26/6/17

Eduardo García. La lluvia en el desierto


Eduardo García.
La lluvia en el desierto.
Poesía completa (1995-2016).
Prólogo de Andrés Neuman.
Epílogo de Vicente Luis Mora. 
Vandalia. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2017.


Bajo la indiferencia y el hastío
se oculta una emoción por explorar.
Allí donde hay ropa tendida, platos
sucios, despertadores quejumbrosos,
coches que nos aguardan, autopistas
inútiles que llevan al trabajo,
al llanto de un teléfono, a los gestos
vacíos que nos tiende la costumbre,
también brota el hechizo de la luz,
su voz bajo la piel fluye despacio.
Escucha resonar en esta página
sus corceles de viento, sus promesas.

Ese poema, La lluvia en el desierto, da título al espléndido volumen que recoge la Poesía completa de Eduardo García en la colección Vandalia de la Fundación José Manuel Lara.

Ese era el título que Eduardo García (1965-2016) había previsto para la edición de su poesía reunida, que su muerte prematura ha convertido en esta Poesía completa que incorpora dos libros que el poeta dejó inacabados al morir: La hora de la ira y Bailando con la muerte.

Se cierra con ellos una trayectoria que abarca dos décadas de escritura que se iniciaron con Las cartas marcadas y prolongaron libros como No se trata de un juego, Horizonte o frontera, La vida nueva o Duermevela, reconocidos con premios como el Juan Ramón Jiménez, Fray Luis de León o Ciudad de Melilla.

Enmarcan la edición de la poesía completa de Eduardo García dos estupendos ensayos: el prólogo Eduardo en el oído, evocador y amistoso, de Andrés Neuman, y el epílogo de Vicente Luis Mora Reencantar el mundo: el legado poético y ensayístico de Eduardo García, un exhaustivo y profundo estudio de los resortes creativos, las influencias y las claves poéticas y sobre las que se sustenta la escritura de Eduardo García.

La lluvia en el desierto tiene como pórtico el prólogo que Eduardo García dejó escrito para la edición frustrada de su poesía reunida, para la que había elegido también la ilustración de portada, un detalle de El sueño (1912), de Franc Marc.

“Escribir -dice el autor en ese prólogo- siempre ha sido para mí salir en persecución del misterio que alienta el respirar  /.../ Escribir como se respira, luchando con las palabras cuerpo a cuerpo, sin coraza ni red que me proteja de cuanto pueda descubrir allá al fondo en las tinieblas de lo desconocido.”

Y por eso, su itinerario poético, que se inició con el realismo narrativo de su primer libro, se fue decantando en un proceso de búsqueda de su propio tono de voz que encontraría su mejor expresión en el “realismo visionario” de lo que él mismo llamó una poética del límite en un memorable ensayo en el que fijó su concepción poética, que halló su instrumento de acceso al poema en la imaginación simbólica, en el ensueño, en la busca de revelaciones de una realidad transcendida en la mirada del poeta.

Esa concepción de la poesía como búsqueda y revelación de lo desconocido la dejó expresada en Confidencial, un poema de Horizonte o frontera que podría tomase como cifra de su escritura:

Cada verso que escribo
susurra al otro lado otras palabras,
otras voces convoca en otras lenguas,
debajo de la página. Ya escucho
el eco de las fuentes que me brotan
más allá del papel. Hablan despacio
de lo desconocido. Sigilosas,
iluminan regiones en penumbra,
rescoldos encendidos, sangre seca,
las altas barandillas de la infancia,
peleas de vecinos
en el patio interior.

Cuando miro en el pozo del poema,
en las aguas del pozo, en lo secreto,
otro rostro sonríe al otro lado.

Y porque "escribir –como explicaba Eduardo García en el prólogo- es una aventura, no un elegante juego de lenguaje”, esa aventura alcanzaría en La vida nueva y sus poemas de largo aliento su voz más personal y su cima creativa desde la indagación en lo oscuro.

De esa manera la poesía se convierte en un viaje al conocimiento para “cercar el misterio mediante un uso creativo del lenguaje”, porque “en las antípodas de la pedestre crónica, la poesía revela y genera realidad.”

Una nueva realidad que integra en su configuración simbólica la imaginación y la reflexión, la pérdida y la celebración, lo figurativo y lo visionario, la experiencia y el conocimiento, el irracionalismo y el sueño en torno al eje temático del deseo.

Una sutil ironía recorre la obra de Eduardo García y la envuelve en un fondo de distancia que culmina el último poema de Bailando con la muerte:

Si todo ha de acabar, qué importa nada.
Si el río ha de arrastrar cuanto queremos,
días, amigos, cuerpos, libros, senos,
cavando a nuestro paso una hondonada;

si todo ha de anegar la mar helada
y al cabo nos aguardan crisantemos,
más vale no olvidar lo que seremos
y enterrar en olvido la alborada.

Mas si el destino está en quedar en nada
rema a contracorriente, a tumba abierta,
apurando los cauces, siempre alerta
al destello que inflama la mirada.

Si todo ha de acabar, muerde muy fuerte
cada hora que le robas a la muerte.


Santos Domínguez