11/2/15

El Paraíso perdido de Pablo Auladell


Pablo Auladell.
El Paraíso perdido.
Basado en la obra de John Milton.
Sexto Piso. Madrid, 2015.

Repito que he perdido solamente 
la vana superficie de las cosas. 
El consuelo es de Milton y es valiente, 
Pero pienso en las letras y en las rosas.

Ciego como Homero, como Tiresias, como Borges, que lo evocó en esos versos de La rosa profunda, John Milton (1608-1674) dedicó los últimos años de su vida a escribir lo mejor de su obra poética, los sólidos versos que memorizaba en noches de creación ardiente para dictárselos por la mañana a un escribano. 

Con esos versos de largo aliento construyó su creación más importante, el Paraíso perdido, que apareció en 1667, siete años antes de su muerte. Ciego, pobre, de vuelta de la vida, restaurada la monarquía contra la que luchó, el republicano John Milton no había dejado apagarse el fuego de la rebelión, de la inteligencia y de la literatura en aquellos años en los que se lamía la herida del fracaso de la revolución inglesa de Cromwell a la que tanto había contribuido.

Eslabón imprescindible entre Dante y Blake, los más de diez mil versos del Paraíso perdido desarrollan el tema de una doble caída, de una doble expulsión: la de Satán y la de Adán y Eva. Con ese poema Milton se convierte en uno de los profetas de la contemporaneidad, en uno de los padres de la cultura europea de los últimos siglos. 

Heterodoxo y crítico, defensor teórico y práctico del divorcio, su ideología republicana, expresada en abundantes escritos políticos, lo convirtió en uno de los referentes de la Revolución francesa y de la Independencia americana. Percy Shelley le admiraba como a un precedente de la rebeldía romántica y de la exaltación de lo demoníaco que culminaría en Blake y en Baudelaire. De Nietzsche a Aleixandre, de Rimbaud a Cernuda, esa presencia de Milton es insoslayable.

En esta épica de la caída contra la que se revuelve el hombre occidental, la curiosidad y el escepticismo se conjuran para reivindicar la rebeldía y la libertad del non serviam frente a la obediencia, para hacer una afirmación humana del caos frente a la providencia paternalista. No hace falta forzar mucho las situaciones para ver aquí prefigurado a Camus.

Decía Blake de Milton que su impulso satánico le hacía escribir encadenado sobre los ángeles y la divinidad y en libertad cuando hablaba de las fuerzas infernales. Quizá no sea Satán el héroe del Paraíso perdido, pero sí es el responsable de que esa obra siga hablándonos hoy directamente a través de ese personaje de las tinieblas en el que queda simbolizada la conciencia del hombre moderno.

Una conciencia que, como este Satán de Milton, tiene sus precedentes –como explicó Bel Atreides, responsable de la mejor traducción al español del poema- en Aquiles, un Terminator aqueo, el personaje homérico que mejor prefigura al hombre contemporáneo, un personaje de estirpe satánica cuya hybris vuelve a escucharse en el "Dios ha muerto" de Nietzsche, en el personaje fáustico que prefiere el exilio al sometimiento. 

Bloom ha vinculado el Satán de Milton con Yago, cuya traición es resultado de su postergamiento, con Macbeth o con el lado oscuro de Hamlet y su nihilismo intelectual.

Síntesis de tragedia shakespeariana, profecía bíblica, épica virgiliana y comedia dantesca, este Milton libertario y preexistencialista prefigura en ese héroe contemporáneo que es Satán, el caído, al Frankenstein prometeico de Mary Shelley.

Y en el Rilke del Libro de horas que preguntaba qué iba a ser de Dios cuando él muriera, ¿no volvemos a oír un eco de Milton y de la rebeldía romántica?

Blade Runner, la magnífica película de Ridley Scott, es en gran medida una revisión de ese tema. No es una casualidad que sobre la novela que la inspiró floten unos versos de Blake sobre los ángeles rebeldes que constituyen la culminación visionaria del legado de Milton en la configuración del hombre contemporáneo, en la altura ética y humana de su desafío, de su desolada declaración de independencia.

A la ingente tarea de llevar al campo de la novela gráfica el poema de Milton ha dedicado Pablo Auladell varios años de trabajo que acaban de ver la luz en el espléndido volumen que publica Sexto Piso, en una adaptación que potencia la fuerza expresiva y la secuencia narrativa del Lost Paradise con la perturbadora presencia de un Satán astuto y ambicioso, rebelde y admirable, dotado de la consistencia y la dignidad del minotauro y los mitos antiguos.

Y a partir de ahí, las imágenes gráficas rinden homenajes indisimulados a las visiones de Blake y a su potencia plástica, recrean, entre la luz y la oscuridad, las imágenes verbales del poema y muestran la caída en el abismo, las bandadas siniestras de demonios voladores, guerreros o melancólicos, la venganza satánica que busca la complicidad de Adán y Eva en la rebeldía y se desliza en el paraíso en forma de humo y de serpiente, la desobediencia y el orgullo, el árbol de la ciencia y la manzana prohibida del conocimiento, los arcángeles y sus ejércitos, el pecado, el trabajo, las guerras, el parto y la muerte... El oscuro reino del hombre, libre y efímero, en el que ingresan Adán y Eva al final del poema.

Tras coronar brillantemente el desafío, entre las tinieblas de los abismos oscuros y las luminosas torres de ópalo del paraíso, Auladell explica en su Nota introductoria: “sólo ahora que he terminado de dibujarlo, me siento de veras preparado para comenzar a dibujar El Paraíso perdido.”


Santos Domínguez