3/12/08

Dietario voluble




Enrique Vila-Matas.
Dietario voluble.
Anagrama. Barcelona, 2008.


A veces me detengo a mirar el curso de las nubes, miro todo con curiosidad flemática de diarista voluble y paseante casual.

Entre diciembre de 2005 (Aquí estoy en mi cuarto habitual, donde me parece haber estado siempre. Como en tantas mañanas de mi vida, me encuentro en casa escribiendo. Suena, contundente, la música de Be My Baby, cantada por The Ronettes) y abril de 2008 (Y vi que el capitán Ahab sin rostro, desaparecidas las fronteras entre la vida y la muerte, se quedaba oscilando en el océano, a medio camino entre el salón de casa y la suave corriente del Bronx) fecha Enrique Vila-Matas su último libro.

Dietario voluble, que publica Anagrama, es un texto híbrido de dietario y narrativa, un conjunto coherente de fragmentos recorridos por una mirada que se proyecta sobre la totalidad del mundo.

Es la mirada llena de ironía y distancia de quien se sienta a contemplar en una terraza el espectáculo del mundo: los turistas merluzos en París o la distancia que hay de Georges Perec a Dan Brown. Y a anotar después lo que pasa cuando no pasa nada, para hacer de cada hecho trivial un suceso extraordinario, para reflejar lo que generalmente no se anota, lo que no se nota, lo que no tiene importancia: lo que pasa cuando no pasa nada, salvo tiempo, gente, autos y nubes.

En este Dietario voluble está y no está Vila-Matas, que no por azar posa de espaldas en la fotografía de Olivier Roller que ha elegido para la portada. Ese trasvase de diario y narración da como resultado una obra no confesional en la que el yo de la realidad se desdobla en un yo ficticio cuya mirada se proyecta sobre autores, viajes, ciudades, películas y amigos.

Con el modelo de Monterroso y su Movimiento perpetuo, libro en el que el autor “zigzaguea de un género a otro, y pasa del ensayo al relato, y de éste a la digresión o el divertimiento, Vila-Matas practica la disolución de fronteras entre ficción y ensayo, entre narrativa y diario autobiográfico. De esa manera, los personajes reales o de ficción, los viajes y las lecturas de Vila-Matas completan su autorretrato vital e intelectual.

Mallorca y París, Cortázar y Sebald, Nueva York y Verona, Coetzee y Pessoa, Buenos Aires y Praga, Kafka, Jules Renard, Win Wenders y Kurosawa, Walser y Bolaño son algunas de las referencias de una memoria espacial que persiste en los exteriores y en los interiores y sostienen una identidad que se alimenta de la literatura y el cine.

Viajo para conocer mi geografía, escribió un loco anónimo en un manicomio francés a comienzos del siglo pasado. Y esa declaración la asume Vila-Matas en un libro que es el diario de lecturas y el cuaderno de notas de quien viaja por lugares y tiempos, por el presente y por su memoria personal y literaria, tan pareja de la de Claudio Magris, otro de los hilos conductores del libro:

¿Y cómo no pensar entonces en algo que le oí decir, el año pasado en Madrid, al propio Magris: "La literatura no salva la vida, pero puede darle sentido"? No hay cita que sintetice mejor su visión de la íntima relación entre literatura y existencia.


Santos Domínguez