22 mayo 2018

Feria del libro de Madrid. Bolsillo



Una fiebre de ti mismo.
Poesía del romanticismo inglés.
Edición bilingüe.
Edición y traducción de Gonzalo Torné.
Penguin Clásicos. Barcelona, 2018.

Si te lamentas de la juventud, ¿por qué vives? 
La tierra de la muerte honrosa 
está aquí: ¡encamínate hacia el campo, y 
ofrece tu aliento! 

Busca -a menudo menos buscada que encontrada- 
la tumba del soldado, será lo mejor para ti; 
después mira alrededor, y elige el terreno, 
y entrégate al descanso.

Así termina, en la traducción de Gonzalo Torné, el que probablemente fue el último poema de Lord Byron, Hoy he cumplido treinta y seis años, fechado en Missolonghi el 22 de enero de 1824.

Es uno de los poemas de Una fiebre de ti mismo, la antología de poesía romántica inglesa que publica en edición bilingüe Penguin Clásicos, con traducción y prólogo de Gonzalo Torné, que “aprovechando la contracción a la que nos obliga una antología dedicada a un puñado de escritores ingleses” hace una propuesta al lector: “partir de una lectura de los poemas concretos y después entresacar sus rasgos más sobresalientes, a la espera de que algunos de ellos, aun con diferencias y tensiones, resulten coincidentes.”

Es una nueva oportunidad de acercarse a los textos más representativos de cinco poetas –Worsdworth, Coleridge, Byron, Shelley y Keats- que siguen siendo la juventud más joven de la poesía occidental, nos siguen pareciendo eternos adolescentes instalados en una permanente rebeldía, en una defensa de la libertad frente a la norma, de la estética frente a la ética, de la creatividad imaginativa frente a la imitación mimética.

Narrativos y líricos, dos de ellos -Wordsworth y Coleridge- fueron los poetas de los lagos, respetables y magistrales; otros dos –Byron y Shelley-, satánicos y escandalosos, y Keats, el poeta-poeta, el que murió más joven, a los 25 años, el más claramente tocado por el don de la poesía y la palabra, el que más prestigio conserva hoy entre los poetas.

En las páginas de esta antología navega a la deriva un viejo marinero alucinado que canta una canción ambigua y opaca, se oye a los pájaros en medio del paisaje de arroyos caudalosos y acantilados abruptos, cruje la escarcha a medianoche, se llora a una joven muerta en un silencio desnudo de sueños, la melancolía se transforma en un himno a la belleza intelectual y hay una música que huye como si viniera de un sueño.

Estos cinco poetas fundamentales, cada uno de ellos con su voz personal, aunque unidos por temas y actitudes comunes y por propuestas estéticas similares, son una representación significativa del universo poético del Romanticismo, de su tonalidad, de su forma de mirar la realidad y el paisaje, de proyectar sus estados de ánimo en la naturaleza.





Juan Ramón Jiménez.
Aforismos e ideas líricas.
Edición de José Luis Morante.
La Isla de Siltolá. Sevilla, 2018.

Aforismos e ideas líricas se titula el volumen que publica La Isla de Siltolá con la selección que ha hecho José Luis Morante de los aforismos que Juan Ramón Jiménez tenía previsto recoger en Ideolojía (1897-1957), un proyecto al que dio forma definitiva  en 1990 Antonio Sánchez Romeralo. 

Sobre ese corpus aforístico juanramoniano –unos cuatro mil aforismos-, José Luis Morante ha seleccionado una quinta parte, algo más de ochocientos, organizados en las seis secciones cronológicas que Juan Ramón Jiménez proyectó para componer Ideolojía en estos seis libros:

Libro 1 (1897-1909) «Orden en lo esterior, inquietud en el espíritu»; Libro 2 «Raíces y alas, pero que las alas arraiguen y vuelen las raíces a continuas metamórfosis»; Libro 3 (1919-1929) «Actual, es decir clásico, es decir eterno»; Libro 4 (1929-1936) «Somos andarines de órbitas. No podemos llegar a fin alguno, ni, claro es, a nosotros mismos»; Libro 5 (1936-1949) «El olvido no pierde nada, todo lo atesora, y si merecemos la memoria, ella nos dará la llave del olvido»; Libro 6 (1949-1954) «Lo permanente nos mira sólo con el alma de lo sucesivo que ha pasado por su cuerpo»

 “Me gusta mucho el aforismo y lo he cultivado siempre, desde mis 19 años”,  escribió Juan Ramón en un apunte que completó con este aforismo: Soy amigo de la síntesis. Por eso prefiero la rosa a la rosaleda, el ruiseñor a la ruiseñora, el aforismo a la monserga ensayística, la lírica a la épica.

En su proyecto de Ideolojía, Jiménez integró pensamientos, sentimientos e ideas líricas -bajo ese título también pensó publicar sus aforismos-, sentencias breves que llegan a su máxima condensación en los años 20, en la época intelectual y despojada de Juan Ramón, para irse alargando desde los años 30, como ocurre con su verso. 

Y es que, como explica José Luis Morante, “entre la voz lírica y la paremia de Juan Ramón Jiménez existe una interacción activa. Los aforismos ayudan a entender el proceso de escritura de la magna obra y su identidad interna.”

Ética y estética, crítica y creación, notas sobre poesía y poetas son algunos de los centros de interés de la gran variedad temática de estos aforismos, de una escritura plural que aquí encuentra su mejor cauce y en la que el núcleo es, claro, la poesía:

Siempre preferí y sigo prefiriendo la poesía penetrante a la llamada poesía profunda, la poesía que entra honda y hondo por ser punzante y segura.

Entiendo que lo natural en el artista es ser poeta en la primera mitad de su vida y crítico, filósofo en la segunda.



Chateaubriand.
Memorias de ultratumba.
Selección y prólogo de Arturo Ramoneda.
Traducción de J. Zamacois.
Alianza editorial. Madrid, 2018.

“Chateaubriand une, sin cesar, en las Memorias de ultratumba, sus experiencias pasadas y presentes, lo individual y lo universal, su vida doméstica y su existencia de estadista”, escribe Arturo Ramoneda en el prólogo que precede a su significativa selección que reedita El libro de bolsillo de Alianza Editorial con traducción de J. Zamacois. Una selección que en algo más de quinientas páginas recoge lo más significativo de las Memorias de ultratumba 

Desde un castillo en la Bretaña francesa hasta Praga pasando por el exilio en Londres, desde el Antiguo régimen hasta la restauración de la monarquía pasando por la revolución francesa, el Terror de 1793 y el bonapartismo, las Memorias de ultratumba son la crónica de un cambio de siglo crucial en la historia de Europa.

Chateaubriand (1768-1848), padre del Romanticismo francés y apóstol de la antimodernidad, reflejó en ellas no sólo esas transformaciones, sino su propia perplejidad ante el final de un mundo y el inicio de otra época. Se movió entre dos aguas, la del pasado feudal y aristocrático y la modernidad burguesa. Y lo hizo asumiendo las contradicciones entre sus ideales rousseaunianos y su actividad contrarrevolucionaria, llena de resabios feudales y prejuicios de clase.

Por encima de la diversidad de tiempos, espacios y temas, las Memorias de ultratumba reflejan una intensa unidad narrativa y se someten a un diseño general revisado y reelaborado en varias ocasiones como una febril obra en marcha, con una tensión entre historia e individuo, entre presente y pasado semejante a la que se produce en ellas de cruce de novela y ensayo.

Con la actitud victimista y desorientada que caracteriza a la melancolía romántica, fiel al modelo del héroe maltratado por el destino adverso, Chateaubriand hace desfilar por el mundo y por su mundo las jornadas revolucionarias y la figura de Dante, Dios y la muerte, el exilio y las traiciones, la imaginación y las conspiraciones, las cataratas del Niágara y Napoleón, los Borbones y los canónigos de Würzburg, Praga y Cádiz, el cólera y la vida en París.

El Louvre de la literatura llamó Francis Ponge a estas Memorias que sirvieron de ejemplo a Proust en su recuperación del tiempo perdido y que llevaba inverosímilmente Maqroll el Gaviero en sus viajes, más por la simpatía de Mutis que por el escaso gusto lector del personaje.

Porque, como recuerda Arturo Ramoneda al final de su prólogo, esta obra ha tenido siempre una buena acogida en el ámbito hispánico, de Pérez Galdós a Álvaro Mutis, de Baroja a Ortega y Gasset o a Luis Alberto de Cuenca.


Javier Cercas.
Soldados de Salamina.
Edición de 
Domingo Ródenas de Moya.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2017.


Soldados de Salamina podría resumirse como la historia de un tipo de mi generación que al principio del relato, como tanta gente de mi generación en los años del cambio de siglo, está harto de casposas novelas y películas sobre la guerra civil y piensa que ésta es algo tan remoto y tan ajeno a su vida como la batalla de Salamina, y que al final del relato comprende su error, comprende que la guerra civil no es pasado sino presente o una dimensión del presente sin la cual el presente -el presente colectivo pero también el individual- es inexplicable”, escribía Javier Cercas en el epílogo a la edición revisada y corregida de Soldados de Salamina que se publicó en 2015.

Ese texto figura como uno de los seis apéndices que cierran la edición de la novela en Cátedra Letras Hispánicas. 

Preparada por Domingo Ródenas de Moya, que toma como base esa segunda edición, se reproducen en los apéndices una serie de materiales que orientan al lector hacia una mirada más amplia sobre el origen y la repercusón de Soldados de Salamina: ‘El sueño de los héroes’, el artículo de Mario Vargas Llosa que apareció en El País el 3 de septiembre de 2001, que fue el primer reconocimiento importante de la novela; el irónico ‘Decálogo apócrifo del escritor de éxito’ que Cercas publicó cinco años después; un artículo de Eugenio Montes el 9 de febrero de 1939 en La Vanguardia sobre el fusilamiento fallido de Rafael Sánchez Mazas y dos poemas, uno de Borges y otro de Thomas Hardy.

Esos seis apéndices rematan esta estupenda edición anotada de Soldados de Salamina elaborada por Domingo Ródenas de Moya, que ha puesto al frente de ella un largo estudio introductorio de casi doscientas páginas que constituyen la mejor aproximación crítica a la novela de Javier Cercas.

Tras destacar que en Soldados de Salamina confluyen “la historiografía, la memoria y la imaginación literaria con el compromiso moral con los olvidados”, en esa introducción Domingo Ródenas recuerda que "la asombrosa difusión y repercusión de la novela puso de manifiesto, además, que era posible concebir un maridaje hasta ese momento muy difícil entre un producto literario sofisticado, de riguroso diseño formal y semánticamente complejo, y las grandes cifras de ventas. Alta literatura y bestseller encontraban en Soldados de Salamina un inopinado punto de acuerdo y, sin que ello sea contradictorio, de conflicto.”

Esta edición es una inmejorable manera de volver a una novela imprescindible, de la que el propio autor afirmaba en Diálogos de Salamina, el libro que recogía las conversaciones con David Trueba, que dirigió la adaptación al cine:

“La novela, básicamente, habla de los héroes, de la posibilidad del heroísmo; habla de los muertos, y del hecho de que los muertos no están muertos del todo mientras haya alguien que los recuerde; habla de la búsqueda del padre, de Telémaco buscando a Ulises; habla de la inutilidad de la virtud y de la literatura como única forma de salvación personal.”


Luis Rosales.
Aforismos extraídos. 
Edición de Enrique García-Máiquez.
La isla de Siltolá. Sevilla, 2018.


Lo he sabido después: lo vivo era lo junto, escribía Luis Rosales en un texto memorable de El contenido del corazón.

De ese libro y del resto de su obra poética, entre Abril y las tres entregas de La carta entera, ha ido espigando Enrique García-Máiquez la amplia serie de fragmentos que componen su edición de Aforismos extraídos de Luis Rosales que publica La Isla de Siltolá.

“El aforismo rosaliano cumple una voluntaria función estrictamente poética”, sostiene el editor, y eso explica que esté menos presente en su prosa que en su poesía, de la que se han extraído estos aforismos. 

Pese a que se han sacado del contexto poético del poema o del verso al que pertenecen, estos aforismos dan idea cabal de la potencia expresiva de Rosales, de su intensidad emocional y de su tono frecuentemente sentencioso.

Hay que darse a la vida como el agua a la arena (Abril). 

El tiempo es un espejo en que te miras (Rimas). 

La muerte no interrumpe nada (La casa encendida). 

Toda vida auténtica descansa en la tristeza (El contenido del corazón). 

La imprecisión es el infierno conocido (Diario de una resurrección). 

Tropiezo con el mundo y no lo veo (La almadraba). 

Un muerto nunca se acaba de enterrar (Un rostro en cada ola). 

Lo humano es siempre superior al hombre (Oigo el silencio universal del miedo).

Son algunos de los más significativos aforismos que se recogen en este volumen que -explica García-Máiquez- “quisiera llevar al lector a sus poemarios o, mucho mejor, que el lector viniese de ellos, predispuesto a celebrar aquí la sabiduría poética y humana que velan por la tensión de los libros, como quien comenta los mejores momentos de una película o las mejores pinceladas de un cuadro."

Cavafis. 
Antología poética.
Edición de Pedro Bádenas.
Alianza Editorial. Madrid, 2018.

El libro de bolsillo de Alianza Editorial publica la segunda edición, revisada, de la Antología poética de Cavafis, que incluye 165 poemas, los 154 canónicos autorizados por el poeta y otros once que aportan una muestra muy representativa de su poesía.

El responsable de la edición, Pedro Bádenas de la Peña hizo el año pasado una revisión sistemática y una renovación de sus traducciones anteriores, que, como explicó el año pasado al presentar una nueva edición crítica de la obra completa de Cavafis, ha mantenido vivas y abiertas a reconsideración y mejora.

La organización temática de esta muy manejable antología facilita al lector la entrada en el rico mundo poético del poeta alejandrino. Por eso, a partir de unos ejes fundamentales (Pensamiento, Historia antigua, Estética, Poética y Erótica) se suceden los temas centrales de su poesía: el destino, la soledad, el amor, la identidad, la vejez y la muerte, aunque –como destaca Bádenas en su Introducción- “el arte de la escritura cavafiana radica en cómo nos dice las cosas, no en lo que dice. El secreto de su poesía es entonces el tono de su voz.”

Pocos poetas tendrán tantos poemas tan memorables y tan intensos como Ítaca ( "Ten siempre a Ítaca en tu mente./ Llegar allí es tu destino" ), como El dios abandona a Antonio ( "Sobre todo no te engañes, no digas que fue / un sueño, que tu oído te engañó") o Idus de marzo ( "Teme, alma mía, la grandeza" ) o como los más antiguos Murallas ( "Sin sentirlo, fuera del mundo me cercaron" ) o La ciudad, el poema que Cavafis prefería de entre los suyos, el primero de sus poemas canónicos, que se cerraba con estos versos desolados:

No hallarás nuevas tierras, no hallarás otros mares.
La ciudad te seguirá. 
Vagarás por las mismas calles. 
Y en los mismos barrios te harás viejo;
y entre las mismas paredes irás encaneciendo.
Siempre llegarás a esta ciudad. Para otra tierra -no lo esperes-
no tienes barco, no hay camino.
Como arruinaste aquí tu vida,
en este pequeño rincón,
así en toda la tierra la echaste a perder.

Además de las espléndidas traducciones de los textos, el antólogo ha incorporado al pie de cada poema notas breves pero muy esclarecedoras, que orientan al lector en el complejo mundo de referencias históricas, literarias o biográficas sobre las que se sostienen los poemas de esta antología pensada para "ofrecer al lector, mediante la selección y ordenación de los poemas, la imagen que considero responde fielmente a la personalidad intelectual y artística del autor."



Francisco Brines. 
Antología poética.
Introducción y selección de Ángel Rupérez.
Alianza Editorial. Madrid, 2018.

El libro de bolsillo de Alianza Editorial publica una amplia antología de la obra poética de Francisco Brines, una de las voces imprescindibles que en el último medio siglo ha ido creando una sólida poesía contemplativa marcada por un constante tono elegiaco matizado a veces con algún acento hímnico o con impulsos epicúreos. 

La ha preparado Ángel Rupérez, que se ha ocupado de la selección de los textos, que presenta en una Introducción en la que hace un recorrido por la evolución de la poesía de Brines, de la que afirma que “puede leerse enteramente como un viaje de ida y vuelta”en el que “el amor, a pesar de sus exaltaciones y sus arrebatadores espejismos, acaba fallando -por degradación, por acabamiento, por distancia, por muerte- y en consecuencia, ante el vacío que deja, limítrofe con el más radical desamparo, se produce como reacción salvadora el regreso al lugar de origen, el más importante de todos, el que recibe el nombre más inmaculado que aparece en estos poemas: la infancia.” 

Entre Las brasas y La última costa, con libros intermedios tan fundamentales como Insistencias en Luzbel o El otoño de las rosas, la reflexión sobre el tiempo constituye el eje temático de la poesía de Brines, que agrupó en 1997 su poesía completa bajo un significativo título: Ensayo de una despedida. 

El tiempo y el paisaje, la memoria y el amor, la soledad, la fugacidad de la vida y el sentido de la existencia son el centro espiritual de una poesía en la que hay un constante equilibrio entre lo físico y lo ético y que el poeta ha resumido así: “El conjunto de mi obra es una extensa elegía.” 

Planteada como forma de conocimiento y como lamento de las pérdidas, la poesía de Brines se levanta como una expresión depurada de la materia existencial, como elaboración verbal de la sentimentalidad objetivada y de las sensaciones tamizadas por la inteligencia. Porque Brines entiende la poesía como el dibujo de un retrato opaco que perfila el contorno moral y biográfico del poeta con su mezcla de reflexión y pasión sobre el fondo de luz y sombra de la realidad. 

De esa lucidez y esa intensidad se alimenta su obra, porque –como él mismo explica- “estimo particularmente, como poeta y lector, aquella poesía que se ejercita con afán de conocimiento, y aquella que hace revivir la pasión por la vida. La primera nos hace más lúcidos, la segunda, más intensos.” 

Esas dos líneas en las que se cruzan la vida y la muerte, la memoria del tiempo fugaz y el amor más fugaz aún, el deseo y el abandono, conviven en la poesía de Francisco Brines y quedan reflejadas en todos sus matices en esta amplia antología, que es una nueva puerta abierta al conocimiento o al reencuentro con su obra, a la que se añaden diez poemas del libro inédito Donde muere la muerte.



Luis Landero, 
Juegos de la edad tardía.
Edición de Elvire Gómez-Vidal Bernard.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2018.

Hace casi treinta años, en 1989, Juegos de la edad tardía, la sorprendente opera prima de Luis Landero, doblemente reconocida con el Premio de la Crítica y el Nacional de Narrativa, marcó un hito en la novela española del último cuarto del siglo XX. 

Con una asimilación madura de la tradición del relato oral y de la mejor narrativa europea y americana, la huella de Cervantes es la que se percibe más claramente en la obra: de él aprendió Landero no sólo un humor desolado, sino  la importancia del tono oral, porque, igual que el Quijote, Juegos de la edad tardía es una novela que se oye a la vez que se lee y la voz del narrador es la de quien habla más que la de quien escribe. Y, como en el Quijote, el núcleo de la obra lo constituyen las tensiones entre la ficción y la realidad: la insatisfacción es el motor que el protagonista pone en marcha para conseguir el triunfo de la imaginación que se imponga a la vida rutinaria.

Como Don Quijote, su protagonista, el imaginativo Gregorio Olías, juega a ser otro y se reinventa en la figura ficticia del ingeniero y poeta Augusto Faroni. A partir de ahí Gregorio inventa una historia de la que, como Don Quijote, es a la vez narrador y protagonista: la biografía ficticia de Faroni. Y así un narrador se superpone a otro para construir una novela dentro de otra, con un sistema de cajas chinas que recuerda también el sistema narrativo del Quijote y reivindica el placer de contar, instigado también por la figura sanchesca del ingenuo Gil/Dacio -entregado a la causa de Faroni como Sancho a la de Don Quijote- para levantar frente al  mundo un muro que defienda la vida fantástica de la mediocridad de la existencia real: y otra vez comprendió que estaba levantando un parapeto de urgencia que lo defendiese de las asechanzas del mundo.

Organizada en tres partes y un epílogo, Juegos de la edad tardía tiene como fecha clave el 4 de octubre. Ese es su  eje temporal: hay un antes y un después de ese día en la vida del protagonista y en la novela, que tiene como eje espacial la escalera, encrucijada de subida o de bajada, del viaje hacia la altura o hacia la profundidad, hacia el triunfo o el fracaso.

Pero todo el universo narrativo de Juegos de la edad tardía gira alrededor del protagonista y de su esfuerzo, a veces desalentado, por hacer coincidir la realidad y la ficción y de su gusto por fabular y contar: la trama, el resto de personajes, los incidentes, las bifurcaciones de historias, las encrucijadas narrativas que hacen de esta novela una obra caudalosa en acontecimientos y criaturas inolvidables. 

La edición, espléndidamente anotada, de Elvire Gómez-Vidal Bernard en Cátedra Letras Hispánicas, se abre con un amplio y profundo estudio introductorio que sitúa Juegos de la edad tardía en el contexto literario de la época en la que se publicó, como parte de la revitalización de la novela española desde los años 70 a través de la recuperación del argumento, el personaje y la narratividad.

Y después de esa contextualización, la introducción analiza la arquitectura de la obra y su andamiaje secreto, la relación entre el juego y la creación literaria, el arte narrativo de Luis Landero y la evolución de su mundo literario, presente ya en esta su primera novela. 


Santos Domínguez

21 mayo 2018

Feria del libro de Madrid. Narrativa



Agustín Fernández Mallo.
Trilogía de la guerra
Seix Barral. Barcelona, 2018. 

“Damos por supuestas tantas cosas”, afirma el narrador en la frase que abre el primer libro de la Trilogía de la guerra, con la que Agustín Fernández Mallo ganó el Premio Biblioteca Breve de Novela de 2018 que publica Seix Barral.

Una novela ambiciosa y arriesgada que proyecta una nueva mirada para elaborar un mundo narrativo en torno a la guerra civil española, la guerra de Vietnam y el desembarco de Normandía. Esos son los tres ejes que articulan los libros en los que se organiza la Trilogía a través de tres narradores en primera persona: un escritor, un astronauta excombatiente en Vietnam y una mujer que como ellos viaja al pasado para explicarse el presente.

Desde esa triple perspectiva subjetiva se elabora un texto que adquiere su sentido global en el conjunto, en la composición de un mosaico repleto de imágenes gráficas y literarias en torno a la devastación y la barbarie, las ruinas y las desolaciones. 

Entre lo narrativo y lo ensayístico, entre la historia y la ficción, la ciencia y política, la novela se convierte así en un caleidoscopio que propone una reflexión sobre la realidad, la historia y el presente y perfila un mapa moral del mundo contemporáneo. 

Desde la isla de San Simón en la ría de Vigo, con los restos de un campo de concentración que fue escenario de torturas y fusilamientos; desde Manhattan o desde la costa fractal de Normandía, tres historias, tres guerras y tres narradores que establecen una red de conexiones insospechadas, un entramado de relaciones entre lugares y personajes, entre distintos tiempos o entre los vivos y los muertos.




Horacio Quiroga.
Cuentos de la selva.
Ilustraciones de Antonio Santos.
Nórdica Libros. Madrid, 2018.

Cuando se cumple el centenario de publicación de los Cuentos de la selva de Horacio Quiroga, Nórdica publica una bellísima edición ilustrada con numerosos dioramas de Antonio Santos, autor también del prólogo, en donde escribe:

“Quiroga, que poseyó una chacra de casi doscientas hectáreas en la provincia de Misiones, se enamoró de estas selvas y en muchos de sus cuentos hablan los animales que las habitan. El tapir, el aguatí, el jaguar, el puma, el carpincho, el oso hormiguero, el manatí y pájaros de plumaje, que ni nuestros sueños más alucinados hubieran podido imaginar, son los protagonistas de historias donde la naturaleza se revuelve y lucha por no perder sus derechos. Y vence en muchas ocasiones. (...) Dicen que a veces, algunas noches, en su querida Misiones, se escucha el eco de su voz entre la vegetación movida por el viento. Para oírle, hay que cerrar los ojos y respirar profundamente, como cuando olemos un cuerpo cálido que, plácidamente, duerme a nuestro lado.”

Tigres y anacondas, tucanes y flamencos, peces y flores habitan los ocho Cuentos de la selva, en los que los animales hablan, pero no a la manera humana de las fábulas morales, sino como el reflejo de la naturaleza, con un lenguaje ecológico y conservacionista que contrasta con el lenguaje destructor y agresivo del hombre.

La selva de Misiones, en cuya cercanía pasó Horacio Quiroga varios años, es aquí el ámbito del diálogo y la aventura. “Había una vez”, entre la realidad y la fantasía, la crítica y el humor, el amor y la crueldad, la solidaridad y la guerra, una tortuga gigante y un loro pelado, vengativo y temerario, flamencos con medias y yacarés en guerra para salvar su río de los hombres, el río Yabebirí y una abeja haragana, dos cachorros de hombre y dos cachorros de coatí.

En apéndice, como en un álbum, se ordenan  las cuarenta y dos escenas de animales que pueblan esta inolvidable selva de Horacio Quiroga ilustrada por Antonio Santos.



Honoré de Balzac.
La Comedia humana.
Volumen VII.
Traducción de Aurelio Garzón del Camino.
Hermida Editores. Madrid, 2018.

Con traducción de Aurelio Garzón del Camino, Hermida Editores publica el séptimo volumen de La Comedia humana de Balzac, con la segunda entrega de las Escenas de la vida de provincia.

Un conjunto de cinco novelas pertenecientes a la serie Los solteros, como Pierrette, la historia trágica de una joven huérfana, víctima de las ambiciones y la avaricia de los dos primos solteros a los que sus abuelos le habían encomendado su cuidado. Con el telón de fondo de las luchas políticas en una vieja ciudad medieval entre legitimistas y liberales, es –como las otras novelas de la serie- una crítica ácida del celibato.

Esa crítica de la soltería y las ambiciones recorre también El cura de Tours, una novela ambientada en la ciudad donde nació Balzac que gira en torno al inocente y egoísta abate Birotteau y a la vieja señorita Gamard, la solterona dueña de la pensión en la que se hospeda. 

La hipocresía y las rivalidades, el contraste entre la ingenuidad y la astucia unen esta novela corta con otra de las que recoge este volumen: La solterona, que narra la historia -más cómica que trágica- de una heredera rica, la señorita Cormon, asediada por dos pretendientes que representan el choque entre los partidarios del Antiguo Régimen y los republicanos, un conflicto político que es el eje de El Gabinete de los Antiguos, centrada en la nobleza rural desplazada por la Revolución.

Esa Revolución fue el origen de la riqueza de los Rouget, cuya historia familiar se cuenta en Un hogar de soltero, que aunque poco conocida es una de las mejores novelas de La Comedia humana. Ambientada en los círculos burgueses de Issoudun, esta historia de ambiciones y herencias que Victor Hugo definió como una obra maestra permitió a Balzac crear con Philippe Bridau uno de sus personajes más complejos, odiosos e inolvidables.

Y al fondo siempre la provincia y sus costumbres: Provins, Tours, Issoudun o Alençon se convierten en estas novelas en los escenarios del análisis crítico de la vida provinciana, de las pequeñeces, la sordidez y la soltería.




Arturo Úslar Pietri. 
La isla de Róbinson.
Drácena. Madrid, 2018.

"Había descubierto entonces que él también era Róbinson. En mitad de la ciudad, o en mitad del mundo. Solo en su isla aprendiendo a ser hombre y a valerse, tan perseguido por la mala suerte. En una aventura continua que siempre terminaba mal. Solo, en medio de la intemperie amenazante. Teniendo que hacérselo todo. Aprender su nombre, su sitio, el sentido y las posibilidades de lo que lo rodeaba", escribe Arturo Úslar Pietri en La isla de Róbinson, la novela que publica Drácena.

Considerada desde su aparición en 1981 la más madura y mejor realizada de las novelas de Úslar Pietri, mereció el Nacional de Literatura de Venezuela y es una biografía novelada que reivindica la figura olvidada e incomprendida de Simón Rodríguez, el maestro caraqueño de Simón Bolívar, su mentor intelectual y su consejero en materia de educación, que “por más de veinte años dejó de llamarse Rodríguez y se llamó Róbinson. Fue entonces cuando descubrió la isla. Cuando se metió en ella para no salir más nunca. La isla de soledad donde sólo llegaban los naufragios. Había que volver a aprender, como aprendió Róbinson, a vivir solo y a valerse de sus propios medios. Hacerlo todo para no depender de nadie. Con restos de naufragio.”

Simón Rodríguez defendió un proyecto educativo renovador para hacer del hombre latinoamericano un ciudadano dueño de su destino, porque era consciente de los errores que habían malogrado otros momentos históricos: “cambiar el gobierno pero no cambiar las costumbres. Ese es el error de las revoluciones. Cambian las leyes pero no tocan la escuela. Tiempo perdido.” 

“Todo empezó con un libro”, se dice en la novela, una narración retrospectiva desde el lecho de muerte. Ese libro es el Emilio o De la educación, de Rousseau, en cuyas ideas fundamentará sus concepciones de la renovación pedagógica puesta al servicio del progreso individual y social.

Novela histórica, relato de viajes que recorre América y Europa y tiene su punto culminante cuando Simón es testigo del juramento libertador de Bolívar en el Monte Sacro de Roma, y reflexión sobre el pasado y el presente de América, La isla de Robinsón rememora aquel proyecto ilustrado que con su fracaso originó la larga secuela de dictadores que han lastrado la historia latinoamericana desde su independencia: 

“Se podría hacer la historia -dice el protagonista cuando ha visto fracasar su plan educativo- de uno de estos logreros surgidos con la independencia. Cualquiera que escogiéramos al azar serviría para el caso. Uno de tantos hombres sin formación, sin principios, sin ideas. Usted y yo los hemos conocido por centenares, bastaría con acercarse a la casa de gobierno de la más modesta capital para topárselos en su faena. Algunos han tenido valor personal, otros ni siquiera eso. Simple atrevimiento para trepar y arrebatar, ayudados por su propia ignorancia. Pero son liberales, ¿qué quiere usted? Son los campeones de la democracia y de la igualdad.” 

Ideólogo visionario y pedagogo adelantado a su tiempo, Simón Rodríguez tuvo a veces un comportamiento estrafalario y siempre un temperamento difícil. Y la novela explora el carácter contradictorio y complejo de aquel intelectual al que llamaron el Sócrates de Caracas, su soledad constante, el desengaño de sus proyectos, su condición de desarraigado y de náufrago de una utopía pedagógica a la deriva en una balsa: 

“Cuando leyó la historia de Róbinson Crusoe, se dio cuenta de que él también, a su manera, había sido un náufrago aventado en una isla. Una isla grande y desconocida.”




F.M. Dostoyevski.
Los demonios.
Edición de Ricardo San Vicente.
Traducciones de Luis Abollado y Ricardo San Vicente.
Prólogo de Augusto Vidal.
Epílogo de Monika Zgustova.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2017.

Con edición de Ricardo San Vicente, Galaxia Gutenberg publica Los demonios, la que  para Pietro Citati es la mejor novela de Dostoyevski, superior en perfección y en intensidad a Crimen y castigo y a Los hermanos Karamazov.

Es una crítica profética del socialismo y el anarquismo y de las construcciones de la utopía que tiene como telón de fondo la fuerte presencia en la sociedad rusa de aquellos demagogos de la nueva fe integrados en los círculos revolucionarios de los que formó parte el propio Dostoyevski.

En ese sentido, es un ajuste de cuentas con su propio pasado, con una militancia que le llevó a la condena a muerte y a un largo cautiverio de trabajos forzados en Siberia. Tenía 50 años cuando la publicó con un gran éxito de ventas y una acogida polémica, pues le valió el rechazo de la izquierda y el reconocimiento entre los sectores reaccionarios, que empezaron a invitarle a publicar en sus medios y a participar en sus fiestas.

“En Los demonios Dostoyevski quería demostrar que el ateísmo y el socialismo son ajenos al pueblo ruso y hasta incompatibles con su naturaleza. Según Dostoyevski, en Rusia era inútil intentar establecer un régimen social sin Dios, basado exclusivamente en la ciencia y en la razón”, escribe Augusto Vidal en su prólogo sobre la historia y la prehistoria de Los demonios, una novela en la que –concluye- “la preocupación política, ‘tendenciosa’, llevó a Dostoyevski a olvidarse, quizá por primera y última vez, de los ‘humillados y ofendidos’, por los que tuvo siempre tanto interés, tanta comprensión y tanto afecto.”

Además de una obra crucial en la trayectoria de Dostoyevski, Los demonios es una  brillante manifestación de su capacidad como novelista: la arquitectura de su construcción en tres partes, la modulación de la intriga, la densidad de la acción, la intensidad de los diálogos, la complejidad de los personajes, la importancia de los puntos de vista y de las voces de los personajes hacen de esta novela una de las cimas de su narrativa.

Lo político y lo psicológico se entrecruzan en dos tramas desarrolladas por personajes brutales y fascinantes -Verjovenski y Shátov, Stavroguin y Tijon- en torno a los que se construye esta novela política en la que el análisis psicológico convive con la crítica ideológica y moral.

La edición incluye en apéndice la confesión de Stavroguin que Dostoyevski retiró de la versión definitiva de la novela, y se cierra con un epílogo –‘La novela que anticipó nuestra época’- de Monika Zgustova, que presenta Los demonios como una novela premonitoria, “una de las novelas más modernas del siglo XIX”, porque anticipa no sólo las corrientes literarias posteriores, sino la situación de Rusia y Europa a lo largo del siglo XX y el fenómeno del terrorismo contemporáneo: “Los demonios se puede leer en clave de una defensa de la libertad y como una crítica acérrima, una advertencia y una premonición del Estado totalitario que tardaría medio siglo en producirse.”




Colm Tóibín.
The Master. 
Retrato del novelista adulto.
Traducción de María Isabel Butler de Foley.
Lumen. Barcelona, 2018.


Algunas veces, por la noche, soñaba con personas que ya habían muerto, rostros familiares u otros, medio olvidados, que evocaba fugazmente. Cuando se despertaba, antes del amanecer, no se oía ningún sonido ni se percibía movimiento alguno durante varias horas. Se tocaba los músculos del cuello, agarrotados, y notaba que tenía los dedos rígidos y entumecidos, aunque no le dolían. Al mover la cabeza, oía el crujido de las vértebras. Estoy como una puerta desvencijada, se decía. Sabía que necesitaba dormir. No podía permanecer despierto tantas horas. Quería dormir, penetrar en una deliciosa ausencia de luz, en una oscuridad que no fuera excesiva, un lugar apacible, sin amenazas ni gente, sin presencias desasosegantes…

Así comienza The Master. Retrato del novelista adulto, la espléndida novela que Colm Tóibín publicó en 2004 y que acaba de recuperar Lumen con la traducción que María Isabel Butler de Foley publicó en 2006 en Edhasa.

Una novela excepcional sobre Henry James que reconstruye desde dentro la biografía del novelista en cuatro años esenciales en su vida y en su madurez creadora: entre enero de 1895 y octubre de 1899, entre su fracaso público como dramaturgo y el momento en que se retira para empezar a escribir sus mejores obras, aunque el horizonte temporal se amplía con las frecuentes rememoraciones del pasado, con una evocación de los años anteriores, determinantes en su formación, y al ambiente familiar que le marcará decisivamente.

Con una mirada interior, atenta más que a los hechos externos a los recuerdos, a los sueños, a la conciencia y al análisis psicológico, Colm Tóibín se pone en la piel de Henry James para presentar con una admirable sutileza el sustrato vital que alimentó su escritura y sobre el que se construye su mundo literario.

Por eso, The Master no es un simple retrato novelado del autor del Retrato de una dama, sino un relato que aborda en profundidad la relación de la vida y la ficción, los fantasmas personales del escritor, el sentimiento de pérdida y la escritura como curación, la conciencia del artista, su sexualidad oculta y reprimida, la importancia de la memoria y el retorno del pasado que explica el presente.

Aunando la sutileza con la hondura psicológica y con una admirable destreza para construir una narración muy fluida en su desarrollo, Tóibín reconstruye el trazado de un personaje complejo como Henry James, aborda su frialdad sentimental, su ambigüedad sexual y emocional o sus contradicciones con una maestría que quizá alcanza su momento más alto con la inolvidable escena en la que Henry James se deshace en la laguna de Venecia de los vestidos de su amiga muerta.






José Antonio Ramírez Lozano.
El camello de oro. 
Carpe Noctem. Madrid, 2018.

El espíritu de las parábolas evangélicas, alegorías narrativas de cánones de comportamiento, sobrevuela las páginas de El camello de oro, la última novela de José Antonio Ramírez Lozano que publica en su cuidada colección de narrativa la editorial Carpe Noctem.

Y también el protagonista, Ginés Vadillo, hace una lectura de las circunstancias en clave de parábola, la materia narrativa con la que da sentido al mundo desde la religión, desde la fe y la caridad como inversión. 

Ginés Vadillo, su protagonista, es un hombre de fe que se toma al pie de la letra eso de que la fe mueve montañas y se especializa en retroexcavadoras que le convertirán en un nuevo rico con su trabajo de demolición. Es la consecuencia de los tiempos de crisis tras la burbuja inmobiliaria que arruina a unos y enriquece a otros como Ginés y su socio Juan Lineros, con el que funda la empresa de demoliciones Creyentes Reunidos, S.L. 

La congoja de Ginés y Juan Lineros a partir de la alusión del evangelista es el  motor que impulsa el argumento de la novela, porque a partir de esa preocupación sobrevenida, comienza otra empresa de demolición, pero ahora ya  de frases del Evangelio que no están ya a la altura de las circunstancias. Con ese propósito organizan en Sevilla un congreso de ricos europeos que no están dispuestos a jugarse el cielo por serlo y proponen la revisión de la palabra escrita en los evangelios para reinterpretar la dichosa imagen del camello y la aguja, para acomodarla a sus intereses y tranquilizar sus conciencias.

Y no tardan en encontrar una solución: unas enormes agujas que cosan el cielo a la tierra, para que quepan por su ojo un camello y un rico. La prueba con camellos reales traídos de Damasco fracasa junto a las murallas del Alcázar sevillano y otra vez se cruzarán como en un juego el sentido literal y el sentido figurado para hallar la solución, que está en el hilo de oro bordado por la mujer de Ginés, Teresa, que a falta de un monólogo interior que hubiera sido inverosímil habla consigo misma a través de los muebles y los electrodomésticos de su casa. 

Porque en El camello de oro viven criaturas creíbles, trazadas con la agilidad narrativa habitual en el autor. Y vibra también la lengua viva de los diálogos fluidos en esta novela en la que la razón narrativa se convierte en razón alegórica de algo más profundo: la interpretación de la realidad actual y de un modelo social en demolición desde la perspectiva irónica, distante y benévola, que es habitual en la literatura de Ramírez Lozano.     



Julia Otxoa.
Confesiones de una mosca.
Menoscuarto. Palencia, 2018.

"El escalador asciende sin cuerdas por la pared de roca, está solo, únicamente ayudado por sus manos que arañan cada mínimo punto de apoyo para seguir hacia lo alto. Es joven, pero al cabo de una hora de duro esfuerzo la fatiga comienza a presentarse en una debilidad creciente en sus brazos, en los cada vez más frecuentes calambres de sus piernas, que le ponen al borde de una caída que podría ser mortal desde esa altura y él lo sabe, pero sigue ascendiendo, aunque sus manos se equivoquen y se sujeten a puntos de apoyo que no lo son y las piedras soltándose de pronto le recuerden que está al límite de sus fuerzas y que no fue buena idea venir sin cuerdas. Mira hacia lo alto, le quedan escasos metros para llegar, allí en el borde del despeñadero, asomados, esperando que caiga como antes lo hicieron otros escaladores, expectantes le observan una veintena de buitres, en sus fijas miradas ansiosas la espera del festín."

Así comienza El escalador, el cuento que abre Confesiones de una mosca, un volumen de relatos breves y microrrelatos de Julia Otxoa que publica Menoscuarto, que ofrece una excelente muestra de la escritura parabólica de la autora, de la estirpe kafkiana de sus apólogos y fábulas en cuentos como Rhodon o Agenda diplomática o en la figura del escalador sin cuerda hacia el abismo que abre el conjunto de más de cincuenta textos que cierra el espléndido Pájaro llovedor, donde brillan el cuidado estilístico y la potencia verbal de la prosa de Julia Otxoa.

Con la huella superrealista que se percibe en el cuento que da título al conjunto, con la crítica social de Decorados, Una nueva era o Zoco, los finales sorprendentes de Cena de Navidad, Primer encuentro o Noche de gala, el lirismo de Canción de cuna o Danza blanca o el carácter onírico de Accidente o El vuelo de la fatiga, la imaginación simbólica ilumina la realidad y la interpreta.

Con humor irónico y amargo, con la distancia objetiva de la tercera persona o con la cercanía del narrador subjetivo que a veces aprovecha la estructura epistolar, estos relatos son una ocasión para “percibir la lucidez, tantas veces desazonadora, con que la ficción nos enfrenta con la realidad, con la vida. Una contribución brillante y gozosa, en su lectura, para que la soledad sea más llevadera,” como escribe en el prólogo Luis Mateo Díez.


Manuel Longares. 
Sentimentales.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2018.

Sentimentales, la última novela de Manuel Longares, que publica Galaxia Gutenberg, es un espléndido y divertido homenaje a la música clásica en una obra elaborada con la mirada inconfundible y la potente prosa de uno de los mejores novelistas españoles actuales.

Entre el homenaje y la parodia corrosiva, Sentimentales es una novela organizada armónicamente en tres movimientos –Nosotros, Tú y yo, Ellos-, subdivididos a su vez en otras tres partes que tienen como modelo constructivo, la música sinfónica, de cámara o coral. 

Con una perspectiva distante que es la propia de la mirada esperpéntica que apunta siempre al fondo del vaso, la acción transcurre en una ciudad de provincia controlada por el coronel Rodrigo y escindida en dos sociedades musicales rivales: los Septiminos, minoritarios pero influyentes, y los Corcheas, más numerosos. Si aquellos creen que la naturaleza supera al arte, estos están convencidos de que el arte supera a la naturaleza. Completan el panorama social dos agrupaciones filantrópicas -un ateneo beato y un seminario blasfemo- y el periódico provincial quincenal, Antojos y deleites, dirigido por el septimino Camprodón, aerofágico adulador de la autoridad.

Entre conciertos y ensayos, tertulias y lances eróticos, Doña Tecla y el gordo Gandarias, Bienvenido Méndez, biógrafo de Custodio de Abolengo, escritor costumbrista; Aniceto Consuegra, el chamarilero, dueño del café Becuadro; el notario rijoso Sandalio Escapes o Macario, tenor desalojado, son algunos de los briosos sentimentales, alborotados aprendices de músicos y extravagantes melómanos que pueblan las calles de abolida advocación musical de la ciudad mientras esperan la visita de Schubert.

Personajes delirantes, llevados al exceso por la pasión musical, porque la música -que era el telón de fondo de Soldaditos de Pavía y de Operación Primavera- no siempre amansa a las fieras. A ellos les despierta su parte más animal. Además del librero Basilio Santidrián, el corchea más exaltado, director del coro de hiperestésicos, el desenfreno musical de los melómanos habitantes de la provincia lo representa una orquesta de intérpretes acelerados, entre ellos la flautista septimina Armonía Mínguez y el corchea, narrador y pianista Angelín Ibáñez.

Son los locos por la música, los sentimentales desbocados que, como denuncia el apócrifo catalán atribuido a Custodio con que se encabeza la novela, “son un peligro para las familias y las naciones” y que practican un guerracivilismo musical sin tregua. 

Una novela en la que se cruza, como en el esperpento y como en El oído absoluto, lo alto con lo bajo, lo clásico con las coplas populares en una convivencia grotesca de Mozart con el Cocidito madrileño, de Mahler con Antón Pirulero, de una orquesta sinfónica y una agrupación de pulso y púa, de Asturias, patria querida y Chopin, Rubinstein y las estrofas del Himno de infantería, La raspa y Schubert -que tiene una presencia destacada y viviente en la última sección del libro-, El cocherito leré y Beethoven, los estrenos de Tiruri Fly y de la Sinfonía Retaca o una seguidilla y un lied. 

Con el estilo trabajado y el cincelado del párrafo que es habitual en la prosa de Longares, Sentimentales es también y sobre todo una metáfora del mundo, esa orquesta desafinada y ruidosa.




Valter Hugo Mãe.
Hombres imprudentemente poéticos.
Traducción de Martín López-Vega.
Prólogo de Xuan Bello.
:Rata-. Barcelona, 2018.

:Rata- Books publica Hombres imprudentemente poéticos, de Valter Hugo Mãe, con traducción de Martín López-Vega.

Una novela en cuatro partes, organizada en capítulos breves que resaltan la intensidad lingüística de su prosa narrativa y la sutileza estilística de su escritura.

Ambientada en un Japón imaginado y mitológico, su tono es el de una leyenda antigua o el de una parábola sobre la soledad construida con una visión profundamente humana e en torno a personajes como Itaro, el artesano, que lee las profecías de la muerte a través de los animales, y su vecino y enemigo Saburo el alfarero. A partir de ese conflicto, se van sucediendo una serie de breves escenas narrativas centradas en personajes como Matsu, la joven ciega, hermana de Itaro, o la criada Kame. Y un telón de fondo común: el bosque del silencio al que entran los suicidas al pie del monte Fuji.

Con la delicadeza de la escritura, el minucioso trabajo de la palabra, la atención al detalle, a la imagen y al ritmo de la frase, la tonalidad poética de la novela es una revelación de las epifanías de la luz y la naturaleza.

“Estamos -escribe Xuan Bello en el prólogo- ante un prodigio donde palabra, intuición y descripción se agavillan en un haz en busca de la iluminación del lector. Hombres imprudentemente poéticos es una novela concebida como un poema, tal y como se han concebido todas las grandes novelas dignas de mención.”

Un libro de inolvidable belleza levantada sobre la levedad de su entramado argumental y sobre un sentido simbólico que se proyecta en los temas del libro: la muerte y la memoria, la naturaleza y la vida, el bien y el mal, el amor y la soledad, el pasado y la esperanza.

Santos Domínguez



18 mayo 2018

Dostoievski. Las semillas de la rebelión


Joseph Frank. 
Dostoievski.
Las semillas de la rebelión
(1821-1849).
Traducción de Celia Haydée Paschero.
Fondo de Cultura Económica. México, 2017.

En realidad, una manera de definir el genio de Dostoievski consiste en ubicarlo en su habilidad para fundir sus dilemas privados con los que existían en la sociedad de la que formó parte. 
Por lo tanto, mi interés en la vida personal del escritor ruso es muy limitado, y quien pretenda encontrar una biografía convencional en las siguientes páginas quedará del todo desilusionado. Ya existen muchas obras de tal índole y nunca tuve la intención de escribir otra más. Dejo en un segundo plano los sucesos de la existencia privada del escritor, y trato con mayor detalle los aspectos de su experiencia cotidiana que me parecen tener importancia decisiva; esto es, únicamente aquellos que nos ayuda a comprender mejor sus libros. Por tanto, mi trabajo no es una biografía; o, si lo es, sólo en un sentido especial, pues no voy de la vida a la obra, sino más bien en la dirección contraria. Es mi intención interpretar el arte de Dostoievski, y este objetivo me lleva a elegir cierta perspectiva y a resaltar ciertos detalles, escribe Joseph Frank en el Prefacio del primer volumen de su magna obra sobre la vida, la obra y la época de Dostoievski.

Las semillas de la rebelión es el subtítulo de ese tomo, el primero de los cinco en los que se edita la obra monumental de Joseph Frank que publica el Fondo de Cultura Económica en su imprescindible colección Lengua y Estudios Literarios con traducción de Celia Haydée Paschero.

Fue una labor titánica que ocupó cuarenta años de trabajo de Frank, profesor de literatura comparada en la Universidad de Princeton, que convirtió un ambicioso proyecto en una brillante realidad que se ha convertido desde hace años en una referencia ineludible en los estudios literarios sobre Dostoievski y sobre la literatura rusa del siglo XIX, porque no se limita a reconstruir minuciosamente la biografía del novelista, sino que integra la  historia cultural, la teoría literaria y la crítica sociológica para hacer una profunda lectura de cada uno de sus libros: Mi propósito -escribía Frank en el Prefacio del cuarto tomo-, igual que en los volúmenes anteriores, es mantener los libros continuamente en primer plano en lugar de tratarlos como meros accesorios a la vida en sí.

De esa manera se abordan la vida y la narrativa de Dostoievski en el contexto social, estético e ideológico de la cultura rusa del siglo XIX con un constante equilibrio entre el enfoque biográfico, la situación histórica y el análisis literario para dilucidar las circunstancias personales, sociales y políticas en las que el novelista escribe una obra compleja, amplia y exigente, precursora del existencialismo del siglo XX y de la conciencia angustiada del hombre contemporáneo. 

Con ese enfoque multidisciplinar Joseph Frank elaboró entre 1976 y 2002 esta obra que fija la evolución del hombre y del escritor, de su literatura y de la sociedad rusa del siglo XIX. 

Entre la infancia de Dostoievski en Moscú y su entierro a los 59 años, con asistencia de quince coros y treinta mil personas, los cinco volúmenes ofrecen en casi 3000 páginas un recorrido minucioso que describe su vida personal en relación con la materia narrativa, moral e ideológica de sus libros. Casi doscientas páginas se dedican, por ejemplo, en el último volumen a Los hermanos Karamazov.

Este primer volumen aborda la infancia y la juventud de Dostoievski, la vida familiar como foco de tensiones emocionales, la formación de su carácter, entre la compasión que aprendió de su madre y la irritabilidad y la furia incontrolable heredadas de su padre, la fijación de su ideología, entre el socialismo y el cristianismo, la presencia de abundantes recuerdos de infancia y juventud que reelaboró en novelas como Los hermanos Karamazov o Los demonios, la rígida formación religiosa de la vieja Rusia, su formación cultural y la influencia decisiva de Pushkin, el tránsito de Moscú a San Petersburgo en un viaje del pasado al presente, de la tradición a la modernidad para ingresar en la Academia militar de Ingenieros, una experiencia traumática y vejatoria que le llevó al aislamiento.

Hubo en esos años formativos una serie de hechos decisivos que marcaron su vida, su obra y su personalidad: el asesinato de su padre, la amistad del romántico Shidlovski, la doble influencia del romanticismo alemán y francés y de las novelas de Balzac y Víctor Hugo, el entusiasmo por Gógol al comienzo de su actividad literaria, la gestación de su primera novela, Pobres gentes, que tuvo un asombroso éxito y que Frank analiza detenidamente.

Ese éxito temprano estimuló una vanidad crecida por la fama, que rebajó enseguida la mala recepción crítica de El doble y de algunos cuentos y novelas esta época en la que estaba constantemente endeudado y en manos de su editor, sometido a la necesidad de escribir a un ritmo frenético artículos y folletines alimenticios.

Y otros asuntos importantes en la formación del novelista: su relación con el crítico Belinski y la Pléyade, un grupo que propugnaba un socialismo utópico de signo cristiano; su concepción de la literatura como expresión del compromiso ideológico y moral del escritor; el incipiente conflicto entre razón y fe que le llevó al irracionalismo; el ingreso en el círculo socialista de Petrashevski, un grupo de intelectuales cada vez más radicalizados que tramaban una sublevación campesina contra el zar, hasta que en la madrugada del 23 de abril de 1849 fue detenido por la policía.

En ese punto termina el relato biográfico este primer volumen. Se iniciaría entonces un periodo de prisión en Siberia que pondría a prueba su capacidad de resistencia y marcaría un antes y un después en su vida y en su obra.

Condenado a muerte, fue sometido a un simulacro de ejecución el 22 de diciembre de 1849, atado y con los ojos tapados ante el pelotón de fusilamiento durante unos interminables cinco o diez minutos, a partir de ese momento traumático su literatura ganó en profundidad. Se estaba  preparando el camino de sus grandes novelas: Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov o Los demonios. 

Esas obras serán objeto de estudio en el último volumen. En la cuarta parte de Las semillas de la rebelión Frank propone el análisis de las obras de este periodo inicial: El doble, una obra endeble y menor, varios cuentos y novelas como La Patrona, Noches blancas o la inconclusa Netotchka Nezvánova.

Cierra este primer tomo el apéndice Historia clínica de Dostoievski según Freud, un ensayo muy crítico con la interpretación freudiana de la personalidad y la obra de Dostoievski.

Sobre esta biografía escribió David Foster Wallace:  Al terminar de leer los libros de Frank, creo que cualquier lector/escritor estadounidense serio se verá a sí mismo impelido a pensar muy seriamente en qué es exactamente lo que hace que muchos de los novelistas de nuestro país y nuestra época parezcan tan superficiales y pusilánimes en sus temas, tan moralmente empobrecidos, en comparación con Gógol o Dostoievski.

Santos Domínguez





16 mayo 2018

Mario Cuenca Sandoval. El don de la fiebre


Mario Cuenca Sandoval. 
El don de la fiebre.
Seix Barral. Barcelona, 2018.

Entre la mirada del niño sentado ante una partitura en el banco de un jardín de Grenoble una tarde de 1915 (‘Señor, concédeme el don de la música. Muéstrame cómo leer cada uno de los sonidos del mundo’) y la habitación del hospital de Clichy donde espera la muerte un anciano en abril de 1992 (‘Esta sinfonía de luz viene a por mí’), Mario Cuenca Sandoval aborda en El don de la fiebre, que publica Seix Barral, casi ochenta años de la vida del músico vanguardista francés Olivier Messiaen.

Una admirable novela que -señala su autor- “no pretende ser una biografía exhaustiva sino una reconstrucción literaria de la peripecia vital del compositor del Cuarteto para el fin del tiempo, dueño de un oído absoluto y sinestésico que fundía sonido y color y percibía tonalidades cromáticas en los sonidos y los acordes: “cantaba y tocaba el piano, y percibía la música como un lienzo de colores primarios, y escuchaba los colores como si fueran acordes.”

Organizada en seis partes –de La luz en el oído a El deslumbrado- la novela tiene como centro de gravedad la composición del Cuarteto para el fin del tiempo en el campo de concentración nazi de Görlitz en Silesia.

Messiaen lo planteó como la música del Apocalipsis, como una imagen sonora de la abolición del tiempo, porque “la eternidad no es una extensión infinita de tiempo, sino la abolición del tiempo”, el fin de la Historia, la muerte de la muerte.

Mario Cuenca evoca su estreno en un barracón del campo convertido en teatro, interpretado por cuatro prisioneros, cuatro músicos famélicos y muertos de frío: el clarinetista judío Henri Akoka, el violonchelista Étienne Pasquier, un violinista atormentado, Jean Le Boulaire, y el propio Messiaen al piano.

Interpretaban en esas circunstancias penosas una obra que con el tiempo se convirtió “en una especie de síntesis espiritual, de epítome descarnado del Siglo, una miniatura sonora en que se trataban la vanguardia y la fe, la esperanza y el tormento de los deportados, la belleza y el horror de una centuria de la que, él estaba convencido, Dios jamás estuvo ausente a pesar de sus silencios.”

La mirada hacia el interior del protagonista no renuncia a situar la vida hacia dentro de un Messiaen ensimismado en un tiempo y un espacio para señalar el conflicto entre el arte y la historia que recorre como un hilo conductor una obra en la que el lector asiste, guiado por la cuidada prosa de Cuenca Sandoval, al contraste de los pájaros y los cañones; a las alucinaciones hipnagógicas que reúnen sensaciones de distinto origen; a los efectos del oído absoluto que es sensible a lo que está por encima del tiempo; a la importancia de las tres mujeres esenciales de su vida: su madre, Cécile Sauvage, Claire, su primera esposa, y la segunda, Yvonne; a la movilización como camillero en la guerra (“La tormenta contra las olas. Wagner contra Debussy”); el cruce de música, poesía, pintura e historia; su supervivencia en el París ocupado como profesor del conservatorio; las descalificaciones de la crítica hacia su música, no siempre bien entendida; la composición de la que consideraba su mejor obra, El despertar de los pájaros, una obra dictada por el canto de los pájaros con la que apartó la mirada del dolor, las miserias y los problemas familiares.

Además de una espléndida novela, El don de la fiebre, es una inmejorable manera de acercarse a uno de los universos artísticos más interesantes del siglo XX de la mano de una narración intensa y sutil.

Santos Domínguez

14 mayo 2018

María Zambrano. Obras completas IV


María Zambrano.
Obras completas IV. Tomo I. 
Claros del bosque. De la Aurora. Senderos. 
Edición dirigida por Jesús Moreno Sanz.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2018.

En la noche del sentido germina la aurora de la palabra. Y así, cuando las palabras que han germinado durante la noche del sentido aparecen, son ellas mismas la sustanciación posible, en este lugar, de la diosa Aurora, de lo divino que aparece y se cela en la Aurora; la manifestación de la palabra misma, de ella, que no es lenguaje, aunque lo sustente y le dé vida. La palabra que da vida por la luz, escribe María Zambrano en De la Aurora, uno de los tres libros que recoge el tomo primero del volumen cuarto de sus Obras Completas dirigidas por Jesús Moreno Sanz y publicadas por Galaxia Gutenberg.

En este cuarto volumen se reúnen, en palabras del director de la edición, “los seis libros finales que acabó y preparó para su publicación la propia María Zambrano. Serán dos tomos de los que ha aparecido el primero, con tres libros compuestos entre 1977 y 1986: Claros del bosque, De la Aurora y Senderos.

En el segundo se publicarán otros tres libros -Notas de un método, Algunos lugares de la pintura y Los bienaventurados-, escritos entre 1989 y 1990.

Como en el resto de los volúmenes de esta magnífica edición en marcha, cada uno de los libros va precedido de una presentación del responsable de su edición: Mercedes Blesa para Claros del bosque; Moreno Sanz para De la Aurora y Sebastián Fenoy y el propio Moreno Sanz para Senderos.

María Zambrano escribió Claros del bosque, que apareció en 1977, aún en el exilio, y sus páginas contienen textos fundamentales en la estética contemporánea, porque perfilan de manera definitiva la propuesta zambraniana de la razón poética. Este es su primer párrafo:

El claro del bosque es un centro en el que no siempre es posible entrar; desde la linde se le mira y el aparecer de algunas huellas de animales no ayuda a dar ese paso. Es otro reino que un alma habita y guarda. Algún pájaro avisa y llama a ir hasta donde vaya marcando su voz. Y se la obedece; luego no se encuentra nada, nada que no sea un lugar intacto que parece haberse abierto en ese solo instante y que nunca más se dará así. No hay que buscarlo. No hay que buscar. Es la lección inmediata de los claros del bosque: no hay que ir a buscarlos, ni tampoco a buscar nada de ellos. Nada determinado, prefigurado, consabido. Y la analogía del claro con el templo puede desviar la atención.

Claros del bosque es, como señala Mercedes Blesa en su Presentación, una guía espiritual, un camino hacia la revelación de la verdad que se continuaría con su complementario De la Aurora, un libro que María Zambrano compuso a la vuelta de su exilio en 1984, en un proceso que evoca Jesús Moreno Sanz, que colaboró con ella en la ordenación y la forma definitiva de los materiales.

Junto con Claros del bosque, Notas de un método y Los bienaventurados, De la Aurora es -en palabras de Jesús Moreno Sanz- “un poema del pensamiento” que representa “el colofón de la plenitud de la razón poética.” 

En este libro, en el que la aurora es metáfora del renacer de la luz tras las tinieblas y un símbolo de la germinación silenciosa de la palabra, se leen párrafos como este:

en la noche del sentido germina la aurora de la palabra. Y así, cuando las palabras que han germinado durante la noche del sentido aparecen, son ellas mismas la sustanciación posible, en este lugar, de la diosa Aurora, de lo divino que aparece y se cela en la Aurora; la manifestación de la palabra misma, de ella, que no es lenguaje, aunque lo sustente y le dé vida. La palabra que da vida por la luz.

Completa el volumen un tercer libro, Senderos, que reúne por voluntad de la propia María Zambrano dos obras anteriores: Los intelectuales en el drama de España y La tumba de Antígona, que es, con Claros del bosque, su obra de más calidad literaria.

Hay en esa obra una honda reflexión sobre el silencio y el lugar de la palabra a través de la figura trágica de Antígona, en la que María Zambrano vio una síntesis de poesía y conocimiento que se ajustaba a su concepción de la razón poética:

La palabra escondida, a solas celada en el silencio, puede surgir sosteniendo sin darlo a entender un largo discurso, un poema y aun un filosófico texto, anónimamente, orientando el sentido, transformando el encadenamiento lógico en cadencia; abriendo espacios de silencios incalmables, reveladores. Ya que lo que de revelador hay en un hablar proviene de esa palabra intacta que no se anuncia, ni se enuncia a sí misma, invisible al modo de cristal a fuerza de nitidez, de inexistencia. Engendradora de musicalidad y de abismos de silencio, la palabra que no es concepto porque es ella la que hace concebir, la fuente del concebir que está más allá propiamente de lo que se llama pensar.

Nadie ha reflexionado más lúcidamente en nuestra cultura sobre las relaciones entre pensamiento y poesía, entre filosofía y creación, entre razón y conocimiento poético que María Zambrano, que transformó la razón vital de su maestro Ortega y Gasset en razón poética.

Desde esa propuesta, sus textos se acercan a la penumbra desde la lucidez de la conciencia y las visiones de lo oculto, desde el centro inaccesible donde se funden la mística y el sueño, la poesía y la filosofía en un doble impulso que convoca lo órfico y lo prometeico a través de una palabra poética mediadora entre el hombre y lo sagrado.

La calidad de su prosa y la sutileza de su pensamiento son algunas de las constantes de una obra y una actividad intelectual que se prolongó durante más de sesenta años de indagación en las conexiones entre filosofía y lenguaje, entre razón y revelación, entre el misterio y el secreto, entre la palabra y la música.

Santos Domínguez

11 mayo 2018

Rosario Castellanos. Poesía no eres tú


Rosario Castellanos.
Poesía no eres tú.
Obra poética (1948-1971).
Fondo de Cultura Económica. México, 2017.


HIMNO 

Después de todo, amigos,
esta vida no puede llamarse desdichada.
En lo que a mí concierne, por ejemplo,
recibí en proporción justa, en la hora exacta
y en el lugar preciso y por la mano
que debe dar, las dádivas.

Así tuve muertos en la tumba,
el amor en la entraña,
el trabajo en las manos y lo demás, los otros,
a prudente distancia
para charlar con ellos, como vecina afable
acomodada en la barda.

Y recreos. Domingos enteros en la playa,
arboledas anónimas y amigas,
manantiales ocultos que cantaban,
libros que se me abrieron de par en par y bóvedas
maravillosamente despobladas.

Dioses a quienes venerar, demonios
tan hermosos que herían la mirada,
sueños para dormir asido al cuerpo ajeno
como hiedra de tactos y palabras
... y algún relámpago de medianoche
para alumbrar el orden de mi casa.

Ese espléndido poema de Rosario Castellanos (México, 1925- Tel Aviv, 1974), de su libro Materia memorable, forma parte de Poesía no eres tú, el volumen en el que reunió en 1972 su obra poética escrita entre 1948 y 1971.

Acaba de reeditarlo el Fondo de Cultura Económica en un volumen muy cuidado que es la cuarta reimpresión de la cuarta edición, lo que refleja la cantidad de lectores que se han acercado a la obra de una de las voces imprescindibles de la poesía hispanoamericana. 

Rosario Castellanos es uno de los grandes nombres de la literatura mexicana del siglo XX y forma parte, como Jaime Sabines y José Emilio Pacheco, de una irrepetible edad de oro de la poesía contemporánea en ese país.

Desde Apuntes para una declaración de fe, su primer poema, hasta El retorno, que cierra su último libro, Viaje redondo, la obra de Rosario Castellanos tiene un evidente fondo autobiográfico y desarrolla, con una conciencia cada vez más radical de su condición femenina, una trayectoria que va desde la búsqueda al conocimiento, a la afirmación de su propia identidad, esa “dignidad de isla” que nombraba en uno de sus poemas.

La soledad y el tiempo, el amor y la muerte (“entre la muerte y yo he erigido tu cuerpo”), la amargura, la rebeldía y la ironía de un humor cada vez más negro son algunos de los temas, los enfoques y los tonos de una poesía de enorme potencia verbal y emocional.

Así, por ejemplo, en Muro de lamentaciones:

Alguien, yo, arrodillada: rasgué mis vestiduras 
y colmé de cenizas mi cabeza. 
Lloro por esa patria que no he tenido nunca, 
la patria que edifica la angustia en el desierto 
cuando humean los granos de arena al mediodía. 
Porque yo soy de aquellos desterrados 
para quienes el pan de su mesa es ajeno 
y su lecho una inmensa llanura abandonada 
y toda voz humana una lengua extranjera. 

Porque yo soy el éxodo.

Con esa constante presencia de lo autobiográfico que recorre sus libros, la poesía de Rosario Castellanos es una mirada al espejo, una forma de trazar su autorretrato, incluso cuando se proyecta en una máscara como en la excelente Lamentación de Dido, la reina abandonada por Eneas y hermanada con la poeta en la desolación:

Ah, sería preferible morir. Pero yo sé que para mí no hay muerte. 
Porque el dolor —¿y qué otra cosa soy más que dolor?— me ha hecho eterna.

La expresión de ese dolor, la explosión emocional de la mujer abandonada y sola alcanza uno de sus momentos más altos en Elegía, un poema de En la tierra de en medio:

Nunca, como a tu lado, fui de piedra. 

Y yo que me soñaba nube, agua,
aire sobre la hoja,
fuego de mil cambiantes llamaradas,
sólo supe yacer,
pesar, que es lo que sabe hacer la piedra 
alrededor del cuello del ahogado.

En Destino, un poema de Lívida luz que empezaba con dos versos memorables (“Matamos lo que amamos. Lo demás/no ha estado vivo nunca.”), confluyen los temas esenciales de la poesía de Rosario Castellanos, en la que se fusionan ejemplarmente el ímpetu del sentimiento y la potencia de una palabra que nunca deriva hacia la oscuridad metafórica, sino hacia la expresividad enunciativa y directa. Así termina ese poema:

El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve
—antes que lo devoren— (cómplice, fascinado) 
igual a su enemigo. 

Damos la vida sólo a lo que odiamos.

El amor como crecimiento o como destrucción, la rebeldía ante la soledad y las postergaciones, la incursión en la herida y en la sombra marcan las claves de esta poesía, exigente y rigurosa desde el punto de vista formal y estrechamente vinculada a la realidad biográfica y a las circunstancias sentimentales de su autora.

Además de sus libros originales, Poesía no eres tú incorpora las versiones que hizo Rosario Castellanos de poemas de Emily Dickinson y Paul Claudel y las especialmente brillantes de Marcas, de Saint-John Perse.

Santos Domínguez

09 mayo 2018

Fernández Mallo. Trilogía de la guerra



Agustín Fernández Mallo.
Trilogía de la guerra.
Seix Barral. Barcelona, 2018.

“Damos por supuestas tantas cosas”, afirma el narrador en la frase que abre el primer libro de la Trilogía de la guerra, con la que Agustín Fernández Mallo ganó el Premio Biblioteca Breve de Novela de 2018 que convoca y publica Seix Barral.

Una novela ambiciosa y arriesgada que proyecta una nueva mirada para elaborar un mundo narrativo en torno a la guerra civil española, la guerra de Vietnam y el desembarco de Normandía. Esos son los tres ejes que articulan los libros en los que se organiza la Trilogía a través de tres narradores en primera persona: un escritor, un astronauta excombatiente en Vietnam y una mujer que como ellos viaja al pasado para explicarse el presente.

A partir de esa triple perspectiva subjetiva se elabora un texto que adquiere su sentido global en el conjunto, en la composición de un mosaico repleto de imágenes gráficas y literarias en torno a la devastación y la barbarie, las ruinas y las desolaciones.

Desde la isla de San Simón en la ría de Vigo, con los restos de un campo de concentración que fue escenario de torturas y fusilamientos; desde Manhattan o desde la costa fractal de Normandía, tres historias, tres guerras y tres narradores que establecen una red de conexiones insospechadas, un entramado de relaciones entre lugares y personajes, entre distintos tiempos o entre los vivos y los muertos.

Entre lo narrativo y lo ensayístico, entre la historia y la ficción, la ciencia y política, la novela se convierte así en un caleidoscopio que propone una reflexión sobre la realidad, la historia y el presente y perfila un mapa moral del mundo contemporáneo.

 Santos Domínguez

07 mayo 2018

Emilio La Parra. Fernando VII


Emilio La Parra. 
Fernando VII. 
Un rey deseado y detestado.
Tusquets. Barcelona, 2018. 

Un rey deseado y detestado. Ese es el subtítulo de la espléndida biografía de Fernando VII que publica Tusquets, con la que Emilio La Parra obtuvo el XXX Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias, cuyo jurado señaló que es un ensayo llamado a convertirse en la biografía de referencia de Fernando VII y su época, por “el enorme conocimiento sobre el personaje y la valiosa y múltiple documentación aportada. Además de ratificar historiográficamente la turbia leyenda que acompaña a la figura de este monarca, el libro arroja nueva luz sobre las complejidades de una etapa histórica indudablemente tiránica, que, con numerosos matices, explica gran parte de la historia posterior de España.” 

Deseado y detestado, protagonista de un agitado periodo histórico al que Galdós dedicó la segunda serie de los Episodios Nacionales. Un convulso cuarto de siglo, de 1808 a 1833, en el que se suceden conspiraciones e intrigas, gobiernos y camarillas, traiciones y juramentos falsos que jalonan la trayectoria de quien acabó siendo un tirano que encabezó dos golpes de estado anticonstitucionales, restauró el absolutismo e instauró el terror de 1824.

La monumental biografía que ha escrito Emilio La Parra se organiza en tres partes -Príncipe de Asturias, Rey de España y El gobierno de la monarquía- que responden a los tres momentos esenciales de un proceso que arranca con la jura de Fernando como sucesor de Carlos IV y con el diseño de la educación del príncipe y se cierra en sus conflictivos últimos días, con la defensa de los derechos de su hija Isabel y la ruptura con su hermano, el infante don Carlos.

Entre esos dos momentos, un periodo repleto de conflictos políticos, de golpes de estado en los que participó o de los que fue víctima, su enfrentamiento con Godoy, la conspiración de El Escorial y el Motín de Aranjuez, el acceso al trono el 19 de marzo de 1808 tras la abdicación forzosa de Carlos IV, la renuncia en Bayona ante Napoleón, ante quien tuvo un comportamiento servil y cobarde, la restitución de la monarquía absoluta con el golpe de Estado de mayo de 1814, la represión contra los liberales constitucionalistas y los afrancesados, la pérdida de América, el juramento en 1820 de la Constitución, que traicionó poco después con su papel como director de la contrarrevolución, su inhabilitación tras el fracaso del golpe del 7 de julio de 1822, su vuelta al poder de la mano de los Cien mil hijos de San Luis y el ejercicio tiránico de su poder como monarca absoluto durante la década ominosa.

Fernando VII se preocupó mucho de su imagen y por eso fue también -sobre todo al principio de su mandato- un rey imaginado, el rey deseado que quiso parecer próximo a sus súbditos, que vieron en él la imagen del bien frente a Godoy y Napoleón.

Sin embargo, los hechos revelan una y otra vez su debilidad de carácter, su cobardía y la capacidad para la intriga y las maniobras que le llevaron una y otra vez a traicionar su palabra y a la nación, su astucia para servirse de sectores ideológicos contrapuestos, su falta de escrúpulos para defender sus propios intereses al margen de los de los españoles.

Es “un caso de difícil defensa”, como escribió Carlos Seco Serrano, porque pocas figuras históricas habrán suscitado una unanimidad semejante en la valoración negativa de su figura. Y por eso “a partir del destronamiento en 1868 de su hija y sucesora Isabel II, y en algunos casos incluso antes, los españoles intentaron eliminar de los espacios públicos el recuerdo de Fernando VII.”

Pese a su constante preocupación por cuidar su imagen, su aspecto físico no le ayudaba: “Fernando VII – escribe Emilio La Parra) fue un hombre de mediana estatura, corpulento (en 1821 pesaba 103 kilos) /.../ Gran comilón, su obesidad fue en aumento con el tiempo, circunstancia que su pintor preferido, Vicente López, no pudo ocultar. En los excelentes retratos realizados por este artista se observa la creciente obesidad, la pérdida de cabello y el prematuro envejecimiento del monarca, cuyo aspecto es cada vez más abotargado.”

Y menos aún le favorecía su personalidad: “Los historiadores destacan como rasgos dominantes de la personalidad de Fernando VII el disimulo, la desconfianza, la crueldad y el espíritu vengativo. Era capaz de soportar en silencio todas las humillaciones, «incubando un odio que aflorará en forma de venganza cuando llegue la hora del triunfo». Un hombre terco, cabezón y muy consciente de su elevada condición según La Forest, temeroso ante el poderoso y cruel con el inferior, desconfiado ante todo y ante todos.”

De la condición del personaje da cuenta el hecho de que, tras haber sido obligado a abdicar por Napoleón en Bayona, diera muestras -retenido ya en Valençay en plena Guerra de la Independencia- de una sumisión vergonzosa y de una bajeza moral incomprensible: mientras extorsionaba a sus compatriotas, felicitó a José Bonaparte que había usurpado la corona española, celebró las victorias francesas en España, pidió al emperador que lo aceptara como hijo adoptivo y le rogó que lo considerase como un príncipe francés

“Uno de sus contemporáneos más críticos –añade La Parra-, el sacerdote liberal García Blanco, lo describió como «un bípedo de gran potencia, atronado y atrevido [...], grande sólo de cuerpo y de facultades corporales; en todo lo demás y en pensamientos, escaso; muy vulgar al expresarse y proceder». Con más o menos variantes, ninguna de ellas sustancial, esta es la caracterización del monarca que ha prevalecido.”

Santos Domínguez


04 mayo 2018

Francisco Brines. Antología poética


Francisco Brines. 
Antología poética.
Introducción y selección de Ángel Rupérez.
Alianza Editorial. Madrid, 2018.

El libro de bolsillo de Alianza Editorial publica una amplia antología de la obra poética de Francisco Brines, una voz imprescindible que en el último medio siglo ha ido creando una sólida poesía contemplativa marcada por un constante tono elegiaco matizado a veces con algún acento hímnico o con impulsos epicúreos. 

La ha preparado Ángel Rupérez, que se ha ocupado de la selección de los textos, que presenta en una Introducción en la que hace un recorrido por la evolución de la poesía de Brines, de la que afirma que “puede leerse enteramente como un viaje de ida y vuelta”en el que “el amor, a pesar de sus exaltaciones y sus arrebatadores espejismos, acaba fallando -por degradación, por acabamiento, por distancia, por muerte- y en consecuencia, ante el vacío que deja, limítrofe con el más radical desamparo, se produce como reacción salvadora el regreso al lugar de origen, el más importante de todos, el que recibe el nombre más inmaculado que aparece en estos poemas: la infancia.” 

Entre Las brasas y La última costa, con libros intermedios tan fundamentales como Insistencias en Luzbel o El otoño de las rosas, la reflexión sobre el tiempo constituye el eje temático de la poesía de Brines, que agrupó en 1997 su poesía completa bajo un significativo título: Ensayo de una despedida. 

El tiempo y el paisaje, la memoria y el amor, la soledad, la fugacidad de la vida y el sentido de la existencia son el centro espiritual de una poesía en la que hay un constante equilibrio entre lo físico y lo ético y que el poeta ha resumido así: “El conjunto de mi obra es una extensa elegía.” 

Planteada como forma de conocimiento y como lamento de las pérdidas, la poesía de Brines se levanta como una expresión depurada de la materia existencial, como elaboración verbal de la sentimentalidad objetivada y de las sensaciones tamizadas por la inteligencia. Porque Brines entiende la poesía como el dibujo de un retrato opaco que perfila el contorno moral y biográfico del poeta con su mezcla de reflexión y pasión sobre el fondo de luz y sombra de la realidad. 

De esa lucidez y de esa intensidad se alimenta su obra, porque –como él mismo explica- “estimo particularmente, como poeta y lector, aquella poesía que se ejercita con afán de conocimiento, y aquella que hace revivir la pasión por la vida. La primera nos hace más lúcidos, la segunda, más intensos.” 

Esas dos líneas en las que se cruzan la vida y la muerte, la memoria del tiempo fugaz y el amor más fugaz aún, el deseo y el abandono, conviven en la poesía de Francisco Brines y quedan reflejadas en todos sus matices en esta amplia antología, que es una nueva puerta abierta al conocimiento o al reencuentro con su obra, a la que se añaden diez poemas del libro inédito Donde muere la muerte. 

Santos Domínguez

02 mayo 2018

Philippe Claudel. Sobre algunos enamorados de los libros


Philippe Claudel.
Sobre algunos enamorados de los libros.
Traducción de Lluís Maria Todó.
Minúscula. Barcelona, 2018.

Sobre algunos enamorados de los libros a quienes fascinaba la literatura y que aspiraban a convertirse en escritores pero no lo consiguieron por diversas causas relacionadas con las circunstancias, con el siglo en que nacieron, con su carácter, debilidad, orgullo, cobardía, molicie, bravura, o incluso con el azar, que hace de la vida un juguete y de nosotros, en sus manos, tan solo diminutas criaturas, vulnerables y taciturnas.

Ese es el título completo del libro de Philippe Claudel que publica Minúscula en su colección Tour de force, con traducción de Lluís Maria Todó.

Una agridulce fantasía borgeana compuesta de cien textos breves y agudos sobre las víctimas de la literatura, sobre escritores frustrados, derrotados por la página en blanco o por la falta de talento, como “ese que deseaba ser olvidado y lo consiguió” o como “aquel que se convenció de que para convertirse en escritor bastaba con quererlo.”

Sobre algunos enamorados de los libros es un divertimento narrativo construido con imaginación e inteligencia, humor y poesía, crueldad y belleza, una galería de retratos breves que se mueven siempre entre lo cómico y lo patético, una historia universal de los fracasos literarios en sus distintas variantes.

Y un desfile de seres solitarios y extravagantes que viven en los márgenes de la literatura: el que vivía cerca de Esmirna y se despertaba cada mañana con una novela en la cabeza, el poeta escocés destripador de colegas, el japonés tímido que devoró en tres bocados un libro de haikus, un afilador de lápices en espera de inspiración, un escritor tartamudo o el que soñaba novelas que ya se habían publicado, el novelista que asesinaba académicos para ocupar su puesto...

Y hasta alguna lectora como la que “solo hacía el amor con escritores, con la esperanza de dar a luz a un libro. Lo único que consiguió fue quedarse embarazada de mellizos, de los que decidió abortar, pues no quería correr riesgos y no sabía si el padre era un poeta alcohólico o un escritor de novelas de terror.”

Son algunas de las criaturas que recorren estas páginas que se abren con la evocación del suicida Virgile Maubert, novelista frustrado e incomprendido por su mujer, que “deseó durante su breve paso por la tierra unirse a la comunidad de los literatos”, esas “criaturas que pensaban que lo que surgía de su cerebro y se traducía en un ensamblaje de palabras podía servir a la humanidad. Consolarla, emocionarla, iluminarla. Muchas cosas se perdonaron al pecado de orgullo que animaba a aquellos seres. Se les escuchó con atención. A veces fueron homenajeados. Se dio su nombre a las avenidas. Se esculpieron en mármol y bronce sus rostros y sus manos. Fueron admitidos en los más importantes diccionarios, en las enciclopedias. Era justo que sus esfuerzos se vieran prolongados en algún eco. Pero en verdad, tan solo sirvieron para distraer a los mortales de su época. Y sus libros son como mudas que caen en los siglos ciegos y sordos. Porque nada cambia jamás al hombre.”

Virgile, pese a todo, quiso ser uno de ellos. “No lo consiguió. No fue el único ni el primero.”

Santos Domínguez