15/2/10

María Zambrano. Esencia y hermosura


María Zambrano.
Esencia y hermosura.
Selección y relato prologal
de José-Miguel Ullán.
Galaxia Gutenberg. Círculo de Lectores.
Barcelona, 2010.

Un extenso relato prologal de José-Miguel Ullán – Señales debidas- abre Esencia y hermosura, la magnífica antología de María Zambrano (1904-1991) en la que el poeta trabajó hasta su muerte el año pasado.

La publica Galaxia Gutenberg. Círculo de Lectores en su colección de ensayo y ofrece un recorrido completo por la obra de quien es ya una referencia indiscutible del pensamiento español contemporáneo.

El volumen toma el título de la cita de Plotino que encabeza la antología. Porque esos dos conceptos -esencia y hermosura- resumen los dos centros de interés en los que se proyectó la labor intelectual de María Zambrano.

En el prólogo de 1973 a El hombre y lo divino indicaba María Zambrano que ese podría ser el título que resumiera toda su obra. Ocho años después, tenía intención de reunir su escritura bajo la denominación Prólogo a un libro desconocido. Se llamará así todo. Es un título que doy ya para todo, declaraba en junio de 1981 en una conversación con Ullán, que escribe al final de esta recopilación en una nota bibliográfica:

Ojalá que Esencia y hermosura, capítulo de espera, resulte representativo de los múltiples registros tocados en ese todo pendiente.

Abren el volumen veinte cartas al pintor Juan Soriano, casi todas inéditas. Y a partir de ahí se suceden en orden cronológico textos de los libros de María Zambrano: desde Horizonte del liberalismo (1930) hasta el póstumo Los sueños y el tiempo (1992) y la recopilación de artículos que se editó en 1995 con el título Las palabras del regreso.

María Zambrano, discípula de Ortega y Gasset, transformó la razón vital de su maestro en razón poética y nadie ha reflexionado más lúcidamente en nuestra cultura sobre las relaciones entre pensamiento y poesía, entre filosofía y creación, sobre las relaciones entre la razón y el conocimiento poético en la mística o el Romanticismo hasta llegar a Valèry, con quien la poesía deja de ser sueño y se convierte en exactitud:

El que dice exactitud y estilo - escribe María Zambrano en Filosofía y poesía- invoca lo contrario de sueño, pero el sueño no ha dejado de estar en la raíz de la poesía; lo que ocurre es que, por vez primera, se ha hecho consciente el esfuerzo infinito que es necesario para expresar el sueño o que, por primera vez, el poeta confiesa lo que durante siglos ha mantenido en silencio: el trabajo.

La calidad de su prosa y la sutileza de su pensamiento recorren las quinientas páginas de un volumen en el que se recogen ensayos fundamentales como "San Juan de la Cruz. De la noche oscura a la más clara mística", uno de los capítulos de Los intelectuales en el drama de España; Pensamiento y poesía en la vida española; Filosofía y poesía o Hacia un saber sobre el alma.

En ese libro, de 1950, brilla a su mayor altura la doble vertiente de María Zambrano como pensadora en el artículo “¿Por qué se escribe?”:

Escribir es defender la soledad en que se está; es una acción que sólo brota desde un aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable, en que, precisamente por la lejanía de toda cosa concreta, se hace posible un descubrimiento de relaciones entre ellas.

Y como prosista deslumbrante en “Diótima de Mantinea”, un espléndido ejemplo de la más alta prosa poética a la que se acercó muchas veces María Zambrano:

Y así me he ido quedando a la orilla. Abandonada de la palabra, llorando interminablemente, como si del mar subiera el llanto, sin más signo de vida que el latir del corazón y el palpitar del tiempo en mis sienes, en la indestructible noche de la vida. Noche yo misma.

Después vendrían otros libros como El hombre y lo divino – con textos memorables como “Apolo en Delfos” y “El libro de Job y el pájaro”-, La España de Galdós, El sueño creador, el imprescindible Claros del bosque o el luminoso De la Aurora.

Libros que fueron el resultado de una labor rigurosa y constante de María Zambrano, de una actividad pensadora que se prolongó durante más de sesenta años. Esencia y hermosura es una muestra significativa que refleja la multiplicidad de temas que llamaron su atención, la lucidez con que los abordó y la alta prosa con que los expuso.


Santos Domínguez