12/5/06

Ligero de equipaje


Ian Gibson.
Ligero de equipaje. La vida de Antonio Machado.
Aguilar. Madrid, 2006.


En ningún otro poeta español contemporáneo se cumple de modo tan natural la compenetración entre vida y literatura como en Antonio Machado. Por eso era tan indispensable en la bibliografía machadiana un libro como este Ligero de equipaje de Ian Gibson que acaba de publicar Aguilar.
Desde las viejas biografías de Pérez Ferrero o Ribbans han ido apareciendo nuevos datos y nuevos textos que hacían imprescindible un estudio global como este, que es más que una biografía.
Un estudio en el que debían integrarse adecuadamente en una visión revisada los nuevos datos biográficos a la luz de unos textos que a su vez quedan iluminados por la peripecia vital de quien no es ( ni de lejos) el mejor poeta del siglo XX, pero sí probablemente su referencia fundamental, el poeta más importante. No es lo mismo.

Y ese es precisamente el valor de este Ligero de equipaje: más que la aportación de novedades, una integración de referencias biográficas y poéticas para llenar un hueco, para construir una imagen total de Antonio Machado, un recorrido minucioso por su biografía y su trayectoria literaria.

Escrito con admiración y sin beatería, el libro es también un homenaje al poeta que Gibson frecuenta desde hace cincuenta años.

Es muy inteligente el planteamiento que hace Gibson cuando organiza el libro en una doble línea que une tiempo y espacio, la geografía vital con la palabra en el tiempo que es el poema para Antonio Machado. De esa manera se nos lleva, combinando tiempo, espacio y poesía, de Sevilla a Collioure pasando por el Madrid bohemio de las tertulias, el teatro y el periodismo o el París simbolista de Verlaine.

Y ya en la fase de madurez, Soria y el paisaje de Castilla y Leonor y la Baeza provinciana de don Guido. Y entre Segovia y Madrid el tren y Guiomar, una relación problemática y desdichada, una de las tres heridas de Antonio Machado, junto con Leonor y la guerra.

No se trata solo de esos paisajes exteriores, sino también y sobre todo de las galerías del alma, de los paisajes íntimos: del patio de la niñez o la rebotica oscura o la fuente del recuerdo. Unos espacios domésticos propensos al recuerdo, a la evocación y a la ensoñación simbolista.

Con un manejo muy solvente de datos y textos a la que nos tiene acostumbrados desde su monumental biografía de Lorca, Gibson ha elaborado otra de esas obras definitivas que además son un éxito de ventas.

Habrá (estoy seguro) una reedición muy pronto. Será el momento de corregir las transcripciones descuidadas de algunos textos en los que se han deslizado errores que afean el libro y desmerecen de una obra que se ha hecho con tanto esfuerzo y talento.

Santos Domínguez