26/7/17

Jorge Edwards. Prosas infiltradas



Jorge Edwards.
Prosas infiltradas.
Reino de Cordelia. Madrid, 2017.

“Lo esencial del ensayo, para mí, consiste en proponer preguntas y en admitir respuestas diversas, coyunturales, conjeturales y hasta contradictorias”, escribe Jorge Edwards en el Breve ensayo sobre el ensayo que hace la función de prefacio de sus Prosas infiltradas, una espléndida colección de ensayos breves que publica Reino de Cordelia.

Borges, Cortázar, Octavio Paz, Machado de Assis, Voltaire, Proust, Svevo, Cervantes o Montaigne son algunos de los referentes intelectuales y literarios a los que interrogan estas páginas con las que Jorge Edwards se adentra en el territorio más fecundo de la modernidad.

Porque estos ensayos son prosas infiltradas entre los diferentes géneros, puertas giratorias que abren de un lado el componente narrativo del ensayo clásico y de otro el factor reflexivo de las grandes novelas de Proust, Stendhal o Thomas Mann.

Desde ese territorio ensayístico propicio a la libertad y al tanteo, a la exploración y a la incertidumbre, Edwards explora la difícil relación de la cultura con el poder, traza la semblanza de Fidel Castro y de Neruda o aborda la literatura francesa como una referencia constante, además de la literatura en español, de estos ensayos que son también un homenaje a sus lecturas desde la memoria de un lector agudo que busca espacios de encuentro de la lectura y la escritura.

La narrativa de Cortázar en sus prosas sueltas y libres, con un fondo frecuente de elementos ensayísticos que revela Edwards en un ensayo luminoso, una aproximación a la obra de Cortázar desde “la libertad de escritura y la libertad de lectura”; Octavio Paz como ejemplo de confluencia de poesía y ensayo o la invención de una voz narrativa en Machado de Assis son el de objeto algunos de estos textos en los que siempre está presente la conexión de vida y literatura, de lectores leídos y escritores contados, como titula uno de los mejores capítulos del libro: un estupendo ensayo sobre Cervantes y el Quijote.

Santos Domínguez