12 febrero 2013

Los amigos españoles de Oscar Wilde




José Esteban.
Los amigos españoles de Oscar Wilde.
Reino de Cordelia. Madrid, 2013.

La gracia de Benavente es la del maricón que murmura de los demás. ¿Usted no ha leído las comedias de Oscar Wilde? Pues bien, Benavente ha aprendido mucho en ellas. A no ser que el espíritu fraternal de los dos autores, la comunidad de vicios, les haya hecho pensar lo mismo.

Así utilizaba Pérez de Ayala la figura de Wilde para atacar a Benavente en una de las conversaciones que Alberto Hidalgo agrupó en 1920 bajo el título Muertos, heridos y contusos.

Lo recuerda José Esteban en el prólogo de Los amigos españoles de Oscar Wilde, que publica Reino de Cordelia, un recorrido por los testimonios, las evocaciones y los juicios que provocó la polémica figura de aquel dandy decadente y escandaloso en algunos escritores españoles que lo conocieron en París, lo leyeron o se cruzaron con él por la calle o en un café y fabularon sobre su presunto encuentro.

Los textos que se recogen en este volumen son un reflejo de aquel variopinto y contradictorio fin de siglo en el que convivían tantas tendencias, desde los últimos coletazos decimonónicos hasta los primeros indicios de las vanguardias.

Entre un inverosímil encuentro con Galdós descrito por Gómez Carrillo y las despectivas necrológicas críticas que cierran el libro, aparece el testimonio de Alejandro Sawa, que lo evocaba como un amigo y difundía apostólicamente su fama en Madrid como paradigma del bohemio; el desprecio de Baroja, tan poco complaciente con el decadentismo, que lo recordaba como un hombre envejecido, de cara de caballo e indumentaria vulgar; el elogio de Rubén, que lo llamó admirable infeliz y ensalzaba su poesía, su aire distinguido y la sutileza chispeante de su conversación; el recuerdo de Manuel Machado, que confraternizó con Wilde –nosotros los parisienses, decía con algo de exceso- mientras compartía ajenjo en la barra del bar Calisaya; o Gómez de la Serna, que lo llama Oscar con una familiaridad ridícula en la que resuena la impostura de la camaradería y empedró de anécdotas el prólogo de la versión española de las obras completas de Wilde.

Y así hasta González Ruano, que lo definió como un frívolo inmoral al que no leen más que cuatro estudiantes de Derecho y cinco ridículos decadentes.

Todo un mundo de sensaciones, como se ve.

Santos Domínguez


11 febrero 2013

Emilia Pardo Bazán. Cuentos de amor

 
Emilia Pardo Bazán.
Cuentos de amor.
Hermida Editores. Madrid, 2012.

Emilia Pardo Bazán (1851-1921) es la mejor narradora del siglo XIX en un panorama tan poco femenino como el de la narrativa decimonónica en España. Además de por sus novelas, porque es la más prolífica autora de cuentos de la literatura española.

Muy al principio de su trayectoria literaria, Emilia Pardo Bazán fue anotando un plan con diversos argumentos de cuentos que iría desarrollando a medida que se los pidiera la prensa de la época, en la que colaboró con mucha frecuencia.

La mayor parte de esos proyectos, y muchos más, fueron cristalizando en numerosísimos cuentos –unos 600, que algunas fuentes elevan al millar- que se publicaron en periódicos y revistas y que agrupó luego en volúmenes recopilatorios, en varias colecciones unidas en torno a un tema determinado: Cuentos de Marineda, Cuentos de amor, Cuentos sacroprofanos, Cuentos dramáticos, Cuentos de Navidad y Reyes, Cuentos de la patria, Cuentos antiguos...

Una cantidad tan grande de cuentos explica la variedad temática de los asuntos que trata, su heterogeneidad técnica y la desigual calidad de los textos. En la mayoría de ellos, el medio determina las características del relato, no solo en el terreno de las dimensiones y la estructura, sino en la elección de un asunto cercano y en el lenguaje asequible que exige el público de los periódicos y las revistas en las que se publicaban los cuentos.

Uno de esos volúmenes, los Cuentos de amor que publica Hermida Editores, agrupa casi medio centenar de relatos breves, cuyas fechas pueden deducirse de las de su aparición, casi inmediata, en la prensa. 

Al frente de esa recopilación, Emilia Pardo Bazán escribió un Prefacio que en gran medida resume su concepción del género, su teoría del relato. Habla allí de la elaboración rápida del cuento (cuento original que no se concibe de súbito, no cuaja nunca) y de unas características que se derivan de su brevedad esencial: la concentración, la depuración y la elección de lo significativo frente a lo accesorio en un trabajo vertical en profundidad que se parece al de la poesía y se diferencia de la horizontalidad de la novela.

Lo intuyó claramente la autora, que sabía que nada puede ser superfluo en el cuento, que debe atrapar al lector desde la primera línea en una forma breve y trabada y le debe conducir con agilidad a un final que en sus cuentos es a menudo sorprendente.

Los temas que recorren la narrativa breve de la Pardo Bazán resumen su amplio universo narrativo, coinciden a menudo con los de sus novelas y en el caso de estos Cuentos de amor se mueven en torno a unos cuantos centros de interés: los celos –Afra-, el adulterio –Los buenos tiempos- o la desilusión –Sangre del brazo.

Para una considerable parte de la crítica, sus cuentos constituyen la parte fundamental de su obra, por encima de sus novelas. Hay otras opiniones, pero en todo caso esta es una zona imprescindible y significativa de su literatura y es aquí donde se encuentran algunos de los momentos más altos de su narrativa.

Santos Domínguez


10 febrero 2013

Pérez Galdós. La fe nacional


Benito Pérez Galdós.
La fe nacional y otros escritos sobre España.
Edición y prólogo de José Esteban y Jesús Egido.
Breviarios de Rey Lear. Madrid, 2013.

¿Pero España es así y ha de ser siempre así? ¿Es en ella mentira la verdad, farsa la justicia, y únicos resortes el favor o el cohecho?, escribía Galdós en Vergara, uno de los Episodios nacionales en los que el novelista se acercaba a la historia reciente de aquella agitada España en crisis.

Muchos años después de aquella Paz de Vergara con la que acabó la primera guerra carlista, no han cambiado demasiado las cosas y la lectura decimonónica de Galdós sigue proyectándose sobre la España actual.

Por eso sigue siendo tan pertinente como desalentador comprobar la actualidad de sus reflexiones sobre España en La fe nacional y otros escritos sobre España que aparece en Breviarios de Rey Lear con introducción de José Esteban y Jesús Egido.

Galdós, conciencia viva de España es el título de esa introducción en la que si el sustantivo conciencia es un elogio, el adjetivo viva es una desgracia y su actualidad parece tener el perfil de una maldición histórica.

El volumen toma su título de unas palabras que Galdós pronunció en un banquete de homenaje el 9 de diciembre de 1900. En aquel momento crítico, y seguramente como consecuencia del desastre del 98, se agudizaron las viejas tensiones entre el centro y la periferia que habían estado también al fondo de las dos guerras carlistas.

Galdós lanzaba en aquellas palabras que tienen más de un siglo un mensaje optimista, porque el pesimismo –afirmaba- no es más que una forma de la pereza.

Como recuerdan los editores en la introducción, el novelista hizo siempre frente a los ataques reaccionarios y clericales que intentaron detener en el tiempo el desarrollo socioeconómico español, en defensa de intereses privados, pero cuesta trabajo suponer que hubiera mantenido ese optimismo después de un siglo más de fanatismo clerical, de dictadura y oligarquía, de injusticias y corrupciones diversas.

Santos Domínguez

09 febrero 2013

Conrad. El espejo del mar



Joseph Conrad.
El espejo del mar.
Recuerdos e impresiones.
Edición y traducción de Javier Marías.
Prólogo de Juan Benet.
Debolsillo. Barcelona, 2012.

Aunque poco conocido, El espejo del mar es desde hace tiempo un libro de culto para iniciados en Conrad. El mejor de los suyos en opinión de algunos de sus más prestigiosos lectores. Por eso, a instancias de Juan Benet, Javier Marías hizo con ella una de sus mejores y más difíciles traducciones en una edición que publicó Hiperión.
“Contra el aprovechado y explotador gremio de los editores en general /.../ y contra uno de éstos en particular, nítido ejemplo de aprovechamiento y explotación,” Marías revisó en 2004 para una edición ilustrada en Reino de Redonda la traducción  del “libro que más trabajo le dio en su vida y le supuso más dificultades -pero quizá también más íntimos orgullo y satisfacción.” Una de las razones era “el inalterado e inconmovible entusiasmo del traductor por dicho libro.”

Aunque sin el material gráfico de la edición de Reino de Redonda, esa es la versión que publica Debolsillo, con el prólogo de Juan Benet, que compartía su entusiasmo con el editor y explicaba que en este libro “no hay una sola página de estilo menor, no hay un solo personaje o frase de reputación dudosa, nadie viene de fuera con voz propia. Todo el libro es Conrad cien por cien, y, además, el mejor Conrad, el que sabía dibujar un hecho del mar con la más perfecta forma literaria, y el que sabía ilustrar un acontecimiento narrativo con la más acertada imagen marinera.”

Son catorce textos escritos “como si le hablara a un viejo amigo" por un marinero en tierra como desahogo mientras componía Nostromo, una de sus novelas más trabajadas e intensas. Catorce capítulos que completan una narración autobiográfica sobre su relación con el mar y los veleros, una experiencia fundamental en la vida y la obra de Conrad.

El espejo del mar constituye –escribía Conrad en 1919- el mejor homenaje que mi piedad puede rendir a los configuradores últimos de mi carácter, de mis convicciones, y en cierto sentido de mi destino: al mar imperecedero, a los barcos que ya no existen y a los hombres sencillos cuyo tiempo ya ha pasado.
Santos Domínguez

08 febrero 2013

Shakespeare. Poesía completa



William Shakespeare.
Obra completa V.
Poesías.
Edición de Andreu Jaume.
Traducciones de Andrés Ehrenhaus y Andreu Jaume.
Debolsillo. Barcelona, 2013.


Antes que por su obra dramática, Shakespeare sería popularmente conocido como poeta lírico, la condición en que aún, según los cánones isabelinos, se cifraban el prestigio y la legitimidad de un autor, escribe Andreu Jaume en el texto introductorio que abre la edición de la poesía de Shakespeare, un volumen con el que se completa la publicación de su obra en  Debolsillo.

Escritos la mayoria de ellos en los años en que las plagas de peste mantenían cerrados los teatros de Londres, el primero de ellos, el narrativo Venus y Adonis (1593), fue el poema largo más vendido en la época isabelina y plantea una síntesis del amor cortés en el que confluyen la tradición clásica de Ovidio, la herencia medieval de los trovadores provenzales y la sensibilidad prerrenacentista de Petrarca, a las que se añade la marca de Marlowe, tan decisiva también en su teatro.

Un año después apareció La violación de Lucrecia, un poema dramático de casi dos mil versos construidos con la gravedad y la altura del lenguaje trágico para tratar un episodio de violencia desatada que clausuró la monarquía romana.

Los Sonetos, que se publicaron en 1609 y que entonces pasaron casi desapercibidos, son hoy, tras cuatro siglos de controversias y enigmas, la parte más viva y conocida de la poesía de Shakespeare. Ciento cincuenta y cuatro textos de una belleza turbulenta que siguen, después de tanto tiempo, tan desafiantes y tan resistentes al asedio crítico como el primer día.

Como todos los clásicos verdaderos, los sonetos son el mapa de un terreno minado, de un territorio propicio a la conjetura. Todo es aquí indicio e incertidumbre: desde la dedicatoria de la primera edición a un misterioso Mr. W. H. a la ambigüedad sexual a la que alude la voz lírica que habla en ellos, alusiva y elusiva, de secretas complicidades y connotaciones.

Amor y temporalidad, espiritualidad y grosería, y una variedad de tonos que van de lo retórico a lo coloquial conviven en estos textos que provocan constantes perplejidades en torno a un triángulo amoroso rodeado de misterio.

Los 126 primeros sonetos se dirigen a un desconocido y opaco Fair Youth, un amor platónico del que no sabemos nada, salvo que ese muchacho responde al ideal de belleza femenina inaccesible del petrarquismo, al que compara en el delicado soneto 18 con un día de verano:

Shall I compare thee to a summer's day?
Thou art more lovely and more temperate:
Rough winds do shake the darling buds of May,
And summer's lease hath all too short a date.

Como ignoramos todo acerca de la Dark Lady, la dama oscura que inspira los textos numerados entre el 127 y el 152 -los que describen una sexualidad explícita- o los que aluden al Rival Poet (¿Marlowe?, ¿Chapman?, ¿ninguno de los dos?).

No es raro, pues, que estos sonetos hayan provocado una diversidad de enfoques que van desde el estructuralismo a la crítica biográfica o psicoanalítica, pasando por la social o la feminista, sin que ninguna de esas direcciones los explique en todos sus matices inabarcables y elípticos.

Rodeados de misterio desde su misma composición, los sonetos son probablemente, como nos recordaba Wordsworth, la llave con la que Shakespeare nos abre su corazón. Pero la enigmática dedicatoria, la ambigüedad sexual o el pansexualismo declarado de muchos de los dedicados a un hermoso joven, la dama oscura y secreta a la que se dirigen otros, su tono a veces intimista y a menudo escabroso, han contribuido a aumentar el misterio que rodea la vida de Shakespeare y sus relaciones amorosas.

O han sido la base de las lecturas más mojigatas que defienden la impersonalidad de estos textos, la ausencia de alusiones biográficas, la idea en definitiva del personaje poético, del Speaker poet.

¿Dónde encontrar a Shakespeare en Shakespeare?, se preguntaba Bloom antes de descartar en los sonetos el material autobiográfico, antes de decirnos que habría que ser el mismísimo diablo para encontrarlo ahí.

Se enfoquen de una manera o de otra, los sonetos son la narración de dos fracasos tras dos historias amorosas (el amigo y la mujer morena) que se abordan en su proceso y en su desarrollo. Hay más cosas en los sonetos, claro: las rivalidades amorosas se confunden con las poéticas y hay un refinamiento amoroso que va más allá del petrarquismo, además de un envidiable equilibrio, tan inglés, entre sentimiento y pensamiento.

Nunca acabaremos de descifrar estos textos, escribió Borges. Los sonetos de Shakespeare siguen habitando el territorio secreto de la conjetura: desde el significado de las siglas W. H. de la dedicatoria hasta la identidad del hermoso joven (el ambiguo master-mistress), de la dama oscura o el poeta rival que aparecen en ellos, pasando por los dobles sentidos y los juegos de palabras, por la mezcla de platonismo y sexualidad, de refinamiento y crudeza que los recorre.

El Lamento de una amante, editado desde el principio junto a los Sonetos, ha quedado oscurecido por la sombra que esos textos mayores han proyectado sobre un poema largo pero indudablemente menor y desacreditado sobre cuya autoría ha llegado a dudar una parte de la crítica.

Cierra el volumen El fénix y el tórtolo, un enigmático poema de 1601, de evidente sentido alegórico. Texto hermético en clave, juego privado o broma para iniciados es, en palabras de su traductor Andreu Jaume, “un poema extraordinariamente hipnótico, de lectura inagotable” y un antecedente de la poesía de John Donne y los metafísicos ingleses que impusieron su código poético a lo largo de ese siglo que acababa de iniciarse cuando se publicó este El fénix y el tórtolo, que Jaume Andreu define como “el álgebra de toda su obra.”

Salvo la traducción de los Sonetos y el Lamento, que recuperan la versión que apareció en Galaxia Gutenberg en 2009, las traducciones de Andrés Ehrenhaus y Andreu Jaume son nuevas e inéditas y se han realizado expresamente para la edición de este quinto volumen que completa una colección que se ha convertido ya en una referencia imprescindible para los lectores de Shakespeare en español.

Santos Domínguez

07 febrero 2013

La conjura de los necios


John Kennedy Toole.
La conjura de los necios.   
Traducción de J.M. Álvarez Flórez y Ángela Pérez.
Anagrama. Otra vuelta de tuerca. Barcelona, 2013.


Cuando en el mundo aparece un verdadero genio, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran contra él.

De esa cita de Jonathan Swift toma su título una de las novelas más leídas del siglo XX. Medio siglo después de terminada y cuando acaban de cumplirse treinta años de la primera edición en español, Anagrama recupera, con la espléndida traducción de J.M. Álvarez Flórez y Ángela Pérez, La conjura de los necios, de John Kennedy Toole (1937-1969), que se suicidó doce años antes de que la obra se editara en la Universidad de Louisiana gracias a la insistencia de su madre.

Ignatius J. Reilly, una explosiva mezcla de Bart Simpson, Falstaff y Torrente, es el eje de una novela de personaje, tradicional en la técnica, en la forma y en la estructura, pero extraordinariamente renovadora en su manera de enfocar la realidad y en su mezcla de humor y amargura, de crítica y sarcasmo.

Ácida y corrosiva, ambientada en la Nueva Orleans -la desvergonzada capital del vicio del mundo civilizado /.../ famosa por sus jugadores, prostitutas, exhibicionistas, anticristos, alcohólicos, sodomitas, drogadictos, fetichistas, onanistas, pornógrafos, estafadores, mujerzuelas, por la gente que tira la basura a la calle, por sus lesbianas...- en la que nació y donde transcurrió la mayor parte de la vida del autor, no es difícil rastrear en la novela las huellas de una existencia descabalada, excéntrica y problemática.

Kennedy Toole proyectó en La conjura de los necios sus frustraciones y sus paranoias, sus problemas con el alcohol y su relación con una madre castrante y sobreprotectora, la soledad de su homosexualidad reprimida y sus neurosis, su aislamiento y su sobrepeso en una autoricaricatura antiheroica a la que llamó Ignatius J. Reilly.

Y de ese cóctel inflamable surgió una novela irrepetible que provoca tanto la hilaridad como la tristeza en los millones de lectores que ha tenido la novela desde su publicación en 1980.

Pero no solo el protagonista –“una especie de Oliver Hardy delirante, Don Quijote adiposo y Tomás de Aquino perverso, fundidos en uno”, como señala Walker Percy en su prólogo– entra en el elenco de personajes inolvidables que pueblan La conjura de los necios.

Burma Jones, el portero negro del cabaret Noche de alegría, de Lana Lee, donde trabaja la stripper Darlene con su inseparable cacatúa; el inútil patrullero Mancuso; Myrna Minkoff, la amiga revolucionaria de Ignatius, con quien mantiene una grotesca relación epistolar; la injubilable Miss Trixie, octogenaria furiosa con la dentadura postiza bailona; la insoportable señora Reilly, madre de Ignatius, con arturitis en el codo y adicta al moscatel, o Dorian Greene, el lánguido activista gay, son algunos de los secundarios que forman el puzzle de una narración delirante y vertiginosa en la que resuenan los ecos de Swift y de Cervantes, de Rabelais y de Dickens.

En un mundo al que le faltan geometría y teología, Ignatius es un inadaptado que se niega a «mirar hacia arriba». El optimismo me da náuseas. Es perverso. La posición propia del hombre en el universo, desde la Caída, ha sido la de la miseria y el dolor.

Santos Domínguez

06 febrero 2013

La filosofía poética de Antonio Machado


 José María García Castro.
La filosofía poética de Antonio Machado.
Biblioteca de Ensayo Siruela. Madrid, 2013.


En Antonio Machado no se debe, no se puede separar el pensador y el poeta. En este libro hemos querido ofrecer al lector una síntesis del pensamiento machadiano que denominamos «filosofía poética» porque, para Antonio Machado, la filosofía es poética o no es, escribe José María García Castro en la introducción de La filosofía poética de Antonio Machado, que acaba de aparecer en la Biblioteca de Ensayo Siruela.

Este es el planteamiento de un libro que tiene su origen en la tesis doctoral de su autor y que propone un recorrido meticuloso por las claves del pensamiento poético machadiano, por la constante y cada vez más intensa reflexión del poeta sobre la materia y la forma poéticas y sobre el trasfondo filosófico de la creación literaria.

Porque la conciencia poética y la reflexión teórica recorren los textos machadianos desde las primeras notas de Los complementarios, que empezó a escribir recién llegado a Baeza en 1912. Allí es donde Machado empieza a anotar sus primeras reflexiones filosóficas, que articulará de manera sistemática en el Cancionero apócrifo de Abel Martín y en las distintas fases de elaboración de su Juan de Mairena.

Complementarios y apócrifos, en ellos proyectará Machado su ironía como método socrático de aproximación a la verdad, su asimilación de Leibniz, Spinoza y Heidegger, de Bergson o Nieztsche.

Teoría poética e ideario filosófico van siempre de la mano en Machado, especialmente a partir de Nuevas canciones, un libro en el que la voz lírica del poeta deja paso a la reflexión sobre la literatura, la sociedad, la identidad o el conocimiento.

García Castro hace en este volumen un análisis de las claves del pensamiento machadiano a través de su lógica poética, de la necesidad del diálogo con el otro o de la suma de razón y sentimiento como instrumentos gnoseológicos de su teoría y su práctica poéticas, que se construyen sobre las ruinas del positivismo y el racionalismo.

Porque, decía Machado a través de Mairena, todo poeta supone una metafísica y sobre esa vinculación entre el poeta y el filósofo, sobre el paralelismo de esas dos actividades, añadía  esto: Los grandes poetas son metafísicos fracasados y los grandes filósofos son poetas que creen en la realidad de sus poemas.

A partir de la crítica del conceptualismo, del simbolismo y el esteticismo, Machado defiende dos ideas básicas que están en la raíz de su literatura: la poesía como palabra en el tiempo y como método de revelación del ser a la conciencia.

Esa conciencia poética de Machado, cada vez más sólida, elaboró una teoría de la escritura y del conocimiento que su autor fue perfilando y matizando a lo largo de un cuarto de siglo, con los complementarios, Abel Martín y Juan de Mairena como cauces y voces de una reflexión sostenida del poeta que se resume en este documentado estudio de García Castro.

Santos Domínguez

05 febrero 2013

Henry James. Novelistas



Henry James.
Novelistas.
Traducción de Amelia Pérez de Villar.
Páginas de Espuma. Madrid, 2012.

El efecto- por no decir la principal obligación- de la crítica es que nuestra asimilación y disfrute de lo que alimenta nuestro intelecto sea lo más consciente posible, escribe Henry James en La nueva novela, uno de sus ensayos críticos fundamentales.

Henry James es uno de los iniciadores de una fecunda estirpe de críticos y escritores anglosajones que hicieron compatible la perspicacia de sus análisis con la brillantez de su principal actividad creativa.

A esa tradición crítica, bien alejada de aquella otra formada por escritores frustrados que tan bien conocemos aquí, pertenecen nombres tan fundamentales como T. S. Eliot, W. H. Auden y, entre nosotros, Clarín, Salinas, Cernuda o Gil de Biedma.

Una parte significativa de la obra crítica de Henry James acaba de aparecer en la colección Voces/Ensayo de Páginas de Espuma con traducción de Amelia Pérez de Villar.

Novelistas es un volumen que se publicó en 1914 con quince ensayos críticos de diverso calado sobre autores imprescindibles como Stevenson, Zola, Flaubert o Balzac, maestros indiscutibles de la novela del siglo XIX, y sobre otros nombres menores como los de George Sand, a la que admiró mucho y le dedicó abundantes páginas, D’Annunzio o Dumas hijo.

Desde el reconocimiento de su deuda con un autor tan radicalmente alejado del mundo jamesiano como Stevenson -que nunca borró sus huellas, y esas huellas han resultado ser, seguramente, nuestro mejor compañero. Las hemos seguido hasta aquí, de año en año, de estadio en estadio, con la misma sensación de encantamiento con la que él nos hizo seguir a algún héroe acorralado entre el brezo- hasta el estilo impredecible y despreocupado de la señora Oliphant, autora de muchos centenares de obras en las que la habilidad sustituye al arte, James pasa revista a la fuerza arrolladora del naturalismo en Zola, declara su  admiración por Flaubert, que hace compatibles el Romanticismo y el Realismo, o destaca la capacidad de Balzac para reflejar en sus novelas la densidad compleja de la realidad.

Desde el entusiasta ensayo que abre el libro con una efusiva semblanza personal de Stevenson y un espléndido análisis de su mundo narrativo y su correspondencia, hasta el imprescindible y a veces polémico La nueva novela, la conciencia de la técnica narrativa, el conocimiento de los resortes del relato y la inteligencia de Henry James recorren las páginas de un volumen fundamental para conocer la teoría y la práctica de la novela desde dentro, a través de uno de los escritores más lúcidos y decisivos en la transición de la novela decimonónica a la novela contemporánea.

Santos Domínguez

04 febrero 2013

Juan Ramón Jiménez. Idilios


Juan Ramón Jiménez.
Idilios.
Edición de Rocío Fernández Berrocal.
Prólogo de Antonio Colinas
La Isla de Siltolá. Sevilla, 2013.

Juan Ramón se vació en su obra («¡Cómo soy yo mi 'obra'; cómo me voy quedando sin mí, de darme a ella!») y con ello trajo la modernidad a la poesía española, la necesaria lucidez y la nueva sensibilidad. Un buen poeta contiene en sí la tradición, toda la historia de la literatura, y la supera. En las obras de JRJ posteriores a 1910 se da el verdadero temblor del verso maduro, la medida exacta del ritmo, la hondura de la conciencia, el anhelo de la «trasparencia», la revelación del horizonte de la pureza. En su actitud, su manera de ser y estar, su ejemplo, su fe en la palabra, su afán inquebrantables y ejemplares de orfebre absoluto entregado a la belleza, en ella, en su Obra, se nos devuelve pleno, porque, como afirmó, es la poesía, son los poetas los que logran extraer «el tesoro de la inmensidad y dejarlo en la eternidad», los que viven entre nosotros siempre «resucitados».

Con esas palabras y su admirable suma de lucidez crítica y sensibilidad lectora termina Rocío Fernández Berrocal la espléndida introducción que ha escrito para su edición de Idilios en La Isla de Siltolá.

Una introducción que apremia al lector a entrar en este libro que Juan Ramón Jiménez escribió en un momento crucial de su vida y su obra, entre Moguer y Madrid.

Del total de 98 poemas -uno ilegible- en los que se organizan sus dos partes –Idilios clásicos, Idilios románticos- treinta y ocho permanecían inéditos, por lo que Idilios, uno de los libros amarillos de Moguer, era un semiinédito que se publica por primera vez cuando se cumple un siglo de su composición.

Juan Ramón lo escribió entre 1912 y 1913, lo revisó y añadió nuevos textos en los años siguientes, fiel a su concepción de la obra en marcha, y volvió de nuevo a él en sus años de Puerto Rico para dejar preparada en una carpeta de la sala Zenobia - Juan Ramón la portada, la dedicatoria y la relación de textos que debían formar parte del libro, aunque sus poemas estaban desperdigados en Puerto Rico, Madrid y Moguer y la profesora Fernández Berrocal ha tenido que rastrearlos para recomponer el libro.

Como explica la editora en la introducción, Idilios es un libro central en la trayectoria de Juan Ramón, porque es una de las cimas que coronan su época sensitiva y se proyecta hacia la depuración de la época intelectual que iría asociada no solo a la evolución interior de su obra, sino a la presencia decisiva de Zenobia, que está ya en los poemas finales de este libro y que sería el eje del Diario de un poeta recién casado. Es la llama doble en la que arde el poeta incendiado –así lo calificaba Zenobia- por la llama de la poesía y la del amor.

Esa centralidad de encrucijada se aprecia incluso en el interior del libro, porque la primera parte recuerda aún a la melancolía decadente y a la sentimentalidad ensimismada, más literaria que real, de Arias tristes o Jardines lejanos, de Elegías o de Pastorales.

La de los Idilios clásicos es aún una sentimentalidad intransitiva ambientada en jardines lejanos, poblada por fantasmales presencias nocturnas, por siluetas femeninas entrevistas bajo la luna o por mujeres vespertinas sin nombre y sin verdad. Frente a ese ensueño irreal, aparece al final de los Idilios románticos la mujer real -Zenobia- que llega a Juan Ramón por no sé qué caminos conocidos y que provoca no solo un cambio de actitud ante la realidad, sino un nuevo enfoque del estilo y sobre todo un decisivo –para él y para la poesía española- cambio de tono, tan influyente como el que dos décadas antes había iniciado Rubén Darío.

Y ahí es decisivo el paso de una poesía nostálgica que mira al pasado a una poesía del presente: Al encontrarte, Amor, hallé el Idilio ...

Idilios es por eso un libro de encrucijada, un cruce de la voz personal y el sentido universalista que destaca Antonio Colinas en su prólogo, La palabra en los límites. Obra de encrucijada y límites, texto fronterizo entre sentimiento y pensamiento y camino de desnudez, a esa síntesis parece aludir Juan Ramón al referirse a estos Idilios con tres notas: brevedad, gracia y espiritualidad.

Un ejemplo: el cierre del último, espléndido poema, uno de los 22 inéditos de la segunda parte:

En sueños, oigo el agua
correr, correr, correr.
                                       La sueño.
Y entonces ella me ve a mí 
corriendo, cada noche, muerto...

Ninguna edición de lujo, nada de príncipes, ni de ediciones de filólogos. Cada libro, sin notas, en la edición más clara y sencilla. La perfección formal del libro. El libro no es cosa de lujo… Eso para los que no leen. Material escelente, seriedad y sobriedad era lo que deseaba Juan Ramón para sus libros.

Por ejemplo una edición como esta, enriquecida con la biografía del libro y la lectura con la que la editora fija su centralidad en la obra juanramoniana.

Santos Domínguez


03 febrero 2013

Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero

Álvaro Mutis.
Empresas y tribulaciones
de Maqroll el Gaviero.
Debolsillo. Barcelona, 2012

Uno de los conjuntos novelísticos más ambiciosos y brillantes de la literatura contemporánea en español. Un recorrido completo y tortuoso por puertos y peligros de la mano de Álvaro Mutis y Maqroll el Gaviero.

Debolsillo reúne en un estuche con dos tomos las siete novelas que resumen las aventuras y errancias de un personaje inolvidable: La Nieve del Almirante, Ilona llega con la lluvia, Un bel morir, La última escala del Tramp Steamer, Amirbar, Abdul Bashur, soñador de navíos y Tríptico de mar y tierra. La edición se cierra con un epílogo de García Márquez (Mi amigo Mutis), un texto escrito sólo para decirle con todo el corazón, cuánto lo admiramos, carajo, y cuánto lo queremos.

Santos Domínguez

02 febrero 2013

Cormac McCarthy. Trilogía de la frontera




Cormac McCarthy.
Trilogía de la frontera.
Traducciones de
Pilar Giralt y Luis Murillo.
Debolsillo. Barcelona, 2012.

Con traducciones de Pilar Giralt (Todos los hermosos caballos) y Luis Murillo (En la frontera y Ciudades de la llanura), Debolsillo reúne en una cuidada edición en un estuche tres novelas imprescindibles, que forman la Trilogía de la frontera de Cormac McCarthy, junto a Don DeLillo y Philip Roth uno de los grandes del último medio siglo en la novela norteamericana.

Anteriores a No es país para viejos y La carretera, estas tres novelas construyen la épica degradada del sur en la frontera entre Texas y México a través de dos antihéroes, John Grady Cole y Billy Parham, a mediados del siglo XX.

Bajo la mirada dura y cinematográfica de McCarthy, con la prosa cortante y fría de un narrador sólido, esta trilogía cuenta un viaje de formación y unas historias crepusculares, muestra la soledad de las existencias errantes de los protagonistas en unas formas de vida que tienen los días contados en un mundo en extinción.


Esos jinetes que cabalgan interminablemente sobre su desarraigo forman parte de una época que se acaba, de modo que la frontera del título no es solo una referencia espacial a un Sur que ya no existe, sino también a un tiempo que se acaba sobre el telón de fondo del paisaje hostil del desierto mejicano.

Santos Domínguez


01 febrero 2013

Rilke en Ronda


Rainer Maria Rilke.
En Ronda.
Cartas y poemas.
Prólogo de Anthony Stephens.
Traducción de Mariano Peyrou, 
Juan Andrés García Román y Manuel Arranz. 
Pre-Textos. Valencia, 2012.

Ronda tiene mucho que ofrecerme, /.../ es el lugar justo para quedarme una temporada, escribía Rilke el 18 de diciembre de 1912 en una carta a su amiga Sidonie Nádherny.

El poeta había llegado a Ronda en diciembre de 1912 y se quedaría en el Hotel Reina Victoria hasta febrero de 1913.

Era aquel un momento crucial en la trayectoria vital y poética de Rilke, en quien vida y poesía son tan ejemplarmente inseparables como en Juan Ramón Jiménez. No hacía mucho que había iniciado la que Antonio Pau, sin duda el mejor especialista en Rilke en España, llama su etapa cósmica, que aspira a fundir lo interior y lo exterior, a expresar la unidad de lo visible y lo invisible, a encontrar en el interior del poeta el espacio interior del mundo.

Había llegado a la ciudad casi por casualidad, después de la experiencia intensa en un Toledo atravesado por el recuerdo de El Greco, de pasar por el milagro de Córdoba y de tener una mala experiencia de Sevilla, extrañamente desagradable, como escribe en una de las cartas de este espléndido volumen que reúne los textos que escribió en Ronda y que publica Pre-Textos, en coedición con la Real Maestranza de Caballería de Ronda, en su colección Textos y Pretextos.

Ronda fue para Rilke una sorpresa y un descubrimiento, como destaca en su prólogo Anthony Stephens. En aquella ciudad, antigua, extraña y asombrosa, llegó al límite de la crisis poética que se había desencadenado tras escribir las dos primeras Elegías de Duino a principios de 1912.

Aquella angustia creativa, complicada con una aguda crisis religiosa que experimentó después de estar en Córdoba, lo puso al borde del suicidio, aunque finalmente recuperó su voz en unos días de enero de 1913 en los que escribió febrilmente algunos poemas fundamentales en su obra: La trilogía española, Al ángel y parte de lo que sería la Sexta elegía de Duino.

Completa el volumen un espléndido Álbum de Ronda con imágenes que justifican el impacto que produjo en Rilke aquella ciudad. Las cartas que escribió en Ronda reflejan la impresión imborrable que le dejó un paisaje que inmortalizó con la figura de un ángel nocturno dibujado sobre un alto fondo de estrellas:

Alzado candelabro, rotundo sobre el límite y sereno...

Santos Domínguez



31 enero 2013

El 98 en sus anécdotas



José Esteban.
La generación del 98 en sus anécdotas.
Renacimiento. Sevilla, 2012.


Caseros y en zapatillas, provocadores en tertulias ruidosas, bohemios escandalosos o domésticos y pacíficos en torno a una mesa camilla, los noventayochistas, esos “grandes aguafiestas” de las cuchipandas nacionales, como los llama José Esteban, elaboraron una obra oral paralela a sus textos escritos.

Gran parte de ese material oral de la anécdota, la ocurrencia ingeniosa y la crítica malintencionada lo ha reunido José Esteban en La generación del 98 en sus anécdotas, un volumen que publica Renacimiento y que recoge “esta otra obra pasajera, que saltaba en el aro de la ruidosa tertulia, en la discusión ateneíl, en la rabia de un momento de acorralamiento.”

Obra pasajera, extraliteraria y marginal, es cierto, pero también significativa y reveladora de la intimidad de aquellos escritores, de su ambiente y su época, de su ser intrahistórico, si no en su vertiente estrictamente literaria sí al menos en su dimensión humana.

A través de intermediarios más o menos interesados –los llamados llevaanécdotas que las llevaban a las redacciones a cambio de unos duros-, en biografías como la que escribió Gómez de la Serna sobre Valle, o de primera mano por las memorias de Baroja, las anécdotas literarias llegaron a constituir un subgénero periodístico en el que brilla el ingenio para herir al otro o la agudeza para describir certeramente a algún personaje público.

Además de Valle-Inclán, el más fecundo productor de anécdotas, nombres como Unamuno, Baroja, Azorín, Blasco Ibáñez, Ortega, Juan Ramón, Benavente, los Machado, Ciro Bayo, Sawa son algunos de  los sujetos agentes o pacientes, olímpicos o viperinos, irónicos o brutales, de una gran cantidad de relatos menores cuya estructura cumple con los rasgos del género narrativo y les añade el chispazo de la repentización brillante o de la sátira acerada.

Santos Domínguez

30 enero 2013

Manguel. Una historia de la lectura




Alberto Manguel.
Una historia de la lectura.
Traducción de José Luis López Muñoz.
Alianza Literaria. Madrid, 2012.

Una cuidada reedición del clásico imprescindible de Alberto Manguel, revisada por el autor y ampliada con más ilustraciones en Alianza Editorial.

Seis milenios de palabras escritas y vistas desde la perspectiva del receptor. El papel del lector a lo largo de la historia y de sus soportes cambiantes: desde las tablillas sumerias hasta la tecnología electrónica de la actualidad pasando por los papiros, los códices, el pergamino o el papel.

Una historia del mundo con paradas en San Ambrosio y su lectura silenciosa o Diderot y su defensa terapéutica de las novelas sicalípticas; la máquina para leer en la cama o los lectores cubanos contratados para entretener a los trabajadores de las fábricas de tabaco en Cuba.

Leer para sí o para los demás, leer para entender el mundo o para huir de él, leer imágenes o libros prohibidos, leer el futuro o el pasado, leer sombras o robar libros.

Leer. O releer esta siempre asombrosa historia de la lectura que tiene algo del inabarcable libro de arena de Borges y mucho del libro-hombre de Whitman.

Una reivindicación de la lectura como forma de conocimiento y sobre todo como expresión activa de la rebeldía.

Santos Domínguez

29 enero 2013

Una pequeña historia de la filosofía



Nigel Warburton.
Una pequeña historia de la filosofía.
Traducción de Aleix Montoto.
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. 
Barcelona, 2013.


Hará unos dos mil cuatrocientos años, ejecutaron a un hombre en Atenas por hacer demasiadas preguntas. Hubo otros filósofos antes de él, pero fue con Sócrates que la disciplina adquirió entidad. Si la filosofía tiene un santo patrón, ése es Sócrates.
De nariz respingona, gordinflón, desastrado y un poco extraño, Sócrates no encajaba. Aunque era físicamente feo y solía ir sucio, tenía un gran carisma y una mente brillante. Todo el mundo en Atenas estaba de acuerdo en que nunca había habido alguien como él y probablemente no lo volvería a haber. Era único. Pero también extremadamente molesto. Se veía a sí mismo como uno de esos moscardones que pican: los tábanos. Son molestos, pero en el fondo no hacen ningún daño. Sin embargo, no todo el mundo en Atenas estaba de acuerdo. Algunos le adoraban; otros le consideraban una influencia peligrosa.

Así comienza Una pequeña historia de la filosofía, de Nigel Warburton, que acaba de publicar Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores con traducción de Aleix Montoto.

Con ese tono directo y cercano, entre un tábano clásico que llamamos Sócrates, cuyas palabras puso por escrito Platón, y un tábano contemporáneo –el australiano Peter Singer- discurre esta pequeña historia de la filosofía, un libro que enseña y divierte según el precepto horaciano.

Y con esa perspectiva se aborda un recorrido por la tradición del pensamiento occidental en cuarenta capítulos tan bien trabados entre sí que al final de cada capítulo se conecta a cada filósofo con el siguiente para trazar la línea continua de la tradición como una sucesión coherente de sistemas filosóficos.

De la verdadera felicidad que describió Aristóteles en su Ética a Nicómaco al jardín de Epicuro y a la resistencia inmutable del estoico y a la consolación de Boecio desde su celda de condenado a muerte.

De la isla perfecta de Tomás de Aquino al Leviatán de Hobbes; de la vida como sueño de Descartes a la mirada sombría de Pascal; de Spinoza, pulidor de lentes en Amsterdam, al elefante en la habitación de Berkeley el idealista; de la razón suficiente de Leibniz al escepticismo de Hume y su negación del argumento del diseño.

De Rousseau, el viajero ilustrado de buen corazón, al sedentario Kant, que revolucionó el conocimiento del mundo y la filosofía moral sin salir de Könisberg; de Hegel, que sabía que el búho de Minerva sólo vuela en la oscuridad, a Schopenhauer, que decía que la filosofía de Hegel, que lo llamó odioso ignorante, era una sarta de tonterías; del optimismo victoriano de John Stuart Mill a las especulaciones angustiosas sobre la fe de Kierkegaard.

De la partida de defunción de Dios que firmó Nietzsche a la aversión religiosa de Freud y Bertrand Russell, que detestaban la religión como fuente de infelicidad; de la libertad angustiada de Sartre y Camus a un Wittgenstein hechizado por el lenguaje; del Holocausto y la naturaleza del mal vistos por Hannah Arendt a la inteligencia artificial, la Prueba de Turing y el controvertido Peter Singer.

Entre un tábano y otro, porque –concluye Nigel Warburton- la filosofía comenzó con preguntas incómodas y desafíos difíciles. Mientras haya filósofos tábanos como Singer a nuestro alrededor, hay muchas posibilidades de que el espíritu de Sócrates siga determinando su futuro.

Un libro bien escrito, con capacidad narrativa y profundidad de campo en la mirada, sin concesiones al tecnicismo escolástico, centrado en lo que importa y ajeno a la abstracción metafísica, a las logomaquias o a las sofisticaciones silogísticas.

Santos Domínguez

28 enero 2013

Faulkner. Ensayos & discursos


William Faulkner.
Ensayos & discursos.
Traducción, introducción y notas 
de David Sánchez Usanos.
Prólogo de James B. Meriwether.
Capitán Swing. Madrid, 2012

Walt Whitman dijo, entre pretenciosas e hipertrofiadas banalidades, que para tener grandes poetas también debe haber grandes audiencias. Si Walt Whitman se dio cuenta de esto debe de resultar universalmente obvio en estos días de radios que nos informan y de las llamadas revistas de alto copete que corrigen nuestra información; por no hablar del toque personal de los programas de lectura. Y aun así, ¿qué han hecho los periódicos y los programas para hacer de nosotros grandes audiencias o grandes escritores?, ¿han cogido estas sibilas al neófito delicadamente de la mano instruyéndole en los fundamentos del gusto? Ni siquiera han intentado inculcarle una reverencia por sus misterios (despojando así a la crítica incluso del valor emocional -¿y de qué otro modo vas a controlar al rebaño si no es mediante sus emociones?, ¿hubo alguna vez alguna multitud lógica?-). De modo que no hay tradición, no hay espíritu de equipo: todo lo que se necesita para ser admitido en las filas de la crítica es una máquina de escribir.

Con ese párrafo abría William Faulkner en 1925 su breve ensayo Sobre la crítica, uno de los ciento doce textos que publica Capitán Swing en el excelente Ensayos & discursos con traducción, introducción y notas de David Sánchez Usanos y prólogo de James B. Meriwether.

Ha pasado casi medio siglo desde la aparición de la edición original de Essays, speeches & public letters, una recopilación póstuma de la obra ensayística de Faulkner que se publicó en 1966, cuatro años después de la muerte del novelista.

A aquel volumen, inédito hasta ahora en español, se añadieron en una segunda edición –la que acaba de traducirse- casi cuarenta textos, en un espléndido y variado conjunto que completa la imagen múltiple y compleja de un autor imprescindible.

Discursos, Ensayos, Prólogos, Reseñas y Cartas públicas son las cinco secciones en las que se organiza cronológicamente un material, señala James B. Meriwether, “revelador de Faulkner, el artista y Faulkner, el hombre. Los textos al mostrarnos algo de lo que este escritor inmensamente dedicado, inmensamente complejo y profundamente hermético eligió revelar públicamente acerca de sí mismo durante las últimas cuatro décadas de su carrera nos permiten comprender, un poco mejor, al hombre y su obra.”

Sobre esa heterogeneidad insiste el traductor, David Sánchez Usanos en su texto introductorio, William Faulkner o cómo ganar una partida de dados:

A pesar de que esta colección presenta cierta diversidad formal (ensayos, discursos, cartas, reseñas literarias, críticas teatrales) y temática, hay algunos aspectos que aparecen de manera recurrente y que invitan a ofrecer algo parecido a un catálogo de los motivos de Faulkner.

Mississippi, El Sur, América, el oficio de escritor y el papel de la literatura son esos ejes temáticos que analiza Sánchez Usanos en una brillante introducción en la que destaca que estos y otros asuntos se encuentran siempre anudados por la experiencia literaria. La literatura se presenta como una estrategia orientada a la comprensión pero también a la supervivencia.

En su diversidad, son sin embargo escritos de madurez, porque la recopilación prescinde de los textos juveniles y recoge sobre todo los de la última fase de Faulkner, la posterior a la concesión del Nobel.

Discursos memorables como el que dirigió Al Consejo del Delta, que resume la actitud sureña ante la vida, o los que pronunció con motivo de la recepción de premios, como el muy conocido de recepción del Nobel en diciembre de 1950, que terminaba así: La voz del poeta no sólo tiene que ser el registro del hombre, puede ser uno de los puntales, de los pilares que le ayuden a resistir y prevalecer.

Junto con otros textos menores o de circunstancias, se recogen en el libro ensayos vertebrales en su obra, como Mississippi, un texto magistral de 1954 que podría ser una inmejorable introducción o un posfacio de sus novelas fundamentales. 

Pero hay más: el ensayo-relato autobiográfico Y ahora qué hacer, las autocríticas de Banderas en el polvo o Una fábula, o Sobre la privacidad -que aborda el sueño americano, un santuario en la tierra para el hombre individual.

Entre los prólogos, los mejores son sin duda los que escribió para sus propios libros -Santuario y El ruido y la furia- y la imprescindible introducción a su Antología de 1954.

La cuarta sección contiene algunas críticas teatrales y reseñas de libros, entre ellas una tan breve como certera de El viejo y el mar.

Cierra el volumen una abundante muestra de las cartas abiertas, a menudo polémicas, que Faulkner publicó en los periódicos sobre asuntos no siempre literarios y con frecuencia tan irónicas como la que dirigió el 8 de septiembre de 1950 al editor del Oxford Eagle, que le había situado entre los partidarios de la legalización de la cerveza. Terminaba con este párrafo:

En realidad, mi esfuerzo en las recientes elecciones sólo estaba relacionado con la cerveza de un modo secundario. Estaba haciendo una protesta. Me opongo a cualquiera que haga declaraciones públicas que cualquier niño de cuarto grado puede refutar con un lápiz y un papel. Me opongo más aún a un cura que insulta tanto la inteligencia de su audiencia como para suponer que puede realizar cualquier afirmación, sin importar su falsedad, y que por respeto a su hábito, ninguno de ellos intentará o se atreverá a comprobarlo. Pero por encima de todo –y esos ministros de sectas que no son autónomos, que tienen sínodos y juntas de obispos, o de otros organismos con autoridad y contro sobre ellos, deberían dedicar algún pensamiento a esto-, me opongo a los ministros de Dios que violan los cánones y la ética de su sagrada y santa vocación al usar, sea abiertamente o bajo cuerda, el peso y el poder de su oficio para influir en unas elecciones civiles.

Las espléndidas páginas de estos Ensayos & discursos confirman la importancia de estos textos en el conjunto de la obra de Faulkner. En ellos aparece el escritor que habla de su oficio y el ciudadano que analiza el racismo, el lector y el conferenciante, el artista que reflexiona sobre la literatura y el hombre que avisa en 1936 en una nota en el periódico local de que no se va a hacer cargo de las deudas, facturas, recibos o cheques de su mujer.

Santos Domínguez

27 enero 2013

Galdós. Viajes de un desmemoriado




Benito Pérez Galdós.
Viajes de un desmemoriado.
Prólogo de Germán Gullón.
Ediciones Evohé. Madrid, 2012.

En su colección El periscopio, dedicada a los libros de viaje, Ediciones Evohé publica una selección de textos viajeros de Pérez Galdós.

Prologados por Germán Gullón, se recogen en este volumen sus Viajes por España, las Memorias de un desmemoriado, los Viajes por Europa –Portugal, Italia, Inglaterra-, además de un apéndice con las cartas de Galdós a Clarín.

Santillana del Mar, El Toboso, Lisboa, Verona, la costa napolitana, Roma, Edimburgo o la casa de Shakespeare son algunos de los lugares en los que se detiene un Galdós que se describe a sí mismo como un “peregrino infatigable.”

Es una buena manera de comprobar lo que dice Germán Gullón en el prólogo: que “la literatura de viajes de Galdós no ha sido tratada con el cuidado que se merece, y este libro sale con la intención de rescatar textos importantes. Los viajes aquí contados vienen a constatar que, a diferencia de la fama que le atribuye la ignorancia, fue un escritor cosmopolita.”

Porque la mirada del Galdós viajero que escribe estos textos no es la visión rápida y superficial del turista, sino la del escritor a tiempo completo que extrae de sus experiencias itinerantes un material que tiene valor en sí mismo por su maestría en las descripciones, pero que incide además en las zonas más conocidas de su obra novelística.

Santos Domínguez

26 enero 2013

Ana Puértolas. Paris-Saigón



Ana Puértolas.
Paris-Saigón.
Pasos perdidos. Madrid, 2012.

En Paris-Saigón, que publica Pasos perdidos, Ana Puértolas, que fue durante años encargada de la sección de Viajes del periódico El País y directora de la revista Viajar, narra un viaje de miles de kilómetros con doce escalas insospechadas entre París y Saigón.

Es un largo viaje que dura cuarenta años, desde el París de 1965 al Saigón de 2005 y que, como señala Ana Puértolas, resume “la historia de una ruta marcada tanto por el azar como por el deseo.”

Un recorrido imprevisible por ciudades y paisajes ligados a la experiencia, a la literatura y a los sentimientos de la viajera, desde los veinte años que tenía la joven que se escapa un verano a París y se deslumbra ante la libertad  y ante la vida, y el Saigón de 2005, al que llega la autora “manteniéndome a flote como la ciudad, mudable y testaruda.”

Lima bajo el toque de queda, la llovizna y la brutalidad militar, la Jerusalén ocupada por Israel, Alepo como cruce de caminos y culturas, las pirámides y los templos mayas de Tikal... son las primeras etapas de un itinerario prolongado a lo largo de cuatro décadas en las que la viajera se transforma más que el mundo, y su forma de mirar –tan intensa en Ana Puértolas, tan llena de vida, de emociones y de ideología- cambia más que lo que mira.

Santos Domínguez

25 enero 2013

Gabriel Ferrater. Noticias de libros



Gabriel Ferrater.
Noticias de libros.
Prólogo de Javier Aparicio Maydeu.
Península. Barcelona, 2012.


Leer para la posteridad titula Javier Aparicio Maydeu el prólogo de Noticias de libros, el volumen que recopila los informes de lectura que Gabriel Ferrater redactó como lector profesional en los años sesenta y comienzos de los setenta para Seix Barral y para la hamburguesa Rowohlt Verlag.

Escritos para un limitado uso privado, originariamente en catalán, inglés y alemán, los publica Península en su coleccióm Imprescindibles y como señala Aparicio Maydeu son “un tácito homenaje a la labor de los moluscos bivalvos, lamelibranquios o pelecípodos filtradores que sobreviven pasando por su cedazos las interminables y no siempre impolutas aguas del océano editorial, también vulgarmente denominados lectores profesionales, críticos, informadores editoriales, scouts, agentes literarios, editores, prescriptores-que-sí-han-leído-lo-que-prescriben (a diferencia de los prosélitos del prescriptor Pierre Bayard en su peligrosa boutade ¿Cómo hablar de los libros que no se han leído?

Además de un escritor excepcional, Gabriel Ferrater fue un conocedor privilegiado de la cultura europea y de los entresijos editoriales, lo que le permite abordar en sus valoraciones obras de muy diverso signo y contenido, desde el ensayo hasta la narrativa.

El rigor y la lucidez del lector plural que fue Ferrater recorren estas Noticias de libros agrupadas en tres secciones  (Primeros informes para Seix Barral, Papeles de Hamburgo y Últimos informes para Seix Barral) y organizadas alfabéticamente por autores desde Erich Auerbach (Lenguaje literario y público en la Baja latinidad y la Edad Media) –“una obra maestra”- hasta In the American Grain, de William Carlos Williams –“un libro deslumbrante.”

Y entre esos informes, con más libertad que nunca, porque estos textos circulaban solo en el ámbito privado de la editorial, la dureza tajante en el juicio -situado casi siempre en la frase inicial- de The Crossing, de Alan Albert –“muy, muy flojo”-, de Gestes, de Severo Sarduy -“el típico libro inmaduro de un principiante digno de estímulo”-, la descalificación del Paralelo 40 de Castillo Puche – “un libro pésimo”-, el elogio parcial -“una primera parte admirable”- de El siglo de las luces de Carpentier, la apología limitada de una novela de David Lodge –“qué libro tan inglés”- o la celebración sin reservas de The gift de Nabokov –“una obra mayor.”

Además, una variada serie de rechazos de libros olvidables –omito piadosamente los títulos-, justificados así: “una inocentada de divulgación sociológica”, “basura, basura, y además basura invendible”, “un libro bobo y sin sentido”, “infantil”, “no le encuentro a este libro ni pies ni cabeza.”

Los doscientos veinticinco informes de lectura, más alguna carta memorable como la que dirige a Jaime Salinas con un informe amplio sobre la obra narrativa de Dashiell Hammett, componen un libro que “no es únicamente un volumen que completa la publicación de las obras completas del genial Ferrater” –las palabras son otra vez de Javier Aparicio Maydeu, otro lector global-, sino un reflejo de su mundo intelectual y su capacidad crítica: "Que este volumen salvaguarde la memoria de su magnífica labor de lector profesional, y que el ejemplo de su competencia inspire e impulse a muchos otros lectores enseñados que dan noticia del libro antes de que el libro sea noticia, para bien de eso que se ha dado en llamar cultura, y que nada tiene ni tendrá nunca que ver con la mera información. Así sea."

Santos Domínguez


24 enero 2013

Cocteau. El cordón umbilical


Jean Cocteau.
El cordón umbilical.
Prólogo y notas de Alfredo Taján.
Traducción de Antonio Álvarez.
Colección Hispaniola.
Editorial Confluencias. Almería, 2012.

En coedición con el Instituto Municipal del Libro del Ayuntamiento de Málaga, la Editorial Confluencias publica en la colección Hispaniola El cordón umbilical, el diario inédito que Jean Cocteau escribió en 1961 en Marbella, “donde los agricultores descubren mosaicos y ciudades romanas a orillas del mar.”

Enmarcado, como un libro renacentista, entre tres sonetos que lo abren como un frontispicio y otros tres sonetos epilogales, El cordón umbilical contiene un abundante material gráfico que resume el universo estético y vital de un artista integral y polifacético como Jean Cocteau (Maisons Lafitte 1889 – Milly-la-Forêt 1963), del que escribe Alfredo Taján en su prólogo (El cordón umbilical, un diario agónico)

“Él mismo se definió: soy la mentira que dice siempre la verdad. El trabajo fue el verdadero opio de Jean Cocteau, y su secreto artístico, pesado y grave, continúa dormitando en una recámara de difícil acceso. Injustamente acusado de diletante, detrás del cínico poseur se percibe el semblante sufriente de un poeta trágico cuyo arte poliédrico está conectado con la misma esencia.”

En estas notas, un Cocteau maduro y casi último reflexiona sobre la poesía como revelación (lo mejor de nosotros procede de una noche profunda de la que solo somos intermediarios), sobre la creatividad de su trayectoria artística en el cine, el teatro, la poesía o la pintura, sobre el cordón umbilical que nos ata a las criaturas de nuestra obra, a unos personajes que son héroes de la sombra, sobre lo español -En España lo excepcional es algo común- y el flamenco como manifestación de la anticursilería, sobre el sueño como extraordinario estiércol del alma, sobre Picasso, Jean Marais, Genet, sobre Al Brown -un boxeador tan extraño al mundo de las Letras, que casi pertenece a la creación lírica- o sobre las tablas flamencas que pintó para su amiga Ana de Pombo.

En uno de estos textos Cocteau resumía su trayectoria en estas palabras que definen su proyecto estético, una suma de ambición y esfuerzo: 

No tengo inconveniente en confiarles mi secreto: soy un obrero, un artesano que, lo confieso, se consagra intensamente y no se contenta con poca cosa.

Santos Domínguez


23 enero 2013

Los penúltimos días de H. A. Murena


H. A. Murena.
Los penúltimos días.
Pre-Textos. Valencia, 2012.


Con decisión de criminal y con íntima voluntad de santo. Así se escriben los verdaderos diarios, según explicaba H. A. Murena (Buenos Aires, 1923-1975)  en la primera frase de Los penúltimos días, el diario que fue publicando en la revista Sur desde mayo de 1949 hasta abril de 1950 y que acaba de editar Pre-Textos.

Era el comienzo de la trayectoria literaria tan intensa como solitaria, tan dilatada como desconocida de un autor plural y lúcido que escribió ensayo, novela, teatro y poesía.

Orientados más al análisis de lo público que a la confesión intimista, Los penúltimos días reflejan la amplitud de los intereses culturales y los enfoques de Murena y su capacidad de análisis: las lecturas y las películas, la educación y la arquitectura, la humedad de Buenos Aires, sus olores y las palmeras de sus plazas, la economía y la política,  la pintura y la música, Eliot, Ayala, Borges y Girri, Baudelaire y Shakespeare, Bach y Gardel, Mozart y Prokófiev...

Nada parece quedar fuera de la aguda mirada analítica de Murena, que llega a conclusiones como esta: La calefacción es un estado espiritual. Y lo razona y lo demuestra con inteligencia y buena prosa, dos constantes que unen el material aparentemente disperso y heterogéneo de estos diarios.

Una mirada que tiene algo de precursora cuando analiza la crisis económica en la Argentina de 1949. Anotaba esto el 6 de abril:

Incesantemente se habla de la situación económica nacional. Los oficialistas quizás desearían, en verdad, ser parcos, pero tienen que responder a las acusaciones de los opositores que, con singular espontaneidad, hablan por todos. Los opositores viven en el delirio de las cifras lúgubres y en el entusismo por las catástrofes inminentes. La razón de su alegría es la esperanza de que el caos económico provoque la caída del gobierno. Pero hay que desechar esos engaños perniciosos; un mal para el país no es nunca más que un mal para el país, y los primeros en padecerlo son siempre los habitantes. Además, los partidos que llegan al extremo de regocijarse con la ruina del todo con tal de que así se impongan sus partes de razón empiezan inevitablemente a despedir un olor harto sospechoso.

Suena a familiar y reciente, ¿verdad?

Santos Domínguez

22 enero 2013

Una extraña historia al este del río


Nagai Kafu.
Una extraña historia al este del río.
Introducción de Carlos Rubio.
Traducción de Rumi Sato.
Satori. Gijón 2012.

Como el más libertino de los escritores japoneses y el mejor escritor de los libertinos japoneses cataloga Carlos Rubio a Nagai Kafu (Tokio, 1879-1959) al comienzo de su espléndida introducción a Una extraña historia al este del río, el libro que acaba de publicar la editorial Satori en su colección Maestros de la literatura japonesa.

Kafu es un maestro indiscutible, aunque prácticamente desconocido en español hasta la traducción que ha preparado Rumi Sato de las dos novelas que contiene este volumen: además de la más breve, casi una novela corta de 1937 que da título a la edición, la anterior Durante las lluvias, de 1931.

Dos novelas de madurez que incorporan abundantes materiales autobiográficos de un autor al que Carlos Rubio, el mejor conocedor de la literatura japonesa en el ámbito de la lengua española, sitúa “un peldaño más arriba de la categoría de maestro, la de genio” que además se convirtió en “el primer escritor japonés en aportar una dimensión universal a su obra.

Durante las lluvias y Una extraña historia al este del río son dos novelas ambientadas en el Japón urbano anterior a la segunda guerra mundial. Dos historias que resumen el mundo literario y vital de Nagai Kafu, que forma parte de la tradición voluptuosa y erótica de la literatura japonesa y gira en torno a dos centros de interés que se cruzan constantemente en su narrativa: la literatura y las mujeres.

La sensualidad y el decadentismo, el lirismo y la melancolía son componentes esenciales en la vida y la obra de Kafu, un novelista capaz de integrar en su literatura a Confucio y a Maupassant, la tradición oriental y la modernidad europea, lo viejo y lo nuevo, lo local y lo universal.

Lo más importante es que esa integración de visiones y mundos aparentemente contradictorios da lugar en estas novelas de Nagai Kafu a una nueva síntesis que genera un mundo personal e inconfundible tratado por una mirada crepuscular que describe los mundos cerrados de las geishas, las camareras y las prostitutas de los barrios bajos de Tokio y resuelve con finales abiertos unas narraciones marcadas por la influencia coexistente y chocante de los clásicos chinos, de Zola y de Baudelaire.

Pero por encima de todas estas consideraciones, el lector se encontrará con una sorprendente e inolvidable mezcla –otra más- de sordidez y delicadeza, de emoción e inteligencia en estas dos historias absolutamente recomendables que no debería perderse el lector curioso y sensible. No le defraudarán.

Santos Domínguez