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12 julio 2007

Rimbaud. Una biografía



Enid Starkie.

Arthur Rimbaud. Una biografía.
Traducción de José Luis López Muñoz.
Siruela. Madrid, 2007.

Dejó de escribir a la edad en la que muchos empiezan. Con veinte años renunció a la literatura, pero antes dejó una obra poética que es una de las bases de la poesía contemporánea.

El carácter fundacional de su obra y la compleja personalidad de Arthur Rimbaud son las claves del excelente estudio de Enid Starkie, que va mucho más allá de los límites de una mera biografía para explorar las claves literarias y estéticas de su poesía.

La perspicacia crítica de Starkie, que culminó en 1961 esta monumental biografía que ahora reedita Siruela, fija los perfiles de una personalidad tan contradictoria y resistente a los asedios como la de Rimbaud y apoyándose en una interpretación profunda de su obra indaga en las razones que le llevaron al silencio.

Y es que la vida y la obra de Rimbaud están instaladas en una zona de sombra, en una opacidad misteriosa y llena de contradicciones. Consciente de esas limitaciones, Starkie acomete en este libro un análisis global que atiende más a la obra que a la vida, más a la interpretación literaria que al dato externo.

Rimbaud aspiró a la condición angélica y exploró lo demoniaco cuando pasó una temporada en el infierno. Tras renunciar a la poesía, vagabundeó por las calles y los tugurios de Europa, llegó a Alejandría, El Cairo y Java, y acabó traficando con esclavos y armas en Somalia y Etiopía.

Siempre entre el arrebato ascético y el exceso alcohólico, entre la actitud de un gamberro indeseable y la inspiración del genio, el reto de un estudio como este era la búsqueda de un hilo conductor que permita entender con coherencia una personalidad contradictoria. Un hilo vital casi invisible que permita entender por qué oscuro motivo Rimbaud deja de escribir en el momento de su mayor capacidad creadora, cuando se arrepiente de haberse convertido con la poesía en un Lucifer orgulloso y rebelde y convencido de que lo que él había creído iluminaciones eran meras alucinaciones, persuadido ya de que lo que había creído paraíso era el infierno.

Canalla o mártir, inestable siempre, aquel gamberro iluminado, aquel genio perverso y adolescente tal vez renunció a la poesía cuando dejó de ser para él la imagen de la verdad absoluta. Entonces posiblemente pensó que ya no tenía nada que decir. Y esa es la clave de su última obra, Una temporada en el infierno, una obra atravesada por la angustia de quien reniega a partir de entonces a su medio de expresión y a la poesía visionaria.

Starkie organiza su biografía y su análisis de la obra de Rimbaud en tres partes: de los años de formación, marcados por el ejemplo vital y literario de Baudelaire, y que culminan en Le Bateau ivre, a la plenitud literaria de las Iluminaciones y Una estación en el infierno, marcada por la influencia de Verlaine. Y de ahí al tráfico de armas y esclavos.

La segunda parte es, naturalmente, la fundamental, porque explica las claves creativas de la plenitud literaria, el método de trabajo y los motivos del silencio de un Rimbaud insolente y provinciano que llega a París desde Charleville, invitado por Verlaine. Con él practicó el exceso del libertinaje, de la absenta y el hachís, y mostró la parte más brillante de su poesía y su incapacidad para las relaciones sociales y su tendencia provocativa y egotista.

Aquellas relaciones, que los condujeron a una estancia en Londres evocada por Cernuda en un memorable poema, desembocaron en una situación de ruptura a mano armada en Bruselas. Con todo, las mejores páginas de Starkie son las que se centran en el análisis del Soneto de las vocales, las Iluminaciones o Una estación en el infierno, antes de destacar la importancia y la actualidad de Rimbaud:
En el momento actual pocos poetas, incluido el mismo Baudelaire, son objeto de más interés y apasionados estudios. No existe movimiento, sea cual fuere el país de que se trate, que no afirme deberle sus orígenes, aunque sin duda el mismo Rimbaud no hubiera aprobado la mayor parte de sus ideas. Los jóvenes escritores de todo el mundo descubren hoy en Rimbaud al portavoz de su exasperación con el pasado y con la tradición; de su desacuerdo con las normas aceptadas y con lo que la llamada civilización ha hecho del mundo en el que vivimos; y sienten el mismo deseo de destruirlo todo.

Santos Domínguez


21 octubre 2016

Rimbaud. Obra completa bilingüe


Arthur Rimbaud.
Obra completa bilingüe.
Atalanta Memoria mundi. Gerona, 2016.

Fue no sólo el poeta más experimental de su época, alguien que en los cuatro breves años de su carrera cambió el sentido de la poesía occidental. Nadie como él encarna la modernidad y el espíritu de la creación poética no ya presente, sino futura.

Arthur Rimbaud dejó de escribir a la edad en la que muchos empiezan a tantear sus primeros escarceos literarios. Con poco más de veinte años renunció a la literatura, pero antes, convertido ya en un poeta decisivo cuya vida osciló entre el arrebato ascético y el exceso alcohólico, entre la actitud del gamberro indeseable y la inspiración del genio, había sentado las bases de la poesía contemporánea.

Baudelaire había puesto la primera piedra, pero fueron Lautréamont, Mallarmé y sobre todo Rimbaud quienes establecieron una nueva tonalidad para la poesía, una relación nueva entre la palabra y su referente, entre la forma y la sustancia del poema, porque también era nueva la relación entre el sujeto y el objeto, entre el yo lírico y el mundo. 

A partir de esos poetas, que convirtieron a Poe y a Blake en profetas de lo contemporáneo, la poesía deja de ser literatura y se convierte en forma de conocimiento, en iluminación de una realidad irreproducible por opaca.

‘El fugaz paso de Arthur Rimbaud por la poesía francesa fue calificado en vida del propio poeta de “meteoro”; la idea se convirtió en un tópico que aún se mantiene vivo porque hay pocas cosas más ciertas en el caso del joven poeta de Charleville que llega a París en septiembre de 1871 y en año y medio, hasta mayo de 1873, reduce a cenizas la poesía parnasiana, para luego, tras el episodio de Bruselas y la entrega del manuscrito de su único libro publicado, Una temporada en el infierno (septiembre de 1873), hundirse en un silencio inexplicable e inexplicado que acosa a la mayoría de los críticos como si ese mutismo absoluto fuera una clave interpretativa.’

Con esas líneas comienza el Prólogo que Mauro Armiño ha puesto al frente de su edición de la Obra completa bilingüe de Rimbaud que acaba de publicar Atalanta.

Ese prólogo aborda una semblanza del poeta a través del minucioso seguimiento de su biografía y de los cambiantes escenarios de su huida –Charleville, París, Londres, Bruselas, Yemen, Sumatra, Abisinia, Somalia. 

Propenso a las máscaras, Rimbaud escribió en una ocasión Yo es otro, para aludir a su propio desdoblamiento en ángel de luz y de tinieblas, a la convivencia en él de la inocencia y la depravación. Y es que la vida y la obra de Rimbaud están instaladas en una zona de sombra, en una opacidad misteriosa y llena de contradicciones. 

La semblanza de Mauro Armiño es una incursión en el enigma de aquel muchacho, más salvaje que tímido, que provocaba por igual espanto y fascinación, admiración y escándalo, y ‘detalla sobre todo los hechos clave de la adolescencia, la bohemia parisina y la aventura verlainiana’ de aquel joven que en constante insumisión vital y poética pasó de asombrar a los círculos parnasianos, a los dieciséis años, con la lectura de El barco ebrio, a escandalizarlos y despreciarlos por su aburguesamiento. Aquel adolescente estaba en otra dimensión: Hugo le parecía retórico; a Baudelaire, que le influyó en su época de formación, acabó por criticarlo por  blando y efusivo.

Había aprendido de él la importancia de la intuición visionaria en busca de correspondencias imprevisibles, pero Rimbaud dio un paso más hacia el desarreglo de los sentidos en busca de una nueva forma de conocimiento. En una carta fundamental, el 15 de mayo de 1871 -en la misma carta donde decía 'Yo es otro' y donde afirmaba que 'el poeta es verdaderamente ladrón de fuego'- proponía como objetivo de la poesía llegar a una iluminación de lo desconocido: 'El Poeta se hace vidente -escribía- mediante un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos. '

Rompía así con todo lo anterior para convertirse en un visionario en busca de la poesia objetiva: 'Me habitué a la alucinación simple -escribirá en "Alquimia del verbo" (Una temporada en el infierno)-: veía con toda nitidez una mezquita en el sitio de una fábrica, una escuela de tambores formada por ángeles, calesas por las rutas del cielo, un salón en el fondo de un lago; los monstruos, los misterios; un título de vodevil alzaba espantos ante mí.' 

El estudio introductorio reconstruye el proceso de escritura de los poemas en prosa de Una temporada en el infierno y de las Iluminaciones, hasta el “silencio final de un poeta – escribe Mauro Armiño- que había destrozado, para la evolución de la poesía, la escritura de la vanguardia del momento, los parnasianos, y había pretendido llevar la lírica más allá de sus formas, más allá del libro, más allá del arte y de las propuestas políticas, incluso «cambiar la vida» con ella.”

Buscó el escándalo desde sus primeros poemas en francés, como Las despiojadoras, que escribió a la vez que se declaraba en rebeldía con el mundo, se escapaba de casa y comenzaba una interminable peripecia de vagabundeos que expresaban su aversión al sedentarismo. 

Escribió poemas heterosexuales antes de irse a los dieciséis  años con Verlaine, que le siguió en sus idas y venidas tortuosas y violentas, en las que Rimbaud dominaba al poeta de más edad. Rimbaud era el principal, el "esposo infernal", y Verlaine, diez años mayor y casado, era la pasiva, “virgen fatua.” 

Con Verlaine practicó el exceso del libertinaje, de la absenta y el hachís, y mostró la parte más brillante de su poesía, su incapacidad para las relaciones sociales y su tendencia provocativa y egotista. 

Empezó a escribir Una temporada en el infierno, en un paréntesis de su tormentosa relación londinense con Verlaine en 1873, y la terminó después de la despedida a mano armada en Bruselas. Ese mismo año, Verlaine recibió en la cárcel un ejemplar de aquel libro en el que pudo reconocerse en la virgen necia que se dirige al esposo infernal en el más memorable de los poemas de un libro atravesado por la potencia visionaria de sus sinestesias y de sus imágenes.

Ese mundo poético, destructivo y renovador, llegaba a la plenitud literaria en las Iluminaciones, su libro más radical y hermético, pero también el que abría nuevas vías expresivas y miraba de una manera inédita la realidad para inaugurar una tonalidad lírica desconocida hasta entonces, como en este fragmento de "Infancia": 

En el bosque hay un pájaro, su canto os detiene y hace sonrojaros.
Hay un reloj que no suena.
Hay un hoyo con un nido de animales blancos.
Hay una catedral que baja y un lago que sube.
Hay un pequeño coche abandonado en el bosquecillo  soto, o que baja el sendero corriendo, engalanado de cintas.
Hay una compañía de pequeños  comediantes con trajes de escena, divisados en el camino a través de la linde del bosque.
Hay en fin, cuando se tiene hambre y sed, alguien que os echa.

A esas alturas, trazada ya su autobiografía moral, Rimbaud había disuelto las fronteras de la prosa y el verso, del bien y del mal, había expresado el desorden de los sentidos y había borrado los límites de la propia identidad: Yo es otro. 

Rimbaud vagabundeó a partir de entonces por las calles y los tugurios de Europa, llegó a Alejandría, El Cairo y Java, y acabó traficando con esclavos y armas en Somalia y Etiopía. Una década en el Norte de África y Arabia, el actual Yemen. Allí empezó a sufrir el cáncer de huesos que acabaría con su vida en Marsella en 1891. 

Además del análisis de la obra de quien ‘labra su propio destino de mito al hilo de su biografía’, y de su transcendencia en la poesía contemporánea, de una completa cronología, un Diccionario Rimbaud de personajes y una amplia bibliografía actualizada, esta obra completa bilingüe recoge la edición anotada, con espléndidas observaciones y comentarios, de su obra poética entre 1870 y 1873 y de su abundante epistolario, desde las primeras cartas de 1870 que muestran al adolescente descarado a punto de emprender su viaje a París hasta las que en 1891 reflejan a un hombre derrotado por la soledad, el dolor y la enfermedad, el Rimbaud final que escribía el 23 de junio a su hermana Isabelle desde el hospital de Marsella donde le acababan de amputar la pierna derecha: ‘No hago más que llorar día y noche., soy un hombre muerto, estoy tullido para toda mi vida. Dentro de quince días, creo que estaré curado; pero sólo podré caminar con muletas. En cuanto a una pierna artificial, el médico dice que habrá que esperar mucho tiempo, ¡seis meses por lo menos! Mientras, ¿qué haré, dónde me quedaré?’

Y en apéndice, sus composiciones escolares en latín, la correspondencia con Verlaine y las cartas y documentos relacionados con el affaire de Bruselas.

Más de mil qunientas páginas en torno a la obra de aquel ser irrepetible que murió “a los 37 años de edad, dejando la incógnita de su silencio, que podría ser un hecho menor y anecdótico, y el misterio creado por la poesía del meteoro llamado Rimbaud, cuyo sentido en buena medida todavía se sigue buscando”, como explica Mauro Armiño en el cierre del prólogo de esta edición que está llamada a ser la versión definitiva en español de la obra de aquel poeta que sigue brillando, indescifrable y burlón.

Nadie baja impunemente a los abismos de la poesía de Rimbaud. El lector que traspasa esa frontera y va más allá de la superficie de sus libros sabe que no hay posibilidad de marcha atrás en la poesía posterior a Una estación en el infierno o a Iluminaciones. 

Siempre en huida –de su madre opresiva y abandonada, de su infancia ejemplar de niño “alarmantemente bueno”, de la influencia de Baudelaire, de la sumisión de Verlaine, de sí mismo-, aquel ángel infernal del exceso que cambió la poesía europea en cuatro años de escritura todavía corre inalcanzable, con las suelas al aire, a años luz de nosotros. 

Un poeta no de ayer, ni de hoy: de pasado mañana. 

Santos Domínguez

07 noviembre 2013

Rimbaud. Illuminations


Arthur Rimbaud.
Illuminations
(Painted Plates). 
Edición, traducción y notas 
de Xoán Abeleira.
Bartleby Editores. Madrid, 2013.

Ochenta apretadas páginas de notas de Xoán Abeleira iluminan su traducción de Illuminations (Painted Plates), de Arthur Rimbaud, que acaba de publicar en una cuidada edición bilingüe Bartleby Editores.

Una versión que incorpora las últimas aportaciones y descubrimientos textuales sobre un libro deslumbrante y visionario, decisivo en la construcción de la poesía contemporánea, y que recoge en su bibliografía algunas de las páginas  de internet dedicadas a la figura y la obra de Rimbaud.

Edmund White, uno de los mejores conocedores del mundo poético de Rimbaud, lo definió como el poeta más experimental de su época, como el poeta que sigue eludiéndonos, el que corre por delante de nosotros, justo fuera de nuestro alcance, con sus “suelas al viento.”

Ese mundo poético, destructivo y renovador, llegaba a la plenitud literaria en las Iluminaciones, su libro más radical y hermético, pero también el que abría nuevas vías expresivas, miraba de una manera inédita la realidad e inauguraba una tonalidad lírica desconocida hasta entonces: 

En el bosque hay un pájaro, su canto os detiene y ruboriza.
Hay un reloj que no suena.
Hay una hoyada pantanosa con un nido de bichos blancos.
Hay una catedral descendente y un lago ascendente.
Hay un pequeño carruaje abandonado en el soto, o bien bajando a todo correr por el sendero, adornado con cintas.
Hay una compañía de comiquillos de la legua, vestidos para la actuación, divisados en el camino por entre la linde del bosque.
Hay, en fin, cuando tenéis hambre y sed, alguien que os echa de allí..

Publicados por primera vez en una revista en 1886, la peripecia textual de los manuscritos autógrafos de este conjunto es laberíntica, aunque las últimas investigaciones críticas han fijado casi por completo lo que se podría llamar ya una edición definitiva de las Illuminations, que recuperan el subtítulo en inglés (Painted Plates) que planeó el propio Rimbaud.

Esta edición pone en primer plano el misterio de sus imágenes opacas y poderosas y asume un principio elemental de la poesía contemporánea que la crítica filológica se resiste a aceptar desde Mallarmé hasta hoy mismo: que el poema crea su propia realidad con una trama tejida con palabras e imágenes, con palabras y sonidos, no con ideas ni con contenidos narrativos que son más propios de otros géneros.

Porque desde el Simbolismo a las vanguardias históricas y el  Superrealismo la poesía contemporánea se propone como objetivo la iluminación de la realidad bajo una nueva luz que está más cerca de lo visionario y de la alucinación que de la razón:

Y la Reina, la Hechicera que aviva las brasas de su puchero, jamás querrá contarnos lo que ella sabe y nosotros ignoramos.

De este libro decía su primer editor que estaba al margen de cualquier literatura e incluso es superior a cualquier literatura. Aunque entonces no podía saberlo, esa era una forma de decir que con esa obra se estaba fundando una nueva literatura.

Santos Domínguez

15 septiembre 2013

Rimbaud. Poesías


Arthur Rimbaud.
Poesías.
Edición y traducción 
de Antonio Martínez Sarrión.
Austral. Barcelona, 2013.

En una carta de 1871 Rimbaud proponía como objetivo de la poesía llegar a una iluminación de lo desconocido mediante un largo, inmenso y razonado desorden de todos los sentidos.

Eran los años en los que un Rimbaud adolescente escribía los textos del que sería su primer libro, Poesías, que acaba de aparecer en una espléndida versión de Antonio Martínez Sarrión en Austral.

Entre El aguinaldo de los huérfanos (1869), el primer poema conocido de Rimbaud, y los tres sonetos uranianos de Los stupra, este es un libro desigual, pero lleno de sorpresas y destellos como El barco ebrio, tal vez el más visionario del poeta. Un libro que pasó a un segundo plano ante la fuerza de sus libros finales, Iluminaciones y Una temporada en el infierno, pero que en su núcleo central contiene algunos de los momentos más altos de su poesía, como Las despiojadoras –un texto provocador que escribió a la vez que se declaraba en rebeldía con el mundo, se escapaba de casa y comenzaba una interminable peripecia de vagabundeos que expresaban su aversión al sedentarismo-, Las primeras comuniones, Vocales o Los poetas de siete años.

Está aquí ya, potente y precoz, el Rimbaud audaz y escandaloso que explora los límites del lenguaje, de la corrección política, de la moral tradicional y del buen gusto. Precoz y procaz, aquel adolescente rebelde, aquel ángel infernal del exceso acabaría cambiando la poesía europea en cuatro años de escritura.

Dejó de escribir a la edad en la que muchos empiezan. Con veinte años renunció a la literatura, pero antes dejó una obra poética que es una de las bases de la poesía contemporánea. No existe movimiento poético que no afirme deberle sus orígenes, aunque sin duda el mismo Rimbaud no hubiera aprobado la mayor parte de sus ideas. Los jóvenes escritores de todo el mundo descubren hoy en Rimbaud al portavoz de su exasperación con el pasado y con la tradición; de su desacuerdo con las normas aceptadas y con lo que la llamada civilización ha hecho del mundo en el que vivimos; y sienten el mismo deseo de destruirlo todo.

Traducirlo no es fácil. Y a esa tarea se ha enfrentado Martínez Sarrión, que habla en su prólogo de la condición poliédrica de su poesía y del enigma Rimbaud de su biografía antes de ofrecer una traducción espléndida en la que se ha esforzado en respetar “el espíritu y la letra del original” y en “poner igual o mayor cuidado en el verso castellano.”

Y el resultado está sin duda a la altura de ese objetivo, difícil siempre que se traduce poesía, casi inalcanzable si la poesía que se traduce es la de Rimbaud, un barco ebrio: Cuando iba descendiendo por impasibles ríos...

Santos Domínguez


28 marzo 2014

Rimbaud. Una temporada en el infierno. Iluminaciones


Arthur Rimbaud.
Una temporada en el infierno. 
Iluminaciones.
Edición bilingüe.
Traducción de Julia Escobar.
Alianza Editorial. Madrid, 2014.

Llamé a los verdugos para morder, mientras perecía, la culata de sus fusiles. Invoqué a las plagas para ahogarme en la arena, la sangre. La desdicha fue mi dios. Me tendí en el barro. Me sequé al aire del crimen. Y me burlé de la locura a lo grande. 

Y la primavera me trajo la risa espantosa del idiota.

Nadie baja impunemente a los abismos de la poesía de Rimbaud. El lector que traspasa esa frontera y va más allá de la superficie de sus libros sabe que no hay posibilidad de marcha atrás en la poesía posterior a Una estación en el infierno o a Iluminaciones.

Baudelaire había puesto la primera piedra, pero fueron Lautréamont, Mallarmé y sobre todo Rimbaud quienes establecieron una nueva tonalidad para la poesía, una relación nueva entre la palabra y su referente, entre la forma y la sustancia del poema, porque también era nueva la relación entre el sujeto y el objeto, entre el yo lírico y el mundo.

A partir de esos poetas, que convirtieron a Poe y a Blake en profetas de lo contemporáneo, la poesía deja de ser literatura y se convierte en forma de conocimiento, en iluminación de una realidad irreproducible por opaca:

¿Sigo conociendo a la naturaleza? –escribe Rimbaud-. ¿Me conozco? No más palabras.

Habrá aún lectores que se pregunten por el mensaje de esa poesía. Son los que aún no saben que la poesía no se hace con ideas, sino con palabras, como explicó Mallarmé; quienes aún no han comprendido que, como en otras expresiones artísticas contemporáneas, el medio es el mensaje y la forma, un método autónomo de acceso al conocimiento de la realidad.

Rimbaud, que dejó de escribir a los diecinueve años, la edad en la que muchos empiezan, fue el poeta más experimental de su época, alguien que en cuatro años cambió el rumbo de la poesía del XIX y dejó puestas las bases de la poesía contemporánea.

Aquel genio perverso y adolescente renunció a la poesía cuando dejó de ser para él la imagen de la verdad absoluta. Entonces posiblemente pensó que ya no tenía nada que decir. Y esa es la clave de su última obra, Una estación en el infierno, un texto atravesado por la angustia de quien reniega a partir de entonces de su medio de expresión y de la poesía visionaria.

Pero antes de llegar a ese punto final, con El barco ebrio comenzó la travesía por un mar desconocido lleno de potentes imágenes visionarias. Ese poema por sí solo hubiera bastado para que Rimbaud pudiera ser definido como lo hizo su biógrafo Edmund White, como “ el poeta que sigue eludiéndonos, el que corre por delante de nosotros, justo fuera de nuestro alcance, con sus suelas al viento.”

Pero fue mucho más allá: transformado en ese barco ebrio que surca las aguas revueltas de los ríos, empezó a escribir Una temporada en el infierno en Roche, en un paréntesis de su tormentosa relación londinense con Verlaine en 1873. Y la terminó ese mismo año después de la despedida a  mano armada en Bruselas. Ese mismo año, Verlaine recibió en la cárcel un ejemplar de aquel libro en el que pudo reconocerse en la virgen necia que se dirige al esposo infernal en el más memorable de los poemas del libro.

A esas alturas, trazada ya su autobiografía moral en ese volumen, Rimbaud había disuelto las fronteras de la prosa y el verso, del bien y del mal, había expresado el desorden de los sentidos y había borrado los límites de la propia identidad: Yo es otro.

Por iniciativa de Verlaine, en 1886, cuando Rimbaud andaba en Somalia y Etiopía traficando con armas y esclavos, se publicaron sus Iluminaciones, que abría Después del Diluvio: 

En cuanto la idea del Diluvio remitió (...) las caravanas partieron.

Destructivo y renovador, este es su libro más radical y hermético, el que abre nuevas vías expresivas, mira de una manera inédita la realidad e inaugura una tonalidad lírica desconocida hasta entonces, hace que el poema cree su propia realidad con una trama tejida con palabras e imágenes, con palabras y sonidos que evocan –como en este poema- el paraíso perdido de la infancia:

En el bosque hay un pájaro, su canto os detiene y os ruboriza.
Hay un reloj que no suena.
Hay una hondonada con un nido de animales blancos.
Hay una catedral que desciende y un lago que sube.
Hay un cochecito abandonado en la maleza, o que baja el sendero corriendo, todo encintado.
Hay una tropa de faranduleros trajeados, divisados en la carretera a través del lindero del bosque.
Hay, por último, cuando se tiene hambre y sed, alguien que te expulsa.

En 1892, un año después de su muerte, de nuevo a instancias de Verlaine se reunieron en un volumen estos dos libros en los que la libertad expresiva había prescindido de las ataduras estróficas, de rima o de ritmo, para concretarse en la emancipación formal del poema en prosa, en dos cimas que Alianza publica en El libro de bolsillo en una cuidada edición bilingüe con versión de Julia Escobar.

Dos títulos que contienen las claves literarias y estéticas de la poesía de un  Rimbaud potente y precoz, precursor de la escritura automática, audaz y escandaloso que explora los límites del lenguaje, de la corrección política, de la moral tradicional y del buen gusto. 

Precoz y procaz, aquel adolescente rebelde, aquel ángel infernal del exceso que entre la alucinación y la iluminación cambió la poesía europea en cuatro años de escritura deslumbrante y visionaria que sigue corriendo delante de nosotros y enseñándonos las suelas.

Porque desde el Simbolismo a las vanguardias históricas y el  Superrealismo la poesía contemporánea se propone como objetivo la iluminación de la realidad bajo una nueva luz que está más cerca de lo visionario y de la alucinación que de la razón:

Y la Reina, la Bruja que enciende su brasa en la olla de barro, no querrá jamás contarnos lo que ella sabe, y que nosotros ignoramos.

Santos Domínguez


22 diciembre 2016

Navidades de libro. Poesía


Elizabeth Bishop.
Obra completa.
Poesía.
Edición bilingüe.
Traducción de Jeannette L. Clariond.
Vaso Roto Esenciales. Madrid, 2016. 

Como “un mar inmóvil siempre en movimiento” define Jeannette L. Clariond la voz poética de Elizabeth Bishop (1911-1979) en el espléndido prólogo que ha escrito para presentar su traducción anotada de la poesía completa de la autora estadounidense en un cuidado volumen que acaba de publicar Vaso Roto en edición bilingüe.

Además de Norte y sur, Una fría primavera, Cuestiones de viaje y Geografía III, los cuatro libros que publicó entre 1946 y 1976, se incorporan a esta edición catorce poemas inéditos en libro. Y en un apéndice, una selección de veintisiete manuscritos que se reproducen en facsímil para que el lector pueda apreciar el trabajo de corrección de aquellos originales que Elizabeth Bishop no llegó a publicar.

Una serie de penosas circunstancias familiares crearon en ella una sensación de desarraigo que atraviesa toda su obra y que se reconoce incluso en sus títulos ligados más a lo especial que a lo temporal. 

Y ligada a ese desarraigo, como su consecuencia más directa, la búsqueda de una identidad problemática y de una composición de lugar que se resuelve en la construcción de su propia geografía en el lugar fronterizo que une lo exterior y lo interior, la percepción y la reflexión, lo horizontal y lo hondamente vertical. 

Una geografía interior en la que –explica la editora- “perspectiva y percepción son los dos ríos que confluyen en el presente de su voz. La perspectiva como el registro de distancias espaciales, la percepción como la fluidez del pasado adentrándose en el presente.” 

Nunca hay en estos textos, hijos del desamparo y de las preguntas, desbordamientos emocionales ni patetismo gesticulante. Al contrario, su preferencia por las formas estróficas cerradas le sirve para disciplinar sus versos en una dicción contenida que aspira siempre a la precisión y huye de la exposición directamente autobiográfica. 

Es lo que ocurre en el que quizá sea su mejor poema, 'El arte', un texto de su último libro, un balance de pérdidas que comienza con un verso -“No es difícil dominar el arte de perder”- que resume el sentido de una poesía que vive más en la espera que en la esperanza y no aspira a mucho más que a la indulgencia del tiempo.





Arthur Rimbaud.
Obra completa bilingüe.
Atalanta Memoria mundi. Gerona, 2016.

Fue no sólo el poeta más experimental de su época, alguien que en los cuatro breves años de su carrera cambió el sentido de la poesía occidental. Nadie como él encarna la modernidad y el espíritu de la creación poética no ya presente, sino futura. Arthur Rimbaud dejó de escribir a la edad en la que muchos empiezan a tantear sus primeros escarceos literarios.

Con veinte años renunció a la literatura, pero antes dejó puestas las bases de la poesía contemporánea, convertido ya en un  poeta decisivo cuya vida osciló entre el arrebato ascético y el exceso alcohólico, entre la actitud del gamberro indeseable y la inspiración del genio.

En un espléndido volumen, Atalanta publica la Obra completa bilingüe de Rimbaud a la que ha dedicado muchos años de trabajo ingente y riguroso Mauro Armiño, que en su prólogo aborda una semblanza del poeta a través del minucioso seguimiento de su biografía y de los cambiantes escenarios de su huida – Charleville, París, Londres, Bruselas, Yemen, Sumatra, Abisinia, Somalia-. Una incursión en el enigma de aquel muchacho, más salvaje que tímido, que provocaba por igual espanto y fascinación, admiración y escándalo.

Más de mil qunientas páginas en torno a la obra de aquel ser irrepetible que murió “a los 37 años de edad, dejando la incógnita de su silencio, que podría ser un hecho menor y anecdótico, y el misterio creado por la poesía del meteoro llamado Rimbaud, cuyo sentido en buena medida todavía se sigue buscando”, como explica Mauro Armiño en el cierre del prólogo de esta edición que está llamada a ser la versión definitiva en español de la obra de aquel poeta que sigue brillando, indescifrable y burlón, aquel ángel infernal del exceso que cambió la poesía europea en cuatro años de escritura.

Un poeta no de ayer, ni de hoy: de pasado mañana y que todavía corre, inalcanzable, con las suelas al aire a años luz de nosotros.



Rainer Maria Rilke. 
Cuarenta y nueve poemas.
Selección, traducción e introducción de Antonio Pau. 
Editorial Trotta. Madrid, 2014.

“Esta es mi lucha: / consagrado al anhelo / andar errante a través de los días. (...) y a través del dolor / madurar lejos, más allá de la vida, / más allá del tiempo,” escribía Rilke en Adviento, un libro de 1897. 

Es uno de los Cuarenta y nueve poemas que Antonio Pau seleccionó y tradujo en una antología que llega ya a su tercera edición en Trotta y que es desde hace años una referencia imprescindible entre las traducciones al español de un poeta fundamental que ha tenido excelentes traductores en el ámbito hispánico, de Jaime Ferreiro Alemparte a Juan Andrés García Román pasando por José María Valverde.

La selección de Antonio Pau abarca treinta años, de 1896 a 1926, y es una muestra unitaria y significativa de un Rilke esencial a través de la evolución matizada en sus tres etapas creativas: sentimental, objetiva y visionaria.

Con una armonía y una transparencia esencialmente asociadas a la poesía de Rilke, la versión de Antonio Pau une a la fidelidad al original la precisión verbal y la búsqueda de la forma interior que da coherencia al mundo poético rilkeano en unos poemas que han sido elegidos no sólo por su representatividad, sino por su aptitud para mantener la sonoridad en la versión española, “sin incurrir – explica el traductor- en recreación –que sería osadía- ni en literalidad – que sería empobrecimiento.” 

Una serena música brota del interior de estos textos que completan una antología muy selecta y muy representativa que tiene como eje tres obras centrales -El Libro de Horas, El libro de las imágenes y los Nuevos poemas- en una trayectoria que culminan las elegías duinesas y los Sonetos a Orfeo y que cierra el poema final, que Rilke escribió pocos días antes de morir: “Ven, tú, el último, a quien reconozco, /dolor incurable que se adentra en la carne /.../ ¿Soy yo aún / quien arde, ya irreconocible? / No puedo adentrarme en los recuerdos. / Oh vida, vida: tendría que estar fuera. / Pero estoy dentro, en llamas. Ya nadie me conoce.”

Un dato elocuente, que habla de la eficiencia de la traducción: más de un lector se sorprenderá leyendo estos textos en voz alta, lo que indica que Antonio Pau ha conseguido dotar a estos textos en español de una modulación sonora que parece brotar de ese mundo interior de Rilke, que se mueve sutilmente entre lo visible y lo invisible, entre lo sensorial y lo conceptual, entre lo tangible, lo soñado y lo intuido.



T.S. Eliot.
Cuatro cuartetos.
Edición y traducción de Andreu Jaume.
Lumen. Barcelona, 2016.

Con los Cuatro cuartetos, explica Andreu Jaume en la introducción a su edición bilingüe en Lumen, Eliot “se propuso ir más allá de la poesía de un modo parecido a lo que Beethoven hizo con la música.”

Cuando Eliot publicaba en 1936 Burnt Norton, tras largos años de silencio poético desde La tierra baldía, no sabía aún que ese poema sería el primero de un ciclo de cuatro, esos Cuatro cuartetos en los que alcanzaría su mayor perfección formal y su mayor hondura meditativa. 

Esa obra inesperada de madurez es el resultado de una profunda crisis personal y de un proceso de transformación espiritual que le había llevado a convertirse al catolicismo y a adoptar la nacionalidad británica a finales de los años veinte.

Hizo falta un hecho casual, el encargo de dos piezas teatrales para la iglesia, La roca y Asesinato en la catedral, para que Eliot encontrase un nuevo tono de voz, porque en los coros de La roca (1934) se prefigura ya la tonalidad musical de los Cuatro cuartetos.

Con Burnt Norton, que concibió en principio como un poema aislado y que acabará convirtiéndose en la obertura del conjunto de los Cuatro cuartetos, se inauguraba un nuevo ciclo poético que sería el resultado de la reinvención personal y literaria de Eliot y de la sacudida de la guerra, que sobrevuela trágicamente desde 1939 los otros tres poemas del ciclo: East Coker, The Dry Salvages y Little Gidding.

En ese estilo dramático, a medio camino entre la reflexión en voz alta y la apelación al lector, se moduló la nueva tonalidad poética de Eliot en un estilo marcado por la influencia bíblica de los libros sapienciales y de Dante. Un estilo más conversacional, más cercano al lector, más discursivo e inteligible que el de La tierra baldía.

La edición bilingüe de Andreu Jaume va precedida de un excelente prólogo y se enriquece con un importante aparato de notas colocadas al final para que no perturben la lectura de los textos. 

Completan el volumen esas dos piezas teatrales, los coros de La roca y Asesinato en la catedral, en las que Eliot encontró, casi sin proponérselo, una nueva tonalidad poética, una nueva voz que moduló y llevó a su punto culminante con los Cuatro cuartetos.


Álvaro de Campos. 
Obra completa.
Edición de Jerónimo Pizarro y Antonio Cardiello.
Traducción y notas de Eloísa Álvarez.
Clásicos Contemporáneos. Pre-Textos. Valencia, 2016.

“No sé quién soy, qué alma tengo.
Siento creencias que no tengo. Me arroban ansias que repudio. Mi perpetua atención sobre mí perpetuamente me denuncia traiciones del alma a un carácter que quizás no tenga, ni ella cree que tengo.
Me siento múltiple. Soy como un cuarto con innumerables espejos fantásticos que dislocan reflejos falsos, una única anterior realidad que no está en ninguno y está en todos.
Como el panteísta se siente árbol, y hasta su flor, yo me siento varios seres. Me siento vivir vidas ajenas.”

Así explicaba Fernando Pessoa la heteronimia de sus textos, el drama em gente que vertebra su obra. De los poemas del más famoso de esos heterónimos, Álvaro de Campos, ingeniero naval en paro formado en Glasgow, poeta futurista y complejo, decía Ricardo Reis que “son un derramarse de emoción. La idea sirve a la emoción, no la domina.”

“Vivir es pertenecer a otro”, escribía Campos, un nihilista al que Pessoa transferirá su propia desazón existencial, su relación conflictiva con la vida, el amor, el sexo o la muerte.

Sensacionista y discípulo de Caeiro, es el autor de Tabacaria, quizá el más memorable de los poemas de ese "diálogo en familia" que establecen entre sí los heterónimos de Pessoa: "No soy nada. / Nunca seré nada."

Entre la Oda triunfal, urbana y vanguardista, escrita en Londres en junio de 1914 -"A la dolorosa luz de las grandes bombillas de la fábrica / tengo fiebre y escribo"- y el último poema -"Todas las cartas de amor son / ridículas"-, fechado el 21 de octubre de 1935, un mes antes de la muerte de Pessoa, llevan también la firma de “ese extraño e intenso poeta”, como lo definió su autor, algunos de sus mejores poemas: Oda marítima, Lisbon Revisited, Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra o Callos al estilo de Oporto. 

La edición bilingüe que acaban de publicar en Pre-Textos Jerónimo Pizarro y Antonio Cardiello, con traducción y notas de Eloísa Álvarez, reúne por primera vez en un volumen, ilustrado con cuarenta y siete fotografías y reproducciones de manuscritos y mecanoscritos, la Obra completa en verso y prosa de Álvaro de Campos.

Un heterónimo que, en palabras de los editores es "un vagabundo, un marginal, un intruso; es el que se niega a ser como los otros («¿Me queríais casado, fútil, cotidiano y tributable?»), el que reniega de cualquier clasificación o confinamiento."



 Alejandra Pizarnik.
Poesía completa. 
Edición de Ana Becciú.
Lumen. Barcelona, 2016.


Lumen reedita el volumen que recoge la Poesía completa de Alejandra Pizarnik (1936-1972) con los ocho libros que publicó en vida, entre La tierra más ajena y El infierno musical, más los poemas no recogidos en libro y los póstumos que reunieron Olga Orozco y Ana Becciú bajo el título de Textos de sombra y otros poemas.

Para conjurar sus miedos, sus incertidumbres y sus contradicciones eligió vivir en la poesía y acabó ocultándose en el lenguaje, en la tonalidad oscuramente confesional de su poesía y en un universo literario lleno de sombras y de fulguraciones.

Heredera de Rimbaud, que abre con una cita su primer libro, y de una escritura irracionalista que va de Lautréamont al superrealismo de Bretón pasando por Mallarmé, su sensibilidad exacerbada dotó a su poesía de tensión verbal y emocional, de un ímpetu visionario que encuentra su cauce en los símbolos que recorren su obra: la noche, el silencio, el jardín o el viento, imágenes de una naturaleza turbia que refleja el enigma del mundo, “por eso – escribía- cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.”

Es la imaginería oscura de la desolación, del dolor y el amor, de una intimidad dramática y una sensualidad desgarrada que oscila siempre entre el deseo y las heridas. Esa era su concepción terapéutica de la escritura: “Escribir un poema – decía en una entrevista de 1972, poco antes de suicidarse- es reparar la herida fundamental.”

Siempre a medio camino entre la creatividad y la autodestrucción, Alejandra Pizarnik su poesía es un intento exigente de iluminación en lo extraño. Aspiró a la precisión y practicó una escritura desatada de imágenes en libertad. Fue la extranjera ante el espejo, la que calla en el desierto en busca de sí misma, la que emprende un viaje sin regreso al fondo de la noche.



Juan Eduardo Cirlot.
El peor de los dragones.
Antología poética 1943-1973.
Edición y prólogo de Elena Medel.
Siruela. Madrid, 2016.

Si para Rilke todo ángel es terrible, para Cirlot “el ángel es el peor de los dragones.”  Y de ese verso, que forma parte de su poema “Momento”, fechado el 29 de mayo de 1971, toma su título la Antología poética 1943-1973 que publica Siruela con edición de Elena Medel, que explica en su prólogo –'Magia y papel vivo'- que, frente al prejuicio de Cirlot como poeta maldito y difícil, “esta antología se plantea una doble meta: la del reencuentro para aquellos lectores que ya hubieran descubierto la poesía de Juan Eduardo Cirlot, y -de manera esencial- la de la revelación para quienes desconocieran su obra.”

Y con ese doble propósito se edita esta amplia selección de una obra exigente que, como señala Elena Medel, “permite la revelación y permite el deslumbramiento” de “un discurso independiente al margen de las estéticas imperantes; y un proyecto sin igual en la poesía española del siglo XX.”

El núcleo central de la obra de Cirlot es el ciclo Bronwyn, que comienza a mediados de los sesenta y que publicó esta misma editorial en 2001, pero antes, durante más de dos décadas, hubo un Cirlot emparentado con el irracionalismo poético y con la poesía visionaria, un Cirlot simbolista y un Cirlot superrealista que lleva a su extremo radical la práctica de la escritura automática, experto en imágenes y símbolos y empeñado en trasladar al lenguaje poético las aportaciones de la música de Strawinsky o Schönberg y del dodecafonismo.

Iniciado hace medio siglo y articulado en torno a la figura de Bronwyn, Cirlot recreó en ese ciclo un mito e integró diversos temas e influencias para exponer una teoría del amor y la muerte, de la resurrección y el retorno, de la búsqueda de la inmortalidad.

Ese sería el centro de su mundo literario, el resultado de una búsqueda obsesiva que se concreta en dieciséis cuadernos y pliegos de poesía en torno a la figura de una doncella celta –“la que renace de las aguas”- en la que confluyen muy distintas tradiciones míticas para crear el corazón de la obra de Cirlot, seguramente también su mayor legado poético.



José Lezama Lima.
Poesía completa.
Compilación, posfacio
y notas de César López.
Sexto Piso. Madrid, 2016.

En el cuadragésimo aniversario de la muerte de Lezama Lima, Sexto Piso reúne su Poesía completa en un volumen preparado por César López, que a la edición de Letras Cubanas (La Habana, 1985) añade un puñado considerable de poemas que se han ido recuperando después de aquella fecha.

Sólo lo difícil es estimulante, escribía Lezama Lima en uno de sus ensayos. Y esos dos adjetivos -difícil y estimulante-, complementarios siempre en Lezama, definen sus ensayos, su narrativa y su poesía.

Lezama, uno de los poetas esenciales del siglo XX en español, practicó una literatura que frente a la imaginación hegeliana defiende la imaginación mítica y frente a la razón histórica propone el logos poético, que explora los vínculos que establece la analogía, no las relaciones de causalidad. Y ese método tiene mucho que ver con la forma de mirar la realidad en el Barroco, a base de conceptos que establecen relaciones inesperadas entre las diversas manifestaciones de la realidad.

En su poesía, Lezama indaga en lo telúrico y en lo estelar a través de una imaginería potente y de una expresión barroca que explora en la oscuridad y en la memoria. Y con esa mirada que reivindica la visión del mundo como imagen integradora de historia y cultura, arte y literatura, mito y pensamiento, Lezama bucea en “las maternales aguas de lo oscuro”.

Una mirada que marca la progresiva depuración de una poesía que parte del momento preciosista y sensorial de Muerte de Narciso y Enemigo rumor para alcanzar su mayor altura  en la concentración y abstracción de su etapa central –Aventuras sigilosas, La fijeza y Dador-, la más densa y significativa, con cimas como Rapsodia para el mulo o El coche musical, y decantarse luego por una poesía más accesible y comunicativa: la del póstumo Fragmentos a su imán.

Leer Enemigo rumor, Analecta del reloj o Dador es entrar en otro mundo, en el dominio vertiginoso de lo órfico, en una literatura que se fundamenta en la ambición imaginativa de su poesía, en la potencia oracular de una palabra que ilumina la realidad con el rayo metafórico de la imagen, que es la realidad del mundo invisible.

Un volumen, muy manejable pese a sus más de mil páginas, que está llamado a convertirse en la edición de referencia de esta poesía imprescindible, de esta “oscura pradera lezamiana y convidante”, como señala el responsable de la edición en su epílogo.



Erri De Luca.
Sólo ida. Poesía completa.
Traducción y prólogo de Fernando Valverde.
Seix Barral. Barcelona, 2016.

“ ‘Cuando se tala el bosque vuelan las astillas’, dice un proverbio ruso. Así ha sido el siglo XX, la tala de un bosque, y las sencillas existencias han sido sus restos", afirma Erri De Luca en el texto preliminar que ha escrito para la edición bilingüe de su poesía completa, Sólo ida, el volumen que publica Seix Barral con traducción y prólogo de Fernando Valverde.

Y a reflejar el vuelo de esas astillas se han dedicado los cuatro libros que reúne este tomo: desde Obra sobre el agua (2002) hasta Rarezas de la providencia (2014) y El huésped empedernido (2008) pasando por su libro central, Solo andata (2005), un libro dedicado a los inmigrantes de África y Oriente que sirve también significativamente para dar título a la obra completa.

Además de novelista y poeta, Erri De Luca fue albañil y alpinista. Y, más allá de la anécdota, algo de eso -construcción y escalada- hay en su poesía vertical, que tiene la transparencia del aire y se levanta sobre el abismo.

Una poesía que va más allá de sus propios límites verbales para expresar la conciencia moral de Europa en textos como este Coro de Sólo ida:

Somos los innumerables, el doble en cada centro de expulsión,
adoquinamos de esqueletos vuestro mar para caminar sobre ellos.

No podéis contarnos, si nos contáis aumentamos,
hijos del horizonte, que nos manda de vuelta.

“Ciudadano de la lengua italiana” titula Fernando Valverde su introducción, en la que aprovecha la caracterización que ha hecho De Luca de su condición de escritor. Escribe allí el traductor: “Para el poeta, la belleza es una fuerza presente en la creación, que ha sido introducida a conciencia, como contrapeso a toda destrucción a todo el desperdicio del mundo.”

La poesía es así la conciencia del siglo de las grandes guerras, de las prisiones multitudinarias, de las grandes migraciones y las deportaciones, de los bombardeos de ciudades. Y sus poemas son no sólo un recuento de esas astillas, sino la expresión de la resistencia a la destrucción mediante la palabra y la memoria entendidas como facultades morales.

Resuena en sus versos la fuerza de los libros sapienciales de la Biblia y los evangelios, la infancia napolitana y el asedio de Sarajevo, con la potencia verbal de una poesía no política, sino civil, que “tiene la voz que se forma por sí sola en el cráneo de quien la lee”, como escribe Erri de Luca en el texto preliminar, y que ejerce su testimonio y ejerce su denuncia a través de historias y voces como las que articulan sus novelas:

Hemos venido descalzos, sin suelas,
sin sentir espinas, piedras, colas de escorpiones.

Ningún policía puede despreciarnos
después de todo lo que hemos sido ya ofendidos.

Seremos los siervos, los hijos que no tenéis,
nuestras vidas serán vuestros libros de aventuras.

Traemos a Homero y a Dante, el ciego y el peregrino,
el olor que perdisteis, la igualdad que habéis sometido.


Manuel Padorno.
Obras completas.
Tomo I: 1955-1991.
Palabras preliminares de Jaime Siles.
Edición de Alejandro González Segura.
Pre-Textos. Valencia, 2016.

“Si tuviera que definirla diría que es una poesía atlántica. Por eso lo dejo allí y donde y como él quería: en esta luz y aquí esta mañana siempre.” Así cierra Jaime Siles las palabras preliminares que ha escrito para la abrir el primer tomo de las Obras completas de Manuel Padorno que publica Pre-Textos con edición y prólogo de Alejandro González Segura, que hace un iluminador recorrido por su trayectoria vital y artística, además de redactar sendas introducciones particulares sobre el valor y el sentido de cada uno de los libros recogidos en este primer volumen.

Entre Oír crecer a las palomas (1955) y Una aventura blanca (1991), once títulos que reflejan las primeras etapas creativas del poeta y pintor canario Manuel Padorno (1933-2002), uno de esos autores inclasificables -Antonio Gamoneda, Luis Feria, Mª Victoria Atencia, Ángel Crespo, Félix Grande, Fernando Quiñones, Frncisca Aguirre o César Simón- que fueron coetáneos de los más conocidos poetas del grupo de los 60.

A estos poetas que afrontaron al margen de grupos su aventura poética a través de un mapa que les llevó a alcanzar su propio tono de voz, los manuales y las antologías los suelen confinar a los márgenes del canon, aunque su obra esté a la altura de los canónicos Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma, Ángel González o José Ángel Valente, que era, por cierto, el que señalaba que donde acaba el grupo empieza el poeta.

De esa aventura estética, de esa búsqueda de un mundo poético propio que se justifica en sí misma tanto como en sus hallazgos da cuenta este volumen que recoge más de tres décadas de una poesía que intenta “llegar hasta el desvío, desvelar la realidad”, como señalaba el poeta en las palabras preliminares de su antología personal La guía.

Manuel Padorno fue un poeta en el que la insularidad iba más allá del rasgo biográfico y de su hábitat. Afecta a la misma esencia de su razón poética. Porque la poesía de Padorno proyecta una mirada comprensiva a la realidad, es una constante búsqueda de lo invisible, de lo que está al otro lado, una indagación en lo infrecuente por parte de quien se veía a sí mismo como un nómada que convoca la epifanía de la luz o como un sacerdote revelador de lo oculto o lo etéreo.

El mar y la luz, el agua y las gaviotas, el barco y la playa son algunas de las constantes temáticas que articulan una poesía en la que la palabra explora el lugar de encuentro del mundo interior y el mundo exterior. Un viaje hacia la revelación de otra realidad por medio de una palabra poética que se mueve en el filo de la oralidad y el hermetismo, entre el tono coloquial y la elaboración gongorina.

La luz y la palabra son una constante en la obra de quien era pintor además de poeta. 'Pintor-poeta y poeta-pintor' le llama Siles. Y sobre esa línea luminosa que une su poesía con su pintura escribía Manuel Padorno en su conferencia Una lectura distinta del mundo a través de la pintura y la poesía (1995): “El motivo principal tanto de mi pintura como de mi poesía, desde siempre, es desvelar el mundo exterior, ir penetrando y fijando una nueva lectura del mundo, lo que yo llamo el “afuera”, fundamentado principalmente en el tema de la luz y del mar. Así surge el nomadeo de la luz, el “Árbol de luz”, la “Gaviota de luz”, “El vaso de luz”, la “Pirámide de luz”, “La luna del mediodía”, “La carretera del mar”, etc. Se trata de crear una mitología, una cosmología atlántica, canaria, basada en el mundo invisible, en lo que no se ve, en lo que se desconoce, en lo que se ignora.”

Su poética atlántica conecta a Padorno con el tercer Juan Ramón, el de Lírica de una Atlántida, en un deseo común de descubrir otra realidad, de expresar lo inefable, de escribir desde el otro costado o desde el otro lado en una "navegación inmóvil, hacia lo hondo / del tiempo" que resumió en Una aventura blanca, el último de los títulos que recoge este volumen.




Milo De Angelis.
Tema del adiós.
Traducción de Paul Viejo.
Ediciones La Palma. Madrid, 2016.


Ahora se ha roto el orden, ahora / te acercas a la habitación y te quedas / desnuda durante todo el verano, con la mano /que gira la manija al infinito, escribe Milo De Angelis (Milán, 1951) en uno de los poemas finales de Tema del adiós, un libro que apareció en su edición original en italiano en 2005 y que publica en español Ediciones La Palma con traducción de Paul Viejo.

Una despedida en forma de elegía estremecida a la muerte de su mujer, un  ejercicio de la memoria y un lamento de la pérdida en un conjunto de fragmentos breves en los que la palabra intenta anular el tiempo y la destrucción recurriendo al recuerdo o al contestador del teléfono en donde sigue viva la voz de la esposa.

Lo imprevisto y lo terminal, la carne herida en la penumbra de las habitaciones del hospital, las horas oscuras en que conviven la ceniza y la respiración, la sangre y la memoria, las cicatrices y el verano en un conjunto de poemas cortos.

Poemas de una intensidad casi insoportable en su tensión verbal y emocional, en los que la palabra es una terapia en medio de la desolación y la separación irreversible:

oh duérmete, dije, duérmete
aunque yo estaba contigo
y tú no estabas conmigo.


Santos Domínguez


26 junio 2013

Equipaje de vacaciones. Poesía


Rafael Saravia.
Carta blanca.
Calambur. Madrid, 2013.

Carta blanca, el cuarto libro de Rafael Saravia, responde a un doble impulso imprescindible en la poesía: la mirada crítica a la realidad y el compromiso ambicioso con el lenguaje.

Por eso sus referentes poéticos, que van de Valente y Pérez Estrada a Gamoneda, Gelman o Mestre, inspiran ese doble impulso, sostenido con variaciones en las tres partes en que se articula el libro -Solo, Hasta que llegue diciembre y Carta blanca- y en unos poemas que pasan de lo íntimo a lo público, de la indignación al amor, de la búsqueda a la insurgencia, para combinar intensidad de lenguaje y altura de voz entre la fidelidad a la memoria y la militancia infatigable en la utopía.

Un ejemplo, estos versos del espléndido Tiempo de contar: Con el tiempo, se hizo medible la esperanza... / La premura se acomodó en el segundo, / el ímpetu en la hora, el cambio en el día, / la razón en los meses venideros, / el poema en cada sentencia futura.



José Ramón Ripoll.
Piedra rota.
Tusquets. Barcelona, 2013.

¿Te ofreces por azar al caminante / o eres tú, piedra rota, el principal motivo de su rumbo?

En la orilla del mar, una piedra rota se convierte en símbolo del mundo, en metáfora de un tiempo sin tiempo, / tiempo sin espacio. / Sólo un punto inasible en el vacío.

En torno a ese eje gira Piedra rota, el último libro de José Ramón Ripoll, que acaba de publicar Tusquets en su colección Nuevos textos sagrados. Porque esa piedra rota es también un espejo del poeta: has llegado hasta aquí para anunciarme, / no tu largo viaje, / sino mi rostro.

Y así, organizado en una secuencia  progresiva- Encuentro, Reconocimiento y Abandono- se desarrolla un texto de intensidad creciente, porque Piedra rota es un poema unitario articulado en una estructura musical con un preludio y esas tres partes -tres movimientos de un mismo proceso espiritual- que sostienen la búsqueda interior sobre la que se construye esta poesía interrogativa en busca de respuestas y de iluminaciones: Es luz este vacío.



Michael Hamburger.
La vida y el arte.
Antología poética.
Edición y traducción de Matías Serra Bradford.
Lumen. Barcelona, 2013.

Sebald trazó de él un retrato inolvidable en Los anillos de Saturno. Michel Hamburger (1924-2007), que llegó a Inglaterra en 1933 huyendo con su familia del nazismo, pasó su vida tendiendo puentes entre el inglés y su lengua materna y entre su casa y la naturaleza desatada de un jardín asilvestrado.

Si lo primero lo convirtió en un poeta inglés de Alemania y en un prestigioso traductor de poesía alemana – sobre todo Hölderlin y Celan- al inglés, lo segundo –la mirada a la naturaleza- constituye el núcleo de su mundo poético, en el que, como otros poetas ingleses, aunó naturaleza y estudio, contemplación y pensamiento: En la media luz tardía, la tierra / nos deshereda por completo.

Hamburger es poeta de descampado, poeta con gato y con paisaje, autor de una poesía de la mirada y la memoria, de unos textos que aspiran a decir lo indecible, a expresar lo inefable. Por eso los mejores poemas –dice Hamburger- son los que saben más que yo, incluso acerca de mí mismo, los que sorprenden en primer lugar al poeta en la revelación de lo oculto, los que descifran un secreto.

Esta es la primera antología individual en español de Hamburger, al que este mismo traductor, Matías Serra Bradford, incluyó en la amplia muestra de poesía inglesa La isla tuerta (Lumen), en la sección Excursionistas.



Alfredo Rodríguez.
Urre aroa.
Seis poetas de Tierra Naba.
Los papeles del sitio. Sevilla, 2013.

Seis poetas nabarros -así, a la manera antigua vascuence- que podrían haber existido. Los que reúne Alfredo Rodríguez en Urre aroa, un volumen espléndidamente editado con tipografía Ibarra en Los papeles del sitio.

Entre Henrique de Ariztarai –el mayor poeta de los nabarros- y el sefardí Inaxio de Huvilzieta, seis complementarios, seis poetas apócrifos que escribieron a las puertas del Renacimiento. Seis poetas necesarios que Alfredo Rodríguez convoca con unos versos que son su verdadera fe de vida.

Seis poetas que viven en unos versos atravesados por la emoción y escritos a prueba de siglos, ajenos al tiempo y a sus destrucciones. Vivos en una memoria sucesiva de vida y muerte en la que se superponen el poeta real y sus criaturas: Yo soy el que cerraba las puertas de la noche.




Mauricio Wiesenthal.
Perdido en poesía.
La Isla de Siltolá. Sevilla, 2013.

La fuerza de la respiración y el ritmo del aliento distinguen a cada poeta, escribe Mauricio Wiesenthal en la presentación de Perdido en poesía, el volumen en el que La Isla de Siltolá recoge su poesía inédita.

Métrica rigurosa y reflexiva, sensualidad de la palabra meditativa, búsqueda de la armonía son algunas de las claves de unos versos en los que la emoción y la experiencia, la memoria y las iluminaciones construyen una poesía que aspira a conseguir, en palabras de su autor, el aire puro de la oración, la belleza limpia de las aristas glaciares y el refugio de la soledad enamorada.

Una reunión de textos de diversos libros y tonalidades que culminan en el delicado aire de jardín andalusí que tienen los Poemas del Astrónomo, herederos de aquellos poetas que llegaron de Siria o de Bagdad a darnos lecciones de sentidos: No te apiades de mi vejez porque, desde el día que te fuiste con mi juventud, he esperado, con ansia, la triste hora enlutada de los cabellos blancos.


Ángel Rupérez.
Sorprendido por la alegría.
Bartleby Editores. Madrid, 2013.

Entre los cimientos de la identidad, el paisaje familiar de la infancia y un agudo sentimiento de la temporalidad, la poesía serena y meditativa de Ángel Rupérez evoca en Sorprendido por la alegría (Bartleby Editores) al padre enfermo con un ruido de fondo de fuentes y pájaros sin tiempo.

Una poesía cuya hondura se ancla en la memoria, en la emoción recordada en tranquilidad de la que hablaba Wordsworth, junto con la de Emily Dickinson o la de Luis Cernuda una de las presencias más significativas de estos textos llenos de destellos y de sentimiento del paisaje.

Junto con la naturaleza y el recuerdo, en la armonía del pasado y el presente, la música, la luz, la pintura de Rembrandt, los ámbitos urbanos en una constante celebración de la vida, ese eterno retorno: para que no nos deje la luz, / ni nos abandone el entusiasmo.




Enrique Falcón.
Porción del enemigo.
Calambur. Madrid, 2013.

La pregunta que este libro nos confía no es si nuestro enemigo podrá ser vencido, sino si podremos mirarlo de una vez, ahora, al menos un centímetro por encima de nuestros propios terrores, escribe Enrique Falcón en el Preliminar de Porción del enemigo, que cierra en Calambur su Trilogía de las Sombras, de la que forman parte también Amonal Taberna roja.

La poesía de Enrique Falcón brota de una doble actitud crítica: la conciencia del mundo y la conciencia del lenguaje para expresar el conflicto en un momento tan decisivo como este, para mirar la realidad desde la disidencia y para llamar a las cosas por su nombre, que es la primera condición para modificarlas.

Por eso estos poemas, escritos a dos metros del apocalipsis, practican una disidencia múltiple: de las condiciones políticas y sociales de la actualidad y de las convenciones del lenguaje ordinario, invitan a la insurgencia, como en la Canción del levantado ( No esperes casi nada de su magistratura / No reces en su lengua, no bailes con sus ropas / No pierdas nunca el agua que duerme a los guardianes / Ni alojes en su boca la sal de tu sabor), o practican el sarcasmo paródico del Salmo 23 (El Señor es mi pastor, nada me falta).

Poemas escritos contra el enemigo, contra aquellos que esperan que te rindas. / Que devuelvas las canciones a sus cuartos.



Blas de Otero. 
Obra completa (1935-1977). 
Edición de Sabina de la Cruz 
con la colaboración de Mario Hernández. 
Introducción de Mario Hernández 
y Sabina de la Cruz.
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona, 2013. 

La búsqueda y la insatisfacción orientan la palabra viva, “móvil y cambiante” de su poesía, como señala Mario Hernández en la introducción a la Obra completa (1935-1977) de Blas de Otero, que se reúne por primera vez en un volumen editado por Sabina de la Cruz y publicado por Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores.

Un volumen con su obra en verso y prosa, en el que se recogen todos los libros que el poeta publicó en vida, el póstumo Hojas de Madrid con La galerna -editado también en Galaxia Gutenberg en 2010- y tres libros inéditos: Poesía e Historia, Historia (casi) de mi vida y Nuevas historias fingidas y verdaderas.

La edición de la obra total de Blas de Otero es una aportación decisiva que refleja la vitalidad poética de un hombre que no se rindió nunca, el crecimiento de un poeta de profundidad progresiva y en constante búsqueda, ofrece un recorrido por sus múltiples registros estilísticos, por su variedad temática y por las distintas propuestas estróficas que exploró en su obra poética, desde el soneto clásico hasta la forma popular y desde el verso libre hasta los poemas en prosa.

Una meritoria y compleja labor de edición de Sabina de la Cruz y Mario Hernández, que además de ordenar los inéditos han tenido que recomponer todo aquello -y no fue poco- que mutiló la implacable censura franquista.

En la última sección del libro, Complementos, doscientas páginas recogen los textos inéditos y dispersos ordenados cronológicamente, traducciones de poetas rusos o de Nâzim Himet, un poeta turco que le influyó mucho, y una abundante muestra de declaraciones y entrevistas en las que Blas de Otero –que siempre quiso averiguar cómo se salva la distancia entre la vida y los libros- habla de su vida y su obra fieramente humana, viva, cambiante y variada.

Esa variedad contrasta con la unidad que les otorga a los versos de Blas de Otero la autenticidad de una de las voces imprescindibles de la poesía española del siglo XX.


Poesía china 
(Siglo XI a.C- SigloXX).
Edición de Guonjian Chen.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2013.


La oscuridad de la noche me dio ojos negros / y yo los utilizo para buscar la luz, escribió Gu Cheng (1956-1993), poeta pekinés y suicida joven. Es uno de los poemas con los que Guojian Chen, un prestigioso hispanista vietnamita experto en poesía china, actualiza en Cátedra Letras Universales la que quizá sea la mejor antología que existe en español de un género muy popular en aquel país.

Desde el siglo XI a. C. hasta finales del siglo XX, sus quinientas páginas recogen más de tres mil años de refinamiento verbal y de delicadeza en la mirada hacia el paisaje o hacia el interior del poeta. Y con mucha frecuencia, como en ese brevísimo texto, la simultaneidad entre la contemplación y la meditación.

Las flores del ciruelo, la oropéndola amarilla, peces dorados en los estanques y pájaros en la enramada, la noche clara, la luna en el río, la niebla en los montes, la escarcha en los caminos configuran el telón de fondo que a veces se convierte en el centro aparente – el centro real es siempre el yo lírico- de una poesía como esta, una de las más antiguas y sutiles del mundo

Una poesía que prácticamente desconoce o desprecia el tono épico y se convierte en forma de conocimiento o en vía de expresión de la meditación  budista, del taoísmo o el confucianismo. Pocas veces tendrá el lector oportunidades como esta para adiestrarse en el consuelo de la quietud y la escuela de la mirada entre bosques de bambú y flores de almendro, bajo la luna llena y por los senderos del tiempo.



Ted Hughes.
Cartas de cumpleaños.
Traducción de L. A. de Villena.
Introducción de Andreu Jaume.
Nota final de Luna Miguel.
Lumen. Barcelona, 2013.

Sylvia Plath y Ted Hughes forman el que quizá sea el último mito literario del siglo XX, señala Andreu Jaume en la introducción de la edición renovada que publica Lumen de las Cartas de cumpleaños de Ted Hughes (1930-1998), el excelente escritor inglés que fue marido de Sylvia Plath y arrastró durante mucho tiempo una leyenda turbia sobre su relación y sobre la injusta responsabilidad del suicidio de su mujer.

Fue una relación tan problemática como la que Hughes tuvo con los ochenta y ocho poemas que en un tono confesional y directo evocan el fantasma de Sylvia. en uno de los libros de poesía más vendidos de la historia. 

Hughes, que había guardado silencio sobre sus relaciones y sobre el suicidio de Sylvia, había huido en su literatura de la introspección autobiográfica y del tono confesional y nunca estuvo muy seguro de si debía publicar estos poemas que fueron más un intento de terapia propia que de explicación pública de un conflicto. Sólo se decidió a publicar el libro cuando supo que le quedaban pocos meses de vida. Hughes murió en 1998, alejado del mundo para sobrevivir en la soledad del campo y en contacto con la naturaleza, admirado y atacado por igual en la distancia, tras provocar rechazos viscerales y recibir reconocimientos como el de Poeta Laureado. 

A los cincuenta años del suicidio de Sylvia Plath y a los quince de la muerte del poeta y de la aparición de este libro, Lumen ofrece una versión corregida, actualizada y matizada de la traducción que Villena hizo en 1999 y añade a aquella edición una espléndida introducción de Andreu Jaume y una creativa nota final de Luna Miguel.


Arthur Rimbaud.
Poesías.
Edición y traducción 
de Antonio Martínez Sarrión.
Austral. Barcelona, 2013.

En una carta de 1871 Rimbaud proponía como objetivo de la poesía llegar a una iluminación de lo desconocido mediante un largo, inmenso y razonado desorden de todos los sentidos.

Eran los años en los que un Rimbaud adolescente escribía los textos del que sería su primer libro, Poesías, que acaba de aparecer en una espléndida versión de Antonio Martínez Sarrión en Austral.

Entre El aguinaldo de los huérfanos (1869), el primer poema conocido de Rimbaud, y los tres sonetos uranianos de Los stupra, este es un libro desigual, pero lleno de sorpresas y destellos como El barco ebrio, tal vez el más visionario del poeta. Un libro que pasó a un segundo plano ante la fuerza de sus libros finales, Iluminaciones y Una temporada en el infierno, pero que en su núcleo central contiene algunos de los momentos más altos de su poesía, como Las despiojadoras –un texto provocador que escribió a la vez que se declaraba en rebeldía con el mundo, se escapaba de casa y comenzaba una interminable peripecia de vagabundeos que expresaban su aversión al sedentarismo-, Las primeras comuniones, Vocales o Los poetas de siete años.

Está aquí ya, potente y precoz, el Rimbaud audaz y escandaloso que explora los límites del lenguaje, de la corrección política, de la moral tradicional y del buen gusto. Precoz y procaz, aquel adolescente rebelde, aquel ángel infernal del exceso acabaría cambiando la poesía europea en cuatro años de escritura.

Dejó de escribir a la edad en la que muchos empiezan. Con veinte años renunció a la literatura, pero antes dejó una obra poética que es una de las bases de la poesía contemporánea. No existe movimiento poético que no afirme deberle sus orígenes, aunque sin duda el mismo Rimbaud no hubiera aprobado la mayor parte de sus ideas. Los jóvenes escritores de todo el mundo descubren hoy en Rimbaud al portavoz de su exasperación con el pasado y con la tradición; de su desacuerdo con las normas aceptadas y con lo que la llamada civilización ha hecho del mundo en el que vivimos; y sienten el mismo deseo de destruirlo todo.

Traducirlo no es fácil. Y a esa tarea se ha enfrentado Martínez Sarrión, que habla en su prólogo de la condición poliédrica de su poesía y del enigma Rimbaud de su biografía antes de ofrecer una traducción espléndida en la que se ha esforzado en respetar “el espíritu y la letra del original” y en “poner igual o mayor cuidado en el verso castellano.”

Y el resultado está sin duda a la altura de ese objetivo, difícil siempre que se traduce poesía, casi inalcanzable si la poesía que se traduce es la de Rimbaud, un barco ebrio: Cuando iba descendiendo por impasibles ríos...




Juan Ramón Jiménez.
Apartamiento.
Edición crítica, introducción y notas 
de Joaquín Llansó Martín-Moreno 
y Rocío Bejarano Álvarez
Linteo. Orense, 2013.

   
Hay una cosa negra, que pudo ser de oro, / que no se borra, que es, como este olor, amargo, escribe Juan Ramón Jiménez en Remordimiento, uno de los cuarenta poemas inéditos de Apartamiento, un libro esencial que Juan Ramón escribió entre 1911 y 1912, en uno de los momentos de mayor creatividad de su trayectoria.

Un libro espléndidamente editado -como Ellos, Libros de amor, La frente pensativa, Arte Menor, Espacio y Tiempo– por la impagable colección de poesía de Linteo, que se ha convertido en una editorial de referencia y sigue recuperando títulos esenciales de Juan Ramón en ediciones críticas ilustradas como esta, de la que se han ocupado dos expertos tan eficientes como Joaquín Llansó Martín-Moreno y Rocío Bejarano Álvarez.

Domingos, El corazón en la mano y Bonanza se titulan las tres secciones de un conjunto disperso e inédito hasta ahora, aunque bastantes de sus poemas habían aparecido en distintas recopilaciones desde las Poesías escojidas de 1917 a la Segunda antología de cinco años después, sobre todo los de Bonanza, que allí parecía un libro exento -así lo concibió en un principio Juan Ramón y llegó a editarse por separado- , aunque acabó formando parte de un proyecto más amplio que tituló Apartamiento.

Pero, aunque ya conocidos en parte, es en el conjunto –las dos primeras partes se publican ahora por vez primera- donde cobran su verdadero sentido esos poemas, porque culminan un trayecto espiritual, un camino de perfección y de búsqueda de transcendencia que se inicia en Domingos y que en Bonanza adquiere una dimensión religiosa.

Un Juan  Ramón distanciado ya emocionalmente de Moguer: ¡Cielo azul de aquel pueblo/ que pudo ser la dicha y sólo fue el cansancio!





Antonio Gamoneda. 
Antología poética. 
Selección e introducción 
de Tomás Sánchez Santiago.
Alianza Editorial. Madrid, 2013.

Alianza publica en formato de bolsillo una edición actualizada de la Antología poética de Antonio Gamoneda, con doce textos de su reciente Canción errónea. Una nueva edición imprescindible de una poesía en constante proceso de formación.

Poeta de la extralimitación llama Tomás Sánchez Santiago a Antonio Gamoneda en La armonía de las tormentas, el enjundioso y contenido prólogo que ha escrito para introducir la lectura de esta antología de una obra en la que –como señala el antólogo en la nota a esta nueva edición- “no hay añadiduras ni poemas de vocación suplementaria. Todo se concita en una única respiración verbal que sigue siendo fértil en su confesa insistencia.”

Y es que si la poesía es casi siempre una experiencia extrema de límites, lo es más en un poeta como Gamoneda que no está por encima de las modas, sino por debajo, porque en su poesía hay algo profundamente telúrico que tira de nosotros hacia abajo, un río subterráneo y torrencial, una voz sumergida y oculta, no tan secreta como acallada por la censura en el franquismo.

De Gamoneda hemos aprendido sus lectores a convivir con la luz del plomo, con la injusticia y la soledad, a soportar el peso del mercurio, el temblor del azufre y el óxido que sabe a una desaparición y tiene el mismo olor que la tristeza. A entender que para un poeta un libro es una aparición y un poema,"un pensamiento que canta."

Articulada en torno a una serie de elementos temáticos y expresivos que contienen las claves de su unidad, el tiempo y el espacio son los ejes referenciales de su evolución poética. Una evolución marcada por la temporalidad hasta Descripción de la mentira y por la abolición del tiempo en favor de una poética de lo espacial a partir del Libro del frío. O, lo que es lo mismo, el paso del canto a la contemplación a través de palabras e imágenes de una enorme fuerza expresiva.

Imágenes y palabras fundidas en el magma oscuro de la memoria violenta y armónica que vive en el armario lleno de sombra del que surge una poesía que no se comprende con la inteligencia racional, sino de otra manera más intensa, más primaria, más duradera: como se comprende / un fruto con la boca, una luz con los ojos.


Santos Domínguez