21 diciembre 2015

Navidades de libro. Narrativa




Cristina Peri Rossi.
Los amores equivocados.
Menoscuarto. Palencia, 2015.

“Los lectores en el fondo son muy ingenuos. Quieren leer historias que les hagan olvidar la mediocridad de su vida cotidiana, de la rutina”, dice un personaje femenino que ha huido de Montevideo, “ciudad de múltiples aguas y vientos desbocados”, para instalarse en Barcelona en Los amores equivocados, el relato que da título al volumen de cuentos de Cristina Peri Rossi que publica Menoscuarto.

Es uno de los once relatos por los que circulan torrencialmente la vida y la literatura, la memoria y el desengaño, el deseo y el secreto, la delicadeza y la carnalidad, los encuentros inesperados, las relaciones fallidas e inolvidables, los destinos cruzados y las traiciones extraconyugales.

Recorre estos relatos intensos, elípticos y perturbadores, como un hilo conductor, lo imprevisto y lo excepcional en las variadas relaciones de pareja, con su fragilidad o su carácter explosivo.


Honoré de Balzac.
La Comedia humana.
Volumen III.
Traducción y notas de
Aurelio Garzón del Camino.
Hermida Editores. Madrid, 2015.

Hermida Editores prosigue la publicación de las Escenas de la vida privada, primera serie de La comedia humana de Balzac con el tercero de los cinco tomos que respetan el orden de la edición canónica de Charles Furne.

La mujer abandonada, El contrato de matrimonio, La Grenadière, Gobseck y Modesta Mignon son las cinco novelas cortas que recoge este tomo con la traducción de Aurelio Garzón del Camino.

Como en el resto del ciclo, estas novelas de Balzac tienen su centro de interés en el lugar en donde se cruzan los individuos con la sociedad, los ideales con las reglas del juego, el idealismo con el pragmatismo. Las devastaciones del tiempo, las convenciones sociales frente a los derechos del sentimiento, el matrimonio como contrato, el amor y el interés, el deseo y el dinero aparecen aquí bajo la sutileza de la mirada de Balzac.

Y dos momentos imprescindibles en este volumen: la capacidad del autor para el paisajismo en La Grenadière y Gobseck, una de las novelas más intensas del ciclo, construida alrededor de uno de los personajes mejor acabados de toda la serie: el usurero inolvidable que da título a la obra.



Prudencio de Pereda.
Molinos de viento en Brooklyn.
Traducción de Ignacio Gómez Calvo.
Epílogo de Jorge Ordaz.
Hoja de Lata Editorial. Gijón, 2015.

Hoja de Lata sigue enriqueciendo su catálogo, ahora con el rescate de una novela de Prudencio de Pereda (Nueva York, 1912- Sunbury, 1973) que no había sido traducida al español.

Con traducción de Ignacio Gómez Calvo y epílogo de Jorge Ordaz, Molinos de viento en Brooklyn es una reconstrucción novelada de su infancia en medio de una colonia de emigrantes españoles en Brooklyn,

Escrita con solvencia y eficacia, era su tercera novela. La publicó en 1960 y es un relato autobiográfico de formación en torno al paisaje urbano y humano de su niñez y su adolescencia. El negocio –legal o ilegal- de los habanos o de los cigarros falsificados: el abuelo, afable, pobre y triste; Agapito López, el más hábil e imaginativo de los traficantes de habanos falsos, el miembro más famoso de la colonia; una atractiva viuda con la que se inicia en la sexualidad; Manolín, “el mejor bailarín español del mundo”, y la abuela, que tiene un papel fundamental en el último capítulo, son los referentes que habitan el mundo del protagonista-narrador en esta oportuna recuperación de la obra de un escritor olvidado.


Nelson Galtero.
Anexo.
Madrid, 2014.

Anexo es una espléndida novela corta de Nelson Galtero (Buenos Aires, 1978), un texto escrito con descaro y potencia, con un estilo trabado y trabajado y una sintaxis sin fisuras y un inusual magnetismo.

Narrada como anexo a un informe técnico escrito por un topógrafo que llega a un pueblo para informar de las condiciones de un pueblo donde se va a levantar un hotel.

Como en la novela de Kafka, donde el agrimensor K. llega a la aldea que tiene un castillo en lo alto donde habita el invisible, inalcanzable, inexistente señor Klamm, aquí vive el inaccesible Grossman en el teatro de un pueblo en le que se entra pero del que no se sale más que por un túnel de mano única.

Con esas resonancias kafkianas evidentes, filtradas por un agudo sentido del humor, con un tono que no es el detalladamente frío y burocrático del maestro de Praga, sino el de la urgencia conversacional, un relato asombroso con un alcance que no cabe en una reseña:  “Piensa que yo aquí te estoy haciendo un resumen, hay mucho más, esto no es nada.”




Pío Baroja.
Los caprichos de la suerte.
Nota preliminar de José-Carlos Mainer.
Edición de Ernesto Viamonte Lucientes.
Espasa. Barcelona, 2015.

Espasa publica la última novela inédita de Baroja, Los caprichos de la suerte, que forma parte de una trilogía novelística -Las saturnales- dedicada a la guerra civil española por un Baroja que estaba ya en la última vuelta del camino, como dijo en el título de sus imprescindibles memorias.

De esa trilogía que Baroja escribió entre 1949 y 1951, sólo publicó una novela, El cantor vagabundo. Por distintas razones no llegó a preparar para la imprenta las otras dos. La que debía iniciar el ciclo -Miserias de la guerra- tuvo problemas con la censura y se publicó por primera vez en 2006, y ahora, casi diez años después, en edición de Ernesto Viamonte, se rescata esta novela inédita que forma parte del ciclo de novelas cuyo título genérico hace alusión al desorden que reinaba en aquellas saturnales, unas fiestas romanas que negaban por unos días la autoridad y las leyes e instauraban un caos que Baroja veía repetido en la España de la guerra civil.

Además de ese telón de fondo, las tres novelas del ciclo están vinculadas por la aparición de algunos personajes que pasan de unas a otras, como el coronel británico Carlos Evans, escéptico y distante, o por el recurso a la técnica del manuscrito ajeno, porque en el prólogo de la obra Baroja insinúa la posibilidad de que “el que escribió este libro, medio en serio medio en broma, fue Luis Goyena y Elorrio”, el protagonista, periodista y máscara de Baroja, que recrea su experiencia personal y sus ideas sobre la vida – “Sí, pero ¡qué se va a hacer! El hombre es malo, cruel y cobarde”- a través de la mirada de ese personaje que sale de un Madrid en guerra para instalarse en París.




Salvador Gutiérrez Solís.
Biografía autorizada.
La Isla de Siltolá. Narrativa. Sevilla, 2015.

Novelista incesante y cuentista accidental, Salvador Gutiérrez Solís publica en la colección de narrativa de La Isla de Siltolá Biografía autorizada, un homenaje a la música pop rock y a la memoria sentimental de su generación.

Una novela torrencial de más de quinientas páginas en las que reviven la infancia y Ana Belén, los salesianos de Córdoba y la carta de ajuste, el cine de Scorsese y las series de televisión, Fargo y La bola de cristal con Alaska al fondo.

Una espléndida incursión narrativa en la autodenominada cultura popular y en la mitología urbana a través de un peculiar protagonista, una estrella del rock nacional que acomete el proyecto de reconstruir su memoria personal en un nuevo proyecto discográfico.

Ese protagonista, Carlos Jesús Adán Arroyo, nacido significativamente  en 1968, fundador y vocalista de la banda Almas Sin Konciencia, hace un ajuste de cuentas con el pasado de la movida, con los Rolling y los Beatles en una novela que tiene como banda sonora el rock nacional e internacional, David Bowie, el whisky y los orfidales, Gabinete Caligari y Bruce Springsteen, Bunbury y Los planetas. Carlos J. y el rock que lo levanta y lo destruye a través de una relación bipolar de amor y odio con la música y con su propia identidad.



Italo Svevo.
Vino generoso y otros relatos.
Traducción de Luisa Juanatey y Francesca Peretto.
Pasos Perdidos. Madrid, 2015.

Con una nueva traducción de Luisa Juanatey y Francesca Peretto, Pasos Perdidos publica cuatro relatos de Italo Svevo bajo el título Vino generoso y otros relatos. Cuatro relatos muy significativos, porque contienen condensadas las claves de la narrativa del autor triestino.

Desde el que da título al volumen, el más conocido, Vino generoso, en el que el exceso en la bebida y la comida deriva en la conmoción de una pesadilla y en avisos de muerte, hasta La madre y su búsqueda alegórica de un referente protector en una granja de gallinas, pasando por Una burla literaria, que está más cerca de la novela corta que del cuento. 

Es ese un texto central en la narrativa de Svevo, que cuando habló en él de un perdedor con ilusiones literarias en el que se cruzan lo ridículo y lo admirable proyectó sus propias experiencias de expectativas y frustraciones de escritor en busca de reconocimiento y a pesar de todo víctima de la envidia.

Completa el volumen Con alevosía, en el que el cruce de un triunfador con mala salud y un fracasado se resuelve con un sentimiento de liberadora venganza involuntaria.

El individuo y la moral social, el sueño y la culpa, la indagación en la zona oscura del hombre atraviesan estos relatos en que conviven el detallismo de las técnicas naturalistas con la introspección psicoanalítica para explorar los complejos procesos psíquicos.

Hay siempre en estos relatos algo opaco, una zona de sombra inaccesible a la razón. Decía Montale que Svevo “es un escritor siempre abierto. Nos acompaña, nos guía hasta cierto punto, pero no nos da nunca la impresión de haberlo dicho todo: es amplio y no saca conclusiones, como la vida "




Richard Harding Davis.
En la niebla.
Traducción de Julián Gea.
Ardicia. Madrid, 2015.

Con su cuidado habitual y traducción de Julián Gea, Ardicia publica una conseguida y bien elaborada pieza del género detectivesco, En la niebla, publicada en 1901 por el estadounidense Richard Harding Davis, periodista de guerra y novelista que unos años antes había publicado su obra más conocida, Soldados de fortuna.

En la niebla es una clásica novela de detectives victorianos ambientada -no por casualidad, sino de manera muy significativa- en el Londres de la gran niebla de 1897.

Como es obligado en el género, al principio hay un crimen rodeado de misterio, en este caso un doble asesinato cuyas claves van resolviendo y desenmarañando cinco socios del club más elitista de Londres, The Grill.

“Ni siquiera el mismísimo Sherlock Holmes podría resolver el misterio que desconcierta esta noche a la policía de Londres”, dice uno de los interlocutores, que en su conversación van articulando el entramado de pistas para desentrañar el misterioso crimen.

Y para que no falte nada, hay cuando menos se espera un giro sorprendente, una sorpresa final con la que el autor demuestra su eficacia narrativa y su astucia para diseñar una trama tan bien construida como esta, con un fondo de niebla que rodea el ambiente de la novela y que se convierte en metáfora del misterio opaco que plantea y resuelve el relato.





Antón P. Chéjov.
Cuentos completos 
(1887-1893).
Edición de Paul Viejo.
Páginas de Espuma. Madrid, 2015.

Acaba de aparecer el tercer volumen de la monumental edición de los Cuentos completos de Chéjov en Páginas de Espuma, que recoge, con edición de Paul Viejo y las versiones de sus mejores traductores al español, los relatos escritos entre 1887 y 1893.

Tras una decisiva evolución estilística y con la nueva conciencia estética que se instala en su obra a partir de 1886, fueron estos unos años de máxima creatividad de Chéjov, en los que publicó algunos de sus mejores relatos, con los que obtuvo el reconocimiento de la crítica y los lectores.

Chéjov escribió a partir de 1886 cuentos menos ligeros y más reflexivos, con un mayor nivel de autoexigencia que le obligaba a ser menos torrencial. Porque también en estos años se dedicó más a vivir y menos a escribir, redujo mucho sus colaboraciones en revistas, y además también se dedicó al teatro y a sus amantes.

Era un descenso que afectó a la cantidad, no a la calidad de unos "relatos cada vez más grandes -en todos los sentidos-, cada vez más lentos de escribir", como explica Paul Viejo en su Introducción. Está aquí ya el Chéjov imprescindible y minimalista, capaz de sugerir con una enorme economía de medios, un Chéjov con menos humor y más melancolía, a caballo siempre entre la crítica y emoción, entre la compasión y la ironía que proyecta su mirada sobre un mundo habitado por personajes que se mueven entre la esperanza y las frustraciones, incapaces de comprender la reglas opacas con las que funciona el mundo.

Alguna vez se ha dicho que sus relatos son una enciclopedia de la vida rusa. No es verdad. Son una enciclopedia de la vida. Y eso es lo que lo convierte en un clásico universal.




Luis Mateo Díez,
El reino de Celama,.
Edición de Asunción Castro.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2015.

En un formato más amplio del habitual, Cátedra Letras Hispánicas publica El reino de Celama en una espléndida edición preparada por Asunción Castro, autora de un completo estudio introductorio sobre el universo literario de Luis Mateo Díez y sobre el ciclo de Celama, formado por las tres novelas que recoge el volumen: El espíritu del páramo, La ruina del cielo y El oscurecer.

Se incorpora así a la nómina de los clásicos un conjunto novelístico fundamental en la narrativa española de los últimos años, una trilogía que tiene como eje un territorio a la vez real e imaginario, trasunto del Páramo leonés.

Alguna vez ha definido el propio autor su trilogía en términos de poema sinfónico, de manera que el primer título sería una obertura; La ruina del cielo una sinfonía y El oscurecer un solo sostenido y elegíaco articulado en torno a la imagen de un pájaro decapitado que cuelga de un poste de la luz.

Con esa novela cierra Luis Mateo Díez un conjunto al que se añade como apéndice Vista de Celama, que fija su cartografía y hace una descripción en cinco textos de la geografía física y la toponimia de ese espacio en que el autor funde memoria con ficción y salva del olvido el mundo real que sustenta este mundo literario que es ya inmortal.



Marcel Schwob.
Cuentos completos.
Edición y traducción de Mauro Armiño.
Páginas de Espuma. Madrid, 2015.

Un magnífico volumen en el que Páginas de Espuma reúne todos los cuentos que Marcel Schwob publicó en vida. Con una espléndida edición de Mauro Armiño, estos Cuentos completos reflejan la potencia de un mundo literario asombroso e irrepetible que su autor creó en poco más de cinco años.

Desde Corazón doble (1891) hasta La cruzada de los niños (1896), pasando por El rey de la máscara de oro, Mimos, El libro de Monelle y Vidas imaginarias, se agrupa en este volumen imprescindible la obra narrativa de un autor fundamental, secreto durante mucho tiempo y cada vez más conocido, porque la potente sombra de sus propuestas narrativas se ha proyectado en la literatura posterior a partir –las palabras son de Mauro Armiño al final de su esclarecedor Prólogo- de “las dos pasiones de su vida: la erudición, la vida antigua, que fueron el material sobre el que la imaginación de Schwob tejió su  mundo mágico de fantasía y misterio.”

Entre la recreación y la invención, entre la ficción y la filología, Marcel Schwob mezcló ejemplarmente en sus obras mayores (Vidas imaginarias o La cruzada de los niños) la realidad y la ficción y organizó su mundo literario con una mezcla de terror y piedad, las dos pasiones extremas que debía equilibrar el alma humana.

Hay una red de relaciones -lógicas y secretas a la vez- que une en algún alto lugar de la literatura a Stevenson con Villon y a este con Shakespeare o Poe. Muchas de las líneas de esa red las ha trazado o las ha recorrido Marcel Schwob.

Decía Borges hace décadas que “en todas partes del mundo hay devotos de Marcel Schwob que constituyen pequeñas sociedades secretas.” Hoy las cosas han cambiado: el número de devotos de Schwob ha crecido mucho y con libros como este sus lectores ya no forman parte de esas pequeñas sociedades secretas.



Juan Eduardo Zúñiga.
Flores de plomo.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2015.

Entre 1837 y 1916, entre dos detonaciones, dos suicidios y dos escritores, Larra y Felipe Trigo, transcurren las páginas relampagueantes y sombrías de Flores de plomo, de Juan Eduardo Zúñiga, un título que apareció en 1999 y que reedita ahora Galaxia Gutenberg.

Entre un fogonazo y otro todos son sombras y máscaras en esta novela que rememora el suicidio de Larra un lunes de carnaval. Una novela menos histórica que psicológica, porque lo que interesa en ella son los comportamientos que se repiten en situaciones personales parecidas y en contextos históricos semejantes para producir similares consecuencias.

Escrita en once viñetas breves y rápidas, más allá de su anécdota histórica es una reflexión sobre la condición humana y la vida en sociedad, sobre la simulación y las ambiciones, sobre el amor y la envidia con un marco histórico, el Madrid romántico y un país de sombras, que funciona como contrapunto de los problemas individuales, de la insatisfacción y del desengaño sentimental, político y existencial compartido por los dos escritores suicidas.

Y el olvido que se metaforiza en el título, porque “las pesadas coronas, los adornos de cinc y las flores de plomo, sin aroma alguno, sin brillo ni color, querrían ser testimonios de inalterable memoria, pero sus fríos metales, que la lluvia ajaría, anunciaban imparable olvido.”



Rachel Field.
Desde que el mundo existe.
Traducción de Susana Carral.
Reino de Cordelia. Madrid, 2015.

"Nunca me han molestado los recuerdos ajenos. Desde niña siempre me gustó escuchar cuando alguien hablaba del pasado. Mi madre decía que le resultaba extraño en alguien tan joven. Pero creo que incluso entonces ya adivinaba lo que ahora tengo muy claro, aunque mi habilidad con las palabras no me permita expresarlo bien: que no hay nada que resulte tan agradable como la alegría recordada ni tan amargo como la desesperación que ya no puede hacernos daño. Para mí el pasado es semejante a una de esas caracolas que en la costa de Maine solían adornar las repisas de las chimeneas de los hogares marineros."

Así comienza, en la traducción de Susana Carral para Reino de Cordelia, Desde que el mundo existe, la novela con la que Rachel Field obtuvo en 1935 el National Book Award.

Ambientada en la costa de Maine (Nueva Inglaterra), superpone un conflicto sentimental y el telón de fondo histórico en el que chocan la tradición y la modernidad, representados por la decadencia de los viejos astilleros de veleros industriales frente al empuje de los barcos de vapor. 

Ese es el conflictivo contrapunto de las tensas relaciones entre el comandante Fortune, un poderoso armador, y su heredero, Nathaniel, pianista enamorado de Kate Jordan, hija del ama de llaves de la familia y narradora de una novela ante la cual, como indican los editores en el prólogo, “el lector no tendrá que hacer grandes esfuerzos para reconocer el escenario de esta historia” y los efectos devastadores del progreso sobre la naturaleza: "Una marea muy viva -concluye la narradora cuando han muerto todos y ella es la única superviviente- fue la que se apoderó de nuestras vidas y las arrojó lejos para que se mezclaran con la sal, el sol y las intensas corrientes de nuestra juventud."

Santos Domínguez

18 diciembre 2015

Navidades de libro. Poesía


C. P. Cavafis.
Poesía completa.
Traducción de Juan Manuel Macías.
Epílogo de Vicente Fernández González.
Pre-Textos. Valencia, 2015.

Con traducción de Juan Manuel Macías y epílogo de Vicente Fernández González, Pre-Textos publica en su Biblioteca de Clásicos Contemporáneos una cuidadísima edición edición bilingüe de la Poesía completa de Cavafis que recoge los 154 poemas canónicos seleccionados por el propio poeta, además de los poemas ocultos, inéditos hasta 1968, y de tres poemas en prosa, en un conjunto que fija el corpus poético completo del autor alejandrino.

Una poesía elegiaca en la que la historia es una metáfora del presente, un ingrediente fundamental de una escritura iluminada muchas veces por la tenue luz melancólica de una vela temblorosa. Con su tono de voz inconfundible, Cavafis intenta retener por un momento el brillo de lo efímero desde la memoria de las pérdidas.

Juan Manuel Macías aporta con esta traducción de Cavafis una nueva lectura de su obra, porque, como señala en su prólogo, “ante la poesía, la lectura crítica más extrema es una traducción.” Una traducción de la que Vicente Fernández escribe en el epílogo: “tras la lectura de esta nueva traducción de los poemas de Cavafis compartimos agradecidos, con el traductor, la pasión y la mirada, junto al deslumbramiento de nuestro propio, humano, necesariamente incompleto, viaje a Ítaca.”



William Shakespeare.
La violación de Lucrecia.
Edición bilingüe.
Traducción de José Luis Rivas.
Vaso Roto Esenciales. Madrid, 2015.

Con una magnífica traducción del poeta mexicano José Luis Rivas, Vaso Roto edita en su colección Esenciales La violación de Lucrecia, un poema narrativo que Shakespeare publicó en 1594, cuando la peste había cerrado los teatros de Londres y el dramaturgo necesitaba encauzar su escritura por otras direcciones que le permitieran la protección de un noble como el conde de Southampton, a quien dedicó este largo poema.

Sus casi dos mil versos, construidos con la gravedad y la altura propias del lenguaje trágico, relatan un episodio –la violación de Lucrecia por Tarquino, el último rey romano- que desencadenó el final de la monarquía de Roma y dio origen a la República.

Con una mezcla de brutalidad y delicadeza que es muy del gusto de la mentalidad barroca, La violación de Lucrecia contiene en su configuración narrativa el germen de asuntos que Shakespeare desarrollaría después en Cuento de invierno o en Cimbelino; su capacidad introspectiva en el análisis de la reacción de Lucrecia prefigura el lamento de Ofelia y el remordimiento del violador Tarquino anuncia las dudas de Macbeth o de Otelo.

Pero sobre todo, la tensión del lenguaje y el tono trágico que sobrevuelan el ambiente opresivo del poema muestran a un autor cada vez más dueño de una potente voz que a partir de entonces, abiertos ya los teatros, crearía obras decisivas.




José Manuel Benítez Ariza.
Nosotros los de entonces.
(Poesía amatoria 1984-2015)
La Isla de Siltolá. Colección Arrecifes. Sevilla 2015.

"Nosotros, los de entonces, / esos desconocidos", escribe José Manuel Benítez Ariza en uno de los últimos poemas de su antología de poesía amatoria que publica La Isla de Siltolá en su colección Arrecifes.

Una antología temática que reúne a lo largo de tres décadas de poesía una parte significativa de la obra de José Manuel Benítez Ariza, que señala en su introducción que “poesía amorosa” equivale simplemente a “poesía” y que "no hay poesía amorosa que no sea elegíaca.”

Y por eso ese título nerudiano que el autor ha elegido para recoger esta selección que incorpora un libro inédito, La intemperie, hasta completar un conjunto de sesenta poemas que reflejan la persistencia del tema amoroso en la poesía Benítez Ariza, su matizada evolución de tono, enfoque y estilo.

Entre una Canción inicial – “Amor que acaricia el cuerpo / buscando tocar el alma” y la Canción final –“en ese espacio sin gente / hay sitio para los dos”- en el centro del libro el texto que le da título y que resume desde el presente la nostalgia de otro tiempo: “Hoy es domingo y llueve. / Esta lluvia me trae nostalgia de la nieve.”


John Donne.
Sonetos y Canciones.
Edición bilingüe.
Traducción de José Luis Rivas.
Vaso Roto Esenciales. Madrid, 2015.

Vaso Roto Esenciales publica una edición bilingüe de Sonetos y canciones de John Donne con una espléndida traducción de José Luis Rivas.

Coetáneo de Shakespeare y de Quevedo, con cuya poesía guarda más de una semejanza y afinidades de tema y de estilo, de concepto y de lenguaje, John Donne es el mejor representante de la poesía metafísica inglesa, cuyo rasgo característico no es la temática filosófica, sino la integración de sentimiento y pensamiento, de pasión y razón.

Una suma que encuentra su cauce muchas veces, como en Quevedo, en la poesía de contenido amoroso, y que como en el español, refleja una mezcla muy barroca en clarosuro de lo idealizado y lo grotesco, de lo alto y lo bajo.

Ironía y desengaño recorren estos textos en los que se conjugan la intensidad emocional y la densidad intelectual y se funden la sensación y el pensamiento para crear esa forma peculiar de imagen que es el concepto metafísico.

La fuerza expresiva, la complejidad verbal y la musicalidad de los textos originales plantean una exigencia especial a la difícil traducción de esta poesía y hacen particularmente meritoria una versión tan brillante como la de José Luis Rivas.




C. P. Cavafis.
Ítaca.
Traducción de Vicente Fernández González.
Ilustrado por Federico Delicado.
Nórdica. Madrid, 2015.

"Cavafis vuelve al texto homérico, a los elementos nucleares del relato: Ítaca, la travesía, los peligros y las riquezas del camino, las aguas y las costas ignotas, la aventura y la experiencia… Vuelve al texto homérico, pero su poema no es un trasunto de la Odisea; Itaca es definitivamente otra cosa /… /, el viaje de Ítaca no es el viaje del regreso, no es un viaje de vuelta, es un viaje de ida, el primer viaje, el viaje”, escribe Vicente Fernández González en el prólogo de su traducción de Ítaca ilustrada por Federico Delicado y editada por Nórdica.

Cuando la travesía emprendas hacia Ítaca,
pide que sea largo tu camino,
lleno de aventuras, pleno de saberes.

Con esos versos comienza uno de los poemas imprescindibles de la historia de la literatura, un viaje a la libertad y al conocimiento, pero sobre todo un viaje al fondo de uno mismo a través de mares tranquilos o agitados. Un viaje cuyos peligros están más dentro de uno mismo que fuera.

Como todos los grandes textos clásicos, Ítaca es, además de un poema memorable, un texto un poema lleno de matices, abierto a las interpretaciones y que conserva inaccesible una parte de su sentido. Uno de sus secretos, sin duda, el tono de voz: ese tono inconfundible de Cavafis, del que Auden decía que no puede ser descrito, sólo imitado o parodiado.

Metáfora de la vida, invitación al viaje, pero también texto de despedida, su ambigüedad nace en el primer verso con el uso de una segunda persona que puede ser la de Ulises, la conciencia del propio poeta o la del lector. Esa ambigüedad, el funcionamiento simultáneo de esos niveles de significación, acaba enriqueciendo de esa manera el contenido del poema.

Las espléndidas ilustraciones de Federico Delicado proponen una interpretación plástica del poema con diversidad de rostros y edades sobre el fondo del mapa de las islas del Egeo, del Mar de Mirtos y del Mar Jónico, donde está Ítaca, a donde se llega sin temor y sin prisa.

Una Ítaca que, además de la patria de Ulises, es el destino en un doble sentido –destino geográfico y destino individual-, pero es también el motor del viaje hacia el conocimiento y hacia el fondo de uno mismo:

Con la sabiduría que has alcanzado, con tu experiencia,
ya habrás comprendido qué significan las Ítacas.





Diego Jesús Jiménez. 
La ciudad.
Prólogo de Tomás Néstor Martínez.
Notas críticas de Juan Manuel Molina Damiani.
Bartleby Poesía. Madrid, 2015.

Es una vida más que pasa bajo el puente: / un hombre, escribe Diego Jesús Jiménez en el poema que sirve de pórtico a La ciudad, el libro con el que obtuvo el premio Adonais de 1964. Fue publicado hace 50 años y para conmemorar ese medio siglo Bartleby lo recupera en una magnífica edición prologada por Tomás Néstor Martínez e iluminada con las notas críticas de Juan Manuel Molina Damiani.

“Era la mía una respiración parecida a la del pájaro cuando es atrapado. [...] sientes la respiración de algo que está asfixiándote. Creo que esa es la respiración que hay en La ciudad,” escribió Diego Jesús Jiménez de este libro, profundamente unitario y articulado en cinco Rondas (del agua, de la noche, del aire, de las piedras, del hombre) que trazan, entre el tiempo y el espacio, entre la nostalgia y la reflexión, el plano de la ciudad, pero sobre todo un itinerario poético y existencial que delimita la noción de lugar del poeta y su afirmación de la conciencia personal: un hombre, sí, y acaso / una mujer sin esperanza.

Desde el desarraigo a la mirada a las raíces en busca de la identidad propia entre el agua y la piedra, entre el sueño y el recuerdo, a la temporalidad como ámbito en el que se cruzan el presente y pasado, La ciudad es un libro que se levanta sobre los cimientos de la memoria y el material que aportan las imágenes y las sombras, las presencias y los reflejos en un proceso que, como señala Tomás Néstor Martínez en su introducción, recorre “fases o etapas diversas: reflexión, contemplación y fusión.”

Un proceso que va desde la sombra a la luz, desde la incertidumbre al conocimiento, desde la contemplación nostálgica a la conciencia reflexiva para convertirse, en palabras de Molina Damiani, en “un poemario capital de uno de los mejores poetas de la poesía española del siglo XX.”

Santos Domínguez

17 diciembre 2015

Javier Egea. Taller del autor


Javier Egea.
Taller del autor (1969-1999) 
Volumen I. 
Edición, presentación y notas 
de José Luis Alcántara 
y Juan Antonio Fernández.
Narrativa Bartleby. Madrid, 2015.

Después de la edición en dos volúmenes de la Poesía completa de Javier Egea, Bartleby empieza a publicar la segunda parte del proyecto de obra completa del autor: su prosa completa.

Organizada en dos partes, el Taller del autor (1969-1999), que se editará en dos volúmenes, es la primera -la segunda estará dedicada a la publicación de sus diarios entre 1987 y 1997- y recoge artículos y recitales por un lado y su prosa narrativa por otro.

Cuidadosamente editados, ordenados cronológicamente y anotados con minuciosidad, se reúnen en este primer volumen, cuidado por José Luis Alcántara y Juan Antonio Fernández, casi medio centenar de textos que incluyen presentaciones, textos de introducción a lecturas o reflexiones sobre otros poetas además de un conjunto de textos narrativos breves.

En conjunto, un complemento imprescindible de la poesía de Javier Egea, que reflexiona en estas páginas, dispersas hasta ahora, sobre el proceso de creación de su poesía, sobre su participación en la vida literaria granadina de finales de los 70 y primeros 80 o sobre la otra sentimentalidad.

En palabras de los editores, unos textos que reflejan “la perspicacia, la técnica y la consciencia propia que aplica en el momento de reflexionar sobre su oficio poético.”

Santos Domínguez

16 diciembre 2015

El relojero de Yuste


José Antonio Ramírez Lozano.
El relojero de Yuste.
Los últimos días de Carlos V.
Premio de Novela Ciudad de Salamanca.
Ediciones del Viento. La Coruña, 2015.


A Yuste llega un día de principios de febrero de 1555 el Emperador Carlos. Y aunque a decir verdad, nunca sabremos bien la razón de su apartamiento; si lo hizo por aborrecimiento del mundo o pretendió ahuyentar así a la Muerte (...) más cierto parece, en cambio, que fuese su verdadera intención la de buscar aquí remedio contra la Muerte, sacando así partido al tiempo de sus últimos días. Y, si no, a qué tanto reloj como trajo. Sepan que la mitad de uno de los carros venía ocupada con estos artilugios.

Ese es el planteamiento inicial de El relojero de Yuste, la novela con la que José Antonio Ramírez Lozano obtuvo el XIX Premio de Novela Ciudad de Salamanca que acaba de publicar Ediciones del Viento. 

Una novela emparentada con su reciente libro de poesía Elegía de Yuste y con el tono y la tensión poética de algunas estrofas de Teluria, o de Sybila Famiana, en donde un texto titulado El reloj hacía una primera aproximación al tema del tiempo que es el eje de esta obra. 

Porque el Emperador viene huyendo de sus enemigos y de la Muerte acompañado de un séquito del que forma parte esencial Juanelo Turriano, su relojero, constructor de relojes que son el alma del universo y reflejan el mundo con una música que es la de la mecánica celeste de las esferas.

Camino del ocaso de su vida y acompañado también por un maestro cervecero que le procura consuelo con esa bebida recién importada, Carlos V sufre el acoso constante de una Muerte capaz de detener a la vez todos los relojes, hermanos del corazón, que confunde sus latidos con el ritmo de sus mecanismos. 

Por eso, de camino a Yuste, aún en Jarandilla, el Emperador le hace una propuesta a Juanelo Turriano para retrasar el inevitable triunfo de la Muerte: que componga un reloj para disputarle el tiempo a la Muerte, porque sabido es, amigo Juanelo, que habremos de morir, pero el día y la hora está en nuestra mano retrasarlos. Y a esa dilación y tardanza llamo yo victoria.

Y Juanelo compone un reloj con alma y carillón, con un autómata que represente al Emperador y resista los envites de la muerte que le asedia en pesadillas, la misma Muerte que cerraba en el Sueño de Isabel su Elegía de Yuste: 

Será un guerrero autómata -dice Juanelo- que yo mismo construiré con mis manos y a su semejanza. Un guerrero imperial contra cuya espada golpeará la muerte su guadaña, haciendo sonar así las horas.

En la figura de ese autómata que lucha por el Emperador y vence a la Muerte cuando cada noche a las doce rechaza con los golpes de su espada la guadaña enemiga, representa simbólicamente Ramírez Lozano el conflicto que se produjo en la época entre el tiempo viejo y el tiempo nuevo, entre el tiempo de Dios que miden las campanas y el tiempo de los hombres que cuentan los relojes, entre los frailes medievales y el relojero renacentista. 

Un conflicto que llega hasta el contraste entre el vino sagrado que bendijo Cristo y la cerveza satánica de los herejes luteranos.

Con Durero y su grabado El caballero, la muerte y el diablo al fondo, El relojero de Yuste es una novela que no pierde tensión ni baja en interés, con un medido equilibrio entre la narración y la descripción, entre la fluidez de la acción o el diálogo y el cuidado del estilo.

Santos Domínguez

15 diciembre 2015

Cómo vivir con Antonio Machado



Elena Medel.
El mundo mago. 
Cómo vivir con Antonio Machado.
Ariel. Barcelona, 2015.

Quizá en ningún poeta español del siglo XX se fundan de manera tan inseparable vida y poesía, biografía y literatura como en Antonio Machado. Hay siempre en sus versos una reunión ejemplar de vida y obra, un equilibrio entre ética y estética que justifica el calificativo de maestro reconocido por las generaciones posteriores.

Y ese es también, inevitable y felizmente, el enfoque adoptado por El mundo mago. Cómo vivir con Antonio Machado, el ensayo de Elena Medel que publica Ariel: una mirada global que equilibra también la atención a la vida y la obra y sigue el viaje que hay en Machado desde una nostalgia ensimismada y solitaria hasta el encuentro con los demás y consigo mismo a través del otro.

Ese proceso desde la melancolía al compromiso, desde el límite de la propia identidad en la contemplación de las opacas galerías del alma a la alternativa de los complementarios Juan de Mairena y Abel Martín, desde el interior de sí mismo hasta el reconocimiento en el paisaje orienta el viaje de este libro en el que Elena Medel hace un recorrido por los temas y los tiempos, por los espacios y los versos de Antonio Machado porque en sus poemas nos lo contaba todo: sobre él, sobre nosotros, los lectores que esperamos que su lectura nos brinde las respuestas que necesitamos.

Por eso, este intenso ensayo propone, junto con el recorrido por la biografía de Machado, una nueva lectura de su poesía en un brillante ejercicio de integración.

Santos Domínguez

14 diciembre 2015

Molinos de viento en Brooklyn



Prudencio de Pereda.
Molinos de viento en Brooklyn.
Traducción de Ignacio Gómez Calvo.
Epílogo de Jorge Ordaz.
Hoja de Lata Editorial. Gijón, 2015.

Como muchos otros elementos de este libro, el título fue una aportación de mi abuela. Ella solía criticar al Abuelo por su falta de ojo para los negocios y su poco realismo, y una vez que estaba censurándolo delante de una amiga, la mujer protestó y salió en defensa de mi abuelo.
-Don José es un hombre de una gran integridad –dijo-. Eso vale más, mucho más que tener ojo para los negocios. Él tiene ideales, como los grandes hombres de mundo. Es como Don Quijote, como un Don Quijote de verdad.
-Sí -dijo la Abuela, con su tono frío y mordaz-. Un Don Quijote de verdad. Pero desgraciadamente para todos nosotros, no hay molinos de viento en Brooklyn.

Con ese texto, que explica el título y constituye la primera presentación del abuelo, un personaje fundamental en la novela, se abre Molinos de viento en Brooklyn, de Prudencio de Pereda, que publica Hoja de Lata Editorial con traducción de Ignacio Gómez Calvo y epílogo de Jorge Ordaz.

Con esta edición se rescata del olvido la obra y la figura de Prudencio de Pereda, un escritor que colaboró con Hemingway en los guiones de dos documentales sobre la Guerra Civil: Spain in Flames y Spanish Earth.

Nacido en 1912, hijo de emigrantes españoles en Brooklyn, esta fue su tercera novela. La publicó en inglés en 1960 y es una reconstrucción novelada de su infancia que no había sido traducida al español hasta ahora.

“El tono cercano y familiar, la mirada tierna y candorosa del narrador y el humor son tres de los componentes que hacen de esta obra una espléndida y deliciosa reminiscencia”, explica en su epílogo Jorge Ordaz, que impulsó el rescate de su autor en un reciente artículo -“Prudencio de Pereda, español de Brooklyn”- que ha servido de base para el texto que cierra el volumen. 

El negocio –legal o ilegal- de los habanos o de los cigarros falsificados es la ocupación principal de su familia y de su entorno en la colonia española en Brooklyn: el abuelo, afable, pobre y triste; Agapito López, el más hábil e imaginativo de los traficantes de habanos falsos, el miembro más famoso de la colonia; una atractiva viuda con la que se inicia en la sexualidad; Manolín, el mejor bailarín español del mundo, y la abuela, que tiene un papel fundamental en el último capítulo, son los referentes de un proceso de formación del protagonista-narrador de una novela escrita con solvencia.

Una oportuna recuperación con la que Hoja de Lata sigue enriqueciendo su catálogo. 

Santos Domínguez


12 diciembre 2015

Javier Pérez Bazo. La Borbona



Javier Pérez Bazo.
La Borbona.
Izana Editores. Madrid, 2015.

A mis lectores, exceptuado Leandro Ruíz Moragas, hijo de La Borbona, bastardo fabulador que de sus padres desmerece. 

Entre esa dedicatoria llamativa y destemplada y una apostilla al final del libro –“El hijo del rey no merece serlo de La Moragas”- sobre el hijo bastardo de Alfonso XIII y Carmen Ruiz Moragas, un personaje que merece, cuando menos, el privilegio de la glosa por su mala calaña, transcurren las páginas de La Borbona, la primera novela de Javier Pérez Bazo, que publica Izana Editores.

Organizada en tres actos y en dos apostillas, tiene como eje la vida de Carmen Ruíz Moragas, una actriz que vivió entre 1896 y 1936, tuvo cierta relevancia en la escena española del primer tercio del siglo XX y fue la madre de dos hijos bastardos del rey. 

Casada con el torero mexicano Rodolfo Gaona, amante del rey Alfonso XIII –a lo que debe el mote que le puso Alberti- y posteriormente del poeta del 27 Juan Chabás, que se cruzó en su camino, cada una de las tres secciones de la novela se centra en uno de los tres episodios de su vida sentimental.

Entre la documentación rigurosa y la fabulación libre, entre la ficción y la crónica, entre las memorias de la actriz y la voz documental del narrador, esta es una novela a dos voces -la primera persona autobiográfica de la actriz y la tercera del narrador. 

Seria y divertida a la vez, narrada con solvencia y agilidad narrativa y completada con una amplia galería fotográfica, La Borbona es la biografía novelada de esa actriz a la que dedicó un extenso artículo en 2004 Javier Pérez Bazo, experto en Chabás, en las vanguardias y el 27, excelente conocedor de una época y de unos escritores irrepetibles que deambulan, a caballo entre la realidad y la imaginación, por las páginas de esta novela.

Santos Domínguez

11 diciembre 2015

Carlos Barral. Memorias



Carlos Barral.
Memorias.
Edición de Andreu Jaume.
Lumen. Barcelona, 2015.

Carlos Barral publicó entre 1975 y 1988 tres entregas -Años de penitencia, Los años sin excusa y Cuando las horas veloces- de unas Memorias que no llegó a reunir en un volumen como el que acaba de publicar Lumen con edición de Andreu Jaume, que explica en el prólogo –“El escritor Carlos Barral”- que esta es la primera “edición unitaria y coherente de la obra, que circulaba con abundantes arbitrariedades y errores de composición” que se han solucionado en esta nueva edición anotada que, además de una selección de fotografías inéditas, incorpora como apéndice los dos capítulos de recuerdos infantiles que Barral dejó sin terminar a su muerte.

Organizadas en las tres partes que antes fueron las tres entregas sucesivas en que fueron apareciendo, son el mejor conjunto memorialistico de la literatura contemporánea en español y están entroncadas con el conjunto de su obra poética. Porque estas son las Memorias de quien -indica Andreu Jaume- "quiso ser, antes que nada, poeta” y se mostró en ellas como “un prosista ambicioso, dueño de un estilo muy particularizado.”

Un estilo heredero del tono de Metropolitano, su primer libro de poesía, que se manifiesta desde las primeras páginas de Años de penitencia con una prosa potente sucesora de aquel libro.

Y porque a la memoria personal de Carlos Barral se superpone muchas veces la memoria civil del ciudadano, sobre el telón de fondo de la realidad política, social y cultural española, su prosa directa y fluida como la de una conversación contienen el testimonio intelectual de su conducta moral  -“la inteligencia moral como forma superior del conocimiento" de la que habla Jaume- en el panorama problemático de la España del franquismo, cuarenta años después de la publicación, mutilada por la censura, de Años de penitencia, el primer volumen de memorias que publicó.

Con los años cuarenta como telón de fondo, Años de penitencia surgió como un intento de crónica objetiva. La Barcelona de la primera posguerra, la educación en un colegio de jesuitas, el mar y los amigos –los Goytisolo, los Ferrater, Gil de Biedma- la universidad en la España del franquismo son los ejes de ese primer volumen.

Porque Años de penitencia empezó siendo un proyecto de crónica objetiva e impersonal de su generación para convertirse en algo muy distinto en tono y enfoque: en un relato subjetivo, en una memoria personal en la que se enfocaba el recuerdo, como explica Barral en el Prefacio de la primera edición de Años de penitencia, con una metódica inexactitud. Puesto que se trataba de suscitar una visión general, gran angular, en la que la peripecia del personaje era sólo el punto de vista, no importaba que las dataciones fueran precisas, los recuerdos circunstanciados y exactos, si su ambigüedad no desequilibraba el cuadro general [...] En un cierto aspecto, notas aparte, el libro quisiera alcanzar la dignidad de obra de ficción, por cerca que quede de la crónica y de la reflexión sobre hechos de la historia menuda.

Pero estas Memorias son también la autobiografía de quien, además de poeta, fue un editor decisivo a partir de los años sesenta, cuando modernizó la narrativa española y la abrió el exterior europeo e hispanoamericano. Los años cincuenta y sesenta son la época que aborda Barral en Los años sin excusa, que abordan la memoria del editor que publicó la narrativa más renovadora de la época o creó el Premio Biblioteca Breve, y la mirada del poeta que acude al homenaje a Machado en Colliure en 1959.

Un parecido sentimiento de culpa une los dos tomos, en los que la presencia del mar y la soledad es un constante contrapunto a los ambientes urbanos y a las relaciones sociales:

Es en Calafell, desde ese personaje disfrazado de viejo marinero ahora, de simple marinero y de viejo prematuro hace quince años, que tiene tiempo de jugar al escritor escaso y premioso, al editor institucional de la izquierda literaria, al padre de familia abrumado, es en Calafell donde he ido identificando los temores que tienen que sortear las artes de ser maduro. El miedo físico, a la falta de respuesta del cuerpo, tantas veces presentes en los ejercicios de la mar, el miedo a volverse tonto, a perder imaginación y memoria, tan frecuente en el paseo solitario mascando los versos de un poema inacabado que no quiere continuar, el miedo a la inseguridad, el miedo a enfermar, a verse disminuido y en definitiva el miedo a uno mismo, a no saberse soportar más. El acarreo del miedo, de toda clase de vagos temores confesables, pero que no interesan a nadie, y sobre todo el miedo al desacuerdo definitivo con la propia imagen, es una constante de la conciencia de la madurez. Terminada la juventud se está a merced del miedo, y es natural que el miedo nos asalte principalmente en los paisajes del ocio, en los secretos de las pausas en que somos nuestro propio interlocutor.

Ese párrafo, que cierra Los años sin excusa, anticipa el tono de la tercera entrega, Cuando las horas veloces, la de más altura literaria, que revela a un Barral más nostálgico que ya ha ajustado cuentas con el pasado.

El tiempo y su amenaza, la conciencia del deterioro físico e intelectual, invaden la mirada dolorida de esta última parte, que apareció en 1988, un año antes de su muerte, completa un ciclo memorialístico sin cuya lectura estarían incompleto el conocimiento de la vida cultural y del panorama literario de tres décadas decisivas en la historia española.

Escritas con una prosa de alta calidad, estas Memorias resumen un balance agridulce de daños y de gozos, desde la sordidez de la posguerra al vitalismo rebelde de los años universitarios a la vejez y el acecho de la desmemoria al final de Cuando las horas veloces:

¿Desde dónde fundaré ahora la nueva memoria? ¿O cómo haré para seguir siendo el mismo y para seguir con los viejos propósitos y los nuevos proyectos? ¿Cuándo y dónde se me ocurrirá lo que debo anotar y dónde garabatearé espacios diarios? Aquí seguramente, pero en medio de un vacío a menudo aterrador, de un universo frío que traspasa el calor de los afectos cercanos. Debe de ser eso el envejecimiento y la desmemoria.

Santos Domínguez

10 diciembre 2015

Kafka. Cartas a Milena


Franz Kafka.
Cartas a Milena. 
Traducción de Carmen Gauger. 
Biblioteca de traductores.
Alianza Literaria. Madrid, 2015.

En su serie Biblioteca de traductores Alianza Literaria presenta obras y autores fundamentales de la literatura universal en nuevas versiones realizadas por traductores relevantes.

Acaba de aparecer bajo ese sello una nueva edición de las Cartas a Milena de Franz Kafka a cargo de Carmen Gauger, una de las más prestigiosas traductoras del alemán por sus ediciones de Thomas Mann, de Rilke o de Handke. Su espléndida versión de este epistolario kafkiano va presentada por un prólogo en el que, además de hablar de Milena Jesenská y de su intensa y conflictiva relación con Kafka, explica la importancia de estas cartas en el conjunto de la obra del autor de La metamorfosis: “No son pocos los comentaristas –escribe- que ven en las cartas a Milena de Kafka no un complemento de su obra literaria, sino una parte de ella: una novela de amor con una sola voz.” 

Estas cartas reflejan una relación epistolar de la que sólo conocemos una parte: no se conservan las cartas de Milena a Kafka, aunque si las ocho cartas que le escribió a Max Brod, que se incorporan a esta edición junto con la necrológica que publicó a la muerte de Kafka: Anteayer murió en el sanatorio de Kierling, en Klosterneuburg, cerca de Viena, el doctor Franz Kafka, un escritor alemán que vivía en Praga. Pocos le conocían aquí, porque era un solitario, un hombre lleno de sabiduría e intimidado por el mundo...

Un texto modélico que apareció el 6 de junio de 1924 y terminaba así: Era un artista y un hombre de tan delicada conciencia que oía también allí donde otros, sordos, se creían a salvo.

Milena era una mujer resuelta y casada que vivía en Viena y conoció a Kafka en 1919 en Praga, donde había nacido. Allí le comunicó su intención de traducir sus relatos al checo. Era trece años más joven que él y Kafka se enamoró de ella sin conocerla apenas. De hecho, en una de las primeras cartas confiesa que no recuerda los rasgos de su cara. Quizá su enamoramiento tuviera que ver con otros aspectos, porque Milena era una mujer independiente, una mujer de mundo, de fuerte y libre personalidad. Una mujer dotada -señala la traductora- “de inteligencia, sensibilidad y fortaleza en un grado totalmente fuera de lo común.”

Era un mal momento en la vida de Kafka, atrapado entre los problemas de salud causados por una tuberculosis incipiente, su ruptura con Felice Bauer y su matrimonio frustrado con Julie Wohryzek, los problemas con su propio padre y una prolongada parálisis creativa.

En aquellas cartas que comenzaron a cruzarse en abril de 1920, que empezaron siendo ceremoniosas y que acabaron siendo  diarias -Kafka habla en una de ellas de este deseo inmoderado de cartas- Kafka encontró una forma de contacto si no más satisfactoria sí al menos menos problemática que la de la relación directa. Frente a su propia inseguridad, veía en Milena la imagen de la firmeza y la seguridad de una mujer decidida y dueña de su destino. Lo había demostrado antes de conocer a Kafka y lo siguió demostrando después de escribir su necrológica, cuando se lanzó a vivir con una turbulenta intensidad hasta su muerte en 1944 en el campo de concentración de Ravensbrück.

Y tal vez lo mismo que le atraía de Milena -su experiencia, su desenvoltura, su inteligencia- es lo que le acabó asustando. En una de sus cartas Kafka se refiere al doble efecto, perturbador y tranquilizante, que le produce su relación con Milena.  Posiblemente sea eso lo que explique la resistencia de Kafka a viajar a Viena para encontrarse con ella, aunque finalmente iría.

Porque Kafka hablaba de una Milena epistolar, no de la Milena real, cuando decía en una carta a su amigo Max Brod que era un fuego vivo como nunca había visto antes… Y al mismo tiempo extraordinariamente delicada, valerosa, inteligente. 

De todas las mujeres que pasaron por la vida de Kafka -y fueron muchas, contra lo que suele creerse- ninguna como Milena había comprendido la genialidad de su obra. Era, dice la traductora, “una mujer que estaba a su altura intelectual (...), la única que tenía la inteligencia y la sensibilidad necesaria para comprenderle y vivir con él.” 

Había entre los dos una dependencia mutua que explica el ritmo febril del intercambio epistolar durante seis meses de 1920. Pero sus proyectos vitales divergentes, y posiblemente también un problemático contacto físico durante los cuatro días en que Kafka estuvo con ella en Viena, provocaron una ruptura temprana, que fue ya inevitable tras otro encuentro, de unas horas, en Gmünd, del que la relación salió ya rota.

La angustia empieza a sobrevolar las cartas y Kafka le dice a Milena en una de ellas que su relación es imposible porque los dos están casados: ella con un hombre en Viena, él con la angustia en Praga.

La comunicación epistolar con Milena había sido muy fluida hasta que en noviembre de 1920 Kafka le envía este mensaje:

Quería romper esta carta, no enviarla, no responder al telegrama, los telegramas son muy ambiguos; pero ahora han llegado la postal y la carta, esa postal, esa carta. Pero también respecto a ellas, Milena, y aunque hubiera de morderme la lengua que desea hablar: ¿cómo puedo creer que necesites las cartas ahora, si lo que necesitas es únicamente sosiego, como tú misma lo has dicho casi sin darte cuenta? Y estas cartas son sólo un tormento, provienen de un tormento incurable, sólo causan un tormento incurable; ¿a dónde nos va a llevar esto (y hasta puede empeorar) en este invierno? Guardar silencio, esa es la única manera de vivir, aquí y ahí. Con tristeza, bueno, ¿qué importa? El sueño es así más infantil y más profundo. Pero el tormento equivale a pasar un arado a través del sueño -y a través del día-, eso no se puede soportar.

Y en el margen derecho añadía: “Si voy a un sanatorio, te lo diré, naturalmente.

A partir de ese momento, las cartas son ya esporádicas, mucho más distantes no sólo en el tiempo, sino en el trato. Kafka deja de tutear a Milena y la trata ya de ‘usted’ hasta la última carta, fechada el 25 de diciembre de 1923, que termina así:

Y ahora, pese a todo, mis ‘mejores saludos’: qué importa si ya caen al suelo en la verja del jardín, quizás la fuerza de usted sea así un poco mayor. Suyo K.

Estas cartas son más que un mero epistolario. “Una novela de amor, con una sola voz”, escribía la traductora, como ya vimos. Y añadía: “Justamente en esta ‘sola voz’ estriba para mí como traductora su principal dificultad” porque “al ser la materia de las cartas de naturaleza mucho más espinosa -sus miedos e inhibiciones sexuales, por ejemplo- que la de otros intercambios epistolares, Kafka no se expresa siempre con esa prosa fluida y grata con lo que escribe a Felice Bauer, su primera novia, sino que a menudo es un estilo fragmentario, alusivo, muchas veces elíptico, oscuro y nebuloso. Pero no por eso menos fascinante."

Santos Domínguez

09 diciembre 2015

Qué vemos cuando leemos


Peter Mendelsund.
Qué vemos cuando leemos.
Traducción de Santiago del Rey.
Seix Barral. Barcelona, 2015.

En su colección Los tres mundos Seix Barral publica Qué vemos cuando leemos, un asombroso libro, repleto de ilustraciones y de reflexiones sobre la lectura, de Peter Mendelsund, uno de los más prestigiosos diseñadores de portadas del mundo.

Una fenomenología con ilustraciones, como indica el subtítulo, que toma como punto de partida y como hilo conductor esta cuestión: 

¿Qué vemos cuando leemos?
(Además de palabras sobre la página.)
¿Qué nos figuramos en nuestra mente? 

Nos imaginamos que la experiencia de leer es como la de ver una película. Pero no es eso lo que ocurre, de hecho: leer no es eso, ni se parece a eso.

Porque la imaginación lectora es fundamentalmente visual, está construida sobre las imágenes que pasan por la mente del lector mientras lee. Pero esa imaginación visual, que se nutre de la experiencia y la memoria de cada persona, mira más hacia dentro que hacia fuera, usa el ojo interior del que hablaba Wordsworth y crea imágenes propias de cada individuo.

Los personajes literarios -explica Mendelsund- son físicamente imprecisos: sólo poseen unos pocos rasgos, y esos rasgos apenas parecen importar, o, mejor dicho, sólo importan en la medida en que contribuyen a refinar el significado del personaje. La descripción de los personajes es una especie de demarcación. Los rasgos del personaje contribuyen a trazar sus límites, pero esos rasgos no nos ayudan a imaginar realmente a una persona. 

Por eso pocos lectores se plantean de qué color eran los ojos de Mme. Bovary o cómo tenía el pelo Ismael, el narrador de Moby Dick. Y por eso la reconstrucción del retrato robot de Ana Karenina que se nos presenta en una ilustración del libro a partir de programas manejados por la policía nos devuelve unos rasgos que no coinciden con los que le habíamos atribuido como lectores. Seguramente Tolstói pretendía que cada lector tuviese su propia imagen del personaje.

Sondeo a algunos lectores. Les pregunto si son capaces de imaginarse con claridad a sus personajes favoritos. Para estos lectores, los personajes a los que adoran están, por emplear la expresión de William Shakespeare, “corporalmente encarnados." 

Parece evidente que cuando leemos usamos libremente la imaginación, incorporamos a la lectura nuestra memoria y la asociamos a nuestro entorno y de ahí la habitual discrepancia que se produce en el lector cuando ve la adaptación cinematográfica de un libro que haya leído. Las imágenes de los espacios y los personajes que propone la película normalmente suelen ser chocantes para el lector, porque no coinciden con los patrones visuales que ha formado su imaginación a partir de su experiencia personal en la intimidad de la lectura y que por eso mismo son irrepetibles.

Cuando Kafka escribía al editor de La metamorfosis y le prohibía que en la portada figurase un insecto, seguramente lo hacía porque no quería que el lector lo viera desde la cubierta, sino desde dentro del libro y probablemente también desde dentro del insecto. 

Y es que cada portada contiene una interpretación del libro, sugiere una dirección de lectura. Por eso la cubierta de un libro tan opaco como el Ulysses de Joyce fue la que más trabajo dio a Mendelsund.

Porque imaginar es ver imágenes, un acto creativo que suscita la lectura y estas imágenes que vemos cuando leemos son personales. Lo que no vemos es lo que el autor imaginaba cuando estaba escribiendo un libro. Dicho de otro modo: cada narración está hecha para que la sometamos a una transposición, para que la traduzcamos con la imaginación; para que la traduzcamos mediante asociaciones personales. Es decir, es nuestra.

Santos Domínguez 



08 diciembre 2015

Chéjov. Cuentos completos (1887-1893)


Antón P. Chéjov. 
Cuentos completos (1887-1893).
Edición de Paul Viejo.
Páginas de Espuma. Madrid, 2015.

Acaba de aparecer el tercer volumen de la monumental edición de los Cuentos completos de Chéjov en Páginas de Espuma, que recoge, con edición de Paul Viejo y las versiones de sus mejores traductores al español, los relatos escritos entre 1887 y 1893. 

Tras una decisiva evolución estilística y con la nueva conciencia estética que se instala en su obra a partir de 1886, fueron estos unos años de máxima creatividad de Chéjov, en los que publicó algunos de sus mejores relatos, con los que obtuvo el reconocimiento de la crítica y los lectores. 

Escribe Paul Viejo en su Introducción a este volumen: “Chéjov no crece más porque, con el tiempo, haya escrito más páginas y ya pasamos de tres mil. Crece porque en estos años –en los que ha visto sufrir a niños, hombres, mujeres y locos; ha visto enamorarse a niños, hombres, mujeres y locos- las habrá escrito mejores. Es ahora, en el periodo que cubre este libro, cuando Chéjov nos desbaratará las ideas que teníamos de sus años anteriores, pero reconoceremos, ahora sí, al Chéjov de los detalles, de las descripciones, de los finales como si nada. Al Chéjov que merece una camiseta hoy y los agasajos de sus colegas ayer. Al Chéjov que ha pasado a la historia de la literatura. La literatura. Lo más importante y lo menos importante de su vida.”

Chéjov escribió a partir de 1886 cuentos menos ligeros y más reflexivos, con un mayor nivel de autoexigencia que le obligaba a ser menos torrencial. Porque también en estos años se dedicó más a vivir y menos a escribir, redujo mucho sus colaboraciones en revistas, y además también se dedicó al teatro y a sus amantes.

Era un descenso que afectó a la cantidad, no a la calidad de unos "relatos cada vez más grandes -en todos los sentidos-, cada vez más lentos de escribir", como explica Paul Viejo. Por eso las docenas de relatos que publicó en 1887 se van reduciendo en número y en 1893 sólo escribe dos, uno de ellos el espléndido Relato de un desconocido. 

Más que cuentos sueltos en revistas, Chéjov publica ya colecciones de relatos como En el crepúsculo (1887), que obtuvo al año siguiente el Premio Pushkin de la Academia, o Gente sombría (1890), con relatos como Una historia aburrida.

Son los años en que escribe algunos de sus textos imprescindibles :La estepa (1888), El duelo (1891) o La sala número 6 (1892). A partir de entonces, junto con un gran número de lectores que compran las sucesivas reediciones de sus libros de cuentos, aparecen inevitablemente detractores que o no lo comprenden y le recriminan que no estaba contando nada o simplemente lo envidian sin más argumento que su propia pequeñez.

Pero está aquí ya el Chéjov imprescindible y minimalista, capaz de sugerir con una enorme economía de medios, un Chéjov con menos humor y más melancolía, a caballo siempre entre la crítica y la emoción, entre la compasión y la ironía, un autor que proyecta su mirada sobre un mundo habitado por personajes que se mueven entre la esperanza y las frustraciones, incapaces de comprender la reglas opacas con las que funciona el mundo.

Alguna vez se ha dicho que sus relatos son una enciclopedia de la vida rusa. No es verdad. Son una enciclopedia de la vida. Y eso es lo que lo convierte en un clásico universal.

Lo resume con brillantez Paul Viejo en su Introducción -Reconocer a Chéjov-: “Reconocemos a Chéjov. Que fue el escritor del siglo XX y no le va a quedar más remedio, de tanto como lo reconocemos, que serlo también del siglo XXI." 

Santos Domínguez

07 diciembre 2015

Cómo vivir con Homero



Adam Nicolson.
El eterno viaje.
Cómo vivir con Homero.
Traducción de Gemma Deza Guil.
Ariel. Barcelona, 2015.

Fue como descubrir la poesía misma, o que los muertos hablan, escribe Adam Nicolson en El eterno viaje a propósito de su descubrimiento de la  poesía de Homero durante una travesía marítima en un velero.

Descubrir a Homero y entenderlo, buscarlo y encontrar a ese autor a la vez extraño y real y finalmente seguir la estela brillante de su poesía en la Odisea son algunas de las propuestas que desarrolla este ensayo que aparece en la espléndida colección Cómo vivir con... que publica Ariel.

No es un ensayo erudito, aunque tiene la solidez que da el conocimiento profundo de un lector apasionado, sino un homenaje agradecido y cercano a un Homero que, además de ser el padre de la literatura occidental, sigue siendo nuestro contemporáneo, porque a medida que la leía, ya un hombre en la mitad de su vida, caí de repente en la cuenta de que aquél no era un poema sobre el allí y el entonces, sino sobre el aquí y el ahora. El poema describe la geografía interior de quienes lo escuchan.

Acercarlo al lector actual, bucear en la profundidad de sus ideas y en sus actitudes morales, indagar en la fragilidad y la grandeza del héroe son los logros de este ensayo tan intenso como la poesía de la que se ocupa, de esa Odisea que es un manual para la vida, una forma de conciencia que entendía el fracaso, la autocomplacencia y la vanidad y, pese a ese conocimiento, no deponía la esperanza de alcanzar la nobleza y la integridad y de obrar bien.

Una poesía que no aporta respuestas, pero refleja asombrosamente la vida, porque lo que respira en sus versos es la complejidad de la vida, la vitalidad burbujeante de un barco en el mar.

Santos Domínguez

05 diciembre 2015

El diablo en el cuerpo



Soledad Galán.
El diablo en el cuerpo.
Grijalbo. Barcelona, 2015.

Fue la de los tristes destinos, la reina castiza con cetro, chulo y corona cuyos ardores venéreos inmortalizaron los hermanos Bécquer en 89 acuarelas de Valeriano sobre el guión de Gustavo Adolfo.

Con la misma crudeza, ahora Soledad Galán relata sus borbónicas efusiones amorosas en El diablo en el cuerpo, una novela que publica Grijalbo y que tiene como centro aquella corte de los milagros que era un malogrado taller de construcción de príncipes.

¿Qué podía esperar de un hombre que en la noche de bodas llevaba más encajes que yo?, se pregunta Isabel II en esta narración escrita en primera persona y después de muerta, desde el purgatorio donde espera a que me emperejile las penas, a fin de hallarme limpia de mancha ante San Pedro.

Y porque su real consorte Francisco de Asís -Paco Natillas en la hiriente copla popular que lo evocaba orinando en cuclillas como las señoras; Paquita en boca de la reina- no cumplía el débito – Paquita no podía. Paquita no iba a poder- la soberana de su cuerpo – húmeda, dúctil, serpentina- calma sus fuegos eróticos con su general bonito, Serrano, el primero y el mejor de sus amantes, y con una larga sucesión de cuerpos que la reina rememora con desvergüenza y sin remilgos cortesanos, con un estilo que reproduce su desinhibida manera de comportarse:

Con todas las urgencias de adentro del cuerpo que no se le consienten a una hembra, y menos a una soberana, me volví una mujer serpiente. Podría entonces haberme matado con una cocción de fósforo; sin embargo, no me di al suicidio. Yo doña Isabel II, me di. A todo y a todos.

Una novela atrevida y directa que habla también de la libertad de una mujer y de su rebelión frente a las ataduras morales y los prejuicios sobre el fondo agitado de la España del siglo XIX.

Santos Domínguez

04 diciembre 2015

Anne Sexton. Un autorretrato en cartas



Anne Sexton.
Un autorretrato en cartas.
Traducción de Andrés Catalán, 
Ben Clark, Juan David González-Iglesias 
y Ainhoa Rebolledo. 
Prefacio de Linda Gray Sexton.
Linteo. Orense, 2015.

Es una de las autoras imprescindibles de la poesía norteamericana contemporánea. Había nacido en 1928, vivió en Boston con más estabilidad económica que emocional y antes de suicidarse el 4 de octubre de 1974 arrastró una larga secuencia de depresiones, episodios de alcoholismo y trastornos bipolares que la sumieron en una penosa patología de desgarramiento psíquico entre el amor y el odio, entre el vitalismo y la autodestrucción.

Contradictoria, autocrítica e infeliz, esposa maltratada y madre maltratadora, reflejó su angustia o su exaltación en la terapia consoladora de su poesía confesional y rompedora, a la que se aferró como una tabla de salvación para hacer frente al desgarro entre la fragilidad y la furia, entre la crueldad y la delicadeza.

El debate entre la vida y la muerte con los impulsos autodestructivos como una amenazante sombra al fondo que atraviesa su poesía, de marcado tono confesional, late también al fondo de las cartas que recopiló su hija Linda en 1977 y que acaba de publicar en español Linteo en una espléndida edición presentada por un Prefacio el que su hija explica el proceso de elaboración de este libro, una recopilación que ofrece “lo mejor de mi madre a sus lectores”, “una suerte de mapa del tesoro de la vida de Anne Sexton”, “incapaz de ejercer de madre, aun siendo, a la vez, muy capaz de ejercer el maltrato.” 

Se reúne en este volumen una amplia selección de las cartas que escribió y de las que guardaba copia en papel carbón. Organizadas cronológicamente en seis capítulos enmarcados entre un prólogo y un epílogo, con abundantes ilustraciones fotográficas, cada una de las secciones va introducida por un poema alusivo a la época de las cartas y por un pormenorizado estudio biográfico que contextualiza las circunstancias en las que Anne Sexton escribió su abundante corespondencia.

Cercanas al tono confesional de su poesía, estas cartas reflejan la intimidad estremecida de esta poeta fundamental, sus problemas sentimentales, sus desequilibrios psíquicos, su refugio en la poesía, su huida de sí misma en los viajes, las dudas que asediaban sus procesos creativos, sus cambios de humor.

En conjunto, como su poesía, construyen el autorretrato complejo de una mujer “diezmada por su enfermedad, su inmadurez, su propio vacío”, como señala su hija en el Prefacio.

Santos Domínguez

03 diciembre 2015

John Ruskin. Sésamo y lirios

John Ruskin.
Sésamo y lirios.
Edición y traducción de Javier Alcoriza.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2015

Ningún libro vale algo si no vale mucho, ni es servible hasta que ha sido leído, y releído, y amado, y amado de nuevo; y marcado, de modo que podáis referiros a pasajes que necesitáis en él como un soldado puede coger el arma que necesita en un arsenal, o un ama de casa traer la especia que necesita de su despensa, escribe John Ruskin en Sésamo y lirios, un volumen que publica Cátedra Letras Universales con edición y traducción de Javier Alcoriza.

Como un crítico trágico e innovador a partes iguales definió Bloom a Ruskin, que murió con el siglo XIX y había nacido en Londres en 1819, el mismo año que la Reina Victoria. Analista de todas las artes, formado en la sensibilidad romántica, fue el mejor crítico inglés de su época. Pero fue más que eso: su delicada sensibilidad y el amplio horizonte de sus conocimientos lo convierten en una figura única en la tradición cultural europea y en un antecedente de algunas tendencias de la crítica contemporánea en el ámbito de la lengua inglesa.

Su mirada a la naturaleza y al arte influyó decisivamente sobre Proust, el más conocido de sus lectores, que tradujo Sésamo y lirios al francés y escribió para prologar esa traducción un ensayo espléndido, Sobre la lectura.

Es el más difundido de los libros de Ruskin, que integró bajo ese título tres conferencias impartidas entre 1864 y 1868. Además del Sésamo –“Los tesoros de los reyes”– y los Lirios –“Los jardines de las reinas”–, la tercera conferencia –“El misterio de la vida y sus artes”–, para algunos el más perfecto de sus ensayos, resumía según el propio Ruskin todo lo que sabía y sus últimos seis párrafos contienen la mejor expresión de lo que hasta ahora he sido capaz de poner en palabras.

Un conjunto que tiene como eje una serie de propuestas sobre cómo y qué leer, con Dante, Milton, Homero y Shakespeare como exponentes del canon clásico, como pauta de lectura que busca lo eterno, en la revelación que está por encima del paso del tiempo porque leer no es fácil y el misterio de la vida, cada vez más impenetrable.

Sésamo y lirios propone una teoría del libro a partir de dos temas fundamentales que resumía así Ruskin en el Prefacio de 1882: la majestad de la influencia de los buenos libros, y de las buenas mujeres, si sabemos cómo leerlos y cómo honrarlas.

Estas conferencias fijan un arte de lectura en torno a dos preguntas, qué leer- siendo la vida muy corta, y pocas sus horas tranquilas, no deberíamos desperdiciar ninguna de ellas en leer libros sin valor- y cómo leer -debéis adoptar el hábito de mirar intensamente las palabras y aseguraros de su significado, sílaba a sílaba, o mejor, letra a letra.

Pero esas dos cuestiones surgen de una pregunta más profunda y más radical: por qué leer, que Ruskin contesta así:

Leemos porque somos hombres, no insectos; somos espíritus vivos, no nubes pasajeras./.../ Hagamos el trabajo de los hombres mientras tengamos su forma y, tal como arrebatamos nuestra estrecha porción de tiempo a la eternidad, arrebatemos también nuestra estrecha herencia de pasión a la inmortalidad, aun cuando nuestras vidas sean como humo, que aparece un momento y al punto se disipa.

Es la primera vez que se recogen en una edición en español los prefacios y las conferencias de Ruskin en un volumen que incorpora los delicados dibujos de un crítico plural que además de ejercer esa influencia decisiva en Proust constituye uno de los momentos más altos de la prosa inglesa del siglo XIX.

Santos Domínguez

02 diciembre 2015

Marcel Proust. Sobre la lectura

Marcel Proust. 
Sobre la lectura.
Edición de Mauro Armiño.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2015.

Quizá no hay días de nuestra infancia que hayamos vivido con tanta plenitud como aquellos que creímos dejar sin vivir, aquellos que pasamos con un libro preferido. Todo lo que parecía llenarlos para los demás y que nosotros apartábamos como un obstáculo vulgar para un placer divino: el juego para el que un amigo venía a buscarnos en el pasaje más interesante, la abeja o el rayo de sol molestos que nos forzaban a levantar los ojos de la página o a cambiar de sitio, las provisiones de merienda que nos habían hecho llevar y que dejábamos a nuestro lado en el banco, sin tocarlas, mientras sobre nuestra cabeza el sol iba menguando su fuerza en el cielo azul, la cena por la que habíamos tenido que volver y durante la cual sólo pensábamos en subir inmediatamente después y acabar el capítulo interrumpido, todo eso, de lo que la lectura hubiera debido impedirnos percibir algo más que su importunidad, grababa en cambio en nosotros un recuerdo tan dulce, mucho más precioso -para nuestro juicio actual- que lo que entonces leíamos con tanto amor, que, si hoy llegamos a hojear esos libros de antaño, sólo sería como los únicos calendarios que hayamos conservado de los días idos, y con la esperanza de ver reflejadas en sus páginas moradas y estanques que ya no existen.

Así comienza, en la traducción de Mauro Armiño, Sobre la lectura, un ensayo rebosante de inteligencia y sensibilidad, que Marcel Proust concibió y publicó como prefacio a su traducción de las dos primeras conferencias de Sésamo y lirios de John Ruskin, pero que tiene una presencia autónoma en su obra, porque más que una introducción al maestro inglés, es una reflexión personal sobre la lectura. 

La evocación de esas lecturas en la infancia, clandestinas y nocturnas a la luz de una vela, se elabora ya con una mirada, un tono y un estilo que anticipan su obra posterior y es ya una muestra brillante del lector excepcional y del escritor portentoso que unos años después escribiría A la busca del tiempo perdido.

Lo resume así Mario Armiño en su introducción: “"Sobre la lectura" /.../ adelanta pasajes de A la busca del tiempo perdido. El recuerdo de las lecturas de la infancia anuncia las primeras páginas de Por la parte de Swann, no sólo por el ámbito en que se mueve el protagonista —los platos pintados de la casa veraniega de tía Léonie en Illiers, la péndola, los espinos blancos— /.../, sino también por el tono literario, por el fraseo largo e imbricado, por la sintaxis que se esponja /.../ y genera nuevas oraciones, por la mirada fijada en detalles en principio nimios, por la forma de abordar los personajes de los libros leídos, que cobran vida: no son fruto de la imaginación, la verdadera vida está en la lectura, de ahí la incomodidad que representan el mundo y las rutinas de la vida cotidiana, las obligaciones familiares, tener que comer con los demás, tener que obedecer órdenes como dejar el libro durante el paseo, irse a la cama y apagar la luz.”

Para Proust, la lectura activa, no meramente receptiva, debe ser el motor del pensamiento y de la creación literaria y artística, porque escribir presupone leer y la lectura es una condición previa, una incitación a la escritura.

Y como un don añadido, la excelente prosa que recorre la lucidez de estas reflexiones, su capacidad de sugerencia y de evocación, su hondura reflexiva en torno a una lectura que despierte y no reemplace la vida personal del espíritu, una lectura que movilice la conciencia y la creatividad, porque debe ser, escribe Proust,  la iniciadora cuyas llaves mágicas nos abren en el fondo de nosotros mismos la puerta de las moradas donde no habríamos sabido penetrar.

Un texto, tan brillante como imprescindible, tras el que –escribe Mauro Armiño- “Proust interiorizó de tal modo la influencia del pensador inglés que sobre ese cemento elaboró no sólo una teoría estética propia, sino que además formó ese "yo" que soporta la estructura de la novela-catedral que es A la busca del tiempo perdido."

Santos Domínguez



01 diciembre 2015

La violación de Lucrecia


William Shakespeare.
La violación de Lucrecia.
Edición bilingüe.
Traducción de José Luis Rivas.
Vaso Roto Esenciales. Madrid, 2015.


Con tristeza, Tarquino, 
como un perro ladrón, se marcha a la callada; 
ella, como un cordero ya rendido, 
se queda allí jadeando. 
Él, debido a su crimen, 
se detesta y quisiera castigarse. 
Lucrecia, desolada, se desgarra la carne. 
Mientras ella se queja de esa noche espantosa, 
el huye, vacilante, 
resudando pavor pecaminoso, 
corriendo y renegando, 
maldiciendo sus goces disipados.

Esa estrofa, en la magnífica traducción del poeta mexicano José Luis Rivas, puede dar idea del alto voltaje verbal de La violación de Lucrecia, un poema narrativo de Shakespeare que publica Vaso Roto en su colección Esenciales.

Apareció en 1594, cuando la peste había cerrado los teatros de Londres y el dramaturgo necesitaba encauzar su escritura por otras direcciones que le permitieran la protección de un noble como el conde de Southampton, a quien dedicó este poema.

El año anterior le había dedicado al mismo noble otro poema largo, Venus y Adonis, que tuvo un asombroso éxito de ventas. La violación de Lucrecia, un poema más maduro y ambicioso, no tuvo la misma acogida, aunque en vida de Shakespeare conoció cinco ediciones. 

Sus casi dos mil versos, construidos con la gravedad y la altura propias del lenguaje trágico, relatan un episodio –la violación de Lucrecia por Tarquino, el último rey romano- que desencadenó el final de la monarquía de Roma y dio origen a la República. Y lo hacen con una mezcla de brutalidad y delicadeza que es muy del gusto de la mentalidad barroca, como la sensorialidad plástica que resume así Jordi Doce en la presentación del libro:

"Más allá del extenso ejercicio de écfrasis que protagoniza la segunda mitad del texto (la  visión del cuadro sobre la guerra de Troya ), lo pictórico es consustancial al poema, que se estructura como una sucesión de escenas, casi como un políptico de tema histórico."

La violación de Lucrecia contiene en su configuración narrativa el germen de asuntos que Shakespeare desarrollaría después en Cuento de invierno o en Cimbelino; su capacidad introspectiva en el análisis de la reacción de Lucrecia prefigura el lamento de Ofelia y el remordimiento del violador Tarquino anuncia las dudas de Macbeth o de Otelo.

Pero sobre todo, la tensión del lenguaje y el tono trágico que sobrevuela el ambiente opresivo del poema muestran a un autor cada vez más dueño de una potente voz que a partir de entonces, abiertos ya los teatros, crearía obras decisivas, pero capaz ya a esas alturas de versos como estos: 

Así fluye y refluye el oleaje 
de su dolor. Y el tiempo cansa al tiempo 
con sus quejas. Desea la noche; luego, el día. 
Y encuentra que una y otra son demasiado lentas 
para marcharse.

Santos Domínguez