23 noviembre 2020

Vasili Grossman. Stalingrado

Vasili Grossman.

Stalingrado.

Traducción de Andréi Kozinets.

Galaxia Gutenberg. Madrid, 2020.



El 29 de abril de 1942, el tren del dictador de la Italia fascista, Benito Mussolini, hizo su entrada en la estación de Salzburgo, engalanada para la ocasión con banderas italianas y alemanas.
Tras una ceremonia protocolaria, Mussolini y su séquito se desplazaron hasta el antiguo castillo de Klessheim, edificado bajo el auspicio de los obispos de Salzburgo. Allí, en sus amplias y frías salas recién decoradas con muebles traídos ex profeso de Francia, se celebraría una sesión de reuniones ordinaria entre Hitler y Mussolini. Ribbentrop, Keitel, Jodl y otros jerarcas alemanes mantendrían, por su parte, conversaciones con dos de los ministros italianos, Ciano y el general Cavallero, quienes, junto con Alfieri, el embajador italiano en Berlín, integraban la comitiva del Duce.
Aquellos dos hombres, que se creían dueños de Europa, se reunían cada vez que Hitler conjugaba sus fuerzas para desatar otra catástrofe en Europa o África. Sus reuniones privadas en la frontera alpina entre Austria e Italia solían desembocar en invasiones militares, actos de sabotaje y ofensivas de ejércitos motorizados de millones de hombres por todo el continente. Los breves comunicados de prensa que informaban sobre las reuniones entre los dictadores mantenían en vilo los corazones, acongojados y expectantes.


Así comienza Stalingrado, de Vasili Grossman, en la traducción de Andréi Kozinets que acaba de publicar Galaxia Gutenberg.

Fue la primera de las dos novelas -la segunda es Vida y destino- de un ciclo en el que Grossman reflejó su experiencia durante la Segunda Guerra Mundial, que vivió de cerca como corresponsal de guerra.

Stalingrado
 la empezó a escribir en 1943, la terminó en 1949 y la publicó en 1952 con el título Por una causa justa y con mutilaciones muy severas de 
la censura estalinista y los editores, que le obligaron a cambiar el título y a modificar más de cien fragmentos de diversa entidad que se restituyen en esta edición que devuelve la obra a una redacción cercana a la original, lo que supone no sólo una restitución de su sentido desde una incipiente disidencia contra la maquinaria burocrática, sino también una reconstrucción de la novela en su verdadero tamaño estético y narrativo.

Tras haber sido testigo directo de la batalla de Stalingrado
 -de la que dejó una excelente descripción en Años de guerra, publicada en esta misma editorial-, que supuso un serio revés para la Alemania nazi en febrero de 1943, un Grossman muy afectado por la muerte de su madre y su hijastro empezó a escribir esta novela, que se remonta hasta el 22 de junio de 1941, cuando comienza la Operación Barbarroja, la invasión alemana del territorio soviético, y que recuerda en su diseño ambicioso y en su planteamiento coral a Guerra y paz, con un multitudinario fresco que aspira a representar a toda la sociedad soviética. Por eso resultan muy útiles para el lector las ocho páginas que se añaden al final de la novela, sobre los personajes principales, como en Vida y destino, como en Guerra y paz, que para Grossman fue siempre una obra de referencia. 

Personajes como el físico Víktor Shtrum o el comisario Krímov, en los que proyectó sus experiencias como testigo del asedio de Stalingrado y como corresponsal 
en el frente de batalla del periódico oficial Estrella Roja durante tres años; la familia Sháposhnikov, que representa a las víctimas del asedio a la ciudad y son el eje de todo el ciclo narrativo; los médicos y enfermeros; los mineros y los técnicos de la central hidroeléctrica; los comisarios y cuadros dirigentes del Partido Comunista; la brigada del comisario Krímov; los oficiales que dirigen la defensa y la contraofensiva de Stalingrado o los integrantes del alto mando alemán.

Anclado aún en la ortodoxia ideológica, en la estética del realismo socialista y en la defensa del régimen soviético frente al nazismo, Grossman supera la mirada periodística y propagandística para crear un monumental entramado de personajes, un cruce de vidas sobre el fondo de los desastres de la guerra con una mirada compasiva y profundamente humana, con una extraordinaria agilidad narrativa y una potente capacidad evocadora en su cuidada prosa. 

Esta edición íntegra de Stalingrado va precedida de una nota de los editores en la que explican que “para Vasili Grossman, la Segunda Guerra Mundial tuvo consecuencias particularmente dolorosas. Su madre fue asesinada por los nazis junto a centenares de miles de judíos en Ucrania. Y su hijastro murió como soldado del Ejército Rojo.

A esta devastación particular se sumaba lo que él mismo había vivido como corresponsal de guerra en primera línea del frente, especialmente durante la batalla de Stalingrado y, después, durante el avance de las tropas soviéticas hacia Berlín, incluido el macabro descubrimiento de los campos de exterminio en tierras polacas.

Vasili Grossman se propuso dejar constancia de todo ello en un ambicioso ciclo novelístico en dos partes. La primera, iniciada en 1943 y publicada en 1952 con el título Por una causa justa, se tenía que titular Stalingrado. La segunda, escrita a partir de 1949, con los mismos protagonistas, sería Vida y destino.”

Así resumen el complicado proceso de edición de Stalingrado:

“Vasili Grossman entregó el manuscrito de Stalingrado a la revista Novimir en 1949, cuando ya había empezado la escritura de Vida y destino. Se inicia así un proceso de edición que durará años, con una primera parada en 1952, cuando la novela ve la luz por primera vez. Durante los tres años que transcurren entre la entrega del manuscrito y su publicación, la novela sufre una serie de alteraciones durante las que los editores, actuando a la vez como censores, suprimen frases, párrafos y páginas enteras y obligan a Grossman a reescribir otras. El proceso lleva a Grossman a la desesperación, hasta el punto de que envía una carta al mismo Stalin, el 6 de diciembre de 1950, solicitándole que le «ayude a resolver la cuestión del destino de este libro que considero la obra fundamental de mi vida en tanto que escritor». La carta quedará sin respuesta y Grossman tendrá que esperar dos años más hasta ver publicada su obra en los números 7 a 11 de la revista Novimir.
Las primeras reacciones son entusiastas. Incluso, en una reunión de la sección de narrativa de la Unión de Escritores celebrada el 13 de octubre de 1952, se propone la candidatura de la novela al premio Stalin. Pero el 13 de febrero de 1953 se publica en Pravda, órgano oficial del Partido Comunista, un artículo demoledor. A partir de ese momento, se suceden las críticas negativas en los medios soviéticos, con títulos como «Una novela que falsea la imagen del pueblo soviético», «Por mal camino», «Un espejo deformante». La novela cae en desgracia y sólo volverá a publicarse, en diversas ediciones y editoriales, una vez muerto Stalin.
Ninguna de estas ediciones en ruso, ni las traducciones que se hicieron a partir de ellas, incluida la que Galaxia Gutenberg publicó en español en 2011, corresponden plenamente a la novela que Grossman escribió. Muchos pasajes presentes en los primeros manuscritos y suprimidos después por los editores-censores, nunca se publicaron.
Hasta que Robert Chandler, traductor al inglés de Vasili Grossman, se propuso restablecer el texto que Grossman hubiera querido para su novela. Con su magnífica labor, concluida en 2018 y publicada en inglés el año siguiente, Chandler ha recuperado en lo posible una obra que tanta importancia tenía para Grossman y que, sin embargo, había sido considerada como secundaria por la crítica y los especialistas, sin que nadie se hubiera detenido en pensar que no estábamos leyendo la obra que su autor había concebido sino versiones corregidas y censuradas por terceros.
[...]
El lector de esta edición española podrá reconocer los fragmentos nunca publicados hasta ahora por estar impresos en gris, en vez de en negro como el resto del texto. De esta manera, podrá juzgar él mismo las intervenciones de los editores y censores soviéticos.”

Cierran el enorme volumen de casi mil doscientas páginas, además del mencionado apéndice sobre los personajes, una relación de fragmentos eliminados y un epílogo escrito por Robert Chandler y Yuri Bit-Yunan en el que definen esta monumental obra como “una de las grandes novelas del siglo pasado” y cuentan los pormenores del proceso de reconstrucción y edición de Stalingrado a partir de cuatro manuscritos y de tres ediciones de la novela, con omisiones y reinserciones en 1952, 1954 y 1956.

Quienes disfrutaron con la lectura de Vida y destino tienen ahora una nueva oportunidad de reencontrarse con la voz de Grossman, un narrador excepcional que con este ciclo novelístico construye sobre la base de la bondad y la piedad el relato coral inolvidable del sufrimiento de quienes fueron víctimas del estalinismo y del nazismo, dos variantes muy parecidas de la utilización criminal del Estado. Una de esas pocas novelas que dejan una huella indeleble en el lector.

Santos Domínguez 
 

20 noviembre 2020

Poesía esencial de Corredor Matheos

 

José Corredor-Matheos.
Sin porqué.
Poesía esencial 1970-2018.
Edición de Ricardo Virtanen.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2020.

“La poesía de José Corredor Matheos representa una de las calas más originales y sorprendentes de las poéticas de su generación”, escribe Ricardo Virtanen en el amplio y profundo estudio introductorio que ha puesto al frente de su edición en Cátedra Letras Hispánicas de Sin porqué, el volumen que recoge una muestra muy significativa de su poesía entre 1970 y 2018, “el discurrir poético de un escritor absolutamente singular, alejado de las tendencias generales de los cincuenta y que abría un camino no transitado por las heterogéneas líneas de su generación.”

El volumen muestra la evolución y la coherencia de la obra del más budista de los poetas españoles, como lo definió Jorge Riechmann, medio siglo de escritura poética intensa, solitaria y exigente que culmina en Sin ruido (2013), al que pertenecen estos versos en los que se resumen algunas de las claves temáticas y formales de su poesía:

Estos versos que brotan
del silencio
recogen sensaciones
del instante
y otras que creías
olvidadas.
Así vas aprendiendo
a conocer
el gozo y el dolor
de que estás hecho,
con los que, deshaciéndote,
te haces.

Tras unos libros iniciales que cultivaban una poética existencial o testimonial, Corredor-Matheos encuentra su tono de voz personal en la Carta a Li-Po (1975). Una voz que no abandonaría ya y que iría afinando en los sucesivos libros hasta los recientes El don de la ignorancia (2004), Un pez que va por el jardín (2007) y Sin ruido, pasando por otro libro crucial como Jardín de arena (1994).

A través de un constante proceso de estilización y despojamiento, de búsqueda de lo esencial que lo ha colocado cerca de las poéticas del silencio y de la poesía oriental, Corredor-Matheos ha ido construyendo, casi en secreto, un universo poético propio que responde a una concepción de la poesía que dejó definida en estas palabras: “La poesía empieza donde la comunicación y la información acaban: donde todo acaba.”

En el adelgazamiento de sus poemas breves de versos cortos se refleja el proceso de disolución del yo en el silencio. Así en este poema de El don de la ignorancia:

Todo lo veo en actitud
de espera.
¿Por qué esa mansedumbre
de las cosas
la manera que tienen
de parecer que esperan?
Recógete en silencio
Aunque todo se agite
en torno a ti,
igual que si esperaras.


La sutileza expresiva, la delgadez verbal que alcanza la poesía de Corredor-Matheos es el resultado de una depuración formal paralela a una voluntad de profundización en el conocimiento esencial desde un impresionismo minimalista, desde una actitud contemplativa y un pensamiento simbólico transcendente.

Es una poesía meditativa que persigue lo inefable y va más allá de la realidad y de la palabra, una forma de conocimiento que nombra el mundo con enorme capacidad de sugerencia y combina la hondura de la reflexión, la levedad etérea de la intuición y la sutileza de las sensaciones. Por ejemplo cuando escribía en la Carta a Li-Po:

Vacío, el universo.
No hay soles, ni planetas,
ni arroyos, ni montañas.
No estás tú, no, ni nadie.
Sólo una luz perdida
que va hiriendo la noche.
Un pensamiento solo
que corre hacia la muerte.


La poesía de Corredor-Matheos ha viajado desde la desolación al vuelo -Desolación y vuelo tituló la recopilación de su obra poética hasta 2011-, se ha hecho aérea y alada en el paso del nihilismo a la afirmación de la vida, de la angustia del yo a la disolución en la naturaleza en un experiencia liberadora que le permite descubrir una nueva dimensión que arranca de la fusión entre el mundo y el poeta. Por eso escribía estos versos en Y tu poema empieza:

Un árbol no es un árbol,
ni un insecto un insecto,
ni una piedra una piedra.
Y los ves transformarse,
ser una cosa y otra,
sin dejar de ser eso:
árbol, insecto, piedra.
¿Por qué tú has de ser tú?
Oyes crecer la tarde,
vertical como un árbol,
leve como un insecto,
dura como una piedra,
y tú eres el vacío
en el que todo cabe,
el vacío que queda
cuando dejas que todo
sea tal como es:
árbol, insecto, piedra.


La poesía se convierte a partir de ese momento en un ejercicio de olvido y silencio, de contemplación y transparencia, de sabiduría y desasimiento, en un ejercicio de fusión del yo y de la poesía en el paisaje, como en este haiku de Jardín de arena:

Que escriba sola.
Deja volar la pluma
en el paisaje.

Todo ese proceso evolutivo lo analiza Ricardo Virtanen en su estudio introductorio, en el que aborda la trayectoria vital y poética de Corredor-Matheos, su contexto generacional, sus vínculos con los ambientes literarios de Madrid y Barcelona y su proceso de evolución hasta la esencialidad cosmogónica de su última fase poética.

Se incluyen en esta antología siete poemas inéditos escritos entre 2016 y 2018, que -en palabras de Virtanen- “nos señalan la senda continuada por el poeta en sus últimos años, camino del despojamiento, de la ignorancia, del vacío, de la nada que nos recompone. Nunca del olvido.”

Este es uno de esos inéditos, escrito entre el 9 y el 10 de octubre de 2016 y destinado, como los seis restantes, a formar parte de su próximo libro:

El otoño, otra vez,
con el gozo postrero
que da la plenitud
a la fruta madura.
Esta lluvia de otoño
te librará de ahogarte
en este mundo
ya todo sequedad.
El otoño, otra vez,
con una sensación
de que la vida empieza
cuando acaba.

La de Corredor Matheos -decía de ella Ángel Crespo- no es poesía pura, sino pura poesía, como la de estos reveladores versos finales de El don de la ignorancia:

Que los nombres, al fin,
sean un solo nombre,
y un número de los números.
Contempla la montaña
como es
y deja que el poema
solo sea poema,
que los nombres de Dios
se borren con las olas
y verás el poema
florecer,
descender la montaña
hasta tus pies,
disolverse en las aguas
las palabras,
los nombres y los números.
Y que el poema sea.


    Santos Domínguez

18 noviembre 2020

Breve historia de la España moderna

 

Carlos Martínez Shaw.
Breve historia de la España Moderna.

El libro de bolsillo. Alianza Editorial. Madrid, 2020.


“La Universidad fue el principal centro de formación intelectual y de producción humanística y científica de la España del siglo XVI [aunque]  sus carencias fueron haciéndose más visibles a medida que transcurrían los años: control de los colegios mayores por los estudiantes acomodados, con la consiguiente impermeabilización social del acceso, derivación de sus estudios hacia la vertiente práctica de la formación de letrados (para ejercer como burócratas y administradores), control ideológico contrarreformista conllevando el rechazo de las novedades científicas, corporativismo y conservadurismo. En cualquier caso, no debe menospreciarse la nómina de los profesores que impartirán clases y de los estudiantes que se formaron en las aulas de las principales universidades, pues entre ellos se encuentra la flor y nata de la intelectualidad española del siglo de oro”, escribe Carlos Martínez Shaw en la Breve historia de la España Moderna (1474-1808), que publica El libro de bolsillo de Alianza Editorial.

Es una nueva edición exenta, corregida y actualizada de la parte central de la Historia de España que se publicó en 1998, escrita por José Luis Martín (Historia Antigua y Medieval), Carlos Martínez Shaw (Historia Moderna) y Javier Tusell (Historia Contemporánea).

En cada una de las cuatro secciones en las que se organiza el libro (Los orígenes de la España moderna, La expansión del siglo XVI, La decadencia del siglo XVII y El reformismo del siglo XVIII), un capítulo final desarrolla varios epígrafes que se centran en la cultura del otoño de la Edad Media y el primer humanismo; en la cultura renacentista y su proyección en el pensamiento político, económico, teológico, filosófico, científico o literario; en la cultura del Barroco y la edad de oro de la pintura y la literatura o en la cultura de la Ilustración, apoyada en el debate ideológico y el progreso de las ciencias y proyectada en la creación artística y literaria o en la afición a la música.

Así resume Martínez Shaw aquel proyecto cultural del Siglo de las Luces:

La cultura ilustrada fue el fundamento intelectual del reformismo. Los intelectuales ilustrados teorizaron el protagonismo de la monarquía como motor de la modernización, la prioridad del fomento económico, la utilización de la crítica como herramienta para el perfeccionamiento de la organización social, la aplicación del conocimiento científico al bienestar general, la finalidad educativa de la creación literaria y artística, el progreso y la felicidad como metas últimas del pensamiento y la práctica reformistas. La Ilustración se dotó de sus propios instrumentos de difusión cultural, que al mismo tiempo lo eran de acción reformista: las academias, las universidades intervenidas para acompasarlas a las exigencias del momento, una serie de nuevas instituciones de enseñanza superior, las Sociedades Económicas de Amigos del País, los consulados y la letra impresa en libros o en publicaciones periódicas.

Santos Domínguez


16 noviembre 2020

Lichtenberg. Cuadernos V

 

Georg Christoph Lichtenberg.
Cuadernos. 
Volumen V.
Traducción de Carlos Fortea. 
Hermida Editores. Madrid, 2020. 
 
En muchas personas hacer versos es una enfermedad evolutiva del espíritu humano.

El primer paso de la sabiduría es quejarse de todo. El último: conformarse con todo. 

Ni negar ni creer.

Son tres reflexiones de Lichtenberg recogidas en el quinto y último volumen de sus Cuadernos. Cinco años después de la aparición del primer volumen, Hermida Editores culmina uno de los proyectos más ambiciosos de su espléndido catálogo: la publicación, íntegra por primera vez en castellano, de los cinco tomos con los Cuadernos de Lichtenberg a partir de la edición original alemana, con traducción de Carlos Fortea.


Como los anteriores, estos dos últimos cuadernos, el muy breve K, con sólo veintiuna anotaciones entre 1793 y 1796, y el L, más amplio, con más de setecientas notas entre 1796 y 1799, reflejan la amplitud de intereses intelectuales de Lichtenberg, uno de los nombres más relevantes de la cultura alemana, la insaciable curiosidad de su mirada al mundo y su tamaño como intelectual ilustrado.

Durante treinta y cinco años Lichtenberg fue registrando en sus cuadernos cientos de apuntes y borradores con observaciones, microensayos y exabruptos, con ocurrencias y reflexiones. Se publicaron póstumos y parcialmente desde 1801, aunque la primera edición completa no apareció hasta 1971.

Físico experimental, astrónomo y escritor, Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799) es el prototipo del intelectual ilustrado, del científico humanista y uno de los nombres más relevantes de la cultura alemana. Fue profesor de Física y Matemáticas en Gotinga, ejerció la sutileza como método e hizo de la realidad el campo de su ilimitada curiosidad. 

Con esa amplitud de campo frente a la docta barbarie de los eruditos especializados, fue de la física al teatro, de las matemáticas a la macrobiótica pasando, claro está, por la literatura y la filosofía. 

La literatura y la historia, la religión y la filosofía, el cuerpo y el alma, el amor y la muerte, los usos sociales y lingüísticos, la política y la ciencia son algunos de los temas universales que suscitaron la atención siempre lúcida y a menudo irónica de Lichtenberg, de quien dijo Goethe que en donde él gastaba una broma había siempre un problema escondido.

Buscó el aislamiento en todo lo que no fueran relaciones hormonales y negocios afectivos, a los que era tan aficionado como a los amplios intereses en los que proyectó su inacabable curiosidad dispersa.

Aquel “ilustrado imperfecto”, como lo definió Jaime Fernández en el estupendo prólogo del primer volumen, pasó con naturalidad de los experimentos físicos y el valor del dato comprobable a las divagaciones imaginativas, entre el asombro y el escepticismo, entre la comprensión compasiva y la crítica sarcástica.

Asistemático y fragmentario, el pensamiento disperso de Lichtenberg es el resultado de su talante intelectual, volcado en los amplios intereses en los que proyectó su inacabable curiosidad. Y por eso cada una de sus páginas es una invitación a la reflexión crítica ante la naturaleza, las palabras o los comportamientos humanos. 

Su racionalidad y su lucidez polígrafa enfocaron todos los aspectos de la realidad, con una punzante agudeza de la que saltan chispazos intuitivos y esas luminosas esquirlas que Juan Villoro admiró en un Lichtenberg al que definió como “reportero de la inteligencia”.

Practicó el arte de no terminar nada, como señaló Enrique Vila-Matas en un texto que reivindicaba a Lichtenberg como cofundador junto a Sterne de la risa contemporánea. 

Mucho antes que Vila-Matas lo elogiaron Goethe, Nietzsche, Mann o Canetti, que resumió así su obra: “Que Lichtenberg no quiera redondear nada, que no quiera terminar nada es su felicidad y la nuestra; por eso ha escrito el libro más rico de la literatura universal.”

La profundidad de su ironía crítica, la lucidez afilada de su inteligencia, el escepticismo de su visión recorren también las enjundiosas páginas de este nuevo volumen, donde se leen reflexiones sarcásticas como esta: “El hecho de que en las iglesias se predique no vuelve por eso innecesarios los pararrayos encima de ellas.”

 O muestras de humor como estas otras : 

“¿Qué tal andas?, preguntó un ciego a un cojo. Ya ve usted, fue la respuesta.”

He vuelto a comer todo lo prohibido, y me encuentro, gracias a Dios, igual de mal que antes (quiero decir que no peor).

 
Santos Domínguez

13 noviembre 2020

Joan Margarit. Joana

 

Joan Margarit.

Joana.

Fondo de Cultura Económica. 

Universidad de Alcalá de Henares.

Madrid, 2020. 

 

“De lo que siento acerca del mañana, lo más parecido a una certeza es que Joana y yo no volveremos a vernos. Cuán distinta sería la vida si la muerte fuese a esperar muchos millones de años para podernos encontrar de nuevo, aunque fuese tan sólo durante unos breves instantes. Pero el abismo que nos separa es el abismo del nunca más. Los treinta años que hemos vivido juntos son ahora el único contrapeso y mi tesoro. [...] El mundo sin Joana se parece al que vivimos juntos, pero no es el mismo. Unas mínimas diferencias me ponen de manifiesto que las personas, los lugares, las cosas, no son las familiares. Me enfrento, pues, al terror más puro, cuando las cosas cotidianas no se reconocen y se vuelven amenazadoras. Por eso a veces lloramos, Mariona y yo, perdidos en el extraño paraje en el que nos ha abandonado la muerte de nuestra hija”, escribe Joan Margarit en el prólogo de Joana, el libro de poemas que escribió durante los últimos ocho meses de la vida de su hija, que murió en junio de 2001.


Escrito, como explica su autor, “del 10 de octubre de 2000 al 1 de septiembre de 2001”, Joana es un libro de despedida y de consuelo, una intensa crónica poética del horror y la inocencia, del dolor del desenlace y de la ausencia, pero también una mirada desolada al vacío, como en este Final, escrito el 4 de junio de 2001, entre el día de la muerte y el del entierro:


Tu entierro, en primavera: ése fue
el mensaje final de tu bondad.
Nada mejor en torno a ti que el ruido
de esta ciudad y, enfrente,
la eternidad del mar.
Qué ruda proa Montjuïc: alcanza
tan lejos como quiera el pensamiento.


El furgón va subiendo por caminos de arena
y tras él van los coches,
que hacen crujir al pie de los cipreses
la grava en la tranquila plaza de la mañana.
Siento ya tu sonrisa que atraviesa
los claros pájaros del aire,
ahora que todo vuelve a su principio,
como cuando no estabas.
Ha quedado un olor a flores junto al muro,
entre verdes oscuros y huidizos.
Las canciones del sol de tu silencio
iluminan el hierro del mañana.
Lo que digo de ti no tiene más sentido
que la herrumbrosa cerradura
de una puerta que no abre a ningún sitio.


Porque, como explicó José Carlos Mainer, “la muerte de Joana marcó en su poesía un antes y un después: una dimensión nueva de los sucesivos tránsitos familiares ya vividos y, por supuesto, otra percepción de su propia continuidad en este mundo.” 


“El sentimiento que ahora me domina es el desamparo”, escribía Joan Margarit en el prólogo de este libro que apareció en 2002 y que ahora, con motivo de la concesión del Premio Cervantes a su autor, reeditan el Fondo de Cultura Económica y la Universidad de Alcalá de Henares en la Biblioteca Premios Cervantes, con un prólogo -Poesía y verdad- en el que Luis García Montero explica que “la conciencia del final, la obligación de acostumbrarse a la ausencia, las nuevas formas de sentir el alma clavada al suelo marcan un proceso que va de la posibilidad de apurar lo que quedaba de vida en los momentos del estar muriéndose hasta el vocabulario de un mundo que nombra una y otra vez a la hija muerta para traerla de nuevo a la vida. Se escribe desde el desamparo con voluntad de no engañarse, pero con el deseo de conservar aquello que tiene que ver de forma verdadera con el propio yo y sus relaciones con el mundo. Ya no se trata solo de recordar, sino de configurar los modos y la razones del recuerdo para darle una coherencia al significado de nuestro presente.”


Ese proceso de la enfermedad terminal que conduce al desamparo por la ausencia es el centro de este poema:


   LA ESPERA                                    

         

Muchas cosas te están echando en falta.
Cada día se llena de momentos que esperan
esas pequeñas manos
que cogieron las mías tantas veces.
Hemos de acostumbrarnos a tu ausencia.
Ya ha pasado un verano sin tus ojos
y el mar también tendrá que acostumbrarse.
Durante mucho tiempo todavía, 
la calle esperará ante nuestra puerta,
con paciencia, tus pasos.
No se cansará nunca de esperar:
nadie sabe esperar como una calle.
Y a mí me colma esta voluntad
de que me toques y de que me mires,
de que me digas qué hago con mi vida,
mientras los días van, con lluvia o cielo azul,
organizando ya la soledad.                   

 

 

Santos Domínguez

11 noviembre 2020

Éric Vuillard. La guerra de los pobres


 Éric Vuillard.
La guerra de los pobres.
Traducción de Javier Albiñana.
Tusquets. Barcelona, 2020.


A su padre lo habían ahorcado. Había caído al vacío como un saco de grano. Tuvieron que cargarlo a hombros por la noche, y después enmudeció, la boca llena de tierra. Entonces todo ardió. Los robles, los prados, los ríos, los galios de los taludes, la tierra pobre, la iglesia, todo. Él tenía once años.
 
Con ese párrafo comienza La guerra de los pobres, la última novela de Éric Vuillard que publica Tusquets con traducción de Javier Albiñana.

Como en La batalla de Occidente, sobre la Primera Guerra Mundial; como en 14 de julio, con su mirada a pie de calle de la toma de la Bastilla; como en El orden del día, en donde los empresarios alemanes se ponen al servicio del ascenso al poder de Hitler, en La guerra de los pobres Vuillard vuelve a hundir la raíces de su relato en un episodio aparentemente menor para ir un poco más allá del puro relato histórico, para proyectarlo en el presente y para reconstruir desde dentro la intrahistoria del descontento contra los poderosos, los nobles y la iglesia que aprovecharon Thomas Müntzer, discípulo de Lutero, teólogo y predicador, y otros reformistas de comienzos del XVI, radicales al borde del fanatismo, para liderar sublevaciones de campesinos, para encabezar movimientos de agitación de gente indignada por la injusticia y por las diferencias sociales que dieron lugar a revueltas entre 1524 y 1526 que acabaron en masacres de los sublevados.

Con una inusual potencia narrativa, con el envidiable sentido del ritmo de un relato contado por un narrador limitado, como el del Quijote, pero apoyado en la precisión verbal de su prosa afilada y en la fuerza sugerente de sus imágenes evocadoras, Vuillard se asegura desde las primeras líneas de La guerra de los pobres la complicidad del lector en una nueva demostración de maestría con este relato que gira en torno al joven teólogo Thomas Müntzer, “aquel cuyo padre, hacia 1500, por motivos desconocidos, fue ejecutado por orden del conde de Stolberg, unos dicen que ahorcado, otros que en la hoguera.”

En la frontera de la historia y la ficción, organizada en trece capítulos breves y con un tratamiento casi cinematográfico que actualiza la narración, La guerra de los pobres es un libro intenso que tiene como hilo conductor la figura de Müntzer, un agitador complejo y mesiánico, un iluminado intolerante y violento capaz de encabezar aquellos levantamientos de hombres normales contra los príncipes alemanes.

Cincuenta años antes, la invención de la imprenta había favorecido la difusión de la Biblia y dos siglos antes en Inglaterra “se dio el gran salto” con la gran revuelta de 1381 encabezada por John Wyclif en Inglaterra, a quien se le ocurrió traducir la Biblia al inglés.

“Dios y el pueblo hablan el mismo idioma”, se empezó a decir. Y en esa misma línea se movía Jan Hus, otro predicador que provocó revueltas en Bohemia. A esa Bohemia llega Müntzer expulsado de Sajonia y allí  escribe su exaltado y ardiente Manifiesto de Praga, que refleja el proceso de radicalización progresiva de un hombre fanatizado, cada vez más furioso y agresivo, que se siente armado con la espalda de Gedeón, llama a “matar a los soberanos impíos”, dice la misa en alemán y provoca sublevaciones que comienzan en Suabia y se extienden por todas partes, no sólo por los campos, también por las ciudades.

Como en el resto de sus novelas, en La guerra de los pobres Vuillard sitúa la perspectiva del relato en un ahora que actualiza los hechos y los presenta con enorme fuerza visual, como cuando remata el libro con este final abierto en el momento en el que Müntzer es decapitado tras la batalla de Frankenhausen, en la que hubo cuatro mil muertos:

No iré más lejos en sus pensamientos; se los dejo a él. Helo aquí ante nosotros, en el estrado, a mil leguas del goce avaricioso. ¡Lo veo, sí, a Thomas Müntzer! Y ya no es el pequeño Thomas de hace poco, ya no es el pilluelo del Harz, el hijo del muerto, no, ni siquiera es ya un objeto de estudio, es un hombre cualquiera, una vida inaprensible cualquiera.
Va a morir ahora. Va a morir. Tiene treinta y cinco años. Su ira lo ha llevado allí. Hasta allí. Le han retorcido el cuerpo: los brazos, las piernas, sangra. Está exhausto.
Entonces se levanta el hacha. Hay rostros, cientos, a su alrededor. Miran, espantados, nada seguros de haber entendido bien. Los mendigos, los curtidores, los segadores, los pobres diablos miran, ¡miran! ¿Y qué ven? Ven al hombrecillo bajo la pesada carga. Ven a un hombre como ellos, cuerpo inmovilizado. Qué pequeño es un hombre, es frágil y violento, inconstante y severo, enérgico y lleno de angustia. Una mirada. Un rostro. Una piel. De repente cae el hacha y troncha el cuello. ¡Oh!, qué pesada es una cabeza, dos o tres kilos de huesos y de puré. ¡Y cómo salpica la sangre! Empalarán su cabeza. Arrastrarán su cuerpo por el estrado y lo arrojarán a los perros. La juventud nunca se acaba, el secreto de nuestra igualdad es inmortal, y la soledad, fabulosa. El martirio es una trampa para los oprimidos, sólo es deseable la victoria. Yo la contaré.
 
Santos Domínguez


09 noviembre 2020

Fábulas de Esopo

 

Fábulas De Esopo
Ilustraciones de Arthur Rackham.
Selección y traducción de
Pedro Bádenas de la Peña.
Reino de Cordelia. Madrid, 2020.

 El fanfarrón [Esopo 33]
Un hombre que practicaba el pentatlón y que constantemente sufría las críticas de sus conciudadanos por su falta de brío, se marchó un día al extranjero. Cuando después de mucho tiempo regresó, contaba con jactancia las muchas proezas que había hecho en otras ciudades y que en Rodas había dado un salto tal como ninguno de los vencedores en las Olimpiadas; y afirmaba que podía presentar como testigos a quienes lo habían presenciado, si alguna vez venían a la ciudad. Uno de los allí presentes le respondió: «¡Anda este! Si es verdad eso, no te hacen falta testigos, aquí está Rodas. ¡Venga el salto!».
La fábula muestra que cuando es factible una demostración todo lo que pueda decirse sobre ello está de más.
 
Es una de las fábulas de Esopo que publica en una espléndida edición ilustrada Reino de Cordelia. 
 
Basada en la que se publicó en Londres por William Heinemann en 1924, incorpora las clásicas ilustraciones del dibujante inglés de línea prerrafaelita Arthur Rackham (1867-1939) que no se habían publicado en España hasta esta edición preparada por Pedro Bádenas de la Peña, uno de los mayores expertos en Esopo, que ha traducido del griego y el latín su selección de doscientas ochenta y cuatro fábulas.

En la nota previa, Bádenas de la Peña indica que esta edición “ha requerido un trabajo de filiación crítica y selección del complejo corpus, con una larga y complicada historia en la transmisión textual del género fabulístico que la tradición, ya desde la Antigüedad, atribuyó convencionalmente a Esopo. Para esta edición se parte, como referencia obligada, del conjunto de cerca de cien ilustraciones originales en color y en blanco y negro del ilustrador inglés Arthur Rackham (1867-1939) que acompañan a la versión inglesa de las Fábulas, debida a Vernon Stanley-Vernon Jones (1912).”

Y añade que en esta selección “se da entrada a fábulas griegas, claramente atribuibles a Esopo, así como a otras adaptaciones -posteriores a época clásica-, como las griegas de Babrio y las latinas de Fedro. Igualmente se incluyen algunas fábulas transmitidas por la tradición medieval bizantina y occidental, derivadas también de la tradición esópica antigua.”
 
“Esopo, encaramado en un centenar largo de fábulas a él atribuidas, con una biografía de la que nos constan, al menos, tres versiones -una en griego, atribuida al bizantino Máximo Planudes y otra latina medieval-, con un patrimonio de dichos y proverbios, además de una estela multisecular de testimonios sobre él, disfruta justamente de un privilegio similar al de Homero: el de no haber existido nunca. Y es que en ambos casos la inexistencia física del autor significa el reconocimiento de la importancia extraordinaria de la obra que convencionalmente se le atribuyó. En Homero y en Esopo se da la misma paradoja de que, aunque realmente hubieran existido, ni una sola palabra de las transmitidas como suyas puede atribuírseles con certeza”, escribe Bádenas de la Peña en el epílogo -Esópica-, donde analiza la tradición del corpus fabulístico de Esopo y explica algunos de los rasgos estructurales del género: la forma y el estilo, los personajes y el antropomorfismo, el planteamiento y desarrollo de la trama, su dimensión universal y su altura literaria.

Cierra el volumen una breve bibliografía, que “es muy selectiva y se centra en las principales ediciones críticas del texto griego y latino. También se incluyen las principales traducciones al español y un par de monografías importantes sobre la historia de la fabulística griega y latina.” 

Santos Domínguez




 
 

Breviario del olvido

  
 Lewis Hyde.
Breviario del olvido.
Apuntes para dejar atrás el pasado.
Traducción del inglés de Julio Hermoso.
Siruela. Madrid, 2020.

Todo acto de la memoria es un acto del olvido.
Estudiar el yo es olvidarlo.
Soñamos para olvidar.

Son tres de los aforismos que encabezan la primera parte (“Mito. La licuefacción del tiempo”) del Breviario del olvido, de Lewis Hyde, que publica Siruela con traducción de Julio Hermoso.

Subtitulado Apuntes para dejar atrás el pasado, así explica el autor su origen y su sentido:

Hace muchos años, mientras leía sobre las viejas culturas orales donde la sabiduría y la historia no residen en los libros, sino en la lengua, me encontré con un breve comentario que despertó mi curiosidad: «Las sociedades orales», leí, «[conservan] el equilibrio [...] deshaciéndose de los recuerdos que ya no tienen relevancia en el presente». En aquel momento, el objeto de mi interés era la memoria en sí, las maneras tan valiosas en que las personas y las culturas conservan el recuerdo del pasado, pero había aquí una nota en sentido contrario, una nota que incitaba claramente mi propio espíritu de ir a la contra, ya que comencé una serie de álbumes de recortes de otros casos en los que desprenderse del pasado resulta ser, cuando menos, tan útil como preservarlo.
Este libro, fruto tardío de aquellos recortes, ha resultado ser un experimento tanto en el fondo como en la forma. En cuanto al fondo, el experimento pretende poner a prueba la proposición de que el olvido pueda ser más útil que la memoria o, en el ultimísimo de los casos, que la memoria funciona mejor en tándem con el olvido. Alabar el olvido no es, por supuesto, lo mismo que denostar la memoria.

Construida a partir de esos recortes con una enorme variedad de fuentes y multitud de fragmentos de textos desde la antigüedad hasta la modernidad, con meditaciones filosóficas, notas autobiográficas y obras de arte, Hyde explora a través de esta amplia antología textual y gráfica las virtudes de la amnesia como fuerza creativa, su efecto curativo y su valor espiritual.

Y estructura su ensayo en cuatro apartados, en cuatro cuadernos en torno al mito, el yo, la nación y la creación, como él mismo explica: “Las citas, aforismos, anécdotas, relatos y reflexiones que constituyen la materia de este formato episódico las he agrupado en torno a cuatro puntos centrales: la mitología, la psicología personal, la política y el espíritu creativo.”

Imaginación, tiempo y misterio, memoria y olvido, creación y conocimiento recorren las páginas de esta enciclopedia del olvido y la memoria, un libro en el que conviven la tradición occidental y la oriental, los mitos clásicos y el apartheid o textos de Hesíodo y de Borges, de Esquilo y Nabokov:

Memoria y olvido: estas son las facultades de la mente por medio de las cuales somos conscientes del tiempo, y el tiempo es un misterio. Además, hay una larga tradición que sostiene que la mejor manera de concebir la imaginación es hacerlo como algo que funciona mezclando la memoria y el olvido. La creación —la aparición de cosas que antes no había— es también un misterio. Los autores como yo, los que trabajamos muy despacio, hacemos bien en decantarnos por temas de esta índole, temas cuya fascinación tal vez nunca se agote. Estos autores no se limitan a contarnos lo que saben; nos invitan a unirnos a ellos ante los necesarios límites de nuestro conocimiento.

Pessoa lo dijo de esta otra manera a través de Alberto Caeiro en el poema que cierra el libro:

Antes el vuelo del ave, que pasa y no deja rastro,
que el paso del animal, que deja su recuerdo en el suelo.

El ave pasa y se olvida, y así debe ser.
El animal, donde ya no está y por eso de nada sirve,
muestra que ya estuvo, lo que no sirve para nada.
 
Un recuerdo es una traición a la Naturaleza.
Porque la Naturaleza de ayer no es Naturaleza.
Lo que fue no es nada, y recordar es no ver.
 
¡Pasa, ave, pasa, y enséñame a pasar!

Santos Domínguez