25/4/16

Leer a Shakespeare

Logan Pearsall Smith.
Leer a Shakespeare.
Traducción de José Carlos Somoza.
Prólogo de Luis Racionero.
Stella Maris. Barcelona, 2016.

“No soy un estudioso de Shakespeare, ni un lector constante de sus obras”, escribe Logan Pearsall Smith al comienzo de Leer a Shakespeare, el ensayo que publica Stella Maris con traducción de José Carlos Somoza y prólogo de Luis Racionero.

Estadounidense nacionalizado británico, vivió entre 1865 y 1946 y escribió con la humildad y el sentido común que le había llevado a preferir la lectura a cualquier otra actividad. “I prefer reading” es la declaración que resume su actitud ante la vida y de ahí surgió en 1933 este On Reading Shakespeare que aparece ahora por primera vez en español.

Fue mentor de Bertrand Russell y de Kenneth Clark y Virginia Woolf lo inmortalizó en su novela Orlando en la figura de Nicholas Greene, un “verdadero poeta”.

Desde el llamativo e irónico consejo inicial, No leer a Shakespeare, porque como todos los grandes es una “compañía peligrosa” por su potencia absorbente, Logan Pearsall Smith propone en este volumen un recorrido por el esplendor de la poesía de Shakespeare, “capaz de encarnar sus pensamientos en imágenes de belleza espléndida”; por los episodios, los pasajes y las escenas más significativos de su obra teatral, por su talento en la construcción de personajes vivos y profundos, por su evolución, por las aportaciones de la crítica y el contexto isabelino en el que escribió el clásico de los clásicos, en quien conviven la genialidad y la obscenidad, la crueldad y la sutileza, la retórica y la pasión, la ira y la burla. 

Un lector que puede hacerse con toda libertad este planteamiento crítico inicial: "¿Debe este escritor ser considerado seriamente como el más noble de todos los poetas, la gloria de la naturaleza humana, la mente más grande nunca surgida entre los hombres, el orgullo ideal de su tiempo? Esta mezcla bárbara de presunción y vulgaridad, de sangre y melodrama, ¿realmente es la cima de los logros humanos, el monumento más noble -como se nos dice- que los hombres dejarán de su existencia en este planeta?”

Y a partir de esas preguntas, una crítica de la crítica que tendía a alejar a Shakespeare de su tiempo y de su condición humana, porque “la idea moderna de Shakespeare, de acuerdo a tales críticos, no es más que un gran globo lleno de aire, relleno por profesores alemanes y escoceses, ociosos literatos, poetas menores y dramaturgos aficionados, propagandistas, idealistas y charlatanes, quienes se han confabulado para inflarlo y desinflarlo con el aire cálido del trascendentalismo moderno, el sentimentalismo, la psicología y la introspección, cosas de las que, por supuesto, los isabelinos no tenían ni la más remota idea.”

Frente a la lectura del especialista –“la última persona en el mundo capaz de emitir un juicio racional y mesurado sobre su especialidad”- Logan ofrece en este ensayo la mirada del lector común que reivindicó Virginia Woolf. 

Es la mirada de un lector privilegiado que entiende la crítica como "registro de una experiencia estética” y completa una imagen de Shakespeare como “el gran señor del lenguaje, el más expresivo y comunicativo de los seres humanos” 

“Millares de libros se han escrito sobre Shakespeare, y la mayoría de ellos son locuras”, escribe Logan en este ensayo, del que, con seguridad y por fortuna, no se puede decir lo mismo, porque está escrito con la lucidez y el sentido común de un lector con criterio.

Santos Domínguez