16/12/15

El relojero de Yuste


José Antonio Ramírez Lozano.
El relojero de Yuste.
Los últimos días de Carlos V.
Premio de Novela Ciudad de Salamanca.
Ediciones del Viento. La Coruña, 2015.


A Yuste llega un día de principios de febrero de 1555 el Emperador Carlos. Y aunque a decir verdad, nunca sabremos bien la razón de su apartamiento; si lo hizo por aborrecimiento del mundo o pretendió ahuyentar así a la Muerte (...) más cierto parece, en cambio, que fuese su verdadera intención la de buscar aquí remedio contra la Muerte, sacando así partido al tiempo de sus últimos días. Y, si no, a qué tanto reloj como trajo. Sepan que la mitad de uno de los carros venía ocupada con estos artilugios.

Ese es el planteamiento inicial de El relojero de Yuste, la novela con la que José Antonio Ramírez Lozano obtuvo el XIX Premio de Novela Ciudad de Salamanca que acaba de publicar Ediciones del Viento. 

Una novela emparentada con su reciente libro de poesía Elegía de Yuste y con el tono y la tensión poética de algunas estrofas de Teluria, o de Sybila Famiana, en donde un texto titulado El reloj hacía una primera aproximación al tema del tiempo que es el eje de esta obra. 

Porque el Emperador viene huyendo de sus enemigos y de la Muerte acompañado de un séquito del que forma parte esencial Juanelo Turriano, su relojero, constructor de relojes que son el alma del universo y reflejan el mundo con una música que es la de la mecánica celeste de las esferas.

Camino del ocaso de su vida y acompañado también por un maestro cervecero que le procura consuelo con esa bebida recién importada, Carlos V sufre el acoso constante de una Muerte capaz de detener a la vez todos los relojes, hermanos del corazón, que confunde sus latidos con el ritmo de sus mecanismos. 

Por eso, de camino a Yuste, aún en Jarandilla, el Emperador le hace una propuesta a Juanelo Turriano para retrasar el inevitable triunfo de la Muerte: que componga un reloj para disputarle el tiempo a la Muerte, porque sabido es, amigo Juanelo, que habremos de morir, pero el día y la hora está en nuestra mano retrasarlos. Y a esa dilación y tardanza llamo yo victoria.

Y Juanelo compone un reloj con alma y carillón, con un autómata que represente al Emperador y resista los envites de la muerte que le asedia en pesadillas, la misma Muerte que cerraba en el Sueño de Isabel su Elegía de Yuste: 

Será un guerrero autómata -dice Juanelo- que yo mismo construiré con mis manos y a su semejanza. Un guerrero imperial contra cuya espada golpeará la muerte su guadaña, haciendo sonar así las horas.

En la figura de ese autómata que lucha por el Emperador y vence a la Muerte cuando cada noche a las doce rechaza con los golpes de su espada la guadaña enemiga, representa simbólicamente Ramírez Lozano el conflicto que se produjo en la época entre el tiempo viejo y el tiempo nuevo, entre el tiempo de Dios que miden las campanas y el tiempo de los hombres que cuentan los relojes, entre los frailes medievales y el relojero renacentista. 

Un conflicto que llega hasta el contraste entre el vino sagrado que bendijo Cristo y la cerveza satánica de los herejes luteranos.

Con Durero y su grabado El caballero, la muerte y el diablo al fondo, El relojero de Yuste es una novela que no pierde tensión ni baja en interés, con un medido equilibrio entre la narración y la descripción, entre la fluidez de la acción o el diálogo y el cuidado del estilo.

Santos Domínguez