25 mayo 2010

Especial Feria del Libro. Poesía


Miguel Hernández.
Obra poética completa.
Introducción, estudios y notas
de Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia.
Alianza Literaria. Madrid, 2010.

Vida, amor y muerte dibujan el triángulo que resume la obra poética de Miguel Hernández, ligada a la tierra y a lo telúrico de forma radical. Desde el ejercicio gongorino de Perito en lunas hasta El rayo que no cesa, en el que se conjuran las influencias de Garcilaso, Neruda y Aleixandre en la construcción de su voz propia. Y de ahí a la combativa poesía de guerra de Viento del pueblo y El hombre acecha, y al póstumo y carcelario Cancionero y romancero de ausencias. Con motivo del centenario del poeta, Alianza publica una versión revisada de la poesía completa de Miguel Hernández, que editaron por primera vez Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia en 1976 con un estudio previo de cada uno de los libros y un amplio apéndice con los primeros poemas del poeta oriolano.





Jaime Gil de Biedma.
Obras. Poesía y prosa.
Edición de Nicanor Vélez.
Prólogo de James Valender.
Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores.
Barcelona, 2010.

Veinte años después de la muerte de Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 1929-1990), Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores edita por primera vez en un volumen la totalidad de su obra literaria: la poesía completa que reunió en Las personas del verbo, el diario de 1956 y los ensayos de El pie de la letra. Poeta fundamental en la segunda mitad del siglo XX en España, Gil de Biedma encontró su propia voz en el diálogo con la poesía inglesa, concibió la poesía como simulacro de la experiencia, a través de una persona lírica que expresa no la realidad de la anécdota, sino la perspectiva que la afronta, la recuerda o la reconstruye como espejismo. Es la perspectiva distanciada de una mirada externa que se proyecta sobre sí mismo, transformado en personaje, en persona del verbo. En un amplio apéndice, la edición preparada por Nicanor Vélez y presentada por un extenso prólogo de James Valender recoge poemas sueltos, numerosas prosas dispersas que no se habían recogido hasta ahora en libro, textos de recitales, entrevistas y un abundante número de traducciones que reflejan la actividad de Gil de Biedma como traductor de poesía inglesa y catalana y de una obra de Brecht.


Las moradas del verbo.
Ed. de Ángel L. Prieto de Paula.
Calambur Poesía. Madrid, 2010.

Poetas españoles de la democracia es el subtítulo de la antología con la que Calambur celebra el número 100 de su colección de poesía. Preparada por Ángel L. Prieto de Paula, propone un panorama poético con treinta y dos poetas nacidos entre 1954 y 1968. Entre Miguel Casado y Enrique Falcón, Las moradas del verbo traza “un mapa de corrientes y de voces de un tiempo histórico en que el espejo del canon aparece roto en pedazos.” El silencio y la experiencia y las convergencias poéticas que superaron las danzas y contradanzas de los treinta últimos años.


Gustavo Guerrero (ed.)
Cuerpo plural.
Antología de la poesía
hispanoamericana contemporánea
.
Pre-Textos. Valencia, 2010.

El Instituto Cervantes y la editorial Pre-Textos publican un amplia muestra de la poesía hispanoamericana actual. Preparada y prologada por el profesor Gustavo Guerrero, reúne cronológicamente a casi sesenta poetas hispanoamericanos nacidos entre 1959 y 1979. La diversidad de las voces e intereses de los autores antologados traza un mapa representativo de la poesía que se está escribiendo en esta transición de un siglo a otro, en un fin de siglo que, como señala el editor en el prólogo, marca también el fin de un sistema poético heredado del Romanticismo y sacralizado por Rubén Darío. Completado con un DVD con entrevistas y lecturas de los poetas antologados, Cuerpo plural tiene un propósito explícito en estas palabras de Gustavo Guerrero: Dar breve cuenta de sus trayectorias, de sus tanteos, de sus contradicciones, de sus propuestas y sus logros.




Ted Hughes.
Gaudete.
Traducción de Juan Elías Tovar.
Lumen. Barcelona, 2010.

Lumen publica la primera traducción al español de Gaudete, uno de los libros fundamentales de Ted Hughes y de la poesía inglesa de la segunda mitad del siglo pasado. La excelente y trabajada versión de Juan Elías Tovar es una extraordinaria ocasión de conocer un mundo poético inquietante y de enorme fuerza verbal e imaginativa. Desarrollado como un largo poema épico, es un ejercicio de libertad creativa en el que Hughes mezcla géneros tan diversos como el guión cinematográfico, la poesía y la novela, la mitología y la alucinación, el poema en prosa y el verso libre, la narrativa y la lírica, el relato fantástico y la escena teatral. Enmarcada por un prólogo visionario y un epílogo lleno de oscuridad, la peripecia del reverendo Lumb y su doble de roble, seductor de feligresas en busca de un Mesías prometido, dejará en el lector una huella inolvidable. Está en este libro la más alta y arriesgada poesía de un Hughes portentoso: cierro los ojos. / Y la oscuridad también está en llamas.



Nicanor Parra.
Parranda larga.
Antología poética.

Selección y prólogo de Elvio E. Gandolfo.
Alfaguara. Madrid, 2010.

Alfaguara reúne en Parranda larga una antología significativa y generosa de los poemas, antipoemas y artefactos de Nicanor Parra, uno de los grandes renovadores de la poesía en castellano en el siglo XX. La selección la ha hecho Elvio E. Gandolfo desde el mejor lugar posible, el del lector admirativo y apasionado. Lo explica así en el prólogo: La selección de esta antología la hice a partir de mi experiencia y gusto de lector repetido de la obra de Nicanor Parra. Una experiencia revisitada ahora en su totalidad, verso a verso. De las dos funciones que suelen mencionarse como útiles en una antología (ser representativa, elegir lo mejor) hice hincapié en la segunda. Una nueva incitación a la lectura de Parra: Durante medio siglo / La poesía fue / El paraíso del tonto solemne. / Hasta que vine yo / Y me instalé en mi montaña rusa. // Suban, si les parece. / Claro que yo no respondo si bajan / Echando sangre por boca y narices.



Blas de Otero.
Hojas de Madrid con La Galerna.
Edición de Sabina de la Cruz.
Prólogo de Mario Hernández.
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.
Barcelona, 2010.

Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores publica la edición completa de Hojas de Madrid con La Galerna, un amplio conjunto de poemas que Blas de Otero dejó inéditos cuando murió el 29 de junio de 1979. Sus 306 poemas, de los que 161 habían permanecido rigurosamente inéditos, rectifican sustancialmente la imagen de un poeta que escribió estos textos durante los últimos años de su vida, entre 1968 y 1977. En estos textos está el poeta comprometido con su entorno y atento a lo que le rodea, persiste el existencialista (el coexistencialista, como prefería decir él) que reflexiona visceralmente sobre el sentido de la vida y la escritura, pero además aparece el Blas de Otero más arriesgado con la experimentación verbal, el de expresión más libre. Paradójicamente es el Blas de Otero más joven como poeta. Por los textos de Hojas de Madrid con La galerna ha pasado el tiempo sin hacer estragos como los que el poeta evocaba en Túmulo de gasoil (Hojas sueltas, decidme, qué se hicieron…).





La manera de recogerse el pelo.
Generación Blogger.

Selección de David González.
Prólogo de José Ángel Barrueco.
Bartleby Poesía. Madrid, 2010

Sobre una idea de David González, responsable también de la selección, Bartleby reúne en La manera de recogerse el pelo. Generación Blogger a trece mujeres poetas. José Ángel Barrueco explica en el prólogo (El post es el poema) los criterios de la antología y los rasgos comunes a las trece escritoras, que integran la primera generación de poetas que se ha incorporado o surgido del mundo digital y que está dando a conocer su obra escrita a través de este nuevo mundo, un mundo cada vez más real. Un mundo donde el post es el poema.” Completa la edición un DVD con trece vídeos de Patty de Frutos, que subrayan con su diversidad de enfoques plásticos la diversidad de voces de las trece autoras.



José Emilio Pacheco.
Tarde o temprano.
Poemas 1958-2009.

Tusquets. Barcelona, 2010.

Tusquets reúne en el volumen Tarde o temprano los catorce libros de poesía que ha publicado hasta ahora José Emilio Pacheco. Entre los poemas del primero, Los elementos de la noche, y los últimos de La edad de las tinieblas, que apareció el año pasado, han transcurrido más de cincuenta años de labor constante y rigurosa del mexicano. Se homenajea así al Premio Cervantes de 2009 con una esmerada edición que recoge medio siglo de escritura que ha ido creando un mundo poético propio en el que se concentra la melancolía elegiaca, las metáforas despliegan toda su potencia imaginativa para mostrar la realidad bajo la luz de las palabras / que dicta en su fluir / el tiempo en vuelo.



Friedrich Hölderlin.
Cantos.
Traducción e introducción
de Antonio Pau.
Linteo Poesía. Orense, 2010.

Pocos poetas han marcado tan decisivamente el camino de la poesía de los dos últimos siglos como Friedrich Hölderlin (1770-1843), del que la espléndida colección Linteo Poesía acaba de editar en versión bilingüe los Cantos, con traducción e introducción de Antonio Pau. Escritos entre mayo de 1801 y diciembre de 1803, son una muestra del último Hölderlin lúcido. En el irracionalismo radical y transgresor de estos Cantos, que él mismo definió como poemas mayores, aislados y líricos, está reelaborado en su forma definitiva el mundo poético de Hölderlin: las islas y los dioses griegos, los ríos alemanes, los héroes trágicos y épicos. En sus veinte poemas que abarcan la oda y la elegía, en el huésped de las sombras de los Cantos nocturnos o en el júbilo alto y puro de los Cantos patrios, brilla la polifonía poética de una obra por la que cruza la subjetividad exacerbada de Hölderlin, el amor y la mitología, el pensamiento y la visión. Más de dos siglos después, esa música extraña y oscura sigue sonando en la noche del mundo.

Santos Domínguez

24 mayo 2010

Especial Feria del Libro. Bolsillo




Jean-Claude Carrière.
El círculo de los mentirosos.
Traducción de Néstor Busquets.
Debolsillo. Barcelona, 2010.


El segundo círculo de los mentirosos.
Traducción de Belén Gala y Pilar González.
Debolsillo. Barcelona, 2010.


Jean-Claude Carrière, escritor, guionista y colaborador de Buñuel durante veinte años, reúne en estos dos tomos (El círculo de los mentirosos. El segundo círculo de los mentirosos) que ahora se reeditan en un asequible formato de bolsillo cuentos filosóficos del mundo entero. Un manual de sabiduría que arranca de la tradición oral de los contadores de historias -esos mentirosos- y suma lo oriental y lo occidental, la narración y el pensamiento, la hondura y la risa. Precedidos de un prólogo (Aquí hay luz) del compilador, los relatos se suceden como capítulos de un tratado filosófico, como peldaños de una escalera que lleva a la diversión, el conocimiento o la perplejidad. Sin moraleja ni moralina, sin más virtudes que las literarias, porque- sostiene Carrière- no somos sólo relatos. Pero sin relato y sin posibilidad de contar ese relato, no somos nada, o somos muy poco.




Franz Kafka.
Sueños.
Traducción de Iván de los Ríos.
Errata naturae. Madrid, 2010.


Una excelente recopilación de los sueños del autor de algunas de las mejores pesadillas contemporáneas. El propio Kafka los recogió en sus diarios, o los reconstruyó en sus cartas a Felice, a Milena o a Max Brod. Todo ese material onírico e inquietante se recopiló en una edición en alemán en 1983 y ahora Errata naturae lo edita en su colección La mujer cíclope con traducción de Iván de los Ríos. Un libro de sueños compuesto por sesenta y cinco textos que pueden leerse también como un espléndido ejercicio narrativo. Los sueños constituyen el más antiguo y el no menos complejo de los géneros literarios, escribió Borges en el prólogo de su Libro de sueños. Este volumen podría ser una de las pruebas para defender esa tesis.




Marcel Proust.
El tiempo recobrado.
Traducción de Carlos Manzano.
Debolsillo. Barcelona, 2010.


Síntesis, culminación y punto final de En busca del tiempo perdido, en El tiempo recobrado, séptimo y último volumen del ciclo, vuelve un pasado en el que se superponen la realidad y la ficción en la memoria del narrador protagonista envejecido, confundido él también con su autor. Así se cierra un círculo temporal que regresa al punto de partida de la serie, al momento narrativo en que confluyen el tiempo del narrador y el tiempo narrado. En su último capítulo está la mejor introducción al ciclo proustiano. En su final, su principio: Lo que yo debía escribir era otra cosa, más larga y para más de una persona: larga de escribir. De día, como máximo intentaría dormir. Si trabajaba, sería sólo de noche, pero necesitaría muchas noches, tal vez cien, tal vez mil.




Vasili Golovánov.
Visiones de Asia.
Traducción de Ricardo San Vicente.
Minúscula. Barcelona, 2010.


El último título de la colección Paisajes narrados, Visiones de Asia, es una potente crónica narrativa en la que Vasili Golovánov (Moscú, 1960), “geógrafo metafísico” hace una incursión en los espacios de confluencia entre Europa y Asia desde el centro de la estepa. Dos relatos, Visión de Asia (2002) y Las conversiones de Alejandro (2007), en los que espacio y tiempo quedan conjurados en una mirada crítica que indaga en las relaciones de frontera y en el punto de encuentro entre el presente y el pasado, entre la geografía y la historia. En la prosa de Golovánov, espléndidamente traducida por Ricardo San Vicente, la fuerza de las descripciones convive con la lucidez del análisis: El euroasismo es la dolorosa enfermedad de los encantados, que sueñan con conciliar lo que es imposible de unir.




William Faulkner.
Mosquitos.
Traducción de Daniel Gascón.
Prólogo de Justo Navarro.

Ediciones Alfabía. Barcelona, 2010.


Fue la segunda novela de un William Faulkner que aún no había encontrado su voz, pero necesitaba ajustar cuentas con el pasado. Cuatro días de agosto en un barco que recorre el lago Pontchartrain y el Mississippi con personajes excéntricos que reflejan a algunos miembros relevantes de la generación perdida. Mosquitos es una novela en clave, llena de guiños y referencias malvadas a los ambientes literarios y artísticos que Faulkner había frecuentado en Nueva Orleans. La novela, que apareció en 1927, cuando su autor cumplía treinta años, era entre otras cosas su forma de matar al padre - el Sherwood Anderson apenas disimulado en la figura del escritor Fairchild. Una sátira en la que la verbosidad ingeniosa y superficial de los personajes (Charla, charla, charla: la estupidez completa y desgarradora de las palabras) rebaja los sonidos al nivel del tedio y los iguala al zumbido constante de los mosquitos en el río. Un Faulkner menor, pero admirable.




Thomas Bernhard.
El imitador de voces.
Traducción de Miguel Sáenz.
Alianza. Madrid, 2010.


En El imitador de voces, que publica Alianza en su Biblioteca Bernhard, su autor reunió más de un centenar de relatos breves que son una muestra depurada del escritor amargo y corrosivo que fue Thomas Bernhard. Divertidos o absurdos, basados en hechos reales o extraídos de la imaginación, Bernhard demuestra ser más el más inimitable de los escritores. Eso le diferencia del protagonista del relato que da título al libro: un imitador de voces capaz de emular todas las voces que oye, menos la suya. Al contrario que Bernhard, que sólo utilizó su propia voz inconfundible, su perturbador sentido del humor. Está aquí, destilado y en alta concentración, el mundo narrativo del austriaco. Para tomar en pequeñas dosis.



Charles Dickens.
El viajero sin propósito.
Traducción, prólogo y notas
de Pedro Tena.
Gadir. Madrid, 2010.

En su cuidada Pequeña Biblioteca, Gadir recoge una selección de las crónicas que Dickens escribió durante sus diez últimos años de vida. Las fue publicando entre 1860 y 1870 en el semanario All the year round, con una tirada de 100.000 ejemplares, y en ellas conviven inevitable y felizmente el apunte periodístico, la crónica viajera y el talento narrativo de Dickens. Un flâneur que mira e imagina en sus paseos en madrugadas lluviosas de insomnio por los muelles y los callejones londinenses, por la Morgue de París y las malas comidas de los ferrocarriles y los hoteles, por los lugares de su infancia y los territorios imaginarios de la literatura, por cárceles italianas y por un hospicio de Liverpool, por barrios apartados abundantes en miseria, burros y perros. La mirada aguda, humorística y piadosa de Dickens se vuelve progresivamente sombría y melancólica en estos textos en los que la preocupación por las devastaciones del tiempo se proyecta también sobre el paisaje urbano con la prosa precisa y la pericia del escritor consagrado. Quienes aprecien las novelas de Dickens disfrutarán con estos cuadros magistrales.


Alessandro Baricco.
Homero, Ilíada.
Traducción de
Xavier González Rovira.

Compactos Anagrama. Barcelona, 2010.


En el otoño de 2004, en Roma y ante más de diez mil personas, se leyó este texto, un ejercicio de reescritura que responde a la esencia cambiante del texto homérico. Una Ilíada contemporánea que Baricco pensó para la recitación dramatizada, para la lectura en voz alta ante un auditorio. Como ocurre con el Quijote de Pierre Menard, el resultado es una obra nueva que deja a los dioses en segundo plano y asume la voz de los personajes en monólogos sucesivos y de una extraordinaria intensidad emocional. Todo empezó en un día de violencia, dice Criseida, la esclava tebana que se convirtió en botín de guerra de Agamenón antes de que se desencadenara la cólera de Aquiles. Ni los dioses ni los guerreros, sus mujeres, sus madres o las esclavas son quienes intentan comprender los motivos de una guerra que contiene todas las guerras, pasadas, presentes y futuras.


Santos Domínguez


22 mayo 2010

Tarde o temprano



José Emilio Pacheco.
Tarde o temprano.
Poemas 1958-2009.

Tusquets. Barcelona, 2010.

Tusquets reúne en el volumen Tarde o temprano los catorce libros de poesía que ha publicado hasta ahora José Emilio Pacheco, que desde 1980 ha ido agrupando su poesía completa en ediciones sucesivas bajo ese título.

Treinta años después, esta esmerada edición recoge medio siglo de escritura de un poeta que ha ido creando un mundo propio en el que se equilibran ejemplarmente ética y estética. Un mundo en el que se concentra la melancolía elegiaca y las metáforas despliegan toda su potencia alegórica (Todo ante mí se vuelve alegoría) para mostrar la realidad bajo la luz de las palabras / que dicta en su fluir / el tiempo en vuelo a través de una poesía que Pacheco definió una vez memorable como la sombra de la memoria.

Entre los poemas del primero, Los elementos de la noche, y los últimos de La edad de las tinieblas, que apareció el año pasado, han transcurrido más de cincuenta años de labor constante y reescritura rigurosa del mexicano, que escribió este Manifiesto: Todos somos poetas/ de transición./ La poesía jamás/ se queda inmóvil.

Constante, rigurosa y muy coherente. Porque desde la huella simbolista y superrealista de Los elementos de la noche y El reposo del fuego, hay ya una presencia fundamental de temas y tonos que recorrerán su obra: el tiempo y la naturaleza, la ciudad y la fugacidad, el temple elegiaco y el impulso alegórico en unos poemas cercanos y nocturnos que huyen de la abstracción y combinan la conciencia y el lamento, la mirada solidaria y la reflexión sobre la historia. También en esos libros iniciales apunta ya un rasgo que persistirá en su poesía posterior: la tendencia a construir poemas circulares como el que cierra El reposo del fuego: Es hoguera el poema/y no perdura (...) Hoja al viento/tristísima/la hoguera.

Delimitado así su mundo poético, José Emilio Pacheco lo fue perfilando en cada uno de sus libros posteriores, que aportaban nuevos matices, tonalidades variadas y enfoques estilísticos diversos: la ironía aguda de los aforismos críticos y desesperanzados en No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969), un libro en el que aparecen algunos de sus textos más comprometidos y famosos (Un marine, Che o Alta traición) y donde la alegoría toma la forma de las fábulas de animales (Discurso sobre los cangrejos o Biología del halcón).

Con ese libro Pacheco iniciaba un ciclo poético que se prolongaría en Irás y no volverás (1973), Islas a la deriva (1976) y Desde entonces (1980), en unos poemas que tienden a la brevedad y a la exactitud, a la desnudez y a la doble contención del verso corto y el poema breve. En esa segunda etapa aparecen también poemas largos, de tono conversacional, en los que el poeta se proyecta en otro personaje (Fray Antonio de Guevara o el padre Las Casas) o fábulas alegóricas como la Fisiología de la babosa o Los ojos de los peces.

Habla común tituló Pacheco significativamente una de las secciones de Islas a la deriva. Y esa es otra de sus claves poéticas, la capacidad para construir con esa materia coloquial textos de alto voltaje literario, crítico y emocional.

En la ininterrumpida evolución a que somete su obra, José Emilio Pacheco inicia con Los trabajos del mar (1982) un tercer ciclo que se prolonga hasta La arena errante (1999). En los libros que escribe en esa época, años ochenta y noventa, su poesía se convierte en crónica, en reflejo del teatro lamentable y grotesco de la historia. La larga serie de espléndidos poemas que tituló Ley de extranjería y que formaban parte de El silencio de la luna son un inmejorable ejemplo de la mejor poesía de Pacheco. Son una constante lección de geometría, de equilibrio entre lo aforístico, lo alegórico y narratividad.

En ese mismo libro hay poemas emblemáticos como El rey David, Cirios, El ave Fénix o los textos alegóricos que integran la sección Circo de noche. Son manifestaciones de una poesía cada vez más moral en la que Pacheco habla tras la máscara de los personajes y construye fábulas que explican el mundo a través de los animales, en una ejemplar conjunción de historia, naturaleza y poesía.

Siglo pasado (2000) llevaba como subtítulo Desenlace y era no sólo la despedida de un siglo. Hay en sus poemas una clara tendencia a la recapitulación literaria con unos poemas breves y tan agudos como siempre en Pacheco, pero más introspectivos, más sombríos y resignados, aunque no hayan perdido su voluntad testimonial y su resistencia ética. Se cerraba con esta Despedida:

Fracasé. Fue mi culpa. Lo reconozco.
Pero en manera alguna perdón o indulgencia:
Eso me pasa por intentar lo imposible.

Esa despedida no fue definitiva. Recientemente han aparecido Como la lluvia, con poemas escritos entre 2001 y 2008. Poemas que desde su título y a lo largo de sus cinco secciones (cinco libros en realidad) aluden a la fragilidad resistente de la poesía y a la persistencia de la palabra frente a la devastación del tiempo:

Salí de las tinieblas,
Voy a ellas.

Todo es nunca por siempre en nuestra vida.

Publicados también el año pasado, los cincuenta poemas en prosa de La edad de las tinieblas resumen los temas y las actitudes éticas de la poesía de José Emilio Pacheco a través de unos textos en los que confluyen la lírica y la narrativa, la elegía y a veces la celebración, la crítica y la piedad, para hacer un diagnóstico moral de la época contemporánea. No es una casualidad que el texto que cierra el libro -La plegaria del alba – termine con este párrafo:

Ayer no resucita. Lo que haya atrás no cuenta. Lo que vivimos ya no está. El amanecer nos entrega la primera hora y el primer ahora de otra vida. Lo único de verdad nuestro es el día que comienza.




Santos Domínguez


21 mayo 2010

Eliot Weinberger. Algo elemental



Eliot Weinberger.
Algo elemental.
Traducción de Aurelio Major.
Atalanta. Ars brevis. Gerona, 2010.

Eliot Weinberger (Nueva York, 1949) es uno de los intelectuales más poliédricos y lúcidos de los Estados Unidos. Mucho antes del 11-S advirtió del peligro de Bush y del golpe de estado que le llevó a la Casa Blanca. Editor y traductor de poetas como Huidobro, Paz y Bei Dao, o de las Siete Noches de Borges, su obra ensayística se caracteriza por una inusual mezcla de densidad intelectual y fluidez expresiva e imaginativa.

Weinberger escribe ensayos como poemas y explora un territorio de frontera entre géneros. Lo raro no es la búsqueda de esa zona en la que, como en los presocráticos, confluyen pensamiento e intuición, poesía y conocimiento, descripción y hallazgos verbales. Lo verdaderamente extraordinario es que Weinberger encuentre ese lugar y se instale en él para escribir un libro de las maravillas como Algo elemental, que acaba de publicar Atalanta.

Con lo que el hombre puede asir / hace el poema, escribía el mexicano Homero Aridjis en un texto que tradujo Weinberger al inglés. Y de esa misma materia fugitiva y poética están hechos estos textos, escritos con la pericia de quien conduce al lector por un mar de historias que aluden a la variedad del mundo, a la música del desierto peruano, al viento y el hueso en equilibrio en la metáfora del poema que es un pájaro, a los tigres de William Blake y al sabor de la primavera, al hielo y los mandeos que viven en la frontera entre Irán e Irak, a los vórtices cartesianos y al vacío que engendra el universo en el Tao, a los monjes benedictinos y a los lagartos del Nilo.

Si Borges imaginó el universo en la forma de una biblioteca, en las páginas de Algo elemental Eliot Weinberger resume el universo en la forma de un libro que contiene historias orientales y americanas, leyendas europeas y cosmogonías africanas. En sus páginas conviven, como en un aleph, la Cartago del año 203 y la Italia milagrera del Barroco, el Ohio de 1845 y la China del siglo II a. C.; en sus capítulos se evoca a Empédocles, que confundió memorablemente poesía y ciencia y dejó una sandalia en la ladera del Etna antes de bajar al interior del volcán, y a Valmiki, el sabio indio que se retiró al bosque como el héroe Rama que protagonizó su epopeya.

Escribí al principio que a veces los ensayos de Weinberger son poemas. Dejo aquí tres ejemplos que me ahorran cualquier comentario añadido.

El primero (El Sáhara) es una indisimulable greguería:

Las patas de los camellos dejan en la arena huellas de hoja de loto.


El segundo es un fragmento de El viento:

El viento era la venganza de los antepasados descontentos. Provenía de la boca de las serpientes, y los chamanes vestían su piel para que el viento los llevara al otro mundo; en China o en México, el chamán era dibujado dentro de las fauces abiertas de una serpiente.


El último pertenece a Las estrellas, un texto de tono presocrático construido a base de imágenes que funden el lenguaje de la ciencia con el de la poesía, la experiencia con la alucinación, la mitología con la física:

Las estrellas: ¿qué son? Son trozos de hielo que reflejan el sol; son luces que flotan en el agua más allá de la cúpula transparente; son clavos en el cielo; son agujeros en la gran cortina que hay entre nosotros y el mar de luz; son agujeros en la dura concha que nos protege del infierno que hay más allá; son las hijas del sol; son los mensajeros de los dioses; son condensaciones de aire en llamas que tienen forma de rueda y rugen a través del espacio que hay entre los radios; se sientan en sülitas; son casas esparcidas por el cielo; hacen recados a los amantes; son composiciones de átomos que caen por el vacío y se enredan entre sí; son las almas de los bebés muertos convertidas en flores del cielo; son aves cuyas plumas arden; fecundan a las madres de los grandes hombres; son brillantes concentraciones del aliento espiritual, hechas con los residuos sobrantes de la creación del sol y la luna; auguran la guerra, la muerte, el hambre, la peste, las buenas y malas cosechas, el nacimiento de los reyes; regulan los precios de la sal y el pescado; son las simientes de todas las criaturas de la tierra.

Quienes tengan el privilegio de leer estos textos que están entre el ensayo, la narración y la poesía, los recordarán siempre como una experiencia irrepetible en la que Weinberger hace cómplice al lector de su sensibilidad, de su curiosidad intelectual y de su talento literario.

Santos Domínguez

19 mayo 2010

Iliada


Homero.
Iliada.
Versión de Óscar Martínez García.
Alianza Editorial. Madrid, 2010.

Alguien tan alejado aparentemente de Homero como Raymond Queneau escribió que toda gran obra literaria era La Iliada o La Odisea, es decir, narraba la vida como batalla o como viaje.

La Iliada es el prototipo del primero de esos modelos narrativos. Situada en el décimo año de la guerra de Troya, en la que aqueos, argivos y dánaos formaban una alianza para rescatar a Helena, cuenta el episodio de la cólera de Aquiles, sus causas y sus consecuencias. Una sucesión de hechos bélicos y escaramuzas, de idas y venidas de dioses y hombres, de un efecto mariposa que llega hasta el Olimpo e implica a Zeus, a Hefestos, a Hermes, a Afrodita.

Los héroes aqueos que cercaban Troya o retrocedían hasta sus naves ante el contraataque de los asediados, los jactanciosos Paris y Héctor, o las viudas troyanas no sabían que eran piezas movidas por los dioses, que obedecían un plan trazado por Zeus, que ignoraba que él a su vez no era más que una de las piezas movidas por Homero.

Bajo las altas murallas de una de las nueve Troyas que descubrió Schliemann, la musa homérica sigue cantando la cólera de Aquiles, de pies ligeros, el poder de Agamenón, el rey micénico, señor de guerreros, la astucia de Odiseo, el de las muchas tretas, la armadura de bronce de Ayante, la muerte de Patroclo, los funerales de Héctor, domador de caballos, la belleza de Helena, las amenazantes naves aqueas, las piras funerarias, los caballos, los cinco círculos del escudo de Aquiles, que encierran la ambigua relación del hombre con la violencia, que, lo escribió también Wallace Stevens hace cincuenta años, habita en el corazón, muy cerca de donde habita el amor.

La versión en prosa de Óscar Martínez García, primera de la Iliada en este siglo XXI, la edita Alianza en su cuidada colección Libros Singulares y lleva las espléndidas ilustraciones ya clásicas de John Flaxman, el maestro neoclásico de las líneas puras. Va precedida de un estupendo prólogo y rematada con un índice onomástico que sirve para no perderse en el fragor de la batalla, en la que Homero exaltó a los héroes y rebajó a los dioses para que unos y otros compartieran el campo y las heridas, los rencores y las venganzas.

Quizá fue aquí donde se creó la inevitable y penosa tradición de que la guerra la cuentan los vencedores.

Santos Domínguez

17 mayo 2010

El menor espectáculo del mundo


Félix J. Palma.
El menor espectáculo del mundo.
Páginas de Espuma. Madrid, 2010.

En El menor espectáculo del mundo, que publica Páginas de Espuma en su colección Voces, Félix J. Palma reúne nueve relatos llenos de humor y melancolía, de amargura e ironía, pero sobre todo de oficio narrativo, de la inusual capacidad que demuestra para llevar al lector de una sorpresa a otra, para introducirle en otra realidad que está al lado, o por debajo o por encima, de la que vemos a diario.

La historia kafkiana y conmovedora de El país de las muñecas, una hermosa alegoría de las relaciones humanas y el sentido de la escritura como consuelo ante un mundo oscuro y desolado. La huida hacia la mugre del narrador-personaje de Margabarismos, que le permite intercambiar mensajes con un ectoplasma errabundo en los graffitis de un retrete repugnante. La pesadilla que comienza con el incidente absurdo que encierra a un hombre (marido y padre) en un trastero.

Maridos solos, abandonados en situaciones que los ponen al límite de la cordura, una mujer reencarnada en gata, un inolvidable ascenso a los infiernos, que están por encima del cielo, las dominicales comidas familiares y los secretos que se esconden entre las páginas de un libro.

O las siete vidas de Sebastián Mingorance (sucesivamente irresoluto, intrépido, bravo, abducido, inoportuno, perplejo y hastiado) como exploración de mundos paralelos y abiertos como estos relatos en los que pesa más el absurdo que lo fantástico.

Nueve historias urbanas sobre complicadas relaciones de pareja, nueve narraciones que se desarrollan con fluidez y agilidad bajo una luz sucia, en ambientes cargados y espacios opresivos en los que ocurre lo inusual, en los que lo inesperado ocupa invasiva y absurdamente la vida rutinaria.

Nueve historias que con los materiales del mundo cotidiano y con la calidad de su elaborada y eficiente prosa construyen un espectáculo mayor que confirma a Félix J. Palma como uno de los narradores más sólidos e interesantes de la literatura española actual.

Santos Domínguez

15 mayo 2010

El azor en el páramo


Ted Hughes.
El azor en el páramo.
Traducción, introducción y notas
de Xoán Abeleira.
Bartleby. Madrid, 2010.

Hace ahora año y medio de la publicación en Bartleby de la Poesía completa de Sylvia Plath, preparada por Xoán Abeleira. En la misma editorial y en edición bilingüe del mismo responsable, aparece ahora El azor en el páramo, una selección de 68 poemas de Ted Hughes (1930-1998), el excelente escritor inglés que fue marido de Sylvia Plath y arrastró durante mucho tiempo la injusta responsabilidad del suicidio de su mujer.

Precedida de una amplia introducción en la que se equilibran la visión panorámica y el comentario específico de veintidós poemas ejemplares de Hughes, la antología recoge una muestra significativa de su obra poética desde su primer libro (El azor en la lluvia) hasta las Cartas de cumpleaños, la obra más conocida y reeditada de un poeta poco traducido hasta ahora al español.

Admirado y atacado por igual, Ted Hughes provocó rechazos viscerales y recibió reconocimientos como el de Poeta Laureado. Se le acusó de haber provocado el suicidio de Sylvia Plath por haberla abandonado y acabó alejándose del mundo para sobrevivir en la soledad del campo y en contacto con la naturaleza.

De esa naturaleza, la de su niñez y su madurez, parece brotar directamente la potente palabra de Hughes, poeta-animal y autor de poemas-animales. Derek Walcott, que lo admiró y aprendió mucho de él, habló de la dureza insoportable de su tono y de la fuerza mineral de su poesía.

De su función sanadora habla Xoán Abeleira en la apasionada apología que ha escrito para introducir la selección poética que propone en su antología: La obra de Ted Hughes forma parte ineludible del patrimonio de la humanidad, y, como tal, deberíamos apreciarla y aprovecharla.

Una obra atravesada por un sino trágico que va más allá de la anécdota personal y de las catástrofes familiares para convertirse en acumulaciones de energía poética y vital, en arquetipo de valor universal y en forma de conocimiento de uno mismo.

La fuerza de la poesía de Hughes surge a menudo de una mirada al acecho del paisaje (Para mí –explicó una vez- cazar animales y escribir poemas son dos cosas relacionadas entre sí.) Atraído por el mundo de los animales, intentó dibujarlos, los modeló con plastilina y acabó escribiendo sobre ellos, en la frontera que separa el ámbito del hombre y el del animal.

La lectura de La rama dorada de Frazer y de textos sobre el chamanismo le acabaron aportando la técnica adecuada para construir sus animales-poemas, para dejarse invadir por el animal que se expresa a través de su poesía visionaria, como un zorro que se interna en el oscuro hueco de la cabeza.

Y Hughes acecha el poema, la naturaleza del animal, el paisaje habitado. Dura y seca como los paisajes de los que habla, brutal y luminosa a un tiempo, al margen de todo bucolismo o de los códigos morales del hombre, su poesía refleja la superioridad de lo natural sobre lo humano, el intento de las fuerzas y los seres de la naturaleza para restablecer el equilibrio roto por el hombre. Seres que no son sólo animales -el jaguar encerrado en un zoológico, el azor, el oso, los caballos en el páramo, los lucios o los lobos-, sino fuerzas naturales como el viento desatado en un paisaje con lluvias que es el del páramo helado del rey Lear, en el que el hombre está a la altura del animal y los amantes son dioses de barro. Es el paisaje yermo de los páramos del Yorkshire de su infancia y sus peñascos llenos de oscuridad / que tienen un mundo para ellos solos.

Para Ted Hughes, la literatura no es un valor supremo. Antes y por encima está la vida. Su poesía no hace literatura: habla de la vida. Por ejemplo de la vida con Sylvia Plath en Tú odiabas España y de la respuesta a las críticas por su suicidio en Los perros se están comiendo a tu madre (Al salir del horno ya la habían destripado, pelado y aderezado. / La llamaban suya), dos de sus Cartas de cumpleaños.

O de la vida como una realidad profundamente turbadora y oscura que se expresa a través de Hughes en Cuervo o en Gaudete, su continuación, que acaba de aparecer traducida también al español. Dos magníficos libros que asumen diversas tradiciones mitológicas y religiosas y las convierten en material poético y cosmológico, las dos fuerzas de las que surge, inquietante y enérgica, la obra de Ted Hughes.


Santos Domínguez

14 mayo 2010

Poesía completa de Antonio Hernández


Antonio Hernández.
Insurgencias.
Poesía 1965-2007
.
Calambur. Madrid, 2010.

Cuatro décadas largas de escritura y vida se reúnen en los dos volúmenes de Insurgencias, la edición de la poesía completa de Antonio Hernández (Arcos de la Frontera, 1943) que acaba de publicar Calambur.

Precedidos de un prólogo de Francisco J. Peñas-Bermejo, se recogen en estos dos tomos equilibrados en su distribución temporal (1965-1985 y 1986-2007), los quince libros de poesía que Antonio Hernández ha publicado hasta ahora.

Desde el juvenil El mar es una tarde con campanas (1965) hasta la dura madurez de A palo seco (2007), esta edición permite descubrir o releer en su totalidad la obra de una de las voces más sólidas y templadas, más matizadas y versátiles de la poesía española del último medio siglo.

Desde sus primeros libros, en los que ese mundo poético está aún formándose, la obra de Antonio Hernández se mueve equilibradamente entre la contemplación y la reflexión, entre el sentimiento y el pensamiento, y hace del paisaje y de la infancia, del tiempo y el recuerdo, del amor y la muerte algunos de sus ejes fundamentales.

Consistente y sostenida en el intimismo y la temporalidad, en la denuncia y el compromiso, el amor aparece en la poesía de Antonio Hernández como descubrimiento (Yo comienzo a soñarte. Una tarde cualquiera / llegaremos al mar) o como conclusión (Al fin todos los pétalos espinas), se proyecta en el paisaje visto o recordado de Andalucía en Oveja negra o en Donde da la luz, en el flamenco y la hondura de cueva y sombra milenaria de Compás errante.

La expresión poética de Antonio Hernández, que desde el presente se inclina al recuerdo del pasado o a la esperanza del futuro, integra tonalidades y pulsos diversos, une tendencias estéticas distintas en estos quince libros que son eco de lo popular y lo clásico, de la copla y el soneto, de la estrofa y el versolibrismo para dar cauce a un mundo literario que se mueve siempre entre el dolor elegiaco y el sueño de la celebración o el homenaje a los maestros.

Uno de esos maestros reconocidos, Antonio Machado, fijó en el Se canta lo que se pierde un programa poético que asume Antonio Hernández en su poesía de insistente vocación elegiaca que alcanza uno de sus momentos más altos en la elegía huérfana del Diezmo de madrugada (¿Por qué el árbol se fue de su madera?) o en el cruce de vida, amor y muerte de Con tres heridas.

La de Antonio Hernández es una poesía contemplativa atravesada por el sentimiento creciente de pérdida y desposesión. Una poesía en la que el pasado y el paisaje del sur vuelven a través del poema, que se convierte en memorial de nubes que huyen y vienen de más lejos que la infancia, por las aguas del Guadalete y el Guadalquivir, del pasado remoto del sur. Porque al sur siempre está la mañana en el que se unen los siglos y las raíces en el arco de la bahía de Cádiz, en Arcos y Córdoba, en Tarifa y Sevilla.

La mirada al paisaje y al pasado en los largos poemas demorados de Lente de agua, Sagrada forma o Habitación en Arcos es también una mirada hacia dentro, y de esa manera la contemplación del espacio se transforma en evocación del pasado, en diálogo constante con el presente, en cruce de experiencia y distancia, de biografía personal e historia colectiva, de lo íntimo y lo prójimo, en suma de melancolía y crítica, en inmersión en lo oscuro.

Esa aventura poética, dilatada e intensa, que mezcla pasión y perpeljidad, asombro y melancolía, culmina en A palo seco, su última entrega poética hasta ahora. Aquí el poeta se mira en el espejo de las sombras profundas del tiempo (Pues vive entre los muertos quien de recuerdos vive) en un duro conjunto de poemas que es el resultado de una experiencia en los límites.

Entre el primer poema del primer libro (Era la montaña lo mismo que una madre) y el Testamento que cierra su último libro (Y que todo sea así / no para ganarme el Cielo / sino por que vuele en paz / mi ceniza en el olvido), estas Insurgencias contienen íntegra la intensidad expresiva y la ambición indagatoria de la poesía de Antonio Hernández, que quiere

sentirse parte del misterio,
no ser en él pregunta sino emoción y signo.

Santos Domínguez

12 mayo 2010

Cuentos de Bolaño

Roberto Bolaño.
Cuentos.
Llamadas telefónicas.
Putas asesinas.
El gaucho insufrible.

Anagrama. Barcelona, 2010.

Anagrama reúne en un volumen los tres libros de cuentos que publicó en vida Roberto Bolaño: Llamadas telefónicas (1997), Putas asesinas (2001) y El gaucho insufrible (2003) son esos tres títulos que aparecen en la colección Otra vuelta de tuerca.

Como es lógico, hay muchos altibajos no sólo en el conjunto de los tres libros, sino también en su interior, en el que abundan los tanteos y los hallazgos, las indagaciones en busca de un mundo narrativo propio que culminaría en las mejores novelas de Bolaño, Los detectives salvajes y 2666.

Por eso el lector encontrará en estos cuentos una llamativa variedad de espacios narrativos, de temas y técnicas, de tonos y personajes, de tramas y estilos que en muchos casos abren caminos y tienen un evidente carácter fundacional.

En sus relatos abiertos lo cotidiano y lo onírico, la pampa y la ciudad son el fondo de una realidad inquietante por la que transitan, desorientados, frágiles o desesperados, unos personajes que tienen mucho en común con los que habitan sus novelas.

Desde la perspectiva del lector actual, que conoce la trayectoria posterior de Bolaño y sabe que su obra ya está cerrada, algunos de los catorce relatos de Llamadas telefónicas son una primera incursión de Bolaño en el mundo novelístico de Los detectives salvajes y de 2666, una indagación en la peculiar perspectiva del narrador, el Arturo Belano que domina definitivamente su voz en ambas novelas.

No es el único avance en la configuración del universo narrativo de Bolaño: en William Burns, uno de los relatos policiales del libro, aparece ya Santa Teresa, el trasunto de Ciudad Juárez, que acabará fijándose como espacio narrativo de Los detectives salvajes y de 2666; y en Otro cuento ruso – uno de los mejores relatos del libro- se menciona al profesor Amalfitano que tendrá un papel fundamental en 2666.

Pero no sólo por ese carácter fundacional son importantes estos relatos de Bolaño. Muchos de ellos se sostienen como textos autónomos consistentes, como el diálogo sobre el que se construye Detectives, o la Vida de Anne Moore, casi una novela corta. Y entre los trece cuentos de Putas asesinas el lector se encontrará algunos de los mejores relatos cortos de Bolaño, como Últimos atardeceres en la tierra.

Leídos en su conjunto, los cuentos de Bolaño, pese a su diversa perspectiva y a su diferente tonalidad, establecen una red secreta de relaciones mutuas que los une entre sí y con el conjunto de su obra narrativa.

Una de las tramas cruciales de esa red es la reflexión constante sobre la función social del escritor y sobre la relación con la realidad de uno de los narradores más notables, más renovadores e influyentes de las últimas décadas en español.

Santos Domínguez


10 mayo 2010

Coleridge Biographia Literaria


Samuel Taylor Coleridge.
Biographia Literaria.
Traducción y edición de Gabriel Insausti.
Pre-Textos. Valencia, 2010.

Por raro que pueda parecer, es un hecho cierto que hace tres años no sabía ni creía que tuviera un enemigo en el mundo; sin embargo, ahora incluso mis más poderosos sentimientos de gratitud vienen mezclados con el miedo, y me acuso a mí mismo de estar siempre preguntándome: ¿cuento con algún amigo?

Ese era el estado de ánimo con el que el padre del Romanticismo inglés, Samuel Taylor Coleridge (1772 –1834), dictaba a John Morgan las frases, los párrafos, los capítulos de su Biographia Literaria, un libro raro e inclasificable que aparece por primera vez en edición íntegra en español.

La ha preparado para Pre-Textos Gabriel Insausti, que ha hecho un espléndido trabajo para el que ha escrito un estudio prologal esclarecedor que sitúa este libro en su contexto histórico y en el marco vital del opiómano problemático y el escritor oscurecido que era Coleridge en 1815.

Entre mayo y septiembre de aquel año dictó compulsivamente estos esbozos autobiográficos, estas opiniones literarias que revelan la influencia de la filosofía kantiana y el idealismo alemán y la búsqueda de zonas de confluencia entre pensamiento y poesía.

En tres meses había completado setecientas páginas de aquel proyecto que quería abarcar su experiencia como escritor y lector y las anotaciones que había ido recogiendo a lo largo de su vida.

La Biographia Literaria, planteada en parte como una respuesta al pensamiento poético de Wordsworth, era un reto personal, una incursión en la polémica literaria de su tiempo, una forma de poner en orden sus ideas sobre la creación poética y un método para superar el síndrome de abstinencia.

Sus veinticuatro capítulos van mucho más allá del análisis crítico y de la réplica a Wordsworth: plantean una idea de la poesía que no se opone a la prosa, sino a la ciencia, y funda las bases de una crítica literaria cimentada en perspectivas filosóficas.

El resultado es un libro centrífugo que tiene como eje la poesía, la vida y el pensamiento, una obra clave para entender el resto de la escritura de Coleridge y de los románticos ingleses, una poesía en la que se unen vida y literatura para hacer de lo biográfico materia artística, creación que se alimenta de lo vivido y lo transforma en una nueva realidad.

En las páginas de la Biographia Literaria conviven la digresión y lo narrativo, el plagio sin complejos y la lucidez reflexiva, la inteligencia y la pasión de un poeta consciente que era a la vez un crítico eficiente.

Su distinción entre talento y genio, la reivindicación de la imaginación como capacidad mágica para unir lo diverso, como don sagrado en el que se consuma el instinto de unidad o la reflexión sobre el lenguaje de la poesía frente al habla de la calle son algunas de las aportaciones esenciales que contiene este libro a la crítica literaria y a la teoría del estilo en el Romanticismo.

Para entonces le separaban de Wordsworth no sólo discrepancias literarias, sino una profunda distancia personal, pero la capacidad analítica del potente monologador que era Coleridge ponía en estas páginas una de las piedras fundacionales de la crítica moderna.

Santos Domínguez

08 mayo 2010

Poesía completa de Miguel Hernández


Miguel Hernández.
Obra poética completa.
Introducción, estudios y notas
de Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia.
Alianza Literaria. Madrid, 2010.


Vida, amor y muerte dibujan el triángulo que resume la obra poética de Miguel Hernández, ligada a la tierra y a lo telúrico de forma radical. Tal vez pensaba en eso Neruda, uno de sus maestros esenciales, cuando vio un “aura de tierra en torno a él.” Lo cierto es que la poesía de Miguel Hernández busca siempre un espacio intermedio entre las profundidades mineras y los ímpetus astrales. Y encuentra ese espacio propio en el amor, en el paisaje o en el compromiso.

Con motivo del centenario del poeta, Alianza publica una versión revisada de la poesía completa de Miguel Hernández, que editaron por primera vez Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia en 1976.

Es una inmejorable manera de repasar la evolución asombrosa de una poesía que en apenas diez años se depura expresivamente y encuentra su voz propia a lo largo de un proceso muy rápido: entre el mes de enero de 1930, en que publica su primer poema en un periódico de Orihuela, y finales de septiembre de 1939, cuando antes de ser detenido por segunda vez deja a su mujer una libreta con el Cancionero y romancero de ausencias.

Esa evolución va desde el ejercicio vanguardista y neogongorino de Perito en lunas hasta los sonetos de El rayo que no cesa, en el que se conjuran las influencias de Garcilaso, Neruda y Aleixandre en la construcción de su voz propia. Y de ahí a la combativa poesía de guerra de Viento del pueblo y El hombre acecha, y al póstumo y carcelario Cancionero y romancero de ausencias.

Es una evolución que pasa de la poesía pura a la impura, del catolicismo militante al compromiso revolucionario, de Sijé a Neruda, de Bergamín a Aleixandre, del cultismo libresco al canto llano, del hermetismo a la expresión directa de la vida, el amor, la guerra o la muerte, de la poesía elíptica al neopopularismo intimista del Cancionero y romancero de ausencias, escrito entre dos derrotas, la muerte del hijo y la pérdida de la guerra.

Una evolución que alcanza su cima poética en el espléndido tríptico que tituló Hijo de la luz y de la sombra. En ese texto, el que más trabajó y del que se conservan siete versiones que marcan su proceso de escritura, está el testamento poético del mejor Miguel Hernández, dueño de una voz poética inconfundible y de un potentísimo mundo de imágenes.

Un Miguel Hernández que iba siendo ya una torre de heridas / que se desploma.

Santos Domínguez



07 mayo 2010

Vallejo en Barataria


César Vallejo.
Escalas melografiadas.
Prólogo de Patricia de Souza.
Barataria. Sevilla, 2010.


Fue uno de los grandes renovadores de la poesía en español. Cuando publicó estas Escalas melografiadas en 1923, en una edición de doscientos ejemplares que costeó él mismo, César Vallejo ya había publicado su asombroso Trilce y estaba a punto de instalarse definitivamente en Europa hasta su muerte en un París con aguacero un jueves de 1938.

Con Escalas melografiadas iniciaba una obra narrativa que no puede compararse con su producción poética, pero que mantiene unos vínculos innegables con ella a través de unas evidentes relaciones intertextuales.

Organizados en dos partes (Cuneiformes y Coro de vientos), estos relatos son una primera manifestación en prosa de la escritura en libertad que ya había iniciado en su poesía, el reflejo fragmentario de una realidad opaca marcada por una doble experiencia traumática: la muerte de su madre y un encarcelamiento arbitrario.

Sus textos, entre la prosa poética y la voluntad narrativa, oscilan también entre la huida imaginaria de los muros de la prisión en el sueño y el recuerdo, entre el presente y la infancia de la casa familiar, la evocación de las hermanas o la madre:

Mi madre estaba allí. Vestida de negro unánime. Viva. Ya no muerta. ¿Era posible? No. No era posible. De ninguna manera. No era mi madre esa señora. No podía serlo. Y luego ¿qué había dicho al verme? ¿Me creía, pues, muerto?

Vallejo, comprometido radicalmente con el presente y contra la injusticia, buscaba, en palabras de Patricia de Souza en su prólogo, “una verdadera escritura literaria que lograse separarlo de la realidad que lo oprimía para ser un hombre libre. No a través del cinismo, sino del grito, del desgarro.”

Pero no renunciaba a la denuncia, como en este Muro Noroeste:

El hombre, que ignora a qué temperatura, con qué suficiencia acaba un algo y empieza otro algo; que ignora desde qué matiz el blanco ya es blanco y hasta dónde; que no sabe ni sabrá jamás qué hora comenzamos a vivir, qué hora empezamos a morir, cuándo lloramos, cuándo reímos, dónde el sonido limita con la forma en los labios que dicen: yo... no alcanzará, no puede alcanzar a saber hasta qué grado de verdad un hecho calificado de criminal es criminal. El hombre, que ignora a qué hora el 1 acaba de ser 1 y empieza a ser 2, que hasta dentro de la exactitud matemática carece de la inconquistable plenitud de la sabiduría ¿cómo podrá nunca alcanzar a fijar el carácter delincuente de un hecho, a través de una urdimbre de motivos de destino, dentro del gran engranaje de fuerzas que mueven seres y cosas enfrente de cosas y seres?

La prosa matinal de César Vallejo, en feliz expresión de Edgar Montiel, se proyecta en las estampas más líricas que narrativas de Cuneiformes y en los cuentos de Coro de vientos, mucho más consistentes como relatos.

Pero, además de la calidad de su prosa y de una voluntad de ruptura común a Trilce, lo más llamativo de estos textos es su vinculación con los poemas de Vallejo. El burro inolvidable de los Poemas humanos (Fue domingo en las claras orejas de mi burro) es el que aparece en Más allá de la vida y de la muerte, la evocación de su madre muerta en un relato que anticipa el tono y el tema de Pedro Páramo y el mundo narrativo de Rulfo.

La nostalgia de los desayunos infantiles en la casa familiar que evoca en Alféizar recuerda mucho a uno de los poemas de Los heraldos negros: El pan nuestro; Cera trata el azar y el juego de manera similar a Los dados eternos; Muro noroeste se centra en el mismo episodio de La araña de Trilce.

Los temas que aparecen en Escalas son los mismos que vertebran Trilce –la orfandad, el encarcelamiento, el deseo sexual, la animalidad o la injusticia- y están en la raíz de los póstumos Poemas humanos, en los que persisten el recuerdo de la cárcel, de la madre muerta/viva o el desdoblamiento. Dos ejemplos: los poemas titulados El momento más grave de la vida y El buen sentido ya están prefigurados en algunos de los relatos de estas Escalas melografiadas que publica Barataria en su colección Humo hacia el sur.

Santos Domínguez

05 mayo 2010

Nuestro amigo común


Charles Dickens.
Nuestro amigo común.
Traducción de Damián Alou Ramis.
Mondadori. Barcelona, 2010.

Fue la última novela que terminó Dickens. Y una de las más inolvidables desde su comienzo magistral. Lo explicaba Italo Calvino, que la definió como obra maestra absoluta de invención y lenguaje:

“Los comienzos de las novelas de Dickens suelen ser memorables, pero ninguno supera el primer capítulo de Our mutual friend, penúltima novela que escribió, última que terminó. Llevados por la barca del pescador de cadáveres, nos parece entrar en el reverso del mundo.”

El propio Dickens tenía el convencimiento de haber culminado una de sus mejores novelas cuando el 2 de septiembre de 1865 escribía un Posfacio a modo de prefacio que remataba con este párrafo:

Recuerdo con devota gratitud que no he estado más cerca de separarme de mis lectores para siempre que en ese momento, y así será hasta que se escriba junto a mi vida la palabra con la que a día de hoy concluyo este libro: FIN.

Así termina Nuestro amigo común, la espléndida novela de Dickens que acaba de publicar Mondadori en su colección Grandes Clásicos con traducción de Damián Alou.

La escribió después de Grandes esperanzas y tras una disparatada gira de lecturas que deterioró mucho su salud. Lo primero que tuvo fue el título de la novela -algo excepcional en su forma de trabajar. Demoró su redacción una y otra vez y la fue publicando por entregas, en cuadernos mensuales que costaban un chelín. Treinta mil ejemplares se tiraron de la primera entrega, que salió a la calle el 1 de mayo de 1864, cuando Dickens tenía ya terminado el material de los cuatro meses siguientes y podía trabajar ya sin demasiadas urgencias.

De esa forma fue creciendo la novela durante año y medio hasta completar su forma definitiva, con cuatro partes y 67 capítulos en los que el misterio y la intriga son una exigencia del género además de una inclinación personal que es más acusada en sus últimas obras.

De trama compleja y muy elaborada, Henry James, habitualmente muy crítico con Dickens, reconocía en Nuestro amigo común la mano experta de un autor habituado a manejar con soltura personajes y situaciones.

Chesterton escribió en un ensayo de 1906: Dickens fue más un mitólogo que un novelista: quizá el último y más excelso estudioso de los mitos. Sus personajes no siempre se transforman en personas de carne y hueso, pero siempre se convierten en una especie de dioses. Se trata de personajes como Punch o Papá Noel, por los que no pasa el tiempo, seres que viven en un perpetuo verano, siempre idénticos a sí mismos. Dickens no pretendió mostrar los efectos del tiempo y de las circunstancias sobre los personajes, ni tampoco la influencia de éstos sobre aquéllas. Su meta fue retratar caracteres en una especie de vacío feliz, en un mundo situado mucho más allá del tiempo.

Cuando Chesterton redactó esas líneas no estaba pensando en Nuestro amigo común, en la que pesa mucho más la presión del ambiente que el carácter del personaje. Está en ella el Dickens más sombrío para hablar del Londres coetáneo y de la ascensión social de unos nuevos ricos que amasan su fortuna como contratistas de la recogida de basuras.

Y de la misma manera que en Casa desolada la niebla y el barro se convertían en una opaca metáfora de la vida en Londres, aquí la riqueza se levanta sobre toneladas de basura y polvo, los desperdicios se erigen en símbolo de la sociedad en una sátira salvaje con aliento poético, como destacó Priestley en una brillante aproximación a su narrativa, de la que Nuestro amigo común es una de las muestras más acabadas.

Santos Domínguez

03 mayo 2010

Robert Walser Una biografía literaria


Jürg Amann.
Robert Walser.
Una biografía literaria.

Traducción de Rosa Pilar Blanco.
Siruela. Madrid, 2010.

El día de Navidad de 1956, a los setenta y ocho años, durante un paseo por la nieve, moría Robert Walser. Unos niños encontraron su cadáver cerca del manicomio de Herisau, donde había pasado los últimos años de su vida.

Paseante compulsivo y prosista notable, personaje extravagante y solo, hasta su internamiento en Herisau, vivió deambulando de un lado para otro de forma incontrolable. Los remites de sus cartas tienen unas cincuenta direcciones: diecisiete lugares distintos en Zurich, quince en Berna, y muchas otras en Biel, Basilea, Stuttgart y Berlín. Era una forma de ocultarse, de que nadie que lo buscase pudiese encontrarlo.

Susan Sontag lo definió como un escritor fundamental, dotado de las virtudes del arte más maduro y civilizado. Había empezado a escribir en la adolescencia, a la vez que decidía retirarse del mundo. De hecho, Walser se planteó la escritura como una vía de escape de la realidad, como una forma de echarse a un lado. Ya en su primer texto imaginó su suicidio y se proyectó en la figura de un hijo pródigo que reclamaba atención.

A partir de ese momento se va delimitando el universo literario de Walser en torno al deseo de no ser nadie, de no llegar a ninguna parte, de perderse, como en sus paseos, entre los objetos sin propósito definido, de borrar el yo y destruir la propia identidad. Porque en Walser la realidad, como la escritura, está en un proceso de desintegración constante, de disolución en lo mínimo.

Robert Walser fue el más elusivo, el más solitario de los escritores solitarios, huyó de todo vínculo con el mundo, de toda posesión que lo atara a algún sitio de la vida o la literatura. Paseó mucho, compulsivamente, siempre en huida, pero se esforzó en no dejar más huellas que las de sus pisadas en la nieve poco antes de morir y las más persistentes, las de su literatura.

Extraño, inquietante, ausente del mundo, desvinculado de los hombres y de sí mismo, su biografía es tan opaca que -como señaló Sebald- forma parte más de la clandestinidad y de la leyenda que de la historia.

Por eso es especialmente meritorio el esfuerzo de Jürg Amann en la biografía literaria que acaba de publicar Siruela. Espléndidamente escrita, sus trece capítulos son trece asedios a la huidiza figura de Walser, un constante ejercicio narrativo y conjetural sobre su personalidad enigmática.

Hay un territorio que acogió a aquel escritor helvéticamente retraído, como lo definió Sebald: el de la literatura. Y de literatura está hecha este excelente acercamiento a la figura de Walser, que propone un recorrido por su literatura, por su vida y por algunas de las fotografías que resumen su personalidad y su evolución.

Cada uno de los capítulos va ilustrado no sólo por un abundante material gráfico, sino por numerosas textos extraídos de la obra de Robert Walser. Textos que trazan paralelamente a la biografía de Amann una autobiografía del autor de El ayudante.

Y no sólo una autobiografía. Este libro ofrece también la amplia antología de una obra que puede leerse en esa clave, porque muchas de sus novelas tienen un componente autobiográfico fundamental.

En Robert Walser o la escritura como paseo escribía Luigi Amara:

Ocuparse de un hombre tan elusivo como Robert Walser, quien se resignó a vivir en un manicomio para darle la espalda al mundo, con la esperanza de que allí quizá sí enloquecería para siempre, vegetando por los rincones a la manera de Hölderlin, no tendría por qué estar libre de riesgos y contrariedades. A fin de cuentas, por más que sobresaliera en el arte de pasar inadvertido, por más que su mano derecha sintiera cierta animosidad hacia la pluma en vista de que su huella es más perdurable y enfática que la del lápiz, si en algo falló Robert Walser fue en su propósito de difuminarse en las catacumbas de lo indistinto, en que precisamente a causa de su escritura no fue capaz de completar la obra maestra de la invisibilidad.

Gracias al esfuerzo de su amigo Carl Seeling y de Jürg Amann, Walser es hoy no menos elusivo, pero sí algo más visible.

Santos Domínguez