27/6/16

Equipaje de vacaciones. Poesía



Paul Celan.
Obras completas.
Traducción de José Luis Reina Palazón. 
Prólogo de Carlos Ortega. 
Trotta. Madrid, 2013.

Fue de lo oscuro a lo oscuro, de la sombra a la ceniza, vio el atardecer de las palabras, los escombros de la civilización y las horas vacías.

Y de todo eso se nutre la poesía de Paul Celan, que en la acreditada versión de José Luis Reina Palazón, que obtuvo con ella en Nacional de Traducción, alcanza ya la séptima edición en Trotta.

La precede un prólogo en el que Carlos Ortega realiza un recorrido minucioso por la vida y la poesía de Celan y señala que “en los ochocientos poemas que publicó, más los cuatrocientos setenta y seis que dejó sin publicar —de los cuales se ha editado recientemente una amplia antología—, están condensados su vida y su pensamiento, el cual integra un buen manojo de tradiciones literarias y de datos, no sólo personales, sino también teológicos, filosóficos, científicos e históricos.”

Se reúnen en este volumen imprescindible todos los libros de poesía de Celan, sus poemas dispersos, la prosa y los discursos de aquel extranjero en medio del desierto que construyó sobre las cenizas una obra de enorme potencia verbal, cimentada en imágenes creadoras de un mundo poético difícil y oscuro, en el límite de lo indecible y al borde del abismo.

“El poema está solo. Está solo y de camino”, escribió Celan, autor de una poesía oscura como su destino de superviviente y testigo. Una poesía que incinera el lenguaje con la tensión y la concentración verbal en medio del silencio y el vacío: la llama y las cenizas, el horror del holocausto y los campos de concentración recorren sus poemas esenciales, Fuga de la muerte, Una canción en el desierto o Los tallos de la noche, o libros como Cambio de aliento, donde se leen estos versos:

Hondo 
en la grieta de los tiempos, 
junto 
al hielo panal 
espera, un cristal de aliento, 
tu irrevocable 
testimonio.




Carlos Barral.
Usuras y figuraciones. 
Poesía completa. 
Edición, prólogo y notas de Andreu Jaume.
Epílogo de Malcolm Otero Barral.
Lumen. Barcelona, 2016.

En una declaración repetida que dice menos de la seguridad del personaje que de la importancia central que le daba a su obra poética, Carlos Barral  se reconoció a sí mismo como el mejor poeta de su generación. 

Una poesía imprescindible y de una calidad más que notable, eclipsada en parte por su labor como editor y en parte por unas memorias que le han dado más reconocimiento que la poesía que estaban destinadas a explicar como textos auxiliares y subsidiarios, aunque “insoslayables para la cabal comprensión de su poesía", como explica Andreu Jaume en el prólogo a su espléndida edición de Usuras y figuraciones, el volumen que publica Lumen con la poesía completa de Carlos Barral que cierra un epílogo –“Yo te  saludo, de vuelta”- de Malcolm Otero Barral.

Desde Metropolitano y Diecinueve figuras de mi historia civil, dos libros cerrados, hasta la obra abierta y en marcha que recogen las diferentes secciones de Usuras, un libro que el autor veía en proceso de crecimiento, en la poesía de Carlos Barral desarrolla una trayectoria coherente desde el punto de vista estético y moral, al margen de las modas y en busca de su propia médula estilística y ética, de su identidad expresiva y argumental.

Una identidad poética que le importó más que nada y que Barral definió como poesía de la experiencia –“toda mi poesía lírica es autobiográfica”, explicó. Eso sí, sobre ese fondo autobiográfico puso en su escritura un filtro intelectual que marca distancias con lo meramente emocional y lo directamente confesional. 

Por sus textos, enfriados metálicamente con una exigente elaboración verbal y con distancia a veces irónica, atraviesan el recuerdo del padre y Calafell, Yvonne y el amor, el Mediterráneo y la ciudad, el paso del tiempo y el miedo a la muerte y a la decadencia intelectual o a la decrepitud, su apellido industrial o la figura de su nieto

Desde la abstracción de Metropolitano, un libro de trabajada composición y brillo metálico al hilo autobiográfico de Diecinueve figuras de mi historia civil, contrapunto poético de sus memorias, hay en la poesía de Barral una constante exploración en la carga etimológica de las palabras y un estilo muy elaborado y alejado del lenguaje funcional. 

A una de las cimas de esa poesía, Hombre en la mar, el poema que culmina el segundo de esos libros, dedica Andreu Jaume un análisis iluminador de los temas, las actitudes y el tono de una poesía que desde Usuras tiene como centro el tema del deterioro y su correlato temático en el último tomo de sus memorias, Cuando las horas veloces.

Un tono muy oscuro que se suaviza en Lecciones de cosas, que tiene como destinatario a su nieto Malcolm Otero, que, antes de las notas que el propio Barral redactó para la edición de Usuras y figuraciones en 1979, remata así su epílogo: “Ya no queda nada, apenas la memoria que alimenta la nostalgia. Pero están al menos estos versos en los que el poeta entró en combate con la lengua, duelos a veces a florete, en ocasiones a sable, para dejar constancia poética de un mundo que no ha de volver.”





Antonio Cabrera.
Corteza de abedul.
Tusquets. Barcelona, 2016.

Seis años después de su Piedras al agua, Antonio Cabrera vuelve con Corteza de abedul, que acaba de publicar Tusquets, al territorio poético en el que ha desarrollado toda su escritura: el de la poesía contemplativa que completa un viaje de lo concreto a lo abstracto y establece un diálogo equilibrado y sereno entre lo sensitivo y lo conceptual, entre la emoción y la meditación.

Un diálogo con la realidad y consigo mismo, con el yo o el tú autorreflexivo, con la naturaleza o los objetos para ir, como pedía el maestro Mairena, de la anécdota a la categoría.

Esa equilibrada serenidad de la mirada que caracteriza a la poesía de Antonio Cabrera se proyecta no sólo en el espacio, sino también en el tiempo: el instante, el recuerdo del pasado y la conciencia del tiempo son también objeto de esa mirada reflexiva que se convierte así en ámbito de encuentro de lo exterior con lo interior, del presente y el pasado, del mundo y la conciencia.

Y de esa manera, la luz que proyecta sobre los objetos o sobre el paisaje la meditación resume la actitud de un autor que concibe la poesía como búsqueda y como forma de conocimiento desde la contención expresiva, la conciencia de lo fugaz y la reivindicación del instante, que son algunas de las señas de identidad de la poesía de Antonio Cabrera.

El tono sereno y la expresión depurada son los instrumentos del poeta para ver y pensar el mundo, desde la contenida intensidad de la palabra, la conciencia de la naturaleza y el tiempo, la reflexión ante los objetos, las piedras o los pájaros.

Una palmera solitaria (“Contémplala, respira”), el viento de levante, un canto rodado en el Alto Tajo, la duna de Bolonia o un manantial, un granado en flor vigilado por Perséfone o los lirios amarillos que duran antes del declive, un plato de albaricoques, una mantis religiosa o la corteza de abedul del título provocan el interés de quien está ante ellos “no atendido: atendiendo”, antes de la desintegración de la conciencia y de la disolución de la identidad para fundirse con ellos:

El rumor de los pinos se desleía en torno.
Mi mano no era nada. Yo fui nadie.

A esa forma de fusión, de huida de sí mismo, era a lo que aspiraban los místicos, un precedente en esa síntesis de contemplación y reflexión que resume la actitud poética y vital de Antonio Cabrera, que cierra la obra, significativamente, con un Autorretrato que termina así:

Soledad, ahora sí,
ya puedes ser el fondo informe y fiel
de mi retrato.



Stefan George.
Poesía completa.
Traducción e introducción
de José Luis Reina Palazón.
Linteo Poesía. Orense, 2016.



Triste aprendí la renuncia que canta: / nada es, si la palabra se quebranta.

Con esos versos se cierra La palabra, uno de los poemas más emblemáticos de Stefan George, en la traducción que José Luis Reina Palazón acaba de publicar en la monumental edición bilingüe que ha preparado para Linteo de la Poesía completa del autor que introdujo la poesía alemana en la modernidad.

Heredero de Novalis y Hölderlin, Stefan George (1868-1933) representa en la poesía alemana lo que significó Baudelaire para la poesía francesa, lo que Rubén Darío para la poesía en español: un cambio general que afecta a todos los niveles del texto poético, desde los temas al estilo, desde el tono hasta la mirada.

Muy influido por el simbolismo francés, por Mallarmé y Poe, interiorizó los postulados del arte por el arte y asumió la crisis finisecular como una crisis de la capacidad del lenguaje como instrumento de representación de la realidad.

Pero evoluciona desde ese simbolismo esteticista a la defensa de la poesía como experiencia religiosa, a una concepción sagrada de la poesía como búsqueda y como iluminación de la realidad, a una actitud visionaria en la que el poeta tiene una consideración sacerdotal, casi mesiánica: como el iniciado en la exploración de lo inefable.

La impresión y la subjetividad, la sugerencia y la intuición, el ritmo y la sonoridad son algunas de las claves de una poesía que ocupa el ámbito de lo sagrado y lo profético, una poesía intermediaria de la divinidad en un proceso de fusión con la naturaleza y de expresión de lo misterioso.



Trescientos poemas de la dinastía Tang.
Edición bilingüe de Guojian Chen.
Cátedra Letras Universales. Madrid, 2016.

Salgo, cuando me place, / a dar un paseo solo, / y es un deleite inefable. / Llego hasta donde termina el arroyo. / Sentado, miro las nubes que nacen, escribe Wang Wei, un poeta del siglo VIII, en uno de los poemas que forman parte del volumen Trescientos poemas de la dinastía Tang, que acaba de aparecer en Cátedra Letras Universales.

En el año 2013 el profesor Guojian Chen publicaba en esta misma colección la insustituible antología Poesía china (siglo XI a. C.- siglo XX), un monumento literario como señala Carlos Martínez Shaw en el prólogo de esta nueva recopilación, que está considerada la antología de referencia de la poesía clásica china, hasta el punto de que actualmente se ofrecen cerca de dos mil ediciones distintas de esta obra en China. La recopiló muy tardíamente, en el siglo XVIII, el anónimo Literato solitario del bosque fragante, y recogía no trescientos sino trescientos trece textos que reflejan el apogeo poético de la poesía china, su edad de oro entre el 618 y el 907.

Con buen criterio, el traductor ha incorporado en un apéndice otros veinticinco excelentes poemas de la época que no figuraban entre los Trescientos poemas de la dinastía Tang, pero que merecen estar en este volumen por su calidad y su representatividad.

Una antología presentada por un amplio y profundo estudio introductorio sobre el contexto histórico y cultural en que surgió esta poesía y sobre los rasgos vertebrales que caracterizan su estilo y su métrica, su ritmo, sus temas o su despliegue metafórico.

Con unas notas mínimas que no perturban la lectura de esta poesía pero hacen algunas aclaraciones imprescindibles, y con una semblanza final de los autores, estos textos abordan, con la brevedad estilizada que los caracteriza, el sentimiento por el paso del tiempo entre la melancolía y la reivindicación vitalista del goce en el presente, el paisaje como reflejo de los estados de ánimo, la soledad y la niebla de los lagos, el amor o la luna en la montaña, la huida del mundo y la vida retirada, las ausencias y las despedidas.

Hay tres nombres fundamentales por la transcendencia de su poesía en esta recopilación: Li Bai (Li Po en otras transcripciones), idealista e imaginativo, Du Fu (Tu Fu), realista y descriptivo, y el bucólico Wang Wei, poeta del campo y del jardín.

Algunos expertos datan el comienzo de la poesía china mil años antes de Homero, aunque el poema más antiguo documentado no es tan antiguo. No es eso, con todo, lo más importante. Lo que explica su universalidad y su vigencia no es su antigüedad, sino su calidad, apreciada en la poesía occidental desde Goethe a Octavio Paz pasando por Alberti o Lorca.

Sobre la importancia de esta recopilación, resalta Guojian Chen que “es, según el consenso de los críticos y los estudiosos chinos, la más difundida, popularizada, comentada, citada y recitada de todas las recopilaciones de la poesía Tang y de toda la poesía china. Se puede decir que es el Quijote poético de China por su calidad literaria, su importancia en la cultura china y su popularidad.”



Juan Carlos Mestre.
La tumba de Keats.
Calambur. Barcelona, 2016.

En un volumen ilustrado por el propio poeta, Calambur recupera La tumba de Keats, el libro con el que Juan Carlos Mestre ganó el Premio Jaén de poesía en 1999. Llevaba algún tiempo descatalogado y esta reedición es una inmejorable oportunidad para acercarse a él por primera vez o para releer sus versos desborados y poderosos.

Desde su arranque (Esto sucede ante la hora izquierda en que mi vida, / violenta juventud contra el poder de un príncipe, / llama jauría a la verdad y belleza a los puentes derrumbados) hasta el último verso, que reproduce el epitafio de la tumba de Keats en el cementerio protestante de Roma (Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua), una explosiva sucesión de imágenes ordenadas en el ritmo envolvente y poderoso de sus versos.

Escrito en Roma entre octubre de 1997 y febrero de 1998, acompañado de las ilustraciones del libro de artista Ghetto que el autor realizó a la vez que el poema, en su espacio emerge la sombra de Keats como símbolo de la conciencia irrenunciable del poeta a través de la voz de Juan Carlos Mestre.

El tiempo y la compasión, el amor y la historia, la noche y la palabra arrebatada articulan un intenso y largo monólogo en el que el poeta da voz a las sombras frente al olvido y esgrime la resistencia y la utopía como ética de las derrotas, como épica de la dignidad. Frente a las ruinas de la historia la fuerza resistente de la palabra cuando no importa ya vivir sino la vida, no importa ya morir sino lo humano.



C. P. Cavafis.
Poemas.
Traducción, prólogo y notas 
de Ramón Irigoyen.
DeBolsillo. Barcelona, 2016.

“La relectura de poemas de Cavafis, en 2015 y 2016, para preparar esta edición que publica la editorial DeBolsillo me ha producido un extraordinario placer. En esta relectura he sentido vivísima la poesía de Cavafis cuyos temas esenciales -el sexo, la religión y el conflicto de civilizaciones- son temas eternos, y por eso no envejecen. /..../ El misterio de su poesía es tan profundo que apenas lo vislumbramos levemente”, escribe Ramón Irigoyen en el intenso, irónico y divertido prólogo que ha puesto al frente de la reedición de los Poemas de Cavafis en DeBolsillo.

Un prólogo en el que, además de destacar la carga autobiográfica de la poesía de Cavafis y el erotismo que se convierte en su centro a partir de 1911, se hace un repaso -en el más amplio sentido de la palabra- por las traducciones y los traductores de estos textos al español desde mediados de los cincuenta. 

“He leído –decía Auden- numerosas traducciones de Cavafis, muy distintas entre sí, y puedo asegurar que todas ellas son inmediatamente reconocibles como un poema de Cavafis; nadie más podría haber escrito poemas como esos.”

Pocos poetas tendrán tantos poemas recordables y tan intensos como Ítaca (Mantén siempre a Ítaca en tu mente./ Llegar allí es tu destino), como otro poema de 1911, como Idus de marzo (Ten miedo a las grandezas, alma mía) o los más antiguos Murallas (Desde el mundo exterior –y sin yo percibirlo-, me encerraron), Esperando a los bárbaros (Y ahora ya sin bárbaros ¿qué será de nosotros?) o La ciudad, el poema que Cavafis prefería de entre los suyos, que se cerraba con estos versos desolados: Al arruinar tu vida aquí, en este rincón mínimo, / para toda la tierra tú ya la has destruido.

Iluminados con las agudas notas finales de Ramón Irigoyen, son algunos de los 254 poemas canónicos que seleccionó el propio Cavafis para que se publicaran, incluido En las afueras de Antioquía, el último poema que escribió, que se cierra con estos versos:

Reventó Juliano e hizo correr
-¿qué otra cosa iba a hacer?- que el incendio era obra 
de nosotros, los cristianos. Que diga lo que quiera. 
No pudo demostrarse, que diga lo que quiera. 
Lo esencial es que reventó.





Philip Levine.
News of the World.
Traducción de Juan José Vélez Otero.
Valparaíso Ediciones. Granada, 2016.

Con traducción del también poeta Juan José Vélez Otero, Valparaíso Ediciones publica en edición bilingüe News of the World, un libro de 2009, el último que se apareció en vida del autor, el poeta estadounidense Philip Levine (1928-2015).

Un libro de poemas atravesado por la crítica social y la denuncia de la explotación laboral y de las condiciones de vida de la clase trabajadora en una ciudad industrial como Detroit, en una de cuyas fábricas de automóviles trabajó Levine desde los 14 años, antes de acudir a la universidad y de ejercer como profesor de inglés en la Universidad de Fresno en California.

Poesía de la experiencia, de línea clara y fondo testimonial, de un poeta que escribe no sólo para denunciar la injusticia, sino también para comprenderse a sí mismo,  para tomar conciencia de quién es, de su pasado y de su espacio vital a partir de la memoria, y para tener una clara noción de su lugar en la sociedad.

La infancia, la guerra civil española, la destrucción de la naturaleza, la solidaridad y la conciencia de clase o el choque entre la vida y la literatura en ese espléndido poema que es Días de biblioteca, marcan las señas de identidad poética y vital de un hombre que escribe con esa “pasión disimulada” que destaca en su prólogo el traductor, quien subraya que “la poesía de Philip Levine no es nada hermética ni esotérica, está hecha con palabras llanas, con versos precisos y accesibles que a lo largo del libro van creando un flujo y reflujo de emoción y sinceridad humana; y una magistral construcción del mundo personal y colectivo asequible a todo lector por su estilo narrativo, aunque no exento de profundo lirismo y templada trascendentalidad.”




Santos Domínguez