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21 marzo 2025

Alfredo Giuliani. Versos y noversos

 



Alfredo Giuliani.
Versos y noversos.
Edición bilingüe de José Muñoz Rivas.
Trea. Gijón, 2024.



POEMA CHOMSKY

Las frases (1) y (2) son ambas frases sin sentido
 pero cualquier hablante inglés reconocerá que solo 
la primera es gramatical:
(1) colorless green ideas sleep furiously. 
(2) furiously sleep ideas green colorless.

NOAM CHOMSKY, Syntaxis Structures

sin color ideas verdes duermen furiosamente 
furiosamente duermen ideas sin color verde 
sin color duermen ideas furiosamente verdes 
furiosamente duermen verdes ideas sin color

supongamos que el mundo no sea verde bello 
o sin de nubes ardientes nieves llueven sulfúreas 
vientos veloces deslumbrantes inconcebiblemente 
en el oscuro sueño a cántaros surcan sin color 
que duerme la huella purpúrea solar sensación

el mundo es masturbación de un dios furiosamente 
no ríen los verdes cocodrilos sin ideas verdes 
de escamas y dientes los pianos sin mueren 
color imitan poetas frenético dicen de sombra 
furiosamente el perro ríe el gato gata el perro

ideas verdes en la nevisca oscura duermen veloces 
lloviendo del viento solar mi furiosamente 
verde idea sin color de ella estar en la sombra 
furiosamente verdes duermen ideas sin color

furiosamente verdes duermen ideas sin color
de ella helada que el mundo sea bella como piedra
poco dia en el gran circulo de sombra se inflama 
furiosamente verde ardiente de ningún color

si duerme la idea verde que sin está en la piedra 
idéntica a ti en el salto de sombra está furiosamente 
pájaro suspende sonidos guirnalda de gentil verde 
perro que espera pelota al rebote gata el perro 
furiosamente sin color mi idea de estar

se ignoran gata perro mirlo en el mismo verde 
sin animado está verde este cosmos partes de sombra vivas 
no la he visto verde ni anhelada de muerto color 
humus vomitado idea lombriz en bajoverde 
de ella furiosamente duerme verde idea sin color

no lanzan los lagartos sin piedra verde desacierto 
miedo ocultos apestando a sombra en el círculo de aire 
imposición gris despedida de cada hierba animal 
furiosamente duermen ideas sin color verde

furiosamente verdes duermen ideas sin color 
entre rosáceas patas de pico furiosamente el prado 
duerme del verde fuera alado cuerpo de agua piedra 
sexo fundido de quien muere por estar en la sombra cosa 
cuando sin color es todo la hierba que me encierra 
en el líquido verde sin y tanto vivir poco 
furiosamente duermen ideas verdes de ningún color

Ese poema que Alfredo Giuliani escribió en 1978 a partir de los juegos combinatorios de estructuras sintácticas en la gramática generativa y transformacional de Chomsky cierra la espléndida edición bilingüe de Versos y noversos (1986) que ha preparado José Muñoz Rivas.

Versos y noversos, que acaba de publicar Trea, es una recopilación de la primera fase de la obra de Alfredo Giuliani (Mombaroccio, 1924-Roma, 2007), uno de los principales teóricos y protagonistas de la nueva vanguardia italiana entre los años 50 y los 80 del siglo pasado, y recoge su producción poética en cinco secciones, desde Corpus. Fragmentos de autobiografía (1950) hasta los poemas sueltos agrupados en Casuali (1984), libro al que pertenece ese poema transformacional y generativo.

Traducir una poesía tan radicalmente desafiante como la de Giuliani es una tarea compleja, un desafío al que José Muñoz Rivas hace frente con una antigua dedicación que dio sus primeros frutos en 1991 con la edición monolingüe de Versos y no versos, una edición universitaria, meritoria pero incompleta, porque no incluía en las páginas pares los originales italianos que se incorporan ahora en esta limpia edición de Trea. 

Entre 1986 y 2002, durante el proceso de preparación de aquella primera edición en español de Versi e nonversi y varios años despuésGiuliani y Muñoz Rivas intercambiaron una profusa e iluminadora correspondencia sobre la traducción de su obra al español. Un “traducionario” aclaratorio “que salvó muchos precipicios a la hora de introducir en español la poesía de Giuliani” y que se publicó parcialmente en el volumen Poesía italiana contemporánea (Berlín, 2021) y que se aprovecha aquí de forma pertinente en las notas finales, que incorporan, junto con las glosas de la antología I Novissimi, las explicaciones del propio autor sobre sus textos, especialmente sobre El joven Max.

Aquel volumen incluía también un estudio imprescindible sobre la escritura de Giuliani y el universo lingüístico de Versos y noversos, en el que Muñoz Rivas destacaba “la fuerte interrelación que hay en su obra entre poética y poesía, entre teorización y composición, entre las ideas sobre la poesía y la escritura de la misma poesía.” Y a esa interpenetración indisoluble de teórico de la neovanguardia y escritor de poesía dedica el traductor una iluminadora introducción en la que recorre la trayectoria en constante evolución intelectual y poética de Giuliani y resalta la influencia sobre él de Giacomo Leopardi, “el último de los antiguos y el primero de los contemporáneos […], uno de los grandes poetas de la tradición italiana presentes en su universo poético”. Un Leopardi renovador cuyo “pensamiento poético puede perfectamente situarse en la zona más incisiva del mundo contemporáneo, y actuar de impulso vitalizador de la nueva poesía, que no descarta la tradición italiana, sino el anquilosamiento de la literatura y su automatización.”

Vinculada por teoría y por práctica al neovanguardismo y al neoexperimentalismo de I novissimi, la antología generacional que publicó en los años sesenta, la poesía de Giuliani en Versos y noversos constituye una propuesta radical de renovación, una reunión de voces y de alusiones intertextuales, de formas y de géneros, porque además de los textos propiamente poéticos, están aquí también los diálogos y acotaciones teatrales de Poesías de teatro y la novela experimental en prosa poética El joven Max (1972), un “desmontaje del mundo a través de las palabras.”

Textos que, junto con los conjuntos poéticos Pobre Juliet y otros poemas, El tautófono o Casuales, reflejan el impulso renovador, la voluntad experimental y la libertad creadora y lúdica de Giuliani, que en una carta de 1988 señalaba que “Versos y noversos comprende todas mis contradicciones, coherencias e incoherencias.”

Una obra poética cuya importancia “está siendo ampliamente revalorizada en los últimos años en Italia desde distintos frentes”, escribe en su Introducción Muñoz Rivas, quizá el mejor especialista actual en poesía italiana del siglo XX, a la que ha dedicado su admirable actividad de traductor y estudioso, desde el Crepuscularismo hasta el Neoexperimentalismo y la  Neovanguardia, desde Gozzano y Pavese, Ungaretti y Pasolini hasta Sereni y Alfredo Giuliani, “una de las cimas de la literatura italiana del Novecientos”, de quien tradujo recientemente sus dos obras finales, Ebriedad de aplacamientos y Poetrix Bazaar.

Con esta edición culmina José Muñoz Rivas su admirable labor de estudiar, descifrar y traducir al español una voz tan difícil e intransitiva, por libre y por renovadora, como la de Alfredo Giuliani, cuya obra funda un mundo propio de difícil acceso cuando no inaccesible. Un mundo y una obra a los que ha dedicado esclarecedores estudios, con los que ha acreditado ser un especialista de primer orden en la poesía neovanguardista italiana.

Este poema secretamente lúbrico de El tautófono puede dar idea de la exigencia y la dificultad que plantea la traducción de este tipo de poesía:

EPISODITO DE LA TARDE

la pastilla se ha caído de la garza turquesa de golpe en el bochorno hinchado de los botes de vela 
después la lluvia de lata toc tic toc tic rebaños de burbujas afloran la ráfaga blanquecina 
descubre el acre olor de ciénaga alega el paladar en el dedo maniaco de sus cabellos y nos 
volvemos a la pasión de la tarde espejante en las dobleces de las vidriosas palabras salpicadas 
de mar hacia la oscuridad que se desgreña alrededor del agujero en que resbalan los dedos encendidos

Santos Domínguez 


26 febrero 2025

Leopardi. El desierto, la retama y el volcán

 



Giacomo Leopardi.
El desierto, la retama y el volcán.
Antología.
Edición de Cristina Coriasso Martín-Posadillo.
Alianza Editorial. Madrid, 2025.

Qué dolor oír, en la madrugada siguiente a un día de fiesta, el canto nocturno de los pueblerinos pasando. La infinitud del pasado me venía a la mente al pensar en los romanos, caídos después de tanto estruendo, y en tantos sucesos, ahora pasados, que yo comparaba dolorosamente con aquella profunda quietud y silencio de la noche, del que me hacía darme cuenta el relieve de aquella voz o canto pueblerino.

Ese párrafo del Zibaldone abre El desierto, la retama y el volcán, la estupenda antología de la obra en prosa y verso de Giacomo Leopardi (Recanati, 1798-Nápoles, 1837), que publica Alianza Editorial con edición, traducción, introducción y notas de Cristina Coriasso Martín-Posadillo.

Ese fragmento en prosa explica la génesis de La noche del día de fiesta (“Dolce e chiara é la notte e senza vento”), uno de los poemas esenciales de Leopardi. Aunque no recogido en esta selección, sus versos evocan un canto que interrumpe la calma nocturna y suscita en el poeta una meditación sobre el tiempo y la caducidad con versos como estos, que dejo en la traducción de los Cantos que publicó María de las Nieves Muñiz en Cátedra

                   Ay, por la calle
oigo no lejos el solitario canto 
del artesano, que de noche vuelve,
tras los solaces, a su pobre albergue;
y duramente se me oprime el pecho,
al ver que por la tierra todo pasa
sin casi dejar huella. Así ya ha huido 
este día de fiesta, y al festivo
le sigue el día vulgar, y borra el tiempo
todo humano accidente. ¿Dónde el eco
de las gentes famosas, y el imperio  
de antigua Roma, y el fragor, las armas
que cruzaron los mares y la tierra?
Todo es paz y silencio; todo posa
en el mundo y nadie los recuerda.

Esa vinculación entre la obra en prosa de Leopardi, especialmente el Zibaldone di pensieri, y su poesía justifica que cada uno de los seis apartados temáticos en que se organiza la estructura de esta antología se abra con fragmentos del Zibaldone y de los Opúsculos morales para dar paso a poemas canónicos del poeta de Recanati como El infinito, A la luna, A la primavera o de las fábulas antigua, Canto nocturno de un pastor errante de Asia y La retama o la flor del desierto. Una antología rematada por una pormenorizada ecronología leopardiana y una bibliografía primaria y secundaria sobre su vida y su obra.

‘Teoría del placer: lo infinito, la nada, el tedio, el recuerdo’, ‘Naturaleza y razón’, ‘Naturaleza y arte’, ‘Poesía y filosofía’, ‘Ilusiones y realidad’ y ‘El desierto, la retama y el volcán’, que da título al volumen, son las seis partes en las que se organiza una antología vertebrada -señala la editora- “a partir de sus principales líneas de pensamiento. El lector encontrará aquí, por tanto, textos de la primera etapa de su diario Zibaldone, un auténtico ejercicio de «escritura en movimiento»; una selección poética de sus Cantos, así como de sus cuentos y diálogos filosóficos conocidos como Operette morali.

Como Schubert en música, Leopardi representa en poesía la síntesis de lo clásico y lo moderno en un estilo nuevo. Sus personalidades, atormentadas y complejas, propensas a la huida, crearon obras de asombrosa modernidad de lenguaje y de tono.

“La grandeza de su poesía -afirma Cristina Coriasso en su Introducción- se debe a su exacerbada sensibilidad, así como al hecho de que se trata de una poesía filosófica, que se nutre de un dominio filológico y de un conocimiento enciclopédico, de los que dan cuenta también sus otras dos grandes obras, el diario Zibaldone y los Opúsculos morales, también presentes en esta antología.”

Leopardi está en la frontera contradictoria e integradora que separa la actitud del hombre moderno de los comportamientos y la mirada del hombre antiguo. Él, que no se siente moderno y sabe que sus modelos son anacrónicos, vive apartado del mundo y busca refugio en la biblioteca familiar y consuelo en el arte y la belleza en una actitud evasiva muy característicamente romántica que en su caso se intensifica por sus problemas físicos y su deformidad dolorosa.

Romántico a su pesar y poeta imprescindible, Leopardi fue, junto con Shelley, el más lucreciano de los poetas románticos. Y lejos del patetismo o la desmesura de Byron, encontró su voz más personal y duradera en los Cantos, especialmente en algunos de sus poemas centrales, como El infinito, La noche del día de fiesta (“Dolce e chiara è la notte e senza vento...”), La vida solitaria y A Silvia o Los recuerdos (Passo gli anni, abbandonato, occulto).

En esos Cantos que escribió en Recanati y en Florencia entre 1819 y 1831 Leopardi fundió sentimiento y pensamiento en una armonía dolorosa, unió la contemplación y el recuerdo en una mirada reflexiva con la que la emoción se proyecta en la naturaleza y el paisaje se convierte en espacio de meditación.

En la cima de un monte al que se apartaba en sus días desolados o cuando la vista cansada no le dejaba leer, concibió en septiembre de 1819 esa otra cima poética que es El infinito, que culmina en la plena fusión en la nada de los últimos versos, llenos de contención y fuerza:

Así, en esta inmensidad anega el pensamiento: 
y el naufragar me es dulce en este mar.

Esa es la parte central de su obra. Los últimos años, que también se reflejan en los cantos finales, escritos ya en Nápoles, fueron tiempos autodestructivos y feroces, años de ruina física y desorden vital, en los que se impuso la desesperación sobre la serenidad y la extravagancia pudo más que la reflexión.

Fueron años que dieron lugar a una poesía distinta, la que culmina en el espléndido contracanto que tituló La retama o La flor del desierto, al pie del Vesubio, uno de sus poemas más portentosos, una desolada y extensa composición sobre la ruina y la fugacidad simbolizada en esa retama que brota en la ceniza volcánica para acabar muriendo en un destino que comparte con el poeta (“Soccomberai del sotterraneo foco”):

Y tú, mansa retama, 
que de odorantes tallos
estos campos estériles adornas, 
también tú, pronto a la cruel potencia 
sucumbirás del subterráneo fuego

El Romanticismo de Leopardi, no solo en sus Cantos, también en su prosa, de la que este volumen es una inmejorable muestra, es el Romanticismo más profundo y por eso mismo el menos efímero, el que hace de él un clásico y por tanto un contemporáneo, un poeta en  quien el pesimismo y la angustia encuentran un doble consuelo en la serenidad contemplativa y en la armonía de su palabra poética, que inauguró la modernidad poética en la literatura europea.

Esta antología -concluye Cristina Coriasso- ofrece al lector “un primer mapa ideal para una inmersión en una de las mentes más brillantes, profundas y portentosas del pensamiento europeo del siglo XIX: un autor fundamental para comprender el mundo actual.”

Santos Domínguez

 

02 octubre 2024

Tedio y narración


Inma Aljaro.
Tedio y narración. 
Sobre la estética del aburrimiento en la narrativa: 
de James Joyce a David Foster Wallace.
Cátedra. Madrid, 2024.

 “¿Es ético aburrir al lector?”, se pregunta Inma Aljaro en el epílogo de Tedio y narración. Sobre la estética del aburrimiento en la narrativa: de James Joyce a David Foster Wallace, que publica Cátedra en su colección de Crítica y Estudios Literarios.

Esa llamativa pregunta es la segunda parte del epígrafe “El gozo del aburrimiento”,  que resume no sólo el contenido del epílogo, sino el de todo este magnífico recorrido por el aburrimiento como experiencia estética y como una de las bellas artes desde la antigüedad clásica, porque “en un principio fue el tedio”, como señala uno de los apartados del primer capítulo de los cinco que componen la obra. Cinco capítulos precedidos de una amplia introducción que se abre con estos párrafos:

«No hay nada más aburrido, más fatigoso que esas invenciones insulsas y rebuscadas», se quejaba molesto el poeta Joaquim Gasquet tras saber que Marcel Proust había recibido el Premio Goncourt en 1919 por su libro A la sombra de las muchachas en flor, el segundo tomo de su gran proyecto En busca del tiempo perdido. Es un «parfaitement ennuyeux» lo calificó el dramaturgo Robert Dieudonné e incluso Joyce, que consideraba a Proust «el mejor escritor francés moderno», reconocía que había que tener cierta paciencia para leerlo: la novela está «sobrecargada», decía (¡Joyce!), mientras Virginia Woolf, en cambio, la consideraba «un milagro» que la dejaba sin aliento. En cambio, la lectura del Ulises de Joyce la hacía sufrir como una «mártir»: «Nunca había leído un libro tan aburrido», llegó a decir de la obra que cambiaría para siempre la narrativa contemporánea. Pese a sus críticas, también ella exploraría lo banal creando una novela que, en la actualidad, ha llevado a algunos a plantearse si es más aburrido leer La señora Dalloway o mirar fijamente una pared blanca.
Estas tres obras que hoy consideramos esenciales para comprender la literatura contemporánea no son las únicas que han sido consideradas como aburridas de un modo, a mi parecer, injusto. […]
Y si aceptamos que estas obras son aburridas, podríamos argumentar que con ellas sus creadores han logrado dotar a lo aburrido de una fuerza narrativa sin precedentes, demostrando que este estado de ánimo puede ser un recurso estético que poco tendría que ver con el calificativo de obra fallida. Es esto último lo que nos interesará en este estudio: la posibilidad de aburrir voluntaria y estéticamente al lector.

Así queda delimitado desde esas primeras líneas el objeto de estudio -“la posibilidad de aburrir voluntaria y estéticamente al lector”- de este Tedio y narración, que aborda el aburrimiento como propuesta creativa del autor y como motor de la experiencia estética del lector.

El origen de este curioso estudio, según explica la autora, está en la lectura de El rey pálido (2011), la novela póstuma de David Foster Wallace, una obra que tiene como tema central el aburrimiento y que busca deliberadamente provocar el tedio del lector.

Porque, en su ambigüedad paradójica y significativa, “el aburrimiento -afirma Inma Aljaro- nos lleva a la desmotivación, a la desilusión, a la apatía, a la depresión o incluso a la autodestrucción, pero también hay quien defiende que promueve un desesperado ímpetu creador que permite escapar de él.”

Y de esa manera se entra en un territorio, el del desafío narrativo y las gramáticas del aburrimiento, donde ocupa un lugar esencial el Ulises de Joyce, que hace del tedio de los personajes y del aburrimiento de la acción una obra de arte que cuestiona la idea de la literatura como mera forma de entretenimiento.

Ese es un tema que Tedio y narración rastrea desde Homero hasta la actualidad a través de autores como Dante y Petrarca, Balzac y Flaubert, Hölderlin, Baudelaire y Rimbaud,  Proust y Virginia Woolf, Kafka y Beckett, Thomas Mann y André Gide o Leopardi, que definió como el aburrimiento como “el más sublime de los sentimientos humanos “ y a la vez como “la más estéril de las pasiones humanas.”

Y además estudia en profundidad su reflejo en obras como el ya mencionado Ulises, En busca del tiempo perdido, Molloy, El mirón, La broma infinita, las novelas de William Gaddis y de Tomas Pynchon, La señora Dalloway, El desierto de los tártaros, 2666 o Mme. Bovary, donde el aburrimiento es el desencadenante de la acción de la novela.

La banalidad como reflejo de una realidad vulgar, el hartazgo, la falta de sentido, la significación de lo insignificante, las poéticas de la cotidianidad y la originalidad de lo cotidiano, el culto a lo ininteligible y las tentativas de agotar la paciencia del lector, el tedio como punto de partida o la recompensa del aburrimiento son algunos de los aspectos que desgrana este libro antes de preguntarse en el ya citado  epílogo, “El gozo del aburrimiento o ¿es ético aburrir al lector?”:

¿Qué valores refuerza la estética del aburrimiento?, ¿el valor del aburrimiento?, ¿el hastío de las personas aburridas? ¿Nos aburriremos de un modo diferente después de leerlas? ¿Aprenderemos a aburrirnos mejor? ¿Menos?

Y es que, como concluye Inma Aljaro haciendo suya una frase de Barthes, “el aburrimiento no es sencillo.”


Santos Domínguez 




02 septiembre 2024

Harold Bloom. Genios



Harold Bloom.  
Genios.
Un mosaico de cien mentes 
creativas y ejemplares.
Traducción de Margarita Valencia.
Anagrama. Barcelona, 2005. 

Los lectores que conocen El canon occidentalCómo leer y por qué Shakespeare, la invención de lo humano, saben que de Harold Bloom se puede esperar todo, el capricho, la agudeza, la salida de tono y el chispazo, y saben también que nunca defrauda las expectativas. Esas obras están escritas desde la posición  del francotirador que debe ser cualquier buen lector. Y es que Bloom es más un lector -un lector inteligente y libre, inicuo y caprichoso- que un crítico al uso.

Un lector capaz de transmitir su pasión desbordada por la lectura y de contagiársela a sus propios lectores. Su universo literario es tan amplio como definido y está inspirado por sus gustos antes que por valores de más prestigio intelectual.

Ese mundo de lecturas queda seguramente cerrado con los cien nombres que Bloom propone en este volumen titulado Genios, que Anagrama reedita, siete años después de su publicación en la colección Argumentos en su imprescindible serie Otra vuelta de tuerca.

Cien asedios sistematizados según una organización peculiar que no procede de criterios cronológicos, sino de la estructura cabalística y del gnosticismo, para adentrarse en las apaortaciones del genio a la literatura:

El genio literario es difícil de definir y depende de una lectura profunda para su verificación. El lector aprende a identificar lo que él o ella sienten como una grandeza que se puede agregar al yo sin violar su integridad. (...) La invasión de nuestra realidad por parte de los personajes principales de Shakespeare es prueba de la vitalidad de los personajes literarios cuando son el producto del genio. Todos hemos experimentado la sensación de vacío que nos deja la lectura de literatura popular, en la que encontramos nombres sobre una página pero no personas. Con el tiempo, sin importar cuántas alabanzas haya recibido, este tipo de literatura se vuelve anticuada y finalmente se convierte en basura.

Con su habitual tono directo, Bloom avisa y afirma provocativamente:

El estudio de la mediocridad, cualquiera que sea su origen, genera mediocridad. Thomas Mann, descendiente de fabricantes de muebles, profetizó que su tetralogía de José perduraría porque estaba bien hecha. No toleramos mesas y asientos a los que se les caen las patas, sin importar quién los haya hecho, pero pretendemos que los jóvenes estudien textos mediocres, sin patas que los sostengan.

Ese es el punto de partida de esta selección. A Jardiel Poncela once mil vírgenes le parecían demasiadas vírgenes. Nunca creyó que hubiera habido tantas. Es posible que a más de uno le parezca también excesivo el centenar de genios, pero en fin.

En esa prevención parece haber pensado Bloom cuando escribe:

¿Por qué estos cien? Había planeado incluir muchos más, pero después me pareció que cien era suficiente. Aparte de aquellos que no se pueden omitir —Shakespeare, Dante, Cervantes, Homero, Virgilio, Platón y sus pares—, mi selección es completamente arbitraria e idiosincrática. Ciertamente no se trata de la "lista de los cien mejores" ni a mi juicio ni al de nadie más. Yo quería escribir sobre ellos.

Aun sabiendo que el genio es inclasificable y solitario por definición, Bloom, bardólatra en jefe, como él mismo se define, agrupa en las diez secciones del libro, subdivididas en dos lustros de cinco autores cada una, a los cien autores por afinidades temáticas, formales, por actitudes o relaciones genéticas para completar un mosaico movible en el que cada artículo va precedido de un frontispicio. Estos criterios de afinidad para relacionar lo que es esencialmente individual le permiten colocar en la corona de la cabala a Shakespeare, a Cervantes, a Montaigne, a Milton, a Tolstoi con argumentos como los de este párrafo:

Shakespeare, Cervantes y Montaigne fueron contemporáneos, pero Shakespeare, abierto a cualquier influencia, se sirve en su trabajo tanto de Montaigne como de Cervantes (aunque Cardenio, la adaptación que de la obra cervantina hicieron Shakespeare y John Fletcher, se ha perdido). La influencia de Shakespeare en Milton es tan profunda como desasosegante: en Satanás se mezclan características de Yago, Macbeth, e incluso Hamlet. Tolstoi odiaba a Shakespeare y lo condenó por inmoral; sin embargo sentía un cierto afecto por Falstaff, además de lo cual Hadji Murad, la soberbia novela de su vejez, es shakespeariana en sus muy variadas caracterizaciones.

O unir en un lustro coherente a Wordsworth, Shelley, Keats, Tennyson y Leopardi. Y en otro a Walt Whitman, Pessoa, Hart Crane, García Lorca y Cernuda, al que valora como uno de los grandes poetas del siglo XX.

Sorpresas, iluminaciones, juicios agudos alejados por igual del prejuicio académico y de la superficialidad de la crítica mundana, es lo que puede esperar de un libro como este el lector al que se dirige: un lector corriente en el mejor sentido de la palabra al que se le propone una guía de lectura ordenada y coherente.

Harold Bloom sabe que pocos especialistas, pocos críticos, pocos profesores y pocos académicos siguen leyendo por gusto, por amor a la lectura. Y por eso ni este ni ninguno de sus libros están escritos para especialistas ni para estudiosos, sino para lectores receptivos y dispuestos a que se les abran nuevas sugerencias y a leer a nueva luz a los autores conocidos, que mantienen toda su fuerza en la lectura de Bloom:

El genio muerto está más vivo que nosotros, así como Falstaff y Hamlet son mucho más vitales que muchas personas que conozco. La vitalidad es la medida del genio literario. Leemos en busca de más vida y sólo el genio nos la puede proveer.

En Deconstrucción y crítica Bloom se hacía esta pregunta: ¿Es posible desarrollar una teoría lo suficientemente descriptiva y expositiva como para iluminar, en vez de entorpecer, las obras artísticas?

No me atrevería a decir que hay en Bloom un método sistematizado. Ha ido cambiando de sistema para hablar de la ansiedad de la influencia, del concepto de canon, del genio. En todo caso, con apoyo en una base teórica o sin ella, lo que hay en los libros de Bloom son las intuiciones y las razones de un lector genial que, en este y otros libros anteriores, ilumina y no entorpece el acceso a las obras, que no son ni templos para sacerdotes ni museos para diletantes.

Y lo que tampoco falta, como era previsible, son las viejas manías de cascarrabias, de lector impune: su indisimulada tirria hacia T. S. Eliot, "el abominable", su fijación más jocosa, o la veneración desmedida por el Dr. Samuel Johnson. Exageraciones que humanizan la lectura y la hacen viva y cercana, hasta cuando Bloom no pasa de ser un chismoso o un analista previsible.

Y, como siempre en Bloom, el Falstaff de la crítica, la celebración de la literatura como goce, el descaro compatible con el rigor intelectual de las propuestas, la alegría de la literatura y de la inteligencia contagiada a sus lectores, esos happy fews que empiezan a contarse por miles en todo el  mundo.

Santos Domínguez

29 junio 2022

Juan Claudio de Ramón. Roma desordenada

 



Juan Claudio de Ramón.
Roma desordenada.
Prólogo de Ignacio Peyró.
 Siruela. Madrid, 2022.

“Roma es una de las más complejas y venerables cajas chinas sobre las cuales puede ejercitarse con provecho y goce el espíritu humano. Hay infinitas Romas y, partiendo de Roma, se puede llegar a donde uno quiera”, dejó escrito hace sesenta años Silvio Negro en Roma, non basta una vita, uno de los libros imprescindibles sobre la ciudad a la que Juan Claudio de Ramón dedica su espléndida Roma desordenada, que publica Siruela en su colección El ojo del tiempo con prólogo de Ignacio Peyró.

Y así como en Roma confluyen todos los caminos, en este libro confluyen también muchos libros y muchas miradas, muchas perspectivas literarias y artísticas que han abordado la realidad humana y monumental, histórica y urbana de una ciudad inabarcable a la que el autor, diplomático destinado durante un tiempo en la embajada de España en Italia, se refiere con estas palabras:

Este libro no es una guía. Es una relación desordenada de amores topográficos y las historias que evocan. Cosas pensadas, vividas o leídas en Roma. Me gustaría que su lectura traslade al lector la sensación que tuve mientras fatigué sus calles: no ya la de que la ciudad es la culminante prueba de que el hombre ha conocido la belleza, cosa patente, sino la de que Roma es algo así como el kilómetro cero de nuestra cultura; un aleph a nuestro alcance, desde donde contemplar el universo, a través de una multitud de túneles y pasillos, algunos a la vista, otros secretos o semiescondidos, como en uno de esos extraños grabados de Piranesi, si Roma no fuera lo contrario de una cárcel. Para atravesar este complejo sistema de galerías, el mejor método es el desorden. Roma no es como otras ciudades milenarias, donde, tras una capa de maquillaje moderno, yace la fisonomía primigenia de la ciudad. Roma tiene múltiples rostros, todos reales, todos contemporáneos. La Roma antigua, en cuyas ruinas vivaqueamos; la Roma papal, que recuperó su prestigio amontonando mármol en palacios e iglesias; la Roma fascista que la atraviesa con gélida geometría; la Roma de la periferia, centro genuino de la ciudad donde viven los romanos. Tras examinar estas cuatro ciudades se pueden descorrer otras gavetas: la casi extinta Roma medieval; la Roma judía, desahuciada y conmovedora; la Roma nacionalista de la Unità, que quiso ser París y fracasó; la Roma de La dolce vita, efímera capital de la mundanidad internacional.
La ciudad es, en un sentido bastante literal, una jungla. Afección típica de quien vive en ella es el estrabismo: se mira con un ojo lo sacro y con otro lo profano, con uno las reliquias de santos y con otro los torsos desnudos, con uno profetas y con otro sibilas, con uno la Roma urbi y con otro la Roma orbi, con uno confusión y con otro calma, con uno geometría y con otro desorden. Una ciudad que solo se ofrece en fragmento, como escribió Hildeberto de Lavardin, obispo poeta que la visitó en 1101, cuando la urbe, que frisaba quince siglos y era una aldea insalubre, contaba su grandeza a través de sus pedazos. Con los fragmentos que tuve tiempo de acopiar, apuntalé este libro.

Del Campo de’ Fiori al Trastevere, de Goethe a Rafael, de los jardines de Velázquez a Villa Adriana, de Canova a Pasolini, de la Via Appia a Via Veneto, del ladrillo al mármol, de los pinos de Monte Mario o la Villa Borghese al abeto navideño de Piazza Venezia, de la carbonara a Chateaubriand, de los jardines farnesinos a las Termas de Caracalla, de las fuentes de Bernini a la Capilla Sixtina, un recorrido por esta ciudad de ángeles y papas, iglesias y esculturas, árboles y edificios, puentes de piedra sobre el Tíber y puentes metafóricos entre épocas y culturas para comprobar que “hasta el individuo más vulgar se convierte en alguien en Roma, pues como mínimo adquiere una visión no vulgar de la vida”, como dejó escrito Goethe en su memorable Viaje a Italia.

Setenta estaciones de paso por una ciudad que ha convocado la escritura de “muchos y grandes nombres de la inteligencia y el arte. Goethe, Madame de Staël, Stendhal, Chateaubriand, y Zola; Boswell, Dickens, Wilde y Vernon Lee; Hans Andersen, Schopenhauer y Gógol; Melville, Hawthorne, James y Edith Wharton; también Byron y Shelley (no así Keats: sus días en Roma fueron póstumos). En representación de Italia, por citar mínimos nombres que son máximos: Petrarca, Leopardi, el Belli, D’Annunzio, Fellini, Morante, Moravia, Pasolini, Carlo Levi o Ennio Flaiano. No es que, por lo demás, la literatura romana de las deidades de la cultura europea sea la mejor. Con la excepción de Stendhal, las páginas más interesantes sobre la ciudad se deben a hombres y mujeres con poca o ninguna fama, inspirados por lo que ven y no por el deseo de ver, lejos de las ensayadas efusiones del granturista de turno.”

Subtitulada ‘La ciudad y lo demás’, esta Roma desordenada no es una guía turística, sino -como señala Ignacio Peyró en su prólogo- “un libro de paseos, no de viajes: el libro de alguien que ha vivido allí, no que ha viajado allí.”

Y en definitiva, una intensa aproximación a la esencia huidiza de una ciudad inasequible y vivida, porque “Roma es cosa aparte, sí. No exactamente una ciudad; tampoco un museo, como sugiere el tópico. Más bien el arca de Noé de todas las historias de la cultura europea, el lugar donde, bajo el limo del Tíber, se ha salvado del diluvio el registro de la novela colectiva de Occidente. Solo en Roma, escribe Quevedo, «lo fugitivo permanece y dura»; decir que todos los caminos llevan a Roma es menos exacto que decir que de Roma salen todos los caminos.”

Santos Domínguez 


21 enero 2022

Antonio Colinas. Los caminos de la Isla

 


 

 Antonio Colinas.
  Los caminos de la Isla.
Edición de Alfredo Rodríguez.
Olé Libros. Valencia, 2021.

Oh madre coronada de olivo, todavía
discurre por mi sangre el ardoroso estío
de las verdes cigarras, el caudal misterioso,
plácido y aromado, de una noche de labios.
Aún están brotando de mi boca las flores
y no cesa tu mar de acrecentar en mí
las ansias de vivir, la sed de libertad.
¿Qué idioma es el que graban en las piedras gastadas
las ya muertas lunas de los siglos ya muertos?
¿Y ese extravío ebrio de las horas que pasan
como el vuelo de un ave por un cielo sin nubes?
¿De qué tiempo nos llegan todos esos latidos
luminosos y oscuros de tus sienes sombreadas
por lanzas, por cipreses? ¿Por qué esta sed de ti
cuando aún están cayendo, en el reseco pozo
de mis manos, limones que enamoran estrellas,
la carne de los dioses en el bronce oxidado,
las enlutadas rosas de sonámbulos huertos?
Raíz, alma del mármol, donde sepulta el sol
su más inmensa hoguera, pesadumbre que llega
muy adentro, a los huesos tenebrosos del hombre.
La brisa mueve rizos, sonoras caracolas
en tu cuerpo, y los sueños son renuevos muy tiernos
en el funesto ramo de una vida finita.
Tus azulados ojos contra un muro de cal,
esa húmeda mirada de virgen fugitiva,
perduren por los siglos de los siglos, nos digan:
mi luz es vuestra carne, vuestra sangre es la luz.

 

Ese poema de Noche más allá de la noche, de Antonio Colinas, es uno de los que forman parte de Los caminos de la Isla, la estupenda antología temática que ha preparado Alfredo Rodríguez de la poesía ibicenca del poeta leonés.

La publica Olé Libros en una cuidada edición que se abre con un prefacio, ‘Sintonizar con el espíritu mediterráneo’, en el que Antonio Colinas explica que estos poemas son el resultado de “una serie de vivencias que se prolongaron de manera continuada a lo largo de veintiún años y de manera esporádica a lo largo de más de cuarenta. Por tanto, estos poemas no son una muestra de «descubrir Mediterráneo alguno» sino de mostrar la fusión entre poesía y vida, entre la experiencia de vivir y la experiencia de crear, que ha sido otra de las ideas claves de mi escritura.”

Porque tras una primera etapa marcada por un culturalismo vivido y una intensa sentimentalidad neorromántica, por un lirismo telúrico y una pureza formal que tienen su eje en Sepulcro en Tarquinia, la escritura de Antonio Colinas crece en su impulso órfico en la etapa ibicenca que se desarrolla entre Astrolabio y Jardín de Orfeo. Una fase que tiene su centro en Noche más allá de la noche, donde el equilibrio entre el sentir y el pensar, entre la emoción y la reflexión da lugar a ese largo poema en el que la poesía de Colinas alcanza una de sus cimas de profundidad y de transcendencia de la palabra inspirada.
 
 La culminación de ese largo viaje hacia la armonía y la luz, hacia la desnudez expresiva y la depuración de un lenguaje esencial, hacia el conocimiento a través de la razón poética se produce en una tercera etapa a la que pertenecen obras esenciales como el Libro de la mansedumbre, Desiertos de la luz o Canciones para una música silente, en los que se resuelve en síntesis poética la armonía de sentimiento y pensamiento, de tradición oriental y humanismo, de clasicismo y romanticismo, de ética y estética, de filosofía y mística a través de un diálogo cada vez más resuelto con lo sagrado y con ese alto voltaje emocional que Pound le exigía a la palabra poética.

“Colinas va modulando a su alrededor, en numerosos poemas dispersos por su obra, y que en este libro quedan recogidos, todo un mundo lírico propio geográficamente muy concreto y en unas coordenadas muy precisas: la isla de Ibiza. Este fino hilo de oro de unión de los poemas ibicencos de Antonio Colinas va hilvanando sus libros, atravesando diferentes épocas de su vida y portando en su sangre los ritmos y la sabiduría de la mejor poesía mediterránea”, escribe Alfredo Rodríguez en ‘La Ibiza esencial de Antonio Colinas’, el prólogo con el que presenta la antología.

La armonía y la plenitud, la libertad y el silencio, el misterio y la soledad, la comunión con la naturaleza, la purificación en la luz y la experiencia interior de profundización en la conciencia son algunos de esos caminos por los que transcurre la poesía ibicenca de Colinas.

Es “una Ibiza interior muy profunda, secreta”, como señala Alfredo Rodríguez, “una realidad maravillosa y paradisíaca” reflejada en esta magnífica antología en más de un centenar de poemas procedentes de libros como Astrolabio, Noche más allá de la noche, Jardín de Orfeo, Desiertos de la luz, Canciones para una música silente y En los prados sembrados de ojos.

Escritura y vida, emoción y conocimiento, música y mirada, misterio y armonía, se armonizan en una poesía que explora el tiempo y su símbolos, ahonda en la dimensión moral de la estética y aspira a la revelación de una realidad superior a través de la palabra poética inspirada.

Todo ese proceso se recoge también en esta selección que resume más de cuatro décadas de escritura inspirada en la isla, que Colinas ha venido reflejando desde Astrolabio, un libro de 1979, hasta el reciente En los prados sembrados de ojos, al que pertenece el 'Poema de la eterna dualidad' con el que se cierra esta antología. Estas son sus últimas estrofas:

Por eso, esta noche
me asomaré de nuevo
al pozo de allá arriba
y volveré a hacerme las preguntas
que Virgilio, o Leopardi o Rike
(o cualquier hombre) se hicieron;
regresaré a ver qué me transmite
el astillado espejo de la noche,
el símbolo marcado en nuestras almas
sedientas.

Y cerrando los ojos en lo oscuro,
olvidaré los prados de la muerte,
retornaré a ese punto entre mis cejas
a esa estrella de fuego invisible
que es como una muerte
muy dulce (pasajera,
pues no mata).
Gozosa sensación de infinitud
que alguien le concede
a quien nace y se sabe
luz finita.

Por ello, no pases, tiempo.
¡Detente, instante
de oro!

Santos Domínguez


25 agosto 2021

Matteo Marchesini. Habla el mono

  


Matteo Marchesini.
Habla el mono.
Parla la scimmia.
Edición bilingüe.
Traducción  de Juan Francisco Reyes Montero.
 Introducción de Paolo Frebbraro.
Asociación Cultural Zibaldone. Valencia, 2021.


La Asociación Cultural Zibaldone publica en edición bilingüe Habla el mono. Parla la scimmia, del poeta, narrador y ensayista Matteo Marchesini (Castelfranco, Emilia, 1979), con traducción de Juan Francisco Reyes Montero e introducción de Paolo Frebbraro, que coordina con Juan Pérez Andrés la colección Gli incursori. Poesía italiana contemporánea.


Los hoteles, Crónica sin historia, Discursos, Letanía y La segunda espera son las cinco secciones en las que se articula esta muestra de una poesía reflexiva que se desarrolla entre el inicial Asilo (2006) y la reciente antología Cronaca senza storia, que en 2016 reunió una selección de su poesía escrita entre 1999 y 2015. 


Una poesía de base metafísica y existencial sobre la que escribe Paolo Febbraro:


“¿Cómo puede decirse la incomunicabilidad? En cuanto conseguimos hacerlo, es negada. ¿Y cómo se puede, entonces, siendo honestos, no aprovechar la incomunicabilidad como si fuera un tema entre otros posibles, una actitud, una moda? 

La respuesta es: intentad ser un poeta; un poeta sentimental, como querían Schiller y Leopardi, conscientes de que el "estado natural" es un mito lejano; que el humano ποιεῖν, la creación, se ha convertido en industria, alienación y, finalmente, virtualidad; que la sana incredulidad de un tiempo laico puede condenarnos a divinizar la mercancía y a convertir en "cultura" un fetiche, un ídolo abstruso e insignificante.

Eso es: un poeta tiene que permanecer en la "creación" sin ser víctima de los ritmos seriales, distorsionados, que el mundo moderno impone a la laboriosidad humana. Y tiene que quedarse en la "cultura" sin la fe, inadmisible ya, de que esta es una garantía de excelencia, de nobleza e, incluso, de evasión. Para lograr todo ello, el poeta tiene que entrar y salir de la comunicación y, también, de la propia comunidad; tiene que usar las palabras como si pesaran toneladas, sabiendo que para los propios contemporáneos estas tendrán la misma consistencia que las plumas.

Matteo Marchesini se asemeja mucho a este tipo de poeta. Ha escrito que «la única forma posible de objetividad y rigor» es «la que pasa por poner en discusión el propio rol, por una comunicación que no absolutiza al sujeto, pero que tampoco finge poder eliminarlo o hacerlo pasar por un vacío universalismo». Eso es: el escritor honesto consigo mismo y con la propia época consigue poner en tela de juicio su propio rol (el "lugar fijo" que la sociedad termina por concederle), pero sin ceder por ello a la ligera las armas de la propia identidad.”


La incomunicabilidad y la palabra, la creación y la comunicación, la honestidad del escritor consciente de sus insuficiencias en la representación de la realidad y de las limitaciones de su papel en el mundo son algunas de las claves éticas y estéticas en las que indaga una poesía como la de Matteo Marchesini, en la que confluyen problemáticamente escindidas la vida y la escritura, como anuncia el poema inicial, al que pertenecen versos como estos:


No hay espacio para silencios y diálogos 

entre la vida y las páginas, 

[…]

Perfectas la escisión, las mitades: 

desde ahora vivir es solo engañar, 

desde ahora escribir es solo confesar.


Entre el verso libre predominante y los sonetos de La segunda espera, la poesía de Marchesini es una poesía interrogativa que escruta en el presente y en la memoria y se cuestiona a sí misma desde la opaca identidad de su voz lírica:


Pero, ¿ha sido verdaderamente un adversario? 

¿Ha pasado algo, o quizás nada?

Nada ha quedado en los sentidos o en la mente 

sino un vacío, un robo en el horario, 


un presagio o recuerdo que es vicario 

de hechos ignotos, seísmos a que impotente 

asiste el sueño. ¿Quizás aquel batiente 

entrecerrado, o esta oscuridad densa, es el diario 


único de una mínima violencia? 

¿O has estado tú aqu? ¿Y por qué el pensamiento 

combate con la idea de que un aire infecto


como a quitarme sentidos e inteligencia 

llena la casa? ¿Que ya no soy yo el verdadero 

yo, sino los restos de una oscura fiesta?


Porque, como señala Paolo Febbraro en su introducción, “la poesía es un decir, pero también un no decir. Escribir un verso, alumbrar una estrofa, no equivaldrán nunca a hacer una declaración. La poesía expone y sustrae, es un exceso que esconde e insinúa. Y he aquí por qué Marchesini es un poeta: porque de esta fatalidad consigue hacer una fantástica vía intermedia entre el Silencio y el Todo.”


Santos Domínguez 





27 diciembre 2019

Leopardi. Dulce y clara es la noche


Giacomo Leopardi.
Dulce y clara es la noche.
Antología esencial. 
Traducción y selección de Antonio Colinas.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2019.


Siempre caro me fue este yermo cerro
y este seto, que priva a la mirada
de tanto espacio del último horizonte.
Mas, sentado y contemplando, interminables
espacios más allá de aquellos, y sobrehumanos
silencios, y una quietud hondísima
en mi mente imagino. Tanta, que casi
el corazón se estremece. Y como oigo
el viento susurrar en la espesura,
voy comparando ese infinito silencio
con esta voz. Y me acuerdo de lo eterno,
y de las estaciones muertas, y de la presente
y viva, y de su música. Así que, entre esta
inmensidad, mi pensamiento anego,
y naufragar me es dulce en este mar.

Esa traducción de L’infinito, de Giacomo Leopardi, forma parte de la antología esencial que Antonio Colinas publica en la colección de poesía de bolsillo de Galaxia Gutenberg.

Una “antología reducida” en la que Colinas reúne los poemas centrales en los que “la poesía de Leopardi brilla con luz propia”, “aquellos cantos que yo considero esenciales, no solo por su valor intrínseco, sino por poseer esas cuatro características que atrás ya he recogido: emoción, pureza, claridad, intensidad.”

Como Schubert en música, Giacomo Leopardi (Recanati, 1798-Nápoles, 1837) representa en poesía la síntesis de lo clásico y lo moderno en un estilo nuevo. Sus personalidades, atormentadas y complejas, propensas a la huida, crearon obras de asombrosa modernidad de lenguaje y de tono.

Leopardi está en la frontera contradictoria e integradora que separa la actitud del hombre moderno de los comportamientos y la mirada del hombre antiguo. Él, que no se siente moderno y sabe que sus modelos son anacrónicos, vive apartado del mundo y busca refugio en la biblioteca familiar y consuelo en el arte y la belleza en una actitud evasiva muy característicamente romántica que en su caso se intensifica por sus problemas físicos y su deformidad dolorosa.

Romántico a su pesar y poeta imprescindible, Leopardi fue, junto con Shelley, el más lucreciano de los poetas románticos. Y lejos del patetismo o la desmesura de Byron, encontró su voz más personal y duradera en los Cantos, especialmente en algunos de sus poemas centrales, como El infinito, La noche del día de fiesta ('Dolce e chiara è la notte e senza vento...'), La vida solitaria, A Silvia o Los recuerdos ('Passo gli anni, abbandonato, occulto').

En esos Cantos que escribió en Recanati y en Florencia entre 1819 y 1831 Leopardi fundió sentimiento y pensamiento en una armonía dolorosa, unió la contemplación y el recuerdo en una mirada reflexiva con la que la emoción se proyecta en la naturaleza y el paisaje se convierte en espacio de meditación.

En la cima de un monte al que se apartaba en sus días desolados o cuando la vista cansada no le dejaba leer, concibió en septiembre de 1819 esa cima poética que es El infinito, que culmina en la plena fusión en la nada de los últimos versos, llenos de contención y fuerza:

Cosí tra questa
inmensità s’annega il pensier mio:
e il naufragar m’è dolce in questo mare.

Esa es la parte central de su obra. Los últimos años, que también se reflejan en los cantos finales, escritos ya en Nápoles, fueron tiempos autodestructivos y feroces, años de ruina física y desorden vital, en los que se impuso la desesperación sobre la serenidad y la extravagancia pudo más que la reflexión.

Fueron años que dieron lugar a una poesía distinta, la que culmina en el espléndido contracanto que tituló La retama o La flor del desierto, al pie del Vesubio, uno de sus poemas más portentosos, una desolada y extensa composición sobre la ruina y la fugacidad simbolizada en esa retama que brota en la ceniza volcánica para acabar muriendo en un destino que comparte con el poeta ('Soccomberai del sotterraneo foco').

El de Leopardi es el Romanticismo más profundo y por eso mismo el menos efímero, el que hace de él un clásico y por tanto un contemporáneo, un poeta en  quien el pesimismo y la angustia encuentran un doble consuelo en la serenidad contemplativa y en la armonía de su palabra poética, que inauguró la modernidad poética en la literatura europea.

El título de la antología, Dulce y clara es la noche, es parte del primer verso de La noche del día de fiesta ('Dulce y clara es la noche, y sin viento'), uno de los poemas leopardianos imprescindibles, porque, en palabras de Colinas, “resume muy bien su especial sensibilidad, pero a la vez esa noche del ser que fue su vida  en busca de más luz.”

Santos Domínguez

25 diciembre 2019

Navidades de libro

NARRATIVA


Carlo Emilio Gadda.
El zafarrancho aquel de via Merulana.
Traducción de Carlos Gumpert.
Sexto Piso. Madrid, 2019. 

“Toda traducción viene a ser en el fondo una sombra platónica de la luz que emana de la obra original, que con mayor o menor fortuna aspira a reflejar. De ahí la complejidad de la operación, porque no solo se trata de limitarse a trasladar a otro idioma el mundo literario de la obra sino también el mundo real que la alimenta, dado que cualquier escritor, incluso el más fantasioso o irrealista, recoge en sus obras sus propias vivencias y su entorno cultural”, escribe Carlos Gumpert en la nota que abre su traducción de El zafarrancho aquel de via Merulana, la novela de Carlo Emilio Gadda que acaba de publicar Sexto Piso en su colección de narrativa.

Publicada en 1957, es no solo la cima literaria de su autor, sino una de las más importantes novelas italianas del siglo XX. 

Con un armazón argumental de novela policiaca ambientada en la Roma fascista de 1927, El zafarrancho aquel de via Merulana se desarrolla en torno a la complicada investigación por el comisario Ingravallo de un robo de joyas y dinero a la condesa Menegazzi y del asesinato tres días después de la bella y melancólica Liliana Balducci. Los dos hechos se producen en el tercer piso del 219 de via Merulana, un edificio en el que viven personajes de clase acomodada.

El embrollo de la investigación es la excusa narrativa para reflejar memorablemente una Italia enloquecida, corrupta y caótica y para crear un monumental, vertiginoso y no menos caótico artefacto lingüístico y estilístico que supone un difícil reto para cualquier traductor, porque esta novela tiene fama como pocas de intraducible, aunque Carlos Gumpert ha respondido a ese reto con una magnífica traducción de esta novela de “extrema complejidad lingüística, estilística y constructiva”, como dice en su nota preliminar, en la que relaciona la actitud literaria de Gadda con la de otros dos escritores verbales de la tradición española, Quevedo y Valle-Inclán, “acomunados todos en su extremismo estilístico y su barroca expresión del mundo.”

El zafarrancho aquel de via Merulana es algo más que todo eso: es también la novela de Roma, una novela filosófica, "un autorretrato escondido entre las líneas de un complicado dibujo", como advirtió Italo Calvino, un experimento narrativo, una representación de la complejidad del mundo y  finalmente una reflexión desolada, cáustica y amarga sobre la condición humana, sobre la vida y la muerte.

Max Aub.
Campo de los almendros.
Prólogo de Gérard Malgat.
Cuadernos del Vigía. Granada, 2019.

Cuadernos del Vigía publica Campo de los almendros, sexta y última novela del ciclo El laberinto mágico, que Max Aub publicó entre 1943 y 1968, año en que apareció este último de los Campos en México.

Habían pasado treinta años desde que empezó en París la redacción de Campo cerrado, novela que iniciaba la serie que culmina esta monumental novela, precedida de un prólogo de Gérard Malgat -‘¿Cómo salir del laberinto?’- en el que define Campo de los almendros como una “novela-reportaje sobre los miles de republicanos que retroceden hacia los muelles de la ciudad alicantina para intentar embarcar, sobre las miles de miradas que escrutan desesperadamente el horizonte marítimo con la esperanza de divisar un barco, esos navíos prometidos con solemnidad por los diplomáticos franceses e ingleses.”

Su trama novelística transcurre en los últimos días de la guerra, desde el golpe de estado casadista contra Negrín hasta la huida a Alicante de las fuerzas republicanas que esperaron inútilmente en su puerto la llegada de barcos que pudieran trasladarlos al exilio. Esos barcos no llegaron al puerto alicantino y los militares derrotados que esperaban salir desde allí hacia el exilio fueron recluidos en un campo construido junto a la ciudad. Así lo anuncia el narrador:

Éste es el lugar de la tragedia: frente al mar, bajo el cielo, en la tierra. Éste es el puerto de Alicante, el 30 de marzo de 1939. Las tragedias siempre suceden en un lugar determinado, en una fecha precisa, a una hora que no admite retraso.

Literatura e historia, ficción y realidad, experiencia vital e ideología política, documentación e invención, confluyen, como lo individual y lo colectivo, al igual que en toda la serie, en esta novela, la más amplia del ciclo de los Campos.




Peter Handke. 
La ladrona de fruta 
o Viaje de ida al interior del país. 
Traducción de Anna Montané. 
Alianza Editorial. Madrid, 2019.

Esta historia comenzó en uno de aquellos días de pleno verano en que uno anda descalzo por la hierba y por primera vez en el año es picado por una abeja. Al menos eso es lo que siempre me ha pasado a mí. Y ahora sé que esos días de la primera y a menudo única picadura del año, por lo general, coinciden con el abrirse de las flores blancas del trébol, del que crece a ras del suelo, en el que las abejas retozan medio escondidas.
[...]
A mí la picadura me pareció bien, y no únicamente porque la abeja había sobrevivido. Hubo además otras razones. En primer lugar, se decía que las picaduras de abeja, de nuevo supuestamente a diferencia de las de las avispas o de los avispones, eran buenas para la salud, para aliviar los dolores reumáticos, para fortalecer la circulación sanguínea o para lo que fuera. [...]
Di la bienvenida a la picadura por una segunda razón. Me la tomé como una señal. ¿Una buena señal?, ¿una mala? Ni buena ni mala y en absoluto funesta, simplemente una señal. La picadura dio la señal de partida. Es hora de que te pongas en camino. Aléjate del jardín y de la región. Vete. Ha llegado el momento de marchar.

La picadura de una abeja es el motor del sencillo viaje al interior que se narra en La ladrona de fruta, que Peter Handke ha calificado como su “Última epopeya”, como recuerda Anna Montané en la esclarecedora nota que cierra su magnífica traducción en Alianza Editorial.

Recuerda en esa nota que si en La pérdida de la imagen o Por la Sierra de Gredos una mujer protagonista viajaba por la sierra en busca de su hija, ahora es la hija, Alexia, la que busca a su madre, de quien ha heredado la costumbre de coger fruta al paso en un viaje iniciático que recorre la Picardía francesa.

En ese viaje la acompaña un narrador que mira la realidad con una actitud morosa, una perspectiva llena de extrañeza y un ritmo lento desde que sale de su casa tranquila en la periferia de París para llegar a su casa de campo en la Picardía.

No hay aquí argumento ni trama, ni intriga ni narración de historias, sino un movimiento perpetuo de pensamientos y recuerdos que tienen el tono más de poemas que de narraciones, descripciones lentas que redescubren el mundo con el asombro de otra mirada en un viaje de tres días.

Asombro que comparte el lector, que debe dejarse conducir por el texto y someterse a su ritmo y a su mirada, a sus merodeos y sus deambulaciones sin destino, a la sucesión de paisajes y de encuentros episódicos con personas y animales en una exploración detallista y alegórica del mundo desde otro sentido del tiempo y otro discurrir de la vida, desde la afirmación del presemte.

Porque lo verdaderamente importante en esta fiesta de la literatura es el camino, el andar por andar, para mirar y meditar o recordar en las vueltas y revueltas de un texto tan zigzagueante y tan repleto de revelaciones como el camino.



Mario Vargas Llosa.
Tiempos recios.
Alfaguara. Madrid, 2019.

Con un título tomado de una carta de Santa Teresa ('¡Eran tiempos recios!'), la última novela de Vargas Llosa comienza más que como una obra narrativa como un ensayo político sobre el poder de la United Fruit y la fuerza manipuladora de la propaganda, aunque sea a partir de noticias falsas como las que provocaron el derrocamiento de Jacobo Árbenz, presidente progresista de Guatemala, en 1954.

Tramado por Eisenhower y ejecutado con apoyo de la CIA, aquel golpe encabezado por el coronel Castillo Armas, traicionado por los suyos y asesinado poco después, contó con el apoyo de otras dictaduras centroamericanas: la de Somoza desde Nicaragua y la de Trujillo desde la República Dominicana, con la complicidad de la iglesia guatemalteca y su cabeza visible, el arzobispo Mariano Rosell, pero -como se señala al final de la novela- tuvo un efecto indeseado:

Los tres coincidimos en que fue una gran torpeza de Estados Unidos preparar ese golpe militar contra Árbenz poniendo de testaferro al coronel Castillo Armas a la cabeza de la conspiración. El triunfo que obtuvieron fue pasajero, inútil y contraproducente. Hizo recrudecer el antinorteamericanismo en toda América Latina y fortaleció a los partidos marxistas, trotskistas y fidelistas. Y sirvió para radicalizar y empujar hacia el comunismo al Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro. Éste sacó las conclusiones más obvias de lo ocurrido en Guatemala. No hay que olvidar que el segundo hombre de la Revolución cubana, el Che Guevara, estaba en Guatemala durante la invasión, vendiendo enciclopedias de casa en casa para mantenerse.

Tiempos recios se inscribe en una línea narrativa que tiene en La fiesta del Chivo, sobre la dictadura de Trujillo en República Dominicana, su referente más próximo. Con ella guarda una evidente relación Tiempos recios, no solo por su  temática y su ambiente, sino por el papel importante que desempeñan también aquí dos personajes que vienen de aquella novela: el dictador Trujillo y el asesino Abbes García.



Henry James.
Cuentos completos (1895-1910) 
Edición de Eduardo Berti.
Páginas de Espuma. Madrid, 2019.

Al pobre Stransom le causaban un disgusto mortal los aniversarios banales, más aún cuando pretendían honrar a una celebridad. Las ceremonias y los olvidos le resultaban igual de penosos y en su vida había lugar por una sola evocación. Año tras año se acordaba a su modo de la fecha de la muerte de Mary Antrim. Quizá sea más exacto decir que esa fecha se acordaba de él y no le permitía hacer otra cosa. Lo tomaba cada año con una fuerza que el tiempo había atenuado, pero que no dejaba de tener peso.

Así comienza El altar de los muertos, uno de los cuentos más memorables y característicos de Henry James, que lo resumió como “el caso de alguien que cultiva el hábito de pensar en los muertos con regularidad”, aunque es mucho más que esa síntesis de su superficie: una parábola interior sobre la soledad, la muerte y la tristeza, sobre la fantasía del visionario, la imaginación y el deseo.

Truffaut adaptó esta cima del relato breve en 1978 en La habitación verde, añadiéndole algunos rasgos argumentales procedentes de La bestia en la jungla y Los amigos de los amigos, otros dos relatos jamesianos.

Con El altar de los muertos se abre el tercer y último volumen de la edición preparada por Eduardo Berti de los Cuentos completos de Henry James en Páginas de Espuma, que culmina así la publicación de los relatos de uno de los padres de la literatura contemporánea, un escritor que cumple el papel de bisagra entre la narrativa del siglo XIX y la del XX.



Arturo Pérez-Reverte.
Sidi.
Un relato de frontera.
Alfaguara. Barcelona, 2019.

Desde lo alto de la loma, haciendo visera con una mano en el borde del yelmo, el jinete cansado miró a lo lejos. El sol, vertical a esa hora, parecía hacer ondular el aire en la distancia, espesándolo hasta darle una consistencia casi física. La pequeña mancha parda de San Hernán se distinguía en medio de la llanura calcinada y pajiza, y de ella se alzaba al cielo una columna de humo. No procedía ésta de sus muros fortificados, sino de algo situado muy cerca, seguramente el granero o el establo del monasterio.

Con ese párrafo comienza Arturo Pérez-Reverte Sidi, la reciente novela que publica en Alfaguara sobre los primeros meses del destierro del Cid, la génesis del héroe y el origen de la leyenda de quien sabía que “nada se parecía tanto a una derrota como una victoria”.

La subtitula de manera significativa Un relato de frontera, no solo porque ese es el ámbito en el que transcurre la peripecia de la novela, la agitada zona fronteriza con el moro, sino porque se mueve también entre la ficción y la historia, entre el documento y la leyenda, en un territorio narrativo en el que Pérez-Reverte se siente especialmente cómodo, por lo que “con la libertad del novelista, combino historia, leyenda e imaginación”, como señala en la nota previa.

Construida con la agilidad y la eficacia narrativas características del autor, Sidi es una novela centrada en el comportamiento moral de unos personajes profundamente individualizados más que en las hazañas bélicas de un protagonista hábil, complejo y poliédrico, caído en desgracia y obligado por las circunstancias a sobrevivir mediante incursiones y saqueos, al frente de una mesnada de unas pocas decenas de leales en la que el lector queda enrolado desde los primeros párrafos de la novela y sobre la que el Cid -castellanizacion del Sidi (Señor) árabe- ejerce el arte del mando, que ha aprendido a base de conocer la naturaleza de los hombres.




Arturo Barea.
La forja de un rebelde.
Edición de Francisco Caudet.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2019.

Arturo Barea publicó las tres entregas de La forja de un rebelde (La forja, La ruta, La llama) primero en inglés, entre 1941 y 1946, en Londres, y poco después en un solo tomo en Nueva York. Cuando a finales de la década de los 40 la editorial argentina Losada quiso editar la trilogía, los manuscritos originales en español habían desaparecido y fue Ilsa, la compañera austriaca de Barea, la que tuvo que traducirlos al español con los defectos y errores propios de quien como ella no dominaba el español. Errores muy considerables de todo tipo: ortográficos, morfológicos, sintácticos y léxicos. 

Por las prisas, por las circunstancias penosas del exilio o por otras razones desconocidas, Barea no revisó aquella traducción que se publicó en 1951 y que obligó a una segunda versión en 1954, con abundantes correcciones que no evitaron una cierta impresión de irregularidad estilística y de ese desaliño de la prosa que se aprecia ya en el primer párrafo de La forja: 

Los doscientos pantalones se llenan de viento y se inflan. Me parecen hombres gordos sin cabeza, que se balancean colgados de las cuerdas del tendedero. Los chicos corremos entre las hileras de pantalones blancos y repartimos azotazos sobre los traseros hinchados. La señora Encarna corre detrás de nosotros con la pala de madera con que golpea la ropa sucia para que escurra la pringue. Nos refugiamos en el laberinto de calles que forman las cuatrocientas sábanas húmedas. A veces consigue alcanzar a alguno; los demás comenzamos a tirar pellas de barro a los pantalones. Les quedan manchas, como si se hubieran ensuciado en ellos, y pensamos en los azotes que le van a dar por cochino al dueño.

Pese a esos defectos, La forja de un rebelde es, por su valor histórico y testimonial, una de las obras fundamentales de la literatura del exilio que publica ahora en un solo volumen Cátedra Letras Hispánicas.

Es una edición preparada por Francisco Caudet y precedida de un largo y consistente estudio introductorio de más de trescientas cincuenta páginas en el que afirma que “a Barea le preocupó sobre todo explicarse y explicar qué llevó a la hecatombe de la guerra, a los bombardeos de Madrid, a la quema de iglesias, a los brutales asesinatos de unos y otros… No hay en su obra de convencido socialista y republicano un discurso partidista por o contra ningún partido. Lo que él sobre todo cuenta es una parte de aquella terrible realidad de lo que fue testigo y también en parte protagonista.”



  Campos Reina.
Trilogía del Renacimiento.
Debolsillo. Barcelona, 2003.



Campos Reina.
La cabeza de Orfeo.
Debolsillo. Barcelona, 2006.


Cuando Joaquín Maruján supo que, de madrugada, iban a darle el paseo, al caer la tarde pidió que José Heredia, su cuñado, le trajera a la prisión una lata de jalea de membrillo y la cuchara de plata que su madre, de niño, le había regalado. 
José se presentó en la cárcel de la capital ya entrada la noche, después de que todos sus intentos de lograr clemencia para Joaquín fracasaran, y sin reparar en el riesgo que pudiera suponerle el parentesco y la amistad manifiesta con un hombre que tenía fama de agitador político y de masón. Tras exigírsele que se identificara, José fue cacheado, y al cabo de media hora, que se le hizo infinita, conducido por una pareja de guardias hasta la celda donde se hallaba Joaquín. Lo primero que vio, al serle franqueada la puerta, fue a un joven que yacía en un jergón, con huellas evidentes de haber sido torturado, y enseguida reconoció en la penumbra el perfil de Joaquín, su rostro, muy demacrado, en el que destacaban, si cabía, más que nunca, aquellos ojos oscuros, desmesurados, que arrastraban a las gentes en los mítines. La escasa iluminación que proyectaba una bombilla desnuda y el olor que despedían las paredes húmedas, mezclado con el aire viciado del calabozo, sobrecogieron a José, quien por un instante llegó a pensar que era aquel el olor de la muerte.

Ambientada en el tiempo de la República y la guerra civil, así comienza El bastón del diablo, la segunda novela de la Trilogía del Renacimiento de Campos Reina, que reúne Debolsillo en un estuche del que forman parte también Un desierto de seda y La góndola negra.


La obra novelística de Campos Reina, que se había iniciado con Santepar en los años ochenta, se prolonga durante dos décadas y se completa con el díptico La cabeza de Orfeo, integrado por Fuga de Orfeo y El regreso de Orfeo, reunidos también en Debolsillo.

El conjunto forma un ciclo novelístico en torno a la familia de los Maruján, que en la trilogía se desarrolla sobre el telón de fondo de Córdoba, Florencia y Venecia para proponer un recorrido por el siglo XX a través de la historia de la familia con un diseño de resonancias dantescas en su propuesta de un viaje por el paraíso, el infierno y el purgatorio.

Con una sutil mezcla de literatura y realidad, de vida y fabulación, la narrativa de Campos Reina llama la atención por su densidad sin concesiones, por el cuidado intenso de la forma, por la elaboración de su estructura meditada y por la descripción de escenarios que son, más que un simple telón de fondo, el ámbito que sirve de contrapunto y de referencia vital a los personajes del ciclo. Una meditación del marco, por decirlo en términos orteguianos, esencial para organizar ese recorrido por el siglo XX, que se completa con el díptico La cabeza de Orfeo es una alegoría ambientada en Sevilla que tiene como referente el mito de Orfeo y las Bacantes que le cortan la cabeza y lo arrojan al río. Sus dos novelas, Fuga de Orfeo, que reproduce el manuscrito de Leo Marjuán, y El regreso de Orfeo, que narra en tercera persona el regreso a Sevilla del cirujano León Marjuán, ciego tras un accidente, giran en torno al erotismo y la sensualidad, al redescubrimiento del mundo a partir de los sentidos en una reeducación sentimental que se anuncia al comienzo de la primera novela del díptico.



 REGALO


André Breton.
El arte mágico.
Traducción de Mauro Armiño.
Atalanta. Gerona, 2019.

“Si no corresponde al surrealismo jugar el papel, forzosamente confuso en el marco de la sociedad actual, de los magos de los que, tal vez, carece de forma cruel esta sociedad, ni zanjar los debates entre las diversas tendencias que invocan la tradición esotérica, su consigna fundamental, 'liberación sin condiciones del espíritu' en el mejor de los sentidos, no hace más que dar, o devolver, el impulso moral y poético a lo que fue el afán de la magia, su secreto diversamente confesado, siempre amenazado y jamás disuelto a lo largo de los siglos”, escribe André Breton en El arte mágico, una de sus obras fundamentales, que publica Atalanta con una espléndida traducción de Mauro Armiño.

Es una peculiar historia del arte que se plantea como una reivindicación de la magia como motor del arte y como una indagación en los orígenes irracionalistas del surrealismo. Porque esa es la clave del planteamiento y la ejecución de esta obra de culto: la búsqueda de una tradición plástica que entronca las piedras paleolíticas de Stonehenge con la pintura de Magritte o de Picasso.

“Enteramente subjetivo y ajeno a cualquier pretensión académica”, explican los editores en su nota inicial a propósito de este libro que resume la historia universal del arte desde la prehistoria hasta mediados del siglo XX.  Un libro elaborado desde una mirada surrealista que reivindica ese movimiento como punto de llegada de una tradición mágica e irracionalista que arranca del arte prehistórico.

El arte mágico es una expresión que utilizó un siglo y medio antes Novalis, el romántico alemán que Breton reivindica como uno de los eslabones fundamentales de la cadena artística irracionalista que culmina hasta ese momento en el surrealismo, "producto de una experiencia milenaria", que se explora en estas páginas pero que no renuncia a su proyección futura.



El Buscón de Vierge
Francisco de Quevedo
Ilustraciones de Daniel Urrabieta Vierge
Puesto en castellano moderno íntegra y fielmente,
con introducción y notas, por Arturo Echavarren.
Reino de Cordelia. Madrid, 2019.

Reino de Cordelia recupera en una bellísima edición, con el texto “puesto en castellano moderno íntegra y fielmente, con introducción y notas, por Arturo Echavarren”, las ciento veinte ilustraciones que Daniel Urrabieta Vierge (Madrid, 1851-París, 1904) preparó para la edición inglesa de El Buscón, que se publicó en Londres en 1889 editada por Unwin con el título Pablo de Segovia: The Spanish Sharper.

Con esta recuperación se trataba además de que, como explica el editor en su prólogo, “la gran obra de Quevedo resultara tan clara al lector de hoy en día como las ilustraciones que la acompañan. Si ya se ha vertido al castellano moderno El Quijote, cuya comprensión es más fácil que la de El Buscón, había que asumir ese nuevo reto que el filólogo Arturo Echavarren ha resuelto con brillante maestría. Pues lo bueno de leer a los clásicos es, sin duda, entender lo que cuentan.”

“El objetivo -explica el adaptador en su Introducción- era elaborar una versión del Buscón que, respetando el modus scribendi del autor, pudiera leer sin tropiezos y de forma fluida cualquier lector poco familiarizado con la prosa aurisecular. He apelado tanto al oído como al instinto en todo el proceso, procurando discernir qué puede resultar opaco y qué precisa de renovación.”

En ese proceso de adaptación Echavarren ha seguido un criterio equilibrado para buscar un punto intermedio que permitiese armonizar la modernización y el respeto al texto, “pues –añade- al afán de producir una versión fácilmente inteligible para los lectores del siglo XXI se sumaba -y, en ocasiones, se oponía- el deseo vehemente de no abaratar en modo alguno la prosa magistral de Quevedo.”




Antonio Pau.
Manual de Escapología.
Teoría y práctica de la huida del mundo.
Editorial Trotta. Madrid, 2019.


“Todo el mundo ha sentido alguna vez la necesidad de huir. No hay nadie que no haya soñado con alejarse de una realidad incómoda que le rodea. Y muchos han tenido la valentía de cumplir ese sueño. Se han dado cuenta de que la vida abre, afortunadamente, muchos caminos de huida, y han elegido uno, el más ilusionante. Porque a la huida la mueve la ilusión y le sigue la felicidad”, escribe Antonio Pau en el epílogo (Huida y felicidad) de su magnífico Manual de Escapología, que publica Trotta.

Un ensayo que se centra en la huida como forma de respuesta ante un entorno hostil, como resultado de una decisión libre y reflexiva que se produce cuando el individuo “se encuentra incómodo en su entorno y opta alejarse de él para refugiarse en un lugar más propicio.”

Y porque huir no es de cobardes, sino un acto de afirmación y valentía, Antonio Pau describe en este ensayo, subtitulado Teoría y práctica de la huida del mundo, treinta formas de huida: de los Amigos del Desierto al Beatus ille horaciano; del jardín abierto de Epicuro al jardín cerrado que atraviesa las épocas culturales; de la torre de Montaigne donde surgió el género del ensayo al ascetismo de los Solitarios de Port-Royal; de Thoreau a Pascal o de los paraísos artificiales de Baudelaire al emboscamiento en uno mismo y el exilio interior de Jünger.

Esas treinta conductas fugitivas que ofrece en un recorrido histórico Antonio Pau son la proyección cultural de un impulso que resume la cita inicial de El malestar en la cultura, de Freud: “Los hombres saben que siempre podrán escapar del peso de la realidad huyendo a un mundo propio que ofrezca mejores condiciones para su sensibilidad.”




Antonio Pereira.
Oficio de mirar. 
Pre-Textos. Valencia, 2019.


No tengo nada que ocultar de mi vida literaria -bueno, alguna cosilla-, pero procuro que en mis biografías y en las solapas de mis libros no consten aquellos pecados de juventud: concursar con una tirada de tercetos encadenados sobre una gloria de la que me informaba astutamente en el Espasa, y si me caía la flor natural, cumplir el trámite del madrigal a la reina de la fiesta mediante un soneto-comodín al que bastaba cambiar un endecasílabo. Uno de esos folclores salió en La Vanguardia y un fabricante catalán me felicitó con grueso membrete mercantil: “No sabíamos, señor Pereira, que fuese usted competente en el ramo de la poesía.

...don Antonio González de Lama, el cura leonés que estuvo entre los fundadores y rectores de la revista Espadaña. Sus críticas de poesía eran temidas en Madrid, y se decía que un poeta garcilasista y vapuleado por el cura le había puesto un telegrama: “Me cago en su padre, padre.” 

En esos dos fragmentos, tomados de las primeras páginas de Oficio de mirar, de Antonio Pereira, que acaba de publicar Pre-Textos, se aprecia el talento involuntario de un narrador de raza al que cuando se le lee parece que se le oye, un don cervantino al alcance de muy contados narradores. 

Andanzas de un cuentista, 1970-2000 es el subtítulo de la recopilación en un volumen de algunas de las anotaciones de los dietarios inéditos de Antonio Pereira, que toman su título de la columna semanal de los viernes que mantuvo en los años setenta en La Vanguardia. 

Una nueva oportunidad de disfrutar de la mirada penetrante y la prosa admirable de uno de los mejores narradores españoles de la segunda mitad del siglo XX, de su tono zumbón y del uso sutil de esa “arma oblicua” de la ironía, de la que da cuenta esta anotación sobre Pedro Gimferrer:


Le mandé algún libro mío y alguna carta y nunca tuve respuesta. Una de esas cartas se la envié con mi mejor intención cuando vino a Madrid a recoger el Premio Nacional de Poesía José Antonio Primo de Rivera. Lo recogió y cobró de manos de Fraga Iribarne, y ahora se reduce en su biografía a Premio Nacional, supongo que por economía verbal, por qué otra cosa iba a ser.




Rubaiyat.
Omar Jayam / Edward FitzGerald.
Ilustraciones de Willy Pogány.
Traducción de Victoria León.
Prólogo de Luis Alberto de Cuenca.
Reino de Cordelia. Madrid, 2019.


“Nombrado con admiración sin reservas por escritores de la talla de Borges, Oscar Wilde, Amin Maalouf, Juan Ramón Jiménez o Salman Rushdie, Omar Jayam ha sobrepasado la barrera que separa al escritor del personaje, convirtiéndose en un mito susceptible de generar literatura a partir de sí mismo y no solo de sus admirables cuartetas”, escribe Luis Alberto de Cuenca en el prólogo (Omar Jayam, poeta de todos) de la estupenda edición que publica Reino de Cordelia de setenta y cinco Rubaiyat del poeta persa Omar Jayam con una magnífica traducción de Victoria León.

Los versos de Jayam, matemático, astrónomo, filósofo escéptico y poeta secreto que vivió en los siglos XI y XII, circularon clandestinamente en su tiempo, al margen de la ortodoxia del pensamiento sufí dominante. 

La incertidumbre frente a la fragilidad de la existencia, la fugacidad de la naturaleza y la vida alimentan la melancolía, el pesimismo y el escepticismo religioso de Jayam:

A algunos les parece lo más dulce la vida 
terrenal mientras otros el Paraíso ansían.
Tomad pájaro en mano sin mirar más allá, 
y no sigáis la música de lejanos tambores.

Fijaos en las rosas que, risueñas, florecen 
advirtiéndole al mundo al instante de abrirse 
que su bolsa de seda muy pronto se desgarra 
y su tesoro esparce de nuevo en el jardín.

Y en consecuencia, recorre las Rubaiyat la invitación al goce, el epicureísmo vitalista y la defensa de los placeres del amor y el vino en composiciones dotadas de una enorme expresividad plástica y de una admirable fuerza sensorial en el despliegue de sus imágenes:

Llenad ya vuestra copa y, con la primavera, 
despojaos del manto de la culpa invernal.
Brevísimo es el vuelo que al pájaro del tiempo 
le está dado volar, y ya surca los aires.

Con un trozo de pan, la sombra de una rama, 
un buen jarro de vino, un puñado de versos,
si cantáis a mi lado en mi yermo baldío,
este yermo baldío Paraíso se hará.

¡Hasta la última gota de la copa apurad 
antes que pronto al polvo nos sumemos de nuevo, 
polvo al polvo que yace bajo un manto de polvo, 
sin vino y sin canciones, por los siglos sin fin! 

¡Llenad la copa, entonces, y os diré nuevamente 

que el tiempo se desliza veloz bajo los pies! 
No ha nacido el mañana. El ayer ya está muerto. 
Pero ¿qué ha de importarnos si es tan dulce el ahora?

Esta nueva traducción que firma Victoria León ofrece una espléndida versión métrica en alejandrinos que toma como base la versión inglesa de Edward FitzGerald, que difundió por primera vez en Europa las Rubaiyat en 1859. 

Estas son las dos primeros cuartetas: una plástica evocación del amanecer:

«¡Despertad, que ya el alba ha lanzado el guijarro 
que espanta las estrellas al cuenco de la noche, 
y el Cazador de Oriente acaba de atrapar
la torre del sultán en su lazo de luz!»

Y esta variación sobre el tópico del Carpe diem:

En sueños, con el falso amanecer, oímos
esa voz que nos llama desde alguna taberna: 
«¡Despertad, hijos míos, y llenad vuestra copa 
antes que se evapore el licor de la vida!»

Esta edición incorpora además las ilustraciones art nouveau del artista húngaro Willy Pogány que aparecieron en la publicada en Nueva York en 1909.





Javier Alcaíns.
La adivinanza del agua.
Javier Martín Santos. Cáceres, 2019.


Ahora que la medianoche se deshace y la lluvia marca un ritmo de corazón tranquilo, busca la memoria el agua del origen.


Con esa frase abre Javier Alcaíns La adivinanza del agua, que publica Javier Martín Santos en una bellísima edición ilustrada.


Como si fuera el manantial donde se inicia el ciclo circular del agua y su transcurso, en esa frase inicial queda prefigurado este espléndido poema en prosa de Javier Alcaíns, que lo ha iluminado con veinticinco ilustraciones en color y ha diseñado sus páginas con líneas de plata.

Su ritmo circular, como el del ciclo del agua, es el de la salmodia de la lluvia, de la vida y la memoria que vuelve como el agua de la lluvia. Una lluvia primordial que cae con la misma suave mansedumbre con que caen las palabras sobre las páginas breves e intensas de este libro tan irrepetible como el agua del río de Heráclito.

Son imágenes en las que llueve y palabras que dibujan el agua pasajera del río de la vida y plantean preguntas sin respuesta al enigma de la lluvia, que es el enigma de la vida y de la memoria:

Busca la memoria el agua del origen, busca en el fondo turbio y en la claridad del cristal, busca en la escarcha y en el vaso de la fiebre imágenes del agua, pero toda se va como en un río.

Los romances viejos y la literatura fantástica, los relatos tradicionales y las ciudades invisibles de Calvino confluyen como afluentes de un tiempo circular como la tierra, como la memoria que vuelve cíclicamente a una lluvia parada una tarde de invierno sobre las ciudades imaginarias.

Un tiempo circular como el de las palabras que regresan a estas páginas como una salmodia, como el de las mitologías, como el de ciertos cuentos de Borges, que descubrió que la lluvia sucede en el pasado.

A esa idea vuelve también Javier Alcaíns cuando escribe:

en ningún lugar del mundo llueve como en la memoria. Esta luz que vuelve de una tarde antigua, esta luz que da al aire un ocre luminoso y envuelve tejas que gotean y dejan brillantes las chinas blancas del suelo, este largo susurro de agua algo quiere decir, pero qué quiere. Si no lo entiende el oído que lo entienda la piel, si no lo descifra el pensamiento que lo descifre la sangre.

Memoria de la lluvia y del tiempo pasajero, memoria transfigurada en palabras e imágenes que fundan la delicada belleza literaria y plástica de esta Adivinanza del agua en la que al final sale el sol de una mañana de verano.

Esa mañana quizá sea la que se evoca en el colofón, que recuerda que el autor lo “comenzó en abril de 2018 y le dio fin el  primer domingo de junio de 2019, fecha en la que seguía sin saber la solución de la adivinanza del agua.”




ENSAYO





Antón P. Chéjov.
Sobre literatura y vida.
 [Cartas, pensamientos y opiniones]
Edición, traducción y prólogo de Jesús García Gabaldón.
Páginas de Espuma. Madrid, 2019.

"Si vivo, pienso, lucho y sufro, todo eso se refleja en lo que escribo… Describo verazmente, esto es, de manera artística, la vida para ustedes, y reconocen en ella lo que antes no veían, no notaban: su desviación de la norma, sus contradicciones", afirma Chéjov en uno de los textos recopilados por Jesús García Gabaldón en el volumen Antón P. Chéjov. Sobre literatura y vida, que publica Páginas de Espuma.

Lo abre un prólogo sobre las ideas literarias de Chéjov en el que Jesús García Gabaldón explica que “la presente edición tiene como objetivo reconstruir el pensamiento literario de Chéjov a través de sus cartas, opiniones literarias recogidas por sus contemporáneos, y de sus pensamientos, dispersos en cuadernos de notas y apuntes."

Las casi doscientas cincuenta cartas se organizan según un criterio cronológico que muestra la evolución de su pensamiento artístico, ya que "permiten reconstruir su trayectoria literaria, así como las ideas y los valores estéticos que configuran su poética. Se trata ciertamente de una poética implícita, fragmentaria y epistolar, de gran valor no solo para comprender mejor sus obras, sino también para mostrarnos una relevante y generosa faceta suya como lector de cuentos y obras de teatro. Para Chéjov las cartas constituyen un medio de comunicación privada, íntima y directa con sus lectores."

La segunda sección del libro, que recoge ciento cincuenta opiniones sobre la literatura y la vida, se articula temáticamente en torno a diversos centros de interés: los vínculos entre la literatura y la sociedad y entre la escritura y vida, estética y poética, la importancia del lenguaje, teatro y dramaturgia, la crítica, la relación entre literatura y periodismo o las opiniones sobre otros escritores.

Finalmente en una tercera parte, Pensamientos, se seleccionan fragmentos breves, "expresados con frecuencia a modo de aforismos, extraídos de las cartas y de sus cuadernos de notas" sobre la vida como materia literaria y sobre la narrativa como resultado de la observación y la experiencia.




Monserrat Escartín.
Pedro Salinas, una vida de novela.
Cátedra Crítica y estudios literarios. Madrid, 2019.

“Salinas tuvo una vida de novela y no solo por las circunstancias históricas que tuvo que afrontar (guerra civil española, exilio, Segunda Guerra Mundial), ni por ser el mayor de los poetas del 27 -hoy considerados clásicos del siglo XX-, ni por vivir como un explorador curioso que viajó constantemente, ni por protagonizar una gran historia de amor, sino, fundamentalmente, por llevar sus vivencias a la literatura. Como en los relatos galdosiano del siglo XIX, la biografía de este poeta conjugó dosis de adversidad, de secretismo, de drama romántico, de novela epistolar y de aventuras, entendiendo por aventura el riesgo de un intelectual en acción. [...] No fue un héroe literario, solo un hombre acosado por el sentido del deber, la lealtad y la culpa, que agravaron su eterno conflicto interno: las dudas. [...] Nuestro hombre no se atrevió a mostrar ante la sociedad de su tiempo ni su dualidad, ni una relación extramatrimonial imposible”, escribe Monserrat Escartín en su ensayo Pedro Salinas, una vida de novela, que publica la Editorial Cátedra en su colección de Crítica y estudios literarios.

Un ensayo brillante que aborda con minuciosidad la personalidad múltiple y compleja del poeta, que resume la autora con estas palabras:

“En este libro nos adentraremos en varias de sus facetas: la de esposo, padre, amante, profesor, intelectual, poeta, dramaturgo… para comprender la diversidad de sus voces creadoras, que se expresan en tonos diferentes, hasta el punto de poder aplicarle el mismo neologismo que él inventó para definir a García Lorca: muchipersona.”

En ese complejo mundo de Pedro Salinas tiene un papel central la peripecia sentimental que desemboca en la zona más significativa de su obra poética desde 1932: en la trilogía amorosa que se desarrolla desde La voz a ti debida hasta Largo lamento.

Esa intensa relación extramatrimonial con Katherine Whitmore, pese a la voluntad de sus familiares de ocultarla a los investigadores -“tenemos mucha información del autor que no hemos podido publicar por las reticencias de su hija a mostrar ciertas facetas de su progenitor”-, ilumina una parte fundamental de su poesía y de su vida.



Francisco Cánovas Sánchez.
Benito Pérez Galdós. 
Vida, obra y compromiso.
Alianza Editorial. Madrid, 2019

“La vida y la obra de Galdós tienen plena coherencia. Ambas muestran un compromiso inequívoco con la modernización de España, con la superación de las amarras del pasado y con la construcción de una sociedad más tolerante, democrática y justa. Hoy más que nunca, cuando se cumplen cien años del fallecimiento del gran escritor canario, todas esas razones hacen de Pérez Galdós nuestro contemporáneo”, escribe Francisco Cánovas Sánchez en la Introducción de su Benito Pérez Galdós. Vida, obra y compromiso, que publica Alianza Editorial.

Un cuidado volumen con abundantes ilustraciones que iluminan el texto de los quince capítulos en los que se organiza un seguimiento detallado de la vida, la obra y el pensamiento de Galdós y se “aborda la trayectoria biográfica de Galdós a través de tres ejes complementarios: la inserción de su vida en las coordenadas históricas y culturales de su tiempo; la relevancia de su obra literaria, dramatúrgico y periodística, y su compromiso cívico y democrático.” 

Desde sus primeros destellos hasta sus últimos años, Cánovas ofrece un recorrido que, tras su infancia y adolescencia en Canarias, se inicia con el decisivo descubrimiento por el joven Galdós de un Madrid agitado en los amenes de la monarquía isabelina. Galdós fue testigo atento de la revolución del 68, cuya vinculación con el nacimiento de la novela moderna en España es evidente, y reflejó en su obra la sociedad de la Restauración, con vivas descripciones de la mesocracia madrileña y de los barrios bajos marginales de la segunda mitad del XIX, hasta el punto de que para conocer aquella España es imprescindible leer sus novelas.

Esa conexión entre vida y literatura, entre el contexto histórico y social y la novela se explora en este libro a lo largo de toda la producción galdosiana, desde el sexenio democrático a la crisis del 98, desde los Episodios Nacionales a las Novelas españolas contemporáneas o las Memorias de un desmemoriado, con un hilo conductor: el compromiso de Galdós con la democracia y el republicanismo. 




Paul Preston.
Un pueblo traicionado.
España de 1874 a nuestros días: 
corrupción, incompetencia política y división social. 
Traducción de Jordi Ainaud.
 Debate. Barcelona, 2019.

Con un magnífico capítulo sobre el tópico español se abre Un pueblo traicionado, el monumental ensayo que Paul Preston publica en Debate con traducción de Jordi Ainaud.

Ese capítulo, centrado en la España decimonónica y en el sistema canovista de la Restauración que haría crisis con el Desastre del 98, es el punto de partida de un recorrido por la historia contemporánea de España, marcada por el mal gobierno de las élites  políticas y económicas, por “la desigualdad social y la violencia, la incompetencia política y la corrupción”, como señala Preston en su Prefacio, en el que escribe

La rica y trágica historia de España puede abordarse desde múltiples perspectivas. En el presente caso, el libro narra las deficiencias de la clase política española. Abarca desde la restauración de los Borbones con Alfonso XII en 1874 hasta el inicio del reinado de su tataranieto Felipe VI en 2014. Su objetivo es ofrecer una historia completa y fiable de España haciendo hincapié en la forma en que el progreso del país se ha visto obstaculizado por la corrupción y la incompetencia política y demostrando que estas dos características han provocado una ruptura de la cohesión social que a menudo se ha tratado y exacerbado mediante el uso de la violencia por parte de las autoridades. Los tres temas aparecen de forma recurrente en las tensiones existentes entre Madrid y Cataluña. Durante la Restauración, y de forma espectacular, con la dictadura de Primo de Rivera, la corrupción institucional y una asombrosa incompetencia política fueron la norma, lo que allanó el camino para la instauración de la primera democracia en España: la Segunda República.

Es el primero de los nueve capítulos en los que Paul Preston aborda una realidad nacional marcada por la relación conflictiva entre la sociedad civil y el estamento militar, con más de cincuenta pronunciamientos militares entre 1814 y 1981 y cuatro guerras civiles -las tres guerras carlistas y la guerra civil- en las que también tuvo un papel esencial el estamento eclesiástico, acostumbrado desde hace siglos a la intervención en la vida política del país.

Como indica el subtítulo, Un pueblo traicionado aborda la realidad política, social y económica de España desde 1874 a nuestros días en función de tres claves temáticas: la corrupción, la incompetencia política y la división social. 

Y en torno a esos tres ejes articula Preston su exploración de décadas de desigualdades e injusticias, de abismos sociales y tensiones territoriales que no son sino una variante encubierta de la desigualdad y de los privilegios de unas regiones sobre otras. 





 


Miguel de Unamuno.
El resentimiento trágico de la vida.
Edición de Colette y Jean-Claude Rabaté.
Pre-Textos. Valencia, 2019. 

“¿Para qué escribo esto? Para remedio. No. Para conocim[iento] del mal. Si uno se muere saber de q[ué] se muere”, escribe Unamuno en una de las anotaciones del borrador que había guardado en un sobre con el membrete del Ayuntamiento de Salamanca. 

Eran varias cuartillas escritas a lápiz por las dos caras y en el sobre que las contenía puso el título, El resentimiento trágico de la vida, y un subtítulo aclaratorio del asunto que trataban: Notas sobre la revolución y guerra civil españolas.

Editadas por primera vez en 1991 en una edición ya inencontrable, las publica Pre-Textos en una excelente edición que han preparado los hispanistas Colette y Jean-Claude Rabaté, autores de la transcripción del manuscrito que se reproduce en facsímil y que comienza con esta frase:

El pueblo español se entrega al suicidio.

Además del manuscrito y del texto, el volumen ofrece un riguroso y completo estudio crítico que aborda no solo su proceso de edición, sino su carácter de crónica fragmentaria de la guerra desde el concepto unamuniano de guerra civil, generada por el resentimiento, el motor último del conflicto entre marxistas y falangistas.

“Este texto -escriben los editores- traduce una escritura de la urgencia acorde con el caos en que vive Miguel de Unamuno, pero por debajo de la aparente energía de la redacción existen unas líneas directrices que expresan el profundo deseo de comprender y explicar lo que le pasa y lo que experimenta [...] y la voluntad de reconocer sus errores con dolor y arrepentimiento. 
Como en otros momentos difíciles de su vida, Miguel de Unamuno no puede dejar de confiar a su pluma sus pensamientos más íntimos, sus convicciones, sus dudas, sus remordimientos, pero también sus esperanzas.” 

Es el testimonio –concluyen- “de un hombre que ha dejado de ser actor para convertirse en testigo impotente de acontecimientos trágicos cuya duración y consecuencias ignora.”




POESÍA



Giacomo Leopardi.
Dulce y clara es la noche.
Antología esencial.
Traducción y selección de Antonio Colinas.
Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2019.

Galaxia Gutenberg publica en su colección de poesía de bolsillo Dulce y clara es la noche, una Antología esencial de Giacomo Leopardi preparada por Antonio Colinas.

Una “antología reducida” en la que Colinas reúne los poemas centrales en los que “la poesía de Leopardi brilla con luz propia”, “aquellos cantos que yo considero esenciales, no solo por su valor intrínseco, sino por poseer esas cuatro características que atrás ya he recogido: emoción, pureza, claridad, intensidad.”

Como Schubert en música, Giacomo Leopardi (Recanati, 1798-Nápoles, 1837) representa en poesía la síntesis de lo clásico y lo moderno en un estilo nuevo. Sus personalidades, atormentadas y complejas, propensas a la huida, crearon obras de asombrosa modernidad de lenguaje y de tono.

Leopardi está en la frontera contradictoria e integradora que separa la actitud del hombre moderno de los comportamientos y la mirada del hombre antiguo. Él, que no se siente moderno y sabe que sus modelos son anacrónicos, vive apartado del mundo y busca refugio en la biblioteca familiar y consuelo en el arte y la belleza en una actitud evasiva muy característicamente romántica que en su caso se intensifica por sus problemas físicos y su deformidad dolorosa.

Romántico a su pesar y poeta imprescindible, Leopardi fue, junto con Shelley, el más lucreciano de los poetas románticos. Y lejos del patetismo o la desmesura de Byron, encontró su voz más personal y duradera en los Cantos, especialmente en algunos de sus poemas centrales, como El infinito, La noche del día de fiesta ('Dolce e chiara è la notte e senza vento...'), La vida solitaria, A Silvia o Los recuerdos ('Passo gli anni, abbandonato, occulto').







Charles Simic.
El señor de las máscaras.
Traducción de Nieves García Prados.
Valparaíso Ediciones. Granada, 2018.

Con traducción de Nieves García Prados Valparaíso publica El señor de las máscaras, el libro que el poeta serbio-estadounidense Charles Simic (Belgrado, 1938) publicó en 2010.

Organizado en cinco secciones, es una muestra de la poesía directa, de línea clara, pero rica en matices en sugerencias y en connotaciones de la escritura de Simic.

Exploración en la memoria y voluntad interrogativa, reflexión e imaginación se combinan en estos poemas que indagan en los secretos de la identidad, en la soledad y la incomunicación, en el enigma de lo cotidiano.

La simplicidad engañosa de su estilo narrativo y su tono conversacional persigue la movilización de los sentidos a través de imágenes visionarias y metáforas inesperadas que revelan su estirpe surrealista en el cruce de lo interior y lo exterior, de lo real y lo irreal que anticipa la cita inicial de Wallace Stevens: “Todo lo irreal puede ser real.”



Ernesto Cardenal.
Poesía completa.
Edición y estudio preliminar
de María Ángeles Pérez López.
Editorial Trotta. Madrid, 2019.

“La obra de Cardenal es extraordinariamente fecunda y ha tenido gran influencia en la poesía contemporánea  [...] Su Poesía completa va modulando diversos acentos y tonalidades que brindan, de modo muy original y en riquísimo diálogo con la tradición (las tantas tradiciones a las que interpela) una visión integral de lo humano que no excluye ninguno de sus perfiles: junto al poeta hallamos al historiador, al antropólogo, al místico, al revolucionario, al que, en conjunto, aspira a nombrar una verdad individual y colectiva cuya raíz es el amor. Cuando en 2012 recibió el Premio Reina Sofía, afirmaba la unión de poesía y amor como absolutos.

Por otro lado, su Poesía completa permite advertir la evolución del autor, que va abriendo paso en los últimos años a cuestiones científicas y cosmológicas frente a los grandes proyectos históricos y políticos de los sesenta y setenta con los que se sintió identificado, que revisa críticamente en tanto su carga totalitaria y hegemónica ha sido padecida con rigor. Y en el presente, abre hacia el espacio del cosmos el abrazo que su obra ha deseado brindar desde el comienzo”, escribe María Ángeles Pérez López en el magnífico estudio preliminar que abre su edición de la Poesía completa con que la Editorial Trotta culmina la publicación de la Biblioteca Ernesto Cardenal, en la que ha ido apareciendo la obra completa del poeta nicaragüense (Granada, 1925).

Este espléndido volumen refleja, en edición supervisada por el autor, la evolución de siete décadas de escritura poética que transcurre desde la indagación en la historia y la reivindicación política a la preocupación por la ciencia y el impulso místico que culminan en 1993 en Telescopio en la noche oscura, donde “Cardenal explora la fusión amorosa que vincula física y mística a través de nuevos tonos y un registro de gran desnudez expresiva.”

En conjunto, Ernesto Cardenal ha ido construyendo una obra torrencial desde la búsqueda incesante: desde la formación vanguardista al prosaísmo coloquial y antirretórico, a la voluntad narrativa que recorre sus libros de poesía.

Desde los Epigramas iniciales hasta el más reciente Hijos de las estrellas, su trayectoria poética está jalonada por libros como Salmos, Oración por Marilyn Monroe y otros poemas, Coplas a la muerte de Merton o Cántico cósmico, que cumple ahora treinta años y que en palabras de la editora es “sin duda el proyecto más ambicioso de la obra cardenaliana.”




Pablo Neruda.
Poesía completa.
Tomo I. 1915-1947.
Seix Barral. Barcelona, 2019.

Seix Barral publica el primero de los cinco tomos en los que se organiza la Poesía completa de Pablo Neruda en una edición preparada por Darío Oses y Mario Verdugo, que han fijado los textos según las primeras ediciones y las que el propio autor consideró definitivas, junto con el cotejo de manuscritos y mecanoscritos corregidos de puño y letra por el poeta.

“Entregar al lector del siglo XXI una edición cuidado de la obra de uno de los más grandes poetas del siglo XX” es el propósito declarado por los editores en la nota preliminar de este primer volumen que recoge la poesía y la prosa poética que Neruda escribió entre 1915 y 1947, entre Crepusculario y Tercera Residencia.

Organizado en dos partes, la primera reúne las obras que Neruda organizó el libro cerrado sanitarios, mientras que la segunda recoge la abundante poesía dispersa o inédita de ese mismo periodo: los poemas del Álbum Terusa, de Los cuadernos del poeta adolescente o los que aparecieron en revistas de Santiago o de Temuco, lo que completa un amplio repertorio de su poesía inicial que Matilde Urrutia y Jorge Edwards recopilaron parcialmente en 1980 en El río invisible.

Desde el periodo de formación en el que está germinando la poesía posterior de Neruda hasta cimas de su obra y de la poesía del siglo XX como Residencia en la tierra, se ofrece en este volumen la poesía inicial -y epigonal a la vez- de Neruda, heredera del simbolismo y el modernismo y proyectada en el ritual amoroso de Crepusculario; la explosión del erotismo adolescente de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada; la transición de Tentativa del hombre infinito y El hondero entusiasta, las prosas poéticas de Anillos y la nueva modernidad vanguardista del surrealismo, con la que aparecen en su poesía el conflicto, la incertidumbre y la búsqueda, la desintegración del mundo y la muerte para levantar esa cumbre poética que es Residencia en la tierra, uno de los libros imprescindibles de la poesía del siglo XX en español.



Manuel Alcántara.
Mar de fondo. 
Poesía reunida 1955-2018.
Edición e Introducción de Francisco Ruiz Noguera.
Ciudad del Paraíso. Ayuntamiento de Málaga, 2019. 


En su magnífica colección Ciudad del Paraíso el Ayuntamiento de Málaga publica la poesía completa de Manuel Alcántara con el título Mar de fondo. Poesía reunida 1955-2018, en una edición preparada por Francisco Ruiz Noguera.

La memoria y el olvido, el amor y el tiempo, la identidad y el sentido de la vida son los temas que atraviesan una poesía existencial emparentada con José Luis Hidalgo y Blas de Otero en la que coinciden el personaje poético y el escritor, reunidos en la primera persona confesional que recorre toda la obra poética de Manuel Alcántara, un poeta que se mueve entre el registro clásico del soneto y el tono neopopularista del arte menor y la soleá pasando por algunos ejercicios de series libres de versos asonantados. 

Y por encima de esa variedad métrica, el ritmo cuidado, ligero o solemne, de los versos, un extraordinario cuidado formal, una conciencia aguda del lenguaje -“yo sé que las palabras son una cosa muy seria”- y una concepción de la  poesía como forma de conocimiento de sí mismo y del mundo, como una manera de afrontar el vértigo del tiempo y de “escribir las memorias de mi olvido.”

Una poesía cuyos rasgos esenciales ya estaban prefigurados en el segundo de los textos de Manera de silencio, titulado Biografía. Es uno de los mejores poemas de Manuel Alcántara y termina con estos versos:

Unas pocas palabras me mantienen:
duda, esperanza, amor... Siempre me pierdo...
Amor, duda, esperanza... Siempre vienen...
La ilusión, si la he visto, no me acuerdo.

Lo mejor del recuerdo es el olvido...

Málaga naufragaba y emergía...

Manuel, junto a la mar, desentendido;
hubo una vez un niño en la bahía.

Y hay un hombre de pie sobre mis huellas
indefenso y sonoro, a ras del suelo,
que se irá mientras hacen las estrellas 
propaganda de Dios allá en el cielo.




Emily Dickinson. 
Palabras como espadas.
Antología bilingüe. 
Selección y traducción de Amalia Rodríguez Monroy. 
Alianza Editorial. Madrid, 2019.

“Si la obra de arte se resiste siempre a la interpretación, en el caso peculiarisimo de Emily Dickinson (1830-1886) esa resistencia al sentido -sobre todo al sentido común- se presenta al lector como clave central de lectura”, escribe Amalia Rodriguez Monroy en la nota intensa y profunda que cierra su traducción de la antología bilingüe Palabras como espadas de la irrepetible poeta de Amherst que publica Alianza Editorial, que toma su título de estos versos:

Ella manejaba sus bellas palabras como Espadas- 
Qué brillo desprendían 

Es una espléndida muestra del mundo poético de Emily Dickinson, un acercamiento al poema como abismo y como enigma, a su palabra ensimismada y misteriosa, una incursión en el espacio prohibido de la excepción y el margen en el que se instaló aquella mujer desolada que decidió un día encerrarse en una habitación en la que la acompañaron la angustia y la soledad, mientras veía por la ventana esa cosa con plumas que se llama esperanza: 

Luego el Espacio -comenzó a tocar a muerto, 
Y todos los Cielos eran una Campana. 

Tan extraña y opaca como su poesía, Emily Dickinson se aisló del mundo en una clausura progresiva y física como la ceguera que sufrió en sus últimos años. Atravesó episodios sucesivos de exaltación desmesurada y profundo desánimo que se reflejan en los poemas que mantuvo a resguardo del mundo y de los que publicó sólo cinco en vida. 

Desde 1861, se había parapetado detrás de lo que ella misma llamaba mi blanca elección. A partir de entonces llevó un luto particular de color blanco. Se recluyó tras los muros íntimos de la casa familiar, ajena a la atmósfera asfixiante de una ciudad pequeña. Entre el entusiasmo creativo y las horas de plomo, Emily Dickinson quiso hacer de la poesía una casa embrujada semejante a la naturaleza. Hasta que murió en esa mítica penumbra en 1886, casi nadie la vio y de ella sólo se conserva esa diáfana imagen de una blanca mariposa de la luz.

Pese a ese carácter secreto y privado de su poesía, pese al conocimiento tardío y al aún más tardío reconocimiento de su obra, su influencia es comparable a la de Baudelaire, Hölderlin, Withman o Rimbaud. Su personalidad escindida entre el encierro físico y la huida espiritual proyectó en su obra las renuncias y los desengaños, las sublimaciones y las represiones de un ambiente puritano y calvinista como el de la Nueva Inglaterra de la que procedían los Dickinson. 

Entre la distante frialdad y la emoción contenida y expresada con una inusual intensidad verbal, con una constante ambigüedad, con una enigmática retórica de la elipsis y el silencio y una radical concentración expresiva que satura de sentido las palabras, la poesía fue la vía de escape de su personalidad atormentada, la forma de expresión de su mundo ensimismado y ciclotímico en el que la muerte es a la vez liberación y aniquilación.

Poesía tan hermética e inquietante, tan clara y oscura como el mundo pequeño en el que se encerró su autora, retirada de la vida y confinada en los límites de su cuarto y un jardín que veía desde la ventana, con una discreta rebeldía ante la sociedad puritana de la que fue no sólo víctima, sino una de sus flores más pálidas y tristes.




Marin Sorescu.
Alma, que sirves para todo.
Antología poética.
Traducción e introducción 
de Catalina Iliescu Gheorghiu,
Linteo Poesía. Orense, 2019. 


“Sorescu es por encima de todo un poeta. Un poeta con un universo original e identificable a primera vista. Su especificidad proviene de su espíritu crítico, lucidez, impresión de presente continuo, ostentación de lo prosaico, desmitificación deliberada de lo sagrado”, escribe Catalina Iliescu Gheorghiu en la introducción con la que presenta su edición de Alma, que sirves para todo, la antología bilingüe que reúne en un volumen editado por Linteo Poesía una muestra representativa de la poesía del rumano Marin Sorescu (1936-1996).

Lo abre uno de sus poemas más conocidos, uno de esos raros poemas en los que se representa la totalidad del mundo, entre lo cómico y lo trágico, como en Shakespeare, a quien está dedicado.

Leer los poemas de esta antología es una buena manera de conocer la mirada incisiva de una poesía clara en la que coexisten lo lúdico y lo profundo, el humor y la seriedad en un estilo narrativo sencillo y alusivo que habla de la simplicidad de lo cotidiano y de la condición humana desde la parodia desmitificadora y la fabulación, desde la ética existencial y la paradójica conciencia del absurdo, desde la busca del sentido de la vida y a veces su celebración, porque

a pesar de todo,
en la tierra hay vida 
que está siendo aprovechada al máximo.

La de Sorescu es una poesía realista que se instala en la cercanía del lector y busca su complicidad con su tono ligero, su desnudez expresiva y su honda capacidad de penetración en la complejidad de lo real mediante la reflexión y el ingenio, la ironía o la emoción.




Wallace Stevens.
Harmonium. 
Edición bilingüe.
Traducción de José Luis Rey.
Reino de Cordelia. Madrid, 2019.

“Bienvenidos al reino de la imaginación. Wallace Stevens (1879-1955) es un poeta, si no el poeta, central en el canon de la poesía anglosajona del siglo XX. Harmonium, publicado en 1923 (con añadido posterior de algunos poemas) es su primer libro. Tenemos, pues, a un poeta que debuta tardíamente (con 44 años), pero de una forma rotunda y originalísima”, escribe José Luis Rey en el prólogo de su traducción de Harmonium, el primer libro de Wallace Stevens – “un místico de la estética, un esteticista trascendente que ha hecho de la poesía su religión y su fe”-, que publica en una magnífica edición bilingüe Reino de Cordelia.

Era ya un hombre maduro cuando publicó ese primer libro, que lo revelaba como dueño de un mundo poético propio y una voz lírica personal que había ido construyendo durante los años en los que mantuvo inéditos sus tanteos poéticos.

Porque en Harmonium se percibe ya el tono característico de su poesía, construida desde una mirada que está contenida en la alusión musical del título y en poemas memorables como Domingo por la mañana, un texto central no sólo de este libro, sino de toda su poesía, cuyas ocho secciones son una celebración de la plenitud de la vida y de la fusión con la naturaleza.

Así termina la primera parte:

El día es agua extensa, muy silenciosamente, 
Calmada para el paso de sus pies soñadores 
Más allá de los mares, hacia una callada Palestina, 
El reino de la sangre y de la tumba.

La armonía del mundo que refleja este poema en el que la muerte es la madre de la belleza se revela como uno de los signos característicos de la poesía de Wallace Stevens. Y como en el resto de su obra, compleja y cautivadora, el poeta se convierte ya en ese texto, por decirlo con las palabras que le dedicó Harold Bloom, en “un sacerdote no de lo invisible sino de eso visible que él se afana por hacer un poco más difícil de ver.”


Santos Domínguez