31/5/06

Pío Baroja, a escena


Miguel Sánchez-Ostiz.
Pío Baroja, a escena.
Espasa. Madrid, 2006.

Con una personalidad tan compleja como la de Baroja, con una obra de tanta apariencia autobiográfica y tan mixtificadora al menos como la de Silvestre Paradox, no se puede tener el convencimiento de que todo está dicho sobre su obra.

Demonizado por unos y sacralizado por otros, su personalidad contradictoria, ha generado toda una bibliografía que bebe en las fuentes de sus memorias y las mira al trasluz.

Desde aquel lejano Pío Baroja en su rincón con el que Pérez Ferrero daba otra imagen del escritor y del hombre, Baroja ha ido saliendo de un espacio de sombra en el que en el fondo parece que nunca quiso estar.

Porque la biografía de Baroja es la del personaje literario que se crea una imagen pública sobre el eje precisamente de su aborrecimiento de lo público, de un carácter insociable más que dudoso.

Aceptemos que no hubo en ello simulación sino incoherencia. Aunque fuera así, explorar esas contradicciones e iluminar esas zonas de sombra justifica un nuevo acercamiento como este que hace Miguel Sánchez Ostiz en un libro de título significativo: Baroja a escena.

Un libro equidistante de la hagiografía barojiana y de la descalificación destemplada de Gil Bera, escrito con admiración contenida y crítica, con la brillante subjetividad de quien culmina en este libro una larga dedicación a Baroja y una lectura consolidada en la que el hombre malo de Itzea, aquel fauno reumático, le irrita y le emociona a la vez. Y con él a los lectores de Baroja y de Sánchez-Ostiz.

La obra de Baroja, y no solo sus memorias, es una autobiografía hecha a medida, la invención de una imagen. Una construcción sistemática pero llena de escamoteos, lagunas y contradicciones del Baroja personaje a través de sus apariciones estelares. Solitario y sociable, humilde y ególatra, insatisfecho y sedentario, rebelde y orgulloso, contradictorio siempre, buscó el calor de las tertulias y la congregación en torno a él de jóvenes admiradores entre los que fue fomentando el culto a la imagen oficial del novelista, su puesta en escena.

Ese es el punto de partida, el método y la tesis de este libro: la idea de que Baroja construyó simultáneamente su obra literaria y su proyección social. Lejano por igual de la inquina y de la beatería, no es este un estudio objetivo, sino una integración de vida y literatura en un peculiar rompecabezas compuesto desde la perspectiva de un curioso de la obra y de la persona que acude, más que a las memorias, a las abundantes contrafiguras que aparecen en sus novelas.

Ese es quizá el más alto valor del libro de Sánchez-Ostiz: el proponer un nuevo e inteligente manejo de materiales que integran y explican vida y literatura, materiales que refrescarán la memoria de los barojianos, que siguen siendo legión agradecida.

El hombre y su obra, dos construcciones paralelas llenas de luces y sombras, de virtudes y defectos, de vitalidad en suma.

Santos Domínguez