18 diciembre 2018

Navidades de libro. Ensayo


Andreu Navarra. 
La escritura y el poder. 
Vida y ambiciones de Eugenio d’Ors.
Tusquets Tiempo de memoria. Barcelona, 2018.

“Cualquier biografía de Eugenio d'Ors es, a la fuerza, una oceanografía”, afirma Andreu Navarra en el prólogo -D’Ors hoy y ayer- con el que abre su espléndido ensayo La escritura y el poder. Vida y ambiciones de Eugenio d’Ors, que publica Tusquets en su colección Tiempo de memoria.

Una oceanografía debida a la extensión, la hondura  y la dispersión de la obra de D’Ors tanto como a la complejidad del personaje, cuyos cambios ideológicos y lingüísticos -pasó del uso del catalán al castellano y del catalanismo al falangismo- desconciertan a quien se acerca a su trayectoria personal, intelectual y literaria. 

Grandeza y servidumbre de la inteligencia fue el título de una conferencia que D’Ors pronunció en la Residencia de Estudiantes en 1918. Y quizá en ese enunciado pudiera resumirse su papel en el panorama cultural de unas décadas decisivas en la España de la primera mitad del siglo XX.

Ensayista de enorme magnitud, D’Ors se movió siempre entre la defensa de la armonía clásica y la práctica de la estilística barroca del neoconceptismo, aquellas “formas de barroco asfixiante” que le recriminó Josep Pla.

Fundador de un género nuevo y casi unipersonal omo la glosa, Eugenio D’Ors fue “capaz de construir -como explica Navarra- un corpus disperso pero autosuficiente. Creó géneros literarios, hibridó de forma muy moderna los géneros, como era habitual en su época, y como crítico de arte no tiene igual en su tiempo.”

Por eso el objetivo fundamental de Andreu Navarra en La escritura y el poder es proponer un relato integral que contemple el carácter poliédrico de la vida y la obra de D’Ors y “presentar una síntesis tan completa como manejable de uno de los escritores catalanes y españoles más importantes del siglo XX.”

El intelectual y el hombre, el Xènius catalán y el Eugenio D’Ors castellano, intruso en Madrid y desertor en Cataluña, el político y el escritor son dilucidados a través de obras como el Glosari, La bien plantada, Tres horas en el Museo del Prado o El secreto de la filosofía, pero también con materiales procedentes de la hemeroteca y de su epistolario, un conjunto muy disperso que Navarra incorpora con una interpretación unitaria sobre la complejidad del personaje y su obra, desde los años de estudiante a los de su plenitud creativa, su vinculación con el fascismo y su actividad como crítico de arte, la angelología o las “mitologías ambiguas” tras las que ocultó frecuentemente su intimidad. 

“Que el lector condene o eleve a Xènius es cosa suya, del público: eso no compete al historiador. Este ha de reconstruir una vida, con lo agradable y lo condenable. No hemos escrito este libro para salvar o recuperar o condenar a D’Ors, lo hemos escrito para comprenderlo en su inmensidad, para presentar el relato de la vida de un escritor desaforado, para explicarlo como fenómeno explicativo de unas épocas. No se trata de hacer moral, se trata de aportar comprensión histórica. Menos pasión, más arqueología. Esa es la divisa.”

Y sobre esa inmensidad oceanográfica añade Andreu Navarra: “Investigar a Dolz es un lujo, porque obliga al glosador de turno a sumergirse en varios océanos simultáneos, todos igual de ricos en frutos, matices y fuentes. Cartas, glosas, comentarios filosóficos, libros de arte, ediciones lujosas, iniciativas legislativas, fotos, retratos, novelas experimentales, poemas, dibujos, escolios, antologías, materiales académicos, juegos y bromas, noticias, heterónimos, diálogos, manías cíclicas, cartas, textos inéditos, misterios, despistes y laberintos, hay de todo: Eugenio d'Ors produjo y legó de todo.”


Joseph Campbell.
Mitología creativa.
Traducción de Belén Urrutia.
Edición revisada por Santiago Celaya.
Atalanta. Gerona, 2018.

Desde mediados del siglo XII, una desintegracion cada vez más acelerada ha ido anulando la formidable tradición ortodoxa que alcanzó su apogeo en ese siglo, y, con su caída, han irrumpido los poderes creativos liberados de un gran grupo de individuos sobresalientes, de modo que, en cualquier estudio del espectáculo de nuestra era titánica, debe tenerse en cuenta no una, ni dos ni tres, sino una galaxia de mitologías, tantas, podríamos decir, como la multitud de sus genios, escribe Joseph Campbell en Mitología creativa, la cuarta y última parte de su monumental obra Las máscaras de Dios que publica Atalanta con traducción de Belén Urrutia en edición revisada por Santiago Celaya.

En este volumen Campbell hace un recorrido por la mitología europea del individualismo desde la Edad Media hasta la época contemporánea a través de la literatura, la filosofía y el arte para ofrecer un análisis de la cultura moderna y del hombre como creador de su propia mitología.

Y de esa manera, frente a los dogmas sacerdotales y sus construcciones alegóricas, por encima de la narrativa del mito clásico, el objeto de esta Mitología creativa es un viaje a las ideas, intuiciones y sentimientos del artista o el escritor, maestros de la creatividad occidental.
Porque -explica Campbell- en el contexto de una mitología tradicional, los símbolos se presentan en ritos mantenidos socialmente a través de los cuales el individuo debe experimentar, o pretender que ha experimentado, ciertos sentimientos, intuiciones y compromisos. En lo que denomino mitología 'creativa', el orden se invierte: el individuo tiene una experiencia propia -de orden, horror, belleza o mera alegría- que trata de comunicar mediante signos. Y si su vivencia ha sido de cierta profundidad y significado, su comunicación tendrá el valor y la fuerza del mito vivo para aquellos que, por decirlo de alguna manera, la reciban y respondan a ella por sí mismos, con reconocimiento, sin coerciones.

Las leyendas artúricas -La búsqueda del Santo Grial, Tristán e Isolda, El Rey Pescador, La Tierra Baldía- están en la base de esta indagación interpretativa de un fondo mitológico creativo que pasa por Dante y la Divina Comedia, por Wagner, Schopenhauer y Nietzsche para llegar hasta el Ulysses y Finnegans Wake de Joyce, Los Buddenbrook y La montaña mágica, T. S. Eliot o el Guernica de Picasso.

Un recorrido por ritos y símbolos, mitos y cultos en un libro imprescindible para entender una parte fundamental de la literatura,  el arte y la filosofía de los últimos siglos.



 Umberto Eco.
A hombros de gigantes.
Traducción de Maria Pons Irazazábal.
Lumen. Barcelona, 2018.

La historia de los enanos y de los gigantes siempre me ha fascinado. No obstante, la polémica histórica de los enanos y de los gigantes no es más que un capítulo de la lucha milenaria entre padres e hijos que, como veremos al final, nos sigue afectando, escribe Umberto Eco en la primera de las doce conferencias recogidas en el volumen A hombros de gigantes, que publica Lumen con traducción de Maria Pons Irazazábal en una edición espectacularmente ilustrada con el aparato iconográfico que el autor utilizaba en aquellas lecciones magistrales que impartió en la Universidad de Milán en el marco del festival 'La Milanesiana' hasta el 2010.

El núcleo de esta primera conferencia es un aforismo atribuido a Bernardo de Chartres: 'Somos como enanos que están a hombros de gigantes, de modo que podemos ver más lejos que ellos, no tanto por nuestra estatura o nuestra agudeza visual, sino porque, al estar sobre sus hombros, estamos más altos que ellos.'

Esa primera lección, del año 2001, da título al volumen y le sirve de prólogo, no sólo por razones cronológicas, sino porque en ella se perfila la tensión entre lo antiguo y lo moderno, entre la tradición y la innovación que recorre muchas de las páginas de este póstumo inédito en el que un Eco lúcido e irónico reflexiona con su acostumbrada agudeza y su erudición enciclopédica sobre lo viejo y lo nuevo, la verdad en el texto literario, la belleza y la fealdad, la imperfección en el arte, el secreto, lo invisible o las representaciones de lo sagrado.

El cambiante canon de la belleza; la importancia de la fealdad, porque probablemente existe una fealdad del arte y una fealdad de la vida y además en el diccionario de sinónimos hay muchos más para lo feo que para lo bello; la conexión sobre lo absoluto y lo relativo y su relación con las distintas nociones de verdad; la belleza del fuego porque la llama es bella y el fuego aparece como manifestación de la divinidad y como principio cósmico, como imagen del infierno y como agente alquímico, como origen del arte y como experiencia epifánica, como elemento creador, destructor o regenerador; la verdad literaria de los personajes fluctuantes de la ficción; las paradojas y los aforismos; la ética de la mentira en la ficción narrativa y las falsificaciones; un elogio de la imperfección en el arte a través de El conde de Montecristo, la Venus de Milo, Hamlet o Casablanca; la tradición cultural del secreto, el bulo y el misterio...

Esos son algunos de los asuntos que recorren los doce capítulos de A hombros de gigantes de la mano de Umberto Eco, de su sabiduría y su constante defensa del placer del conocimiento.

Tal vez en la sombra se mueven ya gigantes, que desconocemos todavía, dispuestos a sentarse sobre nuestros hombros de enano.



Edgar Allan Poe.
Ensayos completos.
Traducción de Antonio Rivero Taravillo.
Prólogo de Fernando Iwasaki.
Páginas de Espuma. Madrid, 2018.

Diez años después de la memorable edición comentada de los Cuentos completos de Poe en Páginas de Espuma, la misma editorial acomete el proyecto de publicar por primera vez en español sus ensayos completos en tres volúmenes que irán apareciendo entre este año y 2020.

Este primer volumen va precedido de dos prólogos: uno -La solemne indiferencia hacia el insulto- de Fernando Iwasaki, que ha ordenado además cronológicamente las reseñas para ponerlas en paralelo en un cuadro con la obra de creación de Poe y otro -Poe, ensayista- en el que su traductor, Antonio Rivero Taravillo, destaca que en estos ensayos “asombra el conocimiento enciclopédico de Poe, sus vastas lecturas, sus afilados juicios.”

Ensayos, reseñas y reflexiones que desmienten la imagen de un Poe irracionalista, porque elaboró con conciencia creativa un riguroso análisis del método y los mecanismos poéticos. Un Poe que defiende en estos escritos la idea de la poesía como efecto, del poema como objeto rítmico que se trabaja como una partitura y se proyecta en la magia musical del ritmo enumerativo y de la concatenación.

Así lo explicaba en El principio poético, que se publicó en octubre de 1850 y que es uno de los cuatro ensayos de teoría poética con los que se abre este volumen:

Yo definiría la poesía, en resumen, como la creación rítmica de la belleza. Su único árbitro es el gusto. Con el intelecto o con la conciencia, solo tiene relaciones colaterales. A menos que, dicho sea de paso, no tenga nada que ver con el deber o con la verdad.

En estos ensayos de teoría poética se origina una cadena crítica que tuvo una decisiva influencia -más por la teoría que por la práctica- en la configuración de la poesía contemporánea, que arranca de una corriente simbolista que tuvo en Poe a su profeta y que está en la raíz de la teoría y la práctica poética de Baudelaire, Mallarmé y Valéry.

La segunda parte incorpora diversas reseñas de obras de Coleridge, Elizabeth Barrett Browning, Eurípides, Hazlitt, Defoe o Dickens, a quien admiró sin reservas: El arte de Dickens, aunque elaborado y grande, parece solo una feliz modificación de la Naturaleza. /.../ A través del genio, Dickens ha perfeccionado un nivel a partir del cual el arte derivará su esencia, mediante determinadas reglas.

Los papeles póstumos del Club Pickwick, El reloj de maese Humphrey, La tienda de antigüedades y sobre todo Barnaby Rudge son objeto del análisis de Poe en varios artículos de una enorme lucidez, en ejemplos modélicos de lo que debe ser una reseña.



Antonio García Berrio.
Virtus. 
El Quijote de 1615.
Cátedra. Madrid, 2018.

Es, pues, todo un rimero de vida literaria malcontenta por la insuficiencia de reconocimientos en la notoriedad de su fama literaria y en las pírricas compensaciones materiales, lo que transparece de Miguel de Cervantes a lo largo del segundo Quijote, en paralelo a la pintura en declive del melancólico decrecimiento de las ilusiones de su Caballero.

Ese párrafo pertenece al capítulo inicial -Un prólogo epilogal: vindicación contra Avellaneda- de Virtus. El Quijote de 1615, un ensayo monumental de Antonio García Berrio, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, sobre la segunda parte del Quijote que acaba de publicar Cátedra en su colección de Crítica y Ensayos literarios.

Subtitulado Estética del enunciado y Poética de la enunciación, Virtus es una profunda reflexión crítica y una brillante incursión en el maravilloso laberinto inagotable y en las inagotables riquezas del texto-objeto, el ubérrimo Don Quijote, (...) una suprema obra del Arte.

Hatzfeld, Blanchot, Foucault o Lacan son algunos de los referentes teóricos de este denso y apasionado análisis del Quijote como realidad estética y de la actividad creadora de Cervantes. Un análisis profundo y riguroso, levantado desde la solidez crítica de un lector excepcional como Antonio García Berrio, que mantiene en las páginas de este voluminoso estudio un diálogo con las lecturas del Quijote que han ido configurando una amplísima y polémica tradición crítica

Organizado en tres partes que recorren capítulo por capítulo los distintos episodios de la novela, desde la intimidad doméstica de Don Quijote y sus primeras aventuras a las desabridas aventuras finales en Cataluña con la Pasión y muerte del Caballero, el volumen dedica su parte central al núcleo del Quijote de 1615, los episodios con los duques, en los que se analiza la apoteosis barroca de la fiesta.

Reivindicación de lo universal y eterno resultantes de la divertida historia esencial de Don Quijote; excitante y auroral en su Parte temprana de 1605 y melancólico y otoñal en esta otra Segunda de 1615. Total, el agridulce itinerario completo de la existencia, Virtus constituirá a partir de ahora una referencia ineludible en la bibliografía sobre Cervantes y el Quijote.




Luis Antonio de Villena.
El libro de las perversiones.
Drácena. Madrid, 2018.

Un cuarto de siglo después de su primera edición, Drácena rescata El libro de las perversiones, de Luis Antonio de Villena, en el que realiza un recorrido por las diversas parafilias sexuales porque, psicólogos, psiquiatras y sexólogos -médicos o no- no suelen hablar ya de perversiones sexuales. Hablan de parafilias, término que no conlleva connotaciones morales negativas. Parafilia quiere decir la atracción por lo singular, por lo que queda fuera de la norma, por lo excepcional. Pero (frente a perversión o desviación sexual) es una mera descripción, no un juicio previo.

Con esa mirada alejada de la sordidez o del exceso, Luis Antonio de Villena hace una historia artística de la perversión con un enfoque culturalista de las parafilias. Desde Onán y el vicio solitario al erotismo surrealista de Bataille, Aragon o Dalí, pasando por el Marqués de Sade y Sacher-Masoch, por Proust y Nabokov, por Caravaggio y Balthus, por Pasolini y Casanova, por la mitología clásica y Anacreonte, una propuesta de enfoque artístico y literario que resume el amplio índice onomástico que cierra el volumen.

Como las páginas de este ensayo, todas esas presencias artísticas confirman que la perversión es, básicamente, una manera de la imaginación, conectada con el sexo /.../, orgía imaginativa del cuerpo. O mejor, voluntad del triunfo de lo mental en lo directamente físico. Perversión, avance y culminación. Triunfo de la fantasía creadora, como explica Luis Antonio de Villena en uno de los párrafos con que se inicia El libro de las perversiones.

Refinamiento y libertinaje, erotismo y transgresión, sadismo y masoquismo, libertad y maldad son algunos de los conceptos sobre los que se reflexiona en estas páginas que abordan las sinécdoques eróticas del fetichismo, la mirada secreta del voyeur o la mostración pública de los genitales del exhibicionista.

Descatalogado desde hacía algún tiempo, reaparece en la colección Ensayos y memorias de Drácena con una versión revisada de su texto, repasado, corregido y algo aumentado, aunque siga manteniendo el título, creo que sugeridor y claro, de El libro de las perversiones, como explica Luis Antonio de Villena en el epílogo que ha escrito para esta reedición.


Santos Domínguez

17 diciembre 2018

Navidades de libro. Narrativa


Henry James.
Cuentos completos 
(1879-1894)
Edición de Eduardo Berti.
Páginas de Espuma. Madrid, 2018.

Era un día de abril tibio y soleado y el pobre Dencombe, feliz de creer que estaba recordar recobrando energías, evaluaba en el jardín del hotel los diversos atractivos de las posibles caminatas con una determinación en la que aún persistía cierta languidez. 

Así comienza Los años intermedios, uno de los espléndidos cuentos de Henry James que se recogen en el segundo volumen de sus Cuentos completos que publica Páginas de Espuma con edición de Eduardo Berti.

Y también a los años intermedios de Henry James entre 1879 y 1844, a los que aludió en el título de la segunda parte de su autobiografía, pertenecen cronológicamente los veintiséis relatos de este segundo tomo de una edición en marcha que culminará en 2019 con el tercer volumen de sus cuentos. 

“Se trata, en términos literarios -explica Eduardo Berti en su prólogo-, de años centrales y decisivos” y “en términos biográficos, de un periodo que comienza a los treinta y cinco años de edad, instalado en Gran Bretaña tras un paso importante por París, y que se extiende hasta los cincuenta y dos años de edad, con su sonado fracaso como autor dramático.”

“Los años que abarca este volumen nos muestran a un escritor alcanzando la cima de su talento” -añade Berti- porque “es en esta etapa intermedia (...) cuando Henry James empieza una revolución que Virginia Woolf y Roger Fry compararon con la que Paul Cézanne produjo en la pintura: un cambio en la perspectiva de nuestro modo de presentar y ver las cosas.”

Figuran en este volumen cuentos que forman parte del canon del relato jamesiano, construidos con la forma de diario (El diario de un hombre de cincuenta años) o de intercambio epistolar (El fajo de cartas y El punto de vista); protagonizados por mujeres hechas a sí mismas (Pandora) o en los que la técnica de la elipsis se lleva al límite (La señora Temperly). Cuentos cercanos a la perfección narrativa (Louisa Pallant) o en los que aparece un narrador poco fiable (El mentiroso). Un cuento de fantasmas (Edmund Orme) en el que lo fantástico irrumpe en lo familiar, cuentos vinculados a su interés por el teatro (Nona Vincent y La vida privada) o cuentos de escritores como los dos que cierran esta etapa (Los años intermedios y La muerte del león). 

James es dueño a estas alturas de su carrera de un mundo literario propio, construido con relatos que exploran la frontera imprecisa que separa la poesía y la realidad. Ese es el ámbito narrativo en el que se fija la mirada impresionista de Henry James y de su inconfundible universo narrativo, marcado por la subjetividad del punto de vista, por la alusión indirecta y la elusión de lo anecdótico, por la perspectiva fragmentaria y oblicua sobre una realidad ambigua en la que los personajes opacos parecen vivir una vida propia con zonas inaccesibles al narrador y al lector.

Y todo ese material se articula en un diseño estructural muy meditado que se apoya en las simetrías, en la calidad artística de una prosa rítmica y matizada y en la sutileza psicológica que el autor demuestra sobre todo en el tratamiento de los caracteres femeninos.

Está en estos relatos el mejor Henry James, uno de los padres de la narrativa contemporánea, el maestro que superó el realismo y se adentró en los abismos psicológicos de lo subjetivo con cuentos como estos en los que proyectó su capacidad analítica en la asombrosa variedad de enfoques que recorre su obra.



Jonathan Littell.
Una vieja historia.
Nueva versión.
Traducción de Robert Juan-Cantavella.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2018.

Doce años después de su impactante Las benévolas, Galaxia Gutenberg publica Una vieja historia. Nueva versión, una novela de Jonathan Littell, 

Tan perturbadora y absorbente como Las benévolas, Una vieja historia es la ampliación, la nueva versión en siete capítulos -de ahí el subtítulo- de una obra homónima que Littell había publicado en 2012 en dos capítulos.

Así comienza el primero:

Mi cabeza atravesó la superficie y mi boca se abrió para tomar aire mientras mis manos, en un jaleo de salpicaduras, dieron con el borde, se apoyaron en él y trasladaron la fuerza del empuje a los hombros, izando mi cuerpo empapado fuera del agua. Me quedé un instante en equilibrio sobre el borde, desorientado por los ecos amortiguados de los gritos y los ruidos del agua, aturdido por la visión fragmentada de algunas partes de mi cuerpo en los grandes espejos que rodeaban la piscina. 

Una vieja historia está construida como un mecanismo en bucle que en sus siete capítulos ofrece siete variaciones de la mano de un narrador sin nombre, ambiguo y cambiante: hombre o mujer, adulto o niño. Un narrador que cuenta en primera persona en una novela silenciosa que prescinde casi  por completo del diálogo y muestra a través de una mirada cinematográfica un mundo cerrado y opresivo: cada una de las siete secuencias comienza con la salida del narrador de una piscina y se cierra cuando el narrador se vuelve a zambullir en ella. Y a su vez, la salida y la vuelta a la piscina marcan el comienzo y el final del diseño general de la novela.

Entre esos dos momentos paralelos e inversos, el narrador corre por un pasillo con puertas que se abren a distintos espacios –habitación de casa y de hotel, estudio, ciudad o campo- en los que se mantienen repetidamente diversas relaciones sociales -la familia, la pareja, los grupos- y se reiteran una serie de motivos y situaciones -pasillos y puertas, habitaciones opresivas y campos de batalla- que unifican las siete secuencias de la novela.

Con la escritura de Beckett, la música de Mozart, la pintura de Bacon o las ideas de Sade como telón de fondo, Una vieja historia es una indagación en la parte miserable de la condición humana, en el mal y la identidad, el sexo y la violencia, el misterio y la guerra, la representación implacable de un mundo laberíntico y brutal en una mirada que recurre a los espejos y los fragmentos, a la multiplicación y las rupturas, a los ecos y las variantes. 

Con una magnífica traducción de Robert Juan-Cantavella, una narración hipnótica y brillante, absorbente y obsesiva, construida con un diseño  riguroso y sostenida en la potencia estilística de un autor imprescindible.


Roberto Bolaño.
Cuentos completos.
Alfaguara. Madrid, 2018.

“Cada cuento, cada personaje debía, sin embargo, mantener su autonomía. Extrañamente, ese sistema de referencias cruzadas no producía una obra cerrada en sí misma, apretada, estéril, inmóvil, irrespirable, sino que funcionaba como una galaxia llena de planetas y asteroides y estrellas que giran en su órbita evitando caer en el sol negro que yace en su centro”, escribe Lina Meruane en uno de los veintiocho parágrafos en los que ha organizado su prólogo a la edición de los Cuentos completos de Roberto Bolaño en Alfaguara.

Cuando se cumplen quince años de su muerte, se reúnen en un amplio tomo en orden cronológico los tres libros de cuentos que el escritor publicó en vida -Llamadas telefónicas (1997), Putas asesinas (2001) y El gaucho insufrible (2003)- y los póstumos que se editaron en 2007 en El secreto del mal.

Como es lógico, hay muchos altibajos no sólo en el conjunto de los tres libros, sino también en su interior, en el que abundan los tanteos y los hallazgos, las dudas y las indagaciones en busca de un mundo narrativo propio que culminaría en las mejores novelas de Bolaño, Los detectives salvajes y 2666.

Por eso el lector encontrará en estos cuentos una llamativa variedad de espacios narrativos, de temas y técnicas, de tonos y personajes, de tramas y estilos que en muchos casos abren caminos y tienen un evidente carácter fundacional.

En sus relatos abiertos lo cotidiano y lo onírico, la pampa y la ciudad son el fondo de una realidad inquietante por la que transitan, desorientados, frágiles o desesperados, unos personajes que tienen mucho en común con los que habitan sus novelas.

Desde la perspectiva del lector actual, que conoce la trayectoria posterior de Bolaño y sabe que su obra ya está cerrada, algunos de los catorce relatos de Llamadas telefónicas son una primera incursión de Bolaño en el mundo novelístico de Los detectives salvajes y de 2666, una indagación en la peculiar perspectiva del narrador, el Arturo Belano que domina definitivamente su voz en ambas novelas.

No es el único avance en la configuración del universo narrativo de Bolaño: en William Burns, uno de los relatos policiales del libro, aparece ya Santa Teresa, el trasunto de Ciudad Juárez, y en Otro cuento ruso -uno de los mejores relatos del libro- se menciona al profesor Amalfitano, que tendrá un papel fundamental en 2666.

Pero no sólo por ese carácter fundacional son importantes estos relatos de Bolaño. Muchos de ellos se sostienen como textos autónomos consistentes, como el diálogo sobre el que se construye Detectives, o la Vida de Anne Moore, casi una novela corta. Y entre los trece cuentos de Putas asesinas el lector se encontrará algunos de los mejores relatos cortos de Bolaño, como Últimos atardeceres en la tierra.

Cierra el volumen El contorno del ojo, el primer cuento que publicó Bolaño, que apareció en 1983 en el libro colectivo que reunía los relatos ganadores del Premio Alfambra del Ayuntamiento de Valencia.

Leídos en su conjunto, los cuentos de Bolaño, pese a su diversa perspectiva y a su diferente tonalidad, establecen una red secreta de relaciones mutuas que los une entre sí y con el conjunto de su obra narrativa.

Una de las tramas cruciales de esa red es la reflexión constante sobre la función social del escritor y sobre la relación con la realidad de uno de los narradores más notables, más renovadores e influyentes de las últimas décadas en español.



Ernest Hemingway.
En nuestro tiempo.
Prólogo de Ricardo Piglia.
Traducción de Rolando Costa Picazo.
Lumen. Barcelona, 2018.

“In Our Time fue considerado desde su aparición en 1925 un clásico que renovaba la tradición narrativa. La calidad de su prosa y la originalidad de su estructura lo convierten en uno de los mejores libros de cuentos que se han escrito. Aparte de los irrepetibles modelos tradicionales (como Las mil y una noches o el Decamerón) el libro es un ejemplo de unidad en la composición: entre los cuentos se intercalan lacónicas viñetas de guerra en las que se describen escenas que influyen tangencialmente en las conductas de los personajes de los relatos. Por eso es una paradoja, pero también un acontecimiento que está sea la primera edición en castellano de este libro extraordinario”, escribe Ricardo Piglia en el prólogo de la estupenda edición que publica Lumen de En nuestro tiempo, el primer libro de relatos de Hemingway, con traducción de Rolando Costa Picazo.

Entre dos cimas de la narración breve, Campamento indio y El gran río de dos corazones, donde -en palabras de Piglia- “Hemingway lleva al límite su técnica”, un conjunto de quince relatos atravesados por la sutileza y la elipsis, por el secreto del tema oculto y el principio del iceberg.

Quince relatos, entre ellos el magistral Gato bajo la lluvia, en los que aparentemente no sucede nada pero que ocultan bajo su superficie una corriente torrencial y desbocada que arrastra también al lector.

Así evoca Piglia su primera lectura de este libro: “en una librería de libros usados en la terminal de ómnibus de Mar del Plata, en una galería encristalada, sobre una mesa de saldos, encontré, en 1959, un ejemplar de In Our Time y esa tarde volví a casa y lo leí de un tirón, me tiré en un sillón de lona, con las piernas apoyadas en una silla, y empecé a leerlo y seguí y seguí. A medida que avanzaba en la lectura la luz cambiaba y declinaba. Terminé casi a oscuras, al fin de la tarde, alumbrado por el reflejo pálido de la luz de la calle que entraba por los visillos de la ventana. No me había movido, no había querido levantarme para encender la lámpara porque temía quebrar el sortilegio de esa prosa. Concluí el libro en plena oscuridad. Cuando por fin me levanté y prendí la luz ya era otro.”

La mayoría de estos cuentos se habían publicado en español, pero el libro del que forman parte permanecía inédito. Su publicación permite no sólo revisitar algunos de estos textos, que forman parte del canon contemporáneo del cuento, sino apreciar cómo se organizan en una estructura trabada que van engarzando los quince textos breves que alternan con los relatos para integrar un todo que no es una mera yuxtaposición del relato sino el esqueleto que los articula orgánicamente con un hilo conductor, como ocurría en el Decamerón, en los Cuentos de Canterbury o en El Conde Lucanor.

Hay otros elementos que contribuyen como hilos conductores a la unidad del conjunto: la insistencia en temas como la guerra, los toros, la pesca, la soledad, la muerte o el alcohol y la presencia de personajes que pasan de un cuento a otro, como Nick Adams, una proyección autobiográfica del autor.


Max Aub.
Campo francés.
El laberinto mágico IV.
Prólogo de Carmen Valcárcel.
Edición de Carmen Córdoba y Miguel Ángel Arcas.
Cuadernos del Vigía. Madrid-Granada, 2018.

En una cuidada edición, enriquecida con las abundantes ilustraciones de su primera edición, Cuadernos del Vigía publica Campo francés, la cuarta entrega del ciclo El laberinto mágico de Max Aub.

Construida como un guión cinematográfico, Campo francés es la más visual de las novelas que integran la serie de los Campos, como explica el propio Max Aub en la nota inicial en la que resume así su actitud narrativa: “Fui ojo, vi lo que doy.”

Ese enfoque cinematográfico y el montaje de la acción eran consecuencia en gran medida de que Max Aub había estado dos años (1938 y 1939) “pensando en función del cine” y colaborando en el rodaje de Sierra de Teruel, la película que dirigió André Malraux con un guión basado en su novela L’Espoir.

Aub explica en esa nota inicial que pasó del set de rodaje al campo de concentración, donde “había vivido todos sus cuadros -todos sus encuadres.”  Tras esa experiencia, escribió Campo francés en menos de un mes, en septiembre de 1942, durante los veintitrés días de travesía marítima de Casablanca a Veracruz.

Construida a base de diálogos y de rápidas acotaciones con descripciones visuales y auditivas, Campo francés se inicia la noche del 30 de enero de 1939 en Cataluña. En mitad del campo, se amontonan personas que huyen hacia la frontera francesa bajo las ráfagas de la aviación alemana. Otras ráfagas de ametralladora la cerrarán en octubre de 1940 en un campo de concentración cuando Alemania ha invadido Francia y ha colocado a Petain al frente del gobierno colaboracionista de Vichy.

Esta magnífica edición reproduce las abundantes ilustraciones que figuraron en la primera edición, la de Ruedo Ibérico de 1965: las fotografías procedentes de las revistas francesas L’Illustration y Match y los grabados sobre los campos de concentración franceses de Josep Bartolí. 

“Puestos a hacer de la novela gozo de los ojos, como hoy quieren algunos, hártense aquí, viendo lo escrito, que no hay otro modo de leer lo que sigue”, afirma Max Aub en la nota introductoria.



 Gabriel García Márquez.
El escándalo del siglo.
Prólogo de Jon Lee Anderson.
Edición de Cristóbal Pera.
Literatura Random House. Barcelona, 2018.

Otras veces había experimentado el mismo sobresalto cuando se sentaba a oír la lluvia. Sentía crujir la verja de hierro; sentía pasos de hombre en el sendero enladrillado y ruido de botas raspadas en el piso, frente al umbral. Durante muchas noches aguardó a que el hombre llamara a la puerta. Pero después, cuando aprendió a descifrar los innumerables ruidos de la lluvia, pensó que el visitante imaginario no pasaría nunca del umbral y se acostumbró a no esperarlo.

Así comienza Un hombre viene bajo la lluvia, que forma parte de la antología de cincuenta textos que García Márquez publicó en la prensa diaria y en revistas entre 1950 y 1984, que publica Literatura Random House con prólogo de Jon Lee Anderson y selección de Cristóbal Pera.

El pulso narrativo que se aprecia en ese comienzo es una constante de toda la obra periodística de García Márquez, está presente ya en el primer artículo de esta antología, el espléndido El barbero presidencial, que apareció en el Heraldo de Barranquilla el 16 de marzo de 1950 y recorre las páginas de esta antología que toma su título de El escándalo del siglo, un largo reportaje que García Márquez envió desde Roma y publicó en El Espectador de Bogotá en septiembre de 1955 en trece entregas con el subtítulo Muerta, Wilma Montessi pasea por el mundo.

Como el mejor oficio del mundo definió García Márquez el oficio del periodista, al que siempre vio ligada su obra narrativa. “Mis libros son libros de periodista”, decía, y es que en gran medida su obra explora y recorre las vías que unen periodismo y narrativa.

Porque en el periodismo encontró García Márquez no sólo un medio de vida, sino una escuela de estilo, como señaló Jacques Gilard editor de su obra periodística en cinco voluminosos tomo. En la escritura de artículos, crónicas o reportajes de prensa aprendió algunas de las claves de su narrativa a lo largo de una trayectoria desde el narrador incipiente hasta el consagrado que repasa Jon Lee Anderson en el prólogo, donde afirma que “Gabo fue periodista; el periodismo fue en cierto modo su primer amor, y, como todos los primeros amores, el más duradero.”

Sobre la gran variedad de temas aportados por la realidad se proyecta siempre  la mirada narrativa y el gusto por contar de García Márquez en los distintos formatos periodísticos.

Coetáneas de sus cuentos y sus novelas, en estas páginas -que no desmerecen del resto de la obra de García Márquez- se pueden encontrar algunos de sus temas, de sus tonalidades y de sus enfoques narrativos característicos.

Y así, junto a las crónicas y reportajes que escribió entre 1955 y 1960, cuando trabajaba como corresponsal en Europa, aparecen textos literarios como La casa de los Buendía (Apuntes para una novela), la prehistoria de Cien años de soledad, que publicó en junio de 1954, y otros en los que predomina el  enfoque narrativo, como El asesino de los corazones solitarios, La muerte es una dama impuntual o La extraña idolatría de La Sierpe, un reportaje que es también en gran medida un relato.


Pablo D’Ors.
El estupor y la maravilla.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2018.

Cada vez entiendo menos por qué se visitan los museos tan deprisa, por qué se afanan todos en mirar el mayor número posible de cuadros si la mejor forma de ver un museo -cualquiera que sea- es contemplar un solo cuadro, sólo uno. En este sentido, mi Álbum del equilibrista no es, simplemente, un homenaje a El equilibrista de Paul Klee, sino a todo el museo e, incluso, a todos los museos del mundo y -no exagero- al arte en general. Quiero decir que la mejor forma de conocer muchas cosas es atender sólo a una. O, dicho de otra manera, que el mejor consejo que puede darse a quienes quieren conocer el mundo es que se queden en su casa. Para conocer el mundo, es sabido que no hay nada peor que viajar: los viajes son, precisamente, lo que más nos impide hacernos una idea del mundo. Cualquier viajero experimentado sabe que el atractivo de los viajes radica en que, por este medio, se consigue no estar en ningún sitio.

Ese elogio de la mirada y de la quietud es uno de los pasajes más significativos de El estupor y la maravilla, la estupenda novela que Pablo D’Ors publicó en 2007 y que acaba de ser reeditada en Galaxia Gutenberg, en una nueva versión revisada y corregida por el autor, en la que se incorpora como postfacio un espléndido ensayo breve de Alonso Varo, “La mirada atenta en El estupor y la maravilla”, en el que señala que toda la obra del autor, “en su luminosidad y ánimo de trascendencia, resulta atípica y de algún modo extemporánea.”

Construida como las memorias del sesentón Alois Vogel, después de un cuarto de siglo como vigilante del imaginario Museo de los Expresionistas de Coblenza, El estupor y la maravilla es un constante ejercicio de aprendizaje de la mirada, de contemplación y de introspección en el que se combinan la observación y la meditación, los sentidos y la inteligencia, lo exterior y lo interior, lo visible y lo invisible.

Son las memorias del espectador privilegiado que es Vogel, especialista en el cuadro El equilibrista, de Paul Klee, que es el que figura en la portada, a fuerza de observarlo durante los diez años que lleva en la sala dedicada a ese pintor.

Es una de las siete salas que centran las siete partes en las que se articula la novela, enmarcada por dos capítulos de entrada y dos de salida y recorrida por la mirada solitaria y sutil de un hombre ensimismado en su mundo interior, metaforizado en las salas del museo, en las que la imaginación se impone a lo trivial desde la atención a lo pequeño, a lo insignificante, a lo que Ortega llamaba primores de lo vulgar a propósito de Azorín.

Y esa mirada a lo pequeño se afirma también en estas palabras del narrador que resumen su punto de vista, su manera de estar en el mundo y de mirarlo:

Esta mirada benevolente y positiva de la que gozo desde hace ya varios años es, sin duda, la más sabia, o al menos aquella a la que me ha conducido mi vida de espectador. Ese ojo que mira el mundo en sus mejores posibilidades es el que hace mayor justicia a las cosas, devolviéndoles su dignidad. Pero no hay mérito alguno por mi parte: si hoy veo sobre todo el bien, es porque éste ha sido siempre, en el fondo, lo más visible. Entonces –cabría preguntar–, ¿es que no ha habido nada irritante o aburrido, nada feo o amargo en mi vida? ¡Claro que sí! Pero yo he escrito solamente sobre el bien, porque el bien es lo cotidiano. Por el contrario, casi todos prefieren escribir sobre el mal; les gusta fijarse en lo infrecuente y lo violento. Quienes ven sobre todo el mal (¡pobres diablos!) son miopes, ¡ciegos! Ellos sólo ven los fuegos de artificio; sólo oyen el estruendo de las explosiones, incapaces de apreciar la sabiduría del silencio y de lo pequeño, que es siempre lo esencial.

Y así va deslizándose también la mirada del lector por el asombroso mundo de lo pequeño que se evoca en un capítulo de estas páginas inolvidables: entre la belleza y la bondad, entre el humor y la humildad, entre el estupor y la maravilla, una equilibrada manera de estar en el mundo:

La imaginación o riqueza interior es una cualidad muy beneficiosa para hacer frente a la soledad que suele comportar la vigilancia. La fantasía que he logrado desarrollar durante estos veintiséis años, como el ya mentado sentido de la observación, es también monstruosa. Y es que he llegado a un punto en el que todo –hasta lo más pequeño, sobre todo lo más pequeño– me produce un hondo estupor. Ante cualquier cosa que vea, toque, guste, oiga o huela, me sobreviene la impresión de estar ante una maravilla y eso es lo que he descubierto en estos años: el estupor y la maravilla.

Santos Domínguez


14 diciembre 2018

El Siglo de oro de la poesía taurina



El Siglo de oro de la poesía taurina. 
Antología de la poesía española del siglo XX. 
Introducción, recopilación y notas de Salvador Arias Nieto.
Selección de Conchita Santamaría Guillén, 
Carmen Postigo San Emeterio y Enrique Torre Bolado. 
Colección Tauromaquia del Aula de Cultura La Venencia.
Santander, 2009. 
Adenda 2018 prologada por Alfonso Ussía.
Santander, 2018.

Has abierto las puertas de la Muerte toreando
en el vértice del miedo. Y detrás de las puertas
había luz, la deslumbrante luz de la pureza.
Entrabas y salías de la muerte como el buzo entra y sale
del abismo, sumergido en campanas de silencio,
en solares silencios espectrales donde el aire vacío 
se completa con el lance y el trance tan reunidos que
suspenden la razón y la despeñan al borde mismo
del espanto. Nos hemos vuelto locos: las ménades
se arrancan los vestidos y se arañan los rostros suplicantes,
los guerreros golpean los escudos y el toro es un
enigma reventado, una fuerza bestial hipnotizada por
la suave quietud de los telares. Gira y gira la plaza
como un astro, vibrante catedral de una liturgia cósmica
que a la danza del héroe se ha rendido, funesta y primitiva.


Ese poema de José María Jurado, ofrecido a José Tomás, es uno de los casi setecientos textos, en su mayoría poéticos, aunque hay también algunas muestras narrativas, que se recogen en la antología El Siglo de Oro de la poesía taurina, cuya Adenda 2018 acaba de publicarse con un prólogo de Alfonso Ussía.

Preparada por Salvador Arias Nieto, autor de la introducción, de la recopilación  y de las abundantes notas a los textos, El Siglo de Oro de la poesía taurina recoge en sus casi mil quinientas páginas una enorme diversidad de nombres -cerca de quinientos autores-, de tonos y miradas, de lenguajes y estilos para componer un panorama amplísimo de la poesía de temática taurina, en la que debería ser lo más importante lo sustantivo -la poesía- que lo adjetivo.

Siguiendo la tradición de antologías de tema taurino como las de José María de Cossío, Rafael Montesinos, José Manuel Regalado o la reciente La geometría y el ensueño de Carlos Marzal, Salvador Arias propone un recorrido que rastrea la presencia del tema taurino en la poesía española desde Carolina Coronado o Pereda hasta poetas actuales como Luis Bagué Quílez o Antonio Lucas, pasando por el 98, el novecentismo y el 27, por Miguel Hernández y la primera posguerra, por el grupo del medio siglo o los novísimos Pere Gimferrer, Leopoldo María Panero o Luis Alberto de Cuenca.

Varios índices -alfabético, cronológico, topográfico, temático- permiten una consulta rápida de los nombres, tiempos y lugares desde los que se ha hecho presente el tema taurino a través de distintas generaciones literarias y de muy diversos registros estilísticos y métricos: desde un tanka de Ángel Campos a los abundantes sonetos y romances que han visitado esa temática, además del verso libre de Carlos Bousoño, los endecasílabos blancos de Antonio Carvajal y Luis Alberto de Cuenca, una décima de Jorge de Arco, el madrigal de Pere Gimferrer o los aforismos de Lorenzo Oliván. 

Aunque hay muestras narrativas de Gómez de la Serna o Ignacio Aldecoa y fragmentos de un ensayo como Gárgoris y Habidis, de Sánchez Dragó, el corpus fundamental de esta antología reside en la poesía. 

Por eso, a través de estas páginas se puede hacer un recorrido por la poesía española contemporánea, con paradas en textos como Toreros andaluces, de Antonio Hernández  (Confluir desde el Sur, hasta lo que es su centro / de aceptación y angustia, con percales / y espadas, es como una belleza / y tal la rebeldía. / Ellos, que estaban hechos para / domadores del trigo y de la sémola, / vieron, tras de la cerca, la huida / del hambre / y de la sumisión. Y la moraron. / Ahora, bajo la tarde encendida, / asumen su escozor / porque es memoria la desesperanza.) o Entre la magia y la sabiduría, que Claudio Rodríguez dedicó a Antoñete: Es esta sinfonía / del capote, que suena, / ¿a qué? He aquí el misterio. / Todo, la tela, el aire / de la distancia, toda la embestida, / agresiva y solemne, /  y cuando llega el temple llega, ya es un canto /.../ La lejanía, la proximidad, / helas aquí. Él bien sabe / la religiosidad del humo y de la sangre: / lo más vivo. Y le llega / una revelación oscura, por la izquierda / o bien por la derecha, y está el cuerpo / ofrecido, total, aquí en su pecho, en poderío y mármol, / entre la magia y la sabiduría.”

Y así hasta hoy, hasta un texto como Mare Nostrum que estás en la tierra, de Raquel Lanseros, “inspirado en la fascinación que me causa la figura del toro, animal de enorme potencial simbólico en todas las culturas del Mediterráneo, histórico centro geográfico al que me siento emocional y culturalmente muy vinculada”, que termina con estos versos:

En tierra antigua habito, soy hijo de la Historia.
Extiendo mi linaje de Faro hasta Heraklion.
Como el sol, yo me escondo en cada ocaso rojo,
germino en el aceite, me gesto en el buen vino.
La sangre que esta tarde me bañará en la plaza
es la sangre de Ulises, de Viriato, de Aníbal,
elixir de valor,
                    ceremonia del fuego.

He nacido en España. Toro bravo me llaman.
Espejo de casta que ambicionáis tener.
No me pidáis respuestas.
                                    Yo soy una pregunta.

¿Cuánta muerte hace falta para invocar la vida?


Santos Domínguez

12 diciembre 2018

Virgilio: vida, mito e historia


Francisco García Jurado.
Virgilio: vida, mito e historia.
Síntesis. Madrid, 2018.

A Virgilio le ha correspondido asumir, como a nuestro Cervantes, una pesada carga de aspectos simbólicos que lo han llevado a convertirse, para bien o para mal, en un clásico entre los clásicos. (...) El presente libro pretende acercarse a Virgilio desde tres aspectos complementarios que dan cuenta de su inmensa proyección y trascendencia: su incierta vida (y su gran obra), su intenso mito (las leyendas) y su azarosa historia (la recepción a lo largo de los siglos), en la idea de que Virgilio es más que una vida, mucho más que un mito y que, por supuesto, se proyecta a través de diversas circunstancias históricas.

Así explica en su introducción -Mucho más que un poeta- Francisco García Jurado, catedrático de Filología Latina de la Universidad Complutense de Madrid y admirable lector, el sentido de su libro Virgilio: vida, mito e historia, que publica la editorial Síntesis.

Organizado en tres partes -Vida(s) de Virgilio; El poeta, el mago y el guía; Historia y recepción de Virgilio-, el libro constituye un acercamiento, riguroso pero alejado de todo envaramiento académico, a la vida, la obra y la influencia de Virgilio. 

Es el libro de un lector serio y entusiasta que permite a cualquier otro lector adentrarse en la figura de Virgilio, en su enigmática biografía, en su manera de mirar el mundo -entre lo bucólico y lo épico- en tres obras fundamentales, o seguir su compleja relación con Augusto y el poder, entre la resistencia y la sumisión.

Desde la influencia en Dante, que lo proclamó su maestro y lo imaginó como guía en la Divina Comedia a la interpretación de una nueva imagen del poeta en La muerte de Virgilio, de Hermann Broch, García Jurado propone un recorrido por la fama de Virgilio y su presencia, constante aunque variable, desde la Edad Media hasta hoy.

El Renacimiento, la estética barroca o el Romanticismo de Leopardi son algunos de los eslabones de una cadena literaria que adquiere un brillo especial en el siglo XX, como representante de la cultura occidental, en La montaña mágica de Thomas Mann, en Eliot o en la lectura borgiana de un luminoso prólogo a la Eneida. 

La Elegía de Borges en La cifra, el Canto X de Antonio Colinas o un poema dialogado de Seamus Heaney son algunos de los textos contemporáneos en los que García Jurado analiza la presencia determinante de Virgilio para confirmar conclusivamente que el mejor elogio que se puede hacer de un escritor es decir de él que encarna la literatura, que es la literatura misma. Pocos autores llegan a esta categoría sublime, pero Virgilio, singularmente, es uno de ellos.

Como el resto del volumen, esas líneas están escritas con el convencimiento apasionado de que Virgilio es mucho más que una vida, un mito o una historia (...) y seguirá dando lugar a nuevas lecturas y reflexiones.

Lecturas y reflexiones como las que de manera ejemplar ofrece Francisco García Jurado en este Virgilio: vida, mito e historia.

Santos Domínguez

10 diciembre 2018

Lope. El verso y la vida


Antonio Sánchez Jiménez.
Lope. 
El verso y la vida.
Cátedra Biografías. Madrid, 2018.

Una biografía no puede limitarse a narrar una vida o a proporcionar una introducción a la obra del biografiado. Además, debe proponer un bosquejo del carácter del personaje, escribe Antonio Sánchez Jiménez, catedrático de Literatura Española en la Universidad de Newchâtel, en la biografía de Lope de Vega que publica Cátedra y que ofrece un recorrido por la vida y la obra del Fénix, el poeta del Siglo de Oro, y tal vez de nuestra literatura -explica el autor- que más ha insistido en incorporar elementos autobiográficos en sus producciones y en contar su vida en ellas.

Vida y obra fueron indisociables en Lope, como anuncia el subtítulo -El verso y la vida-y como reconoció el poeta en La Filomena: “Mi vida son mis libros.” Por eso, explica el biógrafo, este trabajo también pretende servir para comprender la obra de Lope: no es una lectura biográfica de los libros, pero sí una introducción a los mismos ordenada biográficamente.

Esa imbricación constante de vida y literatura, de biografía y obra, de fecundidad literaria y vitalismo constante es visible ya en la útil cronología que abre este volumen, que arranca en los años de formación con los jesuitas y sigue los primeros amores con Elena Osorio y el juicio por libelo que ocasionó el destierro de Lope en Valencia, decisivo para su carrera teatral, la estancia en Alba de Tormes al servicio del duque de Alba, el regreso a Madrid y la consolidación de su carrera literaria, sus constantes historias de amor y de celos con Juana de Guardo y Micaela Luján, la cumbre de la fama en su madurez, los ataques a Góngora y la polémica con Cervantes, los años de servicio al duque de Sessa, el sacerdocio y las Rimas sacras, la intensa y extensa relación con Marta de Nevares, las alegrías y reveses del Lope último, los disgustos con su hijo y la fuga de su hija Antonia Clara, la construcción del personaje autoficticio de Tomé de Burguillos y la culminación literaria de su trayectoria en el ciclo de senectute antes de un capítulo final que analiza el carácter y el mito asociado al personaje. 

Relato de una vida, descripción de un carácter y amplia antología de la obra poética de Lope, se cumple así el objetivo anunciado al comienzo de esta biografía, que se propone elaborar un instrumento que ayude a convertir la figura desmesurada que nos ha legado la tradición en algo abarcable, en un hombre. 

El índice temático y onomástico final, la bibliografía actualizada y el abundante aparato de notas hacen de este volumen no sólo un texto de amena lectura, sino una sólida obra de consulta. 

Desde la benemérita obra de Hugo Rennert y Américo Castro, que cumple ahora cincuenta años, este es el acercamiento más riguroso y completo a la figura de Lope. Ofrece respecto a aquella imprescindible Vida de Lope de Vega que se publicó en Anaya en 1968 el valor añadido de incorporar los avances que se han dado en los estudios lopescos durante este medio siglo fecundo en descubrimientos epistolares y documentales.


Santos Domínguez

07 diciembre 2018

El poeta es un fingidor


Fernando Pessoa.
El poeta es un fingidor.
Edición bilingüe de Ángel Crespo.
Revisada y actualizada por Ignacio García Crespo.
Cátedra Letras Universales.
Madrid, 2018.

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie
sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle constantemente cruzada por la gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente,
con el misterio de las cosas por bajo de las piedras y los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada.

Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.

Así comienza la versión que hizo Ángel Crespo de Tabacaria, uno de los poemas fundamentales de Fernando Pessoa, que se lo atribuyó a su heterónimo Álvaro de Campos. 

Esta traducción forma parte de El poeta es un fingidor, la imprescindible antología de Pessoa que publicó Ángel Crespo en 1982. Esa amplia selección se convirtió muy pronto en un libro de referencia y contribuyó de forma decisiva a la difusión en el ámbito hispánico de la obra de uno de los poetas fundamentales del siglo XX.

Treinta y seis años después de aquella primera edición, Letras Universales Cátedra recupera ese clásico en una reedición actualizada de la que se ha ocupado Ignacio García Crespo, que respeta, además de su traducción y sus notas, la memorable introducción de Crespo sobre la poesía de Pessoa y sus heterónimos y que añade, además de algunas ilustraciones, los textos en portugués para darle a esta edición la condición bilingüe que no tenía la que se publicó originalmente. Además, se ha ampliado y actualizado la bibliografía con las nuevas traducciones y estudios publicados en estos últimos años.

Se recupera así una selección fundamental de textos de los tres heterónimos -El guardador de rebaños y los Poemas inconjuntos de Alberto Caeiro, las Odas de Ricardo Reis y las Poesías de Álvaro de Campos- y del Cancionero y Mensaje del ortónimo Fernando Pessoa, para que el lector pueda -en palabras de Ángel Crespo- “sumergirse por sí mismo, y de acuerdo con sus propios criterios, en una obra que (...) seguramente le producirá la satisfacción de encontrarse con uno de los mayores poetas contemporáneos.”

Un poeta que puso a nombre de Ricardo Reis versos como estos:

 Para ser grande, sé entero: nada
  tuyo exageres o excluyas.

Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres
  en lo mínimo que hagas.

Así la luna entera en cada lago 
        brilla, porque alta vive.

Santos Domínguez







05 diciembre 2018

Eduardo Lago. Walt Whitman ya no vive aquí


Eduardo Lago.
Walt Whitman ya no vive aquí.
Ensayos sobre literatura norteamericana. 
Sexto Piso. Madrid, 2018.

“Casi todo el dinero que genera la literatura procede de libros que la gente lee cuando viaja en avión o está en la playa. Mis libros no son así. La mayor parte de los narradores americanos con los que me relaciono escriben ficción más bien difícil y exigente. Yo creo que soy de los más accesibles, por la sencilla razón de que al escribir no busco intencionadamente complicar las cosas, al revés; procuro que sean lo más sencillas posible. Hay un tipo de ficción, en mi opinión muy buena, que busca deliberadamente ser difícil; obliga al lector a afrontar cierto tipo de estrategias, pero yo no escribo así, por eso no se me suele situar en el campo de los escritores particularmente difíciles. La gente me suele situar, o eso creo, entre los escritores más bien accesibles, aunque formo parte de un grupo que de entrada no cabe considerar exactamente accesible, un grupo que cultiva un tipo de literatura que exige que los lectores tengan cierta preparación y un amor genuino por los libros, gente que cuando lee se implica estéticamente y para la que la literatura es algo más que un pasatiempo”, explicaba David Foster Wallace en la entrevista que le hizo en marzo de 2000 Eduardo Lago.

Con esa conversación inédita se abre Walt Whitman ya no vive aquí, la colección de ensayos sobre literatura norteamericana de Eduardo Lago que publica Sexto Piso que se cierra con otra entrevista, a John Barth, autor de El plantador de tabaco.

Entre esas dos entrevistas a dos autores traducidos como Philip Roth o Don DeLillo, en este espléndido volumen se recogen más de veinte ensayos, prólogos y reseñas sobre literatura norteamericana, organizados en dos partes: la primera centrada en la narrativa norteamericana y una segunda que tiene como eje la ciudad de Nueva York como tema literario.

El hilo conductor del análisis de la narrativa norteamericana es la descripción de una lucha entre el riesgo y la seguridad, entre la dificultad y la mímesis. Dicho de otra manera, la tensión entre la literatura comercial y de entretenimiento y la literatura con voluntad de indagación estética y ética, entre las fracturas cronológicas, estructurales y argumentales propias de la vanguardia y las narraciones más lineales y realistas de la narrativa convencional. 

Esa tensión entre la voluntad artística y la atención al mercado atraviesa la narrativa norteamericana y que llega hasta los alrededores del presente con dos nombres: David Foster Wallace (La broma infinita) y Jonathan Franzen (Las correcciones), pero antes de llegar a ellos Lago se centra en un puñado de novelistas, los que Foster Wallace llamó en 1993 hijos de Nabokov -Thomas Pynchon, Don DeLillo, Robert Coover y John Barth- y los que para Harold Bloom son los narradores más importantes de la literatura norteamericana de la segunda mitad del siglo XX -Pynchon, DeLillo, Cormac McCarthy y Philip Roth.

Los dos ensayos que abren la primera parte -La doble hélice de la literatura norteamericana y Descripción de una lucha (Los dos polos de la literatura norteamericana)- delimitan el enfoque general y el campo de estudio. Escribe Eduardo Lago en el primero:

Hace unos años utilicé la expresión “El arco iris de la dificultad” como título de una conferencia en la que me ocupaba de un grupo de narradores norteamericanos que surgieron a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y cuyas obras se caracterizaban por la considerable dificultad que entrañaba su lectura. El título es un homenaje a una de las novelas más inaccesibles de todos los tiempos, El arco iris de gravedad, de Thomas Pynchon. Mi intención no es diseccionar la idea de dificultad (Steiner lo hace con su característica brillantez, aislando cuatro aspectos del concepto en “Sobre la dificultad”), sino utilizarla de manera más bien intuitiva: dificultad en el sentido literal, como esfuerzo de la inteligencia; la lectura entendida como reto intelectual. Los autores de lo que he dado en llamar “Escuela de la Dificultad” exigen del lector un serio esfuerzo desde el punto de vista cognitivo y no es posible acceder a sus obras y disfrutar de ellas si se carece de una cierta preparación.

El punto de partida de la trayectoria descrita por el arco iris de la dificultad es la publicación en 1955 de Los reconocimientos,  la primera novela de William Gaddis; el momento culminante lo marca la aparición en 1973 de El arco iris de gravedad, mientras que la llegada al final del trayecto la señala La broma infinita (1996), novela con la que David Foster Wallace da sepultura al siglo XX.  Gaddis, Pynchon y Wallace son tres de los referentes centrales de la escuela, aunque junto a ellos hubo un gran número de narradores que contribuirían a poner en marcha uno de los mayores programas de renovación de la novela en la historia reciente.

Además de esos dos ensayos fundamentales, el volumen recoge un recorrido por la trayectoria vital y literaria de Truman Capote, una breve incursión en la poesía de Siri Hustvedt, Ted Hughes y Sylvia Plath o una crítica de Todo un hombre, de Tom Wolfe que termina con esta frase demoledora: decía Peter Handke que hay grandes novelas plagadas de imperfecciones. Salvo por las imperfecciones, no es este el caso de ninguna de las novelas de Wolfe.

Completan la primera parte el análisis de La maravillosa vida breve de Oscar Wao, de Junot Díaz y de Submundo de Don DeLillo, tres aproximaciones a Pynchon, el prólogo de El plantador de tabaco y una coda -Crónicas de motel- que propone un recorrido en diez estaciones por la evolución del canon novelístico estadounidense entre Moby Dick y La broma infinita pasando por La balada del café triste, Pálido fuego o La canción del verdugo.

La segunda parte -La ciudad de las historias- traza una breve historia literaria de Nueva York (Metrópolis por antonomasia de nuestro tiempo, como lo fueron en otras épocas Roma o París, Nueva York es en cierto modo suma y resumen de las demás ciudades /.../ Sobre ninguna otra ciudad se han escrito tantos libros como sobre Nueva York, y sin embargo ninguno ha conseguido por sí solo atrapar con suficiente precisión la esencia del lugar) y contiene entre sus páginas un espléndido acercamiento al mundo de Emily Dickinson: No soy nadie. ¿Quién eres tú?, donde Eduardo Lago escribe: Si la escritura es un intento por derrotar a la muerte, Emily Dickinson estuvo muy cerca de lograrlo.

Un apéndice final propone varios planes de lectura sobre literatura norteamericana con varios itinerarios de profundización, además de cuatro listas de narradores que recogen cuatro niveles del canon del cuento norteamericano.

Santos Domínguez

03 diciembre 2018

Poe. Ensayos completos I


Edgar Allan Poe.
Ensayos completos I.
Traducción de Antonio Rivero Taravillo.
Prólogo de Fernando Iwasaki. 
Páginas de Espuma. Madrid, 2018.

Diez años después de la memorable edición comentada de los Cuentos completos de Poe en Páginas de Espuma, la misma editorial acomete el proyecto de editar por primera vez en español sus ensayos completos en tres volúmenes que se irán publicando entre este año y 2020. 

Así explica el traductor de los ensayos, Antonio Rivero Taravillo, el plan editorial: “Esta edición constará de tres volúmenes. El primero incluye los textos sobre teoría poética, las reseñas de autores británicos y continentales y algunos otros escritos misceláneos, entre los que se cuentan sabrosas páginas sobre el papel de la crítica y su deontología. Quedan, pues, para los dos tomos siguientes las reseñas de autores americanos y los escritos sobre aquella literatura, más semblanzas de muchos escritores de su época y algunos textos más, entre los cuales se hallan aforismos y escolios.” El conjunto -añade- será “la panorámica más exhaustiva de la prosa crítica y ensayística de Poe, un escritor al que conviene como a pocos el calificativo de genio.”

Este primer volumen va precedido de dos prólogos: uno -‘La solemne indiferencia hacia el insulto’- de Fernando Iwasaki, que ha ordenado además cronológicamente las reseñas para ponerlas en paralelo en un cuadro con la obra de creación de Poe y otro -‘Poe, ensayista’- en el que su traductor, Antonio Rivero Taravillo, destaca que en estos ensayos “asombra el conocimiento enciclopédico de Poe, sus vastas lecturas, sus afilados juicios.”

Ensayos, reseñas y reflexiones que Poe elaboró con conciencia creativa y con un análisis del método y los mecanismos poéticos tan riguroso que desmiente la imagen irracionalista de un Poe que defiende en estos escritos la idea de la poesía como efecto, del poema como objeto rítmico que se trabaja como una partitura y se proyecta en la magia musical del ritmo enumerativo y de la concatenación.

Así lo explicaba en El principio poético, que se publicó en octubre de 1850 y que es uno de los cuatro ensayos de teoría poética con los que se abre este volumen:

Yo definiría la poesía, en resumen, como la creación rítmica de la belleza. Su único árbitro es el gusto. Con el intelecto o con la conciencia, solo tiene relaciones colaterales. A menos que, dicho sea de paso, no tenga nada que ver con el deber o con la verdad. 

Unas palabras, sin embargo, a modo de explicación. Ese placer que es a la vez el más puro, el más sublime y el más elevado, deriva, sostengo, de la contemplación de la belleza. Solo en la contemplación de la belleza nos es posible alcanzar esa placentera elevación o emoción del alma, que reconocemos como el sentimiento poético y que tan fácil se distingue de la verdad, que es la satisfacción de la razón; o de la pasión, que es la emoción del corazón. Yo hago de la belleza, por tanto -usando la palabra de modo que esta incluya lo sublime- hago de la belleza el ámbito del poema.

En Filosofía de la composición explicó meticulosamente el proceso de construcción de su poema El cuervo; hizo un asombroso análisis del ritmo y las secuencias métricas en La lógica del verso; defendió la intensidad del poema breve y la imposibilidad del poema largo –el grado de emoción que autorizaría que un poema llegue a ser llamado así no puede sostenerse a lo largo de una composición muy extensa- en El principio poético.

En estos ensayos de teoría poética se origina una cadena crítica que tuvo una decisiva influencia -más por la teoría que por la práctica- en la configuración de la poesía contemporánea, que arranca de una corriente simbolista que tuvo en Poe a su profeta y que está en la raíz de la teoría y la práctica poética de Baudelaire, Mallarmé y Valéry. 

Pero además de teórico de la poesía, “Poe es un crítico  -escribe Rivero Taravillo en su prólogo-que a veces parece excederse en las loas, sobre todo de autores que hoy resultan poco menos que perfectos desconocidos, pero igualmente es bien capaz de ser de mí una en sus censuras y reproches. /.../ Sin embargo, predomina en él una independencia de criterio inusual y un conocimiento hondo aliado a una intuición casi infalible que no están al alcance de todos. Maravilla ver a una inteligencia crítica como la suya enfrentarse a obras que hoy son clásicas justo en el momento en que esas obras aparecieron por primera vez, ya sea en la forma de novelas por entregas, ya como libros cerrados en su forma definitiva.”

La segunda parte incorpora diversas reseñas de obras de Coleridge, Elizabeth Barrett Browning, Eurípides, Hazlitt, Defoe o Dickens, a quien admiró sin reservas: El arte de Dickens, aunque elaborado y grande, parece solo una feliz modificación de la Naturaleza. /.../ A través del genio, Dickens ha perfeccionado un nivel a partir del cual el arte derivará su esencia, mediante determinadas reglas.

Los papeles póstumos del Club Pickwick, El reloj de maese Humphrey, La tienda de antigüedades y sobre todo Barnaby Rudge son objeto del análisis de Poe en varios artículos de una enorme lucidez, ejemplos modélicos de lo que debe ser una reseña. 

“En cada línea de estos ensayos de Edgar Allan Poe -afirma Fernando Iwasaki en su prólogo- arde una pasión enfermiza por leer y escribir como si no existiera un mañana. Este volumen atesora las reseñas peor pagadas de la historia de la crítica literaria, pero Poe se las arregló para convertir la calderilla en oro.”

Santos Domínguez