24 septiembre 2018

Dostoievski. Los años de prueba


Joseph Frank.
Dostoievski.
Los años de prueba 
(1850-1859).
Traducción de Jaime Retif del Moral.
Fondo de Cultura Económica. México, 2010.

“El 21 de diciembre se dictaron las disposiciones finales del caso, y por órdenes de Nicolás I, se envió a las autoridades militares un paquete con instrucciones relacionadas con el procedimiento que debería seguirse al anunciar las sentencias. La ley exigía que se efectuara una fingida ejecución cuando, como en este caso, la sentencia de muerte se había conmutado debido a un acto de imperial clemencia; pero esta ceremonia, en la mayoría de los casos, era sólo una formalidad ritual. No obstante, en esta ocasión el zar dio instrucciones explícitas de que se informara a los prisioneros que sus vidas habían sido perdonadas solamente después de que se hubieran completado todos los preparativos para el fusilamiento. Esta vez Nicolás preparó cuidadosamente el escenario para producir el máximo efecto sobre las confiadas víctimas de su regia solicitud. De esta manera, Dostoievski experimentó una extraordinaria aventura emocional: creyó que se encontraba a unos cuantos segundos de una muerte segura, y después resucitó milagrosamente de la tumba.” 

Así describe Joseph Frank el acontecimiento decisivo en la vida de Dostoievski: el simulacro de fusilamiento que sufrió en la Plaza Semenovski de San Petersburgo el 22 de diciembre de 1849. 

Ese es uno de los episodios centrales de Los años de prueba (1850-1859), segundo de los cinco tomos en que se organiza la monumental biografía de Dostoievski que publica el Fondo de Cultura Económica.

Un volumen que aborda los diez años siberianos sufridos por Dostoievski tras su detención en abril de 1849 y hasta su retorno a San Petersburgo diez años después, en diciembre de 1859. Condenado a muerte por pertenecer al círculo de Petrashevski, se le conmutó la pena capital por la de ocho años de trabajos forzados que se rebajaron finalmente a cuatro años que se completaron con la obligación de un servicio militar posterior como soldado raso en un regimiento de Siberia. 

Fueron diez años improductivos en creatividad, pero decisivos para Dostoievski, que salió de Siberia siendo otro, porque aquella media hora en el patíbulo que evocaría en El idiota y las experiencias carcelarias que reflejaría años después en sus Memorias de la casa muerta, provocaron en el novelista su conversión religiosa, la aparición y el agravamiento de sus crisis epilépticas y un cambio radical de actitud y de ideología.

“Lo que Dostoievski había sentido en esos momentos culminantes -escribe Frank- era la necesidad de perdonar y de ser perdonado, y el deseo de abrazar a otros con amor sincero e incondicional. Por supuesto, tales valores no habían estado ausentes en la sensibilidad moral de Dostoievski; pero en aquellos momentos de suprema necesidad estos valores habían adquirido un significado inmenso: eran el mayor consuelo humano. Y si la expiación, el perdón y el amor estaban destinados a tener prioridad sobre todos los demás valores en el universo artístico de Dostoievski, era seguramente porque había encontrado en ellos una verdad que le brindó apoyo en el más angustioso predicamento de su vida.
En efecto, es la penetrante percepción de Dostoievski de la espantosa fragilidad y transitoriedad de la existencia humana la que pronto le permitirá describir con poderosa urgencia, no igualada por ningún otro escritor moderno, el condicional y absoluto mandamiento cristiano de amor mutuo, que todo lo perdona y todo lo abarca.”

A miles de kilómetros de los centros culturales y literarios de Rusia, aislado totalmente durante cuatro años, sin posibilidades de enviar ni recibir correspondencia, estos años de soledad son fundamentales para entender su literatura posterior, porque, como señaló él mismo, fueron años decisivos para “la regeneración de mis convicciones.” 

En la carta que escribió a su hermano Mijail el 22 de febrero de 1854, una semana después de salir de la prisión, Dostoievski hace esta descripción de las condiciones de su cautiverio:

“Vivíamos apretujados, todos juntos en una sola barraca. Imagínate una construcción de madera, vieja y ruinosa, que se suponía debía haber sido derribada mucho tiempo atrás, que ya no era adecuada para usarse. En verano había una intolerable proximidad; en invierno, un frío insoportable. Todos los pisos estaban podridos. La mugre en los pisos tenía casi tres centímetros de espesor. Uno podía resbalarse y caer. Las ventanitas estaban tan cubiertas de escarcha que era imposible leer en ningún momento del día. Casi tres centímetros de hielo en los cristales. Goteras en el techo, corrientes de aire por todas partes. Nos hallábamos apiñados como sardinas en lata. En la estufa cabían seis leños, pero no había tibieza (el hielo dentro de la barraca casi no se derretía), sino sólo insufrible humo. Y esto duraba todo el invierno. Los reos lavaban en la barraca su ropa, y todo el lugar estaba salpicado con agua. No había espacio para darse la vuelta. Desde el anochecer hasta el amanecer era imposible no comportarse como cerdos porque, después de todo; ‘somos seres humanos vivientes.’ Dormíamos sobre tablas desnudas y se nos permitía únicamente una almohada. Extendíamos sobre nuestros cuerpos el abrigo de piel de oveja, durante la noche permanecían descubiertos nuestros pies. Temblábamos toda la noche. Pulgas, piojos, cucarachas, a montones. En invierno usábamos abrigos cortos de piel de oveja, con frecuencia de la peor calidad, que casi no proporcionaban ningún calor; y en nuestros pies, botas de media caña.”

Esa es una de las dos cartas extensas que vertebran este segundo tomo. La otra es la que le escribió el 18 de enero de 1856 a su confidente literario Apollon Maikov, que le influyó mucho en su paso del occidentalismo al eslavismo y a la reivindicación de las tradiciones rusas. Una carta “en la que -señala Frank- Dostoievski se descubre a sí mismo en forma más completa que en ningún otro documento de esa época.”

En el ambiente carcelario de odio y degradación moral y física, Dostoievski tomó notas que utilizaría años después en sus Memorias de la casa muerta. Tras su libertad en febrero de 1854, una primera pasión amorosa, María Dimitrievna; la ansiedad por reingresar en los ambientes literarios y las controversias sobre el idealismo en el arte y la función social de la literatura. Y al final de esta década, en 1859, su reincorporación al panorama editorial con la publicación de dos obras menores, dos novelas siberianas: El sueño del tío y La aldea de Stepanchikovo.

La colosal obra de Joseph Frank no es una biografía convencional, sino un proyecto ambicioso hecho realidad que desborda los límites del género y fusiona el seguimiento biográfico con el análisis literario y la contextualización sociocultural e histórica de la narrativa de Dostoievski.

Como en el resto de los tomos, lo que hace Joseph Frank en Los años de prueba es mucho más que una biografía, porque desborda los límites del género al hacer un análisis crítico riguroso y pormenorizado de las obras de Dostoievski y de las circunstancias personales y el contexto sociopolítico y cultural en que surgieron. 

De esa manera se explica -en palabras del autor- “el proceso creativo mediante el cual la vida es transformada en arte” con un método que subordina “la vida privada de Dostoievski a la descripción de su interdependencia con la historia literaria y sociocultural de su época” y que “sólo puede ser llevado a cabo si la vida es constantemente observada a la luz de la obra, y en íntima relación con ésta, en lugar de la manera más acostumbrada de considerar la obra como un producto más o menos fortuito de la vida.” 

Santos Domínguez

21 septiembre 2018

Juan Ramón Jiménez. Antología poética


Juan Ramón Jiménez.
Antología poética.
Selección y prólogo de Antonio Colinas.
Alianza Editorial. Madrid, 2018.

“En esta edición muy personal de la poesía de Juan Ramón Jiménez hemos seguido el criterio de que en ella están representados todos los libros del poeta. En este sentido, es el criterio cronológico de la creación de los mismos el que hemos seguido para ordenarlos”, escribe Antonio Colinas en la Nota a la nueva edición de la Antología poética de Juan Ramón Jiménez en El libro de bolsillo de Alianza Editorial.

La que acaba de aparecer es una versión revisada que se hace eco de las nuevas ediciones y estudios sobre la poesía de Juan Ramón y de la recuperaciones de libros inéditos que se han publicado desde que apareciera en 2001 la primera edición de esta antología que, en palabras de Colinas, es la de “un fervoroso lector, no la de un especialista”, que ofrece una “selección breve en dimensiones, mas abarcadora en el tiempo, de su obra.” 

Esta antología de más de cuatrocientas páginas puede leerse como una iniciación a la poesía de Juan Ramón Jiménez, cuya obra ocupa miles de páginas, pero es también una inmejorable ocasión para la relectura, para recorrer la poesía de Juan Ramón, sometida por su autor a un proceso de depuración permanente, a través de textos que forman parte de una Obra total y sucesiva que fue construyendo meticulosamente y en la que cada libro es un eslabón imprescindible.

Sucesión y continuidad, intensidad y emoción, pureza y exigencia son los ejes que vertebran la poesía juanramoniana, un viaje a la plenitud de la conciencia, una exigente aventura poética hacia el fondo de sí mismo en busca de la belleza absoluta.

Desde el primer Juan Ramón, melancólico y musical, decadente y sensorial de la época sensitiva al profundamente renovador del Diario de un poeta recién casado, que abre el camino a la desnudez expresiva de su época intelectual, en la que ejerció un magisterio decisivo sobre el 27 y la poesía posterior en una etapa que culmina La estación total con las canciones de la nueva luz, un libro central en su trayectoria, publicado ya en el exilio, aunque recoge poemas escritos hasta 1936.  

Juan Ramón había pasado de la influencia magistral al aislamiento antes de emprender el exilio en que construyó la zona más ambiciosa y plena de su obra, la época suficiente de su Lírica de una Atlántida con libros como En el otro costado, Una colina meridiana, Dios deseado y deseante con Animal de fondo, y De ríos que se van.

Una poesía del conocimiento en la que Juan Ramón funde naturaleza y conciencia en una búsqueda metafísica de lo absoluto cuyas claves están presentes ya en Espacio, un poema fundamental en la poesía española del siglo XX, del que se reproduce en esta antología el Fragmento primero, que termina así:

¡Espacio y tiempo y luz en todo yo, en todos y yo y todos! ¡Yo con la inmensidad! Esto es distinto; nunca lo sospeché y ahora lo tengo. Los caminos son sólo entradas o salidas de luz, de sombra, sombra y luz; y todo vive en ellos para que sea más inmenso yo, y tú seas. ¡Qué regalo de mundo, qué universo májico, y todo para todos, para mí, yo. ¡Yo, universo inmenso, dentro, fuera de ti, segura inmensidad! Imájenes de amor en la presencia concreta; suma gracia y gloria de la imajen, ¿vamos a hacer eternidad, vamos a hacer la eternidad, vamos a ser eternidad, vamos a ser la eternidad? ¡Vosotras, yo, podemos crear la eternidad una y mil veces, cuando queramos. ¡Todo es nuestro y no se nos acaba nunca! ¡Amor, contigo y con la luz todo se hace, y lo que haces, amor, no acaba nunca!

Santos Domínguez




19 septiembre 2018

Teoría y práctica de los estudios culturales


David Walton.
Teoría y práctica de los estudios culturales.
Traducción de Pilar Cáceres.
Carpe Noctem. Madrid, 2018.


“Tras una breve introducción a los estudios culturales (británicos), este libro abarca, en primer lugar, el estructuralismo y el postestructuralismo para, luego, adentrarse en el posmodernismo y más allá de él. Dicha estrategia engloba los teóricos más importantes y las cuestiones que han preocupado a los académicos que trabajan dentro de este campo: el género, las clases sociales, la sexualidad, la raza/etnia, la ideología, las políticas de la identidad, el poscolonialismo, el discurso, la cultura popular, la historia, los medios de comunicación, el consumismo, la comodificación, la globalización, los nuevos movimientos sociales y el neoliberalismo, escribe David Walton en la introducción de Teoría y práctica de los estudios culturales, que publica Carpe Noctem con traducción de Pilar Cáceres. 

Una obra que aborda las diversas y sucesivas corrientes intelectuales que han articulado la teoría y la evolución de los estudios culturales. Del estructuralismo a la semiótica, del psicoanálisis a la deconstrucción posmoderna, este es un manual pensado para diversos tipos de lectores, pues -señala Walton en la Introducción, ‘Para qué sirve este libro’- “está dirigido a aquellos lectores con un cierto conocimiento de los estudios culturales que deseen asentar las bases sobre cómo se relacionan la teoría y la práctica cultural. Sin embargo, también les resultará útil a quienes tengan escaso o ningún conocimiento del análisis cultural, aunque sí la suficiente experiencia académica como para abordar la teoría y la práctica cultural a un nivel más profundo.” 

Por eso, por su concepción de manual o de introducción a los estudios culturales y a sus métodos hermenéuticos, Walton prescinde del abstruso lenguaje técnico para iniciados y explica que “uno de sus objetivos consiste en describir las teorías en un estilo accesible, a pesar de su complejidad.” 

Cada uno de los quince capítulos en que se organiza incluye no sólo una parte expositiva de cada una de las tendencias y enfoques en los estudios culturales, sino también el desarrollo de un ejemplo práctico y el apoyo de varios archivos de ayuda. Cierran cada una de las secciones una conclusión muy sintética, un resumen de las ideas esenciales desarrolladas en el capítulo y una relación de lecturas complementarias. 

Articulado en una estructura progresiva en la que cada capítulo añade complejidad al anterior, el libro ofrece un mapa detallado de las tendencias en los estudios culturales, pero es también por su orientación práctica una invitación a entrar en ese territorio, porque su intención es -afirma Walton- “ayudar a los lectores a desarrollar sus propias destrezas interpretativas, ya que no solamente se describen y explican los conceptos, sino que lo anterior va acompañado de ejemplos prácticos.” 

Desde el giro lingüístico estructuralista de Saussure a la semiótica de Eco o Barthes, desde Althusser y las definiciones de la ideología al postestructuralismo de Derrida, a la deconstrucción, la teoría y práctica de la intertextualidad o el psicoanálisis lacaniano, desde la definición de la condición posmoderna en Lyotard, Habermas o Baudrillárd, Walton ofrece en las más de cuatrocientas páginas de este libro un recorrido que culmina en un capítulo final sobre la cartografía cognitiva, un concepto que se define en el amplio glosario que resume y fija los conceptos básicos en los que se sustentan los estudios culturales. 

Santos Domínguez

17 septiembre 2018

Soldados de Salamina


Javier Cercas.
Soldados de Salamina.
Edición de 
Domingo Ródenas de Moya.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2017.


Soldados de Salamina podría resumirse como la historia de un tipo de mi generación que al principio del relato, como tanta gente de mi generación en los años del cambio de siglo, está harto de casposas novelas y películas sobre la guerra civil y piensa que ésta es algo tan remoto y tan ajeno a su vida como la batalla de Salamina, y que al final del relato comprende su error, comprende que la guerra civil no es pasado sino presente o una dimensión del presente sin la cual el presente -el presente colectivo pero también el individual- es inexplicable”, escribía Javier Cercas en el epílogo a la edición revisada y corregida de Soldados de Salamina que se publicó en 2015.

Ese texto figura como uno de los seis apéndices que cierran la edición de la novela en Cátedra Letras Hispánicas. 

Preparada por Domingo Ródenas de Moya, que toma como base esa segunda edición, se reproducen en los apéndices una serie de materiales que orientan al lector hacia una mirada más amplia sobre el origen y la repercusón de Soldados de Salamina: ‘El sueño de los héroes’, el artículo de Mario Vargas Llosa que apareció en El País el 3 de septiembre de 2001, que fue el primer reconocimiento importante de la novela; el irónico ‘Decálogo apócrifo del escritor de éxito’ que Cercas publicó cinco años después; un artículo de Eugenio Montes el 9 de febrero de 1939 en La Vanguardia sobre el fusilamiento fallido de Rafael Sánchez Mazas y dos poemas, uno de Borges y otro de Thomas Hardy.

Esos seis apéndices rematan esta estupenda edición anotada de Soldados de Salamina elaborada por Domingo Ródenas de Moya, que ha puesto al frente de ella un largo estudio introductorio de casi doscientas páginas que constituyen la mejor aproximación crítica a la novela de Javier Cercas. Aborda en ellas Soldados de Salamina como un fenómeno de sociología literaria por sus constantes reediciones y reconocimientos nacionales e internacionales; describe la trayectoria previa de Cercas y su evolución desde la publicación de esta novela, la primera en la que se materializa la teoría del punto ciego a la que el novelista dedicó un libro imprescindible para entender su concepción de la técnica narrativa.

El núcleo de ese estudio introductorio es el análisis pormenorizado de Soldados de Salamina, desde el recurso que integra autobiografía y ficción en la figura de un narrador-protagonista que se llama Javier Cercas al tema del heroísmo o la reivindicación de la memoria.

Tras destacar que en Soldados de Salamina confluyen “la historiografía, la memoria y la imaginación literaria con el compromiso moral con los olvidados”, en esa introducción Domingo Ródenas recuerda que "la asombrosa difusión y repercusión de la novela puso de manifiesto, además, que era posible concebir un maridaje hasta ese momento muy difícil entre un producto literario sofisticado, de riguroso diseño formal y semánticamente complejo, y las grandes cifras de ventas. Alta literatura y bestseller encontraban en Soldados de Salamina un inopinado punto de acuerdo y, sin que ello sea contradictorio, de conflicto.”

Esta edición es una inmejorable manera de volver a una novela imprescindible, de la que el propio autor afirmaba en Diálogos de Salamina, el libro que recogía las conversaciones con David Trueba, que dirigió la adaptación al cine: 

“La novela, básicamente, habla de los héroes, de la posibilidad del heroísmo; habla de los muertos, y del hecho de que los muertos no están muertos del todo mientras haya alguien que los recuerde; habla de la búsqueda del padre, de Telémaco buscando a Ulises; habla de la inutilidad de la virtud y de la literatura como única forma de salvación personal.”

Santos Domínguez

14 septiembre 2018

El poema extranjero



Celebro lo perdido, y por perdido doy cuanto gano, 
y en la eterna batalla que es mi vida,
soy un rey vencido, y mis soldados soy caídos en combate. 
Y aunque luché incansable desde el alba al ocaso, 
mi reino no es mayor que esta pequeña piedra.

Esa es la versión que Juan Peña hace de ‘Lo que he vivido’, de Yeats. Es una de las quince traducciones que reúne en El poema extranjero, el volumen que publica La Isla de Siltolá en su colección Nuevas traducciones, que va precedido de una nota del autor en la que señala:

“He pretendido que estas traducciones sean lo más fieles posible al texto original. En ocasiones, sin premeditación, se me ha impuesto la traducción de una emoción más que la traducción literal de las palabras que crearon esa emoción. De ahí que mis errores se deberán no sólo a mi impericia filológica, sino a que yo, como lector, acaso haya leído una emoción equivocada en un poema extranjero.”

Y es precisamente ese hilo de emoción el que une estas quince estupendas versiones de poemas extranjeros como la Oda a una urna griega, El infinito, Correspondencias o El viaje a Bizancio, que revelan la capacidad del traductor, poeta él mismo, para captar la voz personal que vibra en los versos de estos textos.

Sin faltar al irrenunciable deber de ser fiel a cada una de las potentes voces poéticas traducidas (Hölderlin, Keats, Leopardi, Baudelaire, Yeats, Kipling, Rilke, Dylan Thomas), Peña deja en estas traducciones su impronta de poeta, su conciencia del lenguaje y su sentido del ritmo para hacer que los poemas extranjeros adquieran vida propia en sus versiones evitando el peligro de hacer meras transcripciones más o menos literales, prosaicas o incapaces de transmitir la fuerza del original.

Santos Domínguez

12 septiembre 2018

Retrato del novelista adulto


Colm Tóibín.
The Master. 
Retrato del novelista adulto.
Traducción de María Isabel Butler de Foley.
Lumen. Barcelona, 2018.


Algunas veces, por la noche, soñaba con personas que ya habían muerto, rostros familiares u otros, medio olvidados, que evocaba fugazmente. Cuando se despertaba, antes del amanecer, no se oía ningún sonido ni se percibía movimiento alguno durante varias horas. Se tocaba los músculos del cuello, agarrotados, y notaba que tenía los dedos rígidos y entumecidos, aunque no le dolían. Al mover la cabeza, oía el crujido de las vértebras. Estoy como una puerta desvencijada, se decía. Sabía que necesitaba dormir. No podía permanecer despierto tantas horas. Quería dormir, penetrar en una deliciosa ausencia de luz, en una oscuridad que no fuera excesiva, un lugar apacible, sin amenazas ni gente, sin presencias desasosegantes…

Así comienza The Master. Retrato del novelista adulto, la espléndida novela que Colm Tóibín publicó en 2004 y que acaba de recuperar Lumen con la traducción que María Isabel Butler de Foley publicó en 2006 en Edhasa.

Una novela excepcional sobre Henry James que reconstruye desde dentro la biografía del novelista en cuatro años esenciales en su vida y en su madurez creadora: entre enero de 1895 y octubre de 1899, entre su fracaso público como dramaturgo y el momento en que se retira para empezar a escribir sus mejores obras, aunque el horizonte temporal se amplía con las frecuentes rememoraciones del pasado, con una evocación de los años anteriores, determinantes en su formación, y al ambiente familiar que le marcará decisivamente. 

Con una mirada interior, atenta más que a los hechos externos a los recuerdos, a los sueños, a la conciencia y al análisis psicológico, Colm Tóibín se pone en la piel de Henry James para presentar con una admirable sutileza el sustrato vital que alimentó su escritura y sobre el que se construye su mundo literario.

Por eso, The Master no es un simple retrato novelado del autor del Retrato de una dama, sino un relato que aborda en profundidad la relación de la vida y la ficción, los fantasmas personales del escritor, el sentimiento de pérdida y la escritura como curación, la conciencia del artista, su sexualidad oculta y reprimida, la importancia de la memoria y el retorno del pasado que explica el presente.

Aunando la sutileza con la hondura psicológica y con una admirable destreza para construir una narración muy fluida en su desarrollo, Tóibín reconstruye el trazado de un personaje complejo como Henry James, aborda su frialdad sentimental, su ambigüedad sexual y emocional o sus contradicciones con una maestría que quizá alcanza su momento más alto con la inolvidable escena en la que Henry James se deshace en la laguna de Venecia de los vestidos de su amiga muerta:

A la luz del crepúsculo, parecía que una ballena o algún objeto oscuro y redondo procedente de las profundidades, había aparecido en la superficie del agua. Tito cogió el remo con ambas manos, dispuesto a defenderse. Y entonces Henry vio de qué se trataba. Algunos de los trajes habían subido a la superficie de nuevo, como globos negros, evidencia del extraño entierro marino que acababan de realizar, con sus brazos y vientres hinchados de agua. Al volver la barca, Henry se dio cuenta de que un tono grisáceo se había asentado sobre Venecia. Pronto la neblina cubriría la laguna. Tito había movido ya la góndola hacia el objeto flotante; Henry le observaba mientras Tito trataba de tocarlo con el remo, empujando el traje hinchado bajo la superficie y manteniéndolo allí. Entonces dirigió su atención a otro traje que había subido, parcialmente, a la superficie, y lo empujó hacia abajo también, trabajando con feroz fuerza y determinación. No cesó de empujar, aguijonear y tratar de hundir traje por traje, pasando después al siguiente. Finalmente, escudriñó el agua para asegurarse de que no había aparecido ningún otro, y de que todos ellos se hubieran quedado bajo la oscura superficie del agua. Entonces, uno más apareció, de repente, hinchado y flotando a unos pies de ellos.
—¡Déjalo! —gritó Henry.

Santos Domínguez

10 septiembre 2018

Hombres imprudentemente poéticos




Valter Hugo Mãe.
Hombres imprudentemente poéticos.
Traducción de Martín López-Vega.
Prólogo de Xuan Bello.
:Rata-. Barcelona, 2018.

:Rata- Books publica Hombres imprudentemente poéticos, de Valter Hugo Mãe, con traducción de Martín López-Vega.

Una novela en cuatro partes, organizada en capítulos breves que resaltan la intensidad lingüística de su prosa narrativa y la sutileza estilística de su escritura.

Ambientada en un Japón imaginado y mitológico, su tono es el de una leyenda antigua o el de una parábola sobre la soledad construida con una visión profundamente humana e en torno a personajes como Itaro, el artesano, que lee las profecías de la muerte a través de los animales, y su vecino y enemigo Saburo el alfarero. A partir de ese conflicto, se van sucediendo una serie de breves escenas narrativas centradas en personajes como Matsu, la joven ciega, hermana de Itaro, o la criada Kame. Y un telón de fondo común: el bosque del silencio al que entran los suicidas al pie del monte Fuji.

Con la delicadeza de la escritura, el minucioso trabajo de la palabra, la atención al detalle, a la imagen y al ritmo de la frase, la tonalidad poética de la novela es una revelación de las epifanías de la luz y la naturaleza.

“Estamos -escribe Xuan Bello en el prólogo- ante un prodigio donde palabra, intuición y descripción se agavillan en un haz en busca de la iluminación del lector. Hombres imprudentemente poéticos es una novela concebida como un poema, tal y como se han concebido todas las grandes novelas dignas de mención.”

Un libro de inolvidable belleza levantada sobre la levedad de su entramado argumental y sobre un sentido simbólico que se proyecta en los temas del libro: la muerte y la memoria, la naturaleza y la vida, el bien y el mal, el amor y la soledad, el pasado y la esperanza.

Santos Domínguez



07 septiembre 2018

Memorias de ultratumba


Chateaubriand.
Memorias de ultratumba.
Selección y prólogo de Arturo Ramoneda.
Traducción de J. Zamacois.
Alianza editorial. Madrid, 2018.

“Chateaubriand une, sin cesar, en las Memorias de ultratumba, sus experiencias pasadas y presentes, lo individual y lo universal, su vida doméstica y su existencia de estadista”, escribe Arturo Ramoneda en el prólogo que precede a su significativa selección que reedita El libro de bolsillo de Alianza Editorial con traducción de J. Zamacois. Una selección que en algo más de quinientas páginas recoge lo más significativo de las Memorias de ultratumba 

Desde un castillo en la Bretaña francesa hasta Praga pasando por el exilio en Londres, desde el Antiguo régimen hasta la restauración de la monarquía pasando por la revolución francesa, el Terror de 1793 y el bonapartismo, las Memorias de ultratumba son la crónica de un cambio de siglo crucial en la historia de Europa.

Chateaubriand (1768-1848), padre del Romanticismo francés y apóstol de la antimodernidad, reflejó en ellas no sólo esas transformaciones, sino su propia perplejidad ante el final de un mundo y el inicio de otra época. Se movió entre dos aguas, la del pasado feudal y aristocrático y la modernidad burguesa. Y lo hizo asumiendo las contradicciones entre sus ideales rousseaunianos y su actividad contrarrevolucionaria, llena de resabios feudales y prejuicios de clase.

Intentó superar esa contradicción situándose en la distancia de la otra orilla, la de estas Memorias de ultratumba con las que Chateaubriand, sobrepasado antes por el cambio histórico que por el tiempo biológico, escribió la elegía por el fin de una sociedad, una cultura y una política y se convirtió en el profeta de la secta de los antimodernos.

Redactó sus 44 libros a lo largo de treinta años, entre 1811 y 1841, entre la poesía y el terror, como tituló Marc Fumaroli un estudio sobre Chateubriand. Y en ellas la perspectiva histórica se superpone al testimonio autobiográfico, de manera que hay una constante interrelación de su historia personal y de la historia de Francia, de memoria y presente, de lo individual y lo universal. Por eso, las Memorias de ultratumba exceden el límite temporal de la autobiografía y abarcan un siglo de historia y completan una epopeya de la modernidad escrita por un antimoderno, de la que, con menos talento literario, formaron parte escritores como De Maistre y Bonald.

Así se van sucediendo las referencias a la infancia y la adolescencia en Bretaña y el recuerdo de la Revolución de 1789, la experiencia del soldado contrarrevolucionario, el exiliado en Londres y el viajero por Oriente, el escritor y el político, la vida de Napoleón y la caída de la restaurada monarquía borbónica hasta completar un resumen de su pensamiento y un análisis de la nueva Europa que se estaba diseñando vista desde la perspectiva de quien se sentía fuera de lugar en el nuevo tiempo histórico.

Por encima de la diversidad de tiempos, espacios y temas, las Memorias de ultratumba reflejan una intensa unidad narrativa y se someten a un diseño general revisado y reelaborado en varias ocasiones como una febril obra en marcha, con una tensión entre historia e individuo, entre presente y pasado semejante a la que se produce en ellas de cruce de novela y ensayo.

Con la actitud victimista y desorientada que caracteriza a la melancolía romántica, fiel al modelo del héroe maltratado por el destino adverso, Chateaubriand hace desfilar por el mundo y por su mundo las jornadas revolucionarias y la figura de Dante, Dios y la muerte, el exilio y las traiciones, la imaginación y las conspiraciones, las cataratas del Niágara y Napoleón, los Borbones y los canónigos de Würzburg, Praga y Cádiz, el cólera y la vida en París.

El Louvre de la literatura llamó Francis Ponge a estas Memorias que sirvieron de ejemplo a Proust en su recuperación del tiempo perdido y que llevaba inverosímilmente Maqroll el Gaviero en sus viajes, más por la simpatía de Mutis que por el escaso gusto lector del personaje.

Porque, como recuerda Arturo Ramoneda al final de su prólogo, esta obra ha tenido siempre una buena acogida en el ámbito hispánico, de Pérez Galdós a Álvaro Mutis, de Baroja a Ortega y Gasset o a Luis Alberto de Cuenca.

Santos Domínguez

05 septiembre 2018

Dostoyevski. Los demonios



F.M. Dostoyevski.
Los demonios.
Edición de Ricardo San Vicente.
Traducciones de Luis Abollado y Ricardo San Vicente.
Prólogo de Augusto Vidal.
Epílogo de Monika Zgustova.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2017.

Con edición de Ricardo San Vicente, Galaxia Gutenberg publica Los demonios, la que  para Pietro Citati es la mejor novela de Dostoyevski, superior en perfección y en intensidad a Crimen y castigo y a Los hermanos Karamazov.

Es una crítica profética del socialismo y el anarquismo y de las construcciones de la utopía que tiene como telón de fondo la fuerte presencia en la sociedad rusa de aquellos demagogos de la nueva fe integrados en los círculos revolucionarios de los que formó parte el propio Dostoyevski.

En ese sentido, es un ajuste de cuentas con su propio pasado, con una militancia que le llevó a la condena a muerte y a un largo cautiverio de trabajos forzados en Siberia. Tenía 50 años cuando la publicó con un gran éxito de ventas y una acogida polémica, pues le valió el rechazo de la izquierda y el reconocimiento entre los sectores reaccionarios, que empezaron a invitarle a publicar en sus medios y a participar en sus fiestas.

“En Los demonios Dostoyevski quería demostrar que el ateísmo y el socialismo son ajenos al pueblo ruso y hasta incompatibles con su naturaleza. Según Dostoyevski, en Rusia era inútil intentar establecer un régimen social sin Dios, basado exclusivamente en la ciencia y en la razón”, escribe Augusto Vidal en su prólogo sobre la historia y la prehistoria de Los demonios, una novela en la que –concluye- “la preocupación política, ‘tendenciosa’, llevó a Dostoyevski a olvidarse, quizá por primera y última vez, de los ‘humillados y ofendidos’, por los que tuvo siempre tanto interés, tanta comprensión y tanto afecto.”

Además de una obra crucial en la trayectoria de Dostoyevski, Los demonios es una  brillante manifestación de su capacidad como novelista: la arquitectura de su construcción en tres partes, la modulación de la intriga, la densidad de la acción, la intensidad de los diálogos, la complejidad de los personajes, la importancia de los puntos de vista y de las voces de los personajes hacen de esta novela una de las cimas de su narrativa.

Lo político y lo psicológico se entrecruzan en dos tramas desarrolladas por personajes brutales y fascinantes -Verjovenski y Shátov, Stavroguin y Tijon- en torno a los que se construye esta novela política en la que el análisis psicológico convive con la crítica ideológica y moral.

La edición incluye en apéndice la confesión de Stavroguin que Dostoyevski retiró de la versión definitiva de la novela, y se cierra con un epílogo –‘La novela que anticipó nuestra época’- de Monika Zgustova, que presenta Los demonios como una novela premonitoria, “una de las novelas más modernas del siglo XIX”, porque anticipa no sólo las corrientes literarias posteriores, sino la situación de Rusia y Europa a lo largo del siglo XX y el fenómeno del terrorismo contemporáneo: “Los demonios se puede leer en clave de una defensa de la libertad y como una crítica acérrima, una advertencia y una premonición del Estado totalitario que tardaría medio siglo en producirse.”

Santos Domínguez

03 septiembre 2018

Gaston Bachelard. El aire y los sueños


Gaston Bachelard.
El aire y los sueños.
Traducción de Ernestina de Champourcin. 
Fondo de Cultura Económica. México, 2018. 

“Por el aire toda la vida y todos los movimientos son posibles”, escribe Gaston Bachelard en El aire y los sueños, que publica en su colección Breviarios el Fondo de Cultura Económica con traducción de Ernestina de Champourcin. 

Un Ensayo sobre la imaginación del movimiento -ese es su subtítulo- en el que se explora la relación de la poesía con la imaginación a través de su capacidad de crear imágenes y de someterlas a un proceso dinámico de transformación. 

Se cumplen ahora setenta y cinco años de la primera edición, sesenta de esta primera traducción en 1958 al español, de un libro que sigue desplegando toda su lucidez analítica y conserva intactas su capacidad de sugerencia y su potencia iluminadora. 

Para Bachelard la imagen no es una forma evasiva, sino el vehículo del viaje psíquico de lo real a lo imaginario, que en la poesía se resuelve en transformación verbal, en revelación de un nuevo sentido de la palabra poética. 

Paralelamente, el mundo de los sueños, lo onírico, se presenta como un espacio de vuelo libre, como ámbito de la ingravidez de la imaginación creadora y aérea. 

El sueño de vuelo en Rilke y en Shelley, la poética de las alas en Blake, en quienes alas y vuelo son imágenes dinámicas de la libertad, la presentación de Nietzsche como poeta del aire frío o la caída imaginaria en los cuentos de Poe son algunos de los temas que Bachelard analiza como reflejos de la imaginación aérea entre estos "grandes soñadores de la verticalidad." 

Sus análisis de las imágenes ascensionales y de la aspiración de verticalidad, de la imaginación aérea y el vuelo ingrávido proyectan una mirada distinta, profunda y enriquecedora, sobre la poesía desde la filosofía y la psicología. 

Bachelard, uno de los pensadores más sutiles y hondos del siglo XX, reivindicó en toda su obra la imaginación como la potencia humana fundamental, por encima de la razón. Y en este El aire y los sueños estudió la relación estrecha entre poesía e imaginación y describió las variantes de una poética aérea basada en la capacidad creadora de la imaginación y del lenguaje poético, porque "el hombre literario es una suma de la meditación y de la expresión, una suma del pensamiento y del sueño."

Ese es el ámbito en el que Bachelard ve volar a la poesía. 

Santos Domínguez

16 julio 2018

Luis Artigue. Donde siempre es medianoche



Luis Artigue.
Donde siempre es medianoche.
Editorial Pez de plata. Oviedo, 2018.

-¡Sabueso, escucha, son tres casos los que debes investigar; te encargamos tres casos en uno! -afirma con énfasis precipitado el director de una agencia de noticias como si de pronto hubiera creído que es mi jefe, mientras yo, que sujeto con desidia el smartphone, callo y rumio-. Así que vete a casa, haz la maleta, tómate las pastillas que inhiben tus fobias, sube al avión que sale para Silenza dentro de cuatro horas, infíltrate allí para conseguir soplos y, sobre todo, descubre por qué es  siempre de noche. Aunque, ya de paso, encuentra también a esos dos tipos tan buscados (un premio Nobel que apareció de pronto durmiendo en la Catedral de San Francesco y ahora está escondido, y ese líder de secta peligrosa que llaman Anticristo Superstar), y eso, hazles dos buenos retratos con entrevista incluida. ¡Te pagaremos muy bien esto!

Ese es el motor argumental de Donde siempre es medianoche, la última novela de Luis Artigue, que publica Pez de plata en su colección de narrativa con ilustraciones de Enrique Oria.

Narrada por El Sabueso Informativo, un fotógrafo bélico, hipocondríaco y neurótico reconvertido en detective que vuelve a Silenza, su ciudad natal, para investigar y documentar las causas y los efectos de la noche perpetua en que se sume la ciudad desde hace casi un año.

Y al hilo de esa investigación van apareciendo otros enigmas relacionados entre sí: las existencias ocultas de un Anticristo Superstar, cabeza invisible de una secta apocalíptica de bebedores de sangre, y de un premio Nobel de Astrofísica sospechoso de estar en el secreto.

Al misterio astrofísico de la noche sin final se suman esas oscuridades de personajes opacos y otra más: la de un crimen sin resolver con esos dos sospechosos ocultos.

En torno a la figura del fotodetective-narrador, en la indagación de la noche perpetua, de la identidad del Anticristo y de las razones del Nobel para esconderse, un conjunto de personajes que ayudan en las pesquisas del Sabueso Informativo: Elisabet, la coprotagonista, una bella e inteligente mujer, experta en matemáticas antiguas, una vieja amiga de juventud que guía del narrador por los ambientes oscuros y secretos de la ciudad; su exmarido, catedrático de Astrofísica y depredador sexual, posible colaborador del Nobel, “de existencia inteligente y delincuente que comprometía el porvenir”; un psicoanalista argentino que hace observaciones marginales y rioplatenses al relato mientras lee el manuscrito, o el alcaide-director del hotel-prisión del castillo de Pontecorvo donde está oficialmente preso el Anticristo.

Y desde el principio, sin descanso, una sucesión de peripecias: desde que el fotógrafo llega a la ciudad y es testigo del asesinato de un periodista que cree haber descubierto la verdad a la pesadilla de un auto de fe televisado como si fuera un reality show.

Donde siempre es medianoche, “novela de humor neurótico” en palabras de Luis Artigue, tiene la estructura narrativa de una novela negra. Conviven en su desarrollo lo gótico (no podían faltar los candelabros ni un órgano) y el psicoanálisis en una mezcla explosiva en la que -junto con el surrealismo y la influencia del cómic o la literatura fantástica- el humor es un ingrediente fundamental.

Pero, con ser eso mucho, Donde siempre es medianoche es algo más que un eficaz y divertido artefacto narrativo, construido con un sentido del ritmo y una agilidad en los diálogos propios de la novela negra y del cómic.

No es casual que el telón de fondo de la novela sea la crisis económica y la agitación social que emerge en las manifestaciones de protesta en la ciudad nocturna. El lector percibe entonces el contenido simbólico y alegórico de su argumento y sospecha que hay conspiraciones que producen oscuridades desde otras instancias no menos ocultas, no menos malignas que las de la noche perpetua de Silenza.

Santos Domínguez


13 julio 2018

Cuaderno de Nueva York


José Hierro.
Cuaderno de Nueva York.
Ilustraciones de Adolfo Serra.
Posfacio de Vicente Luis Mora.
Nórdica. Madrid, 2018.


Esta música lleva mucha muerte dentro. 
El amor lleva dentro mucha música, 
mucho mar, mucha muerte. 
La muerte es un amor que habla con el silencio. 
El amor una melodía hija del mar y de la muerte: 
asciende, gira, enlaza el cuerpo, lo encadena 
hasta asfixiarlo despiadadamente.

En esos versos del Adagio para Franz Schubert están algunas de las claves temáticas del Cuaderno de Nueva York, el libro de José Hierro que publica Nórdica en una estupenda edición ilustrada por Adolfo Serra que cierra un posfacio en el que Vicente Luis Mora destaca la importancia de esta obra, porque "amén de sus méritos propios, el último libro orgánico de José Hierro tiene la especial virtud de constituirse como un aleph de toda su obra poética."

Se conmemoran así los veinte años de este libro, que tuvo un asombroso éxito editorial y que era el resultado de siete años de escritura sobre el amor y la muerte, el arte y el tiempo, la poesía y la música, que ocupa un lugar central en la obra.

Treinta y dos poemas, organizados en una estructura musical musicalmente con un preludio y tres movimientos constituidos por poemas largos, salvo en la parte central, Pecios de sombra, en donde predominan los poemas breves de arte menor. 

Cuaderno de Nueva York es un libro unitario, no sólo porque sus poemas están conectados por el espacio unificador de la gran ciudad que les sirve de escenario, sino porque la tonalidad que los recorre responde a un mismo acorde poético que funde lo exterior y lo interior, la historia y la biografía, la reflexión y la emoción, el presente y la memoria en unos poemas discursivos y alucinados, visionarios y descriptivos. 

Entre el reportaje y la alucinación, entre lo lírico y lo narrativo, un paisaje con figuras como Mozart y Beethoven, Schubert y Pound, Warhol y Alma Mahler,  Miguel de Molina y Bach, Lope y Gershwin, Brahms y Verdi, Schumann y el Rey Lear, solitarios sacados de su tiempo y de su espacio para habitar en estos poemas y expresarse mediante monólogos dramáticos que permiten a Hierro la fusión de la experiencia propia y la ajena, su proyección personal en el personaje con un yo poético ambiguo y polivalente.

Esta magnífica edición ilustrada se enriquece con la interpretación gráfica que hace Adolfo Serra de los poemas de Cuaderno de Nueva York, en los que Hierro dejó versos tan intensos y desgarrados como estos de A orillas del East River:

Siempre aspiré a que mis palabras, 
las que llevo al papel, 
continuasen llorando
–de pena, de felicidad, de desesperanza, 
al fin, todo es lo mismo–, 
porque yo las había llorado antes; 
antes de que desembocasen en el papel blanquísimo, 
en el papel deshabitado, que es el morir. 
Dejarían en él los ecos asordados empañados, 
de lo que tuvo vida.

Santos Domínguez

11 julio 2018

Los mundos de Robert Fludd


Joscelyn Godwin. 
Macrocosmos, microcosmos y medicina. 
Los mundos de Robert Fludd.
Traducción de María Tabuyo y Agustín López.
Imaginatio Vera. Atalanta. Vilaür, 2018.


"Abordar las obras de Robert Fludd (1574-1637) es como explorar un palacio de la memoria de la época renacentista, un edificio del tamaño del Palacio Pitti, en Florencia, o de El Escorial, e igualmente laberíntico y cargado de significado", escribe Joscelyn Godwin en Macrocosmos, microcosmos y medicina. Los mundos de Robert Fludd, que publica Atalanta en su colección Imaginatio Vera, con traducción de María Tabuyo y Agustín López.

Un magnífico volumen en el que Godwin hace un recorrido por la vida y la obra del renacentista inglés Robert Fludd, al que señala como dueño de "un mundo intelectual sin rival en su amplitud y ambición" e integrante de "la corriente de pensamiento a la que Fludd hizo su contribución más permanente: la tradición esotérica, y específicamente la combinación del hermetismo cristiano con las ciencias ocultas."

Lo más llamativo de esta obra monumental, los doscientos grabados minuciosamente explicados por Godwin o por Fludd que recogen la vasta y brillante producción iconográfica de aquel humanista que asumió la herencia pitagórica y el neoplatonismo que fundía paganismo y cristianismo, macrocosmos y microcosmos en una concepción armónica del mundo y del hombre propia del Renacimiento.

Desde una perspectiva en la que se cruzan la filosofía y la imaginación, la ciencia y la magia, Robert Fludd, médico famoso y heterodoxo en Londres, escribió una gran cantidad de tratados en los que abordó los saberes de su tiempo: la música mundana y la geometría, el arte y la astronomía, la creación del mundo y la constitución del hombre, la psicología y la adivinación, la anatomía y la meteorología, el arte de la guerra y el arte de la memoria, la metafísica y la topografía, la técnica pictórica o los instrumentos musicales, la fisonomía y la quiromancia.

Protegido por el rey Jacobo y por su sucesor Carlos I, Fludd defendió la existencia de relaciones piramidales entre el hombre y el cosmos, creyó en las correspondencias entre los órganos humanos y los planetas y no eludió la polémica ni rehuyó la controversia. Defendió sus concepciones cosmológicas y teológicas en debates escritos con Kepler, con el fraile Mersenne y con el sacerdote y astrónomo Gassendi. 

En sus obras se tratan todos los aspectos de la realidad: desde lo material a lo espiritual, desde lo científico a lo artístico. Y de esa variedad de saberes y de conocimientos enciclopédicos de Fludd dan cuenta los grabados, que enfocan el entramado de relaciones que unen el macrocosmos y el microcosmos con la sabiduría visual de quien escribió obras muy variadas: una apología de los rosacruces y un tratado teológico y filosófico, libros de alquimia y sabiduría hermética, una historia del macrocosmos y el microcosmos, un tratado de medicina católica o un estudio sobre la música mundana.

Sus escritos abarcaron todas las áreas del conocimiento con enfoques que, como señala Godwin, “ilustran su independencia de la teología cristiana sectaria, su favorable disposición a reconocer la sabiduría dondequiera que la encontrara y su convicción de que la realidad consta de múltiples estados del ser. Estos tres puntos le separan de las preocupaciones filosóficas y teológicas dominantes en su tiempo y en los siglos que siguieron.”

Santos Domínguez

09 julio 2018

Emil Cioran. Extravíos


Emil Cioran.
Extravíos.
Traducción y prólogo
de Christian Santacroce.
Hermida Editores. Madrid, 2018.

He leído todos los libros de la tristeza humana. Y no me han convencido. Me ha convencido la sangre, sin embargo, susurrando a las ideas el cansancio de su propio color ..., escribía Emil Cioran en uno de los textos de Extravíos, el libro inédito que publica Hermida Editores con traducción y prólogo de Christian Santacroce, que afirma que esta es "acaso la obra más sombría y descreída que el autor haya escrito nunca".

Cioran la compuso entre finales de 1945 y comienzos de 1946, en un momento de encrucijada en su trayectoria vital y en su pensamiento. Fue su último libro en rumano antes de tomar la decisión de escribir el resto de su obra en francés. Desde ese punto de vista Extravíos supone -añade Christian Santacroce-, "un descubrimiento irreversible ante la inminencia del salto que catapultará inmortalmente como uno de los prosistas más finos de las letras francesas en la segunda mitad del siglo".

Era una consecuencia más de la crisis personal que provocó en él la Segunda Guerra Mundial, que le llevó a escribir en una carta a su hermano: "En varios sentidos tú ya no soy el mismo".

El título resume la vocación marginal de Cioran, que se puede perder en el mundo:  Ser extranjero en cualquier país, en cualquier lugar: elevar tu estado jurídico a calidad metafísica, escribe en uno de los textos del libro.

Desde esa posición distante y desarraigada, Cioran construye Extravíos como una suma de fragmentos, de párrafos discursivos, aforismos o frases sentenciosas que expresan su reflexión desolada sobre el sentido de la existencia.

Desde la amargura radical de un pesimismo sin concesiones -La bajeza es lo más profundo y sincero que hay en nosotros-, estas páginas son el reflejo de la meditación implacable de Cioran sobre el sentido de la existencia, sobre la muerte y el tiempo, la maldad y la libertad, la civilización y las creencias, sobre la esperanza y el fracaso:

Al final el diablo escupirá de todos los modos sobre nuestras cenizas, un pesar de que en el mundo más allá de las flores y más allá de este los dioses.

Santos Domínguez

06 julio 2018

Juan Ramón Jiménez. Aforismos e ideas líricas


Juan Ramón Jiménez.
Aforismos e ideas líricas.
Edición de José Luis Morante.
La Isla de Siltolá. Sevilla, 2018.

Aforismos e ideas líricas se titula el volumen que publica La Isla de Siltolá con la selección que ha hecho José Luis Morante de los aforismos que Juan Ramón Jiménez tenía previsto recoger en Ideolojía (1897-1957), un proyecto al que dio forma definitiva  en 1990 Antonio Sánchez Romeralo. 

Sobre ese corpus aforístico juanramoniano –unos cuatro mil aforismos-, José Luis Morante ha seleccionado una quinta parte, algo más de ochocientos, organizados en las seis secciones cronológicas que Juan Ramón Jiménez proyectó para componer Ideolojía en estos seis libros:

Libro 1 (1897-1909) «Orden en lo esterior, inquietud en el espíritu»; Libro 2 «Raíces y alas, pero que las alas arraiguen y vuelen las raíces a continuas metamórfosis»; Libro 3 (1919-1929) «Actual, es decir clásico, es decir eterno»; Libro 4 (1929-1936) «Somos andarines de órbitas. No podemos llegar a fin alguno, ni, claro es, a nosotros mismos»; Libro 5 (1936-1949) «El olvido no pierde nada, todo lo atesora, y si merecemos la memoria, ella nos dará la llave del olvido»; Libro 6 (1949-1954) «Lo permanente nos mira sólo con el alma de lo sucesivo que ha pasado por su cuerpo»

 “Me gusta mucho el aforismo y lo he cultivado siempre, desde mis 19 años”,  escribió Juan Ramón en un apunte que completó con este aforismo: Soy amigo de la síntesis. Por eso prefiero la rosa a la rosaleda, el ruiseñor a la ruiseñora, el aforismo a la monserga ensayística, la lírica a la épica.

En su proyecto de Ideolojía, Jiménez integró pensamientos, sentimientos e ideas líricas -bajo ese título también pensó publicar sus aforismos-, sentencias breves que llegan a su máxima condensación en los años 20, en la época intelectual y despojada de Juan Ramón, para irse alargando desde los años 30, como ocurre con su verso. 

Y es que, como explica José Luis Morante, “entre la voz lírica y la paremia de Juan Ramón Jiménez existe una interacción activa. Los aforismos ayudan a entender el proceso de escritura de la magna obra y su identidad interna.”

Ética y estética, crítica y creación, notas sobre poesía y poetas son algunos de los centros de interés de la gran variedad temática de estos aforismos, de una escritura plural que aquí encuentra su mejor cauce y en la que el núcleo es, claro, la poesía:

Siempre preferí y sigo prefiriendo la poesía penetrante a la llamada poesía profunda, la poesía que entra honda y hondo por ser punzante y segura.

Entiendo que lo natural en el artista es ser poeta en la primera mitad de su vida y crítico, filósofo en la segunda.

Santos Domínguez



04 julio 2018

El camello de oro


José Antonio Ramírez Lozano. 
El camello de oro. 
Carpe Noctem. Madrid, 2018.

Esta vez, la mirada de Teresa había perdido su arrobo y se había cargado de sospechas. A Ginés más le valía haberse tapado los oídos. 
—Ya lo deja claro el Evangelio de Mateo con ocasión de aquel muchacho rico que preguntó qué tenía que hacer en la vida para entrar en el Reino de los Cielos —remató el obispo fulminante—. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de los cielos. Palabra de Dios. 
Toda la misa anduvo ya Ginés mohíno, embargado por la frase del Evangelio de Mateo. Nunca antes había caído en la tremenda consecuencia de aquellas palabras. Tal vez porque, no siendo rico, las tomaba entonces por ajenas, como si no fueran con él. Por eso no le afectaban, eso era. Pero habían cambiado sin duda las circunstancias y ahora le tocaban de lleno. Por más que acabase de hacer una gran obra de misericordia con los ancianos, aquello no parecía bastar para entrar en la mansión celeste. Las palabras del Evangelio no dejaban lugar a duda. Habían sonado en la voz del señor obispo con el timbre de un oscuro emisario. Se imaginó camello y no pudo resistir su angustia. El reino de los cielos le estaba negado. Nunca podría pasar por el ojo de una de aquellas agujas de Teresa.
—¿Te duele algo, Ginés? —le dijo ella en el coche—. No has parado de tocarte el pecho en toda la misa, hijo.
—Congoja, Teresa. Eso es lo que tengo.
—¿Y eso? ¿Congoja de qué?
—¿Tú has oído bien lo que ha dicho de los ricos el obispo? 
Teresa se quedó un momento pensativa, recapacitando, tratando de recordar qué es lo que había dicho el prelado que contraviniera su condición. 
—Ha dicho lo de los talentos que yo te dije, eso es. ¿A que tenía yo razón? 
—Lo de los talentos es lo de menos, Teresa. Ha dicho que, según el Evangelio de san Mateo, los ricos lo vamos a tener difícil, que Jesucristo dejó bien claro que era más fácil que un camello pasase por el ojo de una aguja que un rico entrase en el Reino de los Cielos. Figúrate. 
—Bueno —le quitó importancia ella—, eso será un ejemplo, como el de las parábolas. 
—Las parábolas son figuraciones sí, pero esto no es ningún cuento que haya que interpretar, Teresa. Esto es que lo dice de viva voz Jesucristo, así a bocajarro. Aquí no hay parábola ninguna. 

En ese fragmento está la clave del argumento de El camello de oro, la última novela de José Antonio Ramírez Lozano que publica en su cuidada colección de narrativa la editorial Carpe Noctem.

Ginés Vadillo, su protagonista, es un hombre de fe que hace una lectura de las circunstancias en clave de parábola. Esa es la variedad narrativa con la que Ginés da sentido al mundo desde la religión, desde la fe y la caridad como inversión.

Por eso se toma al pie de la letra aquello de que la fe mueve montañas y se especializa en retroexcavadoras que le convertirán en un nuevo rico con su trabajo de demolición. Es la consecuencia de los tiempos de crisis tras la burbuja inmobiliaria que arruina a unos y enriquece a otros como Ginés y su socio Juan Lineros, con el que funda la empresa de demoliciones Creyentes Reunidos, S.L. 

La congoja de Ginés y Juan Lineros a partir de la alusión del evangelista es el motor que impulsa el argumento de la novela, porque a partir de esa preocupación sobrevenida, comienza otra empresa de demolición, pero ahora de frases del Evangelio que no están ya a la altura de circunstancias. Con ese propósito organizan en Sevilla un congreso de ricos europeos que no están dispuestos a jugarse el cielo por serlo y proponen la revisión de la palabra escrita en los evangelios para reinterpretar la dichosa imagen del camello y la aguja, para acomodarla a sus intereses y tranquilizar sus conciencias.

Y no tardan en encontrar un remedio. Lo aporta un italiano, Atilio Vivanti, de Aceros y mecanizados VIVANTI, de Milán:

—Hay una solución —despertó Vivanti
—¿Cuál? —coreó el cenáculo.
—Muy fácil. Si no podemos cambiar las palabras, cambiemos la realidad.
—¿Cómo la realidad?
—Sí. Veamos, el Evangelio dice el ojo de una aguja, pero no dice el tamaño de la aguja. Hagamos agujas grandes y todo quedará resuelto. Dios mismo ha puesto los medios en nuestras manos. Dinero no nos falta, cambiemos la realidad. Yo, que trabajo el acero, me presto a modificar de raíz el tamaño de las agujas. Será una inversión. Pero, señores, los camellos acabarán pasando por el ojo de las agujas ¿Qué les parece?
—Tiene razón —reconoció Lessart—. El dogma puede no cambiar, pero no cabe duda que la realidad está siempre en una continua mudanza, si no a qué la innovación y el progreso. Nada, propuesta aceptada, amigo Vivanti. Yo le compraré la primera aguja.
Los congregados parecieron mostrar una conformidad inesperada y gratificante. Partieron todos con el convencimiento de que Creyentes Reunidos lograría en menos de unos meses su objetivo. Y todo por la fe.
—La fe está siempre detrás de empresas como éstas —reconoció Ginés—. Va a ser toda una inversión, Vivanti. No hay mercado como el de la Iglesia. Ya ve usted el Domund.

Y así se diseñan cinco enormes agujas para coser el cielo a la tierra, para que quepan por su ojo un camello y un rico. Sólo faltaba hacer la prueba  junto a las murallas del Alcázar sevillano con camellos reales traídos de Damasco. Parecía que esa iba a ser la prueba definitiva, pero los camellos no caben por ese ojo y otra vez se cruzarán como en un juego el sentido literal y el sentido figurado para hallar la solución, que está en el hilo de oro bordado por la mujer de Ginés, Teresa, que a falta de un monólogo interior que hubiera sido inverosímil habla consigo misma a través de los muebles y los electrodomésticos de su casa.

Porque en El camello de oro viven personajes creíbles, trazados con la agilidad narrativa que caracteriza a Ramírez Lozano y de la que  da aquí una nueva muestra. Y vibra también en estas páginas la lengua viva de los diálogos fluidos que perfilan el contorno de los personajes, hasta el punto de que un figurante tan esporádico como el arzobispo queda retratado en una intervención incontestablemente arzobispal en la unción de su tono y en el carácter terminante de su contenido admonitorio.

El espíritu de las parábolas evangélicas, alegorías narrativas de cánones de comportamiento, sobrevuela las páginas de El camello de oro, una novela en la que la razón narrativa se convierte en razón alegórica de algo más profundo: la interpretación de la realidad actual y de un modelo social en demolición desde la perspectiva irónica, distante y benévola, que es habitual en la literatura de Ramírez Lozano.

Porque aquí la ironía sustituye a la moraleja, la sonrisa ocupa el sitio del sermón y la imaginación desaloja el espacio del púlpito.

Santos Domínguez

02 julio 2018

Selena Millares. La isla del fin del mundo


Selena Millares.
La isla del fin del mundo.
Barataria. Madrid, 2018.

Ya no sé quién fui o qué sentido tuvo todo lo que fui. No sé si soy un resucitado o un recién nacido ni en qué vida he vuelto a nacer. Pero no olvido.

Ese es uno de los párrafos finales de La isla del fin del mundo, la espléndida novela de Selena Millares que publica Barataria

Construida como una novela itinerante que tiene como eje la búsqueda y el viaje hacia la utopía, su narrador protagonista, el irlandés Aidan Fitzwater lo escribe como un relato rememorativo desde la isla de los mil nombres, desde un prodigioso espacio sin tiempo pero con memoria. 

Hasta llegar a ese momento,  ha transcurrido una larga peripecia que se había iniciado en el puerto irlandés de Waterford. A bordo de la Hibernia y en los años previos a la Revolución francesa, se iniciaba así una larga y agitada búsqueda que tiene como fondo histórico el siglo de las luces y sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad.

Y dos utopías como horizonte y motor de la novela y de las búsquedas que la sostienen: la de la isla de San Brandán –cada irlandés tiene dentro un Brandán, le dice McGregor, el capitán de la nave- y la de Marella, la tabernera viuda de Burdeos de la que se había enamorado y cuyo recuerdo recorre la obra.

En ese viaje por la esperanza hasta llegar a la isla del fin del mundo, le han acompañado personajes como sus amigos Ewan el contramaestre o Pedro, el cocinero jamaicano, y enemigos como Seamus, el agrio sobrecargo con el que tiene un inesperado desencuentro que le complicará la vida.

Un viaje en busca del paraíso con estaciones de paso como el puerto de Burdeos, su tráfico de esclavos y sus naves negreras o el comercio clandestino de libros prohibidos de Voltaire o de novelas eróticas que circularon en abundancia en aquel nuevo tiempo de vitalismo y esperanza.

Y desde Burdeos, un viaje por tierra hasta Madrid, donde Fitzwater conversa sobre la isla de San Borondón con el Abate Viera, ilustrado y autor de una Historia general de las islas de Canaria. En la capital conoce también al libertino conde Pratolini y al mago Pellegrini, que le profetiza desgracias si no se aleja del mar. 

Después de embarcar en Cádiz en la Hibernia para viajar hasta Tenerife y El Hierro, no tardarán en concretarse esas desgracias, porque será denunciado ante la Inquisición y encerrado en una celda, de la que sale gravemente enfermo para acabar en un convento de monjas.

A partir de ese momento, el sueño y la vigilia, la vida y la muerte se confunden en la experiencia del narrador, que escribe desde la isla de los muertos.

Con La isla del fin del mundo Selena Millares ha creado una novela absorbente, de admirable y sostenido ritmo narrativo, escrita con una prosa intachable y fluida, desde sus líneas iniciales, que rememoran el comienzo de ese viaje de una isla a otra:

Habíamos zarpado de madrugada, y me parece sentir todavía aquel frío en la piel, helada y casi insensible, mientras el barco avanzaba. El viento silbaba en mis oídos y me aislaba de la realidad, de todas aquellas voces que sonaban lejanas a mi alrededor. Pensé, en aquel momento, que tal vez era algo así lo que escuchaba una criatura en el vientre materno, algo como ese zumbido, mientras se imponía la sensación de flotar, de mecerse en un vaivén rítmico que adormecía y acunaba. Era la primera vez que viajaba en barco, y la primera que me alejaba de la vieja Irlanda, mi Ínsula Sacra, mi amada Isla Esmeralda. Aún no sabía que jamás había de volver.

Santos Domínguez