Helen Keller.
El mundo en el que vivo.
Traducción de Ana Becciu.
Atalanta. Vilaur, 2012.
Veo, pero no con mis ojos. Escucho, pero no con mis oídos. Hablo y me hablan, sin el sonido de una voz, escribe Helen Keller (1880-1968) en uno de los textos que recopiló en 1908 en El mundo en el que vivo, un conjunto de ensayos y un poema –Un canto de oscuridad- que acaba de publicar Atalanta.
La mano que ve se titula el capítulo inicial, y quienes hayan visto El milagro de Anne Sullivan no necesitan más explicaciones. En el tacto residen el amor y la inteligencia,
afirmaba aquella criatura sordomuda y ciega para quien la mano era lo
que el oído y la vista para otras personas: su manera de conectarse con
el mundo y de salir de la oscuridad. No solo sus manos, las manos de los
demás, hasta una historia literaria de la mano, servían a Helen Keller
para superar las tinieblas y afinar una sensibilidad que –privada de
dos sentidos- concentra e intensifica los otros sentidos.
Una suma de conocimiento sensorial e imaginación, de percepciones y analogías, visiones interiores y sobre todo un recorrido por sus intensas experiencias oníricas hacen de estos textos una invitación al asombro y al redescubrimiento del mundo desde otras dimensiones. Cada átomo de mi cuerpo es un vibroscopio, escribe Helen Keller, capaz de captar las vibraciones más sutiles del mundo.
Santos Domínguez