recubre las cumbres más altas, en la quietud eterna de la naturaleza.”

Santos Domínguez

7/2/18

Cheever. Cuentos


John Cheever. 
Cuentos.
Traducción de  José Luis López Muñoz 
y Jaime Zulaika 
Epílogo de Rodrigo Fresán. 
Literatura Random House. Barcelona, 2018.

“Publicar una edición definitiva de cuentos cuando uno está al final de los sesenta años me parece, como escritor norteamericano, una ocasión tradicional y digna, de ninguna manera eclipsada por el hecho de que la mayoría de los cuentos de esta colección fueron escritos en ropa interior”, afirmaba John Cheever en un breve ensayo escrito poco después de preparar la selección de sus cuentos que publicó en octubre de 1978 con el título The Stories of John Cheever.

Cerraba esa amplia selección de sus cuentos, con la que al año siguiente obtendría el Pulitzer, Las joyas de los Cabot, que Cheever consideraba su relato más ambicioso. Comenzaba con estas líneas:

Los funerales por el hombre asesinado se celebraron en la Iglesia Unitaria del pueblecito de St. Botolphs. La arquitectura de la iglesia era de estilo Bullfinch, con columnas y una de aquellas agujas etéreas que seguramente predominaban en los paisajes de hace un siglo. La ceremonia constituyó una selección fortuita de citas bíblicas terminadas en verso. «Descansa en paz, Amos Cabot, han cesado tus sufrimientos mortales…». La iglesia estaba llena. Cabot había sido un destacado miembro de la comunidad. En una ocasión había sido candidato a gobernador del estado. En el curso de su campaña, que duró alrededor de un mes, su foto apareció en cobertizos, paredes, edificios y postes telefónicos. No creo que la sensación de pasar por delante de un espejo móvil —veía su imagen en cada esquina— le incomodara tanto como a mí. (Una vez, por ejemplo, yo me hallaba a bordo de un ascensor en París y reparé en una mujer que llevaba un libro mío. Había una foto en la sobrecubierta y un retrato mío sobresalía por encima de su brazo. Yo quería la fotografía, supongo que para destruirla. Me parecía que el hecho de alejarse de mi lado con mi rostro debajo del brazo suponía una amenaza para mi dignidad. La mujer salió del ascensor en el cuarto piso y la separación de aquellas dos imágenes me desconcertó. Quise seguirla, pero me pregunté cómo podría explicar mis sentimientos en francés o en cualquier otro idioma). Amos Cabot no era así ni mucho menos. Contemplarse le resultaba divertido, y al perder las elecciones y desvanecerse su retrato (excepto en unos cuantos cobertizos en medio del campo, donde tardaron alrededor de un mes en despegarse), no pareció inmutarse.

Junto con ese título, Literatura Random House edita los otros sesenta cuentos seleccionados por el autor con traducciones de José Luis López Muñoz y Jaime Zulaika y con un epílogo en el que Rodrigo Fresán hace un intenso recorrido por la narrativa breve de un autor imprescindible y define estos textos como "cuentos escritos por un dios. Un dios en calzoncillos, sí; pero convencido de que 'la literatura puede salvar al planeta.' Un dios que gozaba expulsando a sus criaturas del Edén."

Además de ese relato, otros como El marido rural, La geometría del amor, La muerte de Justina, Una visión del mundo, Reunión o El nadador forman parte ineludible del canon del cuento contemporáneo.

“Soberbio artista” llamó Harold Bloom a este creador meticuloso en cuyos relatos cada palabra está medida y puesta al servicio de una mirada ácida sobre las zonas de sombra del sueño americano de la clase media. 

“Estos relatos – escribía Cheever en el Prefacio con que presentaba su amplia antología- se remontan a mi honorable licenciamiento del ejército, al final de la segunda guerra mundial. Están en orden cronológico, si no me falla la memoria, y los textos más embarazosamente inmaduros han sido eliminados. A veces parecen historias de un mundo hace tiempo perdido, cuando la ciudad de Nueva York aún estaba impregnada de una luz ribereña, cuando se oían los cuartetos de Benny Goodman en la radio de la papelería de la esquina y cuando casi todos llevaban sombrero. Aquí está el último de aquella generación de fumadores empedernidos que por la mañana despertaban al mundo con sus accesos de tos, que se ponían ciegos en las fiestas e interpretaban obsoletos pasos de baile, como el Cleveland chicken, que viajaban a Europa en barco, que sentían auténtica nostalgia del amor y la felicidad, y cuyos dioses eran tan antiguos como los míos o los suyos, quienquiera que sea usted. Las constantes que busco en esta parafernalia a ratos anticuada son cierto amor a la luz y cierta determinación de trazar alguna cadena moral del ser. Calvino no desempeñó ningún papel en mi educación religiosa, pero su presencia parecía habitar en los graneros de mi juventud, y quizá me dejó cierta indebida amargura.” 

A medio camino entre la tragedia y la comedia, los relatos de Cheever son la expresión narrativa de una mirada crítica hacia el sueño americano y sus vacíos éticos, hacia la agridulce vida cotidiana de personajes que viven en urbanizaciones en las afueras de Nueva York. 

Bajo la apariencia engañosamente feliz de los barrios residenciales o los lugares de veraneo en los que viven, esos seres tienen la condición de expulsados del paraíso y arrastran existencias sórdidas que se mueven entre la hipocresía y la rutina, el alcohol y el secreto, el fracaso y la soledad.

Además de la innegable calidad de su prosa, los relatos de Cheever son técnicamente irreprochables. Tienen como columna vertebral al personaje más que el argumento o la trama y en ellos brilla la capacidad del autor para la creación de atmósferas, para la percepción del detalle significativo o su dominio de la elipsis narrativa. 

Son -escribe Rodrigo Fresán en el epílogo- “ficciones que podían parecer caricias pero que, en realidad, mordían la mano que le daba de comer. Y, es pertinente aclararlo, mordían y sigue mordiendo más con amor que con odio. Y la marca de sus dientes no busca la amarga condena sino, por lo contrario, contagiar la amable rabia de una agridulce redención.”

Cheever distinguía en sus cuentos entre los que estaban escritos desde dentro o desde fuera, una cuestión que afecta al punto de vista, pero que más allá de la técnica tiene consecuencias directas en la implicación del narrador en el relato, en su paso de la ironía distante a la comprensión piadosa, de la literatura como penitencia a la literatura como salvación, como esa “agridulce redención” de la que habla Rodrigo Fresán. 

La intensidad y la precisión son las señas de identidad de los relatos de este autor imprescindible que reunió casi treinta años de narrativa breve en esta selección. Una selección que resume el mundo narrativo de uno de los maestros estadounidenses del género, que fijaba su concepción de la escritura en estas líneas de sus Diarios:

Escribir bien, con pasión, con menos inhibiciones, ser más cálido, más autocrítico, reconocer el poder de la lujuria tanto como su fuerza, escribir, amar. (…) No disimular nada ni ocultar nada, escribir sobre las cosas más cercanas a nuestro dolor, a nuestra felicidad, escribir sobre mi torpeza sexual, el sufrimiento de Tántalo, la magnitud de mi desaliento –creo entreverlo en sueños–, mi desesperación. Escribir sobre los necios sufrimientos de la angustia, la renovación de nuestras fuerzas cuando aquéllos pasan; escribir sobre la penosa búsqueda del yo, amenazado por un extraño en la oficina de correo, un rostro apenas entrevisto en la ventanilla de un tren; escribir sobre los continentes y las poblaciones de nuestros sueños, sobre el amor y la muerte, el bien y el mal, el fin del mundo.

Santos Domínguez



5/2/18

Henry James. Cuentos completos



Henry James.
Cuentos completos.
Volumen I
[1864-1878].
Edición de Eduardo Berti.
Editorial Páginas de Espuma. Madrid, 2017.

Terminada la edición de los Cuentos completos de Chéjov, Balzac o Marcel Schwob, Páginas de Espuma comienza otro ambicioso proyecto con la publicación de los Cuentos completos de Henry James, uno de los padres de la literatura contemporánea, un escritor que cumple el papel de bisagra entre la narrativa del siglo XIX y la del XX.

Se ha encargado de la edición Eduardo Berti, que señala en el prólogo que “era hora de ofrecer en castellano una versión cronológica y global de los numerosos relatos de James, que muchos consideran una de las cumbres de su producción personal e incluso una de las cumbres de la ficción escrita en Estados Unidos."

Acaba de aparecer el primero de los tres volúmenes que se ajustan a las tres etapas que se suelen distinguir en el desarrollo de su obra. Tres volúmenes que a lo largo de tres años reunirán en ediciones anotadas la totalidad de los relatos de James, casi cien cuentos -algunos inéditos en español- ordenados cronológicamente, lo que permite seguir la evolución de una narrativa en la que superficialmente no pasa nada, aunque bajo su superficie corre una caudalosa corriente subterránea.

En este primer tomo se reúnen los relatos de sus años de iniciación y formación, escritos entre 1864 y 1878 y publicados en revistas. Veintisiete cuentos que, entre “Una tragedia del error” y “El casamiento de Longstaff”, de alguna manera son una obertura en la que empiezan a perfilarse sus temas y la intensidad de su talento, que brilló especialmente en la distancia corta.

Está aquí en ciernes el mejor James, el escritor magistral que superó el realismo y se adentró en los abismos psicológicos de lo subjetivo con su capacidad analítica, proyectada en la asombrosa variedad de enfoques y matices que recorre su obra.

La relación entre vida y arte, entre ficción y realidad, la profundidad psicológica y la complejidad de los comportamientos humanos, la importancia del punto de vista frente a la ficción de la objetividad realista, la lentitud sin sorpresas ni efectismos, la incertidumbre, la importancia del matiz, la sutileza del análisis psicológico del personaje, la importancia del detalle, temas como el arte y el secreto, el fracaso o la pérdida de la inocencia, la ambigüedad, la frase larga, la hondura y el misterio, el flujo de conciencia y esa expresión ambigua a la que alude Eduardo Berti en un prólogo que contiene espléndidas introducciones a cada uno de los relatos, son algunas de las claves de estos cuentos que James escribió entre los 21 y los 35 años.

Aparecen en ellos comportamientos ilógicos y narradores engañosos o equivocados, diálogos intensos como los de 'Un día perfecto', pintores como el de 'La historia de una obra maestra' y espectros como los de 'La leyenda de ciertas ropas antiguas', su primer cuento de fantasmas, o 'El alquiler fantasmal', la inocencia perdida en 'Un hombre ligero', el conflicto entre lo europeo y lo americano en 'Benvolio', el uso magistral de la elipsis en 'Cuatro encuentros'.
Son los relatos de un Henry James cada vez más sutil y ambiguo, camino de convertirse en el autor refinado y magistral que controla todos los mecanismos del relato, juega con los narradores indirectos y bucea en lo más profundo de los personajes y en sus contradicciones, en la patología de la vida cotidiana; el escritor que ahonda en la soledad y en la tristeza, en las ilusiones y en la fatalidad, en la soledad de los vivos y los muertos, en la melancolía y en el espejismo imaginativo; el Henry James experto en elipsis y dueño de una calculada técnica narrativa. Un libro imprescindible.

Santos Domínguez

2/2/18

Carmina Burana

Carmina Burana.
Cantos de goliardo y poemas de amor.
Edición al cuidado de Francisco Rico.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2018.

Bibit hera, bibit herus,
bibit miles, bibit clerus, 
bibit ille, bibit illa, 
bibit servus cum ancilla,
bibit velox, bibit piger, 
bibit albus, bibit niger, 
bibit constans, bibit vagus, 
bibit rudis, bibit magus. 

Bibit pauper et egrotus,
bibit exul et ignotus, 
bibit puer, bibit canus,
bibit presul et decanus,
bibit soror, bibit frater, 
bibit anus, bibit mater,
bibit ista, bibit ille,
bibunt centum, bibunt mille.

Con estrofas latinas como estas, de versos pareados y ritmo cantable, se construye uno de los poemas más conocidos de los Carmina Burana, copiadas en el Codex Buranus de la primera mitad del siglo XIII que estaba en el monasterio bávaro de Benedictkbeuern.

Una selección de cuarenta de esos cantos de goliardo y poemas de amor la edita Galaxia Gutenberg en un volumen al cuidado de Francisco Rico, que la había publicado en 1978 bajo un doble seudónimo, “Carlos Yarza” para el prólogo y “Lluís Moles” para la traducción, de la que explica que “se da por supuesto que el lector interesado en este volumen no tendrá demasiada dificultad en seguir el texto latino. Y, por lo mismo, la traducción es ajena al menor valor artístico y únicamente busca, extremando a veces la literalidad hasta las mismas fronteras de la corrección, ayudar a la comprensión directa del original.”

Así en la traducción de esas dos estrofas:

Bebe el ama, bebe el amo,
bebe el caballero, bebe el clérigo,
bebe éste, bebe aquél,
bebe el siervo con la criada,
bebe el activo, bebe el perezoso,
bebe el blanco, bebe el negro,
bebe el constante, bebe el versátil,
bebe el rudo, bebe el mago.

Bebe el pobre y el enfermo,
bebe el desterrado y el desconocido,
bebe el chico, bebe el viejo,
bebe el prelado y el decano,
bebe la hermana, bebe el hermano,
bebe la vieja, bebe la madre.
Bebe ésta, bebe aquél,
beben cien, beben mil.

Ahora reaparecen esas versiones del profesor Rico en una cuidada edición bilingüe y anotada que reúne un amplia muestra de la poesía de los goliardos, aquellos clerici vagantes, marginales, disipados y creativos, trangresores clérigos ajuglarados que iban de ciudad en ciudad, de taberna en taberna cantando estos textos satíricos y vitalistas, disolutos y gamberros que Carl Orff adaptó como cantata escénica y sinfonía coral entre 1935 y 1937 con los textos que se reproducen en el Apéndice –"Los textos de Orff"- que ha elaborado Miguel Requena.

Esas canciones de los siglos XII y XIII, muchas de las cuales se han perdido, se han conservado en colecciones como los Carmina Burana o los Carmina Cantabrigensia y forman una parte muy valiosa de la literatura latina de la Baja Edad Media, las componían clérigos vagabundos que habían tomado órdenes menores sin integrarse en estructuras religiosas y escolares pobres que se desplazaban de unas universidades a otras. 

Están compuestas en el latín medieval que era la lengua universitaria en la época y se instalan en un territorio intermedio entre la tradición culta bajomedieval y la poesía popular, entre la actitud del clérigo y la actitud del juglar, entre la influencia bíblica y la de la literatura clásica, entre la burla y la seriedad, lo religioso y lo profano, el vitalismo y la intelectualidad.

Estrofas como estas, de la composición Estuans interius (Ardiendo por dentro), trazan el autorretrato del goliardo: 

Michi cordis gravitas 
res videtur gravis, 
iocus est amabilis 
dulciorque favis.
Quicquid Venus imperat, 
labor est suavis, 
que nunquam in cordibus 
habitat ignavis. 

(La gravedad de espíritu 
se me antoja demasiado rigurosa, 
la chacota me es grata 
y más dulce que la miel. 
Cuanto Venus manda 
es tarea suave, 
jamás asentada 
en los ánimos indolentes.)

Via lata gradior 
more iuventutis,
implico me vitiis 
immemor virtutis, 
voluptatis avidus 
magis quam salutis, 
mortuus in anima 
curam gero cutis.

(Ando por el camino ancho, 
como joven, 
me meto en los vicios 
sin atender a la virtud, 
ávido de placeres 
más que de mi salvación; 
muerto de alma 
me desvelo por el cuerpo.)

Los goliardos habitaron el mismo territorio marginal que luego ocuparían los pícaros, los bohemios o los hippies, como explica Francisco Rico en su prólogo, “Invitación a la lectura de los Carmina Burana”, en el que analiza los rasgos temáticos y formales de estos poemas y señala que el recopilador “fue sin duda hombre de gusto amplio. Los temas y las formas de las composiciones son variados en extremo. Los poemas rítmicos alternan (...) con los cuantitativos; los satíricos, amorosos y tabernarios no impiden la presencia de un puñado de canciones y dramas religiosos. (...) Pero, como insinuaba, es la lírica de tipo goliardesco la que da el tono del conjunto.”

El vino, las relaciones sexuales, el placer de la comida, el desprecio de la autoridad, la parodia de la liturgia y de las oraciones, el humor satírico, la crítica de la corrupción eclesiástica y del poder del dinero son algunos de los temas que se repiten en estos poemas satíricos y críticos o amatorios, en estas canciones de taberna compuestas con una retórica bien aprendida en la que se conjuntan la poesía y la música para construir unos textos de innegable calidad estilística y perfección formal. 

Cierra la selección una paródica proclamación de la orden de los clérigos errantes a la que pertenecen estos versos:

De vagorum ordine 
dico vobis iura, 
quorum vita nobilis,
dulcis est natura,
quos delectat amplius 
pinguis assatura, 
re vera, quam faciat
hordei mensura.

(De la orden de los vagantes 
os digo las leyes:
su vida es noble,
dulce su natural;
más los deleita 
un buen asado,
en verdad, que
una medida de cebada.)

Ordo noster prohibet 
matutinas plane;
sunt quedam phantasmata,
que vagantur mane,
per que nobis veniunt
visiones vane.
Si quis tunc surrexerit,
non est mentis sane.

(Nuestra orden prohíbe  
los maitines totalmente:
hay ciertos fantasmas
que vagan de mañana
y que nos provocan 
vanas visiones.
Quien a esa hora se levante
es que no tiene la cabeza sana.)