2/5/06

Una larga confesión


Juan Carlos Onetti.
Obras Completas: Novelas I (1939-1954).
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.
Barcelona, 2006.


Es solo el primer tomo de los tres que reunirán la obra completa de Juan Carlos Onetti, pero es apabullante. Lo acaba de publicar Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores y en él se reúnen las cinco primeras novelas de quien construyó uno de los universos literarios más transcendentales de la literatura del siglo XX en español.

Desde la obertura que fue El pozo (1939), escrito en una primera versión durante una tarde sin tabaco y en un arranque de mal humor creativo, hasta esa pequeña obra maestra que son Los adioses (1954) se suceden una serie de novelas entre las que La vida breve inaugura uno de esos territorios imperecederos de la imaginación que es Santa María, que más que un lugar es una atmósfera o un estado de ánimo.

Prácticamente desde el principio, con una sorprendente madurez en la que se conjuntan el vigor y la contención artística, los temas esenciales de la narrativa de Onetti están ya perfilados: la incomunicación, el fracaso, la soledad de unos personajes a quienes la insatisfacción y la pesadumbre los empuja a la evasión.
Claro que El pozo lo publica Onetti con 30 años, después de diez años de maduración y de haber extraviado una primera redacción de la novela. Onetti es a esas alturas un personaje más de su narrativa, un escritor desordenado, sin método ni horario, que escribe cuando tiene un arranque creativo, un autor que se identifica con frecuencia con sus personajes, esos indiferentes a los que el narrador trata con indiferencia impávida. De la poblada soledad del escritor habla con acierto Hortensia Campanella en la amplia introducción del libro y Juan Villoro titula su brillante prólogo La fisonomía del desorden.

Onetti se siente especialmente cómodo en esa Santa María que no es Montevideo ni Buenos Aires pero tiene rasgos de las dos, porque hace de Dios en ese paisaje gris trazado con descripciones pasmosas y habitado por personajes inolvidables y ensimismados como Brausen y Juntacadáveres Larsen.

Con profundidad y desesperanza, demoledor y tierno, comprensivo y piadoso a la vez que pesimista, Onetti explora una y otra vez las fronteras confusas de la realidad y el sueño, la necesidad evasiva y las tendencias monologantes de esos personajes problemáticos e incomunicados que en realidad hablan de su autor, porque la literatura, como escribió Onetti, es una larga confesión.

Santos Domínguez