In the lands of Extremadura: Ruth Matilda Anderson’s photographs of Western Spain for the Hispanic Society. En tierras de Extremadura: las fotos de Ruth Matilda Anderson para la Hispanic Society . New York: The Hispanic Society of America. MEIAC. Badajoz, 2004.
Que una imagen vale más que mil palabras es idea tan repetida que a veces se olvida su exactitud.
Y para recordar su certeza hay que mirar un libro monumental en muchos sentidos como En tierras de Extremadura, el catálogo de una magnífica colección de 222 fotografías realizadas por Ruth Matilda Anderson’s para la Hispanic Society entre enero y abril de 1928.
Lo editaron conjuntamente esa institución de EEUU y el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo, con el patrocinio del Ministerio de Cultura y la Junta de Extremadura.
La exposición pasó de Badajoz a Nueva York, en donde se acaba de clausurar el 5 de febrero.
Las imágenes se reproducen en un libro de gran formato y son tan elocuentes, describen tan gráficamente la realidad durísima de aquella Extremadura de hace ochenta años que constituyen un documento excepcional, una recuperación agridulce del pasado. De un pasado en el que pesa más la impresión de atraso pavoroso que la melancolía. No son estas fotografías para mover a eso. Nada que echar de menos, mucho que lamentar desde un presente en el que parece que no han pasado ochenta años, sino ochocientos desde aquellas imágenes.
Trabajos, fiestas y costumbres, tipos y vistas son los ejes en torno a los que se articulaban la exposición y el catálogo de estas muestras fotográficas que unen a su extraordinario sentido plástico y artístico, un valor añadido: el del testimonio documental, más expresivo que mil palabras para conocer aquel pasado, aquella Extremadura en blanco y negro, menos añorada que dolorosa y hoy afortunadamente superada.
Y es que hasta en las imágenes más inocuas se ha colado de rondón algún detalle significativo, alguna muestra del atraso y la miseria.
Al fondo de esa Extremadura hay un casino y a su puerta un limpiabotas se afana en sacarle brillo al zapato del señorito. O calles inmundas llenas de barro y desperdicios. Y niños descalzos y sucios que pisan los charcos. Demasiados niños descalzos y demasiado sucios.
Es inevitable recordarlo. Muchos años después, Alberti escribiría sobre los niños de Extremadura, sobre los niños descalzos de Extremadura. Y se preguntaría, como el conmovido espectador de esas fotos, quién les quitó los zapatos.
Y después de esto, todavía algún animal melancólico vendrá a insinuar que aquellos niños eran más felices.
Santos Domínguez